miércoles, 31 de marzo de 2021

3. ¿Un feto no es una persona?

 


El primer argumento que presentan los proabortistas es que “un feto no es una persona; por lo tanto, abortar no es un asesinato”, lo cual es la primera de sus muchas falacias.
La realidad es que un espermatozoide (gameto masculino) o un óvulo (gameto femenino), por separado, no son seres humanos, pero cuando el espermatozoide fecunda el óvulo sucede la concepción y surge un “nuevo ser individual y diferenciado del resto”. En ese instante, se fusionan en una sola célula primigenia los 23 cromosomas del espermatozoide paterno y los 23 cromosomas del óvulo materno. Ese código genético del cigoto ya contiene toda la información sobre las características que tendrá: color de ojos, cabello, sexo, altura, e incluso su propensión a la gordura o la delgadez. Ese ADN en concreto, pertenece al de la especie humana. De ahí no saldrá un perro, un mapache o un loro, sino un niño o una niña. Ese ADN es diferenciado del de la madre y no es parte de su cuerpo
Todos los órganos auxiliares –placenta, cordón umbilical y saco amniótico- no son desarrollados por el cuerpo de la madre, sino por el propio embriónPor todo esto, tienen ritmos cardiacos distintos y pueden tener un tipo sanguineo igualmente diferente. 
Ante estas evidencias irrefutables, la mujer no puede reclamar derecho sobre su cuerpo ya que esa vida es distinta a la suya. Los dos ojos, las dos manos, las dos piernas, los dos riñones del feto no son de la madre. ¿O que es una mujer tiene cuatro brazos y cuatro piernas? No es un tatuaje o un piercing que quitarse. Cuando los derechos propios destruyen los derechos del otro, no existe derecho alguno que reclamar.
Este ser humano, a las dos semanas de la concepción, está completamente implantado en el útero. Una semana más tarde, ya se le está formando el cerebro, la médula espinal, el sistema nervioso, los pulmones, el estómago, los intestinos y los ojos, comenzando a ser visible el desarrollo de las orejas y la nariz. Unos días después se completará el esqueleto, le latirá el corazón y la sangre fluirá con regularidad por el sistema vascular. Al mes ya tendrá incluso la huella dactilar.
Algunos proabortistas consideran que la vida humana no comienza hasta que hay “ondas cerebrales”, lo que sucede sobre la semana 20, y que, por lo tanto, antes no es una persona. Pero como bien pregunta irónicamente Ben Shapiro: “¿Matarías a una persona que está en coma sin actividad cerebral sabiendo que en varios meses la va a tener y va a despertar?”[1]. Pues lo mismo con el feto.
Otros apuntan a que como no tiene “autonomía” y depende de que la madre la alimente, sí es parte de la madre. ¿Y eso es un argumento para acabar con esa vida? También será dependiente los primeros años de su vida, ¿qué hacemos entonces? ¿Lo matamos también bajo la premisa de que no es “autónomo” ya que no puede proporcionarse por sí mismo la comida?
Nada de esto es religión, interpretación o subjetividad; es simple biología. Por eso hay personas que, siendo ateas, son provida, como la conocida activista argentina Lupe Batallán[2].
Cuando un “médico” –que no debería ser considerado como tal porque incumple el juramento hipocrático (el cual dice, entre otras cosas, “No accederé a pretensiones que busquen la administración de venenos, pesarios abortivos ni sugeriré a nadie cosa semejante”), extrae el feto del útero materno usando un bisturí o un aspirador para acabar con él, lo que hace, literalmente, es cortar en trocitos huesos, ojos, corazón y cerebro. Una masacre. En una clínica abortista –a la que llaman “centro de salud”- entran dos personas y sale una: la primera caminando y la otra en una bolsa de residuos. ¡Y todavía tienen la desfachatez e inmoralidad de llamar “planificación familiar” al acto de acabar con una vida!
Es irónico y llamativo que, si una mujer sufre un aborto espontáneo, se hace todo lo posible por salvar la vida de la criatura (lo cual con la tecnología actual es posible en muchos casos a las 18 semanas), pero se le condena a la muerte si permanece en el interior de la madre y ella quiere abortar como si fuera un derecho que la madre posee, como afirma atrozmente la actriz Olivia Wilde[3].
La cuestión es que, cuando una mujer queda embarazada y dice que quiere abortar porque “no quiere ser madre”, está cometiendo un error de base: ya es madre desde el mismo momento de la concepción, como hemos visto claramente, y tal y como se observa de manera gráfica en la imagen que encabeza el escrito: Luis siempre fue Luis.

martes, 30 de marzo de 2021

2. El aborto: Un drama y un genocidio al que disfrazan de libertad

 


“Abortion is healthcare” (“Aborto es salud pública”). Esto es lo que dijo hace unos meses sobre una imagen propia y ridícula en una tarta Miley Cyrus, una de las paladines progres que está a favor del aborto libre, junto a otras como Lady Gaga, Rihanna, Milla Jovovich, Michelle Williams, Olivia Wilde, Scarlett Johansson o Hillary Clinton, muchas de las cuales también han llevado a cabo todo tipo de anuncios defendiendo tales ideas. Esta campaña en concreto de Miley fue llevada a cabo porque se sintieron indignadas ante la propuesta en diversos lugares de Estados Unidos que querían prohibir el aborto cuando ya latiera el corazón del feto. Dantesco.
La aseveración de la antigua chica Disney Hannah Montana –y otras muchos lemas por el estilo como “abortar es sagrado” o “mi cuerpo, mis normas”, muestra hasta qué punto vivimos en una sociedad donde la “enfermedad moral” campa a sus anchas.
La idea de estas mujeres tiene como objetivo recaudar fondos para la organización “de salud” Planned Parenthood. Para el que no lo sepa, este grupo es la internacional abortista más grande del mundo, con más de 46.000 clínicas abortistas asociadas a su red. Para ver la dimensión, basta con compararlo con la multinacional McDonald´s, que tiene poco más de 33.000 establecimientos de hamburguesas a lo largo del planeta.
La Planned Parenthood llevó a cabo 345.672 abortos –su propio record- en Estados Unidos en el año fiscal 2018-19, recibiendo 616.8 millones de dólares en fondos públicos, aunque hace pocos meses el expresidente Donald Trump –nos caiga mejor o peor, tenga sus claros y oscuros-, les retiró, pero el nuevo mandatario de la Casa Blanca, Joe Biden, ha prometido devolverles la financiación en breve (a pesar de que presume de ser católico) para jolgorio de los proabortistas.
Esto es solo una parte del total de más de los 42 millones de abortos que hubo en todo el mundo en 2019[1], el Holocausto de nuestros tiempos. Y su ambición final es lograr que se pueda abortar hasta antes justo del parto y que puedan hacerlo las menores de edad sin consentimiento paterno. En España, según los datos oficiales del Ministerio de Sanidad, de 16.766 abortos en 1987, hemos pasado a 99.149 en 2019[2], siendo el año 2011 el record actual con 118.611. Este ascenso meteórico ha sucedido en todos los países del mundo desde que se aprobó el aborto, a pesar de que uno de los argumentos que se usaron para legalizarlo era que disminuirían los casos. Los resultados hablan por sí solos. Por citar algunos ejemplos más en territorio europeo: en 2019 se llevaron a cabo en Gran Bretaña 207.300 abortos, en Francia 232.200, y en Alemania en 2020 cifras muy parecidas a las españolas: 99.448. Es toda una barbarie.
Fue la feminista Margaret Sanger (1879-1966) la que fundó en 1916 la primera clínica de “control natal” en los Estados Unidos. Ella misma hizo lo propio con la American Birth Control League (Liga americana de control natal) en 1921. De ahí devino en la Planned Parenthood Federation of América (Planificación familiar de América, PPFA) en 1941, para finalmente convertirse en la International Parenthood Federation (Federación internacional de planificación familiar, IPPF). Las clínicas abortistas son financiadas por estados y países soberanos, ONGs, diversos asociaciones proabortistas y particulares millonarios[3].
En aquellos países donde el aborto es legal, acabar con el feto cuesta entre 350 euros y 1700 dólares, dependiendo de cada lugar. Cuando las proabortistas exigen “aborto libre, seguro y gratuito”, lo que demandan es que el Gobierno, con la recaudación de los impuestos de todos los ciudadanos –estén o no de acuerdo-, paguen sus abortos. Como a los proabortistas no les gusta que le lleven la contraria, cuando se las replica o se llevan a cabo movimientos que luchan contra su ideología, el resultado por lo general suele ser realmente “hermoso”: dedicatoria de todo tipo de gestos obscenos, insultos de puro odio, agresiones físicas, ataques personales, amenazas de muerte, pintadas y asaltos a templos religiosos, etc.
Llegan a desear que nuestras madres nos hubieran abortado con expresiones como “¡qué pedazo de abortazo se perdió tu madre!”, frase dicha por chicas argentinas en varias de sus manifestaciones donde tratan de ridiculizar a los provida, como se puede ver en incontables vídeos en las redes.
Incluso buscan la muerte social de las personas “anti”, sea señalándolas en las redes sociales o en su puesto laboral. Según ellas, nos merecemos todo eso y más. Aquí tienes el ejemplo de una carta que me escribió una abortista, junto a la respuesta que le ofrecí: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/10/respuesta-un-anonimo-favor-del-aborto.html
Lo curioso es que, a pesar de sus actitudes, los que defendemos los derechos del feto somos los de ultraderecha, los ultrafascistas, la ultrasectarios y los ultratodo. Surrealista.
En los siguientes artículos, que serán igualmente breves y concisos, expondré los argumentos de las proabortistas para defender sus falacias y, a continuación, pasaré a refutarlas desde la mera lógica y con todo tipo de datos, tanto médicos y científicos como de estadísticas y porcentajes.

lunes, 29 de marzo de 2021

1. Una paradoja: Los proabortistas no quieren que los antiabortistas hablemos ni le llevemos la contraria

 


Resulta irónico que, cada vez que alguien presenta argumentos contra el aborto, aparecen inmediatamente los “proabortistas” con una acusación falaz y repetitiva hasta la sacidad contra los que no lo son, especialmente contra los cristianos: dicen que dejemos de una vez de hablar de este tema, que no tenemos autoridad moral ninguna ya que no denunciamos igualmente las injusticias sociales, la pobreza, la trata, el racismo, el maltrato a la mujer, etc. Es decir, de los “ya nacidos”. Como he señalado, es una crítica manida y sin sustento alguno. ¡Claro que señalamos todos esos aspectos una y otra vez! Basta con que se paseen por cualquier página seria de contenido cristiano para que lo comprueben por sí mismos, junto al trabajo que llevan a cabo muchas iglesias locales para ayudar en los contratiempos de la sociedad, sumando lo que cada uno aporta aparte a nivel individual. El problema no es nuestro –ya que los medios de comunicación no le dan difusión (solo lo hacen cuando hay escándalos de faldas o económicos)-, sino de ellos, que, en su visión sesgada de la realidad, solo se fijan en lo que les interesa, como si el aborto fuera el monotema de los creyentes y provida, cuando en verdad tratamos infinidad de cuestiones.
Lo único que buscan es silenciarnos, propio de las dictaduras y Estados totalitarios. Seguro que has visto fotos en las manifestaciones de las mujeres de “pañuelos verdes” con carteles donde pone la frase “abortar es un derecho, no un debate”.
Además, es prácticamente imposible hablar de este tema sin que te insulten o traten de destrozar tu imagen, a menos que estés de acuerdo con el aborto. Es lo que sucede en la prensa, la radio, la televisión y las redes sociales.  
¿Un ejemplo de cómo nos ignoran? Antes de dejar de verlo, y hasta hace unos años, era un gran seguidor del programa “Salvados”, del periodista Jordi Évole. Tiempo después comencé a ver cómo se convertía en una plataforma donde vender ciertas ideologías, en lugar de mostrar también las opuestas de forma equilibrada. Esto fue claro a partir de un programa dedicado a la eutanasia, al que titularon “La buena muerte” (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2017/03/1-eutanasia-la-buena-muerte.html). Fue tan tendencioso que todos los entrevistados, excepto uno, eran “pro”, y encima a éste trataron de dejarlo en evidencia. Esto es algo que sucede en la inmensa mayoría de los programas televisivos con todos los temas. No son ecuánimes sino propagandísticos y al servicio del gobierno de turno que los financia, a la vez que son apoyados por diversos lobbies. Ya no ofrecen información, sino que adoctrinan. 
En el caso de “Salvados”, tenían en la página web la opción de escribirles para darles ideas para futuros programas. Y esto fue lo que les envié respecto al aborto:

Se deberían mostrar todos los puntos de vista:

1) Entrevistas a los pro-vida (qué es para ellos la vida, tanto si son religiosos o no, creyentes o ateos).

2) Entrevistas a los pro-aborto (analizando con datos estadísticos las razones que se ofrecen para abortar y si estas son legítimas: enfermedades fisicas o mentales como sindrome de down, etc). Se podría incluir a las de FEMEN, que apoyan el aborto libre por cualquier razón (aunque el feto esté perfecto, etc).

3) Entrevistas a los médicos que están a favor y a los que están en contra.

4) El trabajo en una clinica abortista: las técnicas que emplean, qué hacen con los “desechos”, etc.

5) Entrevistas a aquellos que han abortado (grupo 1: las que no se arrepienten; grupo 2: las que se arrepienten).

6) Entrevistas a aquellas que iban a abortar pero no lo hicieron finalmente.

7) Qué ayudas ofrece el Gobierno y las instituciones (publicas y privadas) a las embarazadas sin medios económicos.

8) Alternativas al aborto.

Creo que es un tema candente y que divide profundamente a la sociedad, y que está más allá de cuestiones religiosas.

Esa fue mi propuesta. ¿Han hecho un programa semejante? No. ¿Alguna cadena de renombre o generalista? Tampoco. Ni lo esperes. Al menos en mi país (España), nos silencian al no darnos voz. Es evidente que no les interesa, que prefieren hacer adeptos y no que las personas piensen por sí mismas tras escuchar otros argumentos. Y esto es lo que vamos a partir del siguiente artículo: argumentar y permitir que cada uno reflexione por sí mismo. 

lunes, 22 de marzo de 2021

10. La alternativa a la eutanasia: los cuidados paliativos

 


Venimos de aquí: Propuestas y soluciones ante la falta de ganas de vivir (http://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/02/9-propuestas-y-soluciones-ante-la-falta.html).

Cuando se entrevistó al doctor Marcos Gómez en el programa de Salvados, titulado La Buena muerte, y que cité en el primer escrito –siendo llamativo que fuera la entrevista más corta, precisamente al único de los participantes que no estaba a favor de la eutanasia-, mencioné la cantidad de improperios que recibió en las redes sociales. Como ya dije, no me dirijo a personas que ni siquiera se molestan en profundizar en la alternativa que él propuso, sino a todos aquellos que comentaron tras ver el espacio televisivo que, aunque estaban a favor de la eutanasia, después de escuchar a este doctor, cambiaron de opinión o, al menos, tenían que volver a replanteárselo, puesto que habían comenzado a dudar. Esto es lo que suele pasar cuando únicamente se atiende a una versión y, de repente, te explican la otra. Así que profundicemos en esta variante diferente.

Los cuidados paliativos
La solución a una enfermedad terminal no debería ser la eutanasia ni el suicidio asistido, sea bajo petición o demanda. La alternativa tiene un nombre muy definido: cuidados paliativos.
Como apunta la doctora Megan Best –que trabaja en cuidados paliativos y es especialista en ética médica- es extremadamente sugerente el contraste entre las personas sanas que apoyan la eutanasia –una encuesta entre los europeos así lo confirmó[1]- y el deseo opuesto de los enfermos que reciben cuidados paliativos, donde menos del 1% pide insistentemente el fin de su vida[2], como se comprobó en otra encuesta que se realizó en Sidney. Estos datos deberían hacer reflexionar a los que están sanos y apoyan la eutanasia. Puede que cambien de opinión.
Algunos piensan que negar la eutanasia a una persona es condenarla a vivir un infierno mientras vive con su enfermedad, cuando ya hemos visto en todos estos artículos que el enfoque se puede y se debe variar completamente.
En el caso de los cuidados paliativos, hay que empezar por definir qué son realmente. Dejemos que sean los expertos quienes lo hagan[3]: “Son la rama de la medicina que se encarga de PREVENIR y ALIVIAR el sufrimiento así como brindar una mejor CALIDAD DE VIDA posible a pacientes que padecen de una enfermedad grave y que compromete su vida, tanto para su bienestar así como el de su familia. Los cuidados paliativos normalmente se aplican a pacientes que cursan con enfermedades terminales que se encuentran fuera de un tratamiento médico habitual o convencional o en un estado muy avanzado con poca probabilidad de respuesta a los tratamientos establecidos”.

¿Cuáles son los principales objetivos de estos cuidados?
a) El manejo de los síntomas que ponen en una situación de sufrimiento al paciente y/o a sus familiares.
b) Establecer las metas de tratamiento de acuerdo a las preferencias del paciente para con su vida.
c) Mantener la comunicación entre el paciente, su familia o cuidadores y todo el equipo médico involucrado en el tratamiento de su enfermedad.
d) Proporcionar apoyo psicosocial al paciente y a sus familiares.
e) Atención domiciliaria.

Enfermedades del corazón o neurológicas avanzadas, o que no tienen tratamiento como la mayoría de las demencias (como la de tipo Alzheimer), enfermedades pulmonares obstructivas crónicas, insuficiencia renal crónica terminal, el cáncer o el VIH/SIDA, suelen requerir cuidados paliativos.
¿Cuáles son los principales síntomas o molestias a las que se enfocan los cuidados paliativos? Dependen del tipo de enfermedad, pero también hay molestias secundarias causadas indirectamente por la misma, el ambiente social y los aspectos psicológicos que la enfermedad en sí conlleva:

- Control del dolor.
- Tratamiento de la depresión (cuidado emocional, afectivo y psíquico de la persona enferma).
- Manejo de la ansiedad.
- Tratamiento del delirium (un estado de confusión agudo caracterizado por mucha inatención, incongruencia del pensamiento, alteración de la conciencia y un pensamiento desorganizado).
- Fatiga.
- Disnea (falta de oxígeno).
- Insomnio.
- Náuseas.
- Constipación (estreñimiento).
- Diarrea.
- Anorexia (falta de apetito).
- El lidiar con la enfermedad (aspectos referentes a cómo enfrentar la enfermedad, el entendimiento de la misma, la explicación del paciente hacia su familia y el estrés que puede conllevar toda la situación).
- Aspectos sociales (el impacto de los síntomas sobre el cuidado del paciente y la situación familiar en ese momento).

¿Cómo se aplican los cuidados?
Como hemos descrito, los cuidados paliativos, entre otros aspectos, incluye el control de los síntomas para minimizar todo lo posible el dolor –aunque éste no desaparezca completamente-, y así proporcionar la mayor comodidad posible al enfermo mientras la propia enfermedad prosigue su curso hasta el final. Esto se lleva a cabo con analgésicos, antiinflamatorios, morfina en dosis terapéuticas (por vía oral en forma de pastillas o de chupa-chups, en forma de inyecciones, a través de una “bomba” que se va cambiando al cabo de un cierto tiempo, o en parches), etc. Cuando estas medidas dejan de hacer efecto y el dolor es muy intenso, se combina con la sedación controlada, que es la disminución deliberada del nivel de con­ciencia del enfermo mediante la administración de fármacos apropiados.
Estos cuidados paliativos se reciben en unidades hospitalarias específicas, a través de unidades de atención en domicilio o por medio de centros tipo Hospice (http://ministeriomct.org/clinica-medica-y-consejeria-profesional/hospice-vida-plena/).

¿Prolongar la vida innecesaria y antinaturalmente?
Todo esto se hace para que tanto el paciente como la familia entiendan perfectamente en qué consiste la enfermedad, el estado y la gravedad de la misma, el pronóstico y las opciones del cuidado que puede recibir el afectado. A su vez, abarca el aspecto más ignorado de todos: “Evitar la prolongación innecesaria de la vida o del sufrimiento y medidas terapéuticas que no tienen como objetivo ni el bienestar ni la mejoría del pronóstico de vida del paciente evitando así el encarnizamiento terapéutico. Es decir, favorecer la calidad de muerte. Logrando un adecuado tratamiento de los síntomas que provocan las enfermedades terminales y mejorando la calidad de vida al final de la vida del paciente y asegurando el bienestar de sus familiares”.
Por lo tanto, no se practica la eutanasia –que es inyectar fármacos para provocar directamente la muerte- sino la retirada de tratamientos artificiales que ya no ejercen ningún efecto en el paciente al ser ineficaces ante la enfermedad en sí. Con estas medidas se evita prolongar lo inevitable, que no acelerar. Esa es la diferencia y el importantísimo matiz. ¿Que la sedación acorta la vida? Sí, según algunos médicos cuentan por propia experiencia, y en función de la dosis administrada: “Si sucede que para aliviar los síntomas es preciso pautar medicamentos y/o dosis de los mismos que tienen el riesgo de acortar la vida del paciente. En estos casos el beneficio humanitario del alivio es siempre superior al efecto secundario de acelerar o producir la muerte. Pero el médico debe actuar de forma transparente y evidente en que la meta real que se busca no es acortar la vida, sino evitar o reducir adecuadamente el sufrimiento. Quizás esto parezca complejo, pero es relativamente sencillo para un médico experimentado. Un caso frecuente y fácil de entender es el paciente oncológico terminal que sufre dolores o asfixia intensos. Al aumentar la analgesia se llega a la sedación, y en ocasiones la dosis necesaria puede tener el riesgo de deprimir el centro respiratorio y producir la muerte”[4].
Tengamos siempre presente que acortar y quitar no son sinónimos: “El médico tiene el deber de intentar la curación o mejoría del paciente siem­pre que sea posible. Cuando ya no lo sea, permanece la obligación de aplicar las me­didas adecuadas para conse­guir su bienestar, aun cuan­do de ello pudiera derivarse un acortamiento de la vida” (art.36-1. Código Deontología Médica)[5].
Como señala el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (Organización Médica Colegial): “Existe una clara y re­levante diferencia entre se­dación paliativa y eutanasia si se observa desde la Ética y la Deontología Médica. La frontera entre ambas se en­cuentra en la intención, en el procedimiento empleado y en el resultado. En la seda­ción se busca disminuir el nivel de conciencia, con la dosis mínima de fármacos, para evitar que el paciente perciba el síntoma refracta­rio. En la eutanasia se busca deliberadamente la muerte anticipada tras la adminis­tración de fármacos en dosis letales para terminar con el sufrimiento del paciente. Los médicos estamos obliga­dos a ayudar durante toda la vida a nuestros pacientes, hasta su muerte”[6].
Me resulta espeluznante que haya profesionales de la salud que defiendan la eutanasia, de la misma forma que dejar morir a un enfermo de hambre y de sed no puede acreditarse como una muerte digna. Por medio de eufemismos, quieren dejar de lado el juramento hipocrático: “No daré a nadie, aunque me lo pida, ningún fármaco letal, ni haré semejante sugerencia”. La conclusión a la que llega el experto Marcos Gómez Sancho, coordinador del Observatorio de Atención Médica al Final de la Vida de la Organización Médico Colegial, es bien clara: “Matar está prohibido en el código deontológico desde Hipócrates. La defensa de la vida está enraizada en la profesión médica. Un médico gestionando la muerte por orden del Estado es una vergüenza, como ocurrió en la Alemania nazi o cuando hubo doctores aplicando la inyección letal en Estados Unidos”[7].
Lo que deberían hacer los gobiernos es centrarse en el fondo del problema, en ver más allá de las palabras del enfermo. Como apunta Manuel González Barón (Jefe del Servicio Oncología de La Paz y Director de la Cátedra de Cuidados Paliativos de la UAM): “Quienes tenemos larga experiencia en la atención de enfermos con cáncer sabemos que muchas peticiones de eutanasia son un gesto, una llamada, una petición de ayuda por la soledad, el miedo, la desatención, el dolor mal controlado, la falta de cariño o de compañía… Por eso suelo repetir que cuando un paciente dice ´Doctor, no quiero vivir…`, se trata de una frase inacabada cuya versión completa es: ´Doctor, no quiero vivir… así`”[8]. Los cuidados paliativos son los que cambian radicalmente el así.

Testimonios
Un pro-eutanasia decía en un comentario: “Los que estamos a favor de la eutanasia no es simplemente para aplicarla cuando te quedan dos días de vida y llevas meses sufriendo, sino aplicarla mucho antes de que pase nada, y puedas irte sin sufrir”.
¿Qué se le puede responder? Que unos buenos cuidados paliativos consiguen lo que demandan tanto enfermos como familiares de los mismos: una muerte digna. Y hay miles de testimonios que lo atestiguan. Aquí una ínfima muestra:

- “Siempre daré las gracias infinitas al equipo de paliativos del Virgen del Rocío de Sevilla. Allí sí había humanidad, comprensión y compasión sobre todo por parte de los enfermeros. Mi padre estuvo allí. GRACIAS”.
- “Tuve la gran suerte de encontrar un equipo humano. En sedación mi madre después de una semana falleció dignamente, con paz en su cara y en la nuestra”.
- “Hace un mes y medio falleció mi padre de un cáncer mortal... gracias a la sedación tuvo una muerte digna: 19 horas después murió tranquilo y en paz... hubiese fallecido de todas formas pero sufriendo muchísimo”.
- “Mi padre y mi madre murieron de cáncer y, en cuanto empezaron a sentir dolores en la fase terminal, los sedaron. Iban aumentando la dosis y así estuvieron menos de 12 horas. Pero una cosa es eso y otra hubiera sido ponerles una inyección letal cuando supieron que tenían un cáncer incurable. Desde ese momento hasta su muerte, pasaron un par de años tan ricamente y asumiendo, poco a poco, que su ciclo había acabado. Pudieron irse en paz y sin dolores”.
- “Mi esposa falleció hace apenas una semana después de tres meses en cuidados paliativos. En estos tres meses su estado fue decayendo. Aún así, le veía las ganas de querer seguir viviendo, poder ver y besar a sus hijos un día más era un triunfo. Fueron solo dos semanas, pero fue importante para ella y para nosotros”.

Esto sí es dignificar los últimos momentos de la vida, y no la eutanasia activa o el suicidio asistido. Lo progresista no es la eutanasia, como afirma el ateo Pedro Sánchez, el hombre al que tristemente una parte de los ciudadanos de mi país han elegido para que les gobierne. ¡Lo progresista es cuidar a los enfermos indefensos, no acabar con ellos!
Si quieres conocer testimonios en primera persona de aquellos que en la actualidad están recibiendo cuidados paliativos: https://www.dipex.es/nueva/historias-pac-paliativos/

El descontento principal
Lo que resulta completamente anormal es que, con todos los medios que existen en la actualidad y de los que se puede beneficiar la persona enferma, desde el 2002 hasta el 2007 en Bélgica (por citar un ejemplo), únicamente se consultó con un médico de paliativos en el 12 por ciento de los casos de eutanasia[9].
Por otro lado, las quejas –con toda la razón del mundo- de muchos familiares y de muchas personas que apoyan la eutanasia, tienen su raíz casi siempre en malas experiencias personales causadas por la falta de cuidados paliativos, ya que éstos todavía no están completamente implementados. He leído testimonios terribles y de verdadera crudeza, donde no había unidad de paliativos y los médicos hicieron muy poco para paliar con la sedación el dolor físico de enfermos terminales. Que esto suceda es inhumano y es denunciable a todas luces: “Mi tía murió ahogándose, sufriendo, suplicando que se ahogaba, y la sedación no se la dieron hasta el día siguiente en que vino el médico. Nunca en mi vida me voy a quitar esa mirada suplicándome ayuda. Me harté de avisar al enfermero de noche y no le dio más que tranquilizante. La morfina es oro y da igual cuánto sufra el paciente”. Es descorazonador y esto sí que debería estar penado por la ley.
Es lamentable que “alrededor de 54.000 personas fallecen en España con un sufrimiento evitable, sin haber recibido los cuidados paliativos que podían haber precisado. [...] Solo fueron atendidas 8.372 personas”[10].
Es grotesco que a estas alturas de la historia de la humanidad, teniendo los medios, aún se siga discutiendo sobre los costes económicos que esto supone, en lugar de gastar lo que sea necesario y más. Pero claro, la eutanasia es más barata que los cuidados paliativos. Así lo afirma el médico internista Pedro Tarquis: Es vergonzoso que el debate originado sea eutanasia sí o eutanasia no, en vez de poner el foco en la pésima asistencia social y sanitaria del sistema. Es más fácil inducir al suicidio legal asistido (barato y que ahorra costes) que apoyar a las personas y familias que sufren con sus dependientes (más costoso, pero sin duda infinitamente más humanitario, sin comparaciones). El problema no es la muerte digna, sino la vida digna”[11].
Cuando se escucha la cantidad de miles de millones que derrochan los Gobiernos en infraestructuras innecesarias y los partidos políticos en campañas electorales y el sueldo de los políticos, al mismo tiempo que se reducen el número de médicos en los hospitales, que las esperas para ser atendidos por especialistas son de meses y se cierran quirófanos, el sentimiento es de indignación en su máximo apogeo. Lo que yo no entiendo, como ser humano, es que no haya un estallido social y el pueblo diga basta. Y no estoy incitando a nada, solo mostrando mi sorpresa ante la pasividad existente ante la injusticia y las desigualdades promovidas por las élites. Será que, mientras haya fútbol, televisión, teléfonos móviles, Internet, fiestas y dinero en la cuenta corriente para llegar a final de mes,  las masas se sienten contentas y se limitan a mostrar su enfado en las redes sociales a golpe de tweet. Y cuando se juntan los “indignados”, lo mejor que sale es un Pablo Iglesias y su casoplón. ¡Para llorar!
Como expone el antropólogo, escritor y ensayista Mikel Azurmendi, “no se explica que en un país rico, como es el nuestro, alguien tenga que matarse para evitar el dolor y provocar una muerte rápida, eso ya existe, con cuidados paliativos, lo que pasa que en España no hay paliativos, los políticos se ha guardado ese dinero. Pero con todo esto, lo que se quiere es desprestigiar el valor la vida, decir que la vida es cualquier cosa, como el aborto, que también implica suspender una vida y la tratamos como si fuera un grano”[12].
Por todo esto es entendible que los familiares que han visto sufrir a seres queridos tengan una opinión favorable hacia la implantación de la eutanasia. Comprendo el lamento y ese grito sordo de aquellos que han sufrido en sus carnes el abandono médico y gubernamental, apoyados lamentablemente por muchos medios de comunicación que apoyan la eutanasia: La televisión, la propaganda, exhibe una parte y oculta otra. Y luego proyecta los temores ante la muerte y ante la soledad. Cuando aparecieron en Telecinco las imágenes del marido ayudando a morir a su mujer, habría al menos diez casos similares con seres queridos amándose, besándose, abrazándose. Y otros diez, como mínimo, con cuidados paliativos, dando las gracias por lo bien que sus seres queridos les han cuidado. Pero sólo se dio ese caso, que claro que nos conmociona, aunque no es la verdad completa, y si no se da la realidad entera, estás mintiendo”[13].
Visto lo visto, y por lo tanto, es en la potenciación y en los medios donde hay que poner el énfasis, donde los cuidados paliativos estén disponibles para toda la población, en lugar de establecer leyes generales basándose en casos extremos cuando el fallo está en el tratamiento del dolor, incluso en los casos de ELA, como responde de nuevo Marcos Gómez Sancho: “Yo puedo decir que he tratado a enfermos de ELA y ninguno ha pedido acortar su vida si ha estado bien cuidado. Lo que me duele es que haya enfermos que pidan un suicidio preventivo porque piensan que no van a poder hacerlo cuando la enfermedad esté más avanzada. No tienen que tener miedo. Un equipo debe acompañarles y pactar antes con ellos cómo reaccionar cuando el ELA siga avanzando”[14].

Una llama de esperanza
Cuando me encontraba terminando este escrito, una llama de esperanza se encendió, al menos en lo que respecta a una parte de mi país: “Los cuatro grupos con representación en la Asamblea aprobaron ayer por unanimidad la Proposición de Ley de Derechos y Garantías de las Personas en el Proceso de Morir. [...] reconoce para todos los madrileños por igual una serie de derechos al final de la vida, como el de recibir cuidados paliativos integrales incluso en el domicilio particular. La ley considera dentro de estos cuidados paliativos el tratamiento del dolor y la sedación paliativa. Así, obliga a los centros sanitarios a garantizar a los pacientes en situación terminal que deban ser atendidos en régimen de hospitalización una habitación individual durante su estancia, aunque también reconoce el derecho de éstos a recibir estos cuidados en su domicilio. [...] Además, en el texto se reconoce también el derecho de los pacientes a la información asistencial, a la toma de decisiones y a formular instrucciones previas, que podrán realizarse en todos los centros sanitarios, tanto públicos como privados”[15].
Es la octava comunidad en España en la que se aprueba dicha ley. Esperemos que se aplique con celeridad y se generalice al resto de la sociedad[16].

Continuará en ¿Has hecho ya el testamento vital? ¿Sabes lo que es?



[1] Assisted Suicide in the view of Europeans. 2012. Se puede leer en: www.isopublic.ch.

[2] Glare, P. (1995). The euthanasia controversy. Decision-making in extreme cases [letter].

[13] Ibid.

[16] Para saber más sobre los cuidados paliativos: http://www.secpal.com/biblioteca_guia-cuidados-paliativos-1


lunes, 15 de marzo de 2021

Wandavision: Cuando la vida te rompe el alma

 

(Copryrigth de la imagen: @ValentinoRomeroart)

 
Si tu vida fuera un drama. Si hubiera dolor en ella. Si hay seres queridos que perdiste en el camino. Si distintas circunstancias de tu pasado y presente no te agradaran. Si tuvieras verdadero poder para cambiar todo eso. Si pudieras llenar tu vida de felicidad diaria y evitar a toda costa cualquier desgracia. ¿Acaso no ejercerías ese poder? Pues eso es exactamente lo que nos ha mostrado la original, sorprendente y dramática miniserie “Wandavision” (Bruja Escarlata y Visión, en España), sensacionalmente interpretada por Elizabeth Olsen, que ha demostrado una capacidad interpretativa arrebatadora, mostrando tal variedad de registros en un mismo papel que es digna de elogio. Toda ella es un verdadero terremoto de emociones.
Viendo las reacciones de una parte de sus seguidores al último capítulo, ha sido una constatación más de que una parte de los jóvenes y no tan jóvenes de hoy en día tienen serias dificultades para centrarse en lo importante. Y no me refiero a que algo te guste más o menos, que para eso cada uno es libre y tiene sus preferencias, sino la incapacidad para la reflexión profunda, el qué pueden aprender de su visionado para sí mismos sirviéndose de la extrapolación de una trama hacia nuestro mundo real, siendo incapaces de dejarse llevar por la profundidad de unos personajes con un pasado terrible a cuestas y el drama que supone para sus mentes, y cómo el dolor puede destrozar un corazón hasta el punto de cambiar la realidad. Prefieren evadirse sin más, decepcionándose y soltando bilis por la boca porque no aparecen otros personajes de ese infinito universo Marvel, o porque las tramas no giran conforme ellos quieren en las escenas de acción o la fantasía. Y cuando todo acaba, pasan a otra cosa que les llene el tiempo. ¿Lo bueno? Que los que verdaderamente la han analizado, le han concedido una crítica excelsa bien merecida.

Un desconcierto que tiene explicación
Aquellos que vieron los primeros capítulos se encontraron completamente desconcertados, incluyéndome a mí sin duda: en ellos veíamos la clásica sitcom (comedia de situación) en blanco y negro de los años 50 y 60 que imitaba diversas series norteamericanas de la época: Wanda y su marido Visión viven tranquilos en una urbanización llenos de felicidad y con vicisitudes completamente sencillas (charlas con las vecinas cotillas, reuniones de vecindario, cenas con amigos, etc.), ocultando a los demás sus habilidades y apariencias reales.

La pregunta era obvia: ¿cómo era posible aquello en una mujer con poderes sobrenaturales que se había enfrentado al mismísimo Thanos? ¿Y qué hacía allí Visión, cuando había muerto en dicha batalla?
Es cierto que era extraño, aparte que el humor mostrado estaba completamente desfasado para nuestra época. De ahí que muchos impacientes abandonaran. Aunque algunas escenas intercaladas y de postcréditos nos mostraban que algo no encajaba, la verdad no es desvelada hasta dos capítulos claves.
En ellos se nos cuenta que Wanda usó su poder para rehacer un pequeño pueblo al de sus propios deseos en el que nadie podía entrar ni salir al estar cerrado por una barrera de energía, controlando en todo momento la mente de sus habitantes, “recreando” a su marido y dando a luz a dos hijos, logrando así su ansiada felicidad que le había sido arrebatada una y otra vez, y la reflejaba convirtiéndose a sí misma en la protagonista de una sitcom ambientada en distintas décadas, que era el tipo de series que amaba de niña y que veía con sus padres.
¿Qué provocó que ella quisiera “crearse” su propio mundo idílico, lleno de inocencia y sin ningún tipo de sufrimiento?

- Aunque de pequeña era pobre, se sentía profundamente amada por sus padres, pero murieron en un bombardeo que destruyó su casa en Sokovia, como se reveló en el octavo capítulo.
- Tras este acontecimiento, se unió a Hydra, una organización terrorista, con la intención de cambiar el mundo, y lo único que logro es que experimentaran con ella.
- Su hermano gemelo Pietro murió cuando ambos se habían unido a los Vengadores, como vimos en la película “La era de Ultrón”.
- En contra de su voluntad, tuvo que matar a su propio marido para salvar así el universo. Pero el plan falló: Thanos volvió atrás en el tiempo y mató por segunda vez a Visión delante de ella para hacerse con la gema del infinito, algo que Wanda no pudo evitar y que contempló impotente. Lo vimos en “Infinity Wars”.

Drama. Dolor. Muerte. Infelicidad constante. Todo su equilibrio vital y emocional había saltado por los aires y roto en un millón de pedazos una y otra vez. Su mecanismo de defensa ante todo esto fue el ya citado: convirtió con sus poderes una vida real destrozada en una perfecta, aunque irreal.
El final de la serie, y qué sucede con la protagonista tras “abrazar” su destino, lo dejo para el visionado personal. Lo que he descrito hasta ahora es lo que me sirve para el tema que estoy exponiendo.

¿Cuáles suelen ser los “mecanismos de defensa” ante el dolor?
Este es un tema del que he hablado en varias ocasiones; tantas que a veces siento que me repito. Pero como de vez en cuando aparecen nuevos lectores en el blog –aunque invisibles, ya que no hablan- que no han leído lo anterior, aprovecho las nuevas y buenas ocasiones que surgen de vez en cuando usando películas, series o libros, que suelen ser canales sencillos para llegar a más personas y hacerlas profundizar en temas de la vida diaria que nos afectan a todos por igual.
Cuando me refiero a “mecanismos de defensa”, hago alusión a aquella manera –en singular o en plural-, en que los individuos usamos distintas “técnicas” para “sobrevivir” al dolor cuando somos golpeados brutalmente en nuestra alma. Como he repetido en más de una ocasión, puede ser por la muerte de un ser querido, la enfermedad propia o ajena, una ruptura matrimonial, la viudez, el abuso físico y/o psicológico, etc.
Como vamos a ver, algunos mecanismos son sanos, pero otros no lo son, por lo que es necesario aprender la diferencia para saber cómo actuar ante el dolor que de una manera u otra se va a presentar ante nuestra puerta, o sencillamente ya haya entrado en casa.
El más usual suele ser “crearse” un entorno de seguridad: para Wanda era su barriada. Para la inmensa mayoría suele ser su propio hogar. Se encierran en él, y no tanto porque sean hogareños –que pueden serlo- sino porque ahí lo tienen todo más o menos bajo control: al cónyuge que procuran tenerlo siempre cerca ya que les crea seguridad, a los hijos para que no hagan nada que pueda ser peligroso, y difícilmente van a suceder acontecimientos externos inesperados. En el caso de que no tengan pareja ni hijos, se encierran en sí mismos, impidiendo que nadie se acerque a lo más profundo de ellos.
En otros casos, como también he señalado en diversos escritos, buscan evadirse de todo para olvidar o no pensar en aquello que les duele. Para esto usan el alcohol, algún tipo de droga de las mal llamadas “blandas”, la música, el estar siempre haciendo cosas que le eviten pensar como compras compulsivas, atracones de comida, fiestas ruidosas, risas enlatadas, conversaciones vacías con las amistades a las que usan con el mismo fin, se arrastran por las redes sociales buscando atención personal, caen en perversiones como la pornografía, se obsesionan con la gimnasia y el deporte en general o su opuesto: se abandonan físicamente por completo, etc.
Por último, están los que convierten su dolor en ira o en toxicidad que sueltan ante el resto del mundo. Entre personas que han sufrido, por ejemplo, bullying o malas experiencias eclesiales o de cualquier otro tipo, pueden volverse amargadas o cínicas, con ira acumulada que se manifiesta en diversas ocasiones, envolviéndose en un humor zafio, el cual muestran como método de supervivencia y una victoria ante sus “acosadores”, cuando lo único que logran es sacar lo peor del individuo y la autodestrucción del “yo” sano.
¿Algo de esto cura el dolor y supera la adversidad? Para nada. Solo lo tapa bajo toneladas de basura que explotará tarde o temprano ante tanta pestilencia acumulada, en el silencio o el grito, en las lágrimas o en la ausencia de ellas. Volverá tarde o temprano, o sencillamente nunca se irá, e impregnará todo lo que toque, dañando incluso a sus semejantes. La víctima se convertirá en verdugo y terminará haciendo daño a otros a causa de su propio dolor.

Mecanismos salubres
Partimos del principio de que la vida tiene una parte incontrolable. Podemos ser amables con los demás, pero no podemos controlar cómo serán con nosotros. Podemos hacer el bien, pero no sabemos si recibiremos en la misma proporción. Podemos comer saludablemente, pero no sabemos cuándo exactamente puede menguar nuestra salud. Con la muerte sucede igual: es como una amiga invisible que se presenta sin previo aviso o con apenas margen para nada, sea para nosotros o nuestros familiares.
De ahí que la vida sea para vivirla en el presente; ni en el pasado, ni en el futuro. La aceptación de esta verdad irrefutable nos hará poner cada situación personal desagradable en perspectiva, sea física, emocional, psicológica o sentimental. Esa debe ser la base de nuestra actitud, como bien explicó Jesús: “No os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mt. 6:34).
En segundo lugar: sabemos que “todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar” (Ec. 3:1-7). ¿Qué nos quiere decir este pasaje? Que nuestro paso por este mundo está formado por segmentos y que cada uno de ellos debe encontrar su lugar y su momento. Ni más ni menos. Ni dentro ni fuera.
El tiempo de hablar y de llorar de lo que te duele está incluido, con paciencia, puesto que en algunas personas puede ser más tiempo y en otras menos. Es lo que hizo Ana, la madre del profeta Samuel, y a la que he citado en un millón de ocasiones en mis escritos. Esto es lo que se conoce como el duelo: “Es el proceso natural de adaptación emocional ante la pérdida de algo que amamos. Podemos tener un duelo por haber perdido un empleo, una pareja, un cambio de ciudad... y por supuesto, pasaremos por un duelo al perder a un ser querido. Cada persona hace el duelo de la misma forma que vive y siente el vínculo con los demás, por lo que cada duelo es único. Podemos tener una reacción de bloqueo, de hacer como si no pasara nada, podemos llorar de forma desconsolada durante días, podemos llorar y reír recordando momentos vividos con la persona que ya no está en nuestra vida, etc. Hay tantas reacciones como personas”[1].
Todo esto es verdad, y la manera más sana de expulsar el dolor, pero, como muestra el texto bíblico, también está el tiempo de curar y de edificar; es decir, de seguir adelante. Incluso ambos momentos pueden entremezclarse sin problemas. La idea en sí es que no podemos hacer que nuestras conversaciones ni sentimientos sobre un hecho en sí se conviertan en el monotema eterno, ni que nuestra vida se convierta en un remolino cuyo epicentro sea la expresión del dolor de forma continua. De lo contrario, seremos engullidos, controlados y consumidos, perdiendo el control sobre nosotros mismos. Nos acontecerá como Wanda, que el equilibrio emocional dependerá de un hilo que se romperá en el momento más inesperado. Y eso es algo a evitar ya que nos convertiría en una estatua de sal, como la mujer de Lot (cf. Gn. 19:26).

Conclusión
Rodéate de toda la vida que puedas, y más en las circunstancias actuales. Aprende a vivir cada día. Aprende a adaptarte en cada circunstancia. Lee para crecer interiormente y llena tu tiempo de actividades de verdadero provecho. Aprende a seguir adelante, tanto en los claros como en los oscuros, en los días soleados como en los tormentosos. Aprende a vivir descansando en Dios. Aprende a mirar a la eternidad y a vislumbrar la inmortalidad que te depara la cruz de Cristo. APRENDE DE TODO[2].