Sí, puedo entender que el libro de los gustos está casi en blanco y que algo no tiene que
gustarle a todo el mundo, pero decir –como leí a una persona-, que la serie
“Adolescencia” no “le dice nada”, me resulta totalmente incomprensible. Puede
que alguien que llega a esa conclusión no tiene hijos y no le importan la vida
de otros, le cuesta empatizar con los problemas de los más jóvenes, no ha
prestado atención ni ha mostrado el más mínimo interés, o directamente vive en
Narnia, en una especie de happy world, donde nada le afecta a nivel personal.
Como esta no es la norma, ya que ha impactado
sobremanera a la inmensa mayoría, haré mi propio análisis. Personalmente,
recomiendo ver el tercer capítulo un par de veces: la primera, sin cortes, de
seguido. La segunda, parando la escena en los momentos álgidos.
¿Por qué,
Jamie?
Como saben todos los que la han visto, contemplamos,
desde el mismo comienzo, el arresto de Jamie (interpretado sensacionalmente por
Owen Cooper), un chico de trece años, acusado del asesinato de Katie, una
compañera del colegio. Aquí no hay giros finales ni nada por el estilo. Él lo
llevó a cabo. El camino fácil
habría sido decir que el niño es un psicópata, en lugar de explicar por qué es
cómo es y por qué lo hizo. En ese aspecto, chapeau para los guionistas.
Impactante momento donde la Policía entra en
el dormitorio de Jamie para arrestarlo
Como las pruebas visuales son irrefutables y confirman
lo que hizo, todo versa en torno al porqué lo llevó a cabo, y no al clásico
caso sobre la celebración de un juicio. Es culpable y lo sabemos bien pronto.
Aunque aquí y allá nos van dando pistas, es en el
tercer episodio donde se destapa todo el pastel, en una incómoda e intensísima
charla entre una psicóloga (Erin Doherty, que también borda el papel), y Jamie,
internado ya en un centro de menores. Es en esta extensa conversación en la que
me voy a centrar.
Todos los padres –o aquellos que tengan intención de
serlo en el futuro- deben estar atentos a lo que voy a exponer. Aunque no nos
conocemos, permíteme tutearte: puedes decir que tus hijos no son asesinos, ni
siquiera personas violentas o iracundas, pero la sociedad en la que viven y los
problemas que enfrentan son tan reales y peligrosos como los que se nos muestra
a través del protagonista. El mundo en que las nuevas generaciones se están
criando, es muy diferente al que nosotros vivimos. Espero que las siguientes
líneas te ayuden a reflexionar, para así comprenderlos y ayudarlos. Aunque
seguro que me quedaré corto y se me escaparán detalles, analizaré, por bloques,
los aspectos que considero más importantes.
1) La necesidad
de validación paternal
Al comienzo de la
sesión con la psicóloga, Jamie se muestra relajado, e incluso bromista, como la
inmensa mayoría de los niños de su edad. Se ríe cuando considera que le hacen
una pregunta ridícula o que la respuesta es tan obvia que no sabe por qué se la
hacen, y repite las palabras de ella como si fuera una abuela. Tengamos en
mente en todo momento que tiene apenas trece años.
Pero este ambiente
plácido comienza a tensarse cuando le indagan sobre qué piensa de la
masculinidad y qué siente él al ser hombre. Afirma que no le gustan tales
preguntas, que son estúpidas, y que no se siente cómodo. Cualquiera de
nosotros, con esa edad, nos habríamos sentido igual. Ella dice que su concepto
de hombre es el de alguien que puede arreglar cosas, armar cosas, le gusta los
deportes e ir a la taberna. Como Jamie se
enrosca, la psicóloga voltea la conversación para centrarse en el padre, y ver
qué opina Jamie de él. Dice que sí, que es así, que le gustan todos los
deportes, que trabaja mucho, es amable, no juzga y no es cariñoso. Una vez derribó
un cobertizo cuando estaba rabioso, pero se “enoja como cualquier persona; nada
grave”, puesto que es un hombre bueno.
Y aquí llegamos a un
punto clave: a Jamie, al contrario que a su padre, no le gustaban los deportes.
A pesar de eso, él lo apuntó a jugar al fútbol, el cual se le daba bastante
mal. Lo animaba durante el juego, pero se avergonzaba cuando lo veía fallar.
Como no podía disimular su desilusión, apartaba la mirada para fingir, pero
Jamie se daba cuenta. Es obvio que esto le hacía sentir un miserable. La
psicóloga le dice que ella tampoco era buena en los deportes, a lo que él
replica que seguro que era buena en otras cosas y que es inteligente, pero que
él siente que no es bueno en nada, y que no le importaba. Su lenguaje no verbal
deja bien claro que sí le importaba, y mucho. Tristemente, es algo que piensan
muchísimos chicos durante la pubertad. ¿La razón? En el siguiente párrafo
quedará clara.
Un hijo busca en su
padre la mirada de la satisfacción, de la
alegría, del reconocimiento. Necesita imperiosamente saber y sentir que su
padre lo tiene en altísima estima y que valora los talentos que posee. En el
caso de Jamie, por el cuarto y último capítulo, sabemos que era el dibujo: se
le daba sensacional, se pasaba horas ensimismado y disfrutaba una barbaridad. Su
padre no supo verlo.
No cometas ese error.
Valora, aprecia y potencia la riqueza interna que fluye de manera natural en tu
retoño. Aquí te muestro cómo: “Los
jóvenes y los adolescentes piden que sus padres les valoren y les comprendan” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/11/31-los-jovenes-y-los-adolescentes-piden.html).
2) La necesidad
de validación femenina
Aunque he hecho mención concreta a la figura paternal,
la maternal es igual de importante. La necesidad de validación femenina está
presente en todo momento. A lo largo de la sesión, y a pesar de que se enoja
con la psicóloga en varios momentos, siempre termina por decirle que prosiga
con sus preguntas, las que sean. Aparte, quiere saber qué piensa de él, y por
eso le pide las notas que había escrito.
Cuando llega el final y ella le anuncia que es la
última vez que se van a ver, él grita desesperado. No quiere que se marche. Le
pregunta si volverá. Y aquí vemos la gran importancia que le concede, con una
última pregunta: “¿Te agrado?”. Ella no puede responder, ya que debe limitarse
a su labor como profesional. Esto rompe a Jamie todavía más.
Quiere su compañía. Necesita su compañía. Necesita
ser aceptado. Necesita alguien que se interese en él sin
juzgarle y por aspectos a los que nadie hace caso, que le ofrezca validación
como ser humano y como hombre.
Que no lo olviden las
madres: tienen una labor fundamental en
la crianza de sus retoños y en la formación de su personalidad.
3) La
presión por tener sexo desde joven
Cuando tratan el tema
de las relaciones sentimentales y el sexo, la psicóloga empieza preguntándole
qué haría si tuviera novia. Responde que la llevaría al cine, a ver una peli de
terror. Luego salta al sexo: ¿te parece normal que un chico o una chica
heterosexual de tu edad tenga relaciones sexuales? Él considera natural besarla
y tocar las partes intimas de una chica, incluso por debajo de la ropa.
Confiesa que no ha hecho nada de eso, pero que debería haberlo hecho ya.
Este es un claro
ejemplo de cómo ha cambiado la sociedad. Hasta hace una generación, con trece
años se pensaba únicamente en jugar, jugar y volver a jugar. Hoy en día:
- entre la
sexualización extrema de la mujer, tanto por el mundo de la moda, el cine, la
televisión, y ellas mismas en Internet.
- entre el consumo de
pornografía a edades bien tempranas.
- entre los vídeos de
twerking
y las letras vulgares de reguetón.
- entre la banalización del sexo.
- entre basar el valor personal en lo que se expone en
las redes sociales y en lo que los demás piensan de uno.
- y entre los malos ejemplos que ofrecen
infinidad de adultos...
... la presión sobre
los jóvenes para comenzar a tener relaciones íntimas es brutal. El rarito, al que miran con recelo, es el
que no ha hecho nada. Esto lleva a
esos jóvenes a sentirse inferiores.
Es duro de leer y de aceptar, pero esa es la realidad presente, como analizamos
en “La presión de grupo a la que son
sometidos los jóvenes y adolescentes” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/08/7-la-presion-de-grupo-la-que-son.html).
4) Los Incel y el rechazo sentimental
¿Qué sucedía con Jamie?
Aunque decía que Katie –la chica a la que apuñaló hasta la muerte-, no era su
tipo (al considerarla “plana”), le pidió salir, ya que eso –que fuera “plana”-,
“no le importaba y estaba bien”. O sea, le gustaba. Lo llamativo es que lo
hiciera tras lo mal que Katie se había portado con él.
Cronológicamente, así
fueron los hechos: ella le pasó a un chico, con la intención de atraerlo, una
foto por Snapchat (una aplicación de
mensajería para intercambiar vídeos y fotos), con la particularidad de que
dicha imagen la mostraba desnuda, de cintura para arriba. Este chico se la
reenvió a todo el mundo. Mientras que la llamaban “putX”, “plana” y otras
cosas, Jamie se acercó a ella y le dijo que lamentaba mucho lo que le habían
hecho, y que quería invitarla a la feria. Se mostró amable; hasta se puso su
mejor ropa. Pensó que en el estado vulnerable en que ella se encontraba, él le
gustaría. ¿Prefería ella a los chicos
malotes? Ya he hablado en otras ocasiones del tema, que no es necesario
reabrir aquí. Así que sigamos con la narración: ante la invitación, Katie se
rio y le dijo que no estaba tan desesperada.
El que, a esa edad
juvenil, armado de valor, aun sintiendo pánico al rechazo, se ha acercado a una
chica, le ha propuesto salir y se ha encontrado con una respuesta semejante,
sabe qué se siente en esos momentos: humillación, incomprensión, tristeza y
desesperación. La autoestima queda aniquilada instantáneamente y el corazón se
descompone como un azucarillo en una taza de café hirviendo. El sentimiento de
inutilidad toma el control, hasta el extremo de sentirse físicamente repelente.
Luego del fulminante
rechazo, esto aconteció: Jamie tenía Instagram, pero solo para ver otras
cuentas, ya que no subía fotos, puesto que pensaba que no le gustaba a nadie,
al considerarse feo. La cuestión es que sus amigos y su hermana subieron alguna
en la que sí aparecía etiquetado. Esas fotos fueron comentadas por Katie, donde
insertó algunos emojis (pequeña imagen o icono digital que se usa en las
comunicaciones electrónicas para representar una emoción, un objeto, una idea,
etcétera), donde venía a exponer que Jamie era un “Incel”[1].
Para el que desconozca el significado de dicho término, es un acrónimo de la
expresión inglesa involuntary celibate;
es decir, un “celibato involuntario”, por parte de hombres incapaces de tener pareja y/o sexual, pese a que quieren.
Jamie la confrontó y le dijo: “No soy lo que dices que soy”. ¿La respuesta de Katie?:
“Bueno” (sonriendo y en tono burlesco). Y luego se fue. En su caso,
según ella, era un Incel porque “pertenecía al grupo de hombres que no le
importaban a las mujeres” (“al 80% de las mujeres les atrae el 20% de los
hombres”). Con esos emojis, venía a
decirle que él no pertenecía a ese 20%: “¿Quieres amor? No lo obtendrás”. Es un desprecio absoluto que atenta
contra la dignidad básica de cualquier ser humano.
Al escuchar eso, la psicóloga le dice que aquello le debió parecer muy
cruel, a lo que él responde que “puede ser”. Para añadir más carga, no fueron
pocos a los que les gustaron esos comentarios contra él y los consideraron
divertidos. Y es aquí donde todo explota y Jamie prácticamente se delata: “Era una perra. Una perra acosadora. Hasta
tú lo notas. Debí haberla matado, pero no lo hice”.
Katie tenía un rostro angelical, pero su
corazón no iba en consonancia con el mismo
¿Merecía la muerte? No, ni por asomo. ¿Debería haberle
gustado Jamie y aceptar su invitación? No, si no le gustaba, no le gustaba, y
punto. ¿Se portó mal con él? Bastante. ¿Le hizo bullying? Muchísimo. ¿Él debería
haber aceptado el rechazo, aprender de la experiencia para madurar y seguir con
su vida? También.
Como diré al final, no defiendo a Jamie lo más mínimo,
ni culpo a Katie de su asesinato, solo explico los hechos y sus reacciones para
que todos comprendamos ciertas realidades y, así, meditar.
5) Ira acumulada en un alma atribulada
Todos han visto esta
parte como un intento de Jamie de imponer
su voluntad, como una señal más del machismo recalcitrante con el que nos
han educado desde hace siglos. Pienso que eso es el discurso sencillo e
ideológico, por lo que iré más allá y daré mi opinión, formulándote una
pregunta: si tu padre no valorase tus dones ni tu forma de ser, si sintiera
vergüenza al mirarte porque no se te da bien algo que para él es importante, si
te insultaran y escupieran en el colegio, si te vieras como feo y un fracasado,
si las chicas no quisieran absolutamente nada de ti y ellas mismas te despreciaran
en las redes sociales, si fueras alguien impopular, ¿cómo te sentirías? No me
digas que estarías dando saltos de alegría. Lidiar con todas esas emociones y
canalizarlas correctamente no es nada sencillo. Y ahí están los casos de
suicidios entre adolescentes que sufren este tipo de circunstancias y se ven
envueltos en una especie de agujero negro.
Si lo descrito nos
sucediera, en nuestro ser interior, habría una mezcolanza de tristeza e ira,
ambas tan fundidas, que sería difícil diferenciarlas, como expone esta fábula:
“Había una vez un estanque maravilloso.
Era
una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores
existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban
permanentemente. Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a
bañarse haciéndose mutua compañía, la
tristeza y la furia. Las dos se
quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque. La furia, apurada (como siempre está la
furia), urgida -sin saber por qué- se bañó rápidamente y más rápidamente aún,
salió del agua… Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente
la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que
encontró. Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza. Y así vestida de tristeza, la furia se fue. Muy calma, y muy
serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún
apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y
lentamente, salió del estanque.
En la orilla se encontró con que su ropa ya no
estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al
desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia. Cuentan que, desde entonces,
muchas veces uno se encuentra con la furia,
ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien,
encontramos que esta furia que vemos es solo un disfraz, y que detrás del
disfraz de la furia, en realidad… está escondida la tristeza”[2].
Así entendemos que la
ira de Jamie, en verdad, escondía una profunda tristeza. Esto hacía que saltara
a la mínima con violencia, física o verbal, ante aquellos que consideraba más
débiles y que podía plantarles cara. De ahí esa pelea a puñetazos en el centro
de internamiento, bajo la excusa de que no se caía bien con el otro chico. De
ahí que él saltara ante la psicóloga cuando le mandaba sentarse o no le gustaba
el cariz que tomaba la conversación. De ahí sus palabras: “No, no me siento. Tú
no mandas en mi vida. Grábatelo en tu mente”. No tenía control sobre nada en su
vida, se sentía pisoteado y ninguneado, y en esos estallidos sentía que tomaba el control. Un falso
control, pero control al fin y al cabo.
En mi opinión, las
lágrimas que derrama al final la psicóloga no son por haber pasado miedo ante
Jamie o por el estrés experimentado durante la sesión, sino por haber visto el alma del chaval, que estaba llena de
dolor, sufrimiento e ira. Esa fue la causa de sus últimas palabras: “Te
recomiendo que aproveches cualquier servicio de salud mental que te ofrezcan”.
Un hijo puede
mostrarse rebelde, respondón o agresivo por causas mucho más profundas que una
simple rabieta o por un acto de machismo. Cuando algo así suceda, hay que
investigar si no hay nada más detrás, porque posiblemente sí lo haya. Algo que
se haya pasado por alto o una situación que se desconozca por completo:
problemas personales, frustraciones o sentimientos de desesperanza que esconden
una tristeza camuflada. Nuevamente, es la labor de los padres ir más allá de
las meras apariencias.
6) ¿Blanqueamiento?
& Responsabilidad personal
Todo lo que he ilustrado con palabras y ejemplos, no
es un intento por mi parte de blanquear a Jamie y el cruel asesinato que lleva
a cabo. No justifico. No defiendo. Solo explico.
La mayoría de las personas no tienen los dientes de
color blanco como el marfil. En muchísimas ocasiones, se debe exclusivamente a
una cuestión genética. Pero en otras muchas se debe a una mala alimentación, a
un mal cuidado de los mismos o al tabaco. Con la maldad humana sucede
exactamente igual: la traemos de serie. Bien dijo Pablo: “hallo esta ley: que el mal está en mí” (Ro. 7:21). Esta es una ley
universal. Esta inclinación al mal puede aumentarse en función de diversos
factores: la educación, los amigos, la cultura, etc. Todo ello influye, pero NO
DETERMINA. Aunque se me molesten algunos sectores dentro del calvinismo, somos
poseedores del libre albedrío, por lo que somos responsables de nuestras
decisiones, para bien o para mal.
En la vida real, las circunstancias de Jamie se
asemejan a las vividas por miles de jóvenes, tanto chicos como chicas, y,
porcentualmente, muy pocos se convierten en asesinos o malas personas. Que no
tengas “los dientes blancos” (ese mal que está en nosotros intrínsecamente), no
implica que no los cuides.
La decisión de matar o de hacer cualquier tipo de mal,
en mayor o menor grado, no depende en última instancia de los condicionantes
que he citado, sino de la persona.
En más de una ocasión lo he dicho, pero quiero
terminar repitiéndolo: el deber de los padres es educar, guiar, corregir, apoyar,
valorar e inculcar sanos valores, pero serán ellos los que decidan qué camino
tomar, por lo que, en un sentido u otro, será responsabilidad de los hijos.
* EXTRA
Como dije al
comienzo, puede que me haya dejado cuestiones en el tintero, por la sencilla
razón de que no me haya dado cuenta o, en mi opinión, las he considerado menos
interesantes y que no casaban con lo que quería proponer. Pero hay otros
asuntos que sí he contemplado en esta serie y que analizaré en otros escritos,
ya fuera de ella. Algunos ejemplos de otros artículos que vendrán en el futuro:
- Jamie se sentía
feo, como le sucede a muchas personas, tanto jóvenes como adultas. Como nunca
he leído a nadie tratar esa cuestión, me encargo la tarea de hacerlo.
- Aunque del bullying
ya hablé en otra ocasión (“Estamos
muertos: jóvenes que se sienten “zombies” a causa del bullying”: https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2022/02/estamos-muertos-jovenes-que-se-sienten.html),
le volveré a dar una vuelta de tuerca con un caso real, donde, a diferencia de
Jamie que cometió un crimen, una chica de mi país que sufrió tales
circunstancias, se suicidó.
- Manosfera (o machosfera), siendo un tema que me era
completamente desconocido –al menos, en esos términos-, para desmontar algunas
de sus ideas perniciosas sobre las mujeres.
- Más allá de todo lo que vendrá, insisto en que todos
lean el libro “Para padres, jóvenes
y adolescentes”, cuyo índice y respectivos enlaces dejé aquí: https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2025/03/adolescencia.html