viernes, 23 de abril de 2021

5.3. Tu hijo necesita que sus padres le prediquen el evangelio y que no sean unos “ogros” en casa

 


Venimos de aquí: Hablad de sexo con vuestros hijos antes de que sea demasiado tarde (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/04/52-hablad-de-sexo-con-vuestros-hijos.html).

Junto a todo lo reseñado a lo largo de este capítulo, los hijos necesitan que sus padres les prediquen el Evangelio; que sean claros con ellos. Como no he parado de insistir, no pueden desatenderse y dejar que sean otros quienes les enseñen a sus retoños sobre lo que concierne a Dios. Muchos creen que “hacer” cristiano a un hijo es lograr que asista a una congregación, se siente en un banco y participe de las actividades. ¡Qué error! Otros progenitores no hacen nada: viven sus vidas como creyentes, pero no dedican ni un minuto a enseñarle a los pequeños nada del Señor que los salvó. Ni siquiera se preocupan en formarse para transmitir correctamente sus conocimientos. Los dejan a sus anchas, donde lo único que les preocupa es que “se porten bien”, “dejen tranquilos a papá y a mamá” y “no griten”, mientras los jovencitos pasan el día delante de un ordenador o una videoconsola sin educar la mente, sin leer ni ser instruidos.
No se puede dejar que la instrucción espiritual dependa únicamente de una escuela dominical o de un grupo de jóvenes. La responsabilidad primera la tienen los padres: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa (Mt. 5:14-15). No se puede ser sal y luz fuera de casa ante otros y no dentro de ella ante los pequeños.
Jesús dijo que el Padre lo había enviado a predicar el año agradable del Señor (cf. Lc. 4:19). Esta labor les corresponde ahora a los padres. Son ellos los primeros que tienen que predicarles el mensaje de salvación, la razón exacta de su condición pecaminosa, la naturaleza caída que anida en ellos, junto a las consecuencias en la vida diaria y en la eternidad que esto conlleva.
Muchos no hablan con ellos sobre cuestiones espirituales porque tienen miedo al rechazo, porque no saben adaptar el lenguaje adulto y adecuarlo a la edad del oyente, por falta de preparación, e incluso por vergüenza, cuando es su deber anunciarles el camino de Dios: “¿Qué camino es éste? Para nosotros es el camino de la voluntad de Dios, el evangelio de Jesús. No de hacerlos esclavos de una religión, sino de un camino. Jesús es el camino, la verdad y la vida, por tanto debemos enseñar el camino de Jesús a nuestros hijos. ¿Dónde hacerlo? En el hogar, en la vida familiar (Dt. 6:4-9). [...] ¿Cómo lo vamos a hacer? Enseñando las Escrituras a nuestros hijos (2 Ti. 3:15), orando juntos como familia, adorando juntos en el hogar, enseñando a obedecer en cada área de la vida y mostrando un modelo de vida de fe a seguir como padres. Sin hipocresía, sin doblez. [...] El humanismo dice que hay que dejar a cada hijo escoger el camino que mejor le parezca; los padres no deben influir en sus decisiones. Qué gran mentira. [...] Necesitamos reunirnos como familia para orar juntos por los desafíos que se presentan en las diversas etapas de la vida y su desarrollo. Exponer la Palabra de Dios. Situar los tiempos y etapas de cada momento. Estos momentos deben ser abiertos, donde podamos exponer las necesidades de cada uno, enfatizar la unidad familiar en medio de las pruebas, tener una panorámica global de la situación que se vive”[1].

Que los padres sean de ejemplo y no “ogros”
En lugar de actuar de las maneras erróneas que hemos citado en los apartados previos, los problemas y las diferencias de opiniones hay que resolverlas en la intimidad y en casa, no en público o por la calle con los clásicos aspavientos y la cara de un búfalo a punto de embestir: “¡¡¡Cuando lleguemos a casa te vas a enterar. No vas a salir hasta el fin de los tiempos!!!”. Los padres tienen que tratar a sus hijos como les gustaría que les trataran a ellos: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mt. 7:12).
Hay padres cristianos que, al estar con otros hermanos en el local de la iglesia, hablan como si vivieran en otro siglo, y dicen con rostros de santos: “Buenos días, queridísimo hermano. Me alegra de puro corazón verle un día más en la casa del Señor. Que Dios le bendiga grandemente y le llene abundantemente de paz y gozo”. Cuando llegan a casa, esos mismos santos, dejan en la puerta el antifaz y se comportan como una mezcla de King Kong y Godzilla, que se golpean el pecho con los puños, mientras que echan fuego por la boca sobre sus hijos, mutando en ogros, pagando a veces con los más pequeños los enfados que traen del trabajo, de la vida diaria o de circunstancias que no tienen nada que ver con ellos.

(Algunos padres cristianos cuando salen “de la iglesia” y llegan a casa)

Santiago habla en contra de esta doble ética: “De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?” (Stg. 3:10-11). 
Algunos se defenderán diciendo que ellos no maldicen a sus hijos ni les insultan, pero la realidad es que, en ocasiones, les hablan de maneras que jamás se les ocurriría hablarle a un hermano en Cristo. ¿Qué piensan los hijos cuando ven esta doble forma de ser de sus padres? Que son unos hipócritas. Así de claro, y con razón. En definitiva, malos ejemplos respecto a los valores que deberían transmitir los cristianos. Los padres tienen que ser íntegros, sin dobles caras: “Camina en su integridad el justo; Sus hijos son dichosos después de él” (Pr. 20:7).
Los progenitores no pueden pedirle a un hijo que sea paciente, manso, racional, ecuánime, amable y que tenga empatía, mesura, sensibilidad y tacto, si ellos no se muestran así. No pueden pedirle a un jovencito –que por edad es inmaduro- que se comporte como ni siquiera ellos –adultos supuestamente maduros- lo hacen. ¿Quieren los padres que sus hijos los respeten, aprendan a pedir perdón y sean cortés? Que prediquen con el ejemplo y se lo apliquen a sí mismos: que respeten a sus hijos, que les pidan perdón de corazón cuando se equivoquen y que se muestren educados hacia ellos.

Continuará en: ¿Cómo es el mundo actual donde viven los jóvenes y adolescentes?


[1] Zaballos. Virgilio. Esperanza para la familia. Logos. Pág. 49, 50, 61.


miércoles, 21 de abril de 2021

5.2. Hablad de sexo con vuestros hijos antes de que sea demasiado tarde

 


Venimos de aquí: Tu hijo necesita que hables con él “de todo” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/04/51-tu-hijo-necesita-que-hables-con-el.html).

Pues sí: los padres tienen que hablar de sexo con sus hijos sí o sí, aunque no les guste o incluso a algunos les pueda parecer grotesco.
El mayor error que pueden cometer es callarse, esperar a que tenga novia o dejarlo para cuando sea demasiado tarde, dejando que aprendan por sí solos por medio de Internet, la televisión, las amistades y “la práctica”. Como apunta la psicóloga Alejandra Nágera: “Informar a un hijo púber sobre sexo es difícil por dos motivos principalmente: los padres creen que no está preparado todavía, y cuando deciden hacer la primer aproximación al tema, se dan cuenta de que el hijo lleva mucho tiempo hablando de sexo en el colegio. Llegan tarde. (Por otro lado) la inquietud de los padres con respecto a la actividad sexual del adolescente no coincide con lo que preocupa a éste. Los padres tienden a dar información para prevenir unos peligros con los que el joven no se siente totalmente identificado y, en cambio, no le tranquilizan en los aspectos que le afectan en realidad. El hijo siempre les parece demasiado pequeño o inmaduro a los padres para digerir vicisitudes sexuales. Se equivocan. [...] Cuando los padres, de buenas a primeras, intentan abordar el asunto sexual con un adolescente, no sospechan que hace ya bastante tiempo que es el tema favorito de conversación en el colegio. Los jóvenes hablan de sexo entre ellos desde que tienen 9 o 10 años, o incluso antes. En todos los cursos siempre aparece un compañero ducho en la materia. [...] Lo normal es que semejante experto no lo sea en absoluto, y en lugar de haberlo entendido todo bien, haya entendido todo al revés. [...] Por eso, con 10 años muchos ya han oído hablar de violaciones, penetraciones, prostitutas y travestidos, entre otras cosas. Lo han aprendido durante el recreo. Y cuando los padres convocan un simpósium sexual para informar al púber, reciben un ´venga ya, si lo sé todo` como respuesta. [...] (También hay que decir que), aunque los padres no actúen con la suficiente antelación, siempre es mejor hablar, aunque sea tarde, que no hablar en absoluto”[1].
Además, ya hemos visto cómo el Gobierno (al menos en mi país) quiere atribuirse la potestad de la educación sexual a los menores, desposeyendo de tal derecho a los padres. Hace apenas unos días, Sara Hernández, la alcaldesa socialista de Getafe (Madrid), defendía las “relaciones sexuales satisfactorias entre niños”. Ante la polémica generada, matizó –no sé si por convencimiento o por las críticas recibidas-, que no se refería a infantes de Primaria, sino a chicos de ESO y Bachillerato. En definitiva: a jóvenes imberbes y a jovencitas en plena inmadurez, que llamativamente tienen derecho al sexo libre y a abortar, pero no a conducir ni a votar. El Ayuntamiento que ella preside, en sus guías sobre sexo para adolescentes, anima a “descubrir el sexo a lo grande” y a “vivirlo sin límites”. Y no se quedan solo ahí, sino que lemas como “La masturbación mola” o “¡Apaga la tele y enciende tu clítoris!” están incluidos en su guía “Rebeldes de Género”[2]. Y mientras, los padres dejando a la suerte que sus hijos salgan responsables por sí solos.
En una ocasión, una persona cercana a mí, tras mi conversión a los 23 años, me dijo: “Te has perdido lo mejor de la adolescencia: comenzar a tener relaciones sexuales”. Sentí rabia al comprobar la ética de alguien que, hasta entonces, yo tenía por madura. ¿Cómo un adulto podía decirme eso? Fácil de comprender: no era cristiana, y su moral era contraria a la fe. 
Por todo lo apuntado, en la educación sexual y en todos los demás aspectos, debe hacerse desde una óptica bíblica y bajo la guía de los padres. Esto, en el mundo en el que vivimos, puede resultar sumamente complejo. La sociedad que nos rodea grita a los cuatro vientos, tanto a chicos como a chicas: “Hazlo ahora y cuando te plazca. Vive el momento. Si a ti te gusta, date el gusto. Si lo amas, no esperes. Aprovecha cada oportunidad. Di sí a las propuestas si lo deseas. Todo el mundo lo hace. Si no lo haces nadie te querrá. Si quieres una pareja ya sabes que tendrás que entregarte físicamente. Cuando llegue el momento hazlo o se irá con otro. Déjate llevar. Disfruta de tu cuerpo. Es tu derecho. No seas mojigato. Basta con tener cuidado para no provocar un embarazo/quedarte embarazada ni contraer ninguna enfermedad”.
Ante estas ideas perniciosas, es “normal” saber de infinidad de adolescentes que tienen relaciones sexuales. Y de ahí que no sea de extrañar que, cuando entran en la Universidad, duerman con sus novios y novias en sus pisos de estudiantes. Para ellos, es algo normal. Para el que se guía por la fe de Cristo, todo esto está fuera de la voluntad de Dios. El cristianismo enseña: “Controla tus impulsos. Ten una mente pura. Di no a las propuestas. Guárdate para una única persona y disfruta cuando llegues al matrimonio”. Y es eso lo que tienen que enseñar los padres creyentes a sus hijos. Si dimiten de tal labor o se limitan a explicar “de dónde vienen los niños”, que luego no se quejen. 
Paul Washer lo expresaba así: “Sus hijos irán a la escuela pública y serán entrenados por alrededor de 15.000 horas en pensamientos seculares impíos. ¡Y luego irán a la escuela dominical a colorear una imagen del Arca de Noé! ¿Creen que eso será suficiente para que ellos estén firmes contra las mentiras que les dicen?”. No se puede ser más claro y contundente.

Continuará en: Tu hijo necesita que sus padres le prediquen el evangelio y que no sean unos “ogros” en casa (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/04/53-tu-hijo-necesita-que-sus-padres-le.html). 


[1] Nágera, Alejandra. La edad del pavo. Temas de hoy. Pág. 137-139, 148.


lunes, 19 de abril de 2021

5.1. Tu hijo necesita que hables con él “de todo”

 


Venimos de aquí: No compares a tus hijos: se mueren por tu amor y respeto (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/11/4-no-compares-tus-hijos-se-mueren-por.html).

Conversaciones significativas
Los jóvenes se cansan de que, cuando se les dirige la palabra, sea siempre para lo mismo: “Pon la mesa”, “quita la mesa”, “no te pongas ese pantalón”, “ponte ese pantalón”, “no te peines así”, “péinate así”; “haz los deberes”; “acuéstate”; “levántate”; “no llegues tarde”, “saca al perro a pasear”. ¿Dónde queda preguntarle por su estado de ánimo? ¿Dónde queda averiguar en su mirada que sentimientos hay en él para conversar? ¿Y hablar del futuro, de los sueños, de los miedos y de los deseos?: “Si los padres no se han preocupado de fomentar el diálogo y la comunicación con su hijo antes de que éste llegue a la adolescencia, les resultará muy difícil hacerlo entonces”[1].
¡Habla con tu hijo! ¡Ten conversaciones significativas! Cuéntale tus luchas, tu vida pasada y presente, y no únicamente los detalles superficiales. Sonríe y ríete. Abre tu corazón y no hables solo con la cabeza. Trae a la memoria buenos recuerdos. Haz planes con él. Pregúntale qué quiere hacer y a dónde querría ir. Interésate realmente por sus aficiones y la razón de que le gusten, aunque no lo entiendas.



Para que él se abra contigo, también tendrás que abrirte tú con él: “Las conversaciones que los adolescentes desean tener con sus padres están relacionados con los siguientes aspectos:

- Todo lo que afecta a la familia: vivienda, vacaciones, economía, asuntos del trabajo de sus padres, enfermedades, peleas, etc.

- Los valores morales, la religión y la política.

- Todo lo concerniente a las emociones de los padres: saber por qué se quieren, el motivo de las peleas entre ellos, si van a divorciarse, si son felices o desgraciados, cómo eran en su juventud, sus debilidades, etc.

- La injusticia en el mundo: los adolescentes son muy proclives a defender lo utópico y pensar que la injusticia tiene solución. Se embarcan con pasión en la aventura de salvar a las ballenas o mitigar el hambre en Etiopía. Siente pasión por la justicia social y tiende a manifestar su opinión con arrojo, con un ahínco que, según los padres, es exagerado.

- El deporte, los amigos, las aficiones, etc.

- No quieren hablar solo de estudios, que es justo el único tema que parece interesar a los padres[2].

Tiempo de calidad
Todo esto implica “tiempo de calidad”. No consiste tanto en estar pegado a los hijos las veinticuatro horas del día, sino que, el tiempo que se esté junto, sea de verdadera calidad. Un padre y una madre deben “regalar su presencia y su ser a sus hijos”: “Esté disponible para ellos en casa. Muchos padres se torturan pensando que hacen daño a sus hijos porque el trabajo les obliga a estar fuera del hogar. Todos los especialistas coinciden en que lo importante para los niños no es la cantidad de horas que se les dedica, sino la calidad de esa dedicación. De nada sirve que una madre pase la jornada refunfuñando, insitiendo en todo lo que hace por ellos a cambio de nada, mostrando un alto grado de irritación que estalla al menor incidente”[3].
Como señala Augusto Cury en su sensacional libro “Padres brillantes, maestros fascinantes”: “Los padres brillantes dan a sus hijos algo incomparablemente más valioso, algo que todo el dinero del mundo no puede comprar: su ser, su historia, sus experiencias, sus lágrimas y su tiempo. Los padres brillantes, cuando tienen los medios, dan regalos materiales a sus hijos pero no los alientan a ser materialistas, porque saben que el consumismo puede aplastar la estabilidad emocional, así como generar tensión y placeres superficiales. Los padres que siempre están dando regalos a sus hijos son recordados por un momento. Los padres que se preocupan por dar a sus hijos una historia se vuelven inolvidables. Muchos padres trabajan para dar el mundo a sus hijos, pero se olvidan de abrirles el libro de sus vidas”[4].

Conclusión
Los hijos no son una cosa ni un objeto de la propiedad de los padres, sino personas complejas a las que Dios les ha concedido la mayordomía hasta que puedan valerse por sí mismos.
Cuando los padres no cumplen lo que sus hijos necesitan y anhelan en lo más profundo de ellos, sucede lo más lógico: se alejan emocionalmente de sus progenitores, cierran sus corazones, se encierran en sí mismos y se aíslan en su habitación con sus “amigos”, de nombres ordenador, videojuegos y televisor. Hay infinidad de hijos menores de edad que se mueren de ganas por emanciparse o irse a estudiar fuera de la ciudad, no como parte del proceso natural de la vida, sino para cambiar de aires, ya que no se sienten cómodos ni les gusta el ambiente que se respira en casa. Aunque tienen todo tipo de comodidades (ropa, dinero, cama, comida y agua caliente cada día), no encuentran “valoración”, “comprensión”, “respeto”, “amor”, “conversación significativa”, ni son “escuchados”, solo comparados y menospreciados.
Espero que los padres, tras leer lo descrito, en lugar de enfurruñarse –que es lo fácil-, reflexionen y lleven a cabo todos los cambios que sean necesarios en la relación con sus hijos.

Continuará en: Hablad de sexo con vuestros hijos antes de que sea demasiado tarde.



[1] Nágera, Alejandra. La edad del pavo. Temas de hoy. Pág. 226.

[2] ibid. Pág. 61.

[3] Ibid. Pág. 241.

[4] Cury, Augusto. Padres brillantes, maestros fascinantes. Zenith. ePUB v.1.0. Pág. 7.


sábado, 10 de abril de 2021

9. ¿Es posible ser cristiano y estar a favor del aborto?

A lo largo de esta serie de artículos hemos visto, entre otras cuestiones, que:

1) Un feto es un ser humano desde el mismo momento de su concepción, como la ciencia demuestra de forma irrebatible.
2) El aborto voluntario no es un acto de libertad, sino un asesinato.
3) La mujer no es libre para decidir si aborta puesto que no decide sobre su cuerpo sino sobre el del otro.
4) El feto tiene derecho a vivir sin que nadie se lo pueda impedir.

Las evidencias que he mostrado se han basado en la biología, los datos médicos y registros oficiales, y no en creencias religiosas. Por eso es entendible que existan infinidad de “ateas provida”, como Lupe Batallán –a la que ya cité-, y, por el contrario, es irracional que haya “católicas proabortistas”.
Solo nos queda hacernos la última gran pregunta, la del encabezado: ¿es posible ser cristiano y estar a favor del aborto? Leyendo de nuevo los cuatro puntos citados, la respuesta es obvia: no.
Ahora bien, vamos a profundizar en dicha aseveración, empezando por citar las palabras de la feminista Mar Grandal (que no es la de la foto), presidenta de “Católicas por el Derecho a Decidir”: “Defendemos la libertad de conciencia, un argumento de la tradición católica que apunta que la conciencia es el reducto más interno, donde está Dios. Por tanto, si una mujer, teniendo en cuenta esa libertad de conciencia, decide abortar ¿quién es nadie para juzgarla? Católica o no, debe ser libre para decidir. Nadie puede violar esa conciencia. Yo no creo en un Dios juzgador, sino en un Dios misericordioso, amoroso, que comprende la situación de cada mujer. Ni siquiera Jesús culpabilizó ni juzgó a las mujeres”[1].
Habiendo sido esta señora estudiante de Teología, se ha formado un “dios” a su medida –que es lo que suelen hacer infinidad de personas-, pero no conoce al Dios que revela la Biblia. La señora Grandal, quizá –solo ella lo sabe-, estaba pensando en el pasaje de la mujer sorprendida en adulterio para señalar que ella no cree en un Dios que juzga y sí en uno misericordioso. Lo que ella omite –voluntariamente o por pura ignorancia- es que Dios es ambas cosas, como se muestra desde el libro de Génesis hasta el de Apocalipsis. En el caso de la mujer adúltera, Jesús mostró misericordia al perdonarla y no apedrearla, que es lo que mandaba la ley. ¿Pero qué más le dijo?: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Jn. 8:11). Si aquella mujer no hubiera pecado, Jesús no le habría dicho “no peques más”. ¡Claro que la estaba culpando!
Este caso particular puede aplicarse exactamente igual ante cuaquier pecado, sea el que sea. En el que nos atañe, abortar es matar, y matar va en contra de la ley de Dios. Que Dios no “juzgue” en el momento una mala acción no significa que no lo vaya a hacer cuando la persona esté en Su presencia. Por eso Jesús, antes de que fuera demasiado tarde, dijo tajantemente: “si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lc. 13:3). El mensaje de misericordia de Cristo para cualquier mujer que ya haya abortado no varía: “Arrepiéntete y no peques más”.
Si Mar Grandal no ha entendido la razón por la cual Jesús murió voluntariamente en la cruz, es que no sabe qué es el cristianismo.
Para refutar sus falacias, añado la explicación sencilla pero contundente que ofrece el médico cristiano Pedro Tarquis: “... les presento una palabra griega que es clave: bréfos. Pues bien, en el Evangelio de Lucas 1:41 y 44 expone que el ´bréfos` de Isabel (el embrión de Juan el Bautista) saltó de alegría en su vientre al oír el saludo de María (prima de Isabel) que la visitaba después de la anunciación. El primer ser humano que ´reconoció` al Mesías recién concebido fue un embrión. Lucas no era sólo médico, sino que usaba un lenguaje muy riguroso y exacto, enormemente preciso. Por eso es importante que también trata como ´bréfos` al niño recién nacido (Lc. 2:12,16). Y usa el mismo término para los niños que traían a Jesús (Lc. 18:15) para que les bendijera. No hay distinción en el uso del término griego del Evangelio de Lucas que diferencie al ser humano en el vientre de la madre del ya nacido. Así pues, Lucas aplica el mismo concepto, con continuidad, al ser que existe desde antes de nacer hasta la adolescencia, momento en que se consideraba que ya conocía las escrituras y por tanto termina su edad de inocencia”[2].
“Aborto” y “cristianismo” no pueden ir en la misma afirmación. “Cristianos” y “derecho a decidir”, tampoco. Las palabras de Mar son completamente incongruentes con las enseñanzas de Jesús, al que tanto cita. Defiende la libertad de conciencia como si ésta fuera la última palabra. Sin embargo, Dios mismo nos avisa del peligro de la conciencia y de lo poco fiable que resulta: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jeremías 17:9-10). Lo que Grandal defiende sobre la libertad de conciencia es puro relativismo moral: “Si yo siento que no está mal, es que no está mal; si yo siento que está bien, es que está bien. Así lo siento de parte de Dios”. ¡Menudo error tremebundo!
Por otro lado, toma de Jesús lo que le conviene y se olvida de otras verdades. Él no estuvo en contra de “juzgar”, sino de hacerlo “según las apariencias” (Jn. 7:24). Por eso señaló que lo hiciéramos con justo juicio.  ¿Qué no cree en un Dios que juzga? ¿Entonces por qué Jesús habló “multitud de veces” sobre el juicio venidero? Sí, Dios es misericordioso, pero ¿qué Él no juzga? ¿No dice en Apocalipsis 20:12 que Dios juzgará a cada ser humano, hombre y mujer, sin distinción? Bien dijo Jesús que, antes del fin, “por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mt. 24:12).
Como el padre del hijo pródigo, Dios espera que todo el mundo proceda al arrepentimiento –incluyendo a los proabortistas, a las que han abortado y a los médicos y enfermeros que han llevado a cabo tal procedimiento-, pero esto depende de las personas, de que digan: Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti” (Lc. 15:17-18). Será entonces cuando el padre los reciba con los brazos abiertos: “Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse” (Lc. 15:20-24). ¡Esa es la misercordia de Dios, que sigue disponible para el que la desee!

viernes, 9 de abril de 2021

8. ¿Es cierto que el aborto, en una clínica con todas las medidas adecuadas, es un proceso natural y sin sufrimiento para ninguna de las partes?

 

(Ilustración de Luis Quiles)

 La realidad es que esta falacia es tan escabrosa que resulta hiriente. ¿Cómo que no hay sufrimiento? ¿Es que no se le quita la vida a un ser vivo? ¿Acaso no le rajan y destrozan? ¿No resulta llamativo que trate de evitar su muerte resistiéndose literalmente cuando invaden la placenta para sacarlo de ella succionándolo? ¿Y qué del aborto farmacológico, que convierte al feto en un amasijo de carne y sangre, y que a su vez suele provocar en las mujeres cólicos, y en otros casos sangrado abundante con grandes coágulos, mareos y escalofríos? ¿Es que, viendo los resultados, los proabortistas no se dan cuenta de cuán antinatural es un aborto?
Recordemos que en la novena semana todos sus órganos funcionan, sus músculos y nervios van sincronizados, y mueve los brazos y las piernas. Sin embargo, y a pesar de todo lo descrito, el aborto en España se permite hasta la semana 14. Si le pinchan, siente el dolor, puesto que reacciona ante el roce, el frío y el sonido. ¡Cuánto más si usan muchos de los métodos abortivos! Lo succionan, lo arrancan con pinzas del útero, le fracturan la cabeza cuando surge la imposibilidad de extraerlo, le inyectan una solución salina concentrada que le hace morir por envenenamiento, deshidratación, hemorragia del cerebro y graves quemaduras en la piel. Se habla mucho de la mujer, pero no de cómo se asesina a un ser inocente de forma atroz.
¿Y qué pasa con la madre? Aunque en los medios de comunicación generalistas se muestren entrevistas anónimas a mujeres que no se sienten mal por haber abortado voluntariamente –incluso algunas señalan que lo volverían a repetir si se diera el caso de un embarazo no deseado, y muchas son las que repiten a la luz de los datos oficiales- la verdad que muestra la mayoría de los estudios es completamente opuesta: el aborto es tan contrario al orden natural de la propia biología protectora de la mujer hacia el feto, que la culpa que suelen experimentar es simplemente una consecuencia natural de sus actos. Para las mujeres es traumático porque, en el fondo, saben lo que están haciendo. Muchas sufren vergüenza, culpa, ansiedad, depresión, insomnio, sensación de vacío, falta de líbido, irritabilidad, etc.
La mujer que se siente culpable es, ni más ni menos, porque es culpable. No es una falsa culpa neurótica; es una culpa real, la conciencia del mal que están llevando a cabo y que a muchas les pasará factura mental y emocionalmente el resto de sus vidas. Por eso necesitan ayuda psicológica y espiritual, para experimentar sanidad interior y perdón. Las que, tras llevar a cabo dicho acto, no experimentan nada –incluso se sienten bien o aliviadas-, es sencillamente porque han negado y acallado su conciencia completamente y han seguido hacia adelante. Ahí el problema es doble al ser de índole moral.

jueves, 8 de abril de 2021

7. ¿Ante una violación o un defecto físico grave del feto lo mejor es abortar?

 

(Nick Vujicic)

“Hay muchísimos e incontables casos donde el feto viene con graves malformaciones y enfermedades, por lo que es otra razón para permitir el aborto libre”, sentencias los proabortistas.
La realidad es que, nuevamente, los datos del Ministerio de Salud contabilizados en España en 2019 desmienten los términos “muchísimos” e “incontables”: Riesgo de grave anomalías en el feto: 2,93%. Anomalías fetales incompatibles con la vida o enfermedad extremadamente grave e incurable: 0,32%. Grave riesgo para la vida o la salud de la embarazada: 5,85%. A petición de la mujer: 90,90%. Varios motivos: 0,01[1].



Visto lo visto, la inmensa mayoría de los casos son, principalmente, a petición de la mujer, sin que medie ninguna razón de salud de por medio. A la luz de los datos, los proabortistas, por norma general, lo que quieren es hacer especial hincapié en los casos de malformaciones, enfermedades y violaciones para hacer fuerza y defender una vez más el aborto libre y gratuito, cuándo y cómo quieran, independientemente de las causas y motivaciones.
En el fondo, a los que quieren abortar no les interesan este tipo de estadísticas; es solo una justificación que añaden a sus demandas. Si quieren hacerlo, aunque el feto esté en perfectas condiciones, reclaman igualmente “sus derechos” para acabar con él. Por otro lado, sumando los casos de malformaciones o enfermedades (2,93%), muchos son compatibles con la vida. Así que la pregunta es: ¿impediremos que nazca un niño o una niña porque venga con una minusvalía física o mental, sea leve o grave? ¿Porque tenga síndrome de Down lo desecharemos? ¿Lo mismo con los autistas, sordomudos, ciegos, con espina bífida o sin alguna extremidad?
Con un mínimo de empatía, es fácil entender cuán difícil tiene que ser tener un hijo así y el esfuerzo que requiere su cuidado y crianza. Pero si los eliminamos por estas razones, estamos cayendo en el sueño hecho realidad del mismísimo Adolf Hitler y su programa de eugenesia conocido como Aktion 4, fue autorizado por el mismo dictador en 1939, y que consistió en eutanasiar a personas señaladas como enfermos mentales, incurables, niños con taras hereditarias, con determinados grados de epilepsia y adultos improductivos: “Eran consideradas vidas indignas de ser vividas y un acto de compasión hacia el enfermo como en beneficio de la comunidad en general. [...] La propoganda hacía hincapié en que aquellas personas, además de llevar una vida indigna de vivirse, representarían una carga económica y un impedimento para el futuro de Alemania y su raza. [...] Tales recursos sanitarios (camas, personal, etc.) y los eventuales ahorros presupuestarios pudieron recuperarse o redirigirse hacia otras necesidades económicas”. Tanto los familiares como los afectados se mostraban totalmente en contra de dicho programa. Hoy en día es todo lo contrario: la mayoría lo acepta para el aborto por las mismas razones: se consideran vidas indignas, un coste económico muy alto, etc. Es dantesco.
Para no extenderme más sobre esta cuestión en particular, y aunque hay infinidad de testimonios –tanto de afectados como de padres-, aquí dejo el de Nick Vujicic, que nació sin brazos y sin piernas, y que debería llevar a reflexionar a más de uno (https://www.youtube.com/watch?v=bSGJst9mc40).
¿Y qué decir ante una violación? Muchas mujeres apuntan a que “es terrible que se le quiera imponer a una mujer violada que siga con su embarazo”.
¿Qué responder ante esto? Para empezar: el hecho de la violación en sí es terrorífico, y eso es indudable. Lo recalco una y otra vez si es necesario: ES TERRIBLE Y ABOMINABLE que un animal-man llegue a hacer algo así. Pero la pregunta hay que hacerla también desde el otro punto de vista: ese niño inocente, ¿debe pagar con su vida por el crimen de otro? Responder que sí sería darle luz verde a proseguir con el ciclo de violencia, cuando lo que hay que hacer es romperlo, ofreciendo a la vez toda la ayuda posible a la mujer afectada.
Los proabortistas usan el tema de la violación como argumento general a favor del aborto. Pero la respuesta ante dicha falacia proviene de un Comité de Mujeres Embarazadas por Asalto Sexual en Estados Unidos: “Nos ofende profundamente cada vez que nuestra difícil situación se explota para promover los intereses políticos de otros”. En los dos únicos estudios sobre estos casos, se descubrió que aproximadamente el 70% de mujeres en esta situación decidieron tener el niño. Además, el Elliot Institute, que estudia el síndrome post-aborto, en una encuesta a estas mujeres, descubrió que al 80% de las que habían abortado les había causado más mal que bien y se arrepentían. Estos datos y testimonios, por supuesto, son omitidos por los proabortistas.
Aquí dejo el testimonio de una chica de 16 años sin apenas recursos económicos que fue violada por su cuñado, quedando embarazada. No quería tener al bebé, pero todo cambió cuando lo tuvo entre sus brazos. Merece la pena leer su historia (https://www.actuall.com/vida/shirley-violada-y-embarazada-a-los-16-cuando-escuche-su-llanto-me-eche-a-llorar-y-lo-abrace/).

miércoles, 7 de abril de 2021

6. ¿Es el aborto una forma de planificación familiar y de control natal?

 


La nueva premisa presentada por los proabortistas es muy contundente y, hasta el día de hoy, la más terrible que jamás he oído: “El aborto es una forma de planificación familiar y de control natal”. Así lo creen, como en el caso de la famosa actriz Michelle Williams. Cuando recogió el premio Globo de Oro en 2020 a mejor actriz, afirmó en su discurso que, si no hubiera abortado, no habría podido lograr tal éxito. Buena parte del gremio asistente la aplaudió. Su propio hijo abortado no pudo ver a su madre recoger un trozo de metal -repito: un trozo de metal-, porque ella había decidido acabar con él antes de que viera la luz. Dicha “madre” podría haber tomado el ejemplo de otras actrices como las famosas Gillian Anderson y Lisa Kudrow –protagonistas de “Expediente X” y “Friends” respectivamente- que quedaron embarazadas en pleno rodaje y no abortaron, y alcanzaron igualmente el reconocimiento profesional sin necesidad de acabar con la vida de un inocente en plena formación.
La realidad es que el exterminio de una persona, por las razones que sea, si en ese momento no se desea, se ha convertido en una práctica habitual y un argumento más para defender los postulados proabortistas, decidiendo así sobre la vida y la muerte. Esta idea ha calado tan profundamente en la sociedad que el discurso “progre” de Williams fue vitoreado por la audiencia.
Así de enfermiza es la sociedad actual, y dificilmente puede caer más bajo. Ese es el mensaje que se le lanza a la juventud: “Si un embarazo no deseado se interpone en el camino de alcanzar tus metas, no te preocupes: aborta. ¿Vas a tener que aplazar los estudios? Aborta. ¿No vas a lograr el trabajo que deseas? Aborta. ¿Vas a perder el trabajo que tienes? Aborta. ¿Tienes miedo a perder tu actual silueta juvenil? Aborta. ¿No vas a poder salir más de fiesta con tus amigos? Aborta. ¿No te apetece cuidar y hacerte cargo de una criatura? Aborta. ¿Es un hijo “no deseado” ni “buscado”? Aborta. ¿No quieres quedarte con él pero tampoco quieres pasar por todo el proceso del embarazo para luego darlo en adopción, ya que eso lo consideras muy duro? Aborta. Y así siempre que se interponga a tus deseos”. ¡Qué triste este buffet libre que se ofrece para abortar!
Como dijo con sarcasmo y en forma de denuncia Eden Linton, directora de Educación y Juventud de la Sociedad para la Protección del Niño por Nacer de Reino Unido (SPUC): “Bienvenidos a 2020, donde un trofeo es más valioso que la vida humana y las mujeres deben matar a sus hijos para alcanzar sus sueños”.

martes, 6 de abril de 2021

5. ¿Es cruel obligar a una mujer embarazada a hacerse una ecografía? & ¿Es cierto que un bebé no debería nacer en un lugar de pobreza y que lo mejor sería abortarlo?

 


Las mujeres proabortistas hacen esta afirmación: “Que quieran obligarnos a hacernos una ecografía es cruel para nosotras”. Nuevamente, es una idea sin pies ni cabeza, y que sobrepasa lo éticamente absurdo e irracional. Al fin y al cabo, lo que se esconde detrás se resume con el refranero popular: “Ojos que no ven, corazón que no siente”.
Por eso, cuando se iba a aprobar en el 2014 en España la llamada “Ley Gallardón” (en referencia al ex Ministro de Justicia), que, entre otros aspectos, incluía la obligación de que las mujeres embarazadas que tuvieran la idea de abortar se sometieran a una ecografía, todo el movimiento proabortista lanzó una campaña brutal para que no fuera así. Finalmente no se aprobó, provocando que el Ministro, que había prometido en campaña dicha ley, dimitiera en conciencia tras ser negada su petición por el mismo Mariano Rajoy, presidente del país en aquel momento, que se acobardó ante el miedo a perder votos y terminó plegándose a los deseos de la turba.
Como he contado en más de una ocasión, un ginecólogo de mi ciudad suele acercarse a la entrada de una clínica abortista y le ofrece a las mujeres que van a entrar una ecografía gratuita en su consulta. Las que aceptan, cuando escuchan el latido del corazón del hijo que llevan en su interior, comienzan a llorar quebrantadas. Por lo que me narró un colaborador suyo, de todas las que se han hecho con este ginecólogo una ecografía, solo una siguió adelante con el aborto. Ellas, en su inmensa mayoría, se dan cuenta de que llevan a un ser humano en su interior y toman verdadera conciencia de lo que supondría acabar con esa vida. Por eso a las radicales proabortistas y a las clínicas que se lucran, no les conviene que los gobiernos les impongan una ecografía ni la visualización de un vídeo donde se muestre cómo se lleva a cabo un aborto y fotografías del resultado en el “ser” extraído.

(Escena de la película Unplanned, donde la protagonista observa la reacción de un feto mientras es abortado)

Aquí podéis ver y escuchar la reacción de Jael Ojuel, médica ginecóloga y obstetra, al preguntarle qué ha sentido al contemplar en primera persona desde un quirófano dicha práctica, y que sería la misma si los que quieren abortar lo pudieran ver (minuto 18:40 a a 21:13, https://www.youtube.com/watch?v=kIwOTxhGKr4).
Por otro lado, una de las “ideas” más recurrentes entre los proabortistas es señalar que una criatura no debería nacer en un lugar de pobreza y sin esperanza, puesto que eso es condenarlo en vida. Por lo tanto, para ellos, lo mejor es impedir que nazca.
La realidad se resume en esta pregunta: ¿Por qué, en lugar de centrarnos en que “es pobre” y en su condición social, no lo hacemos en ayudarlos y en proveerlos de recursos? ¿Seguimos la misma pauta proabortista con los adultos pobres de este mundo? ¿Los matamos o los ayudamos a salir de su situación? Nadie en sus cabales respondería lo primero. Sin embargo, para un bebé que aún sigue en el vientre de su madre, sí consideran válida la propuesta. De los miles de millones de euros y dólares que se gastan al año los gobiernos en financiaciar la destrucción del feto, ¿por qué no lo invierten en mejorar la calidad de vida de las embarazadas y de los niños por nacer y ya nacidos? ¿Por qué no ofrecen mayores ayudas económicas a las encintas y el apoyo constante de los servicios sociales? El presupuesto para las embarazadas o madres solteras, en comparación a otras partidas económicas, suele ser irrisorio, así que consideran más barato y fácil quitarse el problema de encima antes de que aparezca. Mejor gastarse el dinero en armas, en aviones de guerra, en los sueldos de los políticos, en ministerios que no sirven para nada y en sus vidas lujosas, ¿verdad? Hierve la sangre conocer la injusta realidad.
También apuntan a que, como existen abortos clandestinos, es necesario legalizarlos para que algo así no suceda. ¡Claro, y como existe el tráfico de drogas y la trata de menores, lo legalizamos también!
Por otro lado, ¿por qué no facilitan las adopciones para millones de parejas que no pueden tener descendencia y se mueren por tener un pequeño al que amar sin excusas, a una criatura que tiene todo el derecho del mundo a VIVIR, a sonreír, a disfrutar de los sanos placeres de este mundo, a ser amado y a amar, y a formar su propia familia en el futuro?
El que quiera saber más del tema económico que hay detrás de todo el negocio del aborto, aquí tiene una breve entrevista a Marta Valverde, presidenta de la Asociación Más futuro:  https://youtu.be/MoLinEWrCvc.

lunes, 5 de abril de 2021

4. ¿La mujer embarazada debe tener pleno derecho a decidir si aborta? ¿Los antiabortistas somos antiderechos?

 

(Ilustración de Luis Quiles)

 

Una de las acusaciones más habituales que nos hacen a los antiabortistas es que vamos en contra de los derechos de las mujeres. Y esto no es verdad por la razón que aquí expongo de manera muy clara y sencilla.
Ellos hablan de los derechos de la gestante pero omiten los del gestado, de ese nuevo ser vivo. Desde el momento en que ese nuevo ser surge en el interior de una mujer, los derechos de ella para decidir si vive o muere desaparecen: está en su cuerpo pero no es su cuerpo. Por eso no existe esa premisa de la que parten de la “decisión personal”. Buscar la interrupción “forzosa” del embarazo es antinatural. Y digo “forzosa” y no “voluntaria” (como dicen ellos) porque para el ser gestante es completamente forzosa, anulando por completo su derecho a vivir.
Además, considerar “interrupción” al aborto es un eufemismo malicioso. Si yo estoy hablando contigo y me tengo que levantar porque me llaman por teléfono, nuestra conversación queda “interrumpida”, pero cuando termino de hablar por teléfono “reanudamos” nuestra conversación. Por el contrario, cuando “interrumpimos” el embarazo no lo “reanudamos” más adelante. Lo que de forma dantesca la sociedad se ha encargado de denominar “interrupción voluntaria del embarazo” es realmente “terminación violenta del gestado”.
Ya vimos en el anterior escrito, usando la biología más elemental, que, los que hoy en día son hombres y mujeres, lo son desde el mismo momento en que fueron concebidos. Para no repetirme sobre el tema, cito solo la idea expuesta por el médico interista Pedro Tarquis y que concuerda con todo lo que analizamos: la ciencia admite que el “DNI genético” de cada ser humano comienza en la concepción y ya es su identidad hasta la muerte. “Por ello es artificial querer poner un momento en que el embrión es ser humano, ya que hay una continuidad inalterable. En este sentido, el aborto provocado es siempre acabar con una vida humana”[1]. El aborto no es un asesinato porque lo diga una ética religiosa determinada, sino porque atenta contra el mismo orden natural de la vida.
Ante esta verdad científica irrefutable, la pregunta, que en un mundo normal no debería ni plantearse por lo absurda que resulta, es la siguiente: ¿Qué sería de aquellos –principalmente mujeres-, que gritan desaforadamente pidiendo acabar con el embarazo, si sus madres hubieran abortado? Tan sencillo que no estarían vivas en este preciso instante. Los Paco, Antonio, Laura, Irene y compañía que están a favor del aborto, ¿habrían votado a favor de que las abortaran? ¿La mayoría habría puesto en la papeleta un “sí”? ¡Ninguno de ellos estaría vivo! Por eso es tan chocante que las ideas abortistas provengan precisamente de estas personas. Y nada de esto tiene que ver con la famosa cantinela que proclaman donde le echan la culpa al heteropatriarcado, al cristianismo, a la iglesia tal o cual, o al machismo opresor enemigo de las mujeres.
Según la idea que tratan de vender, afirman que “cualquier mujer, tenga la edad que tenga –y esto incluye a las menores de edad- deben estar amparadas ante la ley y su derecho a decidir. Además, un error no tiene que destrozarles la vida”. Hablan de “libertad” de elegir, pero no le conceden dicha libertad al nuevo ser. Él no vota, no elige cuando su madre decide extraerlo de su interior ni se le permite decir que quiere desarrollarse para sentir los abrazos, los besos y los mimos de su madre.
Se ha retorcido tanto la realidad –hasta niveles execrables- que se presentó en las tertulias de televisión como víctima de las leyes a una menor embarazada de 16 años porque no la dejaron abortar, ya que la ley actual requiere el permiso de sus progenitores. ¿Cuál fue el resultado? Que el padre decidió tirar a su bebé a un río nada más nacer tras meterlo en una maleta, bajo el argumento de que “no lo querían; era no deseado”[2]. ¿Quién fue la víctima, los padres o la criatura asesinada? Sobra la respuesta.
El informe de “interrupciones voluntarias del embarazo” (IVE) del Ministerio de Sanidad de 2019[3], revela que 341 menores de 15 años abortaron y 10.038 con edades comprendidas entre los 15 y los 19 años. Más del 10% del total. Es atroz. Permitiéndoles abortar a estas edades, la sociedad les está enseñando que son suficientemente mayores y libres para tener relaciones sexuales –sean entre “habituales” o entre “esporádicos o desconocidos de una noche”- pero no para asumir las consecuencias de sus actos si estos acaban en un embarazo: “No te preocupes de lo que hagas, luego podrás eludir tu responsabilidad”. Dicho con sarcasmo, esta es la madurez y la libertad que se le está inculcando a los más jóvenes. El culpable se libra; el inocente paga. Derechos para todo, incluso para acabar con una vida que ya es presente, en lugar de pensar en cuidarla y protegerla con todas las fuerzas.