lunes, 28 de marzo de 2016

El apóstol: ¿Un musulmán convertido al cristianismo?

¿Puede un musulmán fiel, criado y educado en el islam desde su más tierna infancia, con toda su familia practicante de dicha religión, y destinado a ser un Imam, hacerse cristiano? Este es el tema que plantea la película “El apóstol”. Al coincidir con los atentados de Charlie Hebdo en Francia, fue retirada de las carteleras para no “ofender” a nadie y ser acusado de “islamófobo”. La misma cantinela de siempre, donde es mejor ser políticamente correcto que mostrar la controversia sin tapujos.
Hay miles de testimonios a lo largo de todo el mundo de musulmanes convertidos a Cristo y varios libros con sus historias, como: “Buscando a Alá encontré a Jesús”, de Nabeel Qureshi; “Hijas de islam”, de Miriam Adeney; “Cristianos venidos del Islam”, de Giorgio Paolucci y Camille Eid; “Encontré a Cristo en el Corán”, de Mario Josep; “El precio a pagar”, de Joseph Fadelle.
Esta producción lleva al cine una historia ficticia, pero que narra lo que se sabe por los declaraciones de conversos musulmanes a Cristo. A pesar de que no es ni mucho menos una producción hollywodiense y sus actores no destacan precisamente por una gran interpretación (aparte, el doblaje al español deja bastante que desear), se nos muestra una realidad que suele pasar desapercibida para la población, debido principalmente a que los medios de comunicación generalistas la omiten sistemáticamente por desinterés y prejuicios, estando más fascinados por el morbo. La prensa prefiere calificar esta película como “un discurso de proselitismo cristiano” (Jordi Costa: Diario El País) o “claramente partidista” (José Manuel Cuéllar: Diario ABC), opiniones escritas por periodistas humanistas que no son capaces de ver más allá. 
Aunque tiene un corte marcadamente católico (ya que la directora Cheyenne Carton lo es, siendo premiada por el Festival Mirabile Dictu del Vaticano), y una escena final completamente irreal e idealista, la esencia del mensaje de la cruz y del verdadero evangelio se muestra con absoluta nitidez. Akim, un argelino musulmán que vive en Francia, comienza a hacerse preguntas, a investigar y a comparar, terminando por conocer más de Jesús que muchos que dicen ser creyentes, como el amigo del protagonista, cuya ignorancia resulta hiriente.
En Akim se cumple la promesa de Dios que resalta en el cartel, que es igualmente válida tanto para ateos, agnósticos y personas de cualquier religión: “me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jeremías 29:13). Ese es el requisito imprescindible para hallar la verdad: “buscar de todo corazón”.

jueves, 24 de marzo de 2016

Carta a los terroristas que se inmolaron y a los que se lo están pensando



Posiblemente vuestros padres fueron inmigrantes y vivisteis en un país donde vuestra cultura original no era la predominante. Otros de vosotros nacisteis en alguna región del mundo donde la democracia brillaba por su ausencia, gobernada por dictadores o auténticos déspotas que vivían en palacios mientras que vosotros os teníais que conformar con una comida diaria y poco más. Casi con total seguridad, la calidad de vida no era la más deseable. Ante la imposibilidad de cambiar, sin esperanzas y sin un futuro a la vista, muchos os fuisteis a países occidentales donde soñabais con triunfar de la manera en que veíais en viejas pantallas de televisión. Pero, al llegar, contemplasteis que no era oro todo lo que relucía. Sin profesión, sin trabajo estable, con un índice de paro brutal a vuestro alrededor, os visteis de nuevo atrapados en un callejón sin salida.
Comenzasteis a sentir ira: ira ante tanta injusticia, ira ante un futuro desolador e ira ante la impotencia de no poder cambiar la realidad. Todo esto con veinticuatro horas diarias por delante que se hacían eternas, donde el aburrimiento más absoluto tomaba el control y vuestros pensamientos se llenaban de imágenes de inutilidad y fracaso. Os disteis cuenta que esta no era la tierra prometida. Nuevamente, queríais escapar a algún lugar pero no sabíais dónde ir.
Así pasaron los años y la frustración no dejó de crecer en vuestro interior. Y llegó un día donde conocisteis a las personas que os iban a terminar de arruinar vuestra existencia. Sin daros cuenta, poco a poco comenzaron a repetiros insistentemente que el mal era la sociedad en general –que era la que os oprimía- y que todos aquellos que no adoraban a vuestro mismo dios eran infieles a los que había que exterminar porque era la voluntad divina. Os prometieron lo que anhelabais: metas por las que luchar, reconocimiento, admiración, respeto y una nueva vida. Era la excusa perfecta para convenceros y justificar la barbarie. Eso sí, sin que vosotros tuvierais que pensar mucho, solo dejaros llevar por el impulso. Secuestraron vuestras mentes y las arrojaron a un pozo de oscuridad de donde nunca más volvieron a salir, al igual que los que celebran diversas fechorías.
Esos líderes a los que creíais admirar os engañaron. Sí, tal cual. Por mucho que os abrazaban y os dedicaban palabras de aprecio, no sentían ninguna clase de amor hacia vosotros. Eran egoístas que solo os estaban usando y manipulando. Para ellos erais bolsas de basura de usar y tirar. Puede que os dijeran que vuestra madre se sentiría orgullosa cuando ofrecierais la vida en la llamada guerra santa. La realidad es que habéis destrozado la vida de vuestras propias familias, que a partir de ahora serán perseguidas y estigmatizadas. Algunos de ellos dirán orgullosos que se sienten alegres por vuestras supuestas acciones heroicas, pero siento deciros que, a menos que les hayan lavado igualmente el cerebro, son palabras de cara a la galería, para no reconocer la verdad y así defenderos por encima de todo, a pesar de los actos de maldad que habéis cometido. Por mucho que os duela oírlo, aquellos que os incitaron eran malos hermanos y os han arrastrado a un horripilante destino.
Sentíais camaradería por aquellos que compartían las mismas ideas, por vuestros compañeros de armas, pero no llegasteis jamás a sentir que alguien os amaba realmente, que era el verdadero deseo de vuestro corazón aunque no lo supierais. Cuando os acercabais a un espejo y os mirabais detenidamente a los ojos, ¿qué veíais en ellos? ¿Amor u odio? Puede que hubiera risas en vuestras bocas, pero sin duda alguna no había alegría genuina ni paz.
¿Cuál es la realidad? Que vuestras acciones no han servido ni servirán absolutamente para nada. El mundo seguirá igual o incluso peor para los intereses e ideas que promulgabais. Odiando y asesinando no se logra nada, aparte de que la muerte se siga expandiendo, ahora en tierras europeas, luego en las vuestras. Un derramamiento de sangre sin fin donde nadie saldrá victorioso. En el mejor de los escenarios para vuestro pueblo, la única posibilidad es la destrucción mutua, nunca la victoria. Las condiciones de vida de vuestros compatriotas seguirán empeorando. Vuestras comunidades serán aisladas por el resto de la población y conocerán una mayor penuria, si es que ésta cabe. Muchos de ellos serán expulsados y regresarán al horror de vuestros países de origen, atrapados en conflictos civiles o religiosos, y de los cuales algunos serán bombardeados indiscriminadamente, provocando multitud de daños colaterales. Decidme la verdad, ¿os parasteis alguna vez a pensar en todo esto?
Aparte de miles de muertos, ¿qué lograron organizaciones como ETA, el IRA y otras semejantes? ¡Nada! ¿De verdad erais tan ingenuos que creíais que vosotros ibais a ser diferentes? ¿No sabíais que cuando el poderoso es golpeado con un martillo responde aplastando todo a su camino, y que eso es lo que pasará a medio y largo plazo? Vuestros sucesores golpearán nuevamente, pero serán golpeados de forma más contundente. Y como los lleven al límite y se cansen de ellos, aniquilarán a varias de vuestras generaciones de un plumazo (vuestros hijos y sobrinos), privándolas verdaderamente de la posibilidad de elegir un futuro diferente al vuestro. Y así será en un ciclo interminable de golpes y dolor contagioso. Ya no habrá más flores ni minutos de silencio.
Quizá penséis que os odiaba, que me consideraba superior a vosotros y os miraba por encima del hombro, pero una vez más os equivocabais: lo que me provocan náuseas son vuestras repulsivas acciones; vosotros me dais pena. También puede que creáis que me alegro de que estéis muertos. Sabiendo en el lugar en el que estáis ahora mismo tras recibir el verdadero juicio divino, os aseguro que no. Hubiera preferido que os frenarais a tiempo, o al menos que os hubieran detenido. Sé que habría supuesto años de prisión, pero la segunda oportunidad para reflexionar nuevamente y ver la realidad desde otro punto de vista seguiría existiendo. Tristemente para vosotros tal dicha se ha resbalado para siempre entre vuestro último aliento.
Ahora ya es demasiado tarde. Ahora ya no hay solución. Ahora ya no hay ese paraíso que os prometieron lleno de vírgenes y otras recompensas fantasiosas, como de manera terrorífica estáis comprobando en este preciso instante por vosotros mismos. Ahora solo queda el funesto legado que habéis provocado y vuestra propia desesperación por toda la eternidad, donde vuestros nombres serán olvidados y despreciados. Justo lo contrario a lo que deseabais.
Por muy terribles que fueran vuestras circunstancias, por mucho dolor que hubierais experimentado, lo que llevasteis a cabo no era la solución ni servía a ningún fin o propósito. Nunca lo fue y nunca lo será. Ni para vosotros ni para nadie. ¿Cómo sienta saber y descubrir que os estabais engañando?
Como ya he dicho, para vosotros ya es tarde, pero para los vivos no. Puede que haya muchos como vosotros que estén en el proceso que iniciasteis hace varios años: convertirse en yihadistas o en mártires. Pero como dice el refrán, mientras hay vida hay esperanza. Ellos tienen la oportunidad de no seguir esa senda de autodestrucción. Todavía pueden cambiar. Todavía están a tiempo de vivir de manera sencilla. Tienen miles de ejemplos entre aquellos que profesan la misma fe que decíais era la vuestra. Basta con que les pregunten a aquellos que dieron un paso atrás, pero que en realidad era un paso adelante: el de los verdaderos valientes. No es necesario nadar en la riqueza para sentirse una persona de valor. Doy por hecho que no será fácil puesto que realmente no lo es, pero pueden crear algo nuevo entre ellos si se lo proponen sinceramente. Sus hogares, por pequeños que sean, pueden ser un lugar de verdadera concordia y amor, donde sus familias sean el centro de todo y el nido donde se respete en libertad a los que no piensan de la misma manera. Así podrán tener tiempo para buscar la LUZ para no andar en tinieblas.
¡TODAVÍA ESTÁN A TIEMPO DE VIVIR!

lunes, 21 de marzo de 2016

¿Eres un cristiano tolerante o intolerante con otros cristianos?



Ciertamente, cada vez resulta más difícil recomendar libros concretos a amplios sectores de cristianos. Por un lado, aunque hay muchas personas a las que les gusta leer, el porcentaje de los que leen es ínfimo en comparación con el número de creyentes que forman parte de la Iglesia. Cuando le citas a muchos hermanos una obra que es muy necesaria y que les ayudaría a crecer y madurar, apartan la mirada o directamente agachan la cabeza; no tienen ninguna intención de hacer el esfuerzo. Caras de verdaderos poemas sin rima. “Aman” más las novelas y las revistas. Es triste que haya pocas ganas de profundizar y que muchos se conformen con algún versículo sobreimpresionado en alguna postal bonita llena de estrellas y montañas nevadas. Son los que prefieren el entretenimiento de los llamados “conciertos cristianos” y demás actividades que el departamento de marketing eclesial ha puesto tan de moda en las últimas décadas, como si el cuerpo de Cristo fuera una empresa, donde lo importante es sentir y tener en lugar de pensar y ser. Por eso nos encontramos con tantos cristianos inmaduros, a pesar de que su edad indique que ya no son unos jovencitos.
Y por otro lado, porque está más que comprobado que lo que vende y mueve millones de dólares y euros son los títulos que hablan de lluvia de bendiciones, éxito, prosperidad, sanidades, nuevas revelaciones, experiencias celestiales e infernales y, por último, el sensacionalismo apocalíptico, junto a otras cuestiones sumamente extravagantes. Todo con el beneplácito de algunas editoriales que están haciendo mucho daño publicando manuscritos que son verdaderas bombas al corazón de las Escrituras y de la sana doctrina. Pero claro, si señalas con el dedo los errores y las soluciones te acusan de “juzgar”, como si la Biblia no nos dijera una y otra vez que probáramos si los espíritus son de Dios, ya que muchos falsos profetas han salido por el mundo” (1 Jn. 4:1)
Siendo consciente de esta realidad, escribí el artículo Aprender y crecer & Conformarse y estancarse (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/12/aprender-y-crecer-conformarse-y.html) hablando del peligro que conlleva no querer aprender, con la intención de recalcar cuán importante es formarse con buenos escritos, junto a una amplia lista temática como guía que poco a poco estoy reseñando.

Respeto vs Falta de respecto
Hoy quiero referirme a un libro que nos muestra hasta qué punto somos cristianos tolerantes o intolerantes con otros que comparten nuestra misma fe y son igualmente hijos de Dios pero difieren de nosotros en diversos aspectos: Seguridad de la Salvación: Cuatro puntos de vista, publicado por la editorial Clie dentro de la Colección Teológica Contemporánea. ¿Piensas que la salvación se puede perder o que no? ¿Crees que la Gracia de Dios es resistible o irresistible? ¿Crees que Dios ha predestinado y escogido a los que van a ir al cielo y reprueba al resto enviándolos al infierno? ¿Piensas que el que se aparta nunca había experimentado el nuevo nacimiento o sí? ¿Es posible la apostasía? En definitiva, ¿te decantas por el calvinismo o por el arminianismo?
Esta gran obra muestra algo inaudito: cuatro autores que exponen cada una de las diferentes interpretaciones sobre la “soteriología”, que se refutan entre ellos y que llegan a conclusiones opuestas; pero, aún así, lo hacen respetando y amando al que no piensa de la misma manera. Es tan inusual que hay que destacarlo, cuando debería ser lo más lógico y normal del mundo. Uno de sus autores, J. Steven Harper, dice:La respuesta teológica gira alrededor del eje de su propósito. Si el propósito es ´ganar` la respuesta se parecerá más a un debate. Si el propósito es ´aprender`, será más parecida a un diálogo. Tengo la esperanza de redactar las respuestas a mis tres colegas más en un espíritu de conversación que de controversia. Creo que Juan Calvino, Jacobo Arminio, y John Wesley estarán todos en el Cielo. [...] Lo que quiero decir es, sencillamente, que la nuestra es una exposición entre creyentes, no una diatriba entre oponentes. Además, ningún sistema está un 100 por cien en lo cierto, al menos es lo que yo creo. Cuando lleguemos al cielo, todos nosotros asistiremos al curso ´Teología 101`, y el propio Cristo resucitado será nuestro Maestro. Solo Él es la Palabra, y en relación con Él todas las demás palabras palidecen en una relativa insignificancia. Nuestro triunfante Señor nos conducirá a todos más allá de cualquier sistema que nuestras mentes finitas hayan utilizado para entender las cosas. Cuando ya no veamos oscuramente, por un espejo, ninguno de nosotros deseará aferrarse a sus puntos de vista frente a lo que Él nos revelará como el perfecto entendimiento de todas las cosas” (pag. 63).
Estas palabras son un ejemplo para todos nosotros y de las que debemos aprender o , defendamos el calvinismo clásico, el calvinismo moderado, el arminianismo reformado o el arminianismo wesleyano –que suelen ser las cuatro posturas más habituales y las que se exponen en esta obra-, o seamos bautistas, pentecostales, premilenaristas, amilenaristas o postmilenaristas.
Por norma general, lo que me encuentro día tras día tanto en persona como en las redes sociales es justo lo contrario: cristianos intolerantes incapaces de convivir sanamente y que menosprecian a otros cristianos por diferir en esta y otras cuestiones como la escatología. De ahí el especial hincapié que hice en la introducción de mi libro Herejías por doquier para despertar conciencias y corregir semejante despropósito (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/08/normal-0-21-false-false-false-es-x-none_21.html).
Aunque se dan la mano de cara a la galería, muchos anidan en sus corazones complejos de superioridad y para sí mismos se dicen: “nosotros llevamos la razón”. Otros directamente muestran ceños fruncidos, rostros hirviendo como cafeteras y ojos rojos como tomates, a punto de ahogarse por no respirar al hablar tan rápido lanzando todo un batallón de textos a la velocidad de la luz. Un tercer grupo son aquellos que olvidan que defender una idea –por muy buena que sea- no concede el derecho a menospreciar al oponente usando la táctica del sarcasmo, donde se caricaturiza los argumentos del otro. El calvinista le dice al arminiano: “Ten cuidado vayas a cometer un pecado y no te dé tiempo a arrepentirte y acabes en el infierno”. Y el arminiano le dice al calvinista: “Como tú dices que ´salvo, siempre salvo`, y como ya lo soy, ahora me voy a la discoteca a vivir la vida. Nos vemos en el cielo”. La realidad es que ni el verdadero calvinismo ni el verdadero arminianismo enseña tales ironías.
El último sector está formado por aquellos que, empecinados en arremeter contra todos, son de mal testimonio para los inconversos y de piedra de tropiezo con los recién convertidos, como narra Charles Swindoll en esta historia: “Algunos bromistas cuentan de un grupo de teólogos que estaban tratando del tema de la predestinación y el libre albedrío. Y cuanto más hablaban, tanto más acalorada se hacía la discusión. Como era de esperar, los disidentes se dividieron en dos grupos. Un pobre individuo que no sabía lo que creía se coló en las filas de la predestinación; donde se le desafió a que dijera por qué estaba allí. –He venido por voluntad propia, contestó él inocentemente. -¿Voluntad propia? Eso es lo mismo que libre albedrío. No puedes unirte a nosotros. ¡Vete para allá! Entonces se retiró al grupo contrario, enfrentándose al mismo espíritu desafiante: -Miren, me han mandado aquí.., contestó el hombre con sinceridad. ¡Largo!, le ordenaron. ¡No puedes estar con nosotros a menos que venga por propia voluntad!”[1].
Tristemente, muchos cristianos “se largan” porque no soportan este tipo de combates a muerte, más propios de videojuegos como “Mortal Kombat”, ya que conllevan segregación, ostracismo y hostigamiento por parte de creyentes a los que el conocimiento les vuelve soberbios.

Ahora te toca a ti
Seamos sinceros: son pocos, muy pocos, los que han estudiado realmente esta cuestión de manera imparcial y objetiva. Sacan sus conclusiones tras escuchar algunas predicaciones en youtube de algún pastor o conferenciante que les gusta o asistir a algún estudio en la congregación donde se reúnen. Y tan felices. No saben –o no quieren saber- del error que supone adherirse a una posición doctrinal u otra sin conocer exactamente y en profundidad lo que otros hermanos piensan del tema.
Si este es tu caso, es el momento de cubrir este vacío con este sensacional libro. Y, una vez que llegues a tus propias resoluciones, debes aprender:

1.     A compartir con amor.
2.     A no imponer tu punto de vista a nadie.
3.     A respetar al resto de cristianos que no piensan como tú.
4.     A no considerarlos herejes.
5.     A tratarlos como son: hijos de Dios.
6.     A no obsesionarte y convertirlo en tu monotema.

Aunque algunos hayan afirmado lo contrario, recuerda que ni los mayores teólogos de la historia se han puesto de acuerdo sobre este tema ni pueden asegurar que sus conclusiones sean definitivas y absolutas.
Que uno de los lemas de tu vida como creyente sea el expresado por Agustín de Hipona, y que no me canso de repetir: “En los puntos esenciales, unidad; en los puntos no esenciales, libertad; y en todas las cosas, amor”. Sin negar ninguna de las verdades esenciales del cristianismo y que “repercuten directamente en la salvación” (el pecado original, la salvación por gracia, la Trinidad, la divinidad de Cristo, su encarnación, que fue concebido por el Espíritu Santo de María virgen, su muerte expiatoria en la cruz que canceló de una vez y para siempre nuestra deuda con el Padre, su resurrección corporal de entre los muertos y posterior ascenso a los cielos, y la segunda venida para establecer su Reino por la eternidad), en el resto “que no repercuten en la salvación” debemos conceder libertad de conciencia. No olvides cumplir el segundo gran mandamiento: amar al prójimo como a ti mismo.

*Aquí puedes leer el resumen del libro que lleva a cabo el editor del mismo, J. Mathew Pinson, y la manera de comprar Seguridad de la Salvación: Cuatro puntos de vista: http://www.clie.es/producto/seguridad-de-la-salvacion-cuatro-puntos-de-vista/


[1] Swindoll, Charles. ¡Baje la guardia! Betania.

martes, 8 de marzo de 2016

2. Dejaste de transformarte y de ser un discípulo



Venimos de aquí: Realmente no habías nacido de nuevo:
          http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/12/2-realmente-no-habias-nacido-de-nuevo.html

Sé que no es fácil aceptar esta aseveración, pero puede que, en algún momento del camino, dejaste de ser un discípulo. Y dejar de ser un discípulo supuso dejar de tener a Jesús como Señor de tu vida. Es la diferencia que observamos entre el caso de Judas y el resto de discípulos. Cuando el Señor afirmó en la última cena que uno de los discípulos lo iba a entregar, todos los que estaban con Él le preguntaron: “¿Soy yo, Señor?” (Mt. 26:22). Por el contrario, el desertor dijo: “¿Soy yo, Maestro?” (Mt. 26:25). En aquel momento, para Judas, Jesús era un Maestro, pero no su Señor. Quizá esta sea la razón por la cual estás lejos de Dios a día de hoy. 

¿Creyente o discípulo?
Una cosa es ser creyente y otra ser discípulo. El primero cree en la voluntad de Dios. El segundo la cumple. Tener el conocimiento de algo sin ponerlo en práctica no sirve de nada. Es un saber vacío. Recuerdo a una persona que, cuando oía una historia bíblica, decía: “Esa ya la sé”, y la narraba mejor que un erudito. ¿La ponía por obra?: No. La consecuencia a largo plazo es que terminó por apartarse de Dios. No era discípulo. Si hubiera aplicado en su vida al menos una pequeña parte de lo que sabía, actualmente estaría enseñando a otros.
En el griego original, la palabra “discípulo” (´mathetes`) literalmente significa “aprendiz”, indicativo de “pensamiento acompañado de esfuerzo”. Es decir, “PENSAMIENTO + ESFUERZO”. Para qué engañarnos, ¡eso ya nos gusta mucho menos! Dios habla por medio de su Palabra. Y si ya no te esfuerzas en oírle, es normal que te sientas lejos de Él. ¿Cuándo fue el día en que dejaste de esforzarte? ¿Cuándo fue la última vez que llenaste tus pensamientos de Él? ¿Cuándo fue la última vez que meditaste en su Palabra y sacaste valiosas lecciones para tu vida? ¿Cuándo fue la última vez que te esforzaste en hacer Su voluntad? Solo tú sabes las respuestas.
Hay personas, creyentes de corazón, que saben lo justito de Dios y a veces se quejan de ello. ¿Fue tu caso? Quizá fuiste de los que esperabas que de la noche a la mañana el Todopoderoso te “imprimiera” la Biblia en tu mente por arte de magia y sin poner de tu parte. Algunos prefieren hacer lo que yo llamo la ´ouija cristiana`, que es esa práctica de abrir la Biblia por cualquier lugar señalando con el dedo un versículo, esperando que así Dios les hablé. Tal práctica es demencial, ya que somos llamados a escudriñarlas, no a jugar a la lotería con ella.

Aprendiendo a caminar solo
Quizá no te has esforzado en leer buenos libros que te hubieran ayudado a madurar. Quizá eres de los que se excusa diciendo que no tienes tiempo, que no te gusta leer o que no eres muy listo. Pero, ¿cuánto tiempo “consagras” a la televisión, al ordenador, a Internet, a las redes sociales, a tus hobbies, a los amigos, al ocio, a pensar en banalidades, a aburrirte y a no hacer nada? Quizá has sido un “pajarillo eterno”, que ha esperado que su madre le proveyera la comida sin buscarla por sí mismo:“El día en que el bebé de la familia empieza a comer solo es muy importante. El nene está sentado frente a la mesa y empieza a usar la cuchara, quizá al revés, pero luego la usa bien y la madre o la hermana dice regocijada: el nene está comiendo solo. Pues bien, lo que necesitamos como cristianos es poder comer solos. Cuántos hay que se sientan, impotentes y apáticos, y abren la boca, con hambre de las cosas espirituales, pero esperan que el pastor les dé de comer, mientras que en la Biblia hay ya una lista de una gran fiesta para ellos. Pero no se animan a empezar a comer solos”[1].
Es lógico y normal que, en los primeros pasos tras la conversión, seamos sostenidos y guiados de la mano, donde se nos explique una y otra vez todo aquello que no entendemos, como los pilares básicos y fundamentales del cristianismo, con todo lo concerniente a la figura de Cristo. Exactamente igual que la relación de un niño con sus padres. Al principio el niño bebe leche; después toma cereales; luego pescado bien limpito; poquito a poco un trocito de carne; pasta; verduras; etc. Va descubriendo los colores, realiza ejercicios de coordinación, salta, corre, aprende a leer, a escribir y, poco a poco, se va planteando cuestiones más serias que trata de resolver preguntando a los adultos.
El padre estará para ayudar a su hijo durante toda la vida, pero sería absurdo que con veinticinco años no supiera andar, leer o escribir. Resultaría totalmente ridículo que le tuviera que dar la papilla o vestirlo (evidentemente, me estoy refiriendo a personas sin incapacidades físicas serias). Es como el caso de un entrenador de fútbol con un jugador de su equipo: le puede ayudar a perfeccionar la técnica y la táctica con sabios consejos, pero no puede decirle que en este deporte al balón se le golpea con el pie,  puesto que ese detalle tuvo que aprenderlo mucho tiempo atrás.
Nadie viene a este mundo con conocimientos. ¿Ya no recuerdas cuánto te costó aprender a montar en bicicleta o a conducir un coche? La primera vez que freí un huevo frito se me cayó de la sartén. Bueno, realmente ni siquiera logré encestarlo. Fue directamente a parar a la vitrocerámica. El segundo estaba tan duro que era incomestible. El tercero llevaba un trozo de cáscara de regalo. Hoy, sin ser ni mucho menos un experto, me salen bastante bien. ¿Qué nos pasa cuando vemos por primera vez el mando del nuevo televisor? ¡Casi nos da miedo, vaya a mordernos! Pero, ¿cuántas personas mayores no sabían ni siquiera encender un ordenador, y al poco tiempo de empezar un curso estaban navegando por Internet?

Nuestra capacidad de crecimiento
Ten esta idea muy clara: todos nosotros, absolutamente todos, fuimos creados con la capacidad de seguir aprendiendo y creciendo durante toda nuestra vida. Por eso uno de nuestros lemas debería ser: “nunca dejemos de aprender, hasta el día de nuestra muerte”. Unos de una manera y otros de otra. Unos más y otros menos. Los mismos estudios realizados han demostrado que el cerebro mantiene su capacidad de aprendizaje durante toda la vida. Esa capacidad, potenciada por el Espíritu Santo, está ahí, esperando a ser usada. El problema radica en que, en demasiadas ocasiones, se nos quiere enseñar pero hacemos poco por aprender. Jesús nos dijo que fuéramos niños en el corazón, pero esto no significa ser infantes en sabiduría.
El discípulo deja de serlo cuando permite que la enfermedad del conformismo y la apatía anide en su alma. Como alguien dijo: “Lo peor de la ignorancia es que a medida que se prolonga, adquiere confianza”. También podríamos citar las palabras del poeta romano Décimo Junio Juvenal (60-129 d.C): Todos quieren poseer conocimientos, pero pocos están dispuestos a pagar su precio”.
¿Qué mueve a un cristiano? Por un lado, el deseo de conocer más y más al Dios que le ha salvado. Y por otro, el hecho de comprobar que verdaderamente la Palabra está VIVA. ¿Por qué te tomas un jarabe que sabe a rayos cuando te duele la garganta? ¿Será que disfrutas del sabor? ¿O que deseas dejar de toser? ¿Por qué un enfermo de cáncer se somete a la quimioterapia? ¿Será que anhela esos momentos en que estará mareado, tendrá arcadas y vomitará incontrolablemente? ¿O más bien lo soporta todo porque desea sanarse? Todo lo hacemos por los beneficios personales que conlleva a posteriori el esfuerzo. Si lo hacemos con estas cuestiones, ¿por qué no con la Biblia?
Cuando un ser humano está enamorado de su pareja, quiere saberlo todo de ella: desde sus pensamientos más profundos, sus sueños, alegrías, tristezas, miedos y traumas, hasta sus anhelos y gustos personales. En definitiva, todo. Por eso, personalmente me cuesta muchísimo entender cómo una persona que ama a Dios no se esfuerza por conocerlo y ser su discípulo. Como dijo Agustín de Hipona: “A Jesucristo es imposible conocerle y no amarle, amarle y no seguirle”.
En una ocasión, una maestra especializada se ofreció a impartir clases gratuitas a un grupo de creyentes que no sabían leer ni escribir (porque las circunstancias de sus vidas se lo habían impedido): nadie asistió.

El verdadero cristianismo del discípulo vs Cristianismo ligth
Observando toda esta realidad, no me extraña en absoluto la experiencia que me narró un hermano que no era “famoso”: tras publicar su libro, lo expuso para su venta en una congregación de más de mil personas. Nadie se acercó al stand ni para mirarlo –a diferencia de los libros sobre prosperidad y éxito que venden millones-. Sin embargo, la mesa contigua, que vendía cd´s con carátulas llamativas y música “pegadiza”, estaba desbordada de personas.
El verdadero discípulo se distingue con facilidad del que no lo es: a uno le encanta hablar de Dios y al otro no; a uno le fascina descubrir nuevas verdades en la Biblia y al otro le es indiferente; uno escudriña la Palabra cuando no entiende algo mientras que el otro apenas ha leído desde que se “convirtió”; uno siempre anhela saber más y le encanta preguntar lo que no sabe mientras al otro no le importa mucho. El resultado es que uno crece en la gracia y el conocimiento de Jesucristo y el otro no (cf. 2 P. 3:18). Luego están los que viven del recuerdo y de lo que aprendieron en sus primeros años de creyentes: “Yo leía... yo hacía... yo (tiempo pasado)”. En el presente, si les preguntamos qué libro o que parte de la Biblia están leyendo fruncirían media cara. Eso es habitar en medio del Ártico como un oso polar.
Hace varios años, escuché a un veinteañero hablando con otros chicos de su edad. Se sentía cargado y confuso cuando les preguntó cómo podía saber que Dios lo perdonaba cuando pecaba y pedía perdón. Me quedé callado para oír qué decían. Ninguna respuesta concretaba nada. No tenían una fe conceptual. Todo se limitaba a pensamientos propios y humanos. Al final tuve que intervenir y citar varios versículos, comenzando por el que hubiera hecho innecesaria aquella conversación: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Jn. 1:9). Todo quedó claro para aquel joven. ¿Es que yo era más listo que ellos? Ni mucho menos. ¡Hay tantas cosas que yo no sé! Pero, en este caso, simplemente me había esforzado en asimilar conceptos básicos de la Palabra de Dios.
Ninguno de los que participaron en aquella conversación eran creyentes de pocos días, sino de años. El autor de la carta a los hebreos les habla a esta clase de personas: “Al cabo de tanto tiempo, ustedes ya deberían ser maestros; en cambio, necesitan que se les expliquen de nuevo las cosas más sencillas de las enseñanzas de Dios. Han vuelto a ser tan débiles que, en vez de comida sólida, tienen que tomar leche. Y los que se alimentan de leche son como niños de pecho, incapaces de juzgar rectamente. La comida sólida es para los adultos, para los que ya saben juzgar, porque están acostumbrados a distinguir entre lo bueno y lo malo” (He. 5:12-14, ´DHH`). Eran creyentes a los que aún había que explicarles una y otra vez lo más básico, junto a las doctrinas fundamentales del cristianismo. No habían dado el paso a discípulos. Adultos en edad, pero niños en madurez espiritual.
Hoy en día, a pesar de que tenemos versiones de la Biblia de todos los colores, tamaños y formatos, sigue aconteciendo de la misma manera. Por eso, cuando viene alguien con nuevas “experiencias, revelaciones e interpretaciones” de la Escritura, los ingenuos las aceptan sin más. De ahí que observemos a Pablo humanamente cansado, como diciendo: “Llevamos mucho tiempo explicando lo mismo. Habéis sido como niños, y como tales, os hemos dado leche. Pero ya no tenéis edad de ser niños. Es hora de tomar alimento sólido de la Palabra de Dios. Lo básico ya tendría que ser sencillo para vosotros. Deberíais ser maestros para poder explicarles a otros recién nacidos el significado de quien es Cristo y toda la obra que llevó a cabo. Sin embargo, todavía tenemos que estar pendientes de vosotros, de vuestra inmadurez, de que vuestra fe no decaiga, porque incluso os cuesta distinguir el bien del mal”. Se está desahogando mostrando su sentir pero a la vez esperanzado al decirles: “Por lo tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección” (He. 6:1).
¿Qué nos dijo Pablo? ¿Qué te sigue diciendo en el presente?: "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Ro. 12:2).

La raíz del problema
Si esta es tu situación concreta, ahora sabes cuál es la raíz del problema. Ahora puedes revertir todo esto. La solución es clara: hacer lo que no hacías; ser un discípulo que se esfuerza por conocer la Palabra de Dios y la pone por obra en su vida. ¿Recuerdas lo que implicaba ser discípulo? PENSAMIENTO + ESFUERZO. Y eso requiere disciplina. Pregunta lo que no entiendas. Pide consejo y que te recomienden buenos libros. Renueva tu comunión con Dios, que sea fresca y no monótona. Es tu Padre y tu mejor amigo. Haz que tu mente se llene de su Palabra y tu corazón se apropie de ella: He aquí, el sembrador salió a sembrar; y al sembrar [...] (una) parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno [...] Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno” (Mr. 4:8, 20).


* Seguimos aquí: “Buscaste la plenitud y el sentido a la vida por medio de las relaciones románticas, los placeres y el materialismo” http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/08/3-buscaste-la-plenitud-y-el-sentido-la.html


[1] Moody, D. L. Anécdotas e ilustraciones.