lunes, 16 de abril de 2018

1. Sobrevivir al abuso espiritual


En los últimos quince años he escuchado decenas de testimonios de cristianos que han pasado por un verdadero calvario. Es descorazonador conocer incontables casos de creyentes heridos, con traumas severos y con secuelas gravísimas por experiencias eclesiales tremebundas, principalmente en lugares donde primaban falsas doctrinas –lo cual fue la semilla que dio origen a Herejías por doquier (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/08/normal-0-21-false-false-false-es-x-none_21.html), Mentiras que creemos (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/06/mentiras-que-creemos.html) y Adoctrinados en el error[1]-, destacando entre estos errores la llamada “Jerarquía Piramidal” y la creencia de que los pastores son los ungidos de Jehová.
Por estas razones, muchos han acabado en el exilio o lejos de Dios. Todos ellos han padecido el abuso de autoridad por parte de pastores que malinterpretaban –voluntaria o involuntariamente- la jurisdicción que les correspondía, cargando al pueblo de Dios con un sistema legalista insoportable e intolerable.
No es que se hayan perdido; es que los han descarriado. Como explica Jaime Fernández, ambos términos no significan lo mismo: “Descarriado es aquel a quién otra persona sacó del redil. Nos perdemos nosotros solos, pero para descarriarnos, alguien tiene que ayudarnos a hacerlo. Hay creyentes que han sido descarriados por la conducta de otros, por la traición de otras personas”[2].

¿Qué incluye el abuso espiritual de los “pastores”?
El abuso espiritual no es que un pastor disienta de ti en opiniones personales ni que exhorte a un creyente que ha cometido un pecado flagrante. Entonces, ¿en qué consiste el verdadero abuso? Aunque lo ampliaremos en sucesivos capítulos, vamos a resumirlo por el momento en diez aspectos:

1. En la manipulación de las relaciones humanas, acusando de rebeldes y de ser instrumentos de las tinieblas a aquellos creyentes que no les obedecen en todo lo que dicen. Para esto se infunden falsos sentimientos de culpa, se emplea el chantaje emocional, las amenazas de excomunión, las falsas profecías, la revelación de intimidades, etc. Todas estas son características propias de las sectas al usar técnicas de persuasión coercitiva. Algunas de estos aparentes líderes suelen ser emocionalmente inestables, por lo que el trato personal se convierte en un enfermizo juego de malabares, ya que no sabes cuando te vas a encontrar con la cara amable o con la perniciosa.

2. En la ruptura de amistades, relaciones y matrimonios, según ellos consideran oportuno y a su propio parecer. 

3. En el uso irreverente del nombre del Altísimo con expresiones como “yo siento de parte del Señor” para respaldar sus propios pensamientos y juicios que realmente no proceden de Dios, y que sirven para manipular sutilmente a los creyentes.  

4. En el control absoluto sobre los redimidos (que se prestan inconscientemente a este juego), a los que usan para alcanzar sus propios fines, sean materiales, económicos, físicos o vanagloriosos, deseos que ocultan bajo una apariencia de humildad.

5. En la creación de una dependencia psicológica respecto al grupo. O estás con ellos o contra ellos. Esto es parte del llamado “pensamiento colmena”: lo que dicte la “abeja reina” (“el líder”) es lo que tiene que pensar el resto, incluso en cuestiones personales que nada tienen que ver con asuntos bíblicos.

6. En el empleo tergiversado de decenas de textos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento para justificar sus actos carnales y que disfrazan de falsa espiritualidad.

7. En la creencia de que solo ellos tienen la visión de Dios, siendo el resto los que están equivocados. Mientras se les obedece incondicionalmente todo marcha bien: confianza, apoyo, puestos de responsabilidad, ministerios, piropos personales, etc. Cuando se comienza a disentir, aparecen los problemas: malas caras, críticas veladas, exclusión, etc.

8. En justificar las críticas que reciben como parte del resentimiento que, según ellos, les guardan aquellos que salieron de sus congregaciones. Señalan que los que se marchan han sido contaminados por malas influencias. Esto implica una nula capacidad de autocrítica ya que nunca reconocen sus propios errores.

9. En la doble moral y ética: una para ellos y otra para el resto. Señalan a los demás las faltas, los errores y los pecados que ellos mismos cometen y nunca corrigen. Nunca ven la viga en sí mismos, pero sí la paja en el ojo ajeno, la cual siempre magnifican. Como dice el refrán: “Consejos vendo y para mí no tengo”. Esto les roba toda credibilidad, ya que incluso manipulan la realidad para adaptarla a sus convencimientos cuando les conviene para así autojustificarse. No tienen reparos en mentir o en decir medias verdades –lo que al caso viene a ser lo mismo- para torcer la verdad objetiva.

10. En que el líder principal no rinde cuentas ante nadie, teniendo siempre la última palabra, por lo que es imposible cuestionarle seriamente. El que le critique recibirá como respuesta todo un batallón de versículos para hacerle ver que el juicio de Dios caerá sobre él si no se somete.

Verdad y buenas obras mezcladas con la mentira y el pecado
Reconocemos que pueden hacer buenas obras, poseer ciertos dones (al menos, en apariencia), tener virtudes humanas destacables y talentos naturales llamativos, e incluso aceptar muchas de las doctrinas fundamentales del cristianismo ortodoxo (la Trinidad, la Divinidad de Cristo, la salvación por gracia, etc.). Ahora bien, ante los frutos que hemos citado, hay que dudar seriamente de la conversión genuina de muchas de estas personas. Aunque puede que les prediquen a otros el verdadero evangelio y hablen mucho de Dios, posiblemente nunca han experimentado el “nuevo nacimiento” ni conocen realmente al Señor; simplemente llevan años adheridos a un sistema religioso que tiene poco que ver con el cristianismo bíblico. Son “profesionales” de la religión. Predican de la gracia, pero ésta brilla en la práctica por su ausencia. Por eso manifiestan con asiduidad muchas de las obras de la carne: enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidia” (Gá. 5:20-21).
Si tales estructuras se sostienen y siguen adelante es debido al bajo nivel teológico de la mayoría de los miembros de estas congregaciones; consecuencia directa de las deficientes enseñanzas que reciben. Este es el motivo por el cual muchos hermanos de buena fe son incapaces de distinguir entre la verdad bíblica y la mentira humana que se les está predicando. 
Todo esto es una triste tragedia porque muchos de ellos realmente aman al Señor y  pertenecen realmente a la Iglesia Universal de Cristo. El problema reside en que la inmensa mayoría no se toma la molestia de comprobar si lo que escuchan coincide o no con la enseñanza de la Escritura. Esto es producto de confiar ciegamente en sus maestros, un lujo que ni siquiera se permitieron los de Berea con el mismísimo apóstol Pablo (cf. Hch. 17:11). No son conscientes del grave riesgo que corren al no escudriñar la Biblia por sí mismos. Muchos no despiertan hasta que Dios les abre los ojos, en muchas ocasiones tras una mala experiencia personal. Mientras tanto, no se dan cuenta de nada.
Si este tipo de ceguera no se diera en las congregaciones, no serían los hermanos afectados los que tendrían que irse sino estos falsos líderes que han inculcado entre el resto un cristianismo distorsionado y nocivo. 
Quiero imaginar que nada de esto viene a ser la norma, pero cada vez son historias más comunes y que se están extendiendo a una velocidad alarmante a lo largo y ancho del planeta. De ahí viene la necesidad de tratar en profundidad este tema tan delicado.

Continúa en: Mis propósitos para denunciar el abuso espiritual: ayudar, despertar y exhortar. https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2018/07/2-mis-propositos-para-denunciar-el.html



[1] Próximamente.  
[2] Fernández Garrido, Jaime. ¿99? Tu historia aún no ha terminado. Abba. Pág. 180.

lunes, 2 de abril de 2018

7. Tuviste problemas con otros cristianos


Venimos de aquí: Creías que, por ser cristiano, la vida sería un camino de rosas https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2018/02/6-creias-que-por-ser-cristiano-la-vida.html

Tras semanas sin poder asistir a las reuniones por diversos factores tanto de salud como familiares, un hermano en la fe –con serios problemas de ira impulsiva-, me “regalóun sermón totalmente personalizado. Sin conocerme de nada, sin haberme llamado para interesarse por los motivos de mi ausencia, y desconociendo por completo en qué empleé aquél tiempo, me recalcó solemnemente la importancia de que asistiera a una reunión que llevaban a cabo durante la semana el grupo de hombres. Sus sentencias me dejaron estupefacto: que lo único que necesitaba para ir era ser “muy cristiano”; que “primero debía buscar el reino de Dios y su justicia”; que “por mi parte siempre habría  excusas”, citando el ejemplo de aquel que se justificó para no seguir a Jesús porque primero tenía que enterrar a su padre. Y prosiguió: “Aprende de este otro hermano. Hay reunión y viene a la iglesia. Hay alguna actividad, y aquí está. Verdaderamente entregado al Señor y buscando el rostro del Altísimo”. Para rematar su argumentación me soltó sin más el pasaje del rico (cf. Mr. 10:17-23). Y concluyó con una nueva arenga: “No digas que ya irás. Ve”, recordándome a las palabras que Yoda le dedicó a Luke Skywalker en El Imperio Contraataca...
Todo esto fue acompañado de un rostro serio como un Terminator y una mirada fría como el hielo. Implacable. Mi cara ante la situación era un auténtico poema.

¿Cristianos perfectos o imperfectos?
¿Qué sucede cuando nos enamoramos? Que creemos –o al menos tenemos esa ilusión- que la otra persona es perfecta y sin defectos, que siempre estará de buen humor, que no tendrá malos días, que nunca estará triste, que no se enojará, que siempre tendrá en su boca una sonrisa que nos deslumbrará, que siempre tendrá la palabra adecuada para nosotros, que los problemas que surjan serán tratados con sosiego y madurez, y que siempre deseará abrazar y ser abrazada.
¿Qué ocurre al conocer al Señor? Que creemos que todos los cristianos son perfectos y sin defectos, que siempre estarán de buen humor, que no tendrán malos días, que nunca estarán tristes, que no se enojarán, que siempre tendrán en sus bocas una sonrisa que nos deslumbrará, que siempre tendrán la palabra adecuada para nosotros, que los problemas que surjan serán tratados con sosiego y madurez, y que siempre desearán abrazar y ser abrazados.
¿La realidad? Un día amanece y nos damos cuenta de que nadie, ni la persona que más amamos en el mundo ni el cristiano más fervoroso, es perfecto. Peleas, discusiones, malas caras, celos, envidias, desprecio, arrogancia, deslealtad, etc. Si has pertenecido a una congregación cristiana, posiblemente hayas visto todo esto y más. Yo mismo he sido testigo de todo un cóctel explosivo en más ocasiones de las que me hubiera gustado.
Nada de esto es nuevo. Basta ver la iglesia de Corinto del primer siglo para comprobar que sus problemas eran similares. Todos nacimos con una naturaleza caída y moriremos con ella, y cuando le concedemos la oportunidad de manifestarse, sale lo peor de nosotros: “En el fondo puede haber (y a menudo hay) graves defectos de educación a nivel humano, amplias zonas del carácter no santificadas o simplemente una falta de desarrollo de la personalidad, lo que una y otra vez da lugar a reacciones primarias. Multitud de personas adultas se comportan toda su vida como niños mayores [...] así como hay personas que, por su idiosincrasia, crean a su alrededor una atmósfera de concordia, las hay que son causa de malestar y disensión”[1].
Puede que tú fueras el que tenías que soportar a ciertos creyentes que provocaban que te hirviera el alma. O que fueras tú también el que entrabas al trapo y te peleabas, discutías, ponías malas caras, tenías celos, sentías envidia, despreciabas o te mostrabas arrogante. Quién y qué son detalles que solo sabes tú.
Conozco con todo lujo de detalles esa sensación que se apodera del corazón cuando no quieres ver a nadie que lleva el sobrenombre de “cristiano”. Es difícil soportar a aquellos que llevan décadas en el Señor pero te hablan sin sabiduría alguna y mirándote por encima del hombro cuando disientes de sus opiniones. Incluso sé de una persona que afirma que sus peores recuerdos en la vida, sus peores experiencias, sus peores traumas y sus peores amigos han sido fruto del mundo “cristiano”. Tristísimo y lamentable. Por eso entiendo que haya multitud de creyentes que, literalmente agotados emocional y espiritualmente, se hayan alejado de la Iglesia y no quieran saber absolutamente nada de ella. Pero, comprendiendo este hecho, no es aceptable bajo ningún concepto que esta sea una razón para alejarse o apartarse de Dios.

¿Tolerancia o intolerancia?
Tienes que aprender cómo comportarte de cara a los demás y cómo relacionarte con otros cristianos, aun entre los que son difíciles de sobrellevar. Haciendo un juego de palabras, es imprescindible que “te conviertas en una persona tolerante dentro de lo que se puede tolerar para que sepas cómo tolerar a los intolerantes”.
Para empezar, podemos ver que una de las raíces principales que se esconden detrás de los problemas en las relaciones con otros cristianos es la intolerancia doctrinal en muchos aspectos. Como dije en la introducción del libro Herejías por doquier (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/08/normal-0-21-false-false-false-es-x-none_21.html): Diferimos en diversos asuntos como la escatología, la soteriología, la eclesiología o la carismatología. Unos creen que la salvación se puede perder, y otros que es imposible dejar de ser un hijo de Dios puesto que hemos sido escogidos; unos consideran que la Gracia es resistible, y otros que no; unos piensan que los dones espirituales siguen vigentes, y otros que fueron exclusivos para la época apostólica; unos admiten que la mujer puede desempeñar labores de liderazgo, y otros lo niegan; unos creen en un Rapto de la Iglesia años antes de la Segunda Venida de Cristo, y otros señalan que ambos son el mismo acontecimiento; unos creen en el Milenio literal, y otros que es simbólico. Si a ello le añadimos otras cuestiones menores, la lista se hace interminable: el uso de instrumentos musicales en la congregación, la celebración de la Navidad, la asistencia a espectáculos deportivos, la posibilidad de escuchar o no música secular, etc. Así podríamos seguir hasta el infinito”[2].
Aprende a respetar estas diferencias. No vuelvas a llamar “hereje” o a acusar a otros de enseñar doctrinas de demonios porque no piensen igual que tú en estos aspectos que no repercuten en la salvación. ¿Qué creencias tienes que tener en común con todos los cristianos?: “El pecado original, la salvación por gracia, la Trinidad, la divinidad de Cristo, su encarnación, que fue concebido por el Espíritu Santo de María virgen, su muerte expiatoria en la cruz que canceló de una vez y para siempre nuestra deuda con el Padre, su resurrección corporal de entre los muertos y posterior ascenso a los cielos, y la segunda venida para juzgar a los vivos y a los muertos y establecer su Reino por la eternidad”[3]. Haz tuyas estas palabras: “En los puntos esenciales, unidad; en los puntos no esenciales, libertad; y en todas las cosas, amor”[4].
¿Y cuándo tú eres tolerante, sigues los principios que hemos visto, pero es a ti a quien no respetan? Dije que te convirtieras en una persona tolerante, pero especifiqué “dentro de lo que se puede tolerar”. No se puede admitir falsas enseñanzas como el “Legalismo”, la “Teología de la Prosperidad”, la “Confesión Positiva”, las “Maldiciones generacionales”, la creencia de que los pastores son los “ungidos de Jehová” a los que no se pueden juzgar, la oferta de un evangelio de rebajas donde lo que prima es el éxito y la propia gloria, y que elude el sufrimiento, la santidad y la integridad, siendo Dios el que está al servicio del hombre y no a la inversa. Por eso lo que escribí en Herejías por doquier y Mentiras que creemos (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/06/mentiras-que-creemos.html) es tan impopular y rechazado por los sectarios. Tenemos –tienes y tengo- el deber moral de denunciar este tipo de cuestiones, hablando la verdad en amor (cf. Ef. 4:15). Si aun así, esta es la línea que toman esos creyentes y no hay posibilidad de cambio, la solución no es abandonar a Cristo, sino buscar a otros cristianos (ya que no todos son iguales); aunque sea a uno.

Las críticas contra nuestra persona
¿Y qué haces cuando te critican? Ante esta tesitura he visto multitud de reacciones: algunos se encogen de hombros, otros agachan la cabeza ante esas palabras incómodas, responden en voz baja o no se defienden, se ríen de forma nerviosa, etc. La realidad es que muchos arden en ira. Se convierten en sujetos pasivo-agresivos. Pasivos externamente pero agresivos en su interior. Es una ira que van acumulando hacia los que le rodean y que en algunos casos extremos termina por saltar en situaciones límites. No sé si es tu caso, pero quién sabe.
Hay decenas de predicaciones y libros que nos recalcan constantemente el daño que puede provocar nuestra lengua, el poder que hay en ella para bendecir o maldecir, para que así estemos vigilantes ante ella. Por el contrario, no se nos enseña qué hacer cuando somos nosotros los afectados y caen esas pequeñas bombas atómicas que arrasan nuestro corazón.
Quizá tu sueño sea que nunca más vuelvan a hacer un comentario negativo sobre tu persona. Siento decirte que mientras seas habitante de este planeta eso resultará imposible. Si el mismo Jesús fue criticado siendo puro, perfecto y sin mancha, cuánto más nosotros. Él soportó todo tipo de críticas, la inmensa mayoría de ellas llenas de malicia. Le llamaron comilón y bebedor de vino, amigo de pecadores y publicanos. Y, para rematar la faena, endemoniado (cf. Mt. 11:18-19; Jn. 8:48-49). Sin embargo, nunca se amilanaba. A veces respondía con valentía. Otras sencillamente se iba. Y algunas veces hasta guardaba silencio. Es el modelo a seguir. Lo importante es que no permitía en su foro interno que los demás marcaran negativamente su carácter. La imagen que este grupo de personas tenía de Él no le llevaba a cambiar su forma de pensar o su estilo de vida.
Tienes que aprender y aceptar que ser criticado, incluso cínicamente, no cambia tu valor ante Dios. Tienes que aprender y aceptar que no todas las personas cristianos incluidos- estarán de acuerdo en todo momento con tus opiniones, comentarios, creencias, e incluso con tu forma de ser en general (forma de expresarte, acento, manera de vestir, gustos culinarios, aficiones, y mil detalles más). Tienes que aprender y aceptar que es imposible caerle bien a todo el mundo. Incluso habrá partes de ti que no le agraden a tus seres más queridos. Algunos te aceptarán y otros no. ¿O acaso te encantan todas las facetas del carácter de las personas que más quieres? Todos los que sinceramente te aman, te van a apreciar por tu forma de ser en general, no por los errores que todos cometemos. Mientras no aceptes estas verdades, vivirás amargado en tu corazón.
Hallar este principio en las Escrituras fue totalmente liberalizador para mi vida. Se basa en unas breves palabras de Pablo: Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Ts. 5:21). Aquí el principio reside en el hecho de que, si alguien piensa negativamente de ti, no tiene por qué significar que sean ciertas sus afirmaciones. Tienes que hacer distinción entre las críticas constructivas y las destructivas. Si es la primera, acéptalas y aprende de ellas, y más si proceden de personas íntegras y sensatas. Sé que aun así duele, porque te señala un error, pero hay que quedarse con la parte positiva. Puede incluso que la forma en que sea dicha no sea la más adecuada, pero puede servirte para corregir una mala actuación personal de la cual no estabas siendo consciente. Quédate con esta frase: “Los más nobles saben reconocer los errores, los inteligentes aprenden de ellos y los sabios evitan repetirlos”.

Criticas destructivas
¿Qué puedes hacer cuando las críticas son dañinas, maliciosas y destructivas? Haz caso nuevamente a las palabras de Pablo. Si al examinar la crítica encuentras que es falsa, deséchala por completo. Y, en el caso de que hubiera una pequeña parte de verdad, retén esa cantidad para tu propio crecimiento personal. Consiste en aprender a separar lo bueno de lo malo, el trigo de la cizaña.
Pablo lo puso en práctica consigo mismo respecto a su relación con un grupo numeroso de creyentes que le juzgaban: “Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo.Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor. Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios” (1 Co. 4:3-5).
Siempre me sorprendió que dijera que de nada tenía mala conciencia. La cuestión es que él no estaba afirmando que nunca hubiera pecado. Estaba haciendo alusión a que, en su llamado –el de predicar el evangelio a los gentiles y en su servicio en general a Dios-, no tenían nada que reprocharle, porque era fiel y tenía su conciencia muy tranquila. Por eso, en el lenguaje coloquial de hoy en día, y citando a William Barcley, “le importaba un pimiento lo que pensaran de él”[5]. ¿Por qué? Porque el ser humano suele pensar y actuar por prejuicios y valora a las personas contando únicamente con una pequeña parte de información. Ve algo –o cree ver algo-, o siente algo –o cree sentir algo-, y ya se forma una opinión, muchas veces de manera errónea.
La realidad es que es Dios en exclusiva quien conoce todas las circunstancias de cada uno de nosotros, los pensamientos más íntimos que jamás hemos revelado a nadie, los sentimientos más profundos que anidan en nosotros, nuestras luchas, victorias y fracasos, errores y aciertos, y aquello que hacemos cuando nadie nos ve. Solamente Él ve toda la panorámica. Todo esto Pablo lo sabía muy bien. Por eso no actuaba movido por lo que los demás dijeran sobre él y no tenían ningún reparo en decirle a algún entrometido cristiano de Corinto que lo dejase tranquilo.

Buscando soluciones
El último supuesto sería cuando te encuentras con personas emocionalmente inestables, entrometidas, carentes de empatía y que continuamente están promulgando sentencias absolutas, puesto que creen que la visión que tienen de la vida es la única correcta. Y sí, estoy incluyendo a cristianos, sumamente inmaduros, tengan la edad que tengan. ¿Cómo mantener una simple conversación con alguien que te silencia con su mirada y que cree que todo lo sabe? ¡Imposible! ¡Cuánto más mantener una relación!
Ni mucho menos descarto que haya personas a las cuales se las pueda ganar con amor. Lo he visto con mis propios ojos y es asombroso. Innumerables relatos a lo largo de la historia junto a los bíblicos lo confirman. El amor de Dios puede actuar por medio de nosotros para tocar la vida de este tipo de personas a las cuales el Señor también quiere cambiar. El mismo Pedro nos indica cual debe ser nuestra actitud hacia los que nos hacen daño: Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca;quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 P. 2:21-23). Sé que es difícil, pero esa es la voluntad de Dios. Dejarse llevar por la ira puede ser un drama mortal. En su lugar, deberías hacer todo lo que esté en tu mano para no devolverle la ira con más ira. Déjalo en manos de Dios: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Ro. 12:19).
Para los problemas entre hermanos la solución bíblica es bien clara: “Surgida la disensión, una de las cuestiones a decidir es quién debe dar el primer paso para la reconciliación. Según el Nuevo Testamento, cualquiera de las dos partes (ofensora u ofendida) tiene el deber moral de aproximarse a la otra con objeto de restablecer la buena relación entre ambas: ´Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,  deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda` (Mateo 5:23-24; ´Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano` (Mt. 18:15-17)”[6]. ¡La de problemas que se solucionarían si estos pasos se llevaran a cabo!

Alejarse ante situaciones extremas
Cuando estos mecanismos se ignoran o no se ponen en práctica –siendo desgraciadamente lo más habitual en muchas iglesias locales-, puede darse el extremo donde solo quede una solución: alejarse de esa persona o grupo de personas. En una ocasión leí a Charles Swindoll refiriéndose a este tema y ponía el ejemplo del halcón cuando es atacado por los cuervos. En lugar de contraatacar, se elevaba más y más alto, volando cada vez en círculos más amplios hasta que los cuervos lo dejaban tranquilo. Esto no es despreciar a nadie sino guardar ciertas distancias y protegerse. No es lo idílico, pero hay ocasiones en que no queda más remedio.
Jesús se encontró ante esa misma situación en muchas ocasiones. Observa cómo actuó en dos de aquellas circunstancias:  “Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue” (Lc. 4:28-30). Mira sus pasos:

1) Habló la verdad.
2) No le escucharon.
3) Quisieron matarlo.
4) Se fue.

¿Acaso querremos ser más que el Hijo de Dios? En otra ocasión no quiso responder ante una pregunta hecha con malicia:“Sucedió un día, que enseñando Jesús al pueblo en el templo, y anunciando el evangelio, llegaron los principales sacerdotes y los escribas, con los ancianos, y le hablaron diciendo: Dinos: ¿con qué autoridad haces estas cosas? ¿o quién es el que te ha dado esta autoridad? Respondiendo Jesús, les dijo: Os haré yo también una pregunta; respondedme: El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres? Entonces ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Y si decimos, de los hombres, todo el pueblo nos apedreará; porque están persuadidos de que Juan era profeta. Y respondieron que no sabían de dónde fuese. Entonces Jesús les dijo: Yo tampoco os diré con qué autoridad hago estas cosas” (Lc. 20:1-8).
Si un “cuervo” viene a destruirte, vuela, vuela y vuela. Pablo dijo: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Ro. 12:18). De ahí entendemos que no depende de nosotros en su totalidad estar en paz con todo el mundo. En la parte que nos toca, sí; en el global, no. Hacer el bien depende únicamente de nosotros –de forma unilateral-, pero las relaciones humanas de intimidad son bilaterales, y depende de las dos partes.
Pídele al Señor discernimiento para saber cuándo debes hablar, cuándo callar y cuándo irte de un lugar o alejarte de algunas personas. Gracias a Dios, hay cristianos sencillos, humildes y sin malas pretensiones. Es tu misión buscarlos y asociarte con los humildes (cf. Ro. 12: 16). Y como he dicho, ¡al menos con uno!

Aprende a separar el desprecio que otros te pueden mostrar en ocasiones con el verdadero amor de tu Padre, del cual nada ni nadie podrá separarte (cf. Ro. 8:38-39). Así limpiarás tu mente y tu corazón. Nada que los seres humanos hagan desacredita a Dios ni le contradice, puesto que Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (cf. He. 13:8). Así que, por favor, si te alejaste de Él o te enfriaste por los problemas que tuviste con otros cristianos, vuelve a Su presencia.

Seguimos aquí: “¿Te cansaste de la hipocresía de otros cristianos?".
https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2018/06/8-te-cansaste-de-la-hipocresia-de-otros.html



[1] Martínez, José M. Ministros de Jesucristo (vol. 2). Clie.
[2] Guerrero Corpas, Jesús. Herejías por doquier. Logos.
[3] Ibid.
[4] No se sabe con exactitud si estas palabras son de Agustín de Hipona o del teólogo alemán Ruperto Meldinius.
[5] Barclay, William. Comentario al Nuevo Testamento. Clie.
[6] Martínez, José M. Ministros de Jesucristo (vol. 2). Clie.