lunes, 26 de julio de 2021

6.2 ¿De dónde reciben los valores perniciosos los jóvenes y adolescentes?

 


Venimos de aquí: ¿Cómo es el mundo actual donde viven los jóvenes y adolescentes? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/07/61-como-es-el-mundo-actual-donde-viven.html).

Vivimos en una sociedad que, literalmente, ahoga. Se admira el éxito banal, el estatus económico y laboral, se valora la belleza como el no va más, el atractivo físico y la fuerza física como los dones supremos, el ocio, el hedonismo, el materialismo y las nuevas tecnologías se han convertido en los dioses de este siglo, y se glorifica la sensualidad y la sexualidad sin orden ni concierto, sea del tipo que sea. Es lo que se vende por activa y por pasiva, de manera insistente y sin freno. Y atrae sobremanera a la carne.
Lo terrible es que los propios jóvenes creen que este mundo es mejor que el pasado: sí, lo será en temas de salud, tecnología o democracia, pero en términos morales bíblicos, es la antesala del infierno.
Si no aceptas este sistema, te puedes sentir como Charlton Heston en El Planeta de los Simios: amordazado y atado por una raza extraña, a la vez que desconcertado y a punto de entrar en un estado de locura, al verte aprisionado y sin escapatoria en un planeta que, aparentemente, no es el tuyo pero que sí lo es.


La sociedad –principalmente a través de los medios de comunicación (anuncios, series de televisión, películas, artículos en revistas y en Internet, letras de canciones, etc.)-, le marca a los adolescentes una velocidad de crucero tan elevada que les hace creer, en términos absolutos, que se están perdiendo la gran vida: fiestas, alcohol, discotecas, música que les hace vibrar, sexo, etc. De ahí el ansía por probarlo todo ya, aquí y ahora. Cuando entran en esa espiral, viene a ser una especie de agujero negro que se los traga y del cual es muy difícil escapar, por la sencilla razón de que experimentan todo tipo de placeres a través de los cinco sentidos.
Esta es la forma en que los pensamientos de los adolescentes –y también los adultos- son moldeados. No son plenamente conscientes de hasta qué extremo son maleables, ya que creen que son dueños absolutos de sus pensamientos y decisiones. Ni se imaginan hasta qué punto están equivocados.

La información que reciben los jóvenes

En el mundo actual, desde bien pequeños, se pasan horas y horas recibiendo “información” de:

1. Películas, series, programas de televisión y vídeos en youtube:
a) donde la forma de vestir destaca por su falta de pudor, incluyendo menores.
b) donde los desnudos son casi integrales.
c) donde el amor se reduce a una emoción, el sexo fuera del matrimonio se normaliza y las escenas sobre el mismo son abundantes e íntegras.
e) donde abunda la violencia gratuita y sádica, y el vocabulario ordinario, incluso entre los llamados comediantes y youtubers, lo que “ayuda” a su normalización.
f) donde las familias desestructuradas son protagonistas principales.
g) donde el embarazo y el aborto entre adolescentes es una opción más.
h) donde el antaño respeto hacia los padres y los mayores –que se daba por hecho y era innegociable- se convierte en burla y desprecio.

Por hacer un pequeño apunte sobre la pura telebasura chabacana que, tristemente, es consumida por millones de adolescentes en España: todo comenzó a fraguarse a principios de los años 90, con el desembarco de canales privados de televisión, como el caso de Tele5 –entre otros muchos-, donde emitían programas como Tutti Frutti, en el cual aparecían las Mama Chicho, que eran seis chicas italianas que aparecían medio desnudas cantando “Mamá, Chicho, me toca, me toca cada vez más...”, junto con un baile provocativo. Desde entonces, los jóvenes han pasado de divertirse sanamente con los interminables partidos de fútbol de la serie de dibujos animados Campeones (Oliver y Benji/Captain Tsubasa) a esperpentos como Gran Hermano, Sálvame, Salsa rosa y Mujeres, hombres y viceversa, donde tristemente los participantes suelen tener todas las partes de sus cuerpos operadas menos el cerebro, y que se han convertido en fenómenos de verdadero culto para una audiencia sedienta de que les alimenten sus pasiones más bajas. Como alguien dijo: “A pesar de sus fortunas y de sus cuerpos cincelados y siliconados, no son más que polillas: se sienten atraídas por la luz”.

2. Pornografía: Aquí tienen todo tipo de depravaciones al alcance de un click. En un principio, cuando el boom de los videoclubs, quiénes querían visualizarla tenían que pagar por ella para alquilarla y ser mayores de edad. Incluso en el mismo local, las cintas estaban separadas del resto por medio de una pequeña puerta. Ahora pueden acceder gratuitamente a través de Internet chicos de cualquier edad y estrato social, desde el jovencito que se educa en el instituto más humilde de su barrio hasta el que asiste a un colegio privado, sea o no religioso.
Hará unas semanas, vi en youtube una encuesta callejera donde el dueño del canal le preguntaba a chicos y chicas –casi todos menores de edad- sobre si veían pornografía. 9 de cada 10 dijeron que sí sin ningún tipo de pudor. Las chicas decían que les parecía un tanto machista lo que allí se observaba, pero que les “exitaba” igual. El último “testimonio” fue el de una chica de 16 años, que señalaba que veía al menos una vez al día. Cuando el youtuber le preguntó por dos prácticas concretas del porno más ¿duro? ¿vomitivo? ¿aberrante? (no sé ni cómo llamarlas), para la sorpresa de él, la jovencita afirmó que le fascinaban, ya que películas como “50 sombras de grey” la tenían loca. Me quedé sin palabras cuando terminé de ver la “investigación”.
Por otro lado, sin necesidad de llegar a la pornografía explícita, casi todas las películas presentan “escenas de cama” como parte del argumento. El contraste con el pasado es brutal: la mayor escena sensual de mediados del siglo pasado fue la protagonizada por Rita Hayworth en Gilda (1946), donde se desprendía de un guante mientras cantaba. Actualmente, las actrices –y actores- se lo quitan todo menos el guante.

3. Bombardeo de necedades: Anuncios de perfumes, colonias, desodorantes, bebidas alcohólicas y todo tipo de moda, publicitadas como si fueran el paraíso terrenal y la puerta para seducir al sexo opuesto, y donde las mujeres son presentadas como meros objetos de consumo (juego al que se prestan lamentablemente casi todas las modelos). Todo está sobreerotizado. Incluso para promocionar una tableta de chocolate o un champú se emplea la sensualidad: “La promiscuidad sexual en la adolescencia no se debe tanto al desajuste hormonal como al exceso de estímulos externos”[1].
Con el fin de ganar visitar –y con ello, dinero-, hasta la prensa deportiva se hace eco cada día de mujeres que llenan sus redes sociales de fotografías semidesnudas, y que ganan su fama luciendo un “trasero” o un escote. Absurdo. Ridículo. Lamentable. No hay adjetivos en la RAE para describir un mundo que “premia” estas actitudes.
Augusto Cury describe con total acierto la realidad: “Los medios de comunicación los han seducido (a los jóvenes) con estímulos rápidos y ya elaborados. Se han vuelto amantes del fast food emocional. La televisión transporta a los jóvenes, sin que hagan ningún esfuerzo al corazón de un excitante encuentro deportivo, al interior de una aeronave, al centro de una guerra o de un dramático conflicto policial. Este bombardeo de estímulos no es inofensivo. Actúan en un fenómeno inconsciente de mi área de investigación llamado psicoadaptación, el cual aumenta el umbral del placer en la vida real. Con el tiempo, niños y adolescentes pierden el placer por los pequeños estímulos de la rutina diaria”[2].
Esta es la clase de información que bebe sin descanso la juventud: “Cada día están en contacto con miles de estímulos seductores que se infiltran en las matrices de su memoria. Por ejemplo, los padres enseñan a sus hijos a ser comprensivos y a consumir sólo lo necesario, pero el sistema les enseña a ser individualistas y a consumir sin necesidad. ¿Quién se queda con este botín? El sistema social. La cantidad de estímulos y la presión emocional que el sistema ejerce sobre los jóvenes son enormes. Casi no hay libertad de elección”[3]. Y todo esto a través de decenas de canales de televisión, millones de páginas webs, redes sociales, etc. Hoy hay más información que nunca, pero a la vez más perniciosa que nunca.
Resulta imparable porque mueve miles de millones y crea puestos de trabajo sin medir las consecuencias éticas. Y la inmensa mayoría de los padres no la controlan ni están preparados para ello. Esperan tener “suerte” y que sus retoños crezcan buenos y bien educados por sí mismos. Dirán que es el “destino”, cuando ellos no se han preocupado en inculcarles un sentido crítico y bíblico a la realidad imperante en la sociedad.

Preguntas finales
Concluyo este capítulo dividido en dos partes con sendas preguntas, una para los padres y otra para los jóvenes:

- ¿De verdad pueden creer los padres que sus hijos lo tienen fácil para distinguir lo correcto de lo incorrecto, lo bueno de lo malo, lo sano de lo pernicioso, con la cantidad de estímulos que reciben y de tentaciones fáciles que tienen al alcance de la mano, cada segundo de sus vidas? O los progenitores cristianos se toman sumamente en serio la educación de sus pequeños –sean niños o adolescentes- o las posibilidades de que se pierdan en el camino son muy elevadas.

- Joven, ¿te das cuenta de la imperiosa necesidad que tienes de formarte en otros valores distintos a los que transmite la sociedad para no dejarse arrastrar por la corriente y caer en el borreguismo?


Continuará en: La presión de grupo a la que son sometidos los jóvenes y adolescentes.



[1] Guembe, Pilar & Goñi Carlos. No se lo digas a mis padres. Ariel. Pág. 146.

[2] Cury, Augusto. Padres brillantes, maestros fascinantes. Zenith.

[3] Ibid.


lunes, 19 de julio de 2021

6.1. ¿Cómo es el mundo actual donde viven los jóvenes y adolescentes?

 


Venimos de aquí: Tu hijo necesita que sus padres le prediquen el evangelio y que no sean unos “ogros” en casa (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/04/53-tu-hijo-necesita-que-sus-padres-le.html).

¿Cuáles son los “valores” y el estilo de vida que la sociedad les enseña e inculca a los jóvenes? ¿Son conscientes de cómo les están moldeando, condicionando y, en definitiva,  manipulando, por una serie de intereses creados? ¿Quieren ser diferentes o uno más entre la masa? ¿Los padres saben realmente a lo que se enfrentan, o prefieren mirar para otro lado?
Respondamos a estas preguntas con el propósito de que los jóvenes –y no tan jóvenes- tomen conciencia de cómo los manejan sin que lo sepan, y para ayudar a los padres a identificar con nombre y apellidos las “armas” que están usando contra sus hijos.
Comentando con varias generaciones de amigos y familiares, todos llegábamos a las mismas conclusiones: la inocencia de antaño entre la juventud se ha ido perdiendo progresivamente, y, lo que es más terrible, cada vez sucede a edades más tempranas. Hace unas décadas no existía en la sociedad ninguna de las ofertas que hoy son el pan de cada día y que alcanzan su apogeo los fines de semana y en épocas estivales:

1) Discotecas para menores

(algo así era inimaginable e inconcebible hasta hace poco)

También llamadas “discotecas light”, donde no se sirve alcohol pero sí bebidas estimulantes y energéticas para bailar. Es la forma de ir captando clientes para cuando cumplan los dieciocho años.
En estos sitios también se dan bailes como el perreo. Estos “movimientos”, que los adolescentes imitan viendo vídeos musicales del reguetón, alcanza niveles de vulgaridad pocas veces visto con anterioridad.

2) Botellonas

(lo anormal se ha normalizado)

Aunque los establecimientos tienen prohibido vender alcohol a menores de edad, algunos hacen la vista gorda; y si no, amigos adultos lo compran por ellos y se dedican a beber en zonas acotadas para ello, como parques o plazas. Muchos lo hacen para “socializar”, ya que es una práctica muy extendida, y es extraño el que no tiene una copa/tubo en la mano cuando está en estos lugares.
Es cierto que no todos llegan al estado de emborracharse, y mucho menos al del coma etílico, pero usan el alcohol para hacer lo que no serían capaz de llevar a cabo estando completamente sobrios (ligar, bailar, desinhibirse, atreverse a tener relaciones sexuales, hacer el payaso, etc): “El paso al instituto, a los 12 años, es un momento delicado. Laura explica que notó un cambio muy grande. En el colegio nadie salía de fiesta. En la ESO los chicos empiezan a sentirse mayores, a relacionarse con algún que otro repetidor, y a querer hacer vida adulta, lo que para muchos implica beber. ´Normalmente la gente empieza a ir a las fiestas de los pueblos, y allí hay mucho alcohol y chicos mayores`, cuenta. Así empieza a aparecer una nueva forma de ocio y las botellas llegan al parque al que hasta hacía bien poco solo iban para jugar al fútbol o al baloncesto. [...] Miguel Rodríguez –médico residente de pediatría del Hospital Puerta de Hierro de Madrid y que atiende en el servicio de urgencias pediátricas (menores hasta los 16 años en la Comunidad de Madrid, hasta los 14 en otras)-, dice: ´Es un drama. Jóvenes sanos con toda la vida por delante que pueden perder la vida por haber bebido más de la cuenta. No tiene ningún sentido. Y todo enmarcado dentro de una gran permisividad social`. [...] Cerca del 80% de los chavales de entre 14 y 18 años ha bebido alcohol, según la Encuesta sobre uso de drogas en enseñanzas secundarias en España 2014-2015, elaborada por el Ministerio de Sanidad. La edad media de inicio está en los 13,9 años. Un 33,4% de los chicos y un 31% de las chicas habían tenido durante los 30 días anteriores a la encuesta algún atracón de alcohol (cinco copas o más) y el 22,2% se había emborrachado. Seis puntos más que en 1994”[1].

3) Tebeos japoneses

(una pequeñísima muestra del material disponible para adolescentes, y que, hasta hace unas décadas, era incluso rechazado por los lectores occidentales de manga)

Muchos se pueden sorprender de que cite algo así, como son unas “simples” viñetas con letras, pero ni se imaginan el grado de corrupción moral que algunos de ellos esconden. Como en cualquier otro medio cultural (literatura, cine, etc.), en el manga (cómic japonés), se dan todo tipo de géneros, algunos sanos, instructivos, divertidos y que son un mero entretenimiento (acción, misterio o ciencia ficción), por lo que no hay que estigmatizarlos como hacen algunos. Pero también es completamente cierto que está su lado oscuro: aquellos que provocan la corrupción moral. Para el que no lo sepa, entre lo más leído por la chavalería, con edades entre los 12 y los 16 años, se encuentra el yaoi y el yuri, que muestran a chicos y chicas adolescentes de instituto (a veces, jóvenes universitarios), enfrascados en relaciones homosexuales. Es llamativo que el yaoi sea mayoritariamente consumido por chicas y el yuri por chicos. Digno de un estudio sociológico a la luz de las Escrituras.
Tampoco tienen reparo en infantilizar al extremo sus rostros para que parezcan críos de 10 u 11 años (otras veces directamente tienen esa edad), que son “seducidos” por sus profesores o cualquier otro adulto.
En algunos de ellos se limitan a mostrar un romance donde no se pasa del beso, pero otros muchos son completamente explícitos en cuanto a escenas sexuales. También tienen cabida las relaciones transexuales y de chicos travestidos.
Todo esto es una muestra más de qué clase de pensamientos están llenado sus mentes.
Algunos de los títulos que se publican en España –cuya oferta por parte de las editoriales no para de crecer, dada la alta demanda, y cuyos editores animan fervientemente a comprar en sus vídeos promocionales-, son verdaderos superventas, ignorando la inmensa mayoría de los padres –diría que todos-, lo que están leyendo sus hijos. Por eso, muchos progenitores no se tienen que sorprender si sus hijos les dicen con el tiempo que no hay nada malo en las relaciones prematrimoniales o en el propio matrimonio homosexual, contrariamente al orden creado por Dios.

Conclusión
Como hemos apuntado, y aunque podría señalar bastantes más –que dejo para la continuación-, NINGUNA de estas tres “propuestas” estaban al alcance de los jóvenes, porque, sencillamente, NO EXISTÍAN. Era algo propio de adultos inmorales o rebeldes a los que les gustaba dejarse llevar por sus pasiones más bajas o descontrolarse uno o dos días a la semana, principalmente al amparo de la noche.
Por norma general, a esas edades, fuera del tiempo establecido para hacer las tareas escolares, la mayoría estaba jugando en la calle a las chapas, al escondite, pateando un balón, ayudando a la madre en casa y al padre en el negocio familiar si era necesario, merendando en casa de algún amigo, enfrascados en algún juego de mesa, dando un paseo por la ciudad con los hermanos mayores o cuidando de los pequeños. Ahí aprendían a comportarse y lo que era significaba la vida, mientras que iban madurando. Como me dijo una amiga: “Desde pequeñas ya teníamos responsabilidades de mujeres más mayores, crecimos listos, aprendimos solos y así nos formamos”. Ni se nos pasaba por la cabeza lo que vemos en el presente.

Continuará en: ¿De dónde reciben los valores perniciosos los jóvenes y adolescentes?

lunes, 5 de julio de 2021

La guerra del mañana: ¿Sabes que Dios ha puesto un regalo delante de ti y no eres consciente de ello, llamado “padres” e “hijos”?

 


Durante la final del mundial de fútbol en Qatar, en 2022, un vórtice aparece de la nada, de donde surgen una veintena de soldados. Ante la sorpresa del mundo entero, la líder toma la palabra y anuncia, en un tono de desesperación y clamor, que vienen del futuro, del año 2051, donde la humanidad está siendo exterminada en una cruenta guerra contra una raza invasora alienígena, quedando apenas medio millón de personas en todo el planeta. Estiman que, en once meses, serán aniquilados. Les implora ayuda para que, desde el presente, manden a todos los humanos posibles a combatir.
Tras dicha revelación, los gobiernos se unen y comienzan a enviar sus ejércitos a la lucha contra unos seres despiadados que solo nos tienen por comida. Siendo igualmente masacrados, solo el 30% logra sobrevivir y regresar al presente, la mayoría de ellos mutilados. Siendo las bajas tan altas entre los soldados profesionales, se comienza a reclutar forzosamente a civiles.

(El futuro: año 2051)

Más allá de la trama y del espectáculo audiovisual de la película, es aquí donde entro a analizar al personaje principal, que nos va a servir para reflexionar, en una lección que debería ser de por vida, y que, lamentablemente, no aprendemos hasta que es demasiado tarde, precisamente porque nadie nos la enseñó en su momento.

Dan, esposo, padre y profesor de biología
Nuestro protagonista principal (Dan Forester, interpretado por Chris Patt), es un antiguo veterano de Irak, concretamente de las fuerzas especiales. Retirado, actualmente es profesor de biología en un Instituto. A pesar de tener un matrimonio feliz con su esposa y el amor de su pequeña y encantadora hija Muri, nunca termina de estar satisfecho, al no lograr el puesto de trabajo que anhela en un centro de investigación. Se siente frustrado cada vez que le dicen que no a sus ideas y proyectos. Un buen día recibe la orden de alistarse y partir hacia el futuro, concediéndole veinticuatro horas para despedirse de su familia. Y así lo hace, especialmente con su hija, ya que comparten adoración mutua. Él promete que volverá a casa.

(Muri y su padre Dan)

Tras salir airoso de su primer enfrentamiento con el enemigo, Dan es trasladado a una base militar, donde conoce a la Coronel, que además es científica con un doctorado en Biotecnología. Casualmente, se apellida como él... Después de unos segundos de silencio y de intercambio de miradas, él descubre quién es: su hija Muri de adulta.

(Dan y su hija Muri de adulta)

Con la emoción a punto de desbordar sus ojos, Dan hace el gesto de acercarse para abrazarla, pero ella le detiene antes de que eso ocurra. Podríamos pensar que la razón era para guardar las formas entre militares, pero el asunto iba más allá. Horas después, tras otra escaramuza con los temibles aliens, padre e hija se quedan a solas en una playa donde pueden hablar: ella le cuenta que él las abandonó. Cuando tenía doce años sus padres se separaron, y dos años después se divorciaron definitivamente. Y todo porque él no estaba nunca contento con su vida. Cuando ella cumplió los dieciséis, su padre, tras un accidente de tráfico, falleció en la UCI, con su hija presente y viendo los intentos de reanimación y el último latido en el monitor. Llorando, Muri le dice a Dan lo que pasó a continuación en aquella habitación: “Mamá intentaba ayudarme a separarme de ti, pero yo no podía. No quería porque quería que me vieras. Quería que me oyeras. Quería que lo arreglaras y salvaras a la familia. No quería que te fueras. Y entonces te moriste”.
Mientras tanto, poco a poco se descubre el plan de Muri: está desarrollando una toxina para producirla en masa que pueda acabar con el invasor. Le dice a su padre que es él quien debe hacerlo –por eso lo trajo al futuro, ya que solo confía en él-, que ellos no pueden hacerlo al carecer de tiempo y medios, que tendrá que llevarse la fórmula al pasado y destruir al enemigo antes de que comience la guerra. Dan no lo acepta en principio, puesto que eso significa aceptar una cruda realidad: ella sabía que ese futuro ya no tenía salvación, y que iba a morir, como así sucede ante la impotencia de Dan. En los momentos previos a su muerte, Muri le agradece a su padre el poder haberlo visto con los mismos ojos que cuando era una cría, puesto que era así como lo recordaba.
Dan regresa al 2022 sano y salvo. Abraza a su esposa lleno de amor, pero es con su hija con quien se conmociona. Su rostro ante ella es indescriptible con palabras. La misma hija de adulta que había visto morir unas horas antes treinta años en el futuro, la tenía ahora delante de sus ojos siendo una niña. Incluso se queda en su habitación, viéndola dormir.
Tuvo que pasar por una guerra, por el infierno de la aniquilación en masa, por la contemplación de un mundo en llamas, para darse cuenta de que, lo más valioso que tenía, la fuente de su dicha, no era alcanzar un sueño –en su caso, un puesto de trabajo mejor-, sino las dos mujeres que conformaban su familia. Lo que su hija del futuro le enseñó era lo que deseaba de su padre: estar con él. Que la mirase. Que la oyera. Que la abrazara. Que estuviera bien con su madre. A Muri no le importaba el trabajo que tuviera su padre, su currículum, lo listo que pudiera ser, el dinero que pudiera tener o el reconocimiento social que pudiera alcanzar. LO QUERÍA A ÉL. A SU LADO. PARA ELLA, ÉL ERA SU REGALO.

Los grandes errores
¿Cuántos de nosotros, que durante buena parte de nuestra niñez, adolescencia y juventud, solo pensábamos en nosotros mismos, pagaríamos lo que fuera por tener una segunda oportunidad de disfrutar y pasar más tiempo con aquellos que ya fallecieron? ¿Cuántos padres, que durante buena parte de su vida adulta solo pensaron en alcanzar sus objetivos personales, pagarían lo que fuera por volver a aquellos años para disfrutar y pasar más tiempo con sus hijos que ya se hicieron mayores? ¿Cuántos matrimonios, que renunciaron a tener hijos por vivir para sí mismos y lograr sus metas materiales, físicas o económicas, se arrepienten al llegar al último tercio de sus vidas? ¿Cuántos hijos se dieron cuenta demasiado tarde del tiempo que habían perdido con personas que no merecían la pena y no disfrutaron todo lo que debieron con sus padres? La respuesta a las cuatro preguntas es la misma: millones de millones.
Tristemente, los seres humanos no solemos valorar lo que tenemos hasta que lo perdemos. Lo hemos visto en algo tan sencillo como la “libertad” durante esta Pandemia. Hasta que no nos quedamos sin ella, no le habíamos concedido importancia, porque la dábamos por hecha. El problema es que, por norma general, en las relaciones paternofiliales, no tenemos segundas oportunidades como Dan, y mucho menos viajes temporales que lo remedien a posteriori:

- Muchos hijos contemplan a sus padres como un “cheque en blanco”, que tienen que proveerles para todas sus caprichos y que ellos ven como necesidades: juguetes, videojuegos, ropa de marca, motocicletas, viajes, vacaciones, salidas con los amigos, etc. De lo contrario, esos niños y adolescentes, que se creen el centro del universo, claman contra lo que consideran una injusticia por parte de sus progenitores. Son los mismos que solo quieren estar con los amigos y en continua diversión. De lo contrario, estarán en casa con mala cara quejándose en todo momento porque la vida no es como ellos desearían; es decir, idílica. Estos jóvenes se están perdiendo a los dos seres humanos que tienen delante. Se olvidan que “la honra de los hijos, (son) sus padres” (Pr. 17:6).

- A su vez, muchos padres contemplan a sus hijos con la visión de adultos y como posesiones que tienen que cumplir sus órdenes: sacar buenas notas, no hacer ruido en casa y no pelearse con los hermanos, puesto que papá y mamá están muy ocupados con sus cosas, muchas veces en sandeces como las redes sociales o cualquier entretenimiento vacío y solitario. Estos padres se están perdiendo a la personita que tienen delante. Se olvidan que “herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre” (Sal. 127:3).

En demasiadas ocasiones, ninguno de ellos –tanto padres como hijos-, se dan cuenta el tesoro que tienen ante sí, que es uno de los grandes regalos que Dios les ha concedido, y que no se puede comparar con lo material, el tiempo libre, el ocio, Internet, la fama, los éxitos académicos y profesionales, o lo que muchos llaman autorrealización[1].
Incluso muchos cristianos caen en el error del legalismo, casi siempre porque se lo han inculcado desde el púlpito, usando como argumento textos bíblicos que no tienen nada que ver con su significado original, y que conducen al sentimiento de culpa. Por eso vemos a hijos que anteponen la infinitud de reuniones eclesiales a los padres y padres que anteponen la infinitud de reuniones eclesiales a sus hijos. Con buena fe, creen que así son más espirituales.
Aunque sueño con volver a estar con mi padre en la otra vida en la casa del Padre por toda la eternidad, nadie podrá devolverme el tiempo que me robaron con él en este plano terrenal. Tantos días perdidos... Personalmente, no hay nada de lo que me arrepienta más, y ya no tiene vuelta atrás.

La segunda oportunidad & Cambiando la perspectiva
A los que todavía estáis a tiempo: cambiad vuestra perspectiva. Despertad antes de que echéis de menos el tiempo pasado y no disfrutado o compartido. Hacedlo antes de que sea demasiado tarde por defunción o porque, en vida, los lazos que os unen se aflojen y os alejen al uno del otro.
Muchos hijos, unidos como la inmensa mayoría durante la niñez a sus mayores, se desapegan por completo en cuanto alcanzan la pubertad. Solo quieren entrar, salir, tener derechos pero no obligaciones y estar con los amigos de aquí para allá. Por supuesto que debe haber un proceso de madurez en el adolescente, pero esto no significa dejar atrás al hombre y a la mujer que Dios usó para darles la vida.
De igual manera, en el caso de los padres, claro que deben tener sus ilusiones, objetivos y gustos personales. Pero también deben tener presente que todo eso es secundario, y que, tarde o temprano, pasará y nada se llevarán a la eternidad, más allá del tiempo de calidad que hayan pasado con sus retoños y cada experiencia vivida con ellos junto a su cónyuge.
Con todo lo visto, estas son mis últimas palabras:

A los hijos: vuestros padres no son inmortales ni van a estar ahí para siempre. Algunos llegarán a los noventa años, incluso en casos extremos a los cien, pero el final puede venir en cualquier momento y a cualquier edad, de forma esperada tras una larga enfermedad o repentinamente sin tiempo a palabras ni despedidas. Así que no olvidéis seguir aprendiendo de ellos. Ahí hay mucho escondido: sus experiencias pasadas, sus aciertos y errores, sus tristezas y alegrías, los malos momentos y las épocas de bonanza, y del conocimiento intelectual y de la sabiduría espiritual que hayan ido adquirido con el paso de los años.

A los padres: recordad las palabras de Muri para aprender a contentaros con vuestra vida y así disfrutar de esas personitas que son parte de vosotros. Sed sabios con el uso que le deis a vuestro tiempo e invertidlo principalmente en vuestros hijos. Sin favoritismos, grabad en vuestra mente cada instante, cada sonrisa, cada gesto, cada palabra, cada brillo de sus ojos, y rememoradlo juntos.
Recordad que disfrutarlos no es consentirlos, dejarlos ver la televisión cinco horas diarias, ni crear monstruitos encaprichados, dependientes y narcisistas. Es compartir aficiones, la vida misma y las circunstancias del mundo, leer juntos, entrar en el mundo del otro, educarlos, corregirlos con amor, instruirlos en el Señor, abrazarlos, besarlos, hablarles y preguntarles qué piensan de cualquier tema, mirarlos a los ojos y observarlos para así “escuchar” sus corazones.
Para que os sirva, recordad la vivencia de Max Lucado que alguna vez he citado: “Esta semana hubiera podido estar fuera de la ciudad. Tenía una invitación para estar en una iglesia en el Medio Oeste. Rechacé la invitación. ¿Qué hubiera pasado si no lo hubiera hecho? De haber ido, hubiera tenido la atención de mil personas durante una hora. Hubiera tenido la oportunidad de hablar sobre Jesús a gente que no lo conocen. ¿Es un martes en la noche en casa con tres hijas y una esposa más importante que predicar a una audiencia, sea grande o pequeña? Lea mi lista de lo que me hubiera perdido y luego decida. Me hubiera perdido una visita a la piscina en la que vi a Jenna atreverse por primera vez a nadar con su salvavidas. Me hubiera perdido quince minutos de brincos en la parte menos profunda de la piscina, con Andrea montada en mis espaldas mientras cantaba el tema de ´La bella durmiente`. Me hubiera perdido ver a Denalyn ponerse sentimental mientras desempacaba una caja de ropa para bebé. No hubiera podido salir a caminar con las niñas y disfrutar el momento en que Jenna encontró diez piedrecitas ´muy especiales`. No hubiera podido estar allí para socorrer a Andrea cuando se pilló un dedito en la puerta. No hubiera estado allí para contestar la pregunta de Jenna: ´Papi, ¿qué es una persona incapacitada?`. No hubiera podido ver a Andrea reír maliciosamente al tomar la pajilla de Jenna cuando esta le volvió la espalda. No hubiera podido oír a Jenna contar la historia de Jesús en la cruz durante nuestro devocional familiar (cuando nos aseguró: ´¡Pero Él no se quedó muerto!`). No hubiera podido ver a Andrea hacer músculo con su brazo al tiempo que cantaba: ´¡Nuestro Dios es tan GRAAAAANDE!` ¿Qué le parece? Yo sé cómo votaría. Hay cientos de conferenciantes que podrían hablar a esa multitud, pero mis hijas tienen sólo un papá. Después de haber hecho mi lista, sólo por divertirme un rato, tomé el teléfono y llamé a la iglesia que me había pedido que fuera a hablarles esta semana. El pastor no estaba pero sí estaba su secretaria. ´¿No fue esta la semana de su seminario?`, le pregunté. ´Oh, sí! ¡Estuvo maravilloso!`. Ni siquiera me echaron de menos. Ahora tengo una mejor idea de qué hacer con todas las invitaciones que recibo”[2].


* Para los interesados, estoy publicando en el blog un libro para padres y jóvenes, y que empieza aquí: Introducción a “Para padres, jóvenes y adolescentes” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/10/introduccion-para-padres-jovenes-y.html).



[1] Claro está, aquí no estoy refiriéndome a malos padres (tema del que ya hablé en ¿No te sientes amado por tu madre y/o tu padre? Bienvenido a “Heridas abiertas”: https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2018/09/no-te-sientes-amado-por-tu-madre-yo-tu.html), sino a los normales.

[2] Lucado, Max. En el ojo de la tormenta. Betania.