jueves, 3 de julio de 2014

¿Está prohibido confrontar a la Iglesia?



“Si dedicases todo tu talento, esfuerzo y ganas en producir vida y no en confrontar la iglesia serías una bomba”. Este es el comentario que una persona me envió hace unos días al blog sobre el artículo que le dediqué a mi segundo libro: “Mentiras que creemos” (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/06/mentiras-que-creemos.html). El mensaje no ha aparecido publicado ya que prefiero responderlo ampliamente. No lo hago porque lo necesite, ya que no me desanima la crítica negativa, como tampoco se me sube a la cabeza la positiva; las agradezco, acepto ambas y aprendo de ellas. Si defiendo mi cometido es para animar a todos aquellos que llevan a cabo la misma labor que yo, puesto que muchos se sienten desalentados (incluso intimidados) ante este tipo de “consejos/exhortaciones/sentencias absolutas/deseos de terceras personas”.
Al igual que la chica que me escribió a favor del aborto (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/10/respuesta-un-anonimo-favor-del-aborto.html), esta escueta frase ha sido enviada de forma anónima. ¿Por qué el anonimato? Es algo que no entiendo. Ni siquiera mi blog es anónimo y es totalmente público. ¿Tan difícil resulta identificarse y decir el nombre y apellido? Así que, querido comentarista, como no sé si eres hombre o mujer, usaré el género neutro.  
Sin más preámbulos, comencemos. Como siempre digo, me encanta escuchar las opiniones de otras personas porque me enriquecen, aun cuando sean contrarias a las mías. Que me digan: “He leído todo lo que dices y no estoy de acuerdo porque...”, sí me vale; lo demás, no. Su frase va directa a la yugular sin exponer ningún argumento. Por lo tanto, es solemne pero pobre. Muestra el final de la película, la conclusión del libro, sin desarrollar nada. Doy por hecho que usted no ha leído ninguno de mis libros porque tampoco señala las razones bíblicas por las que puede creer que estoy errado. Y lo que es peor, parte de dos premisas completamente equivocadas:

-Premisa Nº 1: “No debería dedicarme a confrontar a la iglesia”. Y yo pregunto: ¿Por qué no debería hacerlo? ¿Solo está prohibido para mí o para todo el mundo? ¿Está prohibido confrontar los errores? Impedir que se cuestionara a la Iglesia dio lugar a una de las épocas más oscuras de la historia de la cristiandad en la época medieval. Las consecuencias fueron funestas. Y hoy en día, aunque no se quema a nadie por disentir, existe otro tipo de Inquisición sobre aquellos que ponen las Escrituras por encima de todo: se les manda callar y se les arrincona todo lo posible.  
Todo cristiano auténtico debe creer en: el pecado original, la salvación por gracia, la Trinidad, la divinidad de Cristo, su encarnación, que fue concebido por el Espíritu Santo de María virgen, su muerte expiatoria en la cruz que canceló de una vez y para siempre nuestra deuda con el Padre, su resurrección corporal de entre los muertos y posterior ascenso a los cielos, y la segunda venida para establecer su Reino por la eternidad. Son las verdades del cristianismo y, como tales, son las que creo.
El problema es que, aunque el verdadero cristiano cree estas verdades, muchos han aceptado mentiras, doctrinas falsas, herejías y malas praxis eclesiales, sin ser conscientes de ellas, que están siendo expandidas por medio de predicaciones, literatura, vídeos y audios. ¿Qué hago ante tal panorama? ¿Me quedo solo con lo bueno y miro para otro lado con lo malo? ¿Me callo? Sería sumamente culpable si guardara silencio. Por eso no lo hago y nunca lo haré. Es como si un médico decide no tratar el cáncer que está destrozando el estomago de un enfermo porque el preparador físico le ha dicho que su paciente tiene unos abdominales perfectos. ¡Absurdo!
¿Acaso la Iglesia es infalible por el hecho de ser Iglesia? La Iglesia está formada por las personas que han sido redimidos por Cristo. Pero, como seres humanos que somos, seguimos siendo falibles. Y ahí, por supuesto, me incluyo. El error, sea el que sea, hay que encararlo de frente.
Confrontar no es atacar. La definición según la RAE es: “Comparar una cosa con otra, y especialmente escritos: confrontar el original con la copia”[1]. Es lo que hace en la actualidad cualquier cristiano que sea consciente de la importancia que este asunto posee: comparar el “original” (la Biblia) con la “copia” (las ideas erradas que otros enseñan). En mi caso, entiendo que es la manera de sacar la mentira a la luz y refutarla. Como señaló Salvador Menéndez en su crítica de mi primera obra: “Este libro debe verse como una defensa de la fe cristiana. Pertenece al ámbito de la ´apologética` (defender algo) y no de la ´epitesética` (atacar algo). Predicar la sana doctrina, enseñar la verdadera fe, nunca debería considerarse como un ataque. Si la enseñanza fiel de la Palabra de Dios resulta amenazante para el cristianismo, entonces eso debería bastarnos para entender como ciertos sectores, tristemente, han abrazado sin discriminación doctrinas extrañas y ajenas a la Biblia”.
El deseo que lleva implícito confrontar es el de corregir, tanto enseñanzas y prácticas erradas, como actitudes pecaminosas. Ni más ni menos. Y es lo que me esfuerzo en hacer con el mayor respeto posible, puesto que no es un derecho en exclusiva de los pastores o de algunos privilegiados, sino el deber de todo el cuerpo de Cristo: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría” (Col. 3:16). Por esa misma razón quiero que me confronten si soy yo el que se equivoca.
El “método” que empleo para ello lo imitó de Jesús mismo. Veamos cómo lo hacía Él con dos sencillos ejemplos: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio. [...] Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt. 5:21-22; 5:27-28). Primero sacaba a relucir los mandamientos de Dios tal y como fueron establecidos. Luego llevaba a sus oyentes a lo que ellos creían en sus propios pensamientos.  A continuación mostraba el error de esos pensamientos. Y, para terminar, ofrecía muy claramente la verdadera interpretación a los mandamientos de Dios. 
De igual manera, Dios confrontaba a Israel cada vez que se desviaba del camino. Natán confrontó al mismísimo rey David. Pablo confrontó a Pedro por consentir con los judaizantes. Pablo confrontó a los corintios por permitir el pecado en la congregación. Juan confrontó las falsas doctrinas para defender la Encarnación de Cristo. Jesús confrontó a diversos sectores del judaísmo una y otra vez. El Señor confrontó/confronta a las iglesias de Apocalipsis. Lutero y el resto de reformadores confrontaron a la institución católica. Martin Luther King confrontó el racismo y las desigualdades sociales. Los ejemplos son interminables. No me comparo ni mucho menos con ellos, pero los tomo como modelo a seguir.

-Premisa Nº2: “Debería dedicar todo lo que soy a producir vida”. Siguiendo la lógica de su frase, está claro que, para usted, “producir vida” no es precisamente “confrontar a la Iglesia”. ¿Cree que confrontar el error no es producir vida? ¿No dijo Jesús que conocer la verdad nos haría libres? (cf. Jn. 8:32). Lo que produce vida es la verdad en Cristo y de Cristo, no la mentira ni los errores. Él mismo señaló en una ocasión: “si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lc. 13:3) ¿Era un mensaje duro? Sin duda. ¿Era un mensaje de condenación y muerte? Ni mucho menos. ¡Era un mensaje de vida! Todo aquel que se arrepintiera y creyera en Él, tendría vida eterna (cf. Jn. 3:16-17).
Hay personas que se quieren quedar solo con los mensajes positivos y los aspectos “hermosos” del Evangelio: “Dios es bueno”, “Jesús te ama” y “Pedid y se os dará”. ¡Pero ay cuando alguien le desafía a escudriñar por sí mismo las Escrituras sin prejuicios!
Por otro lado, y como usted no lo define, me tomaré la libertad de ampliar el significado de lo que yo entiendo por “producir vida”: para mí es llevar a cabo la obra de Dios en la tierra. Según el Nuevo Testamento, esta obra puede ser (en plural y entre otras muchas):
- Predicar el evangelio (cf. Mr. 16:15).
- Ayudar a los pobres, visitar a los huérfanos, a las viudas y a los presos (cf. Gá. 2:10; Stg. 1:27; He. 13:3).
- Restaurar al hermano que ha caído (cf. Gá. 6:1).
- Alentar al de poco ánimo y sostener al débil (cf. 1 Ts. 5:14).
- Ayudar a otros hermanos en sus cargas, sean espirituales, físicas, emocionales o sentimentales (cf. Gá. 6:2).
- Servir con amor a los hermanos en la fe (cf. Gá. 6:10; He. 6:10).
- Dar en lugar de esperar recibir (cf. Hch. 20:35).
- Ser un pequeño pacificador allí donde haya conflictos (cf. Mt. 5:9).
- Usar los dones que Dios nos ha dado (cf. Ro. 12:6-8).
- Ser gentil y hospitalario (cf. Fil. 4:5; Ro. 12:13).
- Bendecir al que nos maldiga, no pagar mal por mal y amar al enemigo (cf. Ro. 12:14, 17; Mt. 5:44).
- Honrar a nuestros padres (cf. Ef. 6:2).
- Vivir en paz con todo el mundo, siempre y cuando sea posible (cf. Ro. 12:18).
- Orar por toda alma viviente, sean ateos, agnósticos o miembros de otras religiones (cf. 1 Ts. 5:17). 
- Ayudar económicamente en la medida de las posibilidades y según nos haya prosperado el Señor (cf. 1 Co. 16:2).
- Dar testimonio de tu fe, especialmente en las pruebas, y que el fruto del Espíritu sea real (cf. 1 P. 3:15).
Y todo se resume en amar a Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo (cf. Mt. 22:37-40).

¿Da usted por hecho que dedico todo mi talento (gracias por el piropo), esfuerzo y ganas en “confrontar a la Iglesia” (las mentiras que algunas enseñan), y que no llevo a cabo ninguna de estas otras obras en mi vida diaria fuera de las redes sociales? Creer que me limito a confrontar esos errores que se han infiltrado en la Iglesia es una visión muy subjetiva de la realidad; más concretamente, de mi realidad. Es no conocerme ni saber en qué maneras sirvo a Dios, por el simple hecho de que rehuyo los focos y no doy a conocer muchas cosas. Procuro que solo se enteren los beneficiados de mis acciones. Creo que es lo que más concuerda con las enseñanzas de Jesús.

Vayamos terminando. Si su consejo/crítica/deseo (no sé exactamente cómo considerarlo) viene motivado porque los dos libros que he publicado hasta ahora tratan temas parecidos, le diré que:
1)Para su tranquilidad, informarle que de esta temática me queda un libro más, quizá dos, pero que después tengo programado otros libros que, si Dios quiere, saldrán a la luz en el futuro y que no tienen nada que ver con herejías o errores eclesiales.
2)Como es imposible que publique en papel todo lo que escribo, decidí hacer un blog. Y así lo dije por primera vez en mi muro de facebook: “He creado un blog personal dada la celeridad que me da para escribir (mucha más que el tiempo que me llevará publicar nuevos libros), la libertad que me ofrece para tratar todo tipo de temas, y el hecho de que no todo el mundo tiene facebook. Así lo haré a partir de ahora en lugar de hacerlo en esta red social, aunque aquí pondré cada nuevo enlace para que sea público”.
Si se detiene brevemente en el mismo, verá que hablo de todo lo humano y lo divino, de todo lo relacionado con la vida y con la muerte, del aborto, de la homosexualidad, críticas a películas, recomendaciones de libros, citas a ONG´s, artículos de actualidad, palabras de aliento y consuelo, etc. ¡Si hasta tengo un reportaje sobre OVNIS! Y todo lo que me queda por escribir...

Con todo lo dicho, mi consejo (dicho con todo cariño y respeto), es que, antes de escribirle de forma anónima, breve y tajante a todos aquellos que piensan como yo, conózcalos y escuche atentamente sus argumentos. Parafraseando su propia frase: dedique su talento, esfuerzo y ganas en esto. Posiblemente se llevará una sorpresa, incluso puede que agradable, y aprenderá de ellos cosas que desconoce de la Biblia.

Concluyo con las palabras que me escribió un amigo pastor que también confronta los errores de la iglesia: “Confrontar el error con la verdad siempre produce conflicto, es inevitable, debemos contar con ello... pero un día, el de la redención final, acabará toda lucha y las cosas vendrán a ser de otra manera, un reino en el cual mora la justicia...”.


[1] http://www.wordreference.com/es/en/frames.aspx?es=confrontar