Venimos de aquí: Tu hijo necesita que sus padres le
prediquen el evangelio y que no sean unos “ogros” en casa (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/04/53-tu-hijo-necesita-que-sus-padres-le.html).
¿Cuáles son los
“valores” y el estilo de vida que la sociedad les enseña e inculca a los
jóvenes? ¿Son conscientes de cómo les están moldeando, condicionando y, en
definitiva, manipulando, por una serie
de intereses creados? ¿Quieren ser diferentes o uno más entre la masa? ¿Los
padres saben realmente a lo que se enfrentan, o prefieren mirar para otro lado?
Respondamos a estas
preguntas con el propósito de que los jóvenes –y no tan jóvenes- tomen
conciencia de cómo los manejan sin que lo sepan, y para ayudar a los padres a
identificar con nombre y apellidos las “armas” que están usando contra sus
hijos.
Comentando con varias
generaciones de amigos y familiares, todos llegábamos a las mismas
conclusiones: la inocencia de antaño
entre la juventud se ha ido perdiendo progresivamente, y, lo que es más
terrible, cada vez sucede a edades más tempranas. Hace unas décadas no existía
en la sociedad ninguna de las ofertas que
hoy son el pan de cada día y que alcanzan su apogeo los fines de semana y en
épocas estivales:
1) Discotecas para menores
También llamadas
“discotecas light”, donde no se sirve alcohol pero sí bebidas estimulantes y
energéticas para bailar. Es la forma de ir captando clientes para cuando
cumplan los dieciocho años.
En estos sitios
también se dan bailes como el perreo.
Estos “movimientos”, que los adolescentes imitan viendo vídeos musicales del reguetón, alcanza niveles de vulgaridad
pocas veces visto con anterioridad.
2) Botellonas
Aunque los
establecimientos tienen prohibido vender alcohol a menores de edad, algunos
hacen la vista gorda; y si no, amigos adultos lo compran por ellos y se dedican
a beber en zonas acotadas para ello, como parques o plazas. Muchos lo hacen
para “socializar”, ya que es una práctica muy extendida, y es extraño el que no
tiene una copa/tubo en la mano cuando está en estos lugares.
Es cierto que no
todos llegan al estado de emborracharse, y mucho menos al del coma etílico,
pero usan el alcohol para hacer lo que no serían capaz de llevar a cabo estando
completamente sobrios (ligar, bailar, desinhibirse, atreverse a tener
relaciones sexuales, hacer el payaso, etc): “El
paso al instituto, a los 12 años, es un momento delicado. Laura explica que
notó un cambio muy grande. En el colegio nadie salía de fiesta. En la ESO los
chicos empiezan a sentirse mayores, a relacionarse con algún que otro
repetidor, y a querer hacer vida adulta, lo que para muchos implica beber.
´Normalmente la gente empieza a ir a las fiestas de los pueblos, y allí hay
mucho alcohol y chicos mayores`, cuenta. Así empieza a aparecer una nueva forma
de ocio y las botellas llegan al parque al que hasta hacía bien poco solo iban
para jugar al fútbol o al baloncesto. [...] Miguel Rodríguez –médico residente
de pediatría del Hospital Puerta de Hierro de Madrid y que atiende en el
servicio de urgencias pediátricas (menores hasta los 16 años en la Comunidad de
Madrid, hasta los 14 en otras)-, dice: ´Es un drama. Jóvenes sanos con toda la
vida por delante que pueden perder la vida por haber bebido más de la cuenta.
No tiene ningún sentido. Y todo enmarcado dentro de una gran permisividad
social`. [...] Cerca del 80% de los chavales de entre 14 y 18 años ha bebido
alcohol, según la Encuesta sobre uso de drogas en enseñanzas secundarias en
España 2014-2015, elaborada por el Ministerio de Sanidad. La edad media de
inicio está en los 13,9 años. Un 33,4% de los chicos y un 31% de las chicas
habían tenido durante los 30 días anteriores a la encuesta algún atracón de
alcohol (cinco copas o más) y el 22,2% se había emborrachado. Seis puntos más
que en 1994”[1].
3) Tebeos japoneses
(una pequeñísima muestra del material disponible para adolescentes, y que, hasta hace unas décadas, era incluso rechazado por los lectores occidentales de manga)
Muchos se pueden
sorprender de que cite algo así, como son unas “simples” viñetas con letras,
pero ni se imaginan el grado de corrupción moral que algunos de ellos esconden.
Como en cualquier otro medio cultural (literatura, cine, etc.), en el manga
(cómic japonés), se dan todo tipo de géneros, algunos sanos, instructivos,
divertidos y que son un mero entretenimiento (acción, misterio o ciencia
ficción), por lo que no hay que estigmatizarlos como hacen algunos. Pero
también es completamente cierto que está su lado oscuro: aquellos que provocan
la corrupción moral. Para el que no lo sepa, entre lo más leído por la
chavalería, con edades entre los 12 y los 16 años, se encuentra el yaoi y el yuri, que muestran a chicos y chicas adolescentes de instituto (a
veces, jóvenes universitarios), enfrascados en relaciones homosexuales. Es
llamativo que el yaoi sea mayoritariamente consumido por chicas y el yuri por
chicos. Digno de un estudio sociológico a la luz de las Escrituras.
Tampoco tienen reparo
en infantilizar al extremo sus rostros para que parezcan críos de 10 u 11 años
(otras veces directamente tienen esa edad), que son “seducidos” por sus
profesores o cualquier otro adulto.
En algunos de ellos
se limitan a mostrar un romance donde no se pasa del beso, pero otros muchos
son completamente explícitos en cuanto a escenas sexuales. También tienen
cabida las relaciones transexuales y de chicos travestidos.
Todo esto es una
muestra más de qué clase de pensamientos están llenado sus mentes.
Algunos de los
títulos que se publican en España –cuya oferta por parte de las editoriales no
para de crecer, dada la alta demanda, y cuyos editores animan fervientemente a
comprar en sus vídeos promocionales-, son verdaderos superventas, ignorando la
inmensa mayoría de los padres –diría que todos-, lo que están leyendo sus
hijos. Por eso, muchos progenitores no se tienen que sorprender si sus hijos
les dicen con el tiempo que no hay nada malo en las relaciones prematrimoniales
o en el propio matrimonio homosexual, contrariamente al orden creado por Dios.
Conclusión
Como hemos apuntado, y
aunque podría señalar bastantes más –que dejo para la continuación-, NINGUNA de
estas tres “propuestas” estaban al alcance de los jóvenes, porque,
sencillamente, NO EXISTÍAN. Era algo propio de adultos inmorales o rebeldes a
los que les gustaba dejarse llevar por sus pasiones más bajas o descontrolarse
uno o dos días a la semana, principalmente al amparo de la noche.
Por norma general, a
esas edades, fuera del tiempo establecido para hacer las tareas escolares, la
mayoría estaba jugando en la calle a las chapas, al escondite, pateando un
balón, ayudando a la madre en casa y al padre en el negocio familiar si era
necesario, merendando en casa de algún amigo, enfrascados en algún juego de
mesa, dando un paseo por la ciudad con los hermanos mayores o cuidando de los
pequeños. Ahí aprendían a comportarse y
lo que era significaba la vida, mientras que iban madurando. Como me dijo
una amiga: “Desde pequeñas ya teníamos
responsabilidades de mujeres más mayores, crecimos listos, aprendimos solos y
así nos formamos”. Ni se nos pasaba por
la cabeza lo que vemos en el presente.
Continuará en: ¿De dónde
reciben los valores perniciosos los jóvenes y adolescentes?
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