Venimos de aquí: El paso final en el noviazgo: dar, o no, el “sí quiero” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/05/10103-el-paso-final-en-el-noviazgo-dar.html).
Hace mucho tiempo me
topé con esta imagen por Internet y me hizo bastante gracia. No sé en qué
estaría pensando el que hizo el gráfico ni sé en qué grupo se incluía él. Quizá
estaba describiendo de forma irónica cómo se sentía, sin comprender el porqué
estaba soltero a pesar de considerarse un buen partido.
Ya vimos en el segundo
apartado del primer capítulo (Lo que le
duele a los solteros: Haciendo malabares: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/03/12-lo-que-duele-los-solteros-haciendo.html) las
razones por las cuales una persona puede seguir soltera; razones que no depende de ella en muchos casos y, en otras, porque no
es la voluntad de Dios que contraiga matrimonio. O, sencillamente, porque uno
no quiere tener pareja y siente que su llamamiento es a permanecer soltero e
igualmente pleno y feliz.
Así que, antes de
seguir leyendo todo lo que vamos a ver en este bloque, sería conveniente que
volvieras a leerlo para tenerlo presente en todo momento. ¿Por qué? Porque aquí
vamos a analizar los motivos cuya soltería sí está motivada por el individuo, y
es necesario que sepas distinguir lo uno de lo otro: las circunstancias en que
no tiene ningún grado de responsabilidad y en los que sí lo tiene, porque si
crees que tu soltería está causada por ti mismo pero no es así, te puedes
sentir mal contigo mismo o incluso culpable, y no es eso ni mucho menos mi
deseo. Así que, por mi parte, dicho queda.
Recuerda: aquí no me refiero
a cuando no te atrae la forma de ser de la otra persona, sino cuando sí lo hace
y, aun así, no quieres nada de ella.
Rechazando sin una explicación lógica
Vamos a situarnos: conoces a
alguien que cumple tu lista de requisitos o, al menos, gran parte. No hay nada
de entre sus puntos negativos o defectos que te resulten intolerables o te
causen un gran malestar. Te hace sentir bien ya que posee unas características
muy atrayentes como ser humano. Te gusta su personalidad, te agrada su
compañía, resulta ser una persona íntegra que te ofrece un gran apoyo
emocional, es cariñosa, amable, equilibrada y estable, está entregada al Señor y tus proyectos de vida se asemejan en
buena parte.
En conclusión, observas que
os podríais aportar mucho recíprocamente si fuérais pareja. Pero, aun así, la
rechazas desde el primer instante. Suena contradictorio, pero así sucede en
muchas ocasiones. No quieres conocerla en mayor profundidad, no le concedes una
oportunidad, te niegas a salir con ella. Y si lo haces, es por un brevísimo
periodo de tiempo; antes o después, le dices que no quieres continuar. Cuando,
sorprendida ante tu reacción, te pide una explicación, solo aciertas a decir
que no lo sabes. La persona rechazada se queda en estado de shock. No entiende
que le dijeras que habías hallado en ella lo que buscabas y luego la rechazaras
de la noche a la mañana sin que ocurriera nada extraño de por medio. Siente que
has despreciado su esencia, ya que cree que si hubieran sido temas menores se
lo habrías comentado para ir puliendo los desencuentros que ocurren en toda
relación. Al final, no quiere ni saber las razones por las que no has querido
saber nada más, dada la desilusión que se llevó por tu actitud, al comprender
que alguien así tampoco sería un buen partido para ella.
El helicóptero de Dios
Todo esto me recuerda mucho
a una historia que seguro conoces:
“Ocurrió en un pequeño pueblo durante una gran inundación de
la zona. El agua venía entrando en el pueblo y las autoridades pidieron que lo
evacuaran urgentemente porque iba a quedar totalmente cubierto. El cura del
pueblo veía desde el atrio como los camiones evacuaban a todos con premura,
y pedía que llevaran a todos los vecinos. Algunos al pasar le gritaban: ´Padre, abandone el templo y póngase a
salvo`, a lo que contestaba: ´Ustedes
primero porque yo estoy con Dios y Él me protege`. El agua subía velozmente
y en eso que se vio un camión que se acercaba y desde ella un vecino que le
gritó: ´Padre, súbase que ya el camino se
hace intransitable y no podrá escapar`. Y él dijo: ´No, ustedes ayuden a mi gente que Dios está conmigo y me protegerá`. Pasó
un tiempo y ya el agua había subido demasiado, por lo que el cura tuvo que
subir al primer piso y desde una terraza veía la inundación. Vio acercarse un
bote y el hombre le gritó: ´Padre, vengo
a buscarlo, súbase al bote por favor`. Pero él contestó: ´Hijo, primero busca a quien esté solo,
porque yo estoy con el Señor y Él me ayudará`. El agua seguía subiendo y el
cura ya no tenía donde subir ya que le llegaba por la cintura. Oyó un
helicóptero sobrevolar sobre él y el piloto le gritó: ´¡Padre, me mandaron a buscarlo, por favor trepe por la escalerilla
que le estoy arrojando!` Pero nuevamente lo rechazó: ´¡No, busca primero si alguien quedó y necesita ayuda, porque yo no
estoy solo, el Señor cuidará de mí!` Finalmente, el agua terminó por
ahogarlo. Cuando llegó al cielo se enojó con Dios: ´¡Señor! ¿acaso no he sido el mas humilde de tus servidores? ¡Señor!
¿acaso no he sido un hombre intachable, que se entregó por completo a servir a
tu amado pueblo?` Dios contestó afirmativamente a ambas cuestiones. Aun más
iracundo, el cura dijo: ´¡Entonces dime!
¿Por qué me has abandonado cuando estaba en el templo y dejaste que me muriese ahogado?` Y el Señor dijo: ´Yo no te abandoné, ¿acaso no te envié un
camión, un bote y un helicóptero y tú no quisiste salvarte? Entonces ¿de qué te
quejas?`”.
Aplicado a las peticiones de
pareja, hay ocasiones en que una persona ora por ella y el Señor responde,
situándola prácticamente delante, y aun así no son capaces de reconocerlas
porque están demasiados ensimismados en sí mismos, en sus propios pensamientos
y fantasías.
Hay motivos y “motivos”
Es evidente que, en el amor
–que no son matemáticas-, dos más dos no tienen que ser cuatro. Es evidente que
la chispa es necesaria. Es evidente, como ya vimos, que dos personas con buenas
cualidades no tienen que encajar sí o sí. Es evidente que, si se dio la
relación, puede que no funcionara o no fuera la persona adecuada. Ante todo
esto son ciertas las palabras de Blas Pascal: “El corazón tiene razones que la razón desconoce”.
No son iguales los motivos
por los que suele rechazar un adolescente, una viuda, un divorciado, que un
soltero de más de 30 años, ya que sus experiencias vitales son totalmente
distintas. Por ejemplo, una persona de más de cuarenta años tiene una forma de
pensar muy clara. Ante la pregunta de si es una edad difícil para las
relaciones, la psicóloga Pilar Cebrián
dice así: “Sí, suele serlo. Hemos vivido más, tenemos más claras
nuestras metas en la vida y surgen más frustraciones o manías. Estamos ya más
anquilosados, más bloqueados a nivel cerebral, nos volvemos más egoístas.
Entonces ahí las relaciones puede que se compliquen, no es como al principio
que estamos abiertos a todo porque somos más novatos o al final, que también de
alguna forma bajas mucho tus barreras. Yo creo que en estas edades venimos con
muchos fantasmas del pasado y estamos muy poco preparados para adaptarnos a
otra persona”[1].
Cada uno de ellos tienen sus
argumentos cuando no desean iniciar una
relación con una persona en concreto o cuando no quieren continuar con ella
tras un periodo de tiempo. Ahora bien, partiendo de la idea de Blas Pascal, hay
razones que se escapan de la lógica y del corazón, y que no entiende de edades,
que son más complejas de lo que creemos, que llevan a muchos rechazar a alguien
que verdaderamente podría convertirse en su cónyuge. Son oportunidades
desaprovechas, trenes que pasaron y que se puede afirmar con certeza que nunca
volverán. Como dice Luis Rojas Marcos: “Las parejas rompen por causas diversas. No obstante, uno
de los ingredientes más constantes de las rupturas traumáticas es la firme
creencia en la relación perfecta. Este ideal, tenazmente arraigado en la
imaginación de tantos hombres y mujeres, alimenta enormes y, casi por
definición, inalcanzables expectativas: profunda e inagotable intimidad
emocional, total comprensión, eterna satisfacción sexual, mutuo apoyo
incondicional, o el sueño más reciente de la pareja perfectamente simétrica e
igualitaria. Sin duda, esta imagen idealizada e irreal de la relación amorosa
es el caldo de cultivo de la desilusión, del resentimiento y, en definitiva, de
la transfiguración del amor al odio”[2].
Analizando las causas
Hecha esta pequeña
introducción, demos paso a analizar detenidamente cada una de estas
situaciones, para ver si es tu caso, y así modificar aquellas conductas o
actitudes que deben ser transformadas. Yo he identificado once, lo cual no
quiere decir que no haya más. Y son estas:
- Se busca el amor a la
velocidad del rayo.
- Siempre se está buscando a
alguien mejor.
- Intransigencia.
- No saber negociar con la
pareja.
- Prisionero de un pasado hiperactivo.
- Hay heridas sin sanar.
- Falta de reciprocidad a la hora de amar.
- Nunca hay tiempo para el amor.
- Se afirma no necesitar pareja.
- Hay miedo a diversos factores.
- Se toman las relaciones sentimentales como si fueran
un juego.
En muchos casos van
íntimamente unidos unos a otros, como si formaran una cadena inseparable.
Quizá crees que has
rechazado a tus candidatos porque no eran lo que buscabas y, en el Señor, lo
tenías bien claro. Si es así, es una decisión
madura y digna de aplaudir. Pero, si no es el caso (puesto que sí eran lo
que deseabas) observa estas cuestiones que voy a plantear, porque puede que no
seas plenamente consciente de ellas ni de cómo te estén afectando en tu
búsqueda de pareja. Quizá debas de dejar de culpar a los demás. Quizá no sea la
otra persona la que deba cambiar, sino ser tú quien madure en ciertas áreas o
modifique comportamientos y actitudes, como algunos prejuicios y
generalizaciones subjetivas. Por citar un
ejemplo: una persona que se muestra áspera y antipática, no puede esperar caer
bien a nadie o que se interesen por ella. Él mismo estará siendo el autor de
sus desgracias, como si cumpliera un profecía autorealizada.
El director Woody Allen refleja esta idea con una frase llena de ironía
y humor: “Mi esposa era
básicamente inmadura. Cuando yo estaba en la bañera, venía y me hundía los
barquitos”. ¿Quién era el inmaduro, él o la esposa?
Como alguien dijo: “Hay que convertirse en la persona adecuada en lugar de
buscar a la persona adecuada”. Aquellos que afirman que no pueden cambiar, en
realidad están declarando abiertamente que no
quieren cambiar. Eso es simple y llanamente orgullo. Mientras vivas negándolo
todo y no lo reconozcas ante ti mismo, tropezarás una y otra vez en la misma
piedra. No es fácil aceptar que uno forma parte de
alguno de estos grupos, pero hacerlo es el primer paso para madurar.
En el lado opuesto,
basándote en tus propias experiencias personales, puede que seas de los que
piensas así: “No tengo mal
aspecto, tengo un buen trabajo y dinero en el banco, y amo a Dios, pero las
mujeres no parecen estar satisfechas con eso. Se enamoran del tipo malo, de
quien las trata como basura. Dicen que quieren a un hombre agradable, pero
realmente no es así. Piensan que pueden tomar a un hombre malo y convertirle en
un hombre bueno. Pero al considerar los historiales de algunas mujeres, eso
aparentemente nunca funciona. Les siguen partiendo el corazón y pisoteando, y
yo sigo preguntándome: ¿Qué es lo que ellas no pueden ver en un hombre como
yo?”[3].
Si es el caso y eres
tú al que han rechazado, leer este capítulo te ayudará a comprender por qué ocurrió ante
determinadas circunstancias. Puede que el inmaduro o no-conveniente para ti,
fuera el otro. Así entenderás a la otra parte y los motivos por los cuales
actuó como lo hizo.
* En el siguiente enlace está el índice:
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* Prosigue en: Buscando el amor sentimental
a la velocidad del rayo.
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