lunes, 6 de febrero de 2023

10. ¿Señalar la cizaña de una iglesia enferma es murmurar?

 


Venimos de aquí: ¿Cómo se confronta a una iglesia cegada, errada y abuisadora? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2023/01/9-como-se-confronta-una-iglesia-cegada.html).

Algunos creen que, si los líderes están enseñando y aplicando principios alejados de la Palabra de Dios, serán removidos tarde o temprano por el Señor, ya que si Él lo permite es por alguna razón. Para argumentarlo, te citan la parábola del trigo y la cizaña, dejando de lado el resto de las Escrituras. Si así fuera, no existirían en la actualidad las sectas ni las falsas religiones a lo largo y ancho del mundo. La manera en que Dios actúa difiere en cada caso. A algunos les llega el juicio en esta vida y a otros después. En el Antiguo Testamento, vemos casos donde el juicio era fulminante. Ahí tenemos el caso de los sacerdotes Nadab y Abiú cuando presentaron un fuego extraño a Jehová. Y en el comienzo de la iglesia primitiva observamos la muerte de Ananías y Safira por mentir al Espíritu Santo. Pero no siempre es así en todos los casos. De lo contrario, posiblemente no pasaría un solo día sin que viéramos continuas tormentas en el horizonte y rayos cayendo por doquier. Y ni mucho menos me refiero en exclusiva a los pastores, sino a todos nosotros.
Así que debemos encomendar la causa a nuestro Padre, pero no podemos quedarnos sentados impasibles, esperando fuego del cielo. Aunque Dios mismo constituyó a los apóstoles, a los profetas, a los evangelistas, a los pastores y maestros, Él no está obligado –ni  muchísimo menos- a mantener la autoridad en ellos. Igual que quitó a Saúl de su posición de rey, puede quitar a quien quiera si sus obras así lo merecen.
En el caso de las iglesias locales, Dios suele usar a personas para mostrarles a otros sus errores. Él envió a Natán para señalarle a David su pecado. Por esa razón existían los Jueces en el Antiguo Testamento: para establecer justicia. En ciertos casos, esa justicia requiere apartar a aquellos que persisten en el error. Simplemente, ellos recogerán lo que han sembrado.

El trigo y la cizaña
Antes de actuar, también hay que tener en cuenta la parábola del trigo y la cizaña, donde Jesús explicó la razón por la que permite determinadas cuestiones: “El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero” (Mt. 13:24-30). Aunque el pasaje se refiere al mundo y no a la iglesia, podemos extraer la misma enseñanza para ésta.
Dios prefiere en ocasiones que el trigo permanezca junto a la cizaña y no permite que nadie la arranque, “no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo” (vr. 29). Los tiempos le pertenecen a Él. Sea en esta vida o en la otra, intervendrá en el momento exacto; ni antes ni después, y lo hará a Su manera y de la forma que considere.
Todo esto implica cautela, ser un buen cirujano para reconocer quiénes son los causantes de los graves problemas que observamos, para que no vayamos a tumba abierta contra todos y comencemos una especie de cruzada.

Temores para no actuar
Muchos temen señalar los errores por miedo a que luego les digan: “¿Tú eres otro de los que va haciendo daño a la iglesia?”. Los pastores que usan este tipo de expresiones para amedrentar a los hijos de Dios, deberían saber que el verdadero daño se provoca cuando se tergiversa la Biblia para controlar a las ovejas de forma malsana bajo el yugo de mandamientos humanos, y no cuando se denuncian los errores que esas prácticas están induciendo.
Es lamentable cuando los miembros son coartados, usando para ello el ejemplo de David, quien no se atrevió a levantar su mano contra Saúl cuando tuvo oportunidad. Nuevamente, no es válida tal referencia: en este caso se refería a que no se atrevió a matarlo; ni siquiera a agredirlo físicamente. Y aquí no estamos hablando de matar a nadie (lo cual va en contra de la voluntad de Dios), sino de reprender a alguien (acción que respalda la Palabra), sea quién sea, en caso de que cometa errores graves que afecten a la iglesia. Es lo mismo que hizo Pablo cuando se encaró con Pedro públicamente al estar actuando hipócritamente: “Cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos...” (Gá. 2:14). Cuando los motivos son los correctos y no se busca la venganza personal, es necesario el careo.

¿Señalar el error es murmurar?
Algunos consideran que murmurar es hablar negativamente de un pastor o de otro miembro de la congregación a sus espaldas. Si el único propósito de tal acción fuera señalar los errores doctrinales que está enseñando sin intención de hablar con él, evidentemente se estaría pecando. Pero juzgar hace alusión a los hechos y a las acciones, no a la persona (juicio del cual se encargará el Señor).
Si tus palabras no son tenidas en cuenta tras tratar el asunto personalmente, y sabes que hay otros hermanos que piensan como tú, lo justo es compartir los graves errores que se están cometiendo: “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano” (Mt. 18:15-17). Esto no es una supuesta alianza conspiratoria, sino un mandamiento. Y, en este caso, muy necesario, dada la gravedad, puesto que el pecado no es puntual sino continuo: faltas flagrantes en la doctrina o formas de gobierno abusivas y antibíblicas. Es algo que no se está cometiendo únicamente contra unos pocos individuos, sino contra toda la iglesia local.
Que varios hermanos se reúnan porque han tomado conciencia de lo que ocurre, que hablen para analizar y unificar criterios de lo que se está haciendo mal, exponiendo cada uno de las razones que los ha llevado a pensar de tal manera, no es ni mucho menos pecaminoso, sino sabiduría práctica y un deber bíblico. Si el hecho de hablar entre hermanos que están en desacuerdo en asuntos espinosos fuera murmurar, jamás se podría denunciar a un anciano, cuando el mismo Pablo mostró claramente que se puede acusar a un anciano con dos o tres testigos (cf. 1 Ti. 5:19). Si no fuera así, las palabras de Pablo carecerían de sentido. Ni siquiera se podría llevar el asunto ante la iglesia, al contrario de lo que enseñó Jesús. Como bien enseña la Escritura, se les puede acusar, como el mismo término griego indica (kategoria): “Hablar en contra de una persona delante de un tribunal público[1].
También tienen que saber que el propósito principal no es la destrucción o la condenación, sino que aquellos que están en el error puedan rectificar. En definitiva, indicarle al paciente su enfermedad y proporcionarle la cura. Lo que se busca es el bien mayor para el cuerpo de Cristo. Esa es la línea a seguir.
Si no se arrepienten ni cambian, es la iglesia la que deberá tomar cartas en el asunto y separarlos de la comunión de los santos, y no a la inversa como suele suceder. Y ser tajantes si es necesario, porque las Escrituras les respaldan para que lo hagan, ya que la herejía es una obra de la carne (cf. Gá. 5:20).
Antes de dar un paso así, debes asegurarte que aquellos que piensan de la misma manera van a ir adelante, porque puede que, a la hora de la verdad, todos se echen atrás y termines convirtiéndote en la cabeza de turco que pague todos los platos rotos. Si no dan ese paso y te ves solo, observando que no hay posibilidad de cambio, lo mejor es marcharse sin hacer ruido y dejar a los demás con sus propias conciencias.

Continuará en: Cuando una iglesia dañina desprecia la verdad.


[1] Vine, W.E. Diccionario Expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento. Caribe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario