lunes, 28 de septiembre de 2020

De Karate Kid a Cobra Kai: ¿Te has perdido en la vida porque has tenido malos maestros? ¿Crees que las malas experiencias te han destrozado?

 


De la generación del VHS del 70 y el 80 –incluso de la juventud de hoy en día-, ¿quién no ha visto en su infancia la película “Karate Kid”, del año 1984? Como E.T, la saga de Indiana Jones o Star Wars, se convirtió en un clásico instantáneo y nos ganó con la entrañable relación paternofilial entre el discípulo y su maestro. Desgastamos la cinta para ver una y otra vez aquel emocionante final mientras sonaba una pequeña partitura musical que bien conocemos. Con todo en contra, sin poder apoyar una pierna por el juego sucio usado por uno de sus adversarios, nuestro protagonista, Daniel-San, logró la victoria empleando una patada conocida como “La técnica de la grulla”, movimiento que sigue siendo imitado hoy en día con una sonrisa ante el recuerdo de dicha escena.
Ahora, casi cuatro décadas después, y con los mismos actores, por medio de una serie de televisión de género dramático, se ha retomado la historia, mostrándonos qué ha sido de la vida de sus protagonistas. Y es aquí donde hay mucho que hablar. No siendo una historia cristiana, podemos llevarla a nuestro terreno para aprender de ella y no quedarnos solo en la parte superficial de la trama como los combates.
Apelando a la nostalgia, al paso del tiempo, a la derrota y al triunfo, a las consecuencias de las lecciones aprendidas, nos muestra unas aristas que en su momento no pudimos ver, siendo el gran descubrimiento el personaje de Johnny Lawrence -el archienemigo de Daniel- interpretado por el actor William Zabka, que es en quien me voy a centrar.

Poniéndonos en situación
Antes de comenzar y poder dar el salto a Cobra Kai, vamos a ponernos en ambiente para el que no recuerde la historia, por lo que haré un brevísimo resumen. Junto a su madre, el adolescente Daniel LaRusso se traslada a vivir a una pequeña casa en Los Ángeles. Esa misma noche lo invitan a ir a la playa a una fiesta, donde conoce a Ali, una chica con la que congenia. Al poco de llegar, aparece el líder de una banda, el temido Johnny Lawrence, ex novio de Ali, quien lo dejó porque él estaba siempre emborrachándose. Tras el desaire de ella que no quiere hablar con Johnny, Daniel se mete por medio y pasa lo previsible: recibe unos buenos golpes.
Poco después nos enteremos que Johnny asiste a un Dojo de Kárate llamado “Cobra Kai”, donde el Sensei de la escuela, el ex-marine John Kreese, enseña los tres lemas de la escuela: “Golpear primero. Golpear fuerte. Sin piedad”. Por su parte, Daniel entabla amistad con el señor Miyagi (el ya difunto actor “Pat” Morita y nominado a mejor actor de reparto tanto en los Oscar como en los Globos de Oro), un anciano japonés viudo cuya esposa murió en el parto junto a su bebé, siendo el conserje del edificio donde vive Daniel y cuya máxima afición era cuidar bonsái. Tras meterse en un lío, de nuevo Johnny y su pandilla le proporcionan una paliza, pero, de forma inesperada, aparece Miyaki y los derrota sin dificultad alguna. Tras idas y venidas, y siendo desafiado por Kreese, decide preparar a Daniel para que así puedan enfrentarse en un torneo. Con un entrenamiento que está grabado para la posteridad en nuestras memorias (con su famoso “dar cera, pulir cera”), todos conocemos el final de la historia y la victoria alcanzada.

Johnny Lawrence: 40 años después
La serie Cobra Kai transcurre casi cuarenta años después, donde Daniel se ha convertido en un exitoso empresario con su propia cadena de concesionario de coches. Está felizmente casado, tiene dos hijos y una casa bien hermosa con piscina. Y es aquí donde nos encontramos al “perdedor”: Johnny Lawrence. Conforme vamos sabiendo más de él, se nos cuenta todo aquello que la película original omitió:

- Su madre murió siendo él bastante joven y no conoció a su padre.
- Su padrastro lo menospreciaba.
- Antes de conocer al Sensei John Kreese y apuntarse a su Dojo, era un chico muy sensible, tímido e inseguro.
- Nada se le daba bien, hasta que descubrió que el Kárate sí.
- Él mismo reconoce que no ha superado la ruptura con su novia del instituto, a pesar de que han pasado varias décadas.
- Su Sensei lo moldeó a su imagen y semejanza, haciendo la labor de padre, en este caso, de mal padre y mal ejemplo.
- Asustado por la idea de ser padre, se emborrachó el día en que su mujer se puso de parto tratando de armarse de valor para ir al hospital, sin conseguirlo. En palabras suyas, “le falló a su hijo en el primer día en que llegó al mundo”.
- Está divorciado.
- Su ex esposa bebe y toma pastillas a todas horas, aparte de que nunca está en casa cuidando de su hijo. Al mismo tiempo, es una “fresca” que busca cada día un hombre distinto para que la saque de la pobreza.
- Su vástago Robby no quiere saber nada de él, no asiste al instituto, está bastante descarriado, y se dedica a hacer pequeños hurtos y estafas con su pandilla, y encima es tomado como alumno por Daniel.
- No tiene amigos y los que tuvo en la adolescencia solo los ve un día –más de treinta años después- ante la inminente muerte por cáncer de uno de ellos.
- Vive en un apartamento minúsculo completamente desordenado.
- Trabaja haciendo arreglos en casas de ricos que se burlan de él.
- Vive tan ensimismado en su propio mundo que no sabe ni lo que es Internet.
- El resto del tiempo se lo pasa tirado en el sofá bebiendo y borracho.

¿Dónde podemos identificar el punto de origen donde un chico sencillo y amable como Johnny pasó a convertirse en uno agresivo y continuamente airado? En la falta de un buen maestro. Lo podríamos situar dentro de la categoría que Jesús especificó, “cómo oveja sin pastor” (cf. Mr. 6:34).
Como no tuvo a su padre para que fuera esa figura, lo fue Kreese. Johnny encontró la sombra pero bajo el árbol equivocado. Aprendió de un pésimo modelo que le inculcó todo aquello en lo que luego se convirtió. Sí, se transformó en alguien atrevido y “seguro” de sí mismo, pero desde la vertiente de un déspota violento y sin valores humanos. Encima, el que era su maestro, en lugar de apoyarlo y animarlo cuando fue vencido siendo un jovencito, rompió su trofeo y le agredió, mientras le decía lo miserable que era con todo tipo de insultos. 
A lo largo de la trama vemos distintos momentos donde él trata de cambiar. Deja el alcohol, ayuda a un chico al que están agrediendo, intenta reestablecer la relación con su hijo y se muestra amable con una vecina. Pero el viejo Johnny sigue ahí dentro con mil heridas del pasado, con un arraigado sentimiento de amargura afirmando que le destrozaron la vida y está perdido, y donde terminó por transformarse en aquello que odiaba. Finalmente, encendiendo de nuevo su rivalidad y odio hacia Daniel LaRusso –que tiene en la vida todo lo que Johnny desearía- reabre el Dojo Cobra kai. Sus intenciones son nobles ya que, en sus propias palabras, quiere que sus alumnos no cometan sus mismos errores y miren atrás en el futruro y se arrepientan de lo que hicieron. Toma por alumnos a adolescentes con problemas parecidos a los que él tuvo. Por ejemplo, Miguel, un inmigrante que vive con su madre divorciada, o los clásicos debiluchos de los que se burlan del colegio por no tener habilidades sociales o no ser físicamente muy agraciados, como una chica de color llamada Aisha; Jacob, con una deformidad en el labio, o Raimond, un gigantón ya mayorcito y con pocas luces. Y la última incorporación: Tory, una chica conflictiva y enojada con el mundo entero del que todavía desconocemos su pasado.
El problema es que, sin llegar a los extremos que su maestro usó con él, les enseña a los chicos los mismos principios: “Golpear primero. Golpear fuerte. Sin piedad”, los cuales predisponen anímicamente al uso de la fuerza bruta ante cualquier revés en la vida,  disgusto o frustración.
No les ayuda a apagar esa ira que sienten hacia el mundo y a canalizarla de forma correcta, sino que la aviva y les instruye de forma violenta por medio de un arte marcial. ¿Las consecuencias? Mientras Daniel LaRusso aprendió de su maestro que el Kárate era solo de autodefensa y, sobre todo, un método para convertirse en una mejor persona y superar los miedos personales, los miembros del Cobra Kai mutan de chicos nobles (pero inseguros) a pequeños monstruitos, tiranos y engreídos.
Además, comete el error de dejar entrar de nuevo en su vida a su antiguo maestro por el deseo de ofrecerle una segunda oportunidad, cuando la realidad es que no ha cambiado en absoluto y lo está manipulando nuevamente, aunque ya se ha dado cuenta y lo ha sacado del Dojo, lo cual le va a traer consecuencias funestas.
A la espera de la tercera temporada en 2021 –que no sabemos todavía si será o no la última, y que, quién sabe, podría dar para otro artículo-, nos queda por saber cómo acabará el personaje. Aunque es complejo teniendo en cuenta el trágico acontecimiento del último capítulo emitido hasta la fecha, esperemos que los guionistas muestren finalmente a un hombre cuyos pequeños cambios terminen por llegar a buen puerto y a la completa redención.

Los Johnny Lawrence de este mundo: ¿Eres tú uno de ellos? ¿Estás en proceso de serlo?
Hay personas –y como este escrito es para cristianos, me refiero a ellos en particular- que piensan que “les han destrozado la vida” y que han tenido malos ejemplos. En algunos casos, esos “malos maestros” fueron los padres, cierto familiar, ciertas amistades o compañeros de trabajo, individuos amorales o emocionalmente desequilibrados, malas parejas sentimentales, determinado tipo de ocio, algunos hábitos personales dañinos, etc.
En otros casos –los de tipo “eclesial”-, fueron pastores que los oprimieron y les enseñaron falsas doctrinas, que hacían justo lo contrario a lo que compartían desde el púlpito y que eran avariciosos respecto al dinero; los Diótrefes de la vida. Otros se sintieron mal porque les “quitaron” del ministerio o al salir de la congregación ya no podían “predicar”, “cantar”, tocar algún instrumento musical o hacer aquello a lo que se dedicaban. De repente, y como tenían su vida asentada sobre la arena, el castillo de naipes se derrumbó. Finalmente, terminaron por convertirse en los nuevos Johnny:

- Se llenaron de amargura y el sarcasmo comenzó a brillar entre sus labios.
- Se quejaban de cuán injusto era el mundo.
- Culparon a Dios de sus desgracias.
- Se alejaron de Él y ya no confiaban en sus promesas eternas.
- Ya nos le importaba lo más mínimo hacer Su voluntad.
- Pusieron su corazón “en las cosas de este mundo” y se olvidaron del “reino de Dios”.
- Cambiaron su ética y la asemejaron a la de la sociedad caída.
- El alcohol –fuera en pequeñas dosis o algo más elevadas- lo usaban “para sentirse bien”.
- Se sentían incómodos ante verdaderos cristianos al ver frente por frente un contraste tan marcado con ellos mismos.
- Llenaron su tiempo de todo tipo de entretenimientos (algunos sanos y otros no tanto) y el Altísimo se convirtió para ellos en un cero a la izquierda.
- Empezaron a interesarse más por lo superficial (redes sociales, aficiones, programas de televisión, reality shows, etc.) que por lo que sucedía en el mundo real.
- Dejaron de leer libros cristianos y de cultivar el carácter de un hijo de Dios. 
- Comenzaron a sentirse aludidos cuando algunos cristianos les exhortaban, tomándoselo a mal y alejándose de ellos, en lugar de verlo como una oportunidad para retomar la senda correcta.
- Transformaron su personalidad a peor aunque ellos creían que era a mejor.
- Su lenguaje se llenó de vulgaridad.
- Tachaban de fanáticos y obsesionados a los que tenían a Dios siempre en sus palabras y acciones.
- Se volvieron verbalmente agresivos o se enojaban por sandeces.
- Decían haber perdonado y que nada les importaba, pero la realidad es que se enfurecían cuando recordaban el pasado.
- Arremetían siempre que podían contra los John Kreese que pasaron por sus vidas.
- Y, para terminar y completar el círculo, se rodearon de personas como ellas.

Muchas de estos puntos pueden ser “seductores”, donde incluso el individuo puede llegar a sentirse cómodo. La realidad es que es tirarse de cabeza a una piscina sin agua. Todo esto hace perder la paz y, en muchos casos, la fe. Cuando cae la noche y el silencio de las diversiones y el mundo digital descansan, esas mentes entran en ebullición. Aunque tratan de negarlo ante sí mismos, se sienten intranquilos, sin rumbo y perdidos en la vida, buscando llenar el alma cuando el único que puede hacerlo es Dios. Tal como dijo Pablo, están “sin esperanza y sin Dios en el mundo (Ef. 2:12). Como nuestro protagonista, se convierten en lo que no les gustaba de otros.
En última instancia, también los hubo que no llegaron a estos límites, pero igualmente se enfriaron sobremanera y Dios se convirtió en un recuerdo cada vez más lejano, vago e inalcanzable. Lo más preocupante es que no reaccionan ni hacen nada para revertir la situación.

Ser cristiano no tiene trucos ni misterios
¿Qué podemos aprender de lo reseñado? Me imagino que, sobre la marcha, mientras estabas leyendo, diversas escenas de tu vida habrán pasado por tu mente, tanto del pasado como del presente. Y alguno puede pensar: “Ahora es cuando Jesús Guerrero (es decir, yo) me va a dar el secreto que llevo toda mi vida buscando: ¿cómo ser un cristiano?”. Si es así, te equivocas, y no porque no vaya a decirte qué hacer como un hijo de Dios, sino en el sentido de que ese es el error que cometen infinidad de creyentes “ligth” y “fríos”: se pasan media existencia esperando algún truco, buscando alguna nueva revelación, la clave que no han sabido desentrañar todavía. Más bien parecen gnósticos en busca de la llave que resuelva el misterio de la voluntad divina. Y es ahí donde me echo las manos a la cabeza porque la realidad es que no hay nada oculto al respecto. Todo se resume a las palabras que María respecto a Jesús: “Haced todo lo que os dijere” (Jn. 2:5).
Y para esto lo primero que tiene que hacer la persona es resolver la pregunta que hizo Elías: “Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él” (1 R. 18:21). No se puede estar entre dos aguas o hacer como el pueblo, que “no respondió palabra”. O sigues a Baal (los valores de este mundo y la naturaleza carnal que mora en ti) o sigues a Dios. O vives según tus propios pensamientos o según los de Dios. O crees en tu propia ética y moral o crees en la que Dios enseña. O sigues el camino ancho que lleva a la perdición o el estrecho que lleva a la vida.

Tu Maestro y Señor
Es tener por maestro lo que vende la sociedad caída o tener por “Maestro” y “Señor” –ambos aspectos inseparables- a Jesús. No hay más caminos ni enigmas. Y luego, cuando hayas tomado la decisión, actuar en consecuencia. Si tomas el primer camino, no está en mi mano decir nada más ya que “enseñar a quien no quiere aprender es como sembrar un campo sin ararlo” (Richard Whately). Pero si tomas la senda de la vida en Cristo, entonces es el momento que:

- Dejes de mirar atrás para no convertirte en arena como la mujer de Lot, ya que “si no avanzas quedas duro como el cemento”.
- Uses bien el tiempo libre en lugar de llenarlo únicamente de ocio.
- Emplees los talentos y dones recibidos para dar a conocer a Dios y glorificarle.
- Aprendas a vivir en contentamiento y no regodeándote en las circunstancias negativas o indeseables que llegan a tu vida.
- Descanses en Él y en sus promesas eternas.
- Dediques tiempo de calidad y continuado a la lectura y el estudio bíblico, junto con buenos libros cristianos.
- Asimiles la ética bíblica en todos los aspectos (noviazgo, matrimonio, sexualidad, amistades, dinero, posesiones materiales, trato al “enemigo”, vocabulario, temas de conversación, etc.).
- Transformes tus pensamientos y los ajustes a los Suyos.
- Seas sabio para el bien e ingenuo para el mal (Ro. 16:19).
- Ores de forma sencilla.
- Agarres el toro por los cuernos y no dependas de las emociones, que son volubles, y seas fiel al Señor hasta la muerte (cf. Ap. 2:10).
- Tengas por amigos íntimos a aquellos que tienen a Dios también por Maestro y Señor y hables con ellos de Él de manera espontánea.
- Te alejes de malas amistades y malos ejemplos, de esas hienas venenosas que huelen la sangre de la desesperación, de los John Kreese que moran alrededor de ti.
- Quites de ti “toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia” (Ef. 4:31).
- En el caso de tener hijos, los críes “en disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:4).
- Y por último: que sigas a Cristo independientemente de lo que otros hagan o dejen de hacer, como le dijo Jesús a Pedro: “¿Qué a ti? Sígueme tú” (Jn. 21:22).

Es el momento en que dejes de culpar al pasado, a tu situación personal o a los malos maestros que han pasado por tu vida –fueran del estilo que fueran-, y que no te conviertas en lo que no te gusta de otros. Que Jesús sea tu MAESTRO, tu PASTOR. Hoy es ese día.

lunes, 21 de septiembre de 2020

Mignonnes, cuties y guapis: ¿Qué es realmente la feminidad? (2ª parte)

           Venimos de aquí: Mignonnes, cuties y guapis: Niñas y adolescentes que no saben lo que es la feminidad por culpa de los adultos (1ª parte): https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/09/mignonnes-cuties-y-guapis-ninas-y.html

 * Aunque algunos aspectos son generales e incluyen también a los chicos, este artículo está más enfocado en el género femenino. En otra ocasión, hablaré concretamente sobre los chicos y la supuesta masculinidad.

1) Hay que leerlo desde la perspectiva de las niñas.
2) Más allá de la naturaleza caída con la que todos nacemos y nos predispone al mal –siendo la raíz de toda desobediencia a las leyes morales de Dios- los niños de hoy en día son víctimas de un sistema perverso y decadente de ingeniería social que los moldea a su antojo, principalmente estimulando las pasiones más bajas del ser humano.

Lo anormal se convierte en normal
En términos puramente lingüísticos, se considera que algo es socialmente “normal” cuando la mayoría de las personas llevan a cabo una actitud o piensan de la misma manera. En su forma de adjetivo, literalmente significa “que es general o mayoritario o que es u ocurre siempre o habitualmente, por lo que no produce extrañeza”[1].
El concepto en sí no valora si es bueno o no. Una práctica puede ser insana, inmoral y perjudicial (por lo tanto, “anormal”) que, si es llevada por un grupo amplio de personas, se considera “normal”. Por ejemplo, es muy usual escuchar a un culturista decir que él necesita tener el cuerpo que tiene para ser feliz. Es más, se enoja con los que le critican. Para ellos, drogarse y hacer que la vida gire en torno a la consecución de un determinado físico lleno de músculos es “normal”. Y lo mismo sucede con todo lo demás: el tabaco, las borracheras, la promiscuidad, la desnudez, el lenguaje vulgar, el aborto, etc. La inmensa mayoría de los habitantes de esta tierra considera “normal” lo que es, de base, “anormal”. Sin saberlo, los niños crecen en un mundo lleno de anormalidades. Por eso, para un adolescente:

- Lo “normal” es tener relaciones sexuales con su novio mucho antes de casarse, en plural si antes de dicho momento se tienen distintas parejas. Lo “anormal” es crecer juntos, desarrollarse como persona, formar un proyecto de vida, casarse y tener relaciones íntimas; en ese orden.

- Lo “normal” es exhibirse en las redes sociales con la menor cantidad de ropa posible. Lo “anormal” es ser recatado y guardar la desnudez exclusivamente para su cónyuge en el futuro.

- Lo “normal” es usar un vocabulario lleno de palabras malsonantes, con todo tipo de bromas soeces. Lo “anormal” es tener un lenguaje limpio y rico.

Piensan que, si los adultos lo hacen, ellos también, y que no hay nada de malo en ello. Si una mujer adulta aborta cuando no quiere al niño, ella también si se encuentra en la misma situación. Si una mujer adulta se acuesta con quién quiere y cuando quiere porque tiene ganas, ellas se sienten libres de hacer lo mismo. Si una mujer adulta se emborracha, ¿por qué ellas no podrían actuar de la misma manera? Están completamente convencidas de que eso es “ser libres”.

Lo que no debe ser una niña y una preadolescente
Como ya dije en la primera parte, lo que buscan es “aceptación” y “valoración”, que en realidad se resume a “sentise amadas”. Lo que tienen que hacer los padres es proporcionarles las herramientas necesarias para que lo encuentren sin necesidad de caer en todo lo que hemos reseñado. Y lo recalco: los padres. Ellos son los responsables de sus hijos, y lo primero que tienen que hacer es ser de ejemplos, y muchos lamentablemente no lo son. En el continente americano es muy usual que los padres inscriban a sus pequeñas en concursos infantiles de belleza donde se observan a niñas que apenas levantan un palmo del suelo posando en tacones y con varios kilos de maquillaje. Como dijo la senadora francesa Chantal Jouanno: “Se disfraza a las niñas como ´golosinas sexuales` en una carrera por la apariencia, la belleza, la seducción, el culto del yo”[2].
Hay otros padres que no llegan a estos extremos pero que tienen actitudes incomprensibles. Es muy habitual la madre que sube a las redes fotos de sí misma con vestidos insinuantes que dejan poco lugar a la imaginación o en poses que parecen sacadas de una portada de la revista Playboy. Alguien así no tiene absolutamente ningún argumento ni fuerza moral para decirle luego a su hija cómo debe vestir ni qué tipo de fotos debe hacerse y publicar a ojos de todo el mundo.
Y, en última instancia, están aquellos que, disimuladamente, sin necesidad de posar sensualmente y simplemente con selfies, buscan en Internet aceptación y, como yo lo llamo, “chutes de endorfina” en forma de piropos recibidos. Una persona que hace esto no tiene clara su identidad y no ha desarrollado sanamente su sentido de valía personal. Su hija, que de tonta no tiene un pelo, se dará cuenta tarde o temprano de este comportamiento y, nuevamente, lo imitará.
Los padres deben ser el PRIMER EJEMPLO en todo. Si un padre o una madre no están preparados para aceptar esta responsabilidad, no deberían "procrear" y tener hijos.
Es evidente que estas letras van para padres cristianos que son los únicos que pueden estar navegando por estos lugares, aparte de que los principios que enseño se basan en una idea bíblica: “¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Stg. 4:4). La “amistad” con el mundo significa “aceptar sus valores” y, en consecuencia, asimilarlos y vivir según ellos. Por lo tanto, el punto principal en que los padres deben educar a sus hijos debe basarse en la “contracultura”, que consiste en ir en contra de los valores ideológicos que imperan en esta sociedad y tener por modelo los valores cristianos expuestos en la Biblia.
Un padre y, sobre todo, una madre cristiana, debe enseñarle a su hija que la feminidad:

- No consiste en llevar el escote mas pronunciado.
- No consiste en llevar los tacones más altos y destroza-pies.
- No consiste en llevar la ropa más ceñida.
- No consiste en mostrar el mayor número de atributos íntimos.
- No consiste en saber más de perversiones sexuales.
- No depende del número de seguidores en Instagram.
- No depende de lo que otros digan o piensen de ella.

Nada de esto hace a una niña adolescente, ni a una adolescente mujer. El problema es que precisamente esa es la información que reciben las niñas desde bien pequeñas, y los padres no hacen nada para “contra educar”. Muchos no ponen en práctica ni para ellos mismos las palabras de Pablo y que repito hasta la extenuación: No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro. 12:2). Si ellos mismos no lo hacen, ¿cómo lo enseñarán a sus hijos? ¡Imposible!

La feminidad reside en los valores morales
En términos puramente biológicos y de género, son los cromosomas XX los que hacen que una persona sea femenina, pero en lo que respecta a la feminidad íntegra, es el carácter de dicha persona la que marca su feminidad. Según lo define Oxford Lenguag, es “el conjunto de características físicas, psíquicas o morales que se consideran propias de la mujer”. Por lo tanto, la feminidad no reside solo en las propias características físicas y psíquicas de su sexo biológico, sino también en el carácter moral que posee dicha mujer, por encima de su cultura original, lugar de nacimiento, sea  extrovertida o introvertida, tenga unos gustos personales u otros, etc.
Es ahí donde entran los padres: la parte física es heredada, pero la moral depende de ellos inculcarla con el ejemplo personal en su forma de hablar ante los hijos, en el vocabulario que usan, en cómo tratan a otras personas, en cómo hablan de otros cuando no están presentes, en la forma de juzgar a los demás, en lo que le conceden verdadera importancia en la vida, en cómo resuelven los problemas entre ellos y un largo etcétera.
Si tienen una chica, tienen que enseñarle a construir su personalidad en base a Dios, haciéndole ver:

- Que el verdadero valor que tiene no depende de un tipo de cuerpo, de las opiniones ajenas o de los likes, sino de lo que Dios piensa de ella. Y para eso, los propios padres deben valorarse a sí mismos de esa manera. De lo contrario, las palabras no tendrán respaldo alguno y la niña se dará cuenta inmediatamente.

- Que su desnudez es algo íntimo y que no debe ir mostrándola a desconocidos.

- Que el amor ni se compra ni se vende por unas fotos puesto que el amor verdadero es el que le ofrecen aquellos que la aprecian por su corazón y por quién es como persona.

- Que el verdadero amor que merece la pena es el que Dios le profesa. Como dijo mi amigo Salva Menéndez en su libro La esencia del cristianismo: “El amor de Dios es tan grande que no se puede medir ni calcular. Para que Dios actuara así tuvo que ver algo muy hermoso y muy valioso en los seres humanos. Nadie nunca, aparte de Cristo, ha visto a un ser humano con los ojos de Dios. Cristo vio la dignidad cuando otros veían la vergüenza, Cristo vio la belleza más allá de la lepra, Cristo vio la vida cuando otros se centraban en la enfermedad y en la muerte, Cristo vio el futuro cuando otros veían su presente o el desastre de su pasado. Nada es más importante para Dios que un ser humano”[3].

- Que su sexualidad debe guardarla exclusivamente para el hombre con el que se case y no entregarla antes como “una prueba de amor”.

- Que no es un “florero” creado para pavonearse ante babosos sino un alma viviente para darle la gloria a Dios con su vida.

- Que la voluntad de Dios es la familia formada por un hombre y una mujer. Ni poliamor, ni relaciones abiertas, ni adulterio ni homosexualidad.

- Que tener carácter no es ver toda la basura que hay en Internet y en la televisión para “aprender” y luego comentarla con los “amigos”, sino saber apartarse de ella con libertad y alegría escogiendo el camino correcto y sano, imitando lo bueno y no lo malo (cf. 3 Jn. 11).

- Que la verdadera trascendencia que llama la atención no se basa en el “palmito” que luzca sino en las huellas de amor que dejará a su paso por este mundo.

- Que somos inmortales y que nuestras creencias y acciones en esta vida tendrán una repercusión eterna, para bien o para mal.

- Que el ejemplo a seguir es Jesús mismo y no el estilo de vida de actrices, cantantes famosas u otros personajes de la farándula: “Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Jn. 13:15).

Todo esto es contracultural y así deben enseñar los padres cristianos a los pequeños del hogar.



lunes, 14 de septiembre de 2020

Mignonnes, cuties y guapis: niñas y adolescentes que no saben lo que es la feminidad por culpa de los adultos (1ª parte)




* Aunque algunos aspectos son generales e incluyen también a los chicos, este artículo está más enfocado en el género femenino. En otra ocasión, hablaré concretamente sobre los chicos y la supuesta masculinidad.

1) Hay que leerlo desde la perspectiva de las niñas.
2) Más allá de la naturaleza caída con la que todos nacemos y nos predispone al mal –siendo la raíz de toda desobediencia a las leyes morales de Dios- los niños de hoy en día son víctimas de un sistema perverso y decadente de ingeniería social que los moldea a su antojo, principalmente estimulando las pasiones más bajas del ser humano.

Hace unas semanas saltó la polémica: Netflix publicó el trailer de la película francesa Mignonnes” (“Lindas”), retitulada “Cuties” en inglés y “Guapis” en español, y que trata sobre un grupo de niñas que comienzan a hacer “twerking”. Para el que no lo sepa, dicho término es la palabra inglesa que designa el acto de bailar provocativamente, con movimientos pélvicos sensuales, muy semejante al perreo del reguetón. En dicha definición sobra la mitad de las palabras: eso no es “bailar”, no provoca más que pena por esas niñas y vergüenza ajena, aparte de que no tiene absolutamente nada de sensual. Ante una mente racionalmente sana, es pura vulgaridad, resulta ridículo y es lamentable.
Sin haberla visto, solo mirando el póster, leyendo la sinopsis y sin saber qué enfoque le daba la directora (que ha ganado el premio a Mejor director de drama en el Festival de Cine de Sundance), los que no ponen en práctica las palabras de Jesús de “juzgad con juicio justo” (Jn. 7:24), saltaron inmediatamente contra Netflix y comenzaron las acusaciones de ser un producto diseñado para pedófilos, empezando por el cartel que se usó en Estados Unidos, cuando la realidad es que no es una producción de Netflix, sino una película independiente de la que compró los derechos tras pasar por varios festivales, y su terrible error ha sido la campaña de marketing que ha hecho del producto. Además, hubo una petición en change.org con cientos de miles de firmes exigiendo su retirada de la plataforma televisiva: “¡Esta película es asquerosa ya que sexualiza a una niña de ONCE años para disfrute de los pedófilos y también influye de manera negativa en nuestros niños! ¡No hay necesidad de este tipo de contenido en esa edad, especialmente cuando la trata sexual y la pedofilia están tan descontroladas! No hay excusa. ¡Esto es un contenido peligroso!”, decía la reclamación. Al mismo tiempo, millones de personas comenzaron a aporrear el teclado compulsivamente escribiendo toda tipo de barbaridades sobre dicho largometraje. Incluso una jurista cristiana decía que “contiene material obsceno explícito y que despierta la lujuria y apela el interés lascivo de menores” y que es “contra religión” y “pro rebeldía”. 
La realidad es que lo único que despierta es lástima y es un llamado a la reflexión, siendo una ocasión de oro para que los padres DESPIERTEN, se lo tomen en serio y comiencen a educar de verdad ya que muchos olvidan que son llamados a criar a sus hijos “en disciplina y amonestación del Señor” (Ef. 6:4). Repito: “del Señor”, en lugar de dejarles aprender por sí solos de la sociedad caída bajo su libre albedrío.

La historia y la intención de la directora
La trama nos cuenta la historia de Amy, una chica inmigrante senegalesa de 11 años recién llegada a Francia con su madre y su hermano pequeño. Es de familia musulmana, con todo lo que ello conlleva: tradiciones inamovibles, represión extrema, vida programada donde no tiene ni voz ni voto sabiendo que estará al servicio del hombre machista, etc. En su primer día de instituto, en un ambiente radicalmente diferente al que está acostumbrado, se fija en cuatro chicas de su edad y que resultan muy llamativas, ya que actúan, hablan y visten como muchas chicas occidentales, no siendo esto un halago por mi parte sino todo lo contrario. Tras mucho esfuerzo, y buscando ser aceptada, adopta sus maneras y así logra que la dejen ser parte del grupo. Empiezan a prepararse para un concurso de baile, adoptando el nombre de “Las muñecas”. Confundida ante un mundo que no comprende, pero viendo cómo se vuelve muy popular en las redes sociales con sus bailes provocativos y sus actitudes obscenas, lleva su comportamiento hasta el extremo, siendo rechazada por sus nuevas amigas y descubierta por su madre, pagando las consecuencias. Finalmente, y tras empujar a una de sus compañeras, se presenta por sorpresa en el concurso y baila con ellas. Ante un jurado apasionado compuesto por adultos, entre el público unos abuchean mientras otros aplauden entusiasmados ante la coreografía que llevan a cabo... hasta que a Amy se le cae el mundo encima...
La realidad, una vez visualizada, y como ya advirtió la directora de la película Maïmouna Doucouré –francesa de origen senegalés-, no es un “llamado” a las niñas para fomentar este tipo de bailes burdos y grotescos. Tampoco busca “alabar” ciertas actitudes. Su propósito es justo el contrario: criticar ferozmente a la sociedad en la que vive hoy en día la juventud que destruye la inocencia desde edades cada vez más tempranas por medio de la hipersexualización, y mostrar la realidad del mundo al que las pequeñas se enfrentan. Empatizando con ellas, observando sus miedos y sus anhelos, podremos entender la denuncia social que hace la directora y el porqué estas jovencitas se exponen como lo hacen y actúan de maneras tan absurdas. Presionadas para alcanzar la aceptación y la aprobación, encuentran esta forma de baile como la manera perfecta.
Así lo expresa la propia directora de la película: Un día vi, en una fiesta de barrio, a un grupo de chicas jóvenes de alrededor de 11 años subiendo al escenario y bailando de una manera muy sensual con ropa muy reveladora. Me quedé bastante sorprendida y me pregunté si eran conscientes de la imagen de disponibilidad sexual que proyectaban. En la audiencia también había madres más tradicionales, algunas de ellas con velo: fue un verdadero choque cultural. Me quedé atónita y pensé en mi propia infancia, porque a menudo me he hecho preguntas sobre mi propia feminidad, sobre la evolución entre dos culturas. No es un anuncio de salud y seguridad. Este es, sobre todo, un retrato sin compromisos de una niña de 11 años sumergida en un mundo que le impone una serie de dictados. Era muy importante no juzgar a estas chicas, pero sobre todo entenderlas, escucharlas, darles voz, tener en cuenta la complejidad de lo que están viviendo en la sociedad, y todo eso en paralelo a su infancia que siempre está ahí, su imaginario, su inocencia”. También afirma que no ha querido contar muchas cosas que observó en la vida real para no asustar más a los padres.
Siendo el póster americano bastante desafortunado –y por el que Netflix ya emitió un comunicado disculpándose-, no muestra nada que no se observe en la vida real hoy en día tanto en el mundo virtual como en las calles de nuestras ciudades. Como vamos a ver, no es solo el desacierto de esta empresa privada con la imagen que ofreció de promoción la que sexualiza a las niñas, sino la sociedad en general al poner como ejemplo a mujeres que aparecen medio desnudas en las redes sociales y en los medios de comunicación, siendo halagadas por ello y el camino fácil para el reconocimiento. Por lo tanto, podemos adelantar que es la sociedad sexualizada formada por “adultos” la que enseña una feminidad chabacana a las niñas. Eso es, literalmente, corrupción de menores. ¿La razón de mi afirmación? Corromper a un niño o a una niña no es solo, por ejemplo, ponerle pornografía, sino darles unos falsos ideales sobre lo que significa ser un adulto. Si de mí dependiera, encerraría en una habitación a infinidad de cantantes y compositores, guionistas, directores y actores para cine y televisión, creadores de contenido para internet, diseñadores de moda y un largo etcétera viendo en bucle durante una semana la película hasta que comprendieran que deben cambiar puesto que son corruptores morales y causantes directos de la decadencia moral en la que estamos envueltos. Y les haría ver la escena final: Amy, vestida completamente normal con unos vaqueros y una blusa, saltando la comba llena de verdadera alegría, sin ser partícipe de un extremo ni del otro. A partir de entonces, todo lo que hicieran, tanto para jóvenes como para adultos, debería basarse en la premisa de Pablo: “Sabios para el bien, e ingenuos para el mal” (Ro. 16:19).
Muchos recordarán el escándalo que hubo a nivel mundial en 2015 tras verse en Rusia una obra de teatro donde un extenso grupo de adolescentes hacían twerking ante todos los padres. Hubo hasta una investigación al respecto bajo las acusaciones de negligencia y actos perversos. Pero eso, y lo que se observa en la película, es actualmente el pan de cada día tanto entre jóvenes y adolescentes, a tal nivel que ya no resulta ni extraño y ha sido aceptado por la sociedad, que no le escandaliza que crías y jovencitas suban vídeos a las redes como si fueran gogós en un club de alterne.

¿Cómo aprenden los niños?
La manera principal en que un niño aprende es por la IMITACIÓN de lo que observa en otros. Es así como aprende actitudes, comportamientos, forma de hablar y de expresarse, valores, forma de vestir, etc. En los primeros años de vida, sus modelos principales son los padres, pero a partir de los 6 años comienza a tomar otros valores de referencia:

1) Amigos en la escuela.
2) Programas de televisión.
3) Contenido audiovisual en Internet y redes sociales.

Es como una esponja que lo absorbe todo y, poco a poco, va modelando sus pensamientos y forma de ser. Un niño, especialmente cuando llega a la preadolescencia, se va convirtiendo en un producto de fábrica por todo lo que ha visto y sigue asimilando.
Si viviéramos en una sociedad sana y con unos padres que se encargaran realmente de la educación moral de sus retoños, los chicos y chicas de este mundo crecerían con un verdadero discernimiento de lo bueno y lo malo, de lo sano y lo insano, de lo correcto y lo incorrecto. Pero, lamentablemente, no es el caso: en la sociedad que nos rodea todo vale y es enfermiza y, por otro lado, la mayor preocupación de los padres es que los respeten, que no se metan en peleas con otros niños y que saquen buenas notas.
En el caso de las niñas, esto las lleva de pintar absortas durante horas a ver vídeos en tik tok y querer hacer lo mismo. De jugar con los hermanos a saltar y a los muñecos a querer vestir como Miley Cirus o Ariana Grande. De colorear libros a querer saber de qué trata esa novela de 50 sombras de Grey del que las adultas hablan. De ver todas las del catálogo de Disney a sentir curiosidad por las escenas de sexo en las películas “juveniles”. De cantar las canciones de Frozen a memorizar letras de Reguetón vulgar. De quedarse embobados con los Power Rangers a ver con pasión cada capítulo de Euphoria y La isla de las tentaciones. De ver dibujos animados a “Hombres, mujeres y viceversa”. De vestir cómodas a soñar con esos vaqueros ceñidísimos que les realza sus “posaderas”. De sentir vergüenza porque otros vean su pecho inexistente en la playa a querer llevar el tanga más minimalista y el escote más pronunciado a poco que comience físicamente a desarrollarse. De no querer que le hagan fotos a anhelar su propia cámara para mostrar su cuerpo en imágenes sensuales de la misma manera desinhibida que ha visto en los adultos.
Al respecto, muchos dicen frases típicas como “está en la edad”, “ya se está haciendo mayor”, “se está haciendo una mujercita”, “es el momento de que experimente”, “los tiempos han cambiado”, “que vista como quiera”, “si se equivoca ya aprenderá” o “es joven, deja que disfrute”. Es terrible que sea “la edad” y la “fecha” de la historia en la que nos encontremos las que “determinen” qué es bueno o qué es malo, qué está bien y qué está mal. Es decir, si una chica a partir de 16 años va medio desnuda, está bien, pero si lo hace una de 13 a 16 está mal. Lo que está mal está mal, a los 15 y a los 100 años. Ser “mayor de edad” no convierte lo “malo” en “bueno”. Igual de dantesco es contemplar a Cristiana Pedroche en sus trajes ordinarios que a una adolescente en verano paseando con un shorts que no cubren prácticamente nada de las posaderas. Pero esa es la incongruencia educativa –la que se basa en la edad-, el relativismo moral que impera en nuestros días. Lo tremendo es que los propios padres cristianos han adaptado sus valores a los del mundo caído y lo han aceptado como algo normal.
Muchos padres no se preocupan de la educación ética de sus pequeños con la excusa de que “los tiempos modernos son así y hay que aceptarlo”. Como he señalado en más de un escrito, los padres actuales han dimitido de su labor. Sí, se esfuerzan en que “no les falte de nada” al pequeño: que reciban una buena formación académica, que se alimenten bien, que tengan ropa para vestirse y que tengan a ser posible unos buenos “Reyes” o “Papá Noel”. Es la manera que tienen de darles “amor”, pero se olvidan de invertir en lo más importante: la construcción de valores sanos y no borreguiles.
Hace unas semanas, Francesco Totti, el famoso exjugador de fútbol italiano y leyenda en su club –la Roma-, arremetió contra una famosa revista de su país por haber publicado en la portada una foto en la playa y en bañador donde aparecía él con su hija de 13 años –bastante crecidita para su edad y que físicamente ya es una mujer-, donde, según el jugador, se sexualizaba y mercantilizaba el cuerpo de ella como adolescente. Como el póster de Netflix, dicha revista no debería haber mostrado a una menor de esa guisa, y también se disculpó. Pero, dicho esto, el problema está mal enfocado: no era la revista la que “sexualizó” a la hija de Totti. Tampoco un hombre de mente sana la ha sexualizado. Es la hija quien lo ha hecho –ella solita- al aparecer con un bañador tan pequeño que mostraba completamente sus gluteos, imitando lo que ha visto sin duda alguna en el marketing, en mujeres “adultas”, en “influencers”, etc. Ella enseña lo que quiere que se vea, y lo hace con el consentimiento de su padre. ¿Qué es la hipersexualización? Ni más ni menos que resaltar la sexualidad en público exhibiendo algunos atributos buscando llamar la atención. Alguien que no quiere ser visto así, sabe lo que no debe hacer.
El verdadero problema no era tanto de la revista –que, repito, hizo mal- sino en la educación que el padre le ha dado a su hija, donde ella considera normal mostrar su desnudez a la vista de todos. Es el padre el que ha permitido la hipersexualización de su pequeña. Pero claro, eso no se dice se vaya a ofender a la leyenda romanista y al resto de padres negligentes.
¿Cuál es la consecuencia a medio y largo plazo en la personalidad de estos jóvenes? Que pasan de tener una mente inocente y sana a una llena de basura. Sin ser conscientes del proceso, se pervierten. Por eso, cuando crecen, consideran normal lo que es abominable, llamando a lo bueno malo y a lo malo bueno (cf. Is. 5:20). Estamos creando, como dice Pablo al describir al hombre de los últimos tiempos, a impíos y a amadores de los deleites más que de Dios (cf. 2 Ti. 3:2, 4). Y eso es lo que se observa a posteriori entre los adultos: “adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas” (Gá. 5:19-21).
Lo que muestra la película es solo un reflejo de la realidad que muchos se niegan a aceptar su existencia, prefiriendo mirar para otro lado. La última moda de las instagramers y famosas es vender fotos sensuales o desnudas en una nueva plataforma digital de pago. Empoderamiento lo llaman, cuando realmente es una nueva forma de pornografía. ¡Menudo ejemplo están dando a las nuevas generaciones!
Por todo lo que estoy mostrando, no es de extrañar que haya preadolescentes y adolescentes que:

- Vayan por la calle con los cachetes del trasero al aire.
- Tengan en sus redes sociales fotos en la playa o en la piscina en tanga mientras posan o sonríen. 
- Comiencen a ver pornografía a los seis años en Estados Unidos y a los diez en España: “Las consecuencias de que los niños tengan una educación sexual basada en la pornografía serán directamente proporcionales a los modelos de sexualidad que vean en las pantallas: dominación, machismo, desprecio de la mujer e incapacidad para vivir una sexualidad que garantice el respeto y el amor”[1].
- Autoproduzcan material sexual sin coacción de terceras personas y lo suban a Internet, como describió hace pocos meses una inspectora del Grupo III de Protección del Menor de la Unidad Central de Ciberdelincuencia de la Policía Nacional[2].
- Accedan a chats donde hablan con adultos con intenciones perversas.
- Pierdan la virginidad muy pronto “para no perder el ritmo de los amigos” y no ser vistos como mentecatos.
- Lleven a cabo prácticas sexuales enfermizas que han visto en películas, leído en libros u oído en otros.
- Vayan en masa al cine a ver “50 sombras de grey”.
-  Hagan cola para que Anna Todd, la autora de una “novela” llena de escenas sexuales protagonizadas por jovencitos, les firme un ejemplar.

¿Qué es lo que buscan estas niñas, preadolescentes y adolescentes?
La pregunta es muy sencilla de responder: lo mismo que los adultos, que no es ni más ni menos que “amor” (aunque sea un sucedáneo del verdadero), “muestras de cariño”, “aceptación” y “valoración”. Y comprueban –porque son muy observadoras y no se les escapa nada-, que esto lo logran las adultas tanto en la vida real como en los medios digitales con métodos muy concretos: estando físicamente radiantes, vistiendo de determinada manera, bailando de formas muy específicas, hablando de ciertos temas subidos de tono, teniendo ciertas actitudes, etc. E imitan lo que ven. Cualquier adolescente de hoy en día sabe que es más fácil que la valoren por su físico que por su inteligencia, por su vestido que por su ética, por lo externo que por lo interno. Y actúan en consecuencia.
Al respecto, dice la directora Maïmouna Doucouré: Vi que todas estas chicas jóvenes que había conocido estaban muy expuestas en las redes sociales. Y con los nuevos códigos sociales, las formas de presentarse cambian. Vi que unas 400.000 personas seguían a unas chicas muy jóvenes en las redes sociales y traté de entender por qué. No había razones en particular, además del hecho de que habían publicado fotos sexys o al menos reveladoras: eso es lo que les había traído esta ´fama`. Hoy en día, cuanto más sexy y objetivada es una mujer, más valor tiene a los ojos de las redes sociales. Y cuando tienes 11 años, no comprendes realmente todos estos mecanismos, pero tiendes a imitar, a hacer lo mismo que los demás para obtener un resultado similar. Creo que es urgente que hablemos de ello, que se debata el tema”.
Una chica genéticamente privilegiada que sube una foto en tanga a, por ejemplo, Facebook o Instagram, ¿qué tipo de comentarios recibirá de sus amistades y familiares? “Fea”, “Descarada”, “¿Dónde quedó tu pudor?”. No, ni mucho menos. Le dirán “guapa”, “sexy”, “pibón”, “maciza”, “qué tipazo”, junto a decenas de corazoncitos. De esa manera, ella estará obteniendo justo lo que busca. Da igual que se sientan inseguras, que tengan problemas personales o incluso pasen por momentos de depresión y ansiedad, porque eso nadie lo verá en esa foto.
Para ellas, en el mundo adulto “eso” significa ser “femeninas” y así se les enseña por medio de la publicidad, de las series, de las revistas, de las redes, etc. Literalmente, son bombardeadas. Y, a esas edades, sin madurez alguna y sin la guía de adultos sanos y modelos de referencia, no tienen la capacidad de cribar y desechar todas esas mentiras.

Continúa en Mignonnes, cuties y guapis: ¿qué es realmente la feminidad? (2ª parte): https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/09/mignonnes-cuties-y-guapis-que-es.html