lunes, 19 de diciembre de 2022

¿Hay razones objetivas para permanecer virgen hasta el matrimonio? & ¿Tu “actividad sexual” pasada y presente afecta a tu futuro sentimental?

 


Este artículo no va dirigido únicamente a los cristianos sino a los que no lo son y, especialmente, a los más jóvenes. Espero que lo lean sin prejuicios y luego, sin nadie alrededor, reflexionen tranquilamente.

Es bastante obvio que, casi todas las personas no cristianas o no practicantes de alguna religión que prescriba la virginidad hasta el matrimonio, habrán puesto una muesca de desaprobación o desagrado ante el título de este escrito. También los habrá que se hayan reído o burlado con expresiones como “eso es cosa de nuestras abuelas”, “si hombre, esperar” o “vete a un convento de monjas”.
Como sé que hacer cambiar de opinión a una persona que ya no es virgen –que suele ser la norma entre los veinteañeros, incluso mucho antes-, este artículo no va dirigido a ellos, sino a las nuevas generaciones que están en plena formación de su personalidad, y que todavía están a tiempo de no seguir la misma senda que la mayoría, tanto si son cristianos como si no lo son. No usaré argumentos bíblicos ni apelaré a las costumbres o tradiciones familiares, sino que lo enfocaré desde un punto de vista de puro sentido común y desde la verdadera emotividad que transciende los instintos y deseos.
Ni siquiera a mí se me había pasado por la mente la idea de escribir al respecto. Siempre me ha bastado con argumentar que es la voluntad de Dios, y que la misma es “buena, agradable y perfecta” (cf. Ro. 12:2), para no tener que ir más allá. Pero, tras ver a un youtuber, al que sigo, entrevistando a mujeres –con edades comprendidas entre los entre 18 y los 33 años- y preguntándoles “por qué NO llegar virgen al matrimonio”, me surgieron las ganas de hablar en profundidad al respecto.
Durante los cincuenta minutos del vídeo, estaba ante la expectativa de que alguna de ellas dijera que sí estaba a favor, y defendiera con buenas razones tal idea. Ingenuidad de mi parte. Todas dijeron de “probar” antes, ya que lo consideraban muy importante para el devenir de la relación. En el mismo canal, pero en otro vídeo, otras mujeres dijeron el número aproximado con el que había estado cada una (contando tanto el sexo casual como con parejas estables): las cifras oscilaban entre seis y doscientos.
Aunque sean reales, no quiero caer en los tópicos de siempre para defender la castidad hasta el matrimonio (como la cantidad abismal de embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual o madres solteras), por lo que me centraré en las respuestas ofrecidas por estas chicas, y que suelen ser las mismas en el caso de los chicos. Eso es lo que aquí quiero exponer, y que cada uno reflexione de nuevo en base a los siguientes párrafos y a los datos que ofrezco.
Soy consciente de que, en esta era...

- de Netflix y HBO, donde se muestran desnudos integrales y sexo explícito.
- de Tik Tok, donde niñas que todavía tienen los dientes de leche bailan reguetón mostrando buena parte de sus posaderas.
- donde los críos acceden al porno desde preadolescentes.
- donde los cines se llenan de jovencitas para ver 50 sombras de Grey.
- donde se mira al sexo opuesto como un mero objeto para la autosatisfacción.
- donde hombres –por llamarlos de alguna manera- manipulan a sus novias con expresiones como “si me amas te acostarás conmigo”, para al poco tiempo darles puerta.
- donde mujeres dan sexo a sus novios buscando amor y lo único que logran es un corazón roto cuando las abandonan.
- donde la sexualización precoz forma ya parte de la cultura.
- donde las relaciones abiertas se han establecido como una opción más.
- donde la práctica del sexo casual se considera normal.
- donde las parejas se van a vivir juntas sin ningún tipo de compromiso previo.
- donde el alcohol se emplea para desinhibirse sexualmente y atreverse a hacer lo que no se haría sobrio.
- donde el aborto se usa como “método anticonceptivo”.
- donde los novios adolescentes duermen juntos los fines de semana en casa de uno de los padres.
- y donde todo lo que respecta al sexo en general se ha banalizado...

... tratar un tema como la virginidad suele ser considerado arcaico en su grado máximo.

Punto 1º: “Tenemos que comprobar si hay química”
Ellas opinan que, si la primera vez que se acuestan con un chico no disfrutan todo lo que imaginaron o no se ajustan el uno al otro, es que “no hay química” entre ellos. ¡Después dicen algunos que el mundo cinematográfico no influye en los pensamientos y actitudes!
En las películas, series y novelas, las relaciones sexuales que se muestran entre desconocidos, entre personas que apenas se conocen o entre novios de cierto tiempo, son idílicas, fogosas y, literalmente, perfectas. Los dos se compenetran a la perfección, dura el tiempo que tiene que durar y alcanzan el clímax al mismo tiempo. Llegan prácticamente al Nirvana. A ver como lo explico para que se entienda: ¡eso es irreal! Si la conexión emocional y sentimental entre dos personas lleva un largo periodo de tiempo, en la parte física sucede exactamente igual. Es en la práctica, en el hablar el uno con el otro, y en la experiencia que, “entre ambos”, van acumulando, donde experimentarán esa unidad que tanto buscan y anhelan. 
Como leí en una ocasión, ¿qué sucedería la primera vez que tocaras el violín? Que aquello sonaría como si estuvieras matando a un gato. Pero, con esfuerzo, dedicación y pasión, aquello terminaría por convertirse en una dulce melodía. Durante el año pasado, y después de meses de entrenamiento, levantaba 150 kilos en rack pull, una variante del peso muerto. Poco a poco, perfeccioné la técnica, aprendiendo correctamente en qué posición comenzar el movimiento, la respiración, cuándo apretar el core y la postura adecuada de caderas y los hombros. Si al comienzo lo hubiera hecho de cualquier manera, sin ninguna clase de coordinación, y más con esa cantidad de kilos, ahora mismo estaría sentado en una silla de ruedas, ya que me habría partido la columna.
Me resulta chocante leer a un sexólogo posicionarse en contra de la abstinencia hasta el matrimonio bajo la premisa de que esto hará que se llegue al mismo “careciendo de habilidades eróticas”. ¡Ni que la práctica del sexo fuera física cuántica e incomprensible para la mayoría! Tanto con el violín, el ejercicio y el sexo –como en cualquier área de la vida-, la máxima es la misma: la conexión (eso que banalizan para llamarlo “química”, siendo un eufemismo) lleva su tiempo y sus ajustes para que fluya con naturalidad, y siempre con interés por ambas partes.
Además, la verdadera pasión –la que perdura, la profunda, la que va más allá de la “genitalidad” y de la sensualidad de dos cuerpos unidos, y que conlleva un compromiso basado en el amor- es fruto de los sentimientos más profundos que se profesan el uno al otro. Hoy en día, lamentablemente, esta “pasión” se busca en lo superficial o en sentirse físicamente atraído por el cuerpo que tienes delante.
Otros argumentan que tienen que comprobar si les gusta lo mismo, como “si a él más rudo y a ella más suave”, o viceversa, y cuestiones por el estilo. De nuevo se miran a sí mismos y nada más. Una verdadera relación sexual es la expresión y manifestación externa del amor profundo que hay entre dos personas. Por lo tanto, no es “yo busco mi placer y tú me lo tienes que proporcionar”. No. Eso es infantilismo e inmadurez. Lo que se busca es “contentarse los dos: ella a él y él a ella, por lo que el placer es mutuo”. Y si hay “cosas” que uno va a exigir y el otro no va a ofrecer o no quiere dar por las razones que sea, se deberá hablar durante el noviazgo, “sin necesidad de acostarse para comprobarlo”, que es la excusa habitual para acabar enfrascados. Si la relación toma un camino de seriedad que se dirige hacia un compromiso formal, se deberá hablar de sexo antes de unir esas dos vidas y comenzar una nueva fuera del paraguas de los padres. Y si las diferencias entre lo que esperan son abismales, lo más sensato sería dar por concluida la relación sentimental.
Dicho esto, dejar bien claro que, mientras no entren en juego la violencia, la humillación, el uso de pornografía, el sadomasoquismo, las actitudes denigrantes o lo antinatural, hay muchas maneras sanas de experimentar ese placer sexual y en complacencia de los dos. Al igual que se negocia la temperatura de la calefacción o del aire acondicionado en función de los gustos y necesidades personales, con el sexo exactamente igual. Se negocia, se habla y se trata antes y durante del matrimonio. Y si alguien necesita “consejos” prácticos, que lea el sensacional libro “Música entre las sábanas”, de Kevin Leman. Siendo cristiano, incluso a los que no lo son, les sorprenderá.
Cuando algunos dicen que el sexo en el matrimonio no les está yendo bien, están omitiendo la realidad: a menos que haya problemas físicos (impotencia o frigidez), “el mal sexo”, en la mayoría de los casos, es un síntoma claro de que hay otros problemas en la relación, y que van mucho más allá del plano físico.
También deberían tener en cuenta una verdad irrefutable: en toda relación humana –y más en las sentimentales- hay etapas, con “picos”, con sus subidas y bajadas, ya que las emociones de cada persona son fluctuantes y dependen de muchos factores, como el estrés, las cargas laborales, el cansancio físico, la vitalidad del momento, la crianza de los hijos, etc. Y todo esto también afecta al “desempeño sexual”. Por eso, tanto en el terreno sentimental como en el físico, no siempre hay “fuegos artificiales” dentro de la pareja. El que espera que siempre y cada encuentro sexual con su cónyuge sea “extraordinario”, espera un irreal, muchas veces por la distorsión que ha provocado en la mente de millones de personas la pornografía y las expectativas desmedidas que nos ofrece en muchas ocasiones el universo de Hollywood. Tienen una idea fantasiosa, y por eso andan siempre a la búsqueda de nuevas emociones con distintas personas cuando una de ellas no les ofrece “siempre” lo que esperaba.
Estoy seguro que son pocos los que se han parado a pensar en lo que voy a decir: muchos que amaban a sus parejas, que se sentían muy unidas a ellas y se llevaron una desilusión “física” en las veces que se acostaron juntos durante el noviazgo, y a causa de ello se alejaron de dicha persona, posiblemente abandonaron al amor de su vida, y sin saberlo. Y ya nunca lo sabrán.

Punto 2º: “Lo prefiero con experiencia”
Me sorprendió, nuevamente fruto de mi ingenuidad –o quizá, de mi estupidez-, que todas dijeran que preferían un hombre con experiencia a uno que no. Decían que, así, el “experto” podría enseñarles en el caso de ser vírgenes. ¡Y yo pensaba que una relación era cosa de dos, no meramente de una parte! Ellas –al menos las chicas del vídeo al que estoy aludiendo- estaban dejando caer claramente –se dieran cuenta o no- que el esfuerzo previo debían hacerlo ellos, adquiriendo experiencia anterior con otras hasta llegar a ellas. Es decir, querían los “beneficios” directamente y de buenas a primeras, por lo que ellos deberían haber “entrenado” con otras.
¿La realidad? Esa es la manera simple de saltarse el primer punto: “si el chico tiene experiencia, ya sabrá de sobra qué hacer y cómo hacerlo, en todo momento y en todo lugar”. Y digo yo: ¿no sería más hermoso, infinitamente más hermoso, que ese hombre fuera el primero y el último que tocara tu cuerpo desnudo, en vez de haber pasado por otros antes? ¿No te haría sentir verdaderamente única y especial? ¿No sería más hermoso, infinitamente más hermoso, que tú fueras la primera y la última que tocara su cuerpo desnudo, en vez de haber pasado antes por otras manos? ¿No te sentirías única y especial? ¿No os uniría más aprender juntos? ¿No sería extraordinario y mejor crear vuestros propios recuerdos, sin nadie más en la ecuación del pasado? ¿No sería más trascendente unir primero vuestras almas durante el noviazgo hasta casarlas, para luego unir vuestros cuerpos y, con el tiempo y la práctica, crear música y una melodía única entre vosotros? Unir los cuerpos sin unir las almas es superficial, vacío y carente de significado.

Punto 3º: ¿No importa el pasado sexual, con cuántos haya estado?
Para que mediten sobre cómo afecta la actividad sexual o la virginidad al futuro, alguien debería enseñarles a las nuevas generaciones las conclusiones a las que ha llegado un amplio estudio realizado en Estados Unidos por Nicholas H. Wolfinger (Profesor de Estudios de la Familia y el Consumidor y Profesor Adjunto de Sociología en la Universidad de Utah): “(Los que tienen) una pareja sexual de por vida, tienen los matrimonios más felices”[1]. Los resultados eran los mismos tanto si eran religiosos como si no. Por eso dije que este artículo también era para no cristianos.


A más parejas, más dificultades para crear vínculos afectivos, que es provocado por la propia actitud de la persona, aunque no quiera reconocerlo ni cambiar.
Muchas mujeres y hombres piensan que su pasado sexual –con cuántos se hayan encamado- no tendrá importancia cuando quieran una relación seria y con un verdadero compromiso. Incluso afirman que sus parejas no tienen ni que preguntarles. Pero cuando planteas lo siguiente, la cosa cambia; viaja mentalmente a dentro de dos décadas e imagina que tienes descendencia, y piensa como padre si eres hombre o como madre si eres mujer: ¿te gustaría que tu hijo o hija tuviera por pareja, incluso llegara a casarse, con alguien que ha pasado por distintas “alcobas”, incluso por muchas, viendo la media que ofrecieron las chicas en el vídeo citado? ¿Es el esposo o la esposa que le recomendarías a tu hijo o hija? Si él te pidiera consejo para que hablaras con total libertad, y aceptando que la decisión final será suya y solo suya, ¿qué le dirías? ¿Que no tuviera en cuenta ese pasado reciente o que sí? ¿Que son personas de fiar? ¿Que forme una familia?[2]. Piensa profundamente en cada pregunta. Aparte, ¿no te gustaría decirle que te guardaste para su padre o madre? ¿No te haría ser de ejemplo, y sentir un sano orgullo, en lugar de tener un pasado con múltiples parejas sexuales, fueran algunos encuentros casuales y otros durante el noviazgo?
Los patrones de conducta sí importan. El pasado sí importa y afecta al presente y al futuro, a menos que haya un cambio radical. Y con todo, siempre estará ahí. Es parte de la biografía de cada uno y muestra los patrones de conducta por los que nos movemos.
Otra cosa es que me digas que no quieres nada serio ni formal con nadie, y que tu idea es saltar de cama en cama hasta la vejez, o que te basta con vivir bajo el mismo techo con tu pareja sin compromiso y que, cuando las cosas no vayan bien, cada uno por su lado. Si es alguno de estos puntos, ya está todo dicho. Es tu vida; tú verás qué haces con ella.
Por todo esto, estoy plenamente convencido que es una anomalía carente de sentido que chicos y chicas, siendo apenas “polluelos” y en plena pubertad, entreguen sus cuerpos cada vez que alguien les gusta o se enamoran, en lugar de guardar ese regalo para el hombre y la mujer de sus vidas. Es un sinsentido entregar el cuerpo sin entregar previamente el corazón.
Muchos podrán decir: “Eso no es así. Estaba normalizado en la antigüedad tener relaciones desde bien jóvenes”. Sí, es así. Y también estaban normalizados los matrimonios concertados. La realidad es que ni lo uno ni lo otro era –ni es- “normal”. Apelar al pasado para defender prácticas en el presente suele ser una mala estrategia, ya que caen en la imparcialidad.

Llegando a algunas conclusiones
Los comentarios sarcásticos contra el chico o la chica virgen son muy comunes, afectándoles especialmente cuando son jovencitos, ya que no poseen las herramientas necesarias para ignorar mentalmente dichas palabras contra ellos.
Por eso, sé de la presión que impone la sociedad para perder la virginidad, y que conduce a millones de adolescentes a hacerlo “porque toca” o “porque ya es hora”, y no porque tengan la madurez suficiente para esperar al matrimonio tras elegir bien a la persona adecuada, decidiendo con quién quieren pasar el resto de sus días. Como señala la psicóloga Elena Crespi, el coito temprano se ha convertido en la última imposición social y la presión empieza a ser abrumadora. “Ante tal panorama, son muchos los jóvenes que se precipitan a la vida sexual, más que por deseo, por miedo al rechazo o a la burla de sus amigos más precoces”. [...] Crespi recibe numerosos testimonios de adolescentes que cuentan que han perdido la virginidad con cualquiera o que están viviendo sus primeras relaciones sexuales sin plantearse si realmente desean tener sexo con esa persona. “Simplemente porque les hacía un poco de gracia y así poder decir con alivio que ya lo han hecho. No saben que al dar este paso sin tener en cuenta qué quieren están menospreciándose a sí mismos y cayendo en manipulaciones sociales”[3].
Por otro lado, las ideas erradas que muchos tienen sobre el cristianismo, lleva a creer que Dios es un aguafiestas y quiere prohibir el placer del sexo. Pero esa no es la realidad: cualquiera que lea el libro el Cantar de los Cantares, contenido en la Biblia, verá de forma poética al esposo y la esposa regocijándose de todas las formas físicas posibles. Le importamos tanto que desea que el sexo transcurra dentro de un marco estable y seguro, como es el matrimonio; ni antes ni fuera de.
Seas creyente o no, y más allá de las creencias espirituales de cada uno, animo a la reflexión profunda de cada joven que sigue virgen en el presente. Que piensen si quieren entregar su cuerpo cuando estén con una persona que les guste –la amen o no- o si sería más especial y emotivo esperar a comprometerse con el especial, creando un camino juntos –que incluye el sexual y los buenos recuerdos también en este aspecto-, prometiéndose fidelidad “hasta que la muerte los separe”.
Acabo con un testimonio que ya narré en su momento de una chica que no es cristiana y que debería ser un ejemplo para todos. Estas son las palabras de Angela Ellis-Jones, una abogada británica, durante un programa de debate en la BBC2[4]: “Desde mi adolescencia sabía que había de guardarme para el matrimonio, y nunca he tenido la más mínima duda sobre mi decisión. La castidad antes del matrimonio es una cuestión de integridad. Para mí, el verdadero sentido del acto sexual consiste en ser el supremo don de amor que pueden darse mutuamente un hombre y una mujer. Cuanto más a la ligera entregue uno su propio cuerpo, tanto menos valor tendrá el sexo. Quien de verdad ama a una persona, quiere casarse con ella. Cuando dos personas tienen relaciones sexuales fuera del matrimonio no se tratan una a otra con total respeto. Una relación física sin matrimonio es necesariamente provisional: induce a pensar que aún está por llegar alguien mejor. Me valoro demasiado para permitir que un hombre me trate de esa manera. Pienso así desde que tenía 14 años. Por aquel entonces ya había observado el destrozo que producía el sexo frívolo en las vidas de algunos compañeros de escuela. Ya entonces me resultaba evidente que, cuando se separa matrimonio y sexo, se difumina la diferencia entre estar casado y no estarlo, y se devalúa el matrimonio mismo. Quiero casarme con un hombre que tenga un concepto de la mujer lo bastante elevado como para guardarse íntegro para su esposa. Dejarse fascinar por el afán de saciar nuestros instintos es algo que impide alcanzar lo realmente valioso. La sexualidad fuera de su debido contexto responde a un impulso instintivo, que se inflama súbitamente y luego se apaga enseguida. Es una llamarada tan intensa como fugaz, que apenas deja nada tras de sí, y que con facilidad conduce a un círculo angosto de erotismo que, en su búsqueda siempre insatisfecha, considera que otros conceptos más elevados del amor son una simple ensoñación, cuando no un tabú o algo propio de reprimidos. Ellos mismos se acaban dando cuenta, tarde o temprano, de que en el mismo momento en que esa persona les entregó prematuramente su cuerpo, cayó del pedestal en que la habían puesto. Cualquiera puede hoy encontrar sexo con bastante facilidad. No requiere especial talento ni habilidad. No es algo que haga a nadie más hombre ni más mujer. Lo difícil, lo valioso, es encontrar un hombre o una mujer que se hayan guardado para quien un día será su marido o su mujer. Una persona normal que haya sabido esperar, sin miedos, sin fantasmas. Una persona que, simplemente, se guardó para mí. Sí. Exactamente eso es lo que busco”.



[2] Recomiendo encarecidamente este vídeo donde se entrevista a cuatro mujeres jóvenes: “¿Cuánto tiempo le toma a un hombre llevarte a la cama? Live Girls Ep # 4”. El final las deja completamente en fuera de juego: https://www.youtube.com/watch?v=krbrD_Uhj90

[4] Delirante.org - Artículo publicado en el Daily Telegraph.

sábado, 17 de diciembre de 2022

Las consecuencias de errar en la búsqueda de un hombre o una mujer & Qué buscar y qué no en una relación sentimental

 


El gráfico es el resultado que ofrece el estudio “Lo que las mujeres (no) quieren”, de Bumble, una aplicación de citas, donde los hombres y las mujeres solteras buscan en una relación estos rasgos: el sentido del humor (73%), la atracción sexual (63%) y los valores compartidos (60%). Llama extremadamente la atención –hasta límites insospechados- que, lo más importante de todo, sea lo último de la lista.
Sinceramente, visto lo visto en este estudio, no es de extrañar la de miles de divorcios que se producen cada año (en 2021 hubo 86.851, un 12,5% más que en el año anterior) y la de relaciones de pareja que se ve a leguas que terminarán en desastre, con peleas, reproches sin fin y corazones rotos por doquier. Las razones, en privado, que muchos dan a posteriori, es que “ya no era como al principio” o “la magia desapareció”. Las típicas respuestas al vivir en los mundos de Yuppi. La realidad era otra: cuando ves qué valores tenían ambos miembros, ¡no coincidían prácticamente en nada! Ahí radicaba el verdadero problema. Fue una relación que nació con fecha de caducidad; en algunos casos, antes de pasar por el altar, y en otros, tiempo después.
Para que esto no suceda entre los más jóvenes –ya que los adultos lo han aprendido mayormente por las malas- y no caigan en estos errores (fruto de la inmadurez, de la edad o, simplemente, de esta sociedad irracional en la que estamos sumidos), citaré a qué valores tienen que prestarle atención, muy por encima de que la persona que les guste cuente unos chistes graciosísimos o físicamente sea un Brad Pitt o una Scarlett Johanson de la vida.
De entre las varias acepciones que tiene la palabra “valor”, me centraré en estas dos: “Cualidad, virtud o utilidad que hacen que algo o alguien sean apreciados” y “principios ideológicos o morales por los que se guía una sociedad”. Esas “cualidades y virtudes concretas” y esos principios “ideológicos y morales” deben basarse en la fe cristiana. Por lo tanto, la base será que sea un cristiano “nacido de nuevo”, ya que su ética, su moral, su forma de pensar y sentir, se basará en la enseñanza bíblica, no sujeta a cambios. No basta, ni mucho menos, que sea un mero “creyente” o un “religioso practicante”.
Evidentemente, les hablo a los cristianos, ya que, si no lo son, lo más sensato sería que dejaran de leer aquí, ya que sus valores son muy distintos. Por eso, el objetivo de empezar una relación sentimental debe tener el propósito de comprobar si son el uno para el otro y, sin duda alguna, para contraer matrimonio si así fuera, considerando el mismo como la unión entre un hombre y una mujer. Si uno de los dos desecha la idea del matrimonio como meta final, no es un cristiano que se ajuste a los parámetros bíblicos. En ese caso, ya sabes qué hacer: “bye, bye”.
A partir de aquí, y una vez establecidas las bases, formemos la pirámide de los valores y las actitudes:

- Que posea empatía. Alguien que es incapaz de comprender al otro y que no se esfuerza por comprenderlo, es fuente de conflictos diarios.

- Que sepa escuchar. Es demasiado habitual que, cuando estás narrando una vivencia propia o exponiendo un pensamiento, el otro individuo no pregunte nada al respecto, sino que, al instante, lleve la conversación a su terreno: “pues a mí...”, “y yo...”. Esto deja bien claro que no le interesa escuchar ni los sentimientos de la pareja, sino hablar de sí mismo.

- Que sea fiel, tanto física como emocionalmente. La persona que va “tonteando” con otras cuando surge la ocasión, no es digna alguna de confianza.

- Que sea respetuoso. Nada de faltas de respeto, de burlas o de menosprecio. Demasiado difícil resulta construir una sana autoestima como para que el que está a tu lado la pisotee con comentarios sarcásticos o con gestos continuos de desaprobación.

- Que sea emocionalmente sano. Huye de los controladores, de los manipuladores, de los histriónicos, de los posesivos, de los chantajistas emocionales y de los narcisistas.

- Que sepa guardar lo que se habla en la intimidad de la pareja, sin que otras personas –amigos o familiares- tengan que saber de ello.

- Que sea sincero. Aquellos que usan las mentiras –incluso las llamadas “mentirijillas”- son traidores y nunca sabes cuándo dicen la verdad, ni siquiera en los asuntos más simples de la vida.

- Que ponga sus dones al servicio de Dios y del conocimiento del Evangelio, y no para su propia gloria o autobombo.

- Que sea humilde de espíritu, lo que implica no ser altivo y no compararse con nadie, ni para bien ni para mal.

- Que vista como más le guste, pero con sencillez y sin esa necesidad imperiosa que siente la juventud del presente de exponer sus atributos más íntimos para llamar la atención tanto en la calle como en las redes sociales.

- Que esté a favor de la vida y en contra del aborto, que es el genocidio por antonomasia de la raza humana y ante el cual tendrá que rendir cuentas a su debido momento.

- Que sepa ser cariñoso, conforme al lenguaje del amor del otro.

- Que sepa apoyar a la pareja ante las circunstancias dolorosas que suceden en la vida.

- Que las diferencias de opinión sepa resolverlas en privado, no ante los ojos de todo el mundo y montando un numerito.

- Que entre sus frutos prevalezcan los del Espíritu (amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza) y no las obras de la carne (Gálatas 5:19-23).

- Que desee formar una familia.

Alguno responderá ante esta lista de valores y actitudes: “Pues yo tengo una relación donde no coincidimos en algunos o muchos de esos aspectos, y nos va genial puesto que nos respetamos”. Puede ser cierto, y no lo dudo, como tampoco dudo que dicha relación está fuera de la voluntad de Dios para el hombre y la mujer:

- si uno de los dos no es nacido de nuevo, ya que están en yugo desigual.
- si uno de los dos está a favor de otros “modelos” de familia y matrimonio, ya que está fuera del diseño original que Dios creó para la humanidad.
- si uno de los dos considera el divorcio una opción en el momento en que las cosas no vayan bien o aparezca otra persona que les “ilusione” más, ya que estará contraviniendo claramente el mandamiento de Dios sobre dicho asunto.

Con todo lo descrito, digo algo que he repetido una y mil veces en mis escritos en el blog: no se busca la perfección en el otro, sino la madurez. Y esta no consiste en tener trabajo, mucho dinero o una buena casa, sino en el carácter que se basa en lo que Dios enseña en Su Palabra, piensen lo que piensen los demás, y que no se mueve ni con viento y marea.
En algunos aspectos, estas “virtudes” vienen prácticamente de serie, fruto de un corazón noble y de haber recibido una buena educación. En otras ocasiones, se van desarrollando con el tiempo conforme se va creciendo en sabiduría.
Hacer o no hacer caso a lo que hemos visto depende exclusivamente de ti. Es tanto lo que está en juego, que te toca ahora elegir un camino u otro. 

* Si quieres saber en profundidad sobre este tema, puedes leer el capítulo 10 al completo de “Crónicas de los solteros”, y que empieza aquí: 10.1. Enamorado de un verdadero creyente: Introducción (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/09/101-enamorado-de-un-verdadero-creyente.html).

lunes, 12 de diciembre de 2022

11.2. Buscando el amor sentimental a la velocidad del rayo

 


Venimos de aquí: Cuando el problema está en el soltero: Introducción (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2022/11/111-cuando-el-problema-esta-en-el.html).

Lo repetiré a lo largo de todo el capítulo: las causas a la solteria que estamos exponiendo son adyacentes o secundarias. Las causas principales que suelen darse o ser la norma están descritas claramente en el segundo apartado del primer capítulo (Lo que le duele a los solteros: Haciendo malabares: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/03/12-lo-que-duele-los-solteros-haciendo.html). Lo aclaro para que no haya malos entendidos y nadie se cree falsos sentimientos de culpa.

En este grupo podemos encuadrar a aquellas personas que desean sentir un amor fulgurante desde el comienzo de la relación. Este deseo suele ser producto del mundo ficticio de las novelas y las películas románticas, donde dos personas se miran con pasión a los ojos sin conocerse, y ya saben en su interior que son el uno para el otro. Muchos creen que la vida real es igual, cayendo en un grave error que les lleva a una continua y profunda desilusión. Crean una idea equivocada de cómo deben ser las relaciones de pareja. Es más, se forman una imagen errada de la persona que pretenden. No se “enamoran” de su “yo” real, sino de cómo imaginan que es. Lo idealizan y lo magnifican, proyectando virtudes que el otro no posee, adjudicándole una personalidad que no se corresponde con la auténtica. Por eso las primeras impresiones no suelen ser objetivas, sino puramente emocionales. Y claro, a la hora de la verdad, cuando vea que el otro no es exactamente como creía, se sentirá estafado y desilusionado. Por su parte, el pretendido sentirá ser un fraude, hasta el extremo de sentirse indigno.
También incluimos a aquellos cuyo carácter impaciente e impulsivo les lleva a lanzarse inmediatamente a la conquista cuando sienten una pequeña atracción, dejándose llevar por la emoción, sin saber que esto puede agobiar a la otra persona. Todo quieren hacerlo a la velocidad del rayo.
En el caso de que todavía no estén saliendo como pareja, quieren experimentar de manera inmediata “fuegos artificiales” y “mariposas en el estómago” cada vez que están cerca del pretendiente. No dan tiempo a que los sentimientos se desarrollen. Así les resultará muy difícil llegar a amar realmente, porque el verdadero amor no es como el café, que lo introduces en la cafetera y en pocos segundos está listo para tomar. Están cometiendo un error al caer en la ensoñación hollywoodiense. Realmente no buscan una relación, sino un “Disney World”, como si la vida fuera un parque de atracciones.
Todo esto forma parte de una visión idílica, propia de los soñadores que viven fuera de la realidad: “Estoy segura de que todo aquel que en algún momento haya sido soltero puede identificarse con esa sensación que se experimenta al ver una pelicula romantica dulzona con un final feliz. Muchas veces lo que se siente no es felicidad, sino una soledad agudizada, autocompasión y una idolatria del ideal romantico. Al entrar al cine estábamos contentos; al salir nos preguntamos cómo hemos logrado sobrevivir a la inhumana y cruel injusticia de una vida sin novio”[1].

Hipercríticos
Muchas personas se precipitan en el juicio de valor que hacen sobre otros y esto los lleva a convertirse en expertos en encontrar facetas que no les gustan. Usan estas razones y argumentos para terminar rechazando en el plano sentimental a toda la humanidad. Realizan la “autopsia” desde el primer segundo.
Juegan mentalmente al “¿Quién es quién?”, aquel juego de mesa donde los dos jugadores disponían de un tablero idéntico con el rostro de 24 personas con sus respectivos nombres, y había que acertar la cara exacta que se encontraba en una carta que tenía nuestro oponente. La manera de hacerlo era haciendo preguntas: “¿Tiene gafas?; ¿Es gordo?; etc.”. Si el contrario respondía que “no”, íbamos bajando de nuestro tablero todos aquellos que no se correspondían a la definición, y así hasta que solo quedaba un candidato. Es el mismo “ejercicio” que llevan a cabo aquellos que buscan este tipo de “amores como rayos”: descartan a todo el mundo por decenas de razones (idea que ampliaré en el apartado sobre los “intransigentes”).
Unos juegan a partidas de cinco minutos y otros de un par de días, donde analizan con ojo hipercrítico al otro. Es cierto que es muy importante saber seleccionar lo que buscas. Ahora bien, una vez que has encontrado lo que más se ajusta a tus deseos, si comienzas a descartarlo porque no sientes desde el primer momento estrellitas a tu alrededor, estarás siendo injusto con los demás y cometiendo una falta de apreciación. Como dijo el filósofo Spinoza en su tratado de “Ética”: “La mejor manera de matar un sentimiento y dejarlo reducido a la nada es el hacer un frío y exhaustivo análisis del mismo”.

Las demandas
Dentro de este grupo de personas, habría que incluir a aquellas que demandan –aunque no lo expresen audiblemente- que el otro se comporte como si ya fueran pareja, cuando aun están en las primerísimas etapas del conocimiento mutuo. Una cosa es desear que alguien del sexo opuesto que comienzas a apreciar te ofrezca un beso en la mejilla, y otra muy distinta esperar que te ponga una alfombra roja cuando vayas a entrar en su coche por primera vez: Es muy dificil dar afecto a estos necesitados de amor. El mismo ardor afectivo en sí, es el que impide el reencuentro. Esperar esta comunión de corazón con tanta intensidad, con tanto miedo de ser desilusionados, que pierden la noción y la tranquilidad, en que florece la espontaneidad de los sentimientos. Desde el primer contacto desean tanta afectividad que no pueden menos que sentirse desilusionados. Y ante esa decepción se repliegan”[2].
Conocí a una mujer que le pidió a su enamorado que se casara con ella al mes de conocerlo. Llevada por la euforia, ya estaba pensando en los nombres de sus futuros hijos. Él pidió calma. Fue sabio, y más teniendo en cuenta que la relación no llegó a buen puerto. Hay demasiados casos donde dos individuos, movidos por las prisas, se comprometen, sin darse cuenta de que el tiempo les hará ver que no es el tipo de relación que buscaron y que no son adecuados el uno para el otro.

La búsqueda incesante del romanticismo eterno y continuo
Aquí también encontramos a los que ofrecen y buscan romanticismo desde prácticamente el comienzo de la relación. No es la mente la que actúa, ni siquiera el corazón, sino el propio deseo de experimentar el romance y sus beneficios. El problema surge cuando uno de ellos se da cuenta que sus acciones no están a la altura de los deseos románticos de la otra persona. Esta, como no recibe lo que espera, corta radicalmente sus muestras de afecto y ternura al que creía su príncipe azul, quien se siente totalmente despreciado.
Por todo esto, hay personas que saltan de flor en flor, porque consideran que lo mejor de una relación es el enamoramiento, no lo que viene después: el verdadero amor. Todavía no han aprendido la diferencia entre el enamoramiento y el amor auténtico, entre la locura de la obsesión y la paz del sentimiento sosegado pero profundo. Están totalmente influenciadas por las ensoñaciones que han alimentado por medio del cine y las novelas. La música suena de fondo, las palabras son dulces melodías pronunciadas por su amado, cuya melena ondea entre el viento, y la pasión mutua se palpa en el aire. Durante ese tiempo, en sus fructíferas imaginaciones, el hombre es fuerte pero sensible, tierno y a la vez con carácter, tranquilo pero decidido con su amor, manso pero apasionado con su dama. Y así con todo tipo de cualidades perfectas encarnadas en un ser humano que realmente no existe. Cuando lo descubre y abre los ojos, corta la relación.
Son los que creen en la fusión perfecta entre dos individuos donde se dará la comprensión total y la intimidad emocional insuperable en todo momento. La desilusión y el desengaño no tardarán en aparecer: “Las mujeres no pueden satisfacer a los hombres mejor de lo que los hombres pueden satisfacer a las mujeres. Sí, lo intentamos. Pero nos agotamos el uno al otro, y cada vez estamos más desilusionados con el modo en que el sexo opuesto nunca puede estar a la altura de nuestras expectativas de satisfacer todas nuestras necesidades emocionales y sexuales”[3].
Sí, el romanticismo es necesario en toda pareja. Es uno de los troncos que mantiene el fuego encendido y uno de los muchos beneficios de una relación, pero ni mucho menos es el único. Creer lo contrario es una clara muestra de inmadurez, independientemente de la edad que cada uno posea. Si es tu caso, debes cambiar esta forma de pensar cuanto antes.
Si eres el afectado, sé consciente de que no es la persona adecuada para ti o que no te quiere realmente, aunque te duela aceptarlo. Lo mejor que puedes hacer es alejarte en cuanto sepas qué sucede si no hay un cambio evidente. Ser cristianos no libra a nadie per se de caer en errores humanos.

Tiempo al tiempo
Nuestra personalidad es como un abanico, está formada por distintas partes. Para contemplarla desplegada en su totalidad, hay que conocer los pensamientos más profundos del otro, observarla en múltiples situaciones y circunstancias, ver cómo se relaciona con los que le rodean para así conocer sus puntos fuertes y débiles (tanto a nivel humano como espiritual), etc. Y eso lleva tiempo, a veces mucho tiempo. No se puede congeniar en un abrir y cerrar de ojos. De ahí que descartar de un plumazo seguir conociendo en profundidad a una persona a la cual has observado en muy pocas facetas de su ser, puede que sea precipitado; especialmente si efectivamente la has conocido y te gustado lo que viste en términos generales.
Construir una relación no es algo que se produzca de la noche a la mañana, ya que requiere motivación y actitud pro-activa (no quedarse de brazos cruzados), ya que no es fácil adaptarse al mundo del otro. No es algo que sé dé como por arte de magia, sino que se construye paso a paso.
Si tú no das ocasión a ello, es imposible que los sentimientos, el cariño y el amor se desarrollen. No tiene nada que ver el amor maduro –real- con la pasión novelesca que surge espontáneamente, y es irreal. Lleva bastante tiempo crear la complicidad emocional entre dos seres humanos, con todo lo que eso supone: concebir recuerdos compartidos, vivencias en común, etc. Y más a partir de ciertas edades donde se han  acumulado muchas otras experiencias en la vida, donde cada cual llega con su forma de pensar, de sentir, con sus hábitos y costumbres, miedos, sueños, ilusiones y proyectos. Unir dos vidas e integrarlas en una sola es el comienzo de un largo camino en común.
Es imposible intentar enamorarse. Es algo que no se puede forzar. No puedes decirle a tu corazón: “¡Ey, tienes que hacer que salte la chispa en mí por este chico en dos días!”. Todo eso vendrá (si viene) con el paso del tiempo. En un primer paso, surgirá el sentimiento primario. Pero el profundo llegará como consecuencia del trato diario durante un periodo más o menos largo.
Desechar de manera fulminante a alguien por quien previamente habías mostrado sumo interés, debe ser por causas muy claras. En esos casos, lo mejor no es ahondar en muchas explicaciones de las razones por las cuales no quieres seguir viéndolo; a menos que te las pida, lo cual sí demandaría una respuesta honrada por tu parte. Hay que entender cómo se va a sentir al ser rechazado de forma repentina: creerá que no está a la altura de las circunstancias. En definitiva: fracasado, inútil y miserable. No es fácil combatir en primera instancia esta clase de emociones negativas, ya que suelen afectar al amor propio de forma considerable; el afectado le da mil vueltas a todo aquello en lo que cree que pudo fallar o equivocarse. Tratar de consolarlo diciendo: “Tú eres un encanto, el problema no eres tú, soy yo” o “tienes muchas cualidades maravillosas y me siento muy bien a tu lado, pero...”, solo empeorará las cosas.

Aminora la marcha
Por todo esto, antes de decirle a alguien que ves en él todas las cualidades que buscabas en un compañero, piénsalo muy bien y sé consciente de lo que estás diciendo. Mide tus palabras. No le digas un día que es más de lo que habías soñado y al siguiente no mirarlo ni a los ojos.
Ve paso a paso y vive cada etapa sin prisas, disfrutándolas con paciencia y respetando los ritmos. No quieras acelerar y sentir aquello que es imposible en las etapas iniciales. De lo contrario, quemarás el intento de relación y ambos sufriréis. En tu caso, por la desilusión que te llevarás. Y, en el caso de él, porque pensará que ese cambio radical se ha debido a cosas graves o asuntos mayores (ya que los menores se hablan y se llegan a acuerdos intermedios), como rasgos de su personalidad que no toleras, que físicamente no te resulta nada atractivo cuando previamente parecía que sí, que no te gusta su forma de expresarse, etc. Aunque ninguna de estas sean las razones verdaderas, es lo que él pensará de sí mismo, y creerá que ha sido minuciosamente analizado, juzgado y sentenciado por todo aquello que no es apasionante en su ser.

La paciencia
Si hay cualidades importantes que te llaman la atención en grado sumo como para mostrar mucho interés por esa persona, pero a los pocos días de estar juntos notas que no termina de saltar la “chispa” en ti, sé paciente. Concédete tiempo; puede que surja más adelante. Lo opuesto es caer en actitudes infantiles. No quieras que tu corazón vaya a la misma velocidad que tus deseos. Dale a la otra persona la oportunidad de demostrar qué clase de ser humano es realmente en todos los aspectos, ya que, al principio, entre los nervios y lo novedoso de la situación (y en ciertos casos, timidez), puede que no se muestre tan natural como quisiera, y menos si ve que tú no das ningún paso de acercamiento hacia él, cuando antes le expresaste emotivamente que sí lo harías. Todos tenemos un manual de instrucciones, y conocer el del otro lleva mucho tiempo. Si lleva años especializarse en cualquier materia de estudio (y aun así nunca lo sabemos absolutamente todo), ¿cómo podemos esperar conocer el manual de otro ser humano, que es aun más complejo? Buscar en unos días el amor casi instantáneo, la mirada que te llevará al éxtasis emocional, es la búsqueda del cuento de hadas.
Se puede dar el caso de aquellos que, potencialmente, parecen ser grandes personas con magníficas cualidades pero, por las razones que hemos visto (nervios y novedad), comiencen la relación con mal pie o no de la manera que has soñado. Nuevamente, en ese caso, si ves que es un “diamante en bruto”, una persona que realmente merece la pena, deberías concederle el beneficio de la duda, en lugar de juzgarle por cada pequeña acción o detalle que no sea de tu agrado. De ahí la necesidad del tiempo. Sí, puedes observar en pocas semanas que esa relación no conduce a nada. Pero, por la misma “ley”, no deberías descartarla completamente y cerrar las puertas de par en par a los dos días, porque te podrías estar perdiendo un auténtico “diamante”, aun siendo diferente a la joya exacta que tenías en mente, y que finalmente podría ser la apropiada para ti.
Igual que la rosa más hermosa requiere un período para florecer, acontece igual en las personas, y más en una relación personal. Cualquiera que sepa mínimamente cómo se prepara una paella, sabrá que no basta con los ingredientes, sino que es necesario un tiempo para preparar el sofrito, dejarlo reposar, sazonarlo correctamente y mezclarlo, respetando cada etapa. Si nos pasamos o nos quedamos cortos, el arroz será un desastre e incomestible.
Recuerda este texto: “Con sabiduría se edificará la casa, y con prudencia se afirmará” (Pr. 24:3). Si los cimientos son buenos, deja que los pilares y el resto del edificio vayan construyendose progresivamente.

* En el siguiente enlace está el índice:
* La comunidad en facebook:
* Prosigue en: ¿Soltero porque siempre estás buscando a alguien mejor?


[1] Tylee, Alex. Mi amig@ es homosexual. Andamio.

[2] Tournier, Paul. De la soledad a la comunidad, p. 127. Clie.

[3] Ethridge, Shannon. La falacia de Grey. Grupo Nelson.


lunes, 5 de diciembre de 2022

8.3. Cuando es el miedo lo que impide salir de una iglesia malsana

 


Venimos de aquí: Contradiciendo a los que dicen que no hay que salir de una iglesia abusadora (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2022/11/82-contradiciendo-los-que-dicen-que-no.html).


Los dos grupos que no salen por miedo
Existen dos colectivos que evitan salir por puro miedo:

1. Un grupo formado por aquellos que saben que, si salen, perderán casi todas sus amistades, ya que a éstas posiblemente les prohibirán mantener el contacto, bajo amenaza de expulsión.

2. Otro serían aquellos que sienten verdadero pánico al “qué pensarán” los demás. Este miedo viene motivado porque saben que pesa un testimonio extremadamente negativo sobre todos los que se han marchado con anterioridad, y que ellos no serán una excepción. Tienen tal dependencia de la institución, del sistema y de la aprobación de los que están al frente, que se sienten incapaces de vivir ajenos a esta realidad. La inseguridad los corroe.

Una pregunta y una reflexión
La pregunta para ambos grupos es muy clara: “¿A qué y a quién están convertidos? ¿A los amigos o a Cristo? Hay ocasiones en que hay que elegir entre agradar a Dios o agradar a los hombres. Puede ser una de las decisiones más difíciles de tomar porque incluye muchas facetas. No saben qué será de sus vidas si salen del nido sobre el que gira todo para ellos. Pero cuando la verdad de Dios contradice a la verdad del hombre no hay vuelta atrás. El hecho de que una persona “conociera” al Señor en una congregación determinada no cambia que su lealtad se la sigue debiendo a Cristo, no a ese grupo en particular.
El miedo, la incertidumbre y la inseguridad son humanamente lógicas. Esto provoca que muchos cristianos sientan incluso terror ante la simple idea de marcharse, lo cual incluye reconocer que han estado equivocados o que los han engañado durante muchos años. Para no afrontar la situación, vuelven a engañarse a sí mismos y a creer que, por amor, deben soportar ciertas cuestiones, como si fueran parte de la cruz de Cristo.
Sin duda alguna, son personas dependientes del sistema en el que han desarrollado su caminar diario. En casos determinados, sobre todo entre los más jóvenes (el sector más vulnerable), se convierte en una adición al grupo, sin el cual no saben cómo vivir. El simple hecho de pensar que podrían perder todo lo que tienen les crea ansiedad, así que desechan directamente esa clase de ideas, anteponiendo los sentimientos humanos a la razón, ya que ese lugar representa su vida.

¿Agradar a Dios o al hombre?
A pesar de todas las explicaciones que se pueden dar para permanecer, el Señor fue muy claro respecto a estas actitudes: “Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios” (Jn. 12:42-43).
A lo largo de todo el Nuevo Testamento queda bien claro que no se puede agradar a Dios y al hombre. Hay ocasiones en que ambas opciones son posibles, pero hay otras que son totalmente incompatibles. Sin embargo, hay creyentes que hacen juegos malabares para tratar de unificar lo que es de por sí antagónico, tratando de complacer a todos, cuando en realidad no lo hacen con nadie. Actúan como en la fábula de Esopo:

Un hombre y su hijo iban con su burro al mercado. En el camino alguien les dijo: “No sean tontos, ¿para qué es un burro sino para montarse?”. El hombre puso al niño sobre el burro y otra persona gritó: “Que niño tan flojo, haciendo caminar a su padre”. El padre bajó al niño y se monto él. Nuevamente, otro individuo dijo: “Debe darle pena a ese hombre estar montado en el burro y su pobre hijo caminando”. Entonces ambos se montaron en el burro hasta que alguien les preguntó: “¿No les da pena ponerle tanto peso al burro?”. Así que ambos se bajaron del burro y el padre cargó el animal sobre sus hombros. Mientras caminaban lentamente, y para rematar, alguien más les hizo un comentario: “Bueno, ésta es la cosa más tonta que haya visto jamás: un burro que es llevado a cuestas”.

En este relato, el padre se dejó llevar por las voces de terceras personas, intentando complacerlas a todas, algo totalmente imposible.

¿Vivir o morir? ¿Valiente o cobarde?
Un cristiano plenamente asentado en Cristo y en las Escrituras, que tiene bien claro el concepto de libertad de conciencia, no callará ni permitirá que se le manipule, ni se dejará arrastrar por las posibles incertidumbres que se puedan presentar en su vida presente y futura. Ni las amenazas que podrán usar en su contra como la posible expulsión o el fuego eterno que le esperan por no hacer lo que otros dicen le doblegarán. Todo aquel que conoce la Verdad y vive en ella, es libre e inmutable.
William Shakespeare dijo: “Los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte; los valientes prueban la muerte sólo una vez”. El que dude de estas palabras, le recomiendo encarecidamente que vea la sensacional película Sophie Scholl (2005), que cuenta la historia verídica de una joven alemana, miembro del movimiento “La Rosa Blanca”, que se levantó contra Hitler, el nazismo y la guerra, y fue acusada de traición a la patria. Verás que el precio a pagar no importa cuando la conciencia del bien está por encima de todo.
Con esto no estoy llamando cobarde a aquel que no es capaz de afrontar una situación en la cual su conciencia le señala claramente que debería marcharse de un grupo, pero sí digo que aquel que no cambia de dirección cuando Dios se lo está mostrando claramente está muriendo en su ser interior día tras día. Mejor soportar el dolor de una vez, junto a la liberación consecuente, antes que ser esclavo y vivir sin vivir.

Continuará en: ¿Cómo se confronta a una iglesia cegada?