martes, 30 de junio de 2015

¿Qué hay verdaderamente en tu corazón?

Me encanta conducir. Desde luego que no en las grandes ciudades –que suele ser una locura-, pero en la autovía y con poco tráfico, y más si es de noche, me relaja profundamente. Lo mejor de esos viajes, sin duda alguna, es una buena charla en mejor compañía. Y así fue hace unas semanas con mi mejor amigo, Salvador Menéndez, donde fuímos junto a sus peques a llevar a su esposa Sarai Momparler al aeropuerto de Jerez y a recogerla un par de días después, ya que ella iba a grabar una impresionante canción que acaba de salir (Obra de salvación: https://www.youtube.com/watch?v=Dy-9GEUeDl4&feature=youtu.be ). Tanto en la vuelta de la ida como en la ida de la vuelta (qué juego de palabras más extraño), los enanos iban dormidos y pudimos hablar con tranquilidad de diversos temas. Uno de ellos lo tenía en mente desde hace tiempo para compartírselo, ya que me fascina la historia de un personaje de Etiopía. Y es la que hoy voy a exponer aquí.

Cuatro palabras
Dice el refrán que a buen entendedor, pocas palabras bastan. En este caso, hay cuatro palabras que lo dicen todo: “El que busca, halla”. No son palabras mías, sino de Jesús. Es una promesa clara como el agua. Implícitamente y usando la mera lógica, de igual manera es cierto que “el que no busca, no halla”. Aquí el Maestro se estaba refiriendo a la oración, pero es aplicable a la búsqueda primaria de Dios. El que le busca, le halla; el que no le busca, no le haya. Así de simple. Es la manera en que se comprueba realmente lo que hay en nuestros corazones. Podemos aparentar que le buscamos. Podemos incluso hacer creer a los demás que le estamos buscando. Pero ante nosotros mismos, ante nuestra conciencia, no podemos ocultar nuestras verdaderas intenciones. El que quiera hallarle, le hallará, porque Él mismo se revelará a título personal por pura gracia. El mismo Espíritu Santo le mostrará a Jesús. Sin embargo, el que quiera hallar su propia verdad para así justificar sus pensamientos y su estilo de vida, únicamente encontrará silencio desde lo alto[1]. 

Un etíope en un carro
Una historia sencilla, breve y apasionante, donde vemos reflejado la realidad de la que estamos hablando, la encontramos en la persona de un etíope del cual no sabemos ni su nombre y que trabajaba de funcionario. En apenas unas líneas se nos revela claramente qué había en su corazón y qué hizo Dios mismo al respecto.
Iba de vuelta a su país en su carro tras pasar por Jerusalén para adorar al verdadero Dios. Esto ya nos dice mucho de él. No adoraba a dioses paganos ni era un idólatra. Tampoco vivía en pecado ni su vida estaba alejada de las Escrituras. Y todo esto sin que todavía conociera la revelación plena de Dios en Jesucristo. Lo que él no sabía ese día, en el momento exacto que Dios había elegido en la eternidad remota, es que había una sorpresa preparada para él. Un ángel le dijo a Felipe que fuera por el mismo camino desértico que iba aquel funcionario y, en un momento determinado, el Espíritu le habló: Acércate y júntate a ese carro” (Hechos 8:29). ¿Qué iba haciendo el etíope? ¿Durmiendo? ¿Descansado después de una dura jornada? ¿Pensando en ese dolor de espalda que tenía por el movimiento de los caballos? ¿Agobiado porque había solicitado un día libre para ir a Jerusalén y ahora tendría que trabajar más horas para recuperar ese tiempo? ¿Estaba escuchando en su Ipod la discografía de Bob Marley o leyendo “50 sombras de Grey”? ¡Nada de eso! ¡Leía la Palabra de Dios! ¡Él era su primer pensamiento! ¡Lo buscaba! Era un hombre que en su corazón quería saber más y más de su Creador.
Esto me hace pensar una vez más en que no entiendo que un cristiano no tenga hambre de las Escrituras y no haga nada por conocerlas, puesto que ellas son las que hablan de Jesús, como Él mismo dijo: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39). Me desconcierta por completo y no sé qué pensar al respecto el que las ignora. Tiene tan poco lógica como si alguien dice estar locamente enamorado de su novia pero luego no se interesa en conocer sus pensamientos, sus sentimientos, su pasado, sus sueños, sus alegrías, etc., y ni siquiera es cariñoso con ella. De la misma forma, todavía con mayor ímpetu debería escudriñar la Palabra aquel que no ha conocido a Dios ni tiene a Jesús por Señor en su vida.
En el caso del eunuco, no fue casualidad que Dios le dijera a Felipe en ese preciso instante que se acercara a aquel hombre. Estaba leyendo ni más ni menos que el libro de Isaías; más concretamente uno de los grandes pasajes proféticos del Antiguo Testamento que hacían referencia directa a Jesús (cf. Isaías 53), a pesar de haber sido escrito unos 700 años antes de su Encarnación. El problema es que no entendía lo que leía. De ahí el diálogo que mantuvo con Felipe:

- Pero ¿entiendes lo que lees?
- El dijo: ¿Y cómo podré, si alguno no me enseñare? Y rogó a Felipe que subiese y se sentara con él.
- El pasaje de la Escritura que leía era este: Como oveja a la muerte fue llevado; Y como cordero mudo delante del que lo trasquila, Así no abrió su boca. En su humillación no se le hizo justicia; Mas su generación, ¿quién la contará? Porque fue quitada de la tierra su vida.
- Respondiendo el eunuco, dijo a Felipe: Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro?
- Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el evangelio de Jesús.

Estas palabras de Isaías (53:7-8) se cumplieron plenamente en Jesucristo, tanto en su vida como en su muerte. En su vida, porque es el mismo Jehová al que Juan el Bautista preparó el camino: Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios” (Isaías 40:3; cf. Marcos 1:3). Y en su muerte, porque es el mismo Jehová al que traspasaron en la cruz: “Mirarán a mí, a quien traspasaron” (Zacarías 12:10; cf. Juan 19:37).
Por esto, Felipe hizo exactamente lo mismo que Jesús cuando resucitó y se encontró con aquellos dos que iban camino de una aldea llamada Emaús: “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Lucas 24:27).
¿Cuál era el evangelio que le explicó Felipe y que proclamaron todos los seguidores de Jesús?: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen” (1 Corintios 15:3-6). Anunciaron que Dios se había hecho hombre, que Él mismo pagó por nuestros pecados y que resucitó de entre los muertos para hacernos justos. Y que todo aquel que creyera ese mensaje sería salvo, puesto que la salvación es un regalo de pura gracia: “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).

La respuesta del etíope
Era el momento más trascendental de su vida. Su decisión marcaría un antes y un después por el resto de la eternidad. Por eso me conmueven las palabras del viajero. Es dificil no emocionarse. No puso excusas. No expresó duda alguna. No entró en un debate teológico. Sabía en lo más profundo de su ser que ese mensaje provenía del mismo cielo y su corazón estaba preparado para aceptarlo. Creyó en Jesús como Señor y Salvador, “el verdadero Dios” (1 Juan 5:20), y en la obra que Él realizó en la cruz.
Una vez que aceptó estas grandes verdades, se hicieron evidentes sus prisas por hacerlo público: Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino” (Hechos 8:36-39). ¡Qué historia más extraordinaria! El eunuco sabía perfectamente qué había ocurrido y por eso iba lleno de gozo. Las tinieblas se hicieron luz. El velo de su alma fue quitado. El perdido fue hallado. El que buscaba, halló[2].

La respuesta de nuestro corazón
La labor que hizo Felipe ante el etíope fue la de sembrar la semilla como narró Jesús en la parábola del sembrador. Ahora bien, la respuesta dependía del corazón de aquel viajero. Sucede exactamente igual para todos nosotros. Exactamente igual para ti, querido lector. Y exactamente igual para mí. Es ahí donde se revela lo que hay realmente en nuestro corazón:
He aquí, el sembrador salió a sembrar; y al sembrar, aconteció que una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y la comieron. Otra parte cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra. Pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. Pero otra parte cayó en buena tierra, y dio fruto, pues brotó y creció, y produjo a treinta, a sesenta, y a ciento por uno. [...] El sembrador es el que siembra la palabra. Y éstos son los de junto al camino: en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones. Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo; pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan. Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra, pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno” (Marcos 4:3-8; 14-21).
Cuando se planta la semilla en alguien, el instrumento que usa Satanás para robarla del corazón suelen ser varias personas (casi siempre amistades), que son malas influencias y que hacen la labor del adversario de diversas maneras: meten la duda, dicen que eso no es así, que no es posible, que está equivocado, que son tonterías, que sólo le va a traer problemas, que le quieren meter el miedo en el cuerpo, que se deje de locuras, que se va a perder lo mejor de la vida, que no va a poder disfrutar de su cuerpo, etc. Al que se deja contaminar por lo que sus “amistades”, le diría que Dios le ha dado un intelecto para que lo use por sí mismo y no para ser un loro que repita lo que otros proclaman sin cesar.
Salvo estos casos, mayormente, en el día a día, entre aquellos que suelen rechazar el evangelio, lo que más me suelo encontrar son los que “oyen la palabra, pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa”. Siempre tienen mil excusas y salida para todo argumento. Se justifican de mil maneras diferentes, incluso en casos extremos tergiversando la Biblia para justificar sus pecados. En una ocasión, un compañero de trabajo, tras leer el libro que le regalé (Más que un carpintero), me dijo: “Estoy totalmente convencido. Sé que es verdad. Pero, si ahora me hago cristiano, ¿qué pensará mi novia? Dirá que estoy loco. No puedo”. Así rechazó el mensaje más grande que un ser humano puede recibir. 
En el fondo, aunque traten de vestirlo de buenas palabras (o directamente de mentiras), la razón principal por la cual desprecian el mensaje de salvación es porque prefieren vivir sus vidas según les plazca y sin que nadie les diga nada, alejando a Dios lo más posible. Así acallan la voz de la propia conciencia hasta que ésta se queda en un simple eco que con el tiempo termina por apagarse: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Juan 3:19).
Por todo esto, el autor de la carta a los hebreos citó parte del Salmo 95: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 4:7). En esos casos, terminan por hacerse realidad las palabras de Pablo: “Como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia” (Romanos 1:28-31). Es evidente que no todos llegan a los extremos de la maldad, pero en algún u otro punto de los citados están representados. Endurecen su corazón como hizo Faraón. Sin duda alguna, están fuera de la voluntad de Dios y viviendo de espaldas a Él.

Por qué decir “sí”
¿Cómo prosiguió el etíope su camino de vuelta a casa?: “Gozoso” (Hechos 8:39). Ese es el mayor anhelo del corazón humano: El gozo. Y éste sólo puede proporcionarlo Jesús. Únicamente Él puede llenar el vacío de tu alma. Únicamente Él tiene palabras de vida eterna. Únicamente Él te ofrece un amor perfecto que nunca falla. Únicamente Él te ofrece consuelo en medio de la tormenta. Únicamente Él te ofrece una paz que no depende de las circunstancias. Únicamente Él le da sentido a tu existencia. Únicamente en Él encontrarás la aprobación y la estima personal que deseas. Únicamente Él puede llenar tus anhelos más profundos. ¡Por eso es tu Creador!
Puedes buscar en mil lugares diferentes y en un millón de personas diferentes, pero nunca encontrarás nada que se le asemeje. Deja el orgullo y la autosuficiencia a un lado. Lo que decidas al respecto demostrará claramente qué hay realmente en tu corazón y qué clase de persona eres. La respuesta que des a la Palabra revelará lo que hay en lo más profundo de tu ser, porque ella “discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12).
Quizá te han vendido un dios-religioso, un dios-institucional, un dios-legalista, un dios-desmoralizador, un dios-cargante, y por todo ello lo rehuyes. Si es así te entiendo porque es la misma idea que tuve de Él durante muchos años. Así que por favor, mira en esa cruz su amor hacia ti y verás cómo es Él en realidad. Más claro no puedo decírtelo: ¡Búscalo y lo hallarás!: “Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jeremías 29:13).


[1] Es cierto que hay personas que no han buscado a Dios y aún así lo han encontrado. Esto es por su gracias y misericordia, pero no un principio con el cual justificarnos para “no buscarle”.
[2] La historia de Cornelio sería otro gran ejemplo (cf. Hechos 10).

viernes, 19 de junio de 2015

5.2. Complicaciones y posibilidades en las amistades con el sexo opuesto




Ya vimos que la amistad es una de maneras más excelsas de expresar los sentimientos y que también se puede dar entre personas de sexo opuesto sin necesidad de un romance, pero que en determinadas circunstancias puede llegar a confundirse con mucha facilidad con el amor sentimental.

Fuente de conflicto
¿Qué ocurre si surge el enamoramiento, pero únicamente por uno de los miembros que comparten esa amistad íntima? Sin esperarlo, “saltó la liebre” y ya no se ve al otro únicamente como un amigo. En este caso, el individuo que comienza a sentir estas emociones trata de tantear el terreno disimuladamente o con indirectas. Si observa que no hay opciones, posiblemente optará por callar para no perder la amistad. O, viendo que no es capaz de soportar ni un día más ese silencio, se declarará. En tal caso pueden darse dos consecuencias:

- Él o ella también sienta lo mismo. Hay una liberación de los sentimientos mutuos y comienza el noviazgo, el cual puede ser realmente sensacional y terminar en un buen matrimonio. También puede ser que, tras un tiempo de relación, no funcionan como esperaban puesto que no es lo mismo ser amigos íntimos que pareja. Que compartan mucho en común no significa automáticamente que resulten ser el uno para el otro. O, por último: que ambos lleguen a la conclusión de que realmente son muy diferentes: intereses opuestos, proyectos de vida que no comparten, etc., y dejen la relación con sosiego.
- Él o ella no sienta lo mismo. Que dos personas mantengan una amistad intima no tiene que significar que exista el romance por ambas partes. En esta situación, la amistad corre el serio peligro de romperse, aunque hay casos en los que ha sucedido esto y al poco tiempo la amistad ha continuado adelante con algunos pequeños cambios, aunque es cierto que no suele ser la norma y es difícil. Y no ocultemos una verdad: en ocasiones la amistad es una excusa para estar cerca de la persona a quien en verdad amas. Esta actitud es muy dañina. El individuo sufrirá de por vida al no poder tener lo que desea, a pesar de tenerlo aparentemente tan cerca. Nuevamente una carta sacada de la red para expresar esta idea: “Hoy como siempre estoy pensando en ti y queriéndote a cada instante mucho más. Cuando te conocí, nunca pensé que me enamoraría de ti. En ese momento solo conocí a un muchacho que me deslumbró con sus ojos y su sonrisa de niño. Pero pasó el tiempo y tus ojos y tu sonrisa no eran lo que me atraían de ti. Era algo más que el deseo de estar a tu lado, era AMOR lo que sentía por ti. Fue mucho lo que esperé para confesar este gran sentimiento. Sé que eres un amor imposible, pero yo nunca pierdo mis esperanzas de tenerte algún día y te seguiré queriendo con la misma o más fuerza e intensidad de ahora. Quiero que sepas que estaré aquí hasta el día que me quieras, y si no me llegaras a querer, pues entonces intentaré olvidarte aunque sé que jamás podré. Qué difícil es negar que te amo, tenerte cerca y no abrazarte. Mirar tus ojos que iluminan mi vida, verte y no decir lo que siento por ti. Tú eres la ilusión de mi vida, mi alma, mi corazón y mis sueños. A cada momento me encuentro pensando en ti y me imagino a tu lado ya que eres la persona a quien más amo. Tú has sido para mí las ganas de vivir, quien me llena de ilusión. Esto no sólo te lo escribo en esta carta, sino que sale de lo profundo de mi corazón. De un modo u otro tenías que saberlo. Discúlpame, ojalá que en tu corazón se encuentre un hueco para este ser que te amará siempre. TE AMO”. En definitiva: sentimientos frustrados y de dolor. Como alguien escribió: “En el corazón llevo un gran dolor, cual nadie nunca podrá ser testigo: querer decir amor y tener que decir amigo”. Y como dice este refrán: “Darle amistad a quien te pide amor es como darle pan a quien tiene sed”.

Houston, tenemos un problema
Una de las situaciones complejas que pueden darse es cuando uno de los dos tiene pareja y el que no la tiene se enamora. Y no me refiero a un simple capricho o a un enamoramiento fugaz, sino a puro amor. El hecho de que una persona tenga un compañero sentimental no elimina esa posibilidad. Para no llegar a este extremo y, sobre todo, respetar al máximo esa relación, el soltero debe estar atento a las “señales” de aviso ANTES de que la amistad pase a un nivel superior. Podríamos hacer una lista casi interminable, pero con estos puntos será más que suficiente. Si es tu caso, cuando observes alguna de estos indicativos, deberás detenerte y dar un paso atrás. De lo contrario, tendrás un paño hirviendo entre manos:

- Que él o ella te compare con su novi@ y seas tú el que salga “ganador” o favorecido de esa comparación, al destacar tus virtudes en contraposición a su pareja. O que seas tú el que haga las comparaciones.
- Cuando los piropos sean mutuos y continuos por todas aquellas cualidades que os agradan de manera especial.
- Expresiones repetitivas como: “te necesito”, “me acuerdo mucho de ti durante el día”, “pienso en ti muy a menudo”, “siempre estás en mi mente”, “me gusta cuando hablamos a solas”, etc., representan una sirena de alarma.
- La revelación de secretos íntimos que nadie más conoce, ni siquiera su pareja.
- Cierto coqueteo, como miradas o bromas que impliquen algún tipo de contacto físico.

Quizá pienses que tener una relación íntima con otro ser humano se refiere exclusivamente a tener relaciones sexuales. Pero esto no es para nada exacto. La verdadera intimidad va mucho más lejos: es la unión de dos mentes y dos corazones, y esta se puede producir sin que antes haya existido ningún tipo de contacto físico. Puedes estar desnudo delante del otro y, sin embargo, tener perfectamente toda la ropa colocada en su sitio. Se puede llegar a ser amante de otra persona sin necesidad de sexo. Algo así como amantes sentimentales.
Para que nada de esto ocurra, deberéis actuar en todo momento de vuestra amistad como si el otro miembro de la pareja estuviera físicamente presente. Reflexiona y sitúate en el punto de vista del/la novi@. Así podrás respetar su relación. Entra en su mente. Ponte en su lugar y cambia la situación como si fueras tú quien tuviera pareja y ella tratara e intimara en demasía con un amig@ del sexo opuesto. Lo verías como una amenaza, ¿verdad? Si detestarías que otro tratara de robarte a tu novi@, no trates de hacerlo tú. Y si ya lo intentaste, pídele perdón a Dios y pasa página.

Las ideas claras
Si tienes una amistad del sexo contrario, aunque no estés enamorado ni se dé el caso, debes de saber lo siguiente: su mejor amigo, su máximo confidente y su máximo apoyo debe ser su pareja, no tú. No debes desempeñar un papel que no te corresponde: “Si hay amor, el varón buscará la compañía de su mujer con más interés que la de cualquier amigo”[1]. Hay que saber de qué se puede o no hablar con un amigo y hasta dónde se puede revelar la intimidad personal. La prioridad número uno debe ser siempre su relación, tanto en interés, tiempo, atención y muestras de cariño. ¿Normas? Cada amistad en particular deberá establecer las suyas.
Es muy sencillo irse de compras, a cenar, al cine o de viaje a solas con alguien del mismo sexo, pero puede crear multitud de confusiones cuando eso mismo se lleva a cabo con el género opuesto si tiene pareja. Tienes que hacer tu propia vida, porque eres soltero, y él o ella vivir la suya con su compañero sentimental.
Para saber en general cómo debe tratar un hombre a una mujer (tanto si uno de los dos está casado como si no), podemos usar las palabras de Pablo a Timoteo, donde le manda tratar como hermanas con toda pureza a las jovencitas (cf. 1 Ti. 5:2), y aplicarlas también a relaciones de amistad entre adultos.

Demasiado tarde. ¿Y ahora qué?
¿Y si ya ha surgido el amor en ti sin buscarlo respecto a esa persona con pareja? ¿Qué puedes hacer? El mejor ejemplo que se me ocurre para exponer esta cuestión la podemos encontrar en la película La boda de mi mejor amigo, protagonizada por Julia Roberts, Cameron Díaz, Dermot Mulroney y Rupert Everett.
Los personajes interpretados por Julianne Potter (Roberts) y Michael O'Neal (Mulroney) son amigos íntimos desde hace más años de lo que recuerdan. Tras un tiempo sin verse, él la llama para comunicarle que se ha comprometido y que se casará en apenas cinco días con Kimberly Wallace (Díaz). A partir de entonces, comienza una carrera frenética por parte de Julianne para arruinar la boda de forma rastrera. Los planes que lleva a cabo resultan ser incluso crueles y malvados, como ella misma reconoce. Por momentos, creemos que finalmente sus ideas tendrán éxito (como suele ocurrir en otras muchas historias de ficción), pero su conciencia puede más. Tras declarar su amor, ella termina confesándolo todo y se retira de la puja, tras comprobar que él ama a Kimberly, por lo que la boda se lleva a buen puerto en medio de sus lágrimas.
Si la persona a la que amas está con otra, debes alejarte sin demora mucho antes del matrimonio, puesto que un anillo no marcará la diferencia en tu corazón. Si tenéis esa clase de relación ahora, la tendréis después y será todavía más difícil de manejar. Esa situación no se puede mantener indefinidamente bajo la máscara de la amistad. Puedes tratar de pensar que no es amor, que únicamente es una amistad profunda llena de cariño, pero tú sabes la verdad. En la película se da a entender que la amistad proseguirá tras la luna de miel, pero en la vida real esto no es posible hasta que los sentimientos no cambian.
Sé un caballero (si eres hombre) y una señorita (si eres mujer), como hijo de Dios que eres, y retírate sin ejercer ningún tipo de presión. Deja que siga el curso natural de su relación. Recuerda que, en una pareja, “dos son compañía pero tres son multitud”.
Mientras más te resistas, mayor será tu dolor. Puesto que amas a esa persona no querrás alejarte de ella. Seguro que disfrutas de su compañía, el trato mutuo, el conversar y las risas compartidas, pero seguir por el mismo camino se convertirá en una continua tortura para ti. Te robará la paz. Y esa no es la voluntad de Dios para tu vida. Es mejor llorar ahora que hacerlo por años.
¿Por qué alejarte? Para no acabar de esta manera: “Hoy logré darme cuenta lo que es querer, lo que es amar. Hoy logré darme cuenta de todo aquello que encerrado en un todo significas tú. Te quiero tanto y no te tengo, te tengo tan cerca y no puedo tocarte, te tengo frente a mí y no puedo mirarte. Se me parte el alma, se me destroza el corazón en mil pedacitos, que no sé si algún día lograré unirlos o quedarán desparramados en este hermoso lugar donde hoy también te vine a perder. Sufro como quizá nunca había sufrido. Quiero perderme lejos donde nadie me pueda hallar a un lugar que sea distinto, donde no exista tanta soledad, donde no exista el sufrir. Estoy en esta habitación, sola, muriéndome poco a poco, sintiéndome terminar. Tengo miedo, quiero huir, pero no tengo dónde. Estoy perdida en un laberinto al cual no le encuentro salida. En estos momentos él duerme frente a mi habitación junto a su amada y yo aquí sola, enamorada y ya nada puedo hacer. Qué loco que es el amor porque querer a la persona que tiene dueño, esto duele mucho, no entiendo nada, sólo sufro en silencio. Tengo todo el mar del mundo en mis ojos y cuando estos exploten no sé que haré. No quiero que nadie sé de cuenta, pero esto se torna imposible. Él solo me enseñó a querer, en ningún momento a olvidar. Él se queda con su amada y yo quedo en soledad. En esta fría habitación me despido de este gran amor que lo pudo ser todo y no fue nada. Me imagino que todo tendrá que pasar, pero también ahora creo que se puede morir de amor”[2].

Se enamoraron de ti
Puede que se dé otro caso: la persona que tiene pareja te dice que va a romper porque se ha desenamorado y quiere estar contigo. Es evidente que es libre para acabar su relación cuando lo desee, puesto que el noviazgo es el tiempo para ver si el otro es con quien se quiere compartir el resto de la vida. Si se llega a la conclusión de que no es así, la relación tarde o temprano acabará. Ahora bien: ten mucha cautela si se diera esta situación y sigue estas pautas:

- Deja que transcurra un tiempo considerable y que la persona haga el duelo personal por la pérdida de su relación. Que no sea saltar de una pareja a otra como el juego de la oca.
- En ese tiempo de duelo, averiguará si realmente se ha desenamorado completamente o aún tiene el deseo de arreglar los problemas que ocasionaron la ruptura. En ese aspecto, gúardate en grado sumo, ya que muchas parejas vuelven tras una época, puesto que desde la distancia valoran de otra forma las cualidades del otro o simplemente se arrepienten de haberlo dejado. Mientras más tiempo haya durado la otra relación, con más cuidado deberás andarte ya que el vínculo entre ellos habrá sido mayor.
- Fundamental: acércate a Dios para ver si es Su voluntad.

¡Alerta Roja!
En el supuesto de que uno de los dos esté casado, debes extremar las precauciones. El libro de Eclesiástico, aunque no es canónico, posee un sabio consejo: “Aparta tu ojo de mujer hermosa, no te quedes mirando la belleza ajena. Por la belleza de la mujer se perdieron muchos, junto a ella el amor se inflama como fuego. Junto a mujer casada no te sientes jamás, a la mesa con ella no te huelgues con vino, para que tu corazón no se desvíe hacia ella y en tu ímpetu te deslices a la ruina” (Eclesiástico 9:8-9). ¿Significa que no puedes tener ningún tipo de amistad con un hombre o una mujer casada? Como ya hemos visto, no es a eso a lo que estoy haciendo alusión, sino a que debes tener muy claras ciertas pautas de comportamiento.
Aunque en primera instancia no fuera con intención y todo comenzará de manera inocente, pocas cosas hay más terribles ante los ojos de Dios que una persona se entrometa en un matrimonio con el propósito de romperlo para atraer hacía sí a uno de los miembros. Tal actitud es inmoral y aborrecible. Puede que se haya enamorado sinceramente sin buscarlo, pero lo que haga con esos sentimientos mostrará claramente quién es realmente el Señor de su vida: Dios o él mismo. Romper o ayudar a romper un pacto sagrado trae frutos: a nivel interno, ya que no hay conciencia que pueda vivir en paz sabiendo lo que ha hecho. A nivel externo, ya que lo que mal empieza mal acaba, y posiblemente esa relación terminará en ruina. O puede que pague los platos rotos en la otra vida: aunque sea capaz de autoconvencerse de que no ha hecho nada malo (más bien, engañándose a sí mismo en nombre del amor), y la “nueva pareja” sea aparentemente feliz durante su paso por este mundo, pagará las consecuencias ante el juicio de Dios, a menos que se arrepienta previamente y abandone esa relación adúltera[3]
La Palabra de Dios nos advierte sobre los peligros y las consecuencias de determinadas acciones:

- “¿Y por qué, hijo mío, andarás ciego con la mujer ajena, y abrazarás el seno de la extraña?” (Pr. 5:20).
- “¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen? Así es el que se llega a la mujer de su prójimo; No quedará impune ninguno que la tocare” (Pr. 6:27-29).

Si se diera el caso de que fuera el hombre o la mujer casada quien se sintiera atraid@ hacia ti, incluso enamorad@, deberás poner tierra de por medio, sientas lo que tú sientas. Aléjate todo lo que puedas aunque te siga buscando de una manera u otra. Por mucha intimidad que haya existido, y aunque el deseo de conservar ese contacto íntimo continúe durante un largo periodo de tiempo, mientras más te alejes de esa intimidad antes morirá el deseo. Y tampoco te inmiscuyas aunque su relación vaya mal. Lo que haga o deje de hacer respecto a su matrimonio no te incumbe.
La persona casada deberá arreglar por sí mismo ciertos asuntos en su interior, puesto que ha sido transigente en su mente y en su corazón (ya que que la fidelidad empieza y acaba ahí), jugando a un juego sumamente peligroso y consintiendo aquello que no debería haber permitido, lo hiciera con o sin intenciones y tuviera mayor o menor conciencia de lo que estaba haciendo. Seguramente tenga que pedir ayuda y consejo de personas sabias, y no de aquellas que le animen a huir del matrimonio. Tendrá que fortalecer su relación conyugal y solucionar los problemas que hayan podido darse, en lugar de buscar fuera lo que no ha encontrado dentro de él hasta el día de hoy. Lo principal es que recuerde que hizo un pacto ante Dios y su espos@ el día de su boda. Así podrá reestablecer el orden respecto al Señor y su pareja, pidiendo perdón en el caso de que sea necesario, y volviendo al sendero correcto e íntegro. 
Deberá aprender a marcar límites para que algo así no vuelva a suceder. De lo contrario, la atracción emocional hacia otras personas del sexo opuesto podrá surgir en cualquier momento. En cuestión de semanas pasará de la atención mutua a la atracción. A continuación llegará el cariño especial. Y terminará con un apego sentimental tan fuerte que todo terminará estallando en el interior. No hay ser humano que resista tales pasos una vez que comienza el juego y no se han marcado las reglas previamente.  
Creo que sobra decirlo, pero por si alguien duda lo especifico: estos son consejos para cristianos que lo son de verdad, que han podido errar y que desean rectificar, no para aquellos que no lo son o no tienen ninguna intención de sujetarse a los principios bíblicos.

¿En qué quedamos? ¿Es posible o no la amistad entre personas de sexo opuesto?
Una vez que hemos analizados todas las complicaciones que pueden darse, opino que sí puede darse una sana amistad, incluso aunque uno o lo dos tenga pareja. En la película Cuando Harry encontró a Sally, protagonizada por Billy Crystal y Meg Ryan, se presenta una teoría que trata de explicar la imposibilidad de la amistad entre un hombre y una mujer. Harry dice: “El hombre y la mujer no pueden ser amigos, a menos que estén comprometidos con otras personas. Entonces sí. Es una enmienda a la anterior regla. Si cada uno está comprometido, la posibilidad de una relación entre ellos se desvanece. Pero esto tampoco da resultado ya que la persona con la que mantienes la relación no entiende por qué necesitas ser amigo de otro del sexo contrario ya que eso significaría que la relación adolece de algo y lo buscas fuera de dicha relación. Y, cuando dices que no, que no es cierto, que nuestra relación no adolece de nada, la persona con la que mantienes la relación te acusa de sentirte atraído en secreto por otra que sólo es amigo, cosa que quizá sea cierta. Pero en fin, a quién queremos engañar. Admitámoslo. Lo que nos lleva a la primera regla antes de la enmienda que dice que el hombre y la mujer no pueden ser amigos”.
Es una teoría, pero no una regla. Aunque, como hemos explicado líneas atrás, contiene algunos matices que pueden ser ciertos, no admito la literalidad de estas palabras. No es que la relación de pareja adolezca de algo como decía Harry en su hipótesis. Pienso que es un punto de vista excesivamente cerrado y que no valora otras alternativas. Una buena y sana amistad siempre enriquece, puesto que puedes desarrollar otras facetas de tu ser, sin que eso suponga un romance ni nada que se le asemeje.
Las relaciones románticas y las de amistad son DIFERENTES y satisfacen necesidades DISTINTAS. Por lo tanto, creo que es perfectamente posible la amistad cuando se tienen las ideas claras y se establecen límites de forma natural; es otra forma de amor fraternal
Espero haber aclarado todas las dudas sobre este conflictivo y complejo tema.

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[1] Lacueva, Francisco. Ética cristiana. Clie, p. 188.
[3] Sobre el divorcio hablaremos exténsamente en el capítulo 15: Una nueva relación tras la viudez o el divorcio bíblico.