lunes, 27 de febrero de 2023

Llaman a la puerta. ¿Derramó Dios su ira por el pecado sobre dos hombres y una niña, o sobre Su propio Hijo?

 


De reciente estreno, “Llaman a la puerta” (Knock at the Cabin), está dirigida por el conocido M. Night Shyamalan. Aunque su película más famosa es “El sexto sentido”, su amplia filmografía nos muestra a un director que se sale de la norma dentro del género de fantasía, mostrando historias con un sello muy particular.
En esta última, hasta la fecha, nos sitúa en una encrucijada: dos hombres gais, junto a una niña adoptada, pasan unas vacaciones en una cabaña alejada del mundanal ruido de la ciudad. Ante la misma, se acercan cuatro desconocidos que, tras pedir amablemente que les dejan entrar, recibiendo una obvia negativa, fuerzan la entrada y atan a la pareja, sentando a la niña junto a ellos. Tras presentarse cada uno de ellos –personas con trabajos y vidas corrientes- les dicen que el destino de la humanidad depende de ellos tres: tendrán que elegir voluntariamente a uno para matarlo, sacrificándose, y así evitar el fin del mundo. Los cuatro asaltantes les explican que todos ellos tuvieron las mismas visiones: un tsunami que arrasaría el mundo, un virus mortal que se expandiría por todo rincón del planeta, fuego que caería del cielo, terminando por rayos que sumirían el planeta en la oscuridad más absoluta. Si ellos rechazaban sacrificarse, toda la población mundial moriría, aunque ellos tres sobrevivirían, vagando por la tierra como almas en pena. Evidentemente, no les creen, tachándolos de sectarios, fanáticos religiosos y enfermos mentales.
(Andrew, Eric y Wen: uno de los tres tendrá que morir para salvar el mundo)

A medida que los forasteros van acabando con sus propias vidas –siendo parte de las visiones-, se desata plaga tras plaga contra la humanidad, muriendo millones de personas, y que observan por medio de la televisión. Con todo, los rehenes siguen sin creerles, y afirman que es todo un montaje muy bien planeado o mera casualidad. Como en otras obras de Shyamalan, durante el largometraje, uno se plantea qué haría en dicha situación: ¿acabar con alguien de tu propia familia a la que amas, acabar con la tuya propia, o no hacer nada y dejar que el mundo llegue a su fin?

Distorsionando el mensaje del cristianismo & La verdad de la cruz
Durante su visionado, es imposible que no se pase por la mente el mensaje que transmite la película y su relación con el Evangelio: en la primera, un ser superior del que nada se sabe, a escogido a esa familia para “calmar” su ira, y pagar con uno de ellos lo que en verdad se merece la humanidad entera por su maldad. Por el contrario, en el segundo, el mensaje no gira en torno a los hombres –puesto que éstos no pueden salvarse a sí mismos, hagan lo que hagan, ni por sus buenas obras, ni haciendo sacrificios- sino que versa sobre Dios mismo: el Juez que se quita la toga, baja del estrado, toma el lugar del acusado –a pesar de ser Inocente-, y paga en una cruz por el pecado de todos: Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios (1 P. 3:18).
Más allá de que lo que nos cuenta el director sea una fantasía–que, a su vez, es una adaptación, con un final distinto, de la novela “La cabaña del fin del mundo”, de Paul Tremblay-[1], lo que se nos transmite es que estos hombres son inocentes y, como no han hecho nada malo y no merecen el castigo, son aptos como “ofrenda” a ese ser superior. Realmente, es justo lo opuesto a lo que las Escrituras nos enseñan: “No hay justo, ni aun uno [...] Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios [...] la paga del pecado es muerte” (Ro. 3:23; 6:23a). Ningún ser humano ha cumplido ni cumple la ley de Dios. Por lo tanto, ante un Dios tres veces Santo, no podemos hacer nada, y mucho menos ser dignos de entrar en Su presencia cuando acabe nuestro periplo por este mundo. Y esa muerte no se refiere meramente a la muerte física, sino a la eterna.
No nos merecemos la salvación. No podemos pagar por nuestros pecados. No podemos proclamar, como hacen los protagonistas, que “somos buenos”. No, nadie lo es, salvo, como dijo Jesús, “Dios” (Mr. 10:18). ¿Cómo podemos osar y tener la idea de que nuestro sacrificio “debe” perdonarnos, incluso a otros? Únicamente Alguien que fuera Puro, Perfecto e Inmaculado podría llevar a cabo algo así. Y este fue Jesús: “Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron [...] Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados [...] porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. [...] Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión de estos, no hay más ofrenda por el pecado” (He 10:8,11-12,14,17-18). Lo dicho, ¡hasta un niño puede entenderlo!

Conclusión
Recuerda: por amor, porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él(Jn. 3:17), el precio que merecía nuestra maldad innata a causa de nuestra naturaleza caída, fue pagado por Jesús.
El único sacrificio que Dios aceptó fue el del Hijo, porque es el Único digno. Así, toda persona que cree en lo que hizo en aquella cruz, que se arrepiente de haber vivido de espaldas y se vuelve a Él, obtiene automáticamente el perdón de los pecados y su nombre pasa a formar parte del Libro de la Vida. Ahora ya sabes la verdad y qué hacer, puesto que ya no puedes excusar ignorancia. La salvación es un regalo, no por obras (Ef. 2:8-9), por lo que está en ti aceptarlo o no. Reflexiona al respecto si no lo has hecho todavía.

Spoiler: el amor de Dios por encima de todo
Como no quiero destrozarle a nadie el final, si lo desconoce y tiene intención de verlo, lo pongo aquí como apéndice por si quiere dejar de leer aquí. Lo he querido añadir, ya que ofrece una nueva vuelta de tuerca respecto al mensaje bíblico. Mientras que en la película, uno de ellos sí se sacrifica, deteniéndose así las plagas, en la novela no lo hacen: les da igual el mundo y lo que le suceda, lo único que les importa es “su amor”. Puede parecer muy romántico, pero es puro egoísmo, siendo justo lo opuesto a lo que hizo Jesús: no pensó en sí mismo, no evitó la muerte a pesar de que tenía poder para hacerlo, y antepuso a la humanidad en su conjunto por encima de sí. Por esto, el versículo más conocido, y que siempre lo será, es Juan 3:16, palabras que le dijo a Nicodemo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.

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