lunes, 27 de febrero de 2023

Llaman a la puerta. ¿Derramó Dios su ira por el pecado sobre dos hombres y una niña, o sobre Su propio Hijo?

 


De reciente estreno, “Llaman a la puerta” (Knock at the Cabin), está dirigida por el conocido M. Night Shyamalan. Aunque su película más famosa es “El sexto sentido”, su amplia filmografía nos muestra a un director que se sale de la norma dentro del género de fantasía, mostrando historias con un sello muy particular.
En esta última, hasta la fecha, nos sitúa en una encrucijada: dos hombres gais, junto a una niña adoptada, pasan unas vacaciones en una cabaña alejada del mundanal ruido de la ciudad. Ante la misma, se acercan cuatro desconocidos que, tras pedir amablemente que les dejan entrar, recibiendo una obvia negativa, fuerzan la entrada y atan a la pareja, sentando a la niña junto a ellos. Tras presentarse cada uno de ellos –personas con trabajos y vidas corrientes- les dicen que el destino de la humanidad depende de ellos tres: tendrán que elegir voluntariamente a uno para matarlo, sacrificándose, y así evitar el fin del mundo. Los cuatro asaltantes les explican que todos ellos tuvieron las mismas visiones: un tsunami que arrasaría el mundo, un virus mortal que se expandiría por todo rincón del planeta, fuego que caería del cielo, terminando por rayos que sumirían el planeta en la oscuridad más absoluta. Si ellos rechazaban sacrificarse, toda la población mundial moriría, aunque ellos tres sobrevivirían, vagando por la tierra como almas en pena. Evidentemente, no les creen, tachándolos de sectarios, fanáticos religiosos y enfermos mentales.
(Andrew, Eric y Wen: uno de los tres tendrá que morir para salvar el mundo)

A medida que los forasteros van acabando con sus propias vidas –siendo parte de las visiones-, se desata plaga tras plaga contra la humanidad, muriendo millones de personas, y que observan por medio de la televisión. Con todo, los rehenes siguen sin creerles, y afirman que es todo un montaje muy bien planeado o mera casualidad. Como en otras obras de Shyamalan, durante el largometraje, uno se plantea qué haría en dicha situación: ¿acabar con alguien de tu propia familia a la que amas, acabar con la tuya propia, o no hacer nada y dejar que el mundo llegue a su fin?

Distorsionando el mensaje del cristianismo & La verdad de la cruz
Durante su visionado, es imposible que no se pase por la mente el mensaje que transmite la película y su relación con el Evangelio: en la primera, un ser superior del que nada se sabe, a escogido a esa familia para “calmar” su ira, y pagar con uno de ellos lo que en verdad se merece la humanidad entera por su maldad. Por el contrario, en el segundo, el mensaje no gira en torno a los hombres –puesto que éstos no pueden salvarse a sí mismos, hagan lo que hagan, ni por sus buenas obras, ni haciendo sacrificios- sino que versa sobre Dios mismo: el Juez que se quita la toga, baja del estrado, toma el lugar del acusado –a pesar de ser Inocente-, y paga en una cruz por el pecado de todos: Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios (1 P. 3:18).
Más allá de que lo que nos cuenta el director sea una fantasía–que, a su vez, es una adaptación, con un final distinto, de la novela “La cabaña del fin del mundo”, de Paul Tremblay-[1], lo que se nos transmite es que estos hombres son inocentes y, como no han hecho nada malo y no merecen el castigo, son aptos como “ofrenda” a ese ser superior. Realmente, es justo lo opuesto a lo que las Escrituras nos enseñan: “No hay justo, ni aun uno [...] Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios [...] la paga del pecado es muerte” (Ro. 3:23; 6:23a). Ningún ser humano ha cumplido ni cumple la ley de Dios. Por lo tanto, ante un Dios tres veces Santo, no podemos hacer nada, y mucho menos ser dignos de entrar en Su presencia cuando acabe nuestro periplo por este mundo. Y esa muerte no se refiere meramente a la muerte física, sino a la eterna.
No nos merecemos la salvación. No podemos pagar por nuestros pecados. No podemos proclamar, como hacen los protagonistas, que “somos buenos”. No, nadie lo es, salvo, como dijo Jesús, “Dios” (Mr. 10:18). ¿Cómo podemos osar y tener la idea de que nuestro sacrificio “debe” perdonarnos, incluso a otros? Únicamente Alguien que fuera Puro, Perfecto e Inmaculado podría llevar a cabo algo así. Y este fue Jesús: “Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron [...] Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados [...] porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. [...] Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión de estos, no hay más ofrenda por el pecado” (He 10:8,11-12,14,17-18). Lo dicho, ¡hasta un niño puede entenderlo!

Conclusión
Recuerda: por amor, porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él(Jn. 3:17), el precio que merecía nuestra maldad innata a causa de nuestra naturaleza caída, fue pagado por Jesús.
El único sacrificio que Dios aceptó fue el del Hijo, porque es el Único digno. Así, toda persona que cree en lo que hizo en aquella cruz, que se arrepiente de haber vivido de espaldas y se vuelve a Él, obtiene automáticamente el perdón de los pecados y su nombre pasa a formar parte del Libro de la Vida. Ahora ya sabes la verdad y qué hacer, puesto que ya no puedes excusar ignorancia. La salvación es un regalo, no por obras (Ef. 2:8-9), por lo que está en ti aceptarlo o no. Reflexiona al respecto si no lo has hecho todavía.

Spoiler: el amor de Dios por encima de todo
Como no quiero destrozarle a nadie el final, si lo desconoce y tiene intención de verlo, lo pongo aquí como apéndice por si quiere dejar de leer aquí. Lo he querido añadir, ya que ofrece una nueva vuelta de tuerca respecto al mensaje bíblico. Mientras que en la película, uno de ellos sí se sacrifica, deteniéndose así las plagas, en la novela no lo hacen: les da igual el mundo y lo que le suceda, lo único que les importa es “su amor”. Puede parecer muy romántico, pero es puro egoísmo, siendo justo lo opuesto a lo que hizo Jesús: no pensó en sí mismo, no evitó la muerte a pesar de que tenía poder para hacerlo, y antepuso a la humanidad en su conjunto por encima de sí. Por esto, el versículo más conocido, y que siempre lo será, es Juan 3:16, palabras que le dijo a Nicodemo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.

lunes, 20 de febrero de 2023

The Chosen (Los elegidos)


Desde la famosa película “La Pasión de Cristo” (2004), ya ha llovido bastante. Todos esos años han pasado hasta que he vuelto a ver una representación audiovisual de Jesucristo, en este caso, a través de la serie de televisión “The Chosen”. Desconocía de su existencia hasta hace poco que leí en un medio escrito hablando de ella, puesto que la publicidad que se suele hacer en mi país por medio de la prensa nacional sobre estos productos suelen ser prácticamente nula, ya que solo hablan cuando es un tema escandaloso o de salseo.
Sin el apoyo de ninguna productora o plataforma digital, ha sido llevada a cabo por medio de micromecenazgo, y que ya en octubre del año pasado contaba con 435 millones de visionados en 140 países y 56 idiomas, donde se espera llegar a las siete temporadas.
Tras ver los primeros ocho capítulos que componen su primera temporada (va por la tercera), ¿qué puedo decir de ella? Que me ha emocionado. ¿Tiene algunos “peros”? Sí, pero se pueden pasar por alto. ¿La recomiendo? Sin duda. A los interesados, les voy a ampliar un poco más la respuesta a estas tres preguntas.

Me ha emocionado
No existe papel más difícil para un actor que representar a Jesús. Por muy buena que sea la interpretación, es imposible que esté a la altura del original. Eso es algo evidente. Tomar a la misma Encarnación de la Divinidad, conforme nos la representa las Escrituras, es rematadamente complejo. Sin embargo, el actor Jonathan Roumie, que hace dicho papel, en mi opinión, es un digno representante de Su figura, ya que transmite todas esas cualidades que observamos en los Evangelios: naturalidad, presencia, humildad, trascendencia, dulzura, cercanía, firmeza, valentía, sabiduría y saber estar. Además, lo más importante: su manera de expresar las enseñanzas contenidas en el Nuevo Testamento, y su facilidad para que cualquier espectador pueda entenderlas –independientemente de los conocimientos previos o nivel académico/teológico que posea cada uno-, están siempre presentes en sus vivencias, siendo fieles a las que todos conocemos.
Por otro lado, tenemos la reproducción de Sus milagros, los cuales resultan impactantes. Son tan naturales para Él, que no dejan de conmover a los que los contemplan. Aunque suelo ser una persona extremadamente emotiva, no soy de lágrima fácil. Sin embargo, en todos y cada uno de los milagros que he observado en esta serie, me han hecho llorar. Vemos a una desesperada María Magdalena, poseída por demonios, a la que nadie podía ayudar, y cómo es liberada por Jesús con sencillez, sanando su alma. Contemplamos a su madre María rogándole a su Hijo para que una boda no se eche a perder. Miramos los ojos de un leproso, muerto en vida y rechazado por toda la sociedad, cómo es curado de sus llagas ante el toque y el abrazo del Maestro. Somos testigos de ese momento de inflexión ante el paralítico (mi pasaje favorito y que he usado un millón de veces para evangelizar), donde le hace caminar tras perdonarle los pecados, algo que solo puede hacer Dios, revelando implícitamente así Su identidad.
(el paralítico se levanta)

 ¿Y qué decir, no solamente de los sanados, sino también de los que contemplan estas obras sobrenaturales? ¡¡Emocionante en grado sumo! ¡Sientes que estás presente! ¡No hay palabras para describir el rostro impresionado de Nicodemo cuando pasa por su lado ese hombre que había sido paralítico hasta unos segundos antes, caminando por su lado!
(Jesús, de noche, en uno de los momentos cmbres: explicándole a Nicodemo qué es el “nuevo nacimiento” –y que todo ser humano debe comprender, ya que su salvación depende de ello-, y qué paralelismo tiene su misión con el hecho de que Moisés levantara la serpiente en el desierto, acontecimiento que se contempla al comienzo del séptimo capítulo a forma de prólogo)

A pesar de la emotividad descrita en cada acto divino, sobresale, por su trascendencia, la conversación que Jesús mantiene con la mujer samaritana, a la que promete el agua de vida eterna, al mismo tiempo que le revela que es el Mesías, hechos que acontecen en el octavo capítulo de la serie y en el capítulo cuatro del Evangelio de Juan. Mi lagrimal rindió buena cuenta porque todos los que estuvimos media vida hasta encontrar a Dios y Su agua, nos sentimos plenamente identificados con esta mujer.
(La samaritana escuchando la Verdad por parte del mismo Cristo)

Como he dicho, lo descrito abarca la primera temporada. ¡Pero queda tanto por delante!

Sus “peros”
Algunos dirán, y con razón, que las conversaciones que tiene Jesús con los niños no vienen al caso. Junto a cierta occidentalización de las relaciones personales entre hombres y mujeres, otros también objetarán –y con razón-, que hay decenas de diálogos entre los discípulos, junto a sus vivencias personales y determinadas imágenes que ofrece de ellos (Mateo es el que más chirría, parece una caricatura), que son ficticias y no aparecen por ningún lado en el Nuevo Testamento. Estos detalles –no menores-, pueden ser razones de peso para desecharla. En primera instancia, esas “añadiduras”, cuando vi los primeros capítulos, me echaron un tanto para atrás. Habiendo material neotestamentario suficiente sobre las biografías de los apóstoles, no había necesidad de añadir nada extra. Pero, dicho esto, también afirmo que, dejando al margen estas partes novelescas, resulta muy certera la imagen histórica que se nos ofrece del pueblo judío bajo el yugo romano en la Palestina del siglo I, con sus fiestas, rituales y sistemas religiosos, donde los fariseos establecían la interpretación de la Ley de Dios, y tenían una idea errada del Mesías... hasta que lo tuvieron delante.

¿Recomendable?
Tras haber visto la primera parte –esta misma noche comenzaré su continuación-, y sabiendo las fortalezas y debilidades de esta serie, aconsejo su visualizado por la imagen que nos muestra de Jesús, ya que, en su esencia y doctrina, se ajusta a los patrones bíblicos. Si te molesta en grado sumo las añadiduras, consideras una blasfemia que Jesús bailara en las bodas de Caná y que sonriera en multitud de ocasiones porque la Biblia no lo especifica –siendo estos dos últimos aspectos muy posibles que fueran reales (y que yo los creo)-, entonces esta serie no es para ti. Pero, si quieres escucharlo de viva voz Sus parábolas, hablar del juicio final, responder a las preguntas de todos los que mostraban interés en Su mensaje, el llamamiento que hacía –y sigue haciendo- al arrepentimiento de todos sin excepción, cómo Sus palabras sanaban –y sanan- el alma, junto al poder de Su divinidad respaldada con hechos, entonces la disfrutarás. Y no me refiero únicamente a “cristianos renacidos”, sino también a:

- aquellos que apenas conocen a Jesús, más allá de lo que han oído desde pequeños o por medio de la cultura popular. Puede que así se animen a posteriori a indagar en los textos originales.
- aquellos que se sienten vacíos o perdidos en este mundo.
- aquellos que quieran usar una herramienta evangelizadora sencilla, para luego enseñar al espectador a desechar lo que no es válido e ir al grano: el mensaje de salvación.
- aquellos que piensan que la Biblia es un libro tan complejo que solo los eruditos pueden entender, cuando es asequible para todo el mundo.
- aquellos creyentes que viven atrapados en una religión basada en el legalismo y del propio esfuerzo para alcanzar la salvación.
- aquellos cristianos que viven desilusionados del cristianismo –incluso rechazándolo- por malas experiencias pasadas con algunos de sus seguidores.

Estamos tan acostumbrados a leer, que ver nos puede ayudar a sentirnos más cerca del Salvador. Sé que no es necesario, que, principalmente, ya tenemos la oración y el estudio y la reflexión de incontables pasajes bíblicos para ello. Y sí, es así, por lo que resulta incomprensible que haya cristianos que apenas lean la Biblia. Esta serie, como cualquier otra, no debemos nunca tomarla como una alternativa. Pero, como he dicho, ver puede ser muy gratificante e íntimo. Nos ayuda a visualizar lo que ya hay en nuestra mente y en nuestras emociones más profundas respeto a Jesús.
Después de este breve análisis, donde he expuesto mis impresiones personales, que cada uno decida por sí mismo si darle una oportunidad o dejarla pasar.

lunes, 13 de febrero de 2023

1.2 ¿Los grupos LGTBI ignoran voluntariamente u olvidan que no todos los que se dicen cristianos lo son realmente?


Venimos de aquí: 1.1 ¿Es homofobia que los cristianos no pensemos como los grupos LGTBI? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2022/11/11-es-homofobia-que-los-cristianos-no.html).

Como haré a lo largo de toda la obra, aviso que los capítulos de este libro hay que leerlos en el orden en el que están escritos, sin saltarse ninguno. El lector queda prevenido.

Meter a los cristianos dentro del mismo saco es hacer una generalización errada. Es como considerar violentos a todos los aficionados al fútbol porque haya un pequeño grupo que lo sea.
Por eso digo que es lamentable que haya “creyentes” que se dediquen a hacer bullying y lancen insultos grotescos en Internet contra todo el conjunto de los homosexuales, como si fueran monstruos sin alma que ya están condenados y que Dios ya los ha predestinado al infierno sin posibilidad de que se conviertan.
¿Es que no recuerdan ya que Cristo tuvo que morir por todos los pecadores, incluyéndolos a ellos, heterosexuales y homosexuales? ¿Es que estos cristianos ya se consideran completamente puros y nunca pecan en otras áreas? ¿Acaso no enseña la Escritura que “no hay hombre que no peque”? (1 R. 8:46; cf. Ecl. 7:20).
No hay razón alguna para jactarse y, si somos “justos”, es porque hemos sido “justificados por gracia”, no porque seamos mejores. 
Es una desgracia infinita que muchos homosexuales no quieran ni escuchar el mensaje de Cristo a causa de actitudes soberbias de determinados “creyentes”. Estas personas me recuerdan a los hijos del trueno (Jacobo y Juan), los cuales le dijeron a Jesús: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?” (Lc. 9:54), ante lo cual el Señor los tuvo que reprender: “Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas” (Lc. 9:55-56).
Se puede decir la verdad bíblica, incluso de forma clara y tajante –y yo casi siempre lo hago en todos los temas, y más teniendo en cuenta que es la eternidad lo que está en juego-, pero sin condenaciones definitivas, puesto que “mientras hay vida hay esperanza” (recordemos a uno de los ladrones de la cruz que se arrepintió o la parábola del hijo pródigo), y sin insultos ni palabras malsonantes como los que suelo leer entre los que se parapetan detrás del monitor de un ordenador, como si ellos ya fueran perfectos.
Por eso no me sorprende haber leído testimonios de personas que querían pedir ayuda y no se han atrevido porque sabían de antemano que iban a ser directamente condenados. A ellos solo puedo decirles que lamento profundamente el mal que les han causado y que, en ocasiones, siento vergüenza ajena por la forma en que algunos que se dicen cristianos hablan de los homosexuales, limitándose a condenarlos y obviando las palabras de Jesús: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lc. 5:32).
Así que, si alguno de los condenadores profesionales está leyendo estas líneas, espero que reflexionen y cambien sus actitudes, puesto que con el odio no se alcanza a nadie. Dejen de cantar esa lamentable canción que se escucha en muchas iglesias locales que dice “perseguí a mis enemigos, los alcancé, los destruí, los atravesé, bajo los pies del Señor cayeron, no se levantaron más” y sustitúyanla por las palabras de Cristo: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mt. 5:44). En lugar de tirar las piedras que quisieron lanzar los escribas y fariseos contra la mujer sorprendida en adulterio, no olvidemos las palabras finales de Jesús: “Vete, y no peques más” (Jn. 8:11).

Continuará en 1.3 ¿Los cristianos predicamos que tanto homosexuales como heterosexuales somos malos por naturaleza y necesitamos de la misma salvación, o solo nos referimos a los homosexuales? 

lunes, 6 de febrero de 2023

10. ¿Señalar la cizaña de una iglesia enferma es murmurar?

 


Venimos de aquí: ¿Cómo se confronta a una iglesia cegada, errada y abuisadora? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2023/01/9-como-se-confronta-una-iglesia-cegada.html).

Algunos creen que, si los líderes están enseñando y aplicando principios alejados de la Palabra de Dios, serán removidos tarde o temprano por el Señor, ya que si Él lo permite es por alguna razón. Para argumentarlo, te citan la parábola del trigo y la cizaña, dejando de lado el resto de las Escrituras. Si así fuera, no existirían en la actualidad las sectas ni las falsas religiones a lo largo y ancho del mundo. La manera en que Dios actúa difiere en cada caso. A algunos les llega el juicio en esta vida y a otros después. En el Antiguo Testamento, vemos casos donde el juicio era fulminante. Ahí tenemos el caso de los sacerdotes Nadab y Abiú cuando presentaron un fuego extraño a Jehová. Y en el comienzo de la iglesia primitiva observamos la muerte de Ananías y Safira por mentir al Espíritu Santo. Pero no siempre es así en todos los casos. De lo contrario, posiblemente no pasaría un solo día sin que viéramos continuas tormentas en el horizonte y rayos cayendo por doquier. Y ni mucho menos me refiero en exclusiva a los pastores, sino a todos nosotros.
Así que debemos encomendar la causa a nuestro Padre, pero no podemos quedarnos sentados impasibles, esperando fuego del cielo. Aunque Dios mismo constituyó a los apóstoles, a los profetas, a los evangelistas, a los pastores y maestros, Él no está obligado –ni  muchísimo menos- a mantener la autoridad en ellos. Igual que quitó a Saúl de su posición de rey, puede quitar a quien quiera si sus obras así lo merecen.
En el caso de las iglesias locales, Dios suele usar a personas para mostrarles a otros sus errores. Él envió a Natán para señalarle a David su pecado. Por esa razón existían los Jueces en el Antiguo Testamento: para establecer justicia. En ciertos casos, esa justicia requiere apartar a aquellos que persisten en el error. Simplemente, ellos recogerán lo que han sembrado.

El trigo y la cizaña
Antes de actuar, también hay que tener en cuenta la parábola del trigo y la cizaña, donde Jesús explicó la razón por la que permite determinadas cuestiones: “El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero” (Mt. 13:24-30). Aunque el pasaje se refiere al mundo y no a la iglesia, podemos extraer la misma enseñanza para ésta.
Dios prefiere en ocasiones que el trigo permanezca junto a la cizaña y no permite que nadie la arranque, “no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo” (vr. 29). Los tiempos le pertenecen a Él. Sea en esta vida o en la otra, intervendrá en el momento exacto; ni antes ni después, y lo hará a Su manera y de la forma que considere.
Todo esto implica cautela, ser un buen cirujano para reconocer quiénes son los causantes de los graves problemas que observamos, para que no vayamos a tumba abierta contra todos y comencemos una especie de cruzada.

Temores para no actuar
Muchos temen señalar los errores por miedo a que luego les digan: “¿Tú eres otro de los que va haciendo daño a la iglesia?”. Los pastores que usan este tipo de expresiones para amedrentar a los hijos de Dios, deberían saber que el verdadero daño se provoca cuando se tergiversa la Biblia para controlar a las ovejas de forma malsana bajo el yugo de mandamientos humanos, y no cuando se denuncian los errores que esas prácticas están induciendo.
Es lamentable cuando los miembros son coartados, usando para ello el ejemplo de David, quien no se atrevió a levantar su mano contra Saúl cuando tuvo oportunidad. Nuevamente, no es válida tal referencia: en este caso se refería a que no se atrevió a matarlo; ni siquiera a agredirlo físicamente. Y aquí no estamos hablando de matar a nadie (lo cual va en contra de la voluntad de Dios), sino de reprender a alguien (acción que respalda la Palabra), sea quién sea, en caso de que cometa errores graves que afecten a la iglesia. Es lo mismo que hizo Pablo cuando se encaró con Pedro públicamente al estar actuando hipócritamente: “Cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos...” (Gá. 2:14). Cuando los motivos son los correctos y no se busca la venganza personal, es necesario el careo.

¿Señalar el error es murmurar?
Algunos consideran que murmurar es hablar negativamente de un pastor o de otro miembro de la congregación a sus espaldas. Si el único propósito de tal acción fuera señalar los errores doctrinales que está enseñando sin intención de hablar con él, evidentemente se estaría pecando. Pero juzgar hace alusión a los hechos y a las acciones, no a la persona (juicio del cual se encargará el Señor).
Si tus palabras no son tenidas en cuenta tras tratar el asunto personalmente, y sabes que hay otros hermanos que piensan como tú, lo justo es compartir los graves errores que se están cometiendo: “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano” (Mt. 18:15-17). Esto no es una supuesta alianza conspiratoria, sino un mandamiento. Y, en este caso, muy necesario, dada la gravedad, puesto que el pecado no es puntual sino continuo: faltas flagrantes en la doctrina o formas de gobierno abusivas y antibíblicas. Es algo que no se está cometiendo únicamente contra unos pocos individuos, sino contra toda la iglesia local.
Que varios hermanos se reúnan porque han tomado conciencia de lo que ocurre, que hablen para analizar y unificar criterios de lo que se está haciendo mal, exponiendo cada uno de las razones que los ha llevado a pensar de tal manera, no es ni mucho menos pecaminoso, sino sabiduría práctica y un deber bíblico. Si el hecho de hablar entre hermanos que están en desacuerdo en asuntos espinosos fuera murmurar, jamás se podría denunciar a un anciano, cuando el mismo Pablo mostró claramente que se puede acusar a un anciano con dos o tres testigos (cf. 1 Ti. 5:19). Si no fuera así, las palabras de Pablo carecerían de sentido. Ni siquiera se podría llevar el asunto ante la iglesia, al contrario de lo que enseñó Jesús. Como bien enseña la Escritura, se les puede acusar, como el mismo término griego indica (kategoria): “Hablar en contra de una persona delante de un tribunal público[1].
También tienen que saber que el propósito principal no es la destrucción o la condenación, sino que aquellos que están en el error puedan rectificar. En definitiva, indicarle al paciente su enfermedad y proporcionarle la cura. Lo que se busca es el bien mayor para el cuerpo de Cristo. Esa es la línea a seguir.
Si no se arrepienten ni cambian, es la iglesia la que deberá tomar cartas en el asunto y separarlos de la comunión de los santos, y no a la inversa como suele suceder. Y ser tajantes si es necesario, porque las Escrituras les respaldan para que lo hagan, ya que la herejía es una obra de la carne (cf. Gá. 5:20).
Antes de dar un paso así, debes asegurarte que aquellos que piensan de la misma manera van a ir adelante, porque puede que, a la hora de la verdad, todos se echen atrás y termines convirtiéndote en la cabeza de turco que pague todos los platos rotos. Si no dan ese paso y te ves solo, observando que no hay posibilidad de cambio, lo mejor es marcharse sin hacer ruido y dejar a los demás con sus propias conciencias.

Continuará en: Cuando una iglesia dañina desprecia la verdad.


[1] Vine, W.E. Diccionario Expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento. Caribe.