lunes, 24 de septiembre de 2018

¿No te sientes amado por tu madre y/o tu padre? Bienvenido a “Heridas abiertas”


La actriz Amy Adams interpreta a Camille Preaker, una periodista que regresa a Wind Gapm, su pequeño pueblo natal, para cubrir la noticia del asesinato de dos adolescentes, y donde todavía no se sabe quién cometió los crímenes. Por medio de puntuales flashback, vamos descubriendo el pasado de Camille: era una jovencita un tanto rebelde y muy inteligente que amaba con locura a su hermana pequeña Marian. Estaban muy unidas y tenían una relación preciosa, y así fue hasta el día en que ella falleció siendo apenas una adolescente. Nunca superó la muerte de la pequeña. Desde entonces, intentó en varias ocasiones suicidarse. Siempre que padecía una crisis nerviosa, se hería a sí misma físicamente, infligiéndose cortes profundos en distintas partes de su cuerpo, algo que sigue practicando en su edad adulta. Los cortes son palabras que expresan cómo se siente, qué piensa de sí misma o que tienen algún significado para ella (horno, mala, rasgar, adición, niña, virgen, enfermar, ira, enamorarse, etc.). Por eso no deja que nadie vea esas palabras ya que manifiestan lo más profundo de su ser interior, algo que no comparte con nadie.
En ocasiones sufre estallidos de ira que también oculta, y continuamente rememora en su mente el pasado y el dolor. El sufrimiento que acumula en sí es tan grande que usa la bebida para ahogar sus penas –algo que evidentemente no logra-, y para evadirse escucha música sin cesar, aparte de tener relaciones sexuales desprovistas de amor.
Ante todo esto, podemos entender que la serie la hayan titulado en España como “Heridas abiertas” (Sharps Objects en el original – “Objetos afilados”- basada a su vez en el libro Gone Girl de Gillian Flynn). Aunque son muy diferentes las circunstancias, parte del camino de autodestrucción de la protagonista me ha recordado mucho al que vimos en Alma salvaje: Cuando el dolor puede convertirnos en la mejor o en la peor versión de nosotros mismos (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/06/alma-salvaje-cuando-el-dolor-puede.html).
La trama gira en torno a la investigación de las dos niñas asesinadas y lo que se esconde detrás. No la voy a destripar por si alguien quiere verla, aunque aviso que, siendo una sensacional serie, resulta desoladora. Así que me voy a centrar en el trasfondo de la historia, que se encuentra en la truculenta y enfermiza relación que mantiene Camille con su madre, puesto que nos va a servir para tratar el tema que quiero exponer: puesto que hay muchos cristianos que tienen relaciones muy complicadas con algunos de sus familiares más directos y que les afecta sobremanera, me dirijo a ellos. El hecho de ser cristiano no convierte a nadie en una élite especial cuyos problemas “mundanos” no le tocan.

Describiendo a la madre, o a cualquier familiar
En la serie, el problema de Camille es con su madre, de nombre Adora. En otras familias –y eso solo lo sabes tú si te sientes identificado con ella en algún aspecto- puede ser con el padre, los hermanos, la esposa, el esposo, las tías o los tíos, con los primos, o con buena parte de ellos. Así que veamos cómo era Adora y el trato que le dispensaba a su hija:

- No la respeta ni la valora.
- No le agrada nada de lo que hace ni su personalidad.
- No siente un sano orgullo por el trabajo de su hija; al contrario, lo desprecia.
- Critica cada comportamiento.
- Siempre que puede la deja en ridículo o en evidencia ante los demás.
- Se avergüenza de ella.
- Emocionalmente es fría.
- Nunca la halaga ni le dice nada bueno.
- No se le puede llevar la contraria ya que tiene salida para todo.
- Siempre que puede le señala lo que hace mal, sea real o imaginario.
- Con sus palabras le da a entender que estaría mejor sin ella y sin que hubiera nacido.
- No le gusta nada de lo que hace.
- Nunca le dedica una sonrisa genuina de alegría.
- Se burla de su forma de vestir.
- No le gusta sus compañías.
- La considera de mala influencia para todo el mundo, especialmente para su difunta hermana y para su actual hermanastra, Amma.
- Casi todas las palabras que le dirige son de reproche.
- La culpa de su infelicidad y desgracias. Por ejemplo, se corta podando una rosa y le echa la culpa a su hija. 
- La culpa de sus propios errores.
- Magnifica sus errores y minimiza los propios.
- Le concede más importancia a las cosas (como una habitación de la casa con suelo de marfil) que a su propia hija.
- Se ofende por todo y es melodramática.
- Es controladora y manipuladora.
- Usa el chantaje como arma. Con sus propias palabras, viene a decir: “Haz lo que yo digo y quiero, y te amaré. No lo hagas, y no te amaré”.
- Quiere que Camille haga todo lo que ella dice (cómo vestir, hablar, comer, etc.).
- Nada de lo que diga su hija la hace cambiar de opinión sobre ningún tema.
- Cualquier minucia la convierte en un drama y un problema gigantesco.
- Nunca está contenta.
- Nunca ve sus propios errores, pero contempla de los Camille a cada segundo.
- Era muy cariñosa con su hija fallecida; todo lo contrario que con Camille, por mucho que ésta tratara de agradarla o llamar su atención. 
- Aunque observa meticulosamente cada falta de Camille, se autociega ante la doble moral de su hija Amma, la cual se mostraba buena, inocente y dulce delante de su madre –para dar la imagen de hija idílica- y por otro rebelde, deslenguada, malhablada, fumadora de marihuana, bebedora e inmoral cuando está a solas con sus amigas y chicos del pueblo.
Y el punto final que explica todo lo anterior, cuando Adora le dice a su hija:  “Nunca te he querido”.

Me evito explicar el porqué Adora es así ya que, aunque es interesantísimo, me saldría del tema principal, aparte de que sería muy extenso y no quiero spoilear más a los interesados (ese final...), ya que la explicación se muestra en los dos últimos capítulos.

Lo que provoca en la persona
Hay iglesias abusadoras y sectas que están llenas de “líderes” tiranos y déspotas que se creen los reyes del mambo. Y esto es así porque sus padres los han malcriado haciéndoles creer que son maravillosos e ilimitadamente buenos. Pero lo más usual es encontrarse todo lo contrario: personas desbaratadas emocionalmente porque han tenido o tienen padres del estilo de Adora. Y aquí no me refiero al niño o joven que dice no sentirse amado porque su madre o su padre no le concede sus caprichos materiales, sino a hechos tan serios como los descritos. Quizá no tan extremos (o quizá sí), pero semejantes: padres que todo  lo ven mal. Donde todo son críticas hacia sus retoños aunque éstos sean ya adultos. Que son quisquillosos hasta decir basta. Que solo ven lo negativo en el prójimo. Que afirman que nunca se equivocan, y si llegan a reconocer que lo hacen se autojustifican de mil maneras distintas. Que aprovechan la mínima oportunidad para lanzar pullas. Y así con mil “virtudes” más.
Por eso hay personas –sean cristianas o no- que, sin llegar al caso límite de Camille (intentos de suicidio, autolesiones, etc.) se sienten muy mal consigo mismas. Un familiar o familiares que tratan a alguien así, provoca:

- Baja autoestima.
- Depresión.
- Estrés.
- Falta de ilusión por vivir.
- Heridas emocionales
- Incapacidad para intimar y amar a otras personas.

Siendo este un tema tabú, muchos lo sufren en silencio. Conozco a creyentes que han pasado/están pasando por ese camino tortuoso, aunque por respeto a su privacidad no diré sus nombres. Esto los lleva a no sentirse amados, valorados ni respetados. Muchos de los ateos más famosos de la historia son conocidos por haber tenido padres nada amorosos. Y esto es algo que afecta por igual a cristianos que han padecido o padecen circunstancias semejantes. Entre otros casos a lo largo de la historia, es muy conocido el de Lutero, cuya relación con sus padre fue, como poco, tortuosa: “Por sus cartas sabemos que fue a menudo sometido a crueles castigos, como una vez que su padre le azotó tan violentamente que el joven huyó de casa y tardó mucho tiempo en perdonarle en su corazón, o en otra ocasión en que su madre le golpeó hasta hacerle sangrar por haberse comido sin permiso una nuez”[1].
Por eso es normal que tanto ateos como cristianos –y hablo de cristianos nacidos de nuevo- tengan dificultades para experimentar el amor de Dios y de sentir que Él se interesa por ellos. Lo pueden entender semanticamente, pero llegar a sentirlo realmente ya es otra cuestión muy diferente.

Si es tu caso, no eres el primero ni serás el último
Quizá pienses que la Biblia no trata de estos temas. Que se resume a hablar de la historia de Israel, de la obra de Dios en la humanidad, del sacrificio expiatorio de Jesús en la cruz y una enorme lista de normas morales. Si es así, estás muy equivocado. Para que seas consciente de que no eres el primero, veamos una pequeña lista de hijos e hijas que sufrieron en sus carnes a sus padres, a sus hermanos y otros familiares cercanos.

- Lot quiso entregar a sus hijas a una multitud para que hiciera con ellas lo que quisieran: He aquí ahora yo tengo dos hijas que no han conocido varón; os las sacaré fuera, y haced de ellas como bien os pareciere” (Gn. 19:8).
- Tras enfermar, perder sus posesiones materiales, sus riquezas y a sus hijos, la mujer de Job le dijo: Maldice a Dios, y muérete” (Job 2:9). ¡Menuda clase de amor y menudas palabras de ánimo! En definitiva, una esposa-Trol.
- Caín, en lugar de proteger a su hermano pequeño Abel, le dijo que fueran al campo de forma aparentemente inocente, y lo mató (cf. Gn. 4).
- Los hermanos de José, por pura envidia, lo vendieron a unos esclavistas, queriendo en primera instancia matarlo (cf. Gn. 37).
- David fue a llevarle comida a sus hermanos que estaban en la guerra. Eliab, su hermano mayor, en lugar de agradecérselo, le dijo miserablemente: ¿Para qué has descendido acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido” (1 S. 17:28).
- Jonatán y David eran amigos íntimos. Sin embargo, Saúl –el padre de Jonatán- quería matar a David. En una ocasión, el hijo defendió a su amigo ante su padre firmemente, e incluso trazó un plan para que huyera. ¿Cuál fue la reacción de su padre?: Entonces se encendió la ira de Saúl contra Jonatán, y le dijo: Hijo de la perversa y rebelde, ¿acaso no sé yo que tú has elegido al hijo de Isaí para confusión tuya, y para confusión de la vergüenza de tu padre? Porque todo el tiempo que el hijo de Isaí viviere sobre la tierra, ni tú estarás firme, ni tu reino. Envía pues, ahora, y tráemelo, porque ha de morir. Y Jonatán respondió a su padre Saúl y le dijo: ¿Por qué morirá? ¿Qué ha hecho? Entonces Saúl le arrojó una lanza para herirlo; de donde entendió Jonatán que su padre estaba resuelto a matar a David” (1 S. 20:30-32). Se airó hasta el extremo con su hijo, lo insultó gravemente y ¡le tiró una lanza!
- Los hermanos de Jesús se burlaban de la idea de que Él fuera el Mesías, y dijeron: “Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces. Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo. Porque ni aun sus hermanos creían en él” (Jn. 7:3-5).

Padres que descuidan a sus hijos. Hermanos que desprecian a sus otros hermanos. Esposos y esposas que demuestran una falta de amor flagrante. Historias como estas son muy habituales en la Biblia, y son solo un reflejo de la historia general de la humanidad hasta el día de hoy. E incluso sucede entre hermanos en la fe: traiciones, hipocresías, condenación, etc., se repiten asiduamente.
Con estos sencillos ejemplos podemos entender el porqué Pablo exhortó a los padres a no provocar a ira a sus hijos (cf. Ef. 6:4). Él sabía perfectamente cuánto mal pueden hacer unos padres si no se guían por la voluntad de Dios. Es lo que le pasó a Jonatán al ver la conducta necia de su padre; no soportaba ni un segundo más estar con él: “Y se levantó Jonatán de la mesa con exaltada ira, y no comió pan el segundo día de la nueva luna; porque tenía dolor a causa de David, porque su padre le había afrentado” (1 S. 20:34).
Jesús mismo dijo: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa” (Mt. 10:34-36). Son palabras duras e incómodas de leer, pero es lo que sucede cuando unos son cristianos que tienen por norma de fe y conducta la Palabra de Dios y los familiares no. Aunque en casos extremos la “espada” puede ser en sentido literal, casi siempre es figurada: un padre que menosprecia a su hijo, que no lo ama como debiera, que le hace el vacío, que lo ignora, que dice no tener tiempo para él, que no se preocupa por sus pensamientos y sentimientos, que apenas le habla o que no cuenta con él excepto cuando lo necesita para algo. Son los clásicos padres que no conocen a sus hijos. Sí, cubren sus necesidades alimentarias y de vestimenta, y saben qué aficiones tienen, pero no conocen la esencia ni se interesan verdaderamente por ellos.
Esto puede llegar a suceder entre padre/madre e hijos. En la serie vemos que Camille se internó voluntariamente en un centro psiquiátrico. Tras hacerse amigas, su joven compañera de habitación le preguntó: “¿Mejoran las cosas con la familia cuando te haces mayor”? A lo que Camille contestó que “no”. Alice, ante un panorama tan desolador, se suicidó esa misma noche.
La “espada” que hemos citado suele darse en un grado mucho más agudo entre padre/madre inconversos e hijo creyente, donde ni las mejores intenciones logran cambiar nada; solo el nuevo nacimiento lo lograría. Mientras tanto,  “el camino de los impíos es como la oscuridad; No saben en qué tropiezan” (Pr. 4:19).

¿Qué puedes hacer?
Es fácil airarse en situaciones concretas y no es difícil no desanimarse cuando has estado media vida –o toda tu vida- escuchando palabras de desaprobación de tus progenitores y/o familiares más cercanos. Así que puedes tomar varios caminos. Puede que haya más, pero son los que vienen a mi mente. Primero los voy a presentar, y luego diré cuál considero –en mi opinión- el más acertado. Luego te tocará a ti tomar tu propia decisión:

1. Encerrarte en ti mismo. ¿Qué hacen los habitantes de los países tropicales cuando se anuncia la llegada de una tormenta o de un huracán? Ponen tablones en las puertas y en las ventanas con clavos resistentes. Otros se esconden en refugios que han preparado de antemano. En términos emocionales puedes hacer lo mismo: “encerrarte” y convertirte en un “búnker”. Es lo que hacen muchos cristianos: si Camille escuchaba música para “irse mentalmente” y “no sentir”, ellos se involucran hasta la extenuación en el activismo religioso. Otras personas se evaden de sí mismas centrándose en el deporte, en la televisión o en diversas aficiones.
Hay padres que están tan ciegos que no son capaces de ver cuando tienen a un hijo EXTRAORDINARIO delante de sus ojos. Los mismos padres que partirán de este mundo algún día sin haber disfrutado de sus hijos puesto que éstos se alejaron emocionalmente de ellos para protegerse del continuo daño que les provocaban sus palabras y actitudes.
El problema que sucede en muchas ocasiones –cuando el hijo lleva este comportamiento de “encerrarse” con una excesiva rajatabla- es que termina convirtiéndose en pasivo-agresivo: actúa como si nada le importase pero en su interior es un volcán que a veces expulsa lava que quema a todo el que le salpica. En otras ocasiones se vuelve fría: como no recibe cariño, no entra nada de amor, pero tampoco sale nada hacia los demás, contaminando todas sus relaciones personales.

2. Poner pies en polvorosa. Los mismos ciudadanos, ante una situación tormentosa o huracanada como la descrita, deciden no arriesgarse ni jugarse la vida. Empaquetan todos los enseres que pueden y huyen a toda prisa. Consideran que es más importante su propia integridad que una propiedad privada. En tu caso, puedes hacer lo mismo: poner tierra de por medio en términos físicos.

3. Guerrear. Puedes tomar la lanza y ponerte a la altura del otro, atacando con tus  palabras como lo hacen contigo. La respuesta blanda no siempre quita la ira, pero “la palabra áspera hace subir el furor” (Pr. 15:1b). No tienes que pagar mal por mal a nadie (cf. Ro. 12:17). Sean cuales sean tus circunstancias, hayas vivido o estés viviendo con padres que no son “la alegría de la huerta”, el mandamiento bíblico sigue siendo el mismo y es inamovible: “Honra a tu padre y a tu madre” (Ef. 6:2). Se comporten como se comporten contigo, debes tratarlos lo mejor que esté en tu mano.

4. Una mezcla de todo. En Proverbios nos encontramos un grandísimo consejo: Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida” (Pr. 4:23). Y esto lo podemos aplicar a todas las áreas de la vida, también a la relación con este tipo de padres.
Hay cristianos que creen que la exhortación que nos hizo Jesús a ser sencillos (cf. Mt. 10:16) es un llamado a ser “tontitos”. Jesús mostró también la otra cara de la moneda: “sed, pues, prudentes como serpientes” (vr. 16). Somos hermanos, pero no primos, como dice el refrán.
Las personas somos como las cebollas: tenemos varias capas. Y no tienes que mostrarlas todas a quién no se lo merece o no se lo ha ganado, se llame como se llame o sea quien sea. Por supuesto que tienes que ser asertivo cuando tengas que serlo. Por supuesto que tienes que hablar la verdad en amor cuando tengas que hacerlo. Pero también tienes que guardar tu corazón. Tienes que saber cuándo dar un paso al lado o cuando callar, y más si sabes que por muy sabia y razonada que sea tu actitud o respuesta, no va a entrar en la mente de un incrédulo si está dominada por el orgullo y la altivez.
Por todo esto, Dios te llama a cuidarte, a protegerte. Jesús mismo lo hacia cuando se alejaba de aquellos que tenían malas intenciones con Él. En tu caso, es algo que te toca hacerlo por ti mismo pidiendo fuerzas al Altísimo. Los detalles concretos, el cómo, tendrás que meditarlo puesto que son detalles tan personales que aquí solo puedo dar pautas generales como las reseñadas.

El ejemplo de Jesús; el ejemplo para nosotros
¿Se despreocupó Jesús de su madre? Nunca. Inclusó en su muerte, mostró su más firme interés en el bienestar de ella, al pedirle a Juan que la cuidara: “He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (Jn. 19:27). Pero hay un detalle de Jesús muy interesante. Veámoslo con dos estampas de su vida:

- A los doce años aparentemente se perdió, pero la realidad es que “se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre” (Lc. 2:43). ¿Cuánto tiempo? ¡Tres días! Cuando le encontraron  en el templo, ¿qué contestó ante el reproche –lógico- de su madre?: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? Mas ellos no entendieron las palabras que les habló” (vr. 49).
- Ya en su ministerio, se nos narra lo siguiente: “Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud. Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte” (Lc. 8:19-20).

¿A dónde quiero llegar al mostrar esta imagen de Jesús y de otras muchas escenas de su vida? Que era muy independiente. No en el sentido de “ahí os quedáis y no me importa nada lo que os pase” o “hago lo que me da la gana”, sino en el “voy a hacer lo que esté en mi mano por vosotros, y siempre que me necesitéis sabéis dónde encontrarme, pero sé quién soy y tengo una obra que hacer”.
Es cierto que la madre de Jesús era maravillosa y aquí estamos hablando cuando alguno –o los dos- progenitores no lo son. Pero algo que es común para ambos casos y que debe aprender todo cristiano: no se puede vivir emocionalmente anclado, paralizado y derrotado por el mal que sus padres les puedan haber causado por falta de amor, o por un amor mal expresado:

- Jesús no basaba su identidad en lo que sus hermanos o los demás pensaban de Él, sino en lo que el Padre le repetía: “Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt. 3:17).
- Cuando necesitaba desahogo y fuerzas, ¿qué hacía?: “Se apartaba a lugares desiertos, y oraba” (Lc 5:16).
- Santiago expuso los tres tipos de sabiduría que existen: terrenal, animal y diabólica (cf. Stg. 3:15). Hay padres inconversos cuyas palabras –queriendo o sin querer- son destructivas, propias del diablo. Nuevamente, es ahí donde debes escuchar a Dios: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Is. 41:10).
Es hora de que deseches de tu mente y de tu corazón la mentira. Es hora de que te acerques al corazón de Dios para experimentar su amor en lugar de sentirte desgraciado por la falta de cariño de tus padres. Es hora que bases tu identidad en lo que Él dice de ti y no en lo que familiares inconversos puedan llegar a pensar.
¿Significa esto que no te dolerá “no ser amado” por ellos? ¿Significa que algunas dagas que te lancen ya no te harán nunca más daño? Claro que dolerá en ocasiones, ¡sigues siendo humano! La “lima” dolerá, pero todo servirá para pulir tu carácter, tu actitud ante la vida, tu salud mental, emocional y espiritual. Ahí tienes para mirar a tu Padre que está en los cielos, que te ama con locura, que te ha creado, que te ha salvado, que ya te aprobó por lo que hizo por ti en la cruz, que te ha prometido una casa en los cielos y pasar toda la eternidad junto a Él, entre otras muchas cosas más. ¡Hazle caso y Vive!

miércoles, 12 de septiembre de 2018

10.6.6. En una relación sentimental, ¿hasta qué punto son importantes la diferencia de edad y la atracción física?


Venimos de aquí: El conocimiento mutuo: El miedo a los padres de tu pareja: esos seres llamados “suegros” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2018/08/1065-el-miedo-los-padres-de-tu-pareja.html).

Sé honesto: por mucho que digan los cristianos que ellos son diferentes y que lo que les atrae es la belleza interna, basta que en una red social un chico o una chica guapa pongan una foto bien llamativa para que en minutos aparezcan decenas de “corazoncitos” y comentarios que buscan un fin aunque se envuelvan en una curiosa espiritualidad: “Qué bell@ eres. Que el Señor te bendiga... ¿me pasas tu número de teléfono? ¡Ojalá el Padre de las luces nos permita vernos en persona! ¡Y quién sabe qué puede pasar después!”. Comentarios como este, que suena hasta cómico, son el pan de cada día en los grupos y comunidades de Internet. Los que son menos agraciados, pues...
“El amor no entiende de edades” y “el físico es lo de menos” son dos frases que oído y leído en multitud de ocasiones. Aunque ambas puedan parecer puramente superficiales, quiero analizarlas y que reflexionemos juntos. Creo que, aunque no son méritos en el sentido estricto de la palabra (ya que no se adquieren como consecuencia de alcanzar unos valores personales), hay que aceptar que cuentan.

La atracción hacia diversas edades
Hasta hace pocos años, estaba mal visto por la sociedad que una mujer estuviera casada con un hombre de menor edad. Algunos no le concedían importancia, pero sí es cierto que era poco habitual encontrarse este tipo de relaciones. Hoy en día suelen darse con mayor frecuencia e incluso con diferencias considerables de diez años o más, como el caso de Shakira (1977) y Piqué (1987) o el presidente de Francia, el señor Macron (1977) y su esposa Briggite (1953).
En el lado contrario, que un hombre estuviera con una señorita más joven era visto como el éxito de todo un galán, al lograr conquistar con su forma de ser a una jovencita físicamente en su plenitud, cuando él ya comenzaba la decadencia.
Las feministas más radicales ven esto como una prueba más del machismo patriarcal imperante que nos han inculcado. Como siempre digo, no me gustan los extremos. Todo tiene una razón de ser. Aquí tenemos que analizar dos circunstancias:

1. ¿Qué provoca que una mujer se sienta atraída por un hombre más joven, y viceversa?
2. ¿Qué provoca que una mujer se sienta atraída por un hombre mayor, y viceversa?

Como he dicho, no me refiero a unos pocos años, sino a una barrera a contar a partir de diez.
En el primer caso (mujeres y hombres atraídos por personas del sexo opuesto bastante más jóvenes), suele deberse a la sensación que ell@s mismos experimentan: la pareja más joven les hace sentirse de igual manera: más jóvenes de lo que muestra el carné de identidad, tanto interna como externamente. Un/una cuarentón/cuarentona que está con alguien de treinta años o menos se siente revitalizado en su espíritu. Aparte, su estima propia crece, al contemplar que ha logrado enamorar a alguien por sí mismo, por ser quien es realmente, por su esencia, y no tanto por su físico que comienza a languidecer.
En el segundo caso (mujeres y hombres atraídos por personas del sexo opuesto mayores que ell@s), suele deberse a que encuentran una madurez en el otro que anhelan con toda su alma y que no encuentran en personas de su edad. Emocionalmente se sienten más cercanos a este tipo de individuos, más acordes con lo que buscan en una pareja: ternura, afecto, ideas claras, empatía, atención, equilibrio, seguridad emocional, etc. Por todo esto, suelen admirar a su pareja. Es algo que se observa desde la misma juventud: los clásicos casos de adolescentes que se enamoran de sus maestr@s.
En ambos casos, puede deberse también a otra explicaciones: si la mujer tuvo una relación disfuncional o distante con su padre o el hombre con su madre (o eran críticos y controladores), es posible que, al conocer a personas mayores que le proporcionan la calidez que no tuvieron en su juventud, se sientan poderosamente atraídas y lleguen a enamorarse. Esa es la explicación de las relaciones fugaces entre hombres de más de cuarenta años y chicas veinteañeras.
Por lo que hemos visto, es cierto que el amor no entiende de edades. El corazón es capaz de ver más allá de una imagen externa y puede prendarse con pasión de cualquier ser humano, independientemente de cuantos años les separen.

¿A buen puerto?
Ahora, tras explicar brevemente las razones, tenemos que preguntarnos: ¿Es posible que llegue a buen término una relación entre dos personas con edades dispares? Según un estudio desarrollado por científicos de la Universidad de Colorado en Boulder, “tener una gran diferencia de edad en la pareja aporta una mayor satisfacción para ambos a corto plazo pero esta felicidad se desvanece con el tiempo”[1]. Por lo tanto, debemos admitir que no es fácil, así que pongamos todas las cartas sobre la mesa para exponer los pros y los contras.
Un hombre de veinticinco años puede llegar a enamorarse realmente de una mujer de cuarenta y cinco (esa es la trama principal de la película “Mi segunda vez” –The Rebound en el original- protagonizada por Catherine Zeta-Jones y Justin Bartha). Si han sabido cuidarse, a esas edades todavía se conservan muy bien y la belleza que poseen es sin duda hermosa. Pero, ¿qué ocurrirá cuando él tenga treinta y cinco (en toda su plenitud) y ella tenga cincuenta y cinco? ¿Y él cincuenta y cinco y ella setenta y cinco, siendo ya toda una ancianita? El mismo ejemplo podríamos citarlo en el caso contrario. Puede que se convierta en una relación hija-padre (o abuelo) o hijo-madre (abuela), más que en un matrimonio entre dos personas iguales. El salto generacional puede ser demasiado grande.
Algunos dirán que si era amor verdadero seguirán juntos, y que si él la abandona a los pocos años habrá demostrado que era un capricho egoísta. La realidad no es tan sencilla. No podemos limitarlo todo a blanco o negro. ¿Por qué?: Porque no es tanto una cuestión de belleza, sino de “etapas vitales”, y esto afecta tanto a hombres que están con mujeres mayores como a la inversa: los dos estarán casi con total seguridad en tramos muy diferentes del camino.
La vitalidad también variará considerablemente. Son muchas las variables que tendrán que considerar antes de que pasen los años y de que avance la relación: estilos de vida, afinidades, educación, valores, ideas respecto al futuro, proyectos en común, etc: “Considerando todas sus dimensiones y aplicándolo a seres humanos maduros, el amor es una coincidencia afortunada de disposiciones complementarias, que se inicia con una atracción química, continua con una unión estable segura, y se transforma en un proyecto común que trasciende las vidas que lo encarnan”. No creo en lo de coincidencia afortunada, pero sí en el resto de la definición ofrecida por José Luis González de Rivera y Revuelta, Catedrático y Jefe del Servicio de Psiquiatría de la Fundación Jiménez Díaz.
Dado que los matices son casi infinitos, solo puede concluir con esta idea: si esa relación procede de Dios, llegará a buen puerto y será una vida completa y feliz en términos generales. De lo contrario... Así que, si llegas a enamorarte de una persona considerablemente mayor o menor, sé sabio y no te dejes llevar por el primer impulso. Reflexiona y acércate al Señor para buscar verdadera sabiduría y Su voluntad.

La atracción física
Aunque seas cristiano, ¡para qué te vas a engañar! Si somos cuerpo, alma y espíritu, es normal que te fijes en las tres partes de manera equilibrada. ¿O acaso debes despreciar la belleza que Dios ha creado? Seamos sinceros: cuando te preguntan qué te parece alguien que apenas conoces y señalas inmediatamente que no te llama la atención, estás diciendo claramente que no te atrae físicamente. Por el contrario, uno de los grandes estímulos que encuentran las personas para acercarse por primera vez a alguien del sexo opuesto es la belleza física.
Aquí nos encontramos a los dos extremos opuestos. Por un lado, están aquellos que únicamente valoran a las personas por su físico. Estos son los inmaduros y a los que yo llamo “babosos”. Por el otro, los que dicen que no se fijan para nada en el físico. Esta idea podemos verla en la historia que se nos narra en la divertida película Amor ciego. Hall (Jack Blackel) es un tipo que valora exclusivamente a las mujeres por su belleza. Un buen día, tras quedar encerrado en el ascensor, es hipnotizado por un famoso conferencista, lo cual le lleva a ver a las personas tal y como son en su interior. Si son hermosas por dentro, él las ve sumamente hermosas en el exterior. Y si tienen un oscuro corazón, por muy hermosas que sean físicamente, él las ve como viejas arrugadas. De ahí que, ante la sorpresa de todo el mundo, se enamora de Rosemary (Gwyneth Paltrow). A pesar de que ella es exageradamente obesa, él la ve como si fuera una modelo, lo que da lugar a todo tipo de malentendidos y escenas cómicas. Finalmente, descubre la verdad y la verdadera apariencia de Rosemary. Aunque en un principio queda en estado de shock, evitando todo contacto, decide que realmente quiere estar con ella porque la ama. Y así concluye con el consabido “happy end”.
Aunque la moraleja es realmente buena (siendo una crítica a la sociedad que le concede una importancia suprema a la apariencia física), considero que se sitúa en ambos extremos de la realidad.

Sin cánones
Creo que la clave es encontrar un punto intermedio, donde la búsqueda de un ideal físico no sea lo primero ni lo más importante, pero sí que resulte atractivo a tus ojos, siendo como es: alt@ o baj@, con más o menos kilos, con ojos azules o marrones, etc.
Aquí no hay mandamientos inamovibles. Por decirlo de alguna manera: un corazón lleno de amor sirve de gafas correctoras ante cualquier supuesto defecto físico y logra el efecto extraordinario de hacer brillar aun más aquello que ya de por sí llama la atención. Por eso propongo una idea alternativa que pocos la ponen en práctica: si te gusta en grado sumo una persona pero no te resulta especialmente atractiva a nivel físico, sé su amigo y dale tiempo. No te estoy diciendo que tengas una cita o que inicies una relación de noviazgo, sino que, manteniendo las distancias convenientes para que no haya malentendidos, lo añadas al círculo en el que te mueves. Quizás, el día menos esperado, tus ojos te sorprendan y desees mucho más que una amistad. La atracción física puede darse a posteriori de la atracción hacia su persona. La mente puede terminar viendo lo que ve el corazón, ya que la belleza está en el ojo del que mira. Y, si no sucede, al menos habrás ganado un buen amigo, puesto que en realidad es el carácter lo que verdaderamente perdura.
De manera inconsciente, solemos asociar la belleza externa a la interna, cuando en muchas ocasiones resulta inversamente proporcional: el que es agraciado fisicamente tiene un alma “fea” y el que no tiene un cuerpo atractivo tiene un alma “hermosa”.
Personalmente, seré extremadamente sincero: si la belleza externa no va acompañada de la belleza interna, no me dice nada. Es más, si no me gusta –o deja de gustarme- el carácter de una mujer, aunque sea muy hermosa en el aspecto físico, dejo hasta de verla guapa. Por el contrario, he llegado a sentirme atraído y ver como guapas a mujeres que se alejaban de los patrones clásicos de la belleza, de mis propias ideas preconcebidas o de lo que suele marcar la sociedad.
Con esto no estoy queriendo decir, ni mucho menos, que todas las personas físicamente agraciadas sean malas personas y que las que no son favorecidas resulten buenas per se. Pero la atracción física, tanto para hombres como mujeres desprevenidos, puede ser un cebo cuando no hay nada más detrás de esa apariencia. Por eso afirmo que, por muy hermosa que sea alguien externamente, si su carácter no toca el corazón, el aspecto resultará indiferente tarde o temprano. A corto plazo puede que te llame poderosamente la atención. Pero a medio y largo plazo, la belleza externa sin la interna te resultará completamente hueca. De ahí las palabras de Pedro: “Que el adorno de ustedes no consista en cosas externas, como peinados exagerados, joyas de oro o vestidos lujosos, sino en lo íntimo del corazón, en la belleza incorruptible de un espíritu suave y tranquilo” (1 P. 3:3-4, DHH). Esto no consiste en que una mujer no pueda llevar el cabello trenzado o lucir con elegancia, o que deba vestir como una vagabunda y descuidar su apariencia, sino en que sea equilibrada entre el cultivo del carácter y el cuidado del cuerpo (ya que este es templo del Espíritu Santo, cf. 1 Co. 6:19).
Hay mujeres (y cada vez más hombres) que visten “mundanamente”, sin pudor ni modestia. Esto es propio de personas vanidosas o que tratan de tapar otras inseguridades personales, y para lograr tal propósito exhiben sus cuerpos para ser admiradas. Esto no debería darse entre cristianos, sean de uno sexo u otro, sino primar “la belleza incorruptible de un espíritu suave y tranquilo” (1 P. 3:4, DHH).
            
¿En qué se fijan hombres y mujeres?
Por si esto le sirve a las mujeres, lo diré alto y claro: no necesitáis tener el cuerpo de una supermodelo ni poneros 500 capas de maquillaje. La naturalidad es algo que la inmensa mayoría de los hombres –hablo de hombres emocionalmente maduros- aprecia en gran medida. En lo que refiere al peso, aunque vosotras creáis lo contrario, el hombre normal (subrayo lo de normal) no siente una especial atracción hacia la delgadez, por mucho que nos la quiera vender la industria de la moda y el cine. Por el contrario, prefiere un peso normal, acorde a la constitución propia de cada mujer. Y para eso no son necesarias quince operaciones de cirugía plástica o dos horas agotadoras corriendo en una cinta en el gimnasio. Observa cuando vayas por la calle: la inmensa mayoría de las mujeres son físicamente normales. Incluso aquellas que tienen un físico envidiable tienen sus propios complejos y partes de sí que no les gustan.
Tanto un hombre como una mujer quieren un compañero que se cuide. En el caso del hombre, prefiere una mujer que para cuidarse haga algún tipo de deporte sencillo o ejercicio (como caminar) que a aquellas que se saltan comidas o pasan hambre para guardar la línea. Pocas cosas hay más frustrantes que tener a una mujer sentada a tu lado y ver cómo marea el plato sin apenas probar bocado. Entiendo que el tiempo libre para hacer deporte pueda ser escaso, pero, excepto en situaciones muy extremas (trabajos de jornadas larguísimas, tener que cuidar a tiempo completo a un familiar enfermo, etc.), siempre se puede organizar la agenda para sacar unas horas a la semana[2].
Basta con que leas cualquier encuesta o que preguntes a un hombre (racional, no sátiro) y verás que, cuando se siente atraído por una mujer, lo que desea es que sea ella misma. Por si te ayuda, un apunte: en el plano físico, lo que más le gusta a los hombres es el rostro en general. Sé que las encuestas señalan otros atributos corporales, pero recuerda que no son cristianos quienes responden a tales preguntas, lo cual no quita que un creyente maduro también considere hermosas diferentes partes del cuerpo, pero no lo considera lo más importante.
En el capítulo “La sexualidad del soltero cristiano”, vimos las razones por las cuales la mujer tiende a fijarse menos en la parte física del hombre (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/08/72-como-sienten-la-sexualidad-hombres-y.html). ¿O acaso no te has sorprendido nunca el hecho de ver a un hombre físicamente normal con una mujer extremadamente hermosa a su lado? Aunque es evidente que también se sientan atraídas por el físico, quizá a los hombres les sorprenda saber que las mujeres con las ideas claras valoran por encima de todo la personalidad en general (inteligencia, simpatía, empatía, integridad, tacto emocional, etc.). Más atrás en la lista aparece la apariencia externa, que no tiene que ser sinónimo exclusivo de “belleza”, sino que incluye de manera muy importante la manera de vestir y la higiene. Y al final de todo este inventario se encuentra la posición económica, aunque en la adolescencia es muy usual escuchar comentarios como este: “Si es guapo ya me gusta”. Los he oído y supongo que tú también, pero es fruto de la edad, la inmadurez y de los enamoramientos fugaces. No hay otra explicación para aquellas adolescentes que lloran y gritan desaforadas ante sus ídolos musicales. Pasiones que desaparecen con la misma velocidad con la que surgieron.

Conclusión
Quiero creer que no elegirás a una persona exclusivamente por su físico. Eso sería sumamente superficial. Y si alguien te busca a ti por esa razón, corres el serio riesgo de que tarde o temprano te abandone cuando conozca a alguien más guapo que tú.
¿De verdad quieres a tu lado un florero que se limite a sonreír y lucir palmito, sea hombre o mujer? ¿Alguien sin intereses, superficial, apático, sin temas de conversación, que no tenga nada que decir aparte de palabras banales y que sus programas de televisión favoritos sean los de cotilleos y famosos? ¿No sería mejor una pareja que cultiva el carácter, que adquiera valores, que acumula riqueza interior, que se apropia y se mueve por principios bíblicos? La persona que solo se preocupa por cuidar su físico tiene que tomar conciencia de que esa belleza desaparecerá con el tiempo y que ya no le servirá más ante su pareja. Lo que perdurará será su esencia, su ser interior.
Algunos conquistan a esos floreros para sentirse bien consigo mismos o presumir de presa cazada. Aunque es evidente que Dios tenía unos planes mucho más grandes que los que el pagano rey Asuero podía imaginar, me resulta sumamente infantil la actitud del rey al elegir a Ester como esposa tras una especie de concurso de belleza (cf. Ester 2:2-4). Y sí, es posible que terminara amándola no solo por su belleza sino también por su carácter (cf. Ester 2:17), pero en primera instancia la seleccionó exclusivamente por su belleza. Mucha corona en la cabeza pero bien hueca.
De igual manera, tampoco creo que Jacob amara instantáneamente a Raquel únicamente por su belleza física (cf. Gn. 29:17-18). Seguramente se quedó prendado y cautivado ante su hermosura. Pero ya  vimos que ese sentimiento inicial no es amor, sino idealización. A menos que Jacob hubiera carecido de neuronas, sin duda no habría trabajado siete años por una mujer de la cual no le atraía su carácter. Ningún hombre en sus cabales lo haría. Así que, sin duda, fue una promesa arriesgada la que hizo ya que se dejó llevar por su primer impulso. Por todo esto no es aconsejable dejarse dominar por las pasiones físicas ni por lo contemplan los ojos.

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10.7.1. Aprende a expresarle tus pensamientos y sentimientos a tu pareja.



[2] Quiero hacer una distinción con todo mi respeto para los que padecen cierto tipo de problemas: no es lo mismo una persona con 10 ó 15 kilos de sobrepeso porque come sin parar, que aquella que padece una enfermedad, como la obesidad mórbida o el hipotiroidismo (que tiene como efecto secundario el sobrepeso). Los primeros son totalmente responsables de su estado físico (ni siquiera la edad es una excusa), mientras los segundos no lo son, ya que es algo ajeno a su voluntad y necesitan tratamiento médico.