lunes, 16 de diciembre de 2019

Es insoportable. Mirar a través del portal y ver las personas que podrías haber sido, y que de todas las opciones, esta sea en la que te has convertido

El valor educativo de la obra que voy a exponer no tiene precio. Nos incita a mirarnos a nosotros mismos en el presente y en el futuro. Es una manera de darnos cuenta de lo que tenemos que cambiar de nosotros mismos, de rectificar los errores si ya se han llevado a cabo o de anticiparnos y no ser cometidos.

Junto a su aliado Japón, la Alemania nazi ganó la 2ª Guerra Mundial. Lograron fabricar la bomba atómica antes que los Estados Unidos y la lanzaron sobre Washington, destruyéndola por completo. Tras esto y el asesinato del presidente norteamericano Roosevelt, al general Patton no le quedó más remedio que firmar la rendición. Berlín, donde gobierna el mismísimo Adolf Hitler, se convirtió en la nueva capital del mundo y del Tercer Reich. La zona del pacífico del continente americano quedó en manos de los japoneses y el resto en la de los nazis, salvo una pequeña zona neutral en las Montañas Rocosas que separaba ambos imperios y donde huían, se exiliaban y malvivían todos aquellos que no querían formar parte de este nuevo orden mundial.


Casi veinte años después del final de la guerra, y aunque existen grupos de rebeldes y una resistencia organizada, la superioridad de la maquinaria militar de las grandes superpotencias hace inviable la posibilidad de victoria. Salvo hechos puntuales, la ideología nazi se ha impuesto en todas partes: eugenesia (eutanasia para todo el que tenga una enfermedad diagnosticada y sin cura), reinvención de la historia pasada, destrucción de toda forma de cultura anterior al Reich, exterminio casi completo de los judíos, esclavitud de la raza negra, experimentación con sujetos humanos, etc. Pero un hecho, aparentemente inverosímil, comienza a afectar la vida de los protagonistas: comienzan a aparecer una serie de cintas en celuloide que muestran imágenes donde los Aliados ganaron la guerra. Muchos las consideran falsas, pero son tan reales que plantean la duda de cómo algo así es posible.
Ya quisiera yo, pero nada de lo escrito en los dos párrafos anteriores ha salido de mi imaginación. Y, por supuesto, gracias a Dios, nada de esto aconteció. De lo contrario, este mundo sería irreconocible, terrible y angustioso. Nosotros mismos seríamos personas muy diferentes. ¿Entonces qué es? Es el argumento principal de una ucronía[1], la excelente serie “El hombre en el castillo” (The Man in the High Castle) que hace pocos meses llegó a su conclusión. Dicha obra está basada en la novela homónima del célebre Philip K. Dick, galardonada con el premio Hugo a la mejor novela en 1963. Dicho escritor  sacó a la luz otras obras tan conocidas como “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, que décadas después se convirtió en la película “Blade Runner”.

La tragedia de un buen hombre que tomó las decisiones incorrectas
(John Smit, caracterizado como nazi y genialmente interpretado por el actor Rufus Sewell)
Aunque la serie nos cuenta las vivencias de múltiples personajes y las circunstancias que viven en una sociedad completamente diferente a la que conocemos, me quiero centrar en uno solo de ellos: John Smith. 
A los ejércitos derrotados, desde los más altos generales hasta los soldados rasos, se les ofreció dos alternativas: la muerte o pasar a formar parte del Reich. Uno de estos, el citado Smith, un buen hombre y soldado americano, por el deseo de proteger a su esposa y a su hijo recién nacido, aceptó llevar el brazalete con la esvástica. Dada la lealtad que demostró, poco a poco fue ascendiendo hasta alcanzar en Nueva York el puesto de Obergruppenführer, el segundo rango militar de más alta jerarquía de las SS del partido nazi. Una de las misiones que le encargan es el de encontrar, confiscar y destruir todas las cintas que muestran esos otros “pasados” y “futuros”. Él mismo las contempla y se queda anonadado. La trama avanza hasta que los científicos nazis descubren que existen múltiples universos donde la historia de la humanidad transcurre de maneras distintas. De ahí el origen de las cintas con un contenido completamente diferente. ¿Qué plan idean los nazis? En su maquiavélica mente, crean un portal para poder pasar de su universo a otro –en donde los aliados, efectivamente, ganaron la guerra mundial- y así poder conquistarlo y expandir sus dominios.
John Smith ya no era el soldado americano admirado y querido por sus compatriotas. Se había convertido en un ser frío e implacable, un fiel reflejo de la crueldad del nazismo. Pero a partir de un punto en concreto sus sentimientos comienzan a abrirse paso: puesto que las normas del Reich eran que todo enfermo debía entregarse voluntariamente para aplicársele la eutanasia, su propio hijo adolescente, plenamente convencido de que debía hacerlo –ya que así había sido educado- llama a las autoridades para que vengan a por él[2]. El dolor de sus padres, que querían evitar tan tétrico final, es desgarrador. Tras la muerte de su primogénito, John descubre que en el universo alternativo, la otra versión de su hijo vive y es feliz. Así que cruza el portal y acude a verlo. La alegría que experimenta es inenarrable. Lo abraza. Lo besa. Le dice que le quiere, que no volverá a perderlo y derrama lágrimas de alegría, aunque no le revela de dónde procede.
Tras su retorno a su propio mundo, acude a Berlín y, en un golpe maestro y secretamente apoyado por otros militares, acaba asesinando a la cúpula del Reich. El acuerdo era que, a partir de entonces, él gobernaría de forma independiente los Estados Unidos. Lo que todos creímos al ver la nueva situación es que John, el John que mostró su lado más humano tras ver a su hijo, es que iba a eliminar la ideología de esa terrible sociedad, a comenzar de cero y a crear una nueva de justicia y libertad para todos. Pero no es así: la aviación, ahora bajo su mando, iba a bombardear San Francisco hasta exterminar toda rebelión. A su vez, toda persona que no fuera de pura raza aria iba a ser conducido a un campo de concentración para ser gaseado. Millones iban a morir. Era la solución final llevada hasta las últimas consecuencias.
Aunque podemos apreciar que le carcome por dentro, que se siente profundamente turbado y que su conciencia le está matando, da la orden de atacar. Su esposa, que había descubierto poco antes toda la verdad sobre los otros universos, le dice a su esposo con súplica y desesperación: “He visto los planes John. Los planes para los campos. ¿Cómo hemos llegado a esto? Tú y yo, en qué nos hemos convertido. Todo esto en lo que hemos tomado parte, es un crimen”, a lo que él responde “lo sé”, a lo que ella replica “tiene que parar”, para terminar John diciendo “no sé cómo”. Sus propias palabras, tal y como las dice, demuestran su propio dolor y tragedia, junto a la  incapacidad para revertir la situación y sus acciones pasadas.
En ese instante, el tren en el que viaja descarrila a causa de los explosivos que habían colocado en los pilares de la vía un grupo liderado por Juliana Craine, otra de las protagonistas principales de la serie. La esposa de John fallece en el acto. Él, protegido por los pocos supervivientes, sale corriendo hacia el bosque, mientras que Juliana le persigue. Cuando lo encuentra sentado en un precipicio con la mirada completamente perdida, no hace ademán de defenderse. Solo le dice estas palabras, con las cuales se refiere a sí mismo: Otros mundos, otras vidas... Es insoportable. Mirar a través del portal y ver las personas que podrías haber sido, y que de todas las opciones, esta sea en la que te has convertido”. Tras pronunciarlas, se pega un tiro.

Múltiples caminos & Múltiples opciones
El que antes y durante la guerra fue un soldado que luchó por su patria y sus conciudadanos, que defendió el bien supremo, que era un buen hombre, un esposo amante y recientemente padre, un amigo fiel, por una decisión errada, y luego por la suma de muchas, se convirtió en la peor versión de sí mismo. Al darse cuenta de esto, de que “otros” John Smith de otros universos tomaron opciones mucho mejores, de que ya no podía hacer nada para cambiar ni para remediar el mal que había causado, se suicidó. En esos instantes, sentimos su dolor, su agonía, su “perdí mi vida”, “eché a perder a mi familia”, “destrocé el corazón de millones de personas”, “traicioné a mis amigos”. Odiaba y despreciaba al ser en el que se había convertido. Aquel que vimos como un monstruo abominable, mostró su alma que había enterrado en un foso oscuro, despertando en nosotros la compasión en sus últimos instantes de vida.
Es aquí donde tenemos muchísimo que aprender. Una lección de VIDA, en mayúsculas: las pequeñas y grandes decisiones que tomamos cada día, marcan nuestra vida, quiénes somos, forjando nuestro carácter. Cuando los múltiples caminos de la vida se abren ante ti, minuto a minuto, día a día, eres tú el que transita uno u otro basándote en decisiones concretas. Al igual que nadie engorda veinte kilos en un día...

- Nadie que sea un verdadero cristiano deja de orar y de reflexionar sobre la Palabra de Dios tras una mala noche. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie que sea un creyente genuino se “enfría” en unas semanas. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie que lea la Biblia decide dejar de hacerlo en un arrebato matutino. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie comienza un noviazgo en yugo desigual sin motivos. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie comienza a ser emocionalmente infiel a su cónyuge en un segundo de debilidad. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie se convierte en un mentiroso compulsivo de la noche a la mañana. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie se vuelve adicto a la pornografía o a cualquier otra inmoralidad sexual en un día. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie se engancha a leer novelas y a ver programas televisivos que son pura bazofia y que corrompen y atentan contra la ética y la moral por una tarde lluviosa que se quedó en casa. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie comienza a vestirse deshinibidamente y a exhibirse “sensual” en las redes sociales de un instante a otro. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie se enfrasca en una relación adultera porque sí. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie se vuelve un malhablado ni comienza a usar un lenguaje soez de nochevieja a año nuevo. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie se vuelve un consumidor habitual de “alcohol de fin de semana” porque una noche se le vaya la mano. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

- Nadie se vuelve un individuo iracundo, déspota, desagradable, superficial, hedonista, egocéntrico, antipático o rencoroso porque tenga un mal día. Es un proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón.

Nadie, cuando era niño, pensó que algún día sería así o cometería alguna de estas acciones. Ese niño odiaría a ese adulto. Por eso, si conoces a alguien que encaje en alguno de los puntos citados, incluso si te reconoces a ti mismo, ya sabes que lo que es hoy como ser humano es simplemente el resultado y el fin de un camino que ha transitado poco a poco hasta que ha llegado a su destino. Y ahora es como es. Incluso en el caso de que diga sentirse bien siendo así (o digas sentirte si es tu caso), estará demostrando una vez más que “engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso” (Jer. 17:9).
Con todo esto, podemos comprender perfectamente ese texto de Cantares que dice que las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas” (Cnt. 2:15). Todo lo que dejamos entrar en nosotros, sumado a las decisiones que tomamos en nuestra mente, en nuestro corazón y en nuestras acciones, por pequeñas que sean, son las que marcan nuestro carácter. Más temprano que tarde, terminan por dar su fruto y se manifiesta externamente lo que previamente se había cultivado en el corazón. Si son obras ajenas a la voluntad de Dios, así quedará sellado en nuestra forma de ser.
John Smith es un ejemplo de lo que le pasa a una persona que se deja llevar por la masa social, por los deseos egoístas y por lo peor que anida en el corazón del ser humano. Y este es un caso ficticio, pero la vida real está llena de millones de individuos que no son nazis ni mucho menos, pero que se mueven al son de sus instintos y no de las leyes establecidas por Dios.

¿Hay solución? & ¿Cómo estás cuidando tu viña?
El señor Smith, completamente roto al verse a sí mismo ante el espejo de su alma, acabó con su vida. No es fácil conocer a alguien que sepa reconocerte abiertamente que sabe de la negrura que habita en él. Que recuerde ahora mismo, solo conozco a dos personas, y una de ellas soy yo, y no por ello me pongo ni una sola medalla. No entiendo el miedo a hablar con sinceridad de uno mismo. Quizá crean que hacerlo es “tirarse piedras sobre uno mismo”, “centrarse en lo negativo” o “ser negativo y destruir la propia autoestima”. ¡Nada más alejado de la realidad! Aceptar la realidad de nuestros errores PONE EL FOCO DE ATENCIÓN en la gracia de Dios y en el valor intrínseco de la muerte de Cristo en la cruz. Como dijo en una predicación mi amigo Salvador Menéndez (“Salva”): “Debemos ver la cruz como la elección más radical y el acto más violento de Dios contra el pecado. La cruz es más violenta que el diluvio. Millones de litros de agua no bastaron para limpiar el pecado del corazón del hombre; sí sirvió, en cambio, para raer de la tierra al 99% de la población mundial. Los pocos litros de sangre que almacenaba el cuerpo de Cristo, al encontrar salida por los orificios de sus heridas, fueron más contundentes. Quita el pecado del mundo. Lo aparta. Lo aniquila. Lo extirpa. Lo ejecuta. El pecador resulta ileso en el salpicar de sangre de la gracia. No somos apartados. No somos aniquilados. No somos extirpados. No somos ejecutados. Somos invitados a la oportunidad suprema del cambio. El diluvio destruyó el mundo antiguo; la cruz reconstruye continuamente el mundo del presente”.
Así que les escribo a aquellos que quieren cambiar en este año nuevo que está a punto de comenzar: todo lo andado, incluso lo andando por la senda errada, se puede desandar. El que anda viviendo en lascivia, en fornicación o en inmoralidad sexual, puede romper con ello. El que bebe de más cada vez que surge la ocasión, puede romper con ello. El que está rodeado de amigos que le incitan a vivir en pecado, puede romper con ello. El que está en medio de un noviazgo con un inconverso, puede romper con ello. El que usa un lenguaje vulgar, puede romper con ello. Y así con todo. Eso es el “arrepentimiento” (del griego metanoia), que “significa no solo un cambio interior de manera de ser, sino un giro completo en nuestra vida, un cambio de dirección que implica por una parte la necesidad de la ayuda de Dios y por la otra la conducta ética del hombre”[3].
Ese era y es el mensaje que predicaban los apóstoles: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado” (Hch. 3:19-20).
Lo vuelvo a repetir: todo consiste en DESANDAR el camino y tomar un nuevo  rumbo: el de Dios, cuidando que no entren esas “zorras en el viñedo de tu mente y de tu corazón”, echándolas a escopetazos.
Es así como el impuro se vuelve volver puro. El infiel volverse fiel. El deslenguado puede santificar su lenguaje. El desagradable se puede volver agradable. El que tiene amistades que no le conviene puede buscar las que sí. El que consume productos televisivos y digitales llenos de sandeces los elimina de su vida y llena su mente con buenos libros. El amargado se pude volver alegre. El adicto puede ser libre. Y así con todo.
Que haya personas que se aparten de Cristo o no quieran saber nada de Él, y que digan para explicar su decisión que “he cambiado mucho”, “soy como soy”, “yo soy así y si no te gusta aléjate de mí”, son meras excusas baratas y conformistas, de gran pereza intelectual.

Conclusión
La mejor versión de ti mismo no tiene nada que ver con lograr un buen trabajo, acabar una carrera universitaria o alcanzar algún sueño en particular, como puede ser algo material, un gran amor sentimental o un viaje a un destino exótico. Todo eso son acciones externas y logros perecederos. Así que las preguntas que tienes que hacerte son claras: si mirases en un portal de otros mundos y observaras distintas versiones de ti mismo, ¿te sentirías orgulloso de quién eres ahora? ¿No te gustaría ser “lo mejor de lo mejor” que puedes ser? ¿O por el contrario te seguirás traicionando a ti mismo, negándote tu mejor versión que concuerda con lo que Dios quiere que seas?
Para terminar, y siendo este el párrafo culmen de todo el escrito, hago énfasis en el ELEMENTO CLAVE, una verdad bíblica irrefutable y que muchos “cristianos” no terminan de entender: el cambio del que hablo, el que conduce a una vida interna y externa apegada al corazón de Dios, no se puede lograr por el mero esfuerzo humano. Esa es la manera en la que los religiosos tratan de cambiar, fracasando. Por eso muchos se sienten frustrados: se dan cuenta de que quieren pero no pueden, así que llegan a la conclusión que para qué esforzarse. Olvidan que el verdadero amor, el verdadero gozo, la verdadera paz, la verdadera paciencia, la verdadera benignidad, la verdadera bondad, la verdadera fe, la verdadera mansedumbre y la verdadera templanza, no es el fruto del hombre, sino del Espíritu (Gá. 5:22-23). Por lo tanto, únicamente estando en comunión con Dios –especialmente por medio de la oración y de la sujeción a su voluntad- es como podremos cambiar y ser quiénes debemos ser.
Comienza un nuevo año. El 2020 a la vuelta de la esquina. Tic tac. Tic tac. Comienza una nueva oportunidad. Un nuevo amanecer se presenta en tu interior. ¿Qué harás? ¿Qué sacarás de tu vida que está dándole un paisaje desolador a tu viñedo? ¿Harás a la inversa ese proceso paulatino basado en previas y pequeñas concesiones en la mente y en el corazón? ¿Tomarás el control de tus pensamientos? ¿Tomarás el control de tus sentimientos? ¿Tomarás el control de tus acciones? ¿Te guiarás exclusivamente por los designios de Dios o por los tuyos propios? ¿Dejarás, por fin, que Él haga Su obra en ti?

Reflexiona profundamente, POR FAVOR.



[1] La ucronía es un género literario que también podría denominarse novela histórica alternativa y que se caracteriza porque la trama transcurre en un mundo desarrollado a partir de un punto en el pasado en el que algún acontecimiento sucedió de forma diferente a como ocurrió en realidad (https://es.wikipedia.org/wiki/Ucron%C3%ADa).
[2] De igual manera, cuando miles de jóvenes y niños catalanes se hagan adultos y descubran que fueron engañados y manipulados por sus padres y profesores al inculcarles el nacionalismo más rancio y el odio a su propio país, veremos las consecuencias.

lunes, 2 de diciembre de 2019

¿Cuáles son los valores que te entusiasman, los de las personas famosas y "exitosas" o los de Cristo?



En la imagen, Katy Perry y Miley Cyrus como ellas se muestran: sensuales y exóticas. En la parodía del autor, la forma en que una persona normal las ve objetivamente: ridículas. Y, como ellas, cientos de famosos que si los despojamos de esa “aura” que nos han vendido, no son dignos de imitar, ni sus vidas ni sus valores.

Venimos de aquí: El peligro y las consecuencias de admirar a los famosos que “triunfan” en la vida (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2018/07/7-el-peligro-y-las-consecuencias-de.html).

Quedó patente en la primera parte que los famosos no suelen ser un buen ejemplo para nadie, y mucho menos para los jóvenes. Muchos podrán decir que también hacen obras sociales o tienen valores positivos. Y habría que decir que sí: aportan dinero, muestran el deseo de superación, la constancia en el esfuerzo y el empeño en seguir adelante a pesar del dolor, etc. Todo eso puede ser motivacional en algún momento determinado. Pero, a pesar de ello, no se puede cometer el grave error de separar a la persona en dos “entidades” diferentes: por un lado, su talento y, por otro, su ética. Si su moral choca frontalmente con los valores cristianos, sus habilidades musicales, deportivas o de cualquier otro tipo no tienen utilidad alguna.

Con dones pero con vidas inmorales
No se puede poner de ejemplo a personas que tienen “dones” pero viven bajo principios que atentan contra la voluntad y los mandamientos de Dios.
Esta historia que narra Charles Swindoll viene como anillo al dedo y refleja la doble moral de muchos que no son dignas de imitar, ya sean famosos o no: “Un hombre y una mujer que se detuvieron en un restaurante para comer algo. Compraron dos almuerzos a base de pollo y se fueron a comer a un parque. Pero, cuando abrieron la bolsa se encontraron con mucho más que pollo. ¡La bolsa estaba llena de fajos de billetes!
Como era una persona honesta, el hombre regresó al restaurante y devolvió el dinero. El gerente estaba maravillado mientras explicaba lo que había sucedido. Había estado trabajando en la parte trasera del restaurante y había colocado todo el dinero de las ventas del día en una de las bolsas utilizadas para llevar comida rápida. Luego puso la bolsa a un lado, lista para llevarla al banco. Cuando la empleada que trabajaba en el mostrador les entregó el pedido, tomó accidentalmente la bolsa equivocada.
El administrador estaba tan impresionado con la honestidad de este hombre que dijo:
- Voy a llamar al periódico local para que vengan y les tomen una foto a los dos. La gente necesita saber que todavía hay personas honestas como ustedes.
- No, no lo haga –respondió el hombre. Tomó del brazo al administrador del restaurante, lo llevó a un lado y le susurró al oído: Soy casado... y la mujer que me acompaña no es mi esposa[1].

Los malos valores transmitidos de generación en generación
Las ideas y valores que citamos en el artículo anterior se inculcan desde pequeños y luego se transmiten de padres a hijos. ¿El resultado? Convierte a cada nueva generación en superficial, simple y consumista, a la vez que más embobada por la televisión, las redes sociales y multitud de entretenimientos.
Por todo esto es tan habitual ver a individuos que logran objetivos llamativos y se vuelven soberbios y prepotentes ante el resto por no tener el nivel que ellos poseen. Me haría falta diez páginas para hablar de todos aquellos que he conocido a lo largo de mi vida que eran humildes cuando eran empleados normales y cómo se les subió a la cabeza el cargo cuando fueron ascendidos, convirtiéndose en auténticos déspotas que disfrutan burlándose de los demás.
Todo lo que hemos visto, como bien definió Salomón, es “vanidad de vanidades” (Ec. 1:2). Ninguna de las cuestiones citadas servirán para algo ni tendrán fruto alguno en la otra vida, puesto que en esta estamos de paso: “Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano” (Ec. 5:15). Muchos se esfuerzan en construir en este mundo su propio reino, cuando éste tiene fecha de caducidad y está destinado a perecer. Por eso el Señor dijo que su reino no es de este mundo (cf. Jn. 18:36).

Los contravalores de Jesús: todo cobra sentido
Los valores de esta sociedad chocaron y chocan frontalmente con los de Dios. Puede que hasta el día de hoy hayas admirado a las personas equivocadas como si fueran ídolos de los que no te has guardado (cf. 1 Jn. 5:21), y tengas que meditar profundamente al respecto para deshacerte de toda la influencia que inconscientemente han ejercido sobre ti: “Amado, no imites lo malo, sino lo bueno” (3 Jn. 11).
Recordemos que la idolatría es todo aquello que se pone por delante de Dios: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. !!Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Stg. 4:1-4).
Jesús es el verdadero famoso al que debemos seguir e imitar: “Pues para esto fuisteis llamados [...] dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas [...] Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (1 P. 2:21; Jn. 13:15). Sus valores deben ser nuestros valores. Sus principios deben ser nuestros principios. Sus pensamientos reflejados en Su Palabra deben ser nuestros pensamientos. Sus afirmaciones sobre la eternidad son las que debemos asimilar y vivir en consecuencia conforme a ellas.
En Él hallamos todo lo que el ser humano busca de otras maneras e incompletas:

- Sentido de pertenencia: como parte de los redimidos.
- El ejemplo a imitar: Cristo.
- La aceptación: comprendemos y sentimos cuál es nuestro verdadero valor al hacer las paces con Dios tras recibir su perdón por el sacrificio expiatorio en la cruz.
- El sentido de trascendencia: nuestra existencia cobra sentido, comprendemos nuestra propia inmortalidad y nuestro lugar dentro de la eternidad.

Seamos tajantes
Para que esta sociedad decadente te ame en el presente y te recuerde como alguien grande tras tu partida de este mundo, basta con que adoptes su forma de pensar, de sentir y de actuar. Hemos visto la manera en que la inmensa mayoría lo lleva a cabo. Lo único que hacen es “correr tras el viento” (Ec. 1:14). Todos ellos olvidan que si respiran cada segundo de sus vidas es porque su Hacedor así lo permite –y hasta que lo permita, ni un segundo más ni un segundo menos- y es a Él a quien deberían servir, en lugar de fabricarse modernos becerros de oro.
Para que no caigamos en la trampa que hay a nuestro alrededor, recordemos las palabras de Juan: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2:15-17).
La verdadera trascendencia es hacer la voluntad de Dios en la Tierra, seas valorado por ello o no, para que, cuando llegue el momento de estar en su presencia, te diga: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mt. 25:21). El reconocimiento del mundo no sirve absolutamente de nada –incluso es un severa señal de alarma- si en el momento de la verdad Dios te dice: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt. 25:41).
¿Preferimos que nuestro nombre destaque y sea famoso entre los seres humanos que triunfan con sus propios valores ante los ojos humanos pero están alejados de Dios, o que esté escrito en el Libro de la vida aunque este mundo nos aborrezca? (cf. Ap. 21:17; Jn. 15:18).


[1] Swindoll, Charles. José. Mundo Hispano. Pág. 126-127.