lunes, 31 de marzo de 2025

¡Qué difícil es ser joven en la sociedad actual! Un análisis, bajo mi punto de vista, del sublime tercer capítulo de “Adolescencia”

 


Sí, puedo entender que el libro de los gustos está casi en blanco y que algo no tiene que gustarle a todo el mundo, pero decir –como leí a una persona-, que la serie “Adolescencia” no “le dice nada”, me resulta totalmente incomprensible. Puede que alguien que llega a esa conclusión no tiene hijos y no le importan la vida de otros, le cuesta empatizar con los problemas de los más jóvenes, no ha prestado atención ni ha mostrado el más mínimo interés, o directamente vive en Narnia, en una especie de happy world, donde nada le afecta a nivel personal.
Como esta no es la norma, ya que ha impactado sobremanera a la inmensa mayoría, haré mi propio análisis. Personalmente, recomiendo ver el tercer capítulo un par de veces: la primera, sin cortes, de seguido. La segunda, parando la escena en los momentos álgidos.

¿Por qué, Jamie?
Como saben todos los que la han visto, contemplamos, desde el mismo comienzo, el arresto de Jamie (interpretado sensacionalmente por Owen Cooper), un chico de trece años, acusado del asesinato de Katie, una compañera del colegio. Aquí no hay giros finales ni nada por el estilo. Él lo llevó a cabo. El camino fácil habría sido decir que el niño es un psicópata, en lugar de explicar por qué es cómo es y por qué lo hizo. En ese aspecto, chapeau para los guionistas.
Impactante momento donde la Policía entra en el dormitorio de Jamie para arrestarlo 

Como las pruebas visuales son irrefutables y confirman lo que hizo, todo versa en torno al porqué lo llevó a cabo, y no al clásico caso sobre la celebración de un juicio. Es culpable y lo sabemos bien pronto.
Aunque aquí y allá nos van dando pistas, es en el tercer episodio donde se destapa todo el pastel, en una incómoda e intensísima charla entre una psicóloga (Erin Doherty, que también borda el papel), y Jamie, internado ya en un centro de menores. Es en esta extensa conversación en la que me voy a centrar.
Todos los padres –o aquellos que tengan intención de serlo en el futuro- deben estar atentos a lo que voy a exponer. Aunque no nos conocemos, permíteme tutearte: puedes decir que tus hijos no son asesinos, ni siquiera personas violentas o iracundas, pero la sociedad en la que viven y los problemas que enfrentan son tan reales y peligrosos como los que se nos muestra a través del protagonista. El mundo en que las nuevas generaciones se están criando, es muy diferente al que nosotros vivimos. Espero que las siguientes líneas te ayuden a reflexionar, para así comprenderlos y ayudarlos. Aunque seguro que me quedaré corto y se me escaparán detalles, analizaré, por bloques, los aspectos que considero más importantes.

1) La necesidad de validación paternal
Al comienzo de la sesión con la psicóloga, Jamie se muestra relajado, e incluso bromista, como la inmensa mayoría de los niños de su edad. Se ríe cuando considera que le hacen una pregunta ridícula o que la respuesta es tan obvia que no sabe por qué se la hacen, y repite las palabras de ella como si fuera una abuela. Tengamos en mente en todo momento que tiene apenas trece años.
Pero este ambiente plácido comienza a tensarse cuando le indagan sobre qué piensa de la masculinidad y qué siente él al ser hombre. Afirma que no le gustan tales preguntas, que son estúpidas, y que no se siente cómodo. Cualquiera de nosotros, con esa edad, nos habríamos sentido igual. Ella dice que su concepto de hombre es el de alguien que puede arreglar cosas, armar cosas, le gusta los deportes e ir a la taberna. Como Jamie se enrosca, la psicóloga voltea la conversación para centrarse en el padre, y ver qué opina Jamie de él. Dice que sí, que es así, que le gustan todos los deportes, que trabaja mucho, es amable, no juzga y no es cariñoso. Una vez derribó un cobertizo cuando estaba rabioso, pero se “enoja como cualquier persona; nada grave”, puesto que es un hombre bueno.
Y aquí llegamos a un punto clave: a Jamie, al contrario que a su padre, no le gustaban los deportes. A pesar de eso, él lo apuntó a jugar al fútbol, el cual se le daba bastante mal. Lo animaba durante el juego, pero se avergonzaba cuando lo veía fallar. Como no podía disimular su desilusión, apartaba la mirada para fingir, pero Jamie se daba cuenta. Es obvio que esto le hacía sentir un miserable. La psicóloga le dice que ella tampoco era buena en los deportes, a lo que él replica que seguro que era buena en otras cosas y que es inteligente, pero que él siente que no es bueno en nada, y que no le importaba. Su lenguaje no verbal deja bien claro que sí le importaba, y mucho. Tristemente, es algo que piensan muchísimos chicos durante la pubertad. ¿La razón? En el siguiente párrafo quedará clara.
Un hijo busca en su padre la mirada de la satisfacción, de la alegría, del reconocimiento. Necesita imperiosamente saber y sentir que su padre lo tiene en altísima estima y que valora los talentos que posee. En el caso de Jamie, por el cuarto y último capítulo, sabemos que era el dibujo: se le daba sensacional, se pasaba horas ensimismado y disfrutaba una barbaridad. Su padre no supo verlo.
No cometas ese error. Valora, aprecia y potencia la riqueza interna que fluye de manera natural en tu retoño. Aquí te muestro cómo: “Los jóvenes y los adolescentes piden que sus padres les valoren y les comprendan” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/11/31-los-jovenes-y-los-adolescentes-piden.html).

2) La necesidad de validación femenina
Aunque he hecho mención concreta a la figura paternal, la maternal es igual de importante. La necesidad de validación femenina está presente en todo momento. A lo largo de la sesión, y a pesar de que se enoja con la psicóloga en varios momentos, siempre termina por decirle que prosiga con sus preguntas, las que sean. Aparte, quiere saber qué piensa de él, y por eso le pide las notas que había escrito.
Cuando llega el final y ella le anuncia que es la última vez que se van a ver, él grita desesperado. No quiere que se marche. Le pregunta si volverá. Y aquí vemos la gran importancia que le concede, con una última pregunta: “¿Te agrado?”. Ella no puede responder, ya que debe limitarse a su labor como profesional. Esto rompe a Jamie todavía más.
Quiere su compañía. Necesita su compañía. Necesita ser aceptado. Necesita alguien que se interese en él sin juzgarle y por aspectos a los que nadie hace caso, que le ofrezca validación como ser humano y como hombre.
Que no lo olviden las madres: tienen una labor fundamental en la crianza de sus retoños y en la formación de su personalidad.

3) La presión por tener sexo desde joven
Cuando tratan el tema de las relaciones sentimentales y el sexo, la psicóloga empieza preguntándole qué haría si tuviera novia. Responde que la llevaría al cine, a ver una peli de terror. Luego salta al sexo: ¿te parece normal que un chico o una chica heterosexual de tu edad tenga relaciones sexuales? Él considera natural besarla y tocar las partes intimas de una chica, incluso por debajo de la ropa. Confiesa que no ha hecho nada de eso, pero que debería haberlo hecho ya.
Este es un claro ejemplo de cómo ha cambiado la sociedad. Hasta hace una generación, con trece años se pensaba únicamente en jugar, jugar y volver a jugar. Hoy en día:

- entre la sexualización extrema de la mujer, tanto por el mundo de la moda, el cine, la televisión, y ellas mismas en Internet.

- entre el consumo de pornografía a edades bien tempranas.

- entre los vídeos de twerking y las letras vulgares de reguetón​.

- entre la banalización del sexo.

- entre basar el valor personal en lo que se expone en las redes sociales y en lo que los demás piensan de uno.

-  y entre los malos ejemplos que ofrecen infinidad de adultos...

... la presión sobre los jóvenes para comenzar a tener relaciones íntimas es brutal. El rarito, al que miran con recelo, es el que no ha hecho nada. Esto lleva a esos jóvenes a sentirse inferiores. Es duro de leer y de aceptar, pero esa es la realidad presente, como analizamos en “La presión de grupo a la que son sometidos los jóvenes y adolescentes” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/08/7-la-presion-de-grupo-la-que-son.html).

4) Los Incel y el rechazo sentimental
¿Qué sucedía con Jamie? Aunque decía que Katie –la chica a la que apuñaló hasta la muerte-, no era su tipo (al considerarla “plana”), le pidió salir, ya que eso –que fuera “plana”-, “no le importaba y estaba bien”. O sea, le gustaba. Lo llamativo es que lo hiciera tras lo mal que Katie se había portado con él.
Cronológicamente, así fueron los hechos: ella le pasó a un chico, con la intención de atraerlo, una foto por Snapchat (una aplicación de mensajería para intercambiar vídeos y fotos), con la particularidad de que dicha imagen la mostraba desnuda, de cintura para arriba. Este chico se la reenvió a todo el mundo. Mientras que la llamaban “putX”, “plana” y otras cosas, Jamie se acercó a ella y le dijo que lamentaba mucho lo que le habían hecho, y que quería invitarla a la feria. Se mostró amable; hasta se puso su mejor ropa. Pensó que en el estado vulnerable en que ella se encontraba, él le gustaría. ¿Prefería ella a los chicos malotes? Ya he hablado en otras ocasiones del tema, que no es necesario reabrir aquí. Así que sigamos con la narración: ante la invitación, Katie se rio y le dijo que no estaba tan desesperada.
El que, a esa edad juvenil, armado de valor, aun sintiendo pánico al rechazo, se ha acercado a una chica, le ha propuesto salir y se ha encontrado con una respuesta semejante, sabe qué se siente en esos momentos: humillación, incomprensión, tristeza y desesperación. La autoestima queda aniquilada instantáneamente y el corazón se descompone como un azucarillo en una taza de café hirviendo. El sentimiento de inutilidad toma el control, hasta el extremo de sentirse físicamente repelente.
Luego del fulminante rechazo, esto aconteció: Jamie tenía Instagram, pero solo para ver otras cuentas, ya que no subía fotos, puesto que pensaba que no le gustaba a nadie, al considerarse feo. La cuestión es que sus amigos y su hermana subieron alguna en la que sí aparecía etiquetado. Esas fotos fueron comentadas por Katie, donde insertó algunos emojis (pequeña imagen o icono digital que se usa en las comunicaciones electrónicas para representar una emoción, un objeto, una idea, etcétera), donde venía a exponer que Jamie era un “Incel”[1]. Para el que desconozca el significado de dicho término, es un acrónimo de la expresión inglesa involuntary celibate; es decir, un “celibato involuntario”, por parte de hombres incapaces de tener pareja y/o sexual, pese a que quieren.
Jamie la confrontó y le dijo: “No soy lo que dices que soy”. ¿La respuesta de Katie?: “Bueno” (sonriendo y en tono burlesco). Y luego se fue. En su caso, según ella, era un Incel porque “pertenecía al grupo de hombres que no le importaban a las mujeres” (“al 80% de las mujeres les atrae el 20% de los hombres”). Con esos emojis, venía a decirle que él no pertenecía a ese 20%: “¿Quieres amor? No lo obtendrás”. Es un desprecio absoluto que atenta contra la dignidad básica de cualquier ser humano.
Al escuchar eso, la psicóloga le dice que aquello le debió parecer muy cruel, a lo que él responde que “puede ser”. Para añadir más carga, no fueron pocos a los que les gustaron esos comentarios contra él y los consideraron divertidos. Y es aquí donde todo explota y Jamie prácticamente se delata: “Era una perra. Una perra acosadora. Hasta tú lo notas. Debí haberla matado, pero no lo hice”.
Katie tenía un rostro angelical, pero su corazón no iba en consonancia con el mismo 

¿Merecía la muerte? No, ni por asomo. ¿Debería haberle gustado Jamie y aceptar su invitación? No, si no le gustaba, no le gustaba, y punto. ¿Se portó mal con él? Bastante. ¿Le hizo bullying? Muchísimo. ¿Él debería haber aceptado el rechazo, aprender de la experiencia para madurar y seguir con su vida? También.
Como diré al final, no defiendo a Jamie lo más mínimo, ni culpo a Katie de su asesinato, solo explico los hechos y sus reacciones para que todos comprendamos ciertas realidades y, así, meditar.

5) Ira acumulada en un alma atribulada
Todos han visto esta parte como un intento de Jamie de imponer su voluntad, como una señal más del machismo recalcitrante con el que nos han educado desde hace siglos. Pienso que eso es el discurso sencillo e ideológico, por lo que iré más allá y daré mi opinión, formulándote una pregunta: si tu padre no valorase tus dones ni tu forma de ser, si sintiera vergüenza al mirarte porque no se te da bien algo que para él es importante, si te insultaran y escupieran en el colegio, si te vieras como feo y un fracasado, si las chicas no quisieran absolutamente nada de ti y ellas mismas te despreciaran en las redes sociales, si fueras alguien impopular, ¿cómo te sentirías? No me digas que estarías dando saltos de alegría. Lidiar con todas esas emociones y canalizarlas correctamente no es nada sencillo. Y ahí están los casos de suicidios entre adolescentes que sufren este tipo de circunstancias y se ven envueltos en una especie de agujero negro.
Si lo descrito nos sucediera, en nuestro ser interior, habría una mezcolanza de tristeza e ira, ambas tan fundidas, que sería difícil diferenciarlas, como expone esta fábula: “Había una vez un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente. Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia. Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque. La furia, apurada (como siempre está la furia), urgida -sin saber por qué- se bañó rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua… Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró. Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza. Y así vestida de tristeza, la furia se fue. Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.
En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia. Cuentan que, desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es solo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad… está escondida la tristeza”[2].
Así entendemos que la ira de Jamie, en verdad, escondía una profunda tristeza. Esto hacía que saltara a la mínima con violencia, física o verbal, ante aquellos que consideraba más débiles y que podía plantarles cara. De ahí esa pelea a puñetazos en el centro de internamiento, bajo la excusa de que no se caía bien con el otro chico. De ahí que él saltara ante la psicóloga cuando le mandaba sentarse o no le gustaba el cariz que tomaba la conversación. De ahí sus palabras: “No, no me siento. Tú no mandas en mi vida. Grábatelo en tu mente”. No tenía control sobre nada en su vida, se sentía pisoteado y ninguneado, y en esos estallidos sentía que tomaba el control. Un falso control, pero control al fin y al cabo.
En mi opinión, las lágrimas que derrama al final la psicóloga no son por haber pasado miedo ante Jamie o por el estrés experimentado durante la sesión, sino por haber visto el alma del chaval, que estaba llena de dolor, sufrimiento e ira. Esa fue la causa de sus últimas palabras: “Te recomiendo que aproveches cualquier servicio de salud mental que te ofrezcan”.
Un hijo puede mostrarse rebelde, respondón o agresivo por causas mucho más profundas que una simple rabieta o por un acto de machismo. Cuando algo así suceda, hay que investigar si no hay nada más detrás, porque posiblemente sí lo haya. Algo que se haya pasado por alto o una situación que se desconozca por completo: problemas personales, frustraciones o sentimientos de desesperanza que esconden una tristeza camuflada. Nuevamente, es la labor de los padres ir más allá de las meras apariencias.

6) ¿Blanqueamiento? & Responsabilidad personal
Todo lo que he ilustrado con palabras y ejemplos, no es un intento por mi parte de blanquear a Jamie y el cruel asesinato que lleva a cabo. No justifico. No defiendo. Solo explico.
La mayoría de las personas no tienen los dientes de color blanco como el marfil. En muchísimas ocasiones, se debe exclusivamente a una cuestión genética. Pero en otras muchas se debe a una mala alimentación, a un mal cuidado de los mismos o al tabaco. Con la maldad humana sucede exactamente igual: la traemos de serie. Bien dijo Pablo: “hallo esta ley: que el mal está en mí” (Ro. 7:21). Esta es una ley universal. Esta inclinación al mal puede aumentarse en función de diversos factores: la educación, los amigos, la cultura, etc. Todo ello influye, pero NO DETERMINA. Aunque se me molesten algunos sectores dentro del calvinismo, somos poseedores del libre albedrío, por lo que somos responsables de nuestras decisiones, para bien o para mal.
En la vida real, las circunstancias de Jamie se asemejan a las vividas por miles de jóvenes, tanto chicos como chicas, y, porcentualmente, muy pocos se convierten en asesinos o malas personas. Que no tengas “los dientes blancos” (ese mal que está en nosotros intrínsecamente), no implica que no los cuides.
La decisión de matar o de hacer cualquier tipo de mal, en mayor o menor grado, no depende en última instancia de los condicionantes que he citado, sino de la persona.
En más de una ocasión lo he dicho, pero quiero terminar repitiéndolo: el deber de los padres es educar, guiar, corregir, apoyar, valorar e inculcar sanos valores, pero serán ellos los que decidan qué camino tomar, por lo que, en un sentido u otro, será responsabilidad de los hijos.

* EXTRA
Como dije al comienzo, puede que me haya dejado cuestiones en el tintero, por la sencilla razón de que no me haya dado cuenta o, en mi opinión, las he considerado menos interesantes y que no casaban con lo que quería proponer. Pero hay otros asuntos que sí he contemplado en esta serie y que analizaré en otros escritos, ya fuera de ella. Algunos ejemplos de otros artículos que vendrán en el futuro:

- Jamie se sentía feo, como le sucede a muchas personas, tanto jóvenes como adultas. Como nunca he leído a nadie tratar esa cuestión, me encargo la tarea de hacerlo.

- Aunque del bullying ya hablé en otra ocasión (“Estamos muertos: jóvenes que se sienten “zombies” a causa del bullying”: https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2022/02/estamos-muertos-jovenes-que-se-sienten.html), le volveré a dar una vuelta de tuerca con un caso real, donde, a diferencia de Jamie que cometió un crimen, una chica de mi país que sufrió tales circunstancias, se suicidó.

- Manosfera (o machosfera), siendo un tema que me era completamente desconocido –al menos, en esos términos-, para desmontar algunas de sus ideas perniciosas sobre las mujeres.

- Más allá de todo lo que vendrá, insisto en que todos lean el libro “Para padres, jóvenes y adolescentes”, cuyo índice y respectivos enlaces dejé aquí: https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2025/03/adolescencia.html


[1] El equivalente femenino para incel es femcel. 

[2] Bucay, Jorge. Cuentos para pensar.

lunes, 24 de marzo de 2025

Adolescencia

 


Tanto si eres padre de un niño o un adolescente, o tienes pensamiento de tenerlo en el futuro, te recomiendo encarecidamente la reciente miniserie “Adolescencia”, de solo cuatro capítulos. Considero que es necesaria de ver. ¿Es dura? Muchísimo. ¿Es realista? Como la vida misma. ¿Te deja destrozado? Sin duda alguna. ¿Te lleva a reflexionar en muchos aspectos? Hasta el agotamiento.
Como curiosidad, añadir que está filmada en “plano secuencia”. Para el que no sepa qué es esto, decirle que consiste en grabar cada capítulo en una sola toma, sin cortes, con el arduo trabajo de planificación que esto conlleva. Esto provoca que el espectador se sienta en primera persona, como si estuviera realmente presente en cada momento, aumentando así el realismo y el dramatismo. Y puedo añadir que impresiona.
Una vez que la veas, te animo a profundizar en la psicología y en las vivencias de los jóvenes de hoy en día (para ayudarlos y educarlos), en un mundo que ha cambiado radicalmente en cuanto al que nosotros experimentamos cuando éramos niños. Y para eso os dejo el libro que le dediqué al tema. No dejes pasar ni la serie ni los escritos. Es parte de tu labor. Aquí el índice:

- Introducción a “Para padres, jóvenes y adolescentes”.

1.- Jóvenes y adolescentes perdidos que no se gustan a sí mismos.

2.- Jóvenes y adolescentes que viven con sus padres pero se sienten huérfanos.

3.1- Los jóvenes y los adolescentes piden que sus padres les valoren y les comprendan.

3.2. Que se les escuche y se les corrija: lo que necesitan los jóvenes.

4.- No compares a tus hijos: se mueren por tu amor y respeto.

5.1. Tu hijo necesita que hables con él “de todo”.

5.2. Hablad de sexo con vuestros hijos antes de que sea demasiado tarde.

5.3. Tu hijo necesita que sus padres le prediquen el evangelio y que no sean unos “ogros” en casa.

6.1 ¿Cómo es el mundo actual donde viven los jóvenes y adolescentes?

6.2 ¿De dónde reciben los valores perniciosos los jóvenes y adolescentes?

7. La presión de grupo a la que son sometidos los jóvenes y adolescentes.

8.1. Cómo enseñar a pensar a los jóvenes y adolescentes –puesto que todos son inteligentes-, para que aprendan por sí mismos.

8.2. El mayor problema que tienen los jóvenes y adolescentes: Doctor Jekyll y Mr. Hyde.

8.3. ¿Son los jóvenes y adolescentes como el Doctor Jekyll y Mr. Hyde?

8.4. La única solución al gran problema de los jóvenes y adolescentes.

8.5. La “edad del pavo” de los adolescentes y los adultos.

8.6. ¿Qué valores están enseñando los padres cristianos a sus hijos adolescentes?

8.7. ¿De quién depende, finalmente, que un joven elija el buen o el mal camino cuando se hace adulto?

lunes, 17 de marzo de 2025

¿Por qué las personas que te rodean llaman bueno a lo que es malo? ¿Eres tú uno de ellos?

 


Podríamos filosofar mucho al respecto, pero Pablo responde a esta pregunta de manera magistral en buena parte del primer capítulo de la carta a los romanos[1]. Aunque vamos a analizar parte de él, el clímax podemos encontrarlo en el versículo 28: “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen”. Así la traduce la Reina Valera, y el resto de traducciones dejan clara la misma idea:

- “Por pensar que era una tontería reconocer a Dios, él los abandonó a sus tontos razonamientos y dejó que hicieran cosas que jamás deberían hacerse”. (NTV)

- “Ya que la gente creyó que no era importante conocer a Dios, él los dejó que siguieran pervirtiendo su mente y terminaron haciendo lo que no deben”. (PDT)

- “Como no han querido tener en cuenta a Dios, Dios los ha dejado hacer todo lo malo que su mente inútil los lleva a hacer”. (TLA)

En definitiva: ellos no quieren saber nada de Dios y prefieren seguir sus propios caminos, así que Él deja que hagan lo que quieran, respetando el libre albedrío con el que los creó. ¿Resultado? Sus pensamientos se han corrompido, hasta el punto de estar convencidos que actúan de manera normal, por lo que no sienten remordimientos de conciencia ni creen que tengan nada de que arrepentirse. Siempre creen llevar la razón y son los  demás los que están equivocados, por lo que es extrañísimo escucharlos pedir perdón por algo.

Eligen su propio camino
Dios dice: “yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal” (Dt. 30:15). Por eso Él les habla consecuentemente a los que han elegido la vida y el bien, y a los que han preferido la muerte y el mal: “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía” (Ap. 22:11).
¿Y cuáles son esas “cosas” que no convienen y a las que Pablo alude?: “injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades;  murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia” (Ro. 1:29-31).
Todo esto es una de las señales de los últimos tiempos antes de la segunda venida de Cristo: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios” (2 Ti. 3:1-4).
Los extremos de la maldad lo marca cuánto siguen a sus deseos carnales y, por eso, no todo el mundo que no es cristiano no es un asesino o un violador. Pero lo que vemos hoy en la humanidad es muy evidente para cualquiera que mire un poco a su alrededor. Desde la propia juventud no tienen problemas:

- en mentir (“engaños”).

- en tener relaciones sexuales sin estar casados (“fornicación”).

- en vestir sin pudor para lucirse por la calle o en las redes sociales (“amadores de sí mismos” y vanagloriosos”).

- en usar un lenguaje soez y desvergonzado, y en comportarse desinhibidamente (impíos” e “infatuados”).

- en emborracharse o en “jugar” y competir a ver quién bebe más (“inventores de males”).

- en reírse con los memes de Internet que se burlan de Jesucristo (“aborrecedores de Dios” y “blasfemos”).

- en faltarles el respeto a sus padres y en usar el chantaje emocional para lograr sus deseos, algo que logran retirándoles la palabra, estando durante días con mala cara, quejándose por todo y de todo, encerrándose en la habitación, negándose a comer, etc. (“desobedientes a los padres”, “sin afecto natural” e “ingratos”), como señalamos en “Algunas señales concretas antes de la Segunda Venida de Cristo” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2017/10/5-algunas-senales-concretas-antes-de-la.html).

Aunque nos pueda desconcertar, lo llamativo es que no se sienten mal por lo citado, lo cual podríamos ampliar muchísimo más. En lugar de reconocerse en este listado, arremeten contra los que los acusan, sin ser capaces de mirarse a sí mismos.

Excusas baratas y necias
Como Dios dice que es malo lo ellos hacen, replican y justifican su manera de actuar de mil maneras distintas:

-  “No hago nada malo”.
- “¿Qué tiene de malo?”.
- “No soy tan malo”.
- “Hay mucha gente peor”.
- “Hago más cosas buenas que malas, así que, si existe el cielo, sin duda Dios me dejará entrar”.
- “Todo el mundo lo hace”.
- “Es divertido y placentero”.
- “Dios es un aguafiestas”.
- “Él lo entenderá y me perdonará”.
- “Voy a la iglesia y con eso cumplo”.
- “Rezarle a los difuntos, ser supersticioso, creer en el horóscopo y en la videncia me animan a seguir adelante”.

Luego están las dos excusas más tremebundas que suelen exponer cuando se quedan sin ninguna:

1) “No es tan grave”. Y pregunto: ¿Dios mandó a su Hijo a morir en una cruz por ellos y no es tan grave? Aunque este tipo de personas se tienen por buenas en líneas generales, el verdadero cristiano, a medida que crece, piensa de sí mismo todo lo contrario: ve el pozo negro de su alma y siente desfallecer, al mismo tiempo que contempla la perfecta santidad de Dios y da gracias una y otra vez al saber que sus pecados han sido pagados por Cristo en la cruz.

2) “A mí los cristianos que no me digan nada que ellos no son tan buenos” (argucia que ya refuté en Cuando los cristianos ofrecemos un mal ejemplo y se nos acusa con razón de hipócritas: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/09/1-cuando-los-cristianos-ofrecemos-un.html).

Creen su propia mentira
Unos se comportan como si Dios no existiera, y otros –los que dicen de boquilla hacia fuera que sí creen- no le hacen ningún caso. La realidad es que todos ellos tienen la CONCIENCIA CAUTERIZADA, como señala Pablo en 1 Timoteo 4:2. La versión PDT (Palabra de Dios para todos) traduce dicho texto de una forma más entendible para el lector de hoy en día: “Ellos no saben la diferencia entre el bien y el mal. Es como si su entendimiento hubiera sido quemado con hierro candente”.
Sin más, se vuelven insensibles al pecado, y por eso terminan llamando malo a lo bueno, y a lo bueno malo (cf. Is. 5:20): “Para los seres humanos, tener una conciencia cauterizada es el resultado de pecar continua e impenitentemente. Finalmente, el pecado enturbia el sentido moral del bien o del mal, y el pecador impenitente se hace insensible a las advertencias de la conciencia, que Dios ha puesto en cada uno de nosotros para que nos guíen (cf. Ro. 2:15)”[2].
Dado el estado en que está la conciencia, llegan a sentir en su corazón que su forma de comportarse es correcta. Sin saberlo, o sin quererlo saber, o sin querer reconocerlo, están errados. Han moldeado sus conciencias de tal manera que se creen su propio engaño. Ahí se les puede aplicar rotundamente estas palabras: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17:9). El texto hace alusión al hombre que se apoya en su propia sabiduría humana y que deja de lado a Dios para los asuntos de la vida. El tal es considerado una y otra vez en la Biblia como un necio: Afirmaban ser sabios pero se convirtieron en completos necios” (Ro. 1:22; NTV).

No hay término medio
Si existe una sensación que me deja afectado es aquella que siento cuando se me cruza por la mente alguna persona a la que le he predicado el Evangelio –o sé que otro lo ha hecho- y, por activa o por pasiva, lo ha rechazado con mil pretextos. Y me enferma porque sé que, cada segundo que transcurre, se la está jugando, porque en cualquier instante puede morir en circunstancias inesperadas –tenga la edad que tenga- y que, si es así, se va de cabeza al infierno, que es la separación eterna de Dios y de todo lo bueno. Jesús fue tan claro al respecto que nadie puede evadirse: “ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mt. 7:13-14).
O estás en la luz o estás en tinieblas. O aborreces lo bueno o aborreces lo malo. O amas los deleites carnales o amas a Dios. O vas camino al cielo o vas camino al infierno. O vas al Paraíso eterno o vas a la condenación eterna. O tu Padre es Dios o tu padre es el diablo. O tu nombre está escrito en el Libro de la Vida o no lo está. No hay caminos alternativos.
No sé en qué lado estás, pero, por mi parte, más claro no puedo hablar, porque cito literalmente lo que Dios enseña al respecto. No es mi palabra, sino la Suya plasmada en la Biblia, la cual hasta un niño atento puede entender. Y se va a cumplir, sí o sí. ¿Quieres seguir creyendo tus propias ideas? ¿Quieres seguir con tu estilo de vida? ¿Quieres seguir creyendo que eres bueno? Es tu decisión, y las consecuencias, en su momento, serán las que serán.
¿Quieres cambiar tus ideas por las del Creador? ¿Quieres cambiar tu estilo de vida? ¿Quieres aceptar que no eres bueno, “que no hay justo, ni aun uno”[3]? Harás bien. Si es así, ahora tendrás que aceptar de verdad y de corazón el mensaje de salvación: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Co. 15:3-4).
El camino a transitar es bien claro: “Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Ro. 10:9-13).


[1] Recordemos que, originalmente, la Biblia no estaba dividida en capítulos.

[3] Ro. 3:10.

lunes, 10 de marzo de 2025

¿Cosechamos lo que sembramos? ¿Pone la vida a cada uno en su sitio?

 

Decía una canción de Sergio Dalma que “el tiempo y los años colocan a uno donde corresponde”. Pero, ¿es verdad?

Junto a la hipocresía, las actitudes tóxicas y la malicia, si hay algo que no soporto es la mentira. Reconozco que cuando descubro a alguien mintiéndome, me cuesta la misma vida volver a confiar en esa persona, sea quien sea. Y hay algunos en quienes ya no confío porque el tiempo y la experiencia demostraron que eran mentirosos crónicos. Por eso, cuando descubrí, hace muchos años, una supuesta mentira en la Biblia, me quedé completamente desconcertado. Si en Su Palabra dice que “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?” (Núm. 23:19), ¿por qué habría Él, teóricamente, mentir? ¿O era yo el que no comprendía Sus palabras?
Todo vino motivado tras leer por enésima vez un texto escrito por Pablo. Deteniéndome en él y reflexionando sobre el mismo, no fui capaz de hallar una respuesta satisfactoria, al menos en primera instancia. Así que hice lo que nunca suelo hacer: dejé mi mente a un lado e ignoré el problema para acallar mi conciencia. Me resultaba descorazonador y no sabía afrontarlo. Esto era algo impropio en mí, puesto que el primer libro que leí fue “Evidencia que exige un veredicto” de Josh Mcdowell, el cual aclara todas las dudas intelectuales que uno puede tener sobre la fe.
¿A qué texto me estoy refiriendo y que ponía en entredicho?: “Pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gá. 6:7). Esta es una afirmación que no me convencía en absoluto, y las pruebas empíricas no favorecían el mensaje del apóstol. Estoy seguro de que los que son más sabios que el que escribe saben perfectamente cuál es la verdad que esconde este pasaje. Pero para aquellos, como yo, que no lo saben todo, les quiero exponer mis argumentos, junto al error de principiante y de mi planteamiento inicial, para acabar mostrando la contundente y aclaratoria explicación que Dios me mostró una noche en la que no podía dormir. Lo hizo de la manera en que siempre lo hace: abriéndome las Escrituras como en su momento llevó a cabo con los dos que iban camino de Emaús (cf. Lc. 24:32).

Pruebas empíricas que, aparentemente, desamparan Gálatas 6:7
Leí hace tiempo a un autor decir –citando el pasaje “el que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará” (2 Co. 9:6), que dichas palabras no se refieran únicamente al dinero sino a todo lo que compartimos con los demás y el prójimo: tiempo, comprensión, amabilidad, etc. ¿Esto sucede en ocasiones? Por supuesto. ¿Esto sucede siempre? No, ni mucho menos. ¡La de tiempo, comprensión, amabilidad y amor que ofreció Jesús y, sin embargo, se lo devolvieron con violencia, insultos y la propia muerte! Citando un solo ejemplo de los muchos que podríamos poner: el de los leprosos. Sanó a diez de una tacada y solo uno le dio las gracias: “Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y este era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?” (Lc. 17:15-18).
En la vida ordinaria, entre personas normales como tú y yo, sucede exactamente lo mismo: puedes hacer el bien y te lo pueden devolver con el mal; puedes amar a alguien, pero que este te odie. O que no devuelvas mal por mal, pero si se porten mal contigo; puedes ayudar a una persona y que no te ayude a ti; puedes hablar bien de alguien y ese mismo menospreciarte; puedes ser educado y que no lo sean contigo; puedes hablar con amabilidad y responderte con gritos; puedes mostrarte empático y que no haya reciprocidad por la otra parte; puedes ofrecer ayuda económica a algún individuo y que te niegue el mismo soporte cuando lo necesitas; puedes tener un gran desempeño en un trabajo y que, sin embargo, le hagan el contrato fijo al que no se esfuerza; puedes ser un amigo fiel, pero que te lo paguen con la traición; puedes interesarte por la vida de una persona y que ella no lo haga respecto a la tuya; puedes actuar humildemente y que luego haya individuos que pensarán que eres presuntuoso; puedes querer ayudar a otros señalándoles sus errores doctrinales para que rectifiquen, pero esos mismos pensarán que quieres destruirlos. Y así con todo lo que nos podamos imaginar.
Recuerdo una ocasión en el trabajo donde un hombre, de la nacionalidad que todo el mundo puede imaginar, estaba golpeando a su mujer; literalmente, chocando su cabeza contra la ventana del coche, mientras su bebé lloraba desconsolado. En cuanto lo vimos, todos los presentes salimos corriendo a defenderla mientras que otros llamaban a la Policía que se encontraba cerca. ¿Qué hizo ella? ¿Le dio las gracias al chico que, en primera instancia, salió en su ayuda? Nada más lejos de la realidad: le gritó, le abroncó y le insultó. Un sinsentido. En esta vida, 2 + 2 no siempre son 4, al menos no en los términos que conocemos.
Si Pablo dice que recogemos lo que sembramos, es una total contradicción que sembremos el bien y lo noble y, por el contrario, recojamos el mal y lo injusto. Siguiendo esta línea paulina y de pensamiento puramente lógico, observamos que muchos textos no se cumplen en todo momento, lugar y circunstancia:

- “Ninguna adversidad acontecerá al justo; mas los impíos serán colmados de males” (Pr. 12:21).

- “Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, aun a sus enemigos hace estar en paz con él” (Pr. 16:7).

- “El mal perseguirá a los pecadores, mas los justos serán premiados con el bien” (Pr. 13:21).

- “El bueno dejará herederos a los hijos de sus hijos; pero la riqueza del pecador está guardada para el justo” (Pr. 13:21).

- “La blanda respuesta quita la ira” (Pr. 15:1).

- “No he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan” (Sal. 37:25).

¿Cuál es la realidad?
Dejando para el final la explicación de esos proverbios, repito lo que dije líneas atrás: a veces se cumple; otras tantas, no. En muchas ocasiones, el mal le llega a los que hacen el bien y lo bueno le llega a los que hacen el mal. En la Biblia nos encontramos las dos caras de la moneda: hombres de fe, de buen testimonio, que agradaron a Dios, obedientes a sus mandamientos, y que por ello tuvieron extensos terrenos de tierra y grandes ganados. A la vez, hubo los que “conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros” (He. 11:33.34). Pero otros, igualmente hombres de fe, de buen testimonio, que agradaron a Dios, obedientes a sus mandamientos, “experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido” (He. 11:36-39).
Los judíos, cuando salieron de Egipto y huían de sus perseguidores, “por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados” (He. 11:29). Pero, a lo largo de la historia, incluso en el presente, ha sucedido justo lo opuesto: cristianos que han sido quemados vivos mientras los “egipcios” de turno se regocijaban. Los apóstoles mismos murieron casi todos de formas violentas. Como bien dijo J.C. Ryle: “La risa, la burla, la oposición y la persecución a menudo son la única recompensa que los seguidores de Cristo reciben del mundo”. El ejemplo más claro es el de Jesús: amando, murió en una cruz.
Hay muchos cristianos –especialmente los que siguen la falsa teología “del reino ahora”- que todavía no han comprendido esta realidad y, por eso, les encantan los “testimonios de sanidad física” o de “protección sobrenatural”, pero no en los que “no hay sanidad” o acaban en “defunción”. Hablan de “promesas” de Dios que hay que “declarar”, ya que están a la vuelta de la esquina, que no tardarán en cumplirse, citando –como siempre- pasajes bíblicos sacados de contexto, como Habacuc 2:3: “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará” (Hab. 2:3), que ni se molestan en contextualizar.
No saben –o no quieren saber- que muchas promesas de Dios no son para esta vida. Luego terminan desilusionados del cristianismo o de Dios, porque creen que Él es el genio de la lámpara que cumple cada deseo personal “aquí”, “ya” y “ahora”. Recordemos que Jesús dijo que el reino de Dios se había acercado (cf. Mt. 3:2), y lo hizo en su “figura” de Cristo, presentándose físicamente a la humanidad, pero ese reino todavía no ha sido establecido ni lo será hasta Su regreso. Ahí el lobo morará con el cordero (cf. Is. 11:6), pero hasta entonces lo normal será que el lobo devoré a todo cordero que se encuentre en el camino. Por eso, en lo que respecta a nosotros, y como todavía no se ha hecho presente ese mundo futuro, “aún no se ha manifestado lo que hemos de ser” (1 Jn. 3:2).
Por todo lo reseñado, y aunque puedo llegar a entender la frase que he oído en más de un ex-cristiano (“que no merece la pena ser bueno”), es indefendible “cambiarse de bando”. Que pueda resultar por momentos desconcertante recibir el mal cuando has sembrado el bien no es justificación alguna para apartarse de los caminos de Dios. Son los “Demas” que terminan desamparando a los amigos porque acaban “amando este mundo” (2 Ti. 4:10).

Mi error y “el segundo tiempo”
Como apunté al comienzo de este escrito, mi error al interpretar este texto fue el de un principiante. Las susodichas palabras de Pablo –“Pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gá. 6:7)-, así, aisladas, están sacadas de su contexto y de la enseñanza global de las Escrituras. En su conjunto inmediato, tanto anterior como posterior, dice así: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gá. 6:7-10).
¿A quién hace alusión el texto, el cual no podrá ser burlado? A Dios. Pablo manda un aviso a navegantes: “No te engañes. Aunque parezca que los que cometen maldades e injusticias están triunfando y disfrutan de todo, Dios hará que paguen tarde o temprano por sus actos. De igual forma que los que hacen el bien y viven según la justicia, serán recompensados con la eternidad”. Ahora bien, el enfoque debemos situarlo en tres palabras: “a su tiempo”. El tiempo, para Dios, es muy diferente a como nosotros lo percibimos, que solemos basarnos en un calendario solar de horas, días, semanas, meses y años, y nos olvidamos de que Dios es eterno y, por lo tanto, sus tiempos son completamente diferentes.
Nosotros partimos del error de creer que “la vida” es el periodo que pasamos en este mundo, cuando la vida –para bien o para mal, para un fin dichoso o aciago-, no tiene fin, y tras el cese de la actividad de nuestro cuerpo, pasamos a otro plano de la existencia: “el segundo tiempo”. Bien dice el autor de Eclesiastés que Dios ha puesto “eternidad en nuestros corazones” (cf. 3:11). Por eso, algunos que siembran para la carne siegan corrupción en “la otra vida” (la muerte eterna) y otros “en esta misma vida”. Citemos algunos ejemplos para el presente:

- El que tiene actitudes tóxicas y no las cambia, el precio que paga es que la inmensa mayoría de las personas terminan por apartarse de él.

- El que se contrae matrimonio por impulso o tras hacer una mala elección, el precio que paga es una vida desgraciada que, tarde o temprano, acaba en divorcio.

- El que consume pornografía o cualquier otro tipo de perversión, el precio que paga es que su mente se corrompe.

- El que mantiene relaciones sexuales con desconocidos, el precio que paga es un embarazo no deseado o contraer algún tipo de enfermedad de transmisión sexual.

- El que se junta con amistades poco convenientes, el precio que paga es que termina adoptando sus malas costumbres.

- El que es tiene por hábito mentir cuando le conviene, el precio que paga es que pierde su credibilidad.

- El que emborracha por diversión, el precio que paga es que necesita beber para divertirse con los amigos u olvidar las tristezas.

- El que viste de forma “minimalista”, el precio que paga es que pierde el pudor sano.

- El adúltero, el precio que paga es que termina por ser descubierto, destruyendo dos matrimonios y dos familias.

- El que ve películas, series y programas de televisión vulgares, el precio que paga es que se vuelve vulgar.

- El que no quiere saber nada de Dios y lanza su amargura contra Él, termina blasfemando con palabras o con actitudes.

Es como el que come y come sin parar: termina poniéndose bien gordo. Pues, en términos de la propia alma, sucede exactamente igual. Es simple “causa” y “efecto”.
El deseo de Dios es que no tengan que pagar el precio también en la otra vida, pero depende de que se arrepientan: “No quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva” (Ez. 33:11).
Muchos dirán que hay adúlteros, promiscuos, fornicarios, mentirosos, narcotraficantes, violadores, etc., a los que nunca han pillado y se han librado de las consecuencias. O que las penas que han sufrido han sido pequeñas en proporción al mal que han hecho porque la justicia humana es imperfecta. Incluso puedes pensar en aquellos que, sin cometer grandes actos de maldad y siendo buenos trabajadores e íntegros, son agnósticos o ateos y no tienen en cuenta a Dios para nada. Ante todos ellos, la respuesta la ofrece Millard Erickson: “Los que llevan vidas pecaminosas no siempre son castigados, y la rectitud con frecuencia parece quedarse sin recompensa. El Salmo 73 refleja la prosperidad aparente de los malvados. Están sanos y parecen libres de los problemas que otros padecen. Esta observación también la hacemos nosotros con frecuencia. En el pasado a menudo hemos escuchado el eslogan ´El delito no paga`. Sin embargo, el delito con frecuencia paga y a veces de forma bastante elegante. Los jefes del crimen organizado a menudo acumulan fortunas enormes y pueden tener también salud, mientras que algunos creyentes virtuosos son pobres, están enfermos o sufren la pérdida trágica de sus seres queridos. Y esta aparente iniquidad continúa año tras año”[1].
Pero volvemos a lo mismo: “Dios no puede ser burlado” y, tarde o temprano, dará su pago. El mal y la injusticia van a tener unas consecuencias, lo mismo que el bien y la justicia. Por eso es “útil señalar lo que descubrió el salmista (Asaf). Cuando fue al santuario de Dios, percibió el fin de los malvados. Vio que finalmente serían destruidos (Sal. 73:17-20, 27). Por otra parte, vio que él sería guiado por el consejo de Dios y finalmente recibido en gloria (v. 24). La justicia de Dios no se debe evaluar a corto plazo. Durante el transcurso de esta vida a menudo quedará incompleta o será imperfecta, pero hay otra vida, en la que la justicia de Dios se completará”[2]. 
De ahí que sea absurdo que haya cristianos que se llenen de amargura, pesar y envidia al ver cómo prosperan personas sin temor de Dios alguno. Denota falta de sabiduría y de asimilación de conceptos bíblicos básicos. Deberían quitarse todos los pajaritos que tienen en la mente y asimilar las palabras que pronunció Jesús en la parábola de los talentos: “Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mt. 25:20-21).

Apuntes finales
En lo que respecta a los textos citados de Proverbios párrafos atrás, el teólogo Carson explica que “uno de los errores más comunes cometidos por los predicadores en el área de los géneros literarios se produce al hablar de Proverbios. Un proverbio no es una promesa ni una ley. Si se trata de esa manera, puede resultar muy desalentador para algunos creyentes cuando las cosas no parecen funcionar como la ‘promesa’ sugiere[3]. Como termina de explicar José María Martínez, tenemos que “distinguir lo que son expresiones de verdades absolutas y lo que solo señala verdades relativas. No todos los Proverbios tienen un alcance universal. Aquí es válida la observación respeto a la interpretación de los Salmos: hemos de saber discernir lo que es confirmación de la Palabra de Dios y lo que es apreciación humana derivada de una experiencia, la cual puede ser muy amplia, pero no comunica un mensaje infalible. No siempre el sabio cosecha prosperidad temporal ni el insensato se ve abocado al sufrimiento y la ruina. No siempre que los caminos del hombre son agradables a Dios están en paz con él sus enemigos (cf. Pr. 16:7), ni siempre son los labios sinceros contentamiento de los reyes (cf. Pr. 16:13). Esta norma es esencial para evitar generalizaciones erróneas”[4].
Al igual que los Proverbios, los Salmos muestran en muchas ocasiones la fe del escritor en un Dios soberano, pero no un listado de promesas que Él hará realidad en este mundo. Vivimos en una sociedad caída donde existe el pecado sobremanera, lo que provoca que la ley de la reciprocidad no siempre se cumpla. Una buena acción no siempre logra como efecto una buena consecuencia.
Y a los que afirman haberse “cansado” de hacer el bien o de seguir el camino de Cristo, bajo el argumento de que sus buenas obras no estaban cosechando de la manera en que deseaban, solo tengo que decirles lo mismo que me digo a mí mismo, que no es ni más ni menos que las palabras ya citadas de Pablo: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos”.


[1] Erickson, Millard. Teología sistemática. Clie. Pág. 313.

[2] Ibid.

[3] Carson, D. A. Falacias exegéticas. Clie, p. 142.

[4] Martínez, José M. Hermenéutica Bíblica. Clie.