Venimos de aquí: No compares a tus hijos: se mueren por tu
amor y respeto (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/11/4-no-compares-tus-hijos-se-mueren-por.html).
Conversaciones significativas
Los jóvenes se cansan de que, cuando se les dirige la
palabra, sea siempre para lo mismo: “Pon la mesa”, “quita la mesa”, “no te
pongas ese pantalón”, “ponte ese pantalón”, “no te peines así”, “péinate así”;
“haz los deberes”; “acuéstate”; “levántate”; “no llegues tarde”, “saca al perro
a pasear”. ¿Dónde queda preguntarle por su estado de ánimo? ¿Dónde queda
averiguar en su mirada que sentimientos hay en él para conversar? ¿Y hablar del
futuro, de los sueños, de los miedos y de los deseos?: “Si los padres no se han
preocupado de fomentar el diálogo y la comunicación con su hijo antes de que
éste llegue a la adolescencia, les resultará muy difícil hacerlo entonces”[1].
¡Habla con tu hijo! ¡Ten conversaciones significativas!
Cuéntale tus luchas, tu vida pasada y presente, y no únicamente los detalles
superficiales. Sonríe y ríete. Abre tu corazón y no hables solo con la cabeza.
Trae a la memoria buenos recuerdos. Haz planes con él. Pregúntale qué quiere
hacer y a dónde querría ir. Interésate realmente por sus aficiones y la razón
de que le gusten, aunque no lo entiendas.
Para que él se abra contigo, también tendrás que
abrirte tú con él: “Las
conversaciones que los adolescentes desean tener con sus padres están
relacionados con los siguientes aspectos:
- Todo lo que afecta
a la familia: vivienda, vacaciones, economía, asuntos del trabajo de sus padres,
enfermedades, peleas, etc.
- Los valores
morales, la religión y la política.
- Todo lo
concerniente a las emociones de los padres: saber por qué se quieren, el motivo
de las peleas entre ellos, si van a divorciarse, si son felices o desgraciados,
cómo eran en su juventud, sus debilidades, etc.
- La injusticia en el
mundo: los adolescentes son muy proclives a defender lo utópico y pensar que la
injusticia tiene solución. Se embarcan con pasión en la aventura de salvar a
las ballenas o mitigar el hambre en Etiopía. Siente pasión por la justicia
social y tiende a manifestar su opinión con arrojo, con un ahínco que, según los
padres, es exagerado.
- El deporte, los
amigos, las aficiones, etc.
- No quieren hablar
solo de estudios, que es justo el único tema que parece interesar a los padres[2].
Tiempo de
calidad
Todo esto implica “tiempo de calidad”. No consiste
tanto en estar pegado a los hijos las veinticuatro horas del día, sino que, el
tiempo que se esté junto, sea de verdadera calidad. Un padre y una madre deben
“regalar su presencia y su ser a sus hijos”: “Esté disponible para
ellos en casa. Muchos padres se torturan pensando que hacen daño a sus hijos
porque el trabajo les obliga a estar fuera del hogar. Todos los especialistas
coinciden en que lo importante para los niños no es la cantidad de horas que se
les dedica, sino la calidad de esa dedicación. De nada sirve que una madre pase
la jornada refunfuñando, insitiendo en todo lo que hace por ellos a cambio de
nada, mostrando un alto grado de irritación que estalla al menor incidente”[3].
Como señala Augusto
Cury en su sensacional libro “Padres brillantes, maestros fascinantes”: “Los padres brillantes dan a sus hijos algo
incomparablemente más valioso, algo que todo el dinero del mundo no puede
comprar: su ser, su historia, sus experiencias, sus lágrimas y su tiempo. Los
padres brillantes, cuando tienen los medios, dan regalos materiales a sus hijos
pero no los alientan a ser materialistas, porque saben que el consumismo puede
aplastar la estabilidad emocional, así como generar tensión y placeres
superficiales. Los padres que siempre están dando regalos a sus hijos son
recordados por un momento. Los padres que se preocupan por dar a sus hijos una
historia se vuelven inolvidables. Muchos padres trabajan para dar el mundo a
sus hijos, pero se olvidan de abrirles el libro de sus vidas”[4].
Conclusión
Los hijos no son una
cosa ni un objeto de la propiedad de los padres, sino personas complejas a las
que Dios les ha concedido la mayordomía hasta que puedan valerse por sí mismos.
Cuando los padres no
cumplen lo que sus hijos necesitan y anhelan en lo más profundo de ellos,
sucede lo más lógico: se alejan emocionalmente de sus progenitores, cierran sus
corazones, se encierran en sí mismos y se aíslan en su habitación con sus
“amigos”, de nombres ordenador, videojuegos y televisor. Hay infinidad de hijos menores de edad que se mueren de
ganas por emanciparse o irse a estudiar fuera de la ciudad, no como parte del
proceso natural de la vida, sino para cambiar de aires, ya que no se sienten
cómodos ni les gusta el ambiente que se respira en casa. Aunque tienen todo tipo de comodidades (ropa,
dinero, cama, comida y agua caliente cada día), no encuentran “valoración”,
“comprensión”, “respeto”, “amor”, “conversación significativa”, ni son
“escuchados”, solo comparados y menospreciados.
Espero que los
padres, tras leer lo descrito, en lugar de enfurruñarse –que es lo fácil-,
reflexionen y lleven a cabo todos los cambios que sean necesarios en la
relación con sus hijos.
Continuará en: Hablad de sexo con vuestros hijos antes de
que sea demasiado tarde.
[1] Nágera, Alejandra. La edad del pavo. Temas de hoy. Pág. 226.
[2] ibid. Pág. 61.
[3] Ibid. Pág. 241.
[4] Cury, Augusto. Padres brillantes, maestros fascinantes. Zenith. ePUB v.1.0. Pág. 7.
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