martes, 25 de octubre de 2022

3. ¿Logrará la biotecnología que seamos inmortales?

 


Venimos de aquí: ¿Qué tiene que decir el cristianismo sobre los deseos de la biotecnología de rediseñar al ser humano? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2019/09/2-que-tiene-que-decir-el-cristianismo.html).

Algunos podrán decir que los avances que hemos explicado en los artículos previos implicarán que, algún día, dejemos de morir. Para desazón de muchos fantasiosos, esto no es así. Significa una mejor calidad de vida, no “la ausencia de la muerte”. La razón es sencilla de explicar: incluso aunque se logre mantener más largos los telómeros (cuyo límite, incluso estirándolos, parecen estar en torno a los 150 años), no implicaría que fuéramos a vivir de forma eterna, sino que apenas tendríamos enfermedades y que estaríamos prácticamente sanos y vigorosos durante esos años.

¿Inmortales?
Ante la falsa perspectiva que se tiene sobre la “inmortalidad”, debemos cuestionarnos la premisa que nos quieren vender y que no se puede sostener: ni siquiera José Luis Cordeiro –del que hablamos en la primera parte-, se atreve a hablar de inmortalidad, por lo que la llama longevidad indefinida. Él mismo reconoce que hay multitud de factores que se escapan al control del hombre y que pueden provocar el fallecimiento, incluso sin enfermedades de por medio: un accidente de tráfico, un atropello, ahogarse, una guerra, una agresión física, diversos desastres naturales (terremoto, tsunami, meteoritos, tormentas, lluvias torrenciales, volcanes, etc.). No existe la seguridad absoluta y nunca la habrá.
Sepamos que, si estamos comiendo cacahuetes y se nos atraganta uno –solo uno-, sin que haya nadie a nuestro alrededor para realizarnos la Maniobra de Heimlich[1], tengamos por seguro que ni los telómeros, ni la medusa Hidra, ni todos los descubrimientos futuros de la biotecnología serán un escudo indestructible contra la muerte: “No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte; y no valen armas en tal guerra” (Ecl. 8:8).

El transhumanismo
La otra opción que nos presenta la humanidad ante el fatalismo de la muerte es la que promulga el transhumanismo: entre otras barreras, la final y más alta que aspiran a superar es la de transferir/volcar nuestra mente (entendiendo ésta como nuestra la suma de la memoria y la conciencia) a:

- Dispositivos electrónicos, sea a un cuerpo humano clonado o robótico que podría ser reemplazado en caso de avería. Esto es lo que intenta llevar a cabo el proyecto ruso llamado la Iniciativa 2045, “que busca alcanzar la inmortalidad mediante la copia digital del cerebro humano al interior de un robot”[2], y está financiado por el millonario Dmitry Itskov. Otros hablan de hacer lo mismo pero en cuerpos clonados de nosotros mismos. Es algo que deja ver muy claramente en la serie Altered Carbon, basada a su vez en la novela homónima de Richard K. Morgan y ubicada en el año 2384. A los cuerpos se les llama “funda” y la conciencia es transferida de una funda a otra cuando falla o se hace inservible. Evidentemente, son los millonarios los que pueden pagar las mejores fundas, incluso múltiples de ellas para garantizar su supervivencia en caso de sufrir un accidente mortal.

-  Una red de redes a imagen y semejanza de Internet, pero infinitamente más avanzada, donde terminaríamos siendo parte de una especie de conciencia colectiva: “El Dr. Randal Koene, neurocientífico, ex profesor de la Universidad de Boston, asegura que es completamente posible: los 86.000 millones de neuronas que componen nuestro cerebro y que se conectan a través de descargas eléctricas pueden replicarse en otro soporte”[3].
Según ellos, esta segunda forma garantizaría que viviríamos eternamente. Sería una existencia post-biológica: “Si podemos realizar un escaneo de la matriz sináptica de un individuo y reproducirla dentro de una computadora, entonces será posible emigrar desde nuestro cuerpo biológico a un substrato puramente digital. Entonces, estando seguros que tenemos varias copias de nuestra matriz sináptica, realmente podremos disfrutar de períodos de vida ilimitados. Sin duda lo anteriormente mencionado requiere del uso de una Nanotecnología ya madura, pero hay también otras formas menos extremas de fusionar la mente humana con la computadora y hoy día se están desarrollando interfases del tipo neuro/chip. Esta tecnología está en sus pasos iniciales y en el futuro podremos conectarnos en forma directa al ciberespacio”[4].
¿Es imposible?: “Nuestro cerebro tiene 86.000 millones de neuronas y cada una de ellas está conectada a otras 10.000. Recrear todo esto en un disco duro de cinco centímetros de diámetro parece imposible. Pero hay expertos que se resisten a creerlo. Uno de ellos es Randal Koene, físico, neurobiólogo y neurocientífico, quien se ha propuesto descargar su cerebro en un ordenador. Koene cuenta para conseguirlo con el apoyo de Elon Musk (creador de Pay Pal, Tesla y Space X) y del millonario ruso Dimitry Itskov, entre otros, que han invertido casi mil millones de euros para hacerlo. Una de las empresas que ha nacido gracias a esta cantidad de dinero es Neuralink, propiedad del propio Musk”[5]. El mismo Stephen Hawking ha afirmado que “teóricamente es posible hacer una copia de nuestro cerebro y cargarla en un ordenador”.
Estas ideas, más o menos desarrolladas, ya se han visto en novelas como Neuromante de William Gibson, en películas como Robocop, Matrix, Transcendence, Ghost in the shell, Johnny Mnemonic, Eternal y Avatar, en algunos capítulos de la serie Black Mirror y en la reciente serie de animación Phanteon.
A esta nueva identidad se la llama post-humano, puesto que sería una “evolución” del ser humano tal y como lo hemos conocido a lo largo de toda la historia.
¿De verdad que hay personas que quieren vivir dentro de una red informática? ¿Se puede desear una tontería más grande? Pues parece que sí. Como dijo Albert Einstein: “Dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana; y yo no estoy seguro sobre el universo”.

Una conclusión tajante
La realidad es que, aunque llegáramos a tener una especie de longevidad indefinida, al final, de una manera u otra, polvo somos, y al polvo volveremos (cf. Gn 3:19). El escritor de Eclesiastés lo expuso muy gráficamente: “Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad. Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo” (Ecl. 3:19-20).
Hay cristianos que señalan que todos estos avances científicos son una de las señales específicas –entre otras muchas-, que anuncian la segunda venida de Cristo, basándose en Daniel 12:4: “Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará”. Como el pasaje en cuestión no cuantifica el límite del avance, podría ser pronto o no. Pero lo importante es que, tengamos una idea al respecto u otra, e independientemente de que es evidente que el avance moral de la especie humana no está yendo parejo al científico (como dijo Isaac Asimov: “la ciencia reúne el conocimiento más rápido de lo que la sociedad reúne la sabiduría”), todos vamos a morir, sea por una causa u otra.
Por mucho que queramos, no somos nuestros propios “dioses”, como el también famoso científico y escritor de ciencia ficción Arthur C. Clarke quiso transmitir en su relato El fin de la infancia. No es a nosotros a quién le corresponde tener potestad sobre la vida y la muerte, sino a Dios: “Si él pusiese sobre el hombre su corazón, y recogiese así su espíritu y su aliento, toda carne perecería juntamente, y el hombre volvería al polvo” (Job 34:14-15).
Vivamos 50 o 5000 años, sanos o enfermos, todos moriremos, y es en esa última frontera donde deberíamos centrar nuestra atención. La biotecnología y el transhumanismo, al fin y al cabo, no son más que intentos fútiles de lograr en términos humanos la fuente de la eterna juventud, un sucedáneo de la verdadera vida eterna.


Continuará en ¿Cuáles serían los problemas si viviéramos cientos de años en este mundo?

lunes, 10 de octubre de 2022

1. Preguntas y respuestas. Ideas erradas que los homosexuales tienen de los cristianos y de Dios

 

Como haré a lo largo de toda la obra, aviso que los capítulos de este libro hay que leerlos en el orden en el que están escritos, sin saltarse ninguno. El lector queda prevenido.

Ante la ingente cantidad de falsedades que se ofrecen e ideas erradas que muchos tienen sobre el verdadero cristianismo, considero necesario mostrar la otra realidad que no se cuenta y que distorsiona la verdad que afirmamos. Existe una sustantividad que, en lo que respecta a los postulados sobre la homosexualidad, pocas veces coincide con la que se ofrece en los medios de comunicación generalistas. La cantidad de falacias que muestran contra los cristianos sobreabunda de forma ofensiva.
Es grotesco que, hoy en día, la sociedad –fuertemente influenciada por el cine, la televisión en general y la literatura-, considere que pensar de forma opuesta a los principios que defienden los grupos LGTBI sea “homofobia” y “delito de odio” –llevándolo al terreno de lo delictivo-, como no paran de repetir insistentemente, tanto que es raro el día en que no viene algún artículo en la prensa al respecto. Es más, hay redes sociales que, en ocasiones, censuran y eliminan los escritos que ofrecen opiniones divergentes sobre la homosexualidad, pero permiten campar a sus anchas todas las blasfemias habidas y por haber contra Dios y los creyentes.
Así que, la base sobre la que voy a trabajar, se sustenta en los quince puntos que conformarán este primer capítulo, que vienen a ser principios y notas aclaratorias sobre prejuicios que se tienen contra los cristianos y la doble vara de medir. Así nadie podrá decir algo que yo no dije ni sacar mis palabras de su contexto. Retorcer lo que aquí expongo y quedarse solo con lo que “interesa”, sería pura malicia.
Aunque considero que algunos aspectos no necesitan mayor explicación, otros los ampliaré y desarrollaré en sucesivos escritos. 


Continuará en 1.1 ¿Es homofobia que los cristianos no pensemos como los grupos LGTBI?

lunes, 3 de octubre de 2022

8.1. ¿Debes salir de una congregación venenosa y de una iglesia en desorden?

 


Venimos de aquí: ¿Tienen “cura” los lobos eclesiales? ¿Qué se esconde tras su máscara? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2022/04/75-tienen-cura-los-lobos-eclesiales-que.html).

El simple hecho de plantearse si un cristiano debe marcharse de una comunidad es sumamente triste. Si tal idea se ha proyectado claramente en la mente de un creyente es porque hay falta de paz en su corazón. Sabe que algo grave y concreto no funciona a su alrededor. Puede ser que todo aquello que le parecía maravilloso en la superficie ya no lo vea de la misma manera, después de que sus ojos fueran abiertos y contemplara los rincones más oscuros.
En Herejías por doquier[1] y Mentiras que creemos[2], planteé insistentemente cuestiones muy serias que están fuera del orden de Dios y que afectan directamente a la vida de un cristiano en todas sus facetas. Una iglesia local que enseña “La Teología de la prosperidad”, “La confesión positiva”, “Las maldiciones generacionales”, que se mueve bajo el yugo del legalismo, que alecciona sobre la imposibilidad de juzgar a los que se llaman a sí mismos ungidos de Jehová, y donde la libertad de conciencia está restringida a la voz del pastor, entre otros temas, es una congregación que no es sana, aunque haya verdaderamente hijos de Dios en medio de ella. 
Como repito una y otra vez, muchas iglesias locales enseñan una sana doctrina en las doctrinas fundamentales (la salvación por gracia, la Trinidad, la resurrección de los muertos, etc.) pero usan métodos que caen en lo sectario en lo que respecta a su funcionamiento (estructura piramidal, obediencia absoluta al líder, etc). En otras cuestiones, han tergiversado el puro evangelio para hacer un especial hincapié en doctrinas antibíblicas o extrabíblicas que ahogan al creyente. Son falsas enseñanzas que se han infiltrado en las últimas décadas y que, en la mayoría de las ocasiones, deberían conducir al creyente a alejarse con premura de tales lugares y correr por salvaguardar su vida.
El problema que ahora se nos plantea es qué hacer cuando tomas conciencia de que eres parte de una iglesia local enferma, al detectar falsas doctrinas o actitudes éticas alejadas del cristianismo.

Las diversas actitudes ante una situación muy delicada
Un viejo amigo me confesó que, a pesar de las graves faltas que había observado en su lugar de reunión y que eran contrarias a las enseñanzas bíblicas que él mismo creía, nunca se marcharía porque amaba demasiado al resto de sus hermanos, los cuales no eran culpables de lo que allí se cocía. Ese sentir es comprensible. Pero el problema al actuar de tal manera es que se antepone el pensamiento humano a la verdad de Dios. Y eso es un grave error.
Es trágico que haya creyentes, honestos en su fe, que, cuando ven una flagrante injusticia o escuchan enseñanzas erradas, prefieren guardar silencio. Otros dicen que a ellos no les incumbe, puesto que sus miradas están puestas exclusivamente en el cielo y no en la tierra: “Mi deber es guardar mi testimonio. Lo que ellos hagan mal no depende de mí. Tampoco es para tanto. Mientras que no me hagan nada...”. Esto es vender la propia integridad. Pura carnalidad reflejada en personas espiritualmente inmaduras. Ni más ni menos que la ética de Poncio Pilatos: lavarse las manos. Creen que así no serán responsables, cuando realmente son cómplices. En ningún ser humano que se precie debería darse tal actitud: “El hombre por ser moral reacciona contra todo aquello que es moralmente inaceptable y que es racionalmente inadmisible. Toda injusticia y cualquier acto lesivo contra el prójimo son moral y racionalmente inadmisibles”[3].
No actuar correctamente trae consecuencias: “Cada iglesia tiene el pastor (o los líderes) que se merecen. Es imposible que una congregación espiritual y apegada a las Sagradas Escrituras pueda tener un líder carnal porque se excluyen mutuamente”[4]. En definitiva, una iglesia carnal tendrá un pastor carnal, y una iglesia espiritual tendrá un pastor espiritual. Es cierto que, a corto plazo, una iglesia espiritual (por ignorancia) puede tener un pastor carnal, pero a medio y largo plazo no puede ser así. Es la iglesia la que tiene la última palabra al respecto, algo que muchos olvidan.

Las razones por las cuales algunos callan
A menos que esté cegado y no se haya dado cuenta de la verdadera realidad (lo cual suele suceder muy a menudo y le puede pasar a cualquier hijo de Dios), cuando alguien calla es porque:

1. Se está engañando a sí mismo.

2. Ha recibido un paulatino adoctrinamiento que le imposibilita cuestionar o disentir. Esto le lleva a no pensar por sí mismo ni a poner en tela de juicio nada de lo que le enseñan. Ante cualquier duda que pueda surgirle, se le exhorta por su propio bien a que no lea libros ni escuche a personas con opiniones diferentes a las que oficialmente enseña la congregación. La persona cae en esta trampa por pura ingenuidad: su concepto del cristianismo es tan romántico tras el nuevo nacimiento que cree que la verdad absoluta es la que se transmite en el lugar donde se congrega. Si durante años ha escuchado las mismas ideas repetidas una y otra vez, aparentemente muy bien argumentadas, las da por ciertas.
Esto es lo mismo que ocurre en las dictaduras políticas: “La refugiada norcoreana Gang Na-Hyun, profesora de Literatura norcoreano, que reside con su marido e hijo de 13 años en Seúl desde 2006, narra como ´desde las 7:30 de la mañana, antes de pensar las clases, estudiábamos el Pensamiento Juche (catecismo ideológico del presidente eterno Kim Il-sung, basado en la autosuficiencia), y las políticas de kim Jong-il`. Ella expresa  cómo el continuo lavado de cerebro impide a los norcoreanos darse cuenta de sus miserias: ´Siempre creí que Kim Jong-il era el mejor líder del mundo y que el hambre la causaban Estados Unidos y Corea del Sur al impedir el comercio`. Cuando le preguntan si no le molestaba estudiar a diario las obras de kim Jong-i, ella contesta: ´No, era lo que se debía hacer. No se cuestionaba`. Hasta que llegó a China no comprendió que había otra forma de vida. Otro de los refugiados, al conocer la verdad, señala: ´El primero sorprendido fui yo. Al principio dudé, pero luego sentí un profundo odio hacia el régimen por engañarnos`[5]. En las congregaciones enfermas se actúa de la misma manera: puro adoctrinamiento.

3. Ha acallado su conciencia tras ignorarla durante mucho tiempo, tomando una actitud pasiva, renunciando con ello a ciertos valores éticos que deberían ser innegociables. Aquí pienso como Gerardo de Ávila: “Yo soy de la opinión que el que no está dispuesto a sacrificar aun su vida por sus convicciones no tiene derecho a tenerlas. Aunque en realidad no las tiene si no las defiende con su vida. Lo irónico es que al tratar de salvar la vida está comprometiendo sus convicciones no la está salvando sino, en realidad, la está perdiendo. El hombre sin convicciones está muerto”[6]. En definitiva, está siendo cómplice al no denunciar los errores que contempla. Y ya sabemos que “el que calla, otorga”. Como dijo Martín Lutero: “No oponerse al error es aprobarlo, no defender la verdad es negarla”.
Los que no abren sus bocas, sabiendo la verdad, no tienen ningún derecho a quejarse porque carecen de autoridad moral para hacerlo. Pueden tener la mente llena de conocimientos teológicos, pero no les sirve de nada. Son los que prefieren que los demás no tengan una imagen negativa de ellos si se deciden a actuar. Se limitan a seguir la corriente para no meterse en problemas. Muchos de ellos se convierten con el tiempo en ayudantes de los lobos (secretarios, ayudantes, “mano derecha” o como quiera llamárseles).

La crítica oculta y la “fidelidad” eterna
Aparte de estos tres tipos, hay otra clase de creyentes: aquellos que se limitan a la crítica oculta. Pero, como dijo Erica Jong: “El chisme es el opio del oprimido”. Son los que deciden permanecer en tales lugares, provocando una tensión en sus conciencias que les lleva a sentirse enfermos por la manifiesta incongruencia entre lo que piensan y lo que hacen. Hay algunos que se quedan esperando que la situación revierta, cuando lo único que logran es eternizar el sistema. Y están los que creen que deben mostrar fidelidad eterna al pastor aunque esté errado, puesto que Dios les compensará por esa lealtad.
Estas palabras de Terry Nance suponen un atentado en toda regla a las Escrituras: El escudero no le obedeció a Saúl, que quería que lo matase, así que Saúl tomó su vida al echarse sobre su espada. Y viendo su escudero a Saúl muerto, el también se echó sobre su espada, y murió con él. Cuando su amo cayó, el escudero no tenía más razón de vivir. Por respeto a su oficial, él también se tiró sobre su espada. El suicidio no fue idea suya. Como Saúl escogió poner fin a su vida, su fiel servidor hizo lo mismo”[7]. El título del libro es “El escudero”. Más bien deberían haberlo titulado “El suicida”. Ya dijo Jesús que tanto el ciego como el que le guía caerían en el hoyo (cf. Mt. 15:14).


Continuará en: Contradiciendo a los que dicen que no hay que salir de una iglesia abusadora.