lunes, 11 de mayo de 2015

4.1. Los solteros se preguntan: ¿Dónde están los amigos? Un problema de peso.



Venimos de aquí: Encarando el sentimiento de fracaso: El concepto de éxito. http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/04/encarando-el-sentimiento-de-fracaso-el.html

Cuando tienes entre diez y veinticinco años resulta relativamente sencillo tener amigos. Buena parte de tu vida y de tu tiempo gira en torno a ellos. Pero a partir de ciertas edades, los solteros comienzan a encontrar serias dificultades para tener amistades de calidad y compartir contacto casi diario con ellas. Una de los pilares sobre los que está asentada sus vidas se desmorona paulatinamente. La razón es sencilla de explicar: conforme los amigos de la juventud se casan, sus estilos de vida y sus horarios cambian considerablemente, y con ello sus prioridades: lo primero pasa a ser la esposa, los hijos y las familias políticas, con todas las responsabilidades que esto conlleva en el hogar junto al cansancio psíquico y físico de la crianza de los retoños. Si a eso le unimos que se entra en el mundo laboral, el tiempo para compartir con otras personas se reduce considerablemente. Y cuando disponen de él, suelen tener otros planes: prefieren realizar algún tipo de actividad entre ellos, pasar una tarde familiar, salir con otras parejas, irse de vacaciones, o simplemente descansar en casa. Es lógico y perfectamente normal. Esa es la vida de cualquier matrimonio. En este aspecto no hay nada que reprocharles, y yo tampoco lo hago. Los solteros no pueden ir de víctimas en ese sentido.

Aislados
Vista esta realidad, en poco tiempo, el soltero de más de treinta años se puede encontrar en una situación compleja: aunque mire a su izquierda y a su derecha en busca de amigos, quizá se vea aislado y solitario. Sin duda alguna, es una de las mayores contrariedades a las que se enfrenta, que se agrava especialmente en las congregaciones pequeñas o en ciudades donde los cristianos no abundan. El simple hecho de buscar compañía para ir a comer (aunque sea a tapear o a tomar un café), al cine o al campo, se convierte en una odisea que requiere de una planificación más compleja que la construcción de una autopista a la Luna. Al final, cansado de recibir respuestas evasivas ante sus diversas propuestas, el soltero deja de insistir debido al dolor interno que experimenta. Siente que nadie quiere compartir su tiempo libre con él. Llega a ser frustrante y descorazonador.
Además, si hace algo al respecto, siente que está invadiendo un terreno que no le pertenece. Si propones a una pareja ir al cine a ver una película en concreto pero ya habían hecho sus propios planes para disfrutar a solas el uno del otro, los pones en un compromiso. Si te dicen que “sí”, te entrometerás y posiblemente lo harán sin alegría. Si te dicen que “no”, serás tú el que te quedes triste. Muchas veces uno no se sabe cómo actuar ni qué decir.
Por eso los creyentes que no están casados experimentan nuevamente que hay dos grupos dentro del cuerpo de Cristo: los matrimonios por un lado y los solteros por otro. Para los primeros hay diversas actividades: reuniones especiales, cenas de San Valentin, retiros, conferencias para padres, meriendas para madres, el “mes de la familia”, etc. Y los segundos, o se reúnen en campamentos con jóvenes con los que se llevan entre diez y quince años de diferencia (y cuyo histerismo e hiperactividad ya no les resultan tan apasionante como en el pasado), o se encontrarán con la nada más absoluta alrededor. De ahí que el soltero, por mucho que desee tener relaciones profundas y significativas, no las encuentra por ningún lado. Se siente incomprendido, y por ello en muchas ocasiones más cercano a sus compañeros inconversos del trabajo o los colegas de deportes que a sus hermanos en Cristo.
A todo esto se le añade una complicación: observa que un exceso de cristianos adultos (tanto solteros como casados) se muestran intolerantes con aquellos que no comparten sus mismas ideas en doctrinas secundarias y no le resulta agradable hablar con ellos: “A partir de los 30 te vuelves más selectivo con las amistades. No aguantas al egocéntrico, ni a aquel que te cuenta penas continuamente... Tu escala de valores ya está muy asentada, sabes qué te gusta y qué no. Uno ya no quiere andar perdiendo el tiempo con alguien que no le gusta”[1].
Al final, se siente derrotado y cansado, por lo que desiste en su búsqueda y se resigna a su situación de soledad. Muchos caen en la melancolía, incluso en cierto grado de depresión, aunque sea disimulada. Otros buscan en las redes sociales “ciber-amigos”, a los que pueden llegar verdaderamente a engancharse[2].
Los jóvenes son concientes de esta realidad. Por eso muchos buscan una pareja con la mayor prontitud posible para no pasar en el futuro por esta tesitura. Esto conduce en demasiadas ocasiones a precipitarse y a equivocarse en la elección del cónyuge.
Podemos leer este testimonio de una divorciada: Me siento sola, perdida, sin rumbo y no sé qué hacer para sentirme feliz cuando me dan bajones. Hace un año que me separé después de 8 años donde no había respeto ni cariño. Tengo dos niñas. Me costó tomar la decisión pues no tenía suficientes medios económicos para irme. Además, vivo lejos de mi familia y amigos. Mis hijas pasan tres días conmigo y cuatro con su padre, y prefieren estar con él. Soy muy activa, atractiva, inteligente y emprendedora; pero siento SOLEDAD en mayúsculas y me aterra pensar que el tiempo pasa y pasa. Es como si sintiera que no importara a nadie en el mundo, que todo el mundo tiene y hace su vida y nadie pensara en mí. Antes sentía soledad por estar tantos años al lado de alguien que no me quería, y ahora por estar tan sola y carente de todo emocionalmente. Quiero compartir mi tiempo con gente, sentir que formo parte de algo; y no sé por qué me hundo cuando veo que la gente en algún momento no me responde como yo necesitaría”[3].
Tengo una tía que es viuda. Y cuando se queja de la soledad ante su hermana soltera de 92 años, ésta responde irónicamente: “¡Que te crees que a mí me están esperando una pareja de guardías civiles en la casa!”. Una contestación llena de arte y simpatía, pero con un trasfondo muy real.

          Mi analisis como soltero para la Iglesia
Muchas veces los cristianos criticamos las famosas “botellonas”, donde miles de chicos y chicas se reúnen para beber, sin ir al fondo de la cuestión. Es muy fácil decir que las malas amistades son un verdadero problema, y citar las palabras de Proverbios: “El que anda con sabios, sabio será, más quien es compañero de necios sufrirá daño” (Proverbio 13:20), y quedarse ahí, sin más. Aunque es cierto que "las malas compañías corrompen las buenas costumbres" (1 Corintios 15:33) y que en muchísimas ocasiones abusan del alcohol para desinhibirse y hacer/decir lo que no serían capaz de llevar a cabo sin ese “puntito” (lo cual es bastante triste), el propósito principal de estas personas es estar unos con otros haciéndose compañía, cubriendo sus necesidades emocionales, compartiendo sus vidas, formando parte de un grupo cohesionado, hablando, riendo, dando y recibiendo cariño, etc. En definitiva, sintiendo y ofreciendo calor humano, huyendo consecuentemente de la soledad: “La ausencia de amistades es una de las privaciones más grandes de la vida. Aparte del gozo mutuo que obtenemos de la relación, los amigos son una de las barreras más eficaces contra la soledad”[4]. Aristóteles llegó a la conclusión de que, aunque poseyéramos todos los bienes del mundo, nadie se querría ver desprovisto de la amistad.
Con esto no estoy tratando de justificar de ninguna manera determinadas actitudes, tan solo explicarlas. Si el cuerpo de Cristo no es capaz de ofrecer nada de esto a los cristianos, la alternativa que les ofrecemos a muchos solteros es la soledad. ¿Cómo vamos a invitar a un adulto a reunirse con otros cristianos si esto es lo que le espera? No todo consiste en darle la bienvenida, en ofrecerle la mano o un par de besos, en decirle cuánto nos alegramos de que haya venido y en dirigirlo a un grupo de discipulado. Implica mucho más. Conlleva entrar en su vida en todos sus aspectos.
Es aquí donde quiero llamar la atención: nada de esto implica que las parejas descuiden sus responsabilidades familiares, sino que se involucren y lo tomen como un servicio del matrimonio hacia los demás: en lugar de tratar a un soltero como un elemento extraño que se tiene que buscar “las lentejas por sí mismo”, deben hacerlos partícipes de sus vidas y buscar un espacio para ellos, siendo la hospitalidad una de las maneras: “Muchas personas tal vez te discriminen por ser soltero. Por ejemplo: ya no te invitan a eventos a sus casas e invitan solo a los casados porque sus temas de conversación supuestamente van dirigidos solo a los casados. Esto no es verdad, porque solo se aplican a temas respecto a los hijos y a la vida íntima de convivencia matrimonial. Fuera de estos, todos los demás son temas universales y yo dudo mucho que cada vez que se reúnen las parejas casadas estén siempre hablando de su vida íntima como matrimonio. Por lo tanto, ese argumento se cae”[5].
Tampoco digo que inviten a un soltero a una cena de matrimonios o de novios, porque si asiste probablemente se sentirá peor, aunque cada persona es diferente y quizá no le importe. Es cuestión de preguntarle. Personalmente, nunca salgo con más de una pareja a la vez, estén casados, sean novios, estén en proceso de serlo o haya algo entre ellos (evito ser aguantavelas a toda costa aunque me amenacen con la muerte si no lo hago), a menos que vengan otros solteros (como amigos o familiares míos), y no siempre. Depende de mis ganas y de la situación en particular.
Además, cuando hay más de una pareja, absolutamente siempre (como si fuera una regla universal), terminan por sacarte tarde o temprano el tema, con las repetitivas frases que te producen hastío: “Ya verás como dentro de poco te vas a echar una novia y así podremos salir en pareja todos juntos”; “¡Búscate una novia!”; “Te la vamos a buscar”. Los que dicen estas expresiones (aunque sea de broma o con buenas intenciones), no saben realmente los sentimientos que provoca en el que las oye. Y si se les dice algo para que, por favor, no las digan, al poco tiempo se les olvida por completo. Es como si, de manera instantanea, les envolviera un espíritu de Alzehimer y se olvidaran, y luego en consecuencia las vuelven a repetir como loros. ¡Verdaderamente alucinante! Así que al final terminas por desistir, sabiendo que tarde o temprano el foco de la conversación estará sobre ti. Viene a ser una losa que hay que soportar cada cierto tiempo con resignación. Una razón más de mucho peso para no estar con más de una pareja a la vez; sientes como si fueras parte de un espectáculo en el circo donde te lanzan cuchillos y tú estás en el centro de la diana intentando contener la respiración. Solo añadiré que, en esos momentos, dan ganas de salir corriendo y saltar por la ventana, aunque te encuentres en el último piso del Empire State. Pero, una vez más y como siempre, aunque sientes agujas bien puntiaguadas en el corazón, aguantas con una media sonrisa en los labios, más falsa que un billete de 3247 euros con la cara de los protagonistas del Chavo del 8.
En el pasado salí en alguna ocasión con más de una pareja y no me sentí nada bien. El sentimiento de ser el impar era muy agudo. Como una pareja siempre suma par, el soltero siempre es el impar. Ser el número “tres” lo llevo bien, siempre y cuando se trate de personas a las que conozco desde hace muchos años y cuando tengo mucha intimidad con ellos. Pero ser el “cinco”, el “siete”, el “nueve” o más, no. Aunque como he dicho, a lo mejor a otros solteros no les importa. En mi caso (aunque con el humor trate de quitarle hierro), lo siento tal y como lo he expresado, y actúo en consecuencia.
Todo se debe hacer con tacto, no como una carga o por compasión, sino por amor: “A las parejas casadas: Hagan planes para que la hospitalidad de ustedes incluya a gente soltera: es decir, grupos pequeños, cenas de los domingos, comidas al aire libre, reuniones en días festivos. Se sorprendería si supiera cuántos solteros jóvenes y mayores pasan solos la Navidad, Pascua [...]. Todos suponen que alguien más los invitó. No tiene que ser una gran cosa. Simplemente actúe de manera natural. No olvide que hay personas solas de dieciocho y de ochenta años, y también de setenta, de sesenta, de cincuenta, de treinta y de veinte años; hombres y mujeres, casados anteriormente, que nunca se casaron, divorciados y viudos. Piense como cristiano. Esta es su familia, más profunda y más eterna que sus parientes”[6].  
Si “ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28), tampoco se debería tratar al soltero como si fuera una especie aparte.
Por otro lado, los hombres casados deberían buscar tiempo para estar con los hombres solteros, e igualmente las mujeres casadas deberían buscar tiempo para estar con las mujeres solteras, sin necesidad de que siempre estén presentes sus cónyuges.
En demasiadas ocasiones no se tiene en cuenta las circunstancias de muchos solteros. La inmensa mayoría de las veces no se toma en consideración sus sentimientos y no hay una preocupación real por cómo piensan y sienten. Parece que lo único importante es que asistan a las reuniones eclesiales. Además, se les suele gastar bromas que no les hacen la más mínima gracia: “Tú sí que vives bien, ¡libre!”, “Qué felicidad. Sin responsabilidades ni preocupaciones”. Esas no son maneras de ganarse la confianza de nadie. ¿Qué soltero va a querer abrir su corazón ante tales comentarios? ¡Ninguno! ¿Por qué, en lugar de eso, no se interesan realmente por sus vidas y los hacen partícipes de las suyas, sin hacerlos sentir ciudadanos de segunda categoría? ¿Por qué no se escucha lo que guardan en sus corazones, en lugar de sermonearles con textos bíblicos sacados de sus contextos y usados como si fueran pociones mágicas? ¿Por qué no se les ofrece amistad, en lugar de decirles que se fijen en tal o cual persona para una posible relación, sin saber cuánto les molesta esas palabras? ¿Por qué no tomar conciencia de que para muchos de ellos no es nada fácil ver a otras personas formar sus propias familias, mientras tratan de abrirse paso en la vida de otras maneras? ¿Por qué no aceptar que algunos prefieren permanecer solteros? ¿Por qué son pocos los que se esfuerzan en ayudarles? ¿Por qué no recapacitar y darse cuenta que muchos se sienten en la más completa soledad, donde casi nadie se molesta en conocerlos, en descubrir sus dones, en animarles a usarlos y en pasar tiempo de calidad con ellos?
Me resulta increíble que haya solteros que se sienten en un banco domingo tras domingo y nadie se acerque a conocerlos realmente, aparte de los saludos de rigor y las típicas frases hechas. Como alguien señaló: “No es amigo el que te abraza y te besa; amigo es el que te comprende y te aprecia”. El “cómo estás” se convierte en una pregunta de cortesía, sin mayor interés. Cuando te das cuenta de esto, contestas con un simple “bien” y te alejas emocionalmente de esas personas. Aunque estén en tu vida por una serie de circunstancias, no las sientes como parte de ti. Tienen su propio camino y se supone que tú tienes el tuyo y que debes arreglártelas por ti mismo. Se supone que tu edad y madurez implica que todo está bien y en orden. No sientes que puedan comprenderte ni ponerse en tu lugar. Pocos empatizan. Se limitan a darte soluciones (sus soluciones) o a exhortarte tras encasillarte en diversos prejuicios. Finalmente, te distancias de ellos y no abres tu corazón. No hay confianza para hacerlo. La complicidad brilla por su ausencia. Llega la noche y el silencio acampa alrededor.  
 ¿Cómo pueden decirle tras semanas sin aparecer por el local de la iglesia que “lo echaron de menos”, cuando nadie se molestó en visitarle o en llamarle por teléfono en todo ese tiempo? Luego, cuando dejan de venir o se marchan a otra congregación, el resto se pregunta con una rima: ¿Dónde está? ¿Qué pasó? El “invisible” se esfumó.
En muchos lugares se ha perdido el sentido de familiaridad como cuerpo de Cristo. O te adaptas al grupo y sus costumbres, o te ves marginado. Los que forman parte de una iglesia local creen que los que vienen de otro lugar verán lo unidos que están y lo maravilloso que son, y así querrán automáticamente formar de esa comunidad. Eso es un error. El esfuerzo debe ser bilateral, nunca unilateral: “La soledad total puede llegar a convertirse en una carga punto menos que insoportable. Es interesante observar que los grandes líderes de la Biblia tuvieron por lo menos un compañero íntimo en quien encontraron apoyo. Moisés lo halló en Josué, Elías en Eliseo, Jeremías en Baruc, Bernabé en Pablo, Pablo en Timoteo y otros colaboradores”[7].
No tiene ningún sentido que muchos solteros tengan que vivir aislados:

¿A quién puede un hombre decir: “¡Aquí estoy!
Heme aquí en mi desnudez, con mis heridas, mi dolor oculto,
mi desesperación, mi perfidia, mi padecimiento,
mi lengua incapaz de expresar mi angustia,
mi terror, mi desamparo”?
¡Escúchame un día... una hora... un momento,
no sea que expire en mi terrible desierto,
en mi silencio solitario!
¡Oh, Dios! ¿No hay nadie que escuche?[8]

Al igual que hago referencia a los solteros, también aludo a los viudos, huérfanos, divorciados, madres solteras, hijos de padres separados, ancianos, etc.: “La iglesia debiera ser un refugio para quienes viven abrumados por su soledad, inconversos o creyentes. Pero esto sólo es factible cuando entre los miembros hay una comunión genuina, cuando el amor de Dios brilla a través del amor de sus hijos y cada uno se siente querido y aceptado, a pesar de su carga de defectos”[9].

El origen del problema eclesial
Parte del problema tiene su origen en el modelo que hay establecido en la inmensa mayoría de iglesias: lo más importante es la liturgia y poco más. Esto termina por convertir en espectadores pasivos a los asistentes. Una vez concluido el llamado “culto” semanal, se dispersan rápidamente porque tienen que ir a sus casas a preparar la comida o a continuar con sus vidas perfectamente planificadas. Parece que vuelan: cuando te das la vuelta se han teletransportado, al estilo Star Trek. Desaparecen, y un segundo después aparecen en sus casas. Y más si están casados. De esta manera, difícilmente se pueden crear lazos comunes. Nos pasamos horas hablando con familiares, compañeros de estudios y de trabajo, y apenas unos minutos con aquellos que comparten nuestra misma fe en uno o dos encuentros semanales. No lo entiendo. ¿Acaso creemos que fue casualidad que Jesús mandara a los discípulos de dos en dos? No entiendo que se dedique tanto esfuerzo a presentar proyectos, inversiones económicas y actividades, y tan poco en profundizar en la verdadera “iglesia”, que son los creyentes. Me causa fatiga y me aburre hasta la extenuación escuchar la expresión “hay que venir a la iglesia”. ¿Cuándo aprenderán muchos que el local/edificio no es la iglesia, sino que la Iglesia está formada por los redimidos, los que “han nacido de nuevo”, cuando se reúnen?
Es cierto que muchos aspectos narrados en el libro de los Hechos de los Apóstoles no tienen que ser normativos para los cristianos de todas las épocas, pero hay cuestiones en que podríamos hacer mayor hincapié y tomar de ejemplo. Dice en Hechos 2:46: Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón”. En lugar de comer juntos dos veces al año (Navidad y aniversario de la congregación), ¿por qué no lo hacemos más a menudo? Aunque lo hiciéramos únicamente una vez al mes, el porcentaje respecto a días del año seguiría siendo ridículo: el 0,26% aproximadamente. No todo es reunirse para los diversos cultos o actividades. En ese aspecto, creo que no hay nada más familiar que las llamadas “iglesias en casa”, que era la manera en que solía reunirse la iglesia primitiva.
También se debería hacer un énfasis especial en la comunión fuera de las cuatro paredes del local. Se debería exhortar a la verdadera hospitalidad entre hermanos. Aquellos que puedan: ¡que abran las puertas de sus casas y sus familias a aquellos que no tienen esos privilegios! ¡Que aprendan a compartir su tiempo con aquellos que necesitan el contacto humano, tanto para dar amor como para recibirlo!: “El soltero se siente solo y rechazado muchas veces porque siente que no encaja en ningún lugar. Sin embargo, cuando la iglesia funciona como familia de fe, ella provee lo esencial para la vida de cualquier persona: sentido de pertenencia, calor familiar, una comunidad, amor, alegría y gozo, apoyo en tiempos dificiles, la oración de unos por otros, el compartir la carga para que no se haga tan pesada, fortaleza, esperanza, compañerismo”[10].
Durante un año estuve de obrero en una congregación donde la inmensa mayoría de los hermanos eran de étnia gitana. La comunión que allí se creó fue increíble. La mayoría de ellos no tenían prisas por volver a casa tras la reunión. Se celebraban todos los cumpleaños. Comíamos al aire libre. Y me abrieron las puertas de sus casas en todos los sentidos. Es cierto que surgían  problemas –como es normal en todo lugar donde hay seres humanos conviviendo-, y que no eran los mejores teólogos del mundo. En ocasiones diferíamos en diversos aspectos de su cultura tradicional. Pero si algo aprendí en aquel tiempo es la importancia que le concedían al trato humano, con sus alegrías y tristezas, y a pasar el tiempo juntos como familia. El cariño que recibí es imborrable en mi corazón. En ese aspecto, los tomo como un ejemplo a seguir.
La urgencia de promover la comunión es máxima, y debería ser prioritaria para todos los cristianos. ¿Por qué? Porque al final muchos solteros terminan buscando cubrir sus anhelos de intimidad fuera del cuerpo de Cristo, sea con amigos inconversos o con una pareja que no es creyente o es de otra “religión”[11], uniéndose en yugo desigual (aunque absolutamente nada justifica hacer esto). Ante esta carencia de relaciones personales y “cara a cara” (físicamente presenciales), no es de extrañar la adicción emocional que muchos tienen a los “chats”, a los diversos métodos de mensajería instantánea y a las redes sociales. De ahí también la proliferación de páginas en Internet dedicadas en exclusiva a los “singles”, con grupos para irse de vacaciones, hacer senderismo, deporte, salir a comer y divertirse, practicar diversos hobbies, buscar una relación, etc.
Nada de esto significa que la vida de los demás tenga que girar en torno a nosotros los solteros. Esa es una idea fantasiosa y puramente egocéntrica: “No faltan los miembros que esperan siempre estar colmados de atenciones. Todo el mundo debe saludarlos e interesarse por ellos. Consideran que la iglesia debe reconocer su valía, aunque a menudo ésta es muy escasa, y llamarlos a ocupar puestos de responsabilidad. Pero sucede a veces que sus esperanzas y anhelos dejan de cumplirse, unas veces por omisión involuntaria de los creyentes; otras, porque su actuación resulta poco atrayente o porque sus dones no están a la altura de lo que apetecen. Entonces sobreviene el despecho carnal, el enfado, el volverse indiferentemente de espaldas a la iglesia. Se ha perdido de vista que el ensalzamiento, en último término, viene de Dios (1 Pedro 5:6)”[12]. No caigamos tampoco en esto. Recuerda que no eres una víctima ni tienes que sentirte como tal. Busca servir a Dios y Él te ayudará a conocer personas cercanas a Su corazón.

* En el siguiente enlace está el índice:
* La comunidad en facebook:
* Prosigue en: 
4.     LOS SOLTEROS SE PREGUNTAN: ¿DÓNDE ESTÁN LOS AMIGOS? 
4.2. Una amistad verdadera
http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/05/una-amistad-verdadera_20.html
 


[2] En el apartado “¿Buscar o no buscar pareja?” retomaré el tema de las ciber-relaciones.
[4] Sanders, Oswald J. Cómo enfrentar la soledad. Portavoz.
[5] Dávila, Zoricelis. Felizmente solteros. Casa Bautista de publicaciones.
[6] Piper, John. Pacto matrimonial. Tyndale.
[7] Martínez, José M. Ministros de Jesucristo (vol. I). Clie, p. 96.
[8] Sacado del prólogo de la obra El hombre que escucha, de Taylor Cadwell, que a su vez cita a Séneca.
[9] Martínez, José M. Ministros de Jesucristo (vol. 2). Clie.
[10] Dávila, Zoricelis. Felizmente solteros. Casa Bautista de publicaciones.
[11] He puesto “religión” entre comillas porque el verdadero cristianismo no es una religión.
[12] Martínez, José M. Ministros de Jesucristo (vol. 2). Clie.

8 comentarios:

  1. Es muy difícil tener amigos cristianos. Me siento totalmente identificada con este escrito. La verdad que no sé qué hacer. Cuando “voy a la iglesia" me alegro de ver a la gente, pero me siento aislada. No me conocen, a pesar de llevar más de 6 años congregándome. Me siento invisible. Cada uno tiene su vida, y nadie se interesa por como estás realmente. Estoy empezando a considerar el cambio de congregación, si sigo así más tiempo. Pero no estoy segura de que esa sea la solución. Quizá en otro sitio ocurra lo mismo y no es maduro, ni sano saltar de congregación en congregación. He pensado en hablar de como me siento con algunas hermanas, pero no sé si haré bien. No tengo la suficiente confianza. Lo que sé es que algo tengo que hacer porque me entristece está situación pues no tiene nada que ver con lo que leo en la Biblia, como tú dices, en el libro de los Hechos. Gracias por este artículo tan acertado.

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    1. Hola hermana:
      Llevo desde ayer que leí tus palabras pensando en ellas. Me afecta saber que hay hermanos pasando por este tipo de situaciones. La verdad es que está comprobado que es un mal endémico que sucede en demasiadas iglesias en todo el mundo, lo cual es bastante triste. Las congregaciones se han dejado arrastrar por la sociedad del individualismo y lo único que importa es lo que sucede entre las cuatro paredes del local; fuera parece que la persona soltera o viuda no existe para el resto de creyentes que no los hacen partícipes de sus vidas. Pienso que los pastores deberían tratar este tema con seriedad e insistencia, pero entre que sería reconocer un error que están cometiendo –o al menos no prestándole importancia- y que están embarcados en mil cosas (predicaciones, estudios, su propia vida familiar, etc.), pues no hacen mucho al respecto.
      Cambiar de congregación a veces puede ser la solución. Antes de dar un paso así, creo que lo mejor es informarse y visitar otras iglesias locales. No se pierde nada. Como dices, no es plan de saltar de una a otra, pero tampoco tenemos que vernos en la que estamos como en una cárcel sin salida. Personalmente no creo en esa idea que se transmite desde muchos púlpitos que dice que donde conocimos el Evangelio allí tenemos que permanecer para siempre. Eso es limitar a Dios y sus planes. Dicho esto, la otra cara de la moneda: no siempre es la solución, puesto que tampoco es fácil hacer nuevas amistades, por la sencilla razón analizada: casi todo el mundo vive en su propio mundo y círculo, donde apenas dejan entrar a nadie nuevo, especialmente a partir de ciertas edades. Pero si donde estás la situación no cambia, sí podría ser un paso visitar otros lugares y ver cómo son las personas, sin que esto suponga que vayas a cambiarte por ahora. Eso sí, ten los ojos muy abiertos porque al principio todo pueden ser abrazos y sonrisas de acogida, pero luego no haber calado detrás. Mira a ver qué planes tienen, cómo funcionan, qué trato hay hacia los solteros, cómo se relacionan entre ellos, etc.

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    2. (prosigue): ¿Consejos aparte de lo que ya dicho aquí y en el escrito? No es fácil. Me he visto –y me veo- en tú misma situación, así que hablo desde la experiencia personal. Me podría perder en “amistades cibernéticas” (pero no me gusta este método ni me llena lo más mínimo, por mucha cam y msn es sumamente frío e ilusorio), o en “amistades mundanas”. Como no he hecho ni lo uno ni lo otro, he llevado a cabo una especie de plan:
      - Volcarme en llevar a cabo las pequeñas obras que Dios va poniendo en mi vida día a día. Sería presuntuoso citarlas. Ahí encuentro mi satisfacción.
      - Disfrutar de mis aficiones como escribir, leer, hacer deporte, el cine, etc.
      - Respecto a las amistades, como dije en “Inside Out (2ª Parte): Aprendiendo del dolor & Los recuerdos y nuestras islas de la personalidad”: “siempre que puedo paso la tarde de los jueves con un amigo en la herboristería donde trabaja, hablando de todo lo humano y lo divino. Y con el resto de amigos con los que comparto creencias y valores fundamentales de la vida (las dos bases de la amistad a medio y largo plazo), cuando encarta y surge la ocasión”. Y esto lo hago “fuera” del local de la iglesia. El amigo de los “jueves” es el único fijo al que veo; el resto de forma muy ocasional.
      - Cuando en diversas épocas del año vienen mis sobrinos jóvenes a mi cuidad, disfruto de su compañía, salimos al cine y a comer, etc.

      Sé que cada situación es personal e intransferible, y lo que me puede servir a mí no tiene que ser igual de válido para ti. Así que solo lo cuento por si te ayuda en algún aspecto, para desarrollar algún tipo de plan personal.
      Te doy las gracias por escribir y espero que tu situación pueda cambiar. Que el Señor te bendiga.

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  2. Muchas gracias por tu respuesta y tus consejos. Alivia saber que hay quien vive y comprende esto. A mí también me vale estar centrada en Dios (si, no nada tendría sentido) , en mis estudios y proyectos. Lo malo es a la hora de los cultos: voy, nos saludamos, nos abrazamos y todo eso. Pero luego del “¿Qué tal? - Bien”, ya no pasamos.Fuera no forman parte de mi vida, a pesar de haberlo intentado. Estoy cansada. A este se le añade el problema de la visión tradicionalista que tienen en cuanto a las mujer. Parece que sólo está completa si tiene marido e hijos y que Dios no tiene propósito para nosotras más allá del matrimonio.
    Personalmente, creo y siento que estoy completa en Cristo, pero me dicen que no de tal manera, que parece que estoy diciendo algo gravísimo.
    Confío en Dios , en que dará una respuesta y de alguna manera todo se solucionará. No soy una víctima, sé que todo puede ser mejor.
    Me ha valido un montón leerte, de verdad. Ha sido un desahogo poder hablar de esto, y un soplo de aire fresco, el ver que alguien rompe el silencio y dice las cosas como son. Ha sido como una luz. Muchas gracias. Dios te bendiga.

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    1. Gracias a ti. Y me alegro que te sirva de desahogo. Tu frase "a pesar de haberlo intento. Estoy cansada" la firmo.
      Sobre el tema de la mujer y de estar supuestamente "incompleta", refuté esa idea en ¿Incompletos sin pareja?:
      http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/04/2-incompletos-sin-pareja.html No entiendo cómo una idea secular se ha infiltrado en el cristianismo. No somos una "media naranja", sino una "naranja completa". Una pareja nos puede "complementar", pero no "completar"; como bien dices, en Cristo estamos "completos". Grandes hombres y mujeres de Dios fueron solteros (como vemos en la Biblia), y hoy en día sucede exactamente igual, así que decir que no hay propósito más allá del matrimonio es otra falacia.
      Mucho ánimo y adelante.

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  3. Después de esta conversación, me animé y decidí insistir en el tema escribiendo de nuevo al respecto. Aquí el resultado:
    http://protestantedigital.com/tublog/40654/Clamando_por_amigos_los_SAAVD_

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    1. Ayer por la noche entré en Protestante Digital y lo leí. No había visto tu comentario por aquí. De nuevo, te agradezco por este blog, por tus palabras y consejos. También te doy gracias por escribir sobre este tema en Protestante Digital, puede hacer a alguien reflexionar y que cambien algo las cosas. Dios te ha usado para bendecir mi vida. Pienso que encontrarme con tus escritos ha sido como cuando el Señor le dijo a Elías que aún había 7000 que no habían doblado sus rodillas ante Baal. A mi alrededor no conozco a nadie en esta situación y ver que hay alguien que la vive, la entiende, está viviendo para su gloria y Él lo usa para bendecir a los demás me ha fortalecido y ha restaurado mi ánimo para vivir en los propósitos que ha puesto en mi corazón.Dios te siga bendiciendo un montón

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    2. Hola de nuevo hermana. Aunque no lo conozco personalmente porque nos separan cientos de kilómetros, tengo contacto “vía email” desde hace unos años con un pastor, porque uno de sus libros me encantó y logré hablar con él. Quitando algún aspecto personal, te copio un correo que me mandó hace poco haciendo mención al artículo de PD. Creo que señala muy bien la raíz de la problemática que estamos tratando:

      Una vez más has puesto el dedo en la llaga... Es muy real lo que dices. Llevo tiempo constatándolo, no solo en los aspectos que mencionas, que son reales y dolorosos en muchos casos, sino también en la actitud que mantenemos los creyentes de apatía e indiferencia a todo aquello que no sea lo mío y mis circunstancias. Dice el apóstol de los gentiles que forma parte del carácter de los hombres en los últimos tiempos (2 Tim.3:1), siendo "amadores de sí mismos".
      La indiferencia nos anega y ahoga. La superficialidad en las relaciones nos pasa factura. Tengo tres hijos varones, el mayor ya casado desde hace un año, los otros dos están en casa con nosotros, y a menudo hemos hablado de las dificultades de encontrar amigos de verdad en las congregaciones, es un déficit muy notorio que arrastramos en esta generación nuestra.
      En fin, amado hermano, no lloramos solos, buscamos soluciones, aunque se impone en tantos casos una realidad distante que hiere el alma. Una palabra a su tiempo es buena, por eso, me ha parecido oportuno tu artículo y por mi parte dedicarle el tiempo para leerlo, meditarlo y escribirte. Es evidente que vivimos muy ajetreados, pero debemos parar en ocasiones, aunque tarde, para escuchar a otros, leer a otros (que es otra forma de comunión y amistad) y esforzarnos en salir de nuestro pequeño mundo viendo más allá de nuestras narices lo que hay a nuestro alrededor.

      Lo he querido compartir porque es muy cierto e interesante lo que expone. Un punto de vista más que amplía la panorámica. Como tú dices, espero que cambien algo las cosas.
      Agradecerte de nuevo que te tomes tiempo para leer el blog y me alegro que resulte de bien para tu vida. Y claro, servir al Señor es lo más grande y lo que verdaderamente llena la vida, cada uno según Su planes, unos para ti y otros para mí. Así que nuevamente mucho ánimo en tu vida y que el Señor te use y te bendiga.

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