lunes, 3 de octubre de 2022

8.1. ¿Debes salir de una congregación venenosa y de una iglesia en desorden?

 


Venimos de aquí: ¿Tienen “cura” los lobos eclesiales? ¿Qué se esconde tras su máscara? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2022/04/75-tienen-cura-los-lobos-eclesiales-que.html).

El simple hecho de plantearse si un cristiano debe marcharse de una comunidad es sumamente triste. Si tal idea se ha proyectado claramente en la mente de un creyente es porque hay falta de paz en su corazón. Sabe que algo grave y concreto no funciona a su alrededor. Puede ser que todo aquello que le parecía maravilloso en la superficie ya no lo vea de la misma manera, después de que sus ojos fueran abiertos y contemplara los rincones más oscuros.
En Herejías por doquier[1] y Mentiras que creemos[2], planteé insistentemente cuestiones muy serias que están fuera del orden de Dios y que afectan directamente a la vida de un cristiano en todas sus facetas. Una iglesia local que enseña “La Teología de la prosperidad”, “La confesión positiva”, “Las maldiciones generacionales”, que se mueve bajo el yugo del legalismo, que alecciona sobre la imposibilidad de juzgar a los que se llaman a sí mismos ungidos de Jehová, y donde la libertad de conciencia está restringida a la voz del pastor, entre otros temas, es una congregación que no es sana, aunque haya verdaderamente hijos de Dios en medio de ella. 
Como repito una y otra vez, muchas iglesias locales enseñan una sana doctrina en las doctrinas fundamentales (la salvación por gracia, la Trinidad, la resurrección de los muertos, etc.) pero usan métodos que caen en lo sectario en lo que respecta a su funcionamiento (estructura piramidal, obediencia absoluta al líder, etc). En otras cuestiones, han tergiversado el puro evangelio para hacer un especial hincapié en doctrinas antibíblicas o extrabíblicas que ahogan al creyente. Son falsas enseñanzas que se han infiltrado en las últimas décadas y que, en la mayoría de las ocasiones, deberían conducir al creyente a alejarse con premura de tales lugares y correr por salvaguardar su vida.
El problema que ahora se nos plantea es qué hacer cuando tomas conciencia de que eres parte de una iglesia local enferma, al detectar falsas doctrinas o actitudes éticas alejadas del cristianismo.

Las diversas actitudes ante una situación muy delicada
Un viejo amigo me confesó que, a pesar de las graves faltas que había observado en su lugar de reunión y que eran contrarias a las enseñanzas bíblicas que él mismo creía, nunca se marcharía porque amaba demasiado al resto de sus hermanos, los cuales no eran culpables de lo que allí se cocía. Ese sentir es comprensible. Pero el problema al actuar de tal manera es que se antepone el pensamiento humano a la verdad de Dios. Y eso es un grave error.
Es trágico que haya creyentes, honestos en su fe, que, cuando ven una flagrante injusticia o escuchan enseñanzas erradas, prefieren guardar silencio. Otros dicen que a ellos no les incumbe, puesto que sus miradas están puestas exclusivamente en el cielo y no en la tierra: “Mi deber es guardar mi testimonio. Lo que ellos hagan mal no depende de mí. Tampoco es para tanto. Mientras que no me hagan nada...”. Esto es vender la propia integridad. Pura carnalidad reflejada en personas espiritualmente inmaduras. Ni más ni menos que la ética de Poncio Pilatos: lavarse las manos. Creen que así no serán responsables, cuando realmente son cómplices. En ningún ser humano que se precie debería darse tal actitud: “El hombre por ser moral reacciona contra todo aquello que es moralmente inaceptable y que es racionalmente inadmisible. Toda injusticia y cualquier acto lesivo contra el prójimo son moral y racionalmente inadmisibles”[3].
No actuar correctamente trae consecuencias: “Cada iglesia tiene el pastor (o los líderes) que se merecen. Es imposible que una congregación espiritual y apegada a las Sagradas Escrituras pueda tener un líder carnal porque se excluyen mutuamente”[4]. En definitiva, una iglesia carnal tendrá un pastor carnal, y una iglesia espiritual tendrá un pastor espiritual. Es cierto que, a corto plazo, una iglesia espiritual (por ignorancia) puede tener un pastor carnal, pero a medio y largo plazo no puede ser así. Es la iglesia la que tiene la última palabra al respecto, algo que muchos olvidan.

Las razones por las cuales algunos callan
A menos que esté cegado y no se haya dado cuenta de la verdadera realidad (lo cual suele suceder muy a menudo y le puede pasar a cualquier hijo de Dios), cuando alguien calla es porque:

1. Se está engañando a sí mismo.

2. Ha recibido un paulatino adoctrinamiento que le imposibilita cuestionar o disentir. Esto le lleva a no pensar por sí mismo ni a poner en tela de juicio nada de lo que le enseñan. Ante cualquier duda que pueda surgirle, se le exhorta por su propio bien a que no lea libros ni escuche a personas con opiniones diferentes a las que oficialmente enseña la congregación. La persona cae en esta trampa por pura ingenuidad: su concepto del cristianismo es tan romántico tras el nuevo nacimiento que cree que la verdad absoluta es la que se transmite en el lugar donde se congrega. Si durante años ha escuchado las mismas ideas repetidas una y otra vez, aparentemente muy bien argumentadas, las da por ciertas.
Esto es lo mismo que ocurre en las dictaduras políticas: “La refugiada norcoreana Gang Na-Hyun, profesora de Literatura norcoreano, que reside con su marido e hijo de 13 años en Seúl desde 2006, narra como ´desde las 7:30 de la mañana, antes de pensar las clases, estudiábamos el Pensamiento Juche (catecismo ideológico del presidente eterno Kim Il-sung, basado en la autosuficiencia), y las políticas de kim Jong-il`. Ella expresa  cómo el continuo lavado de cerebro impide a los norcoreanos darse cuenta de sus miserias: ´Siempre creí que Kim Jong-il era el mejor líder del mundo y que el hambre la causaban Estados Unidos y Corea del Sur al impedir el comercio`. Cuando le preguntan si no le molestaba estudiar a diario las obras de kim Jong-i, ella contesta: ´No, era lo que se debía hacer. No se cuestionaba`. Hasta que llegó a China no comprendió que había otra forma de vida. Otro de los refugiados, al conocer la verdad, señala: ´El primero sorprendido fui yo. Al principio dudé, pero luego sentí un profundo odio hacia el régimen por engañarnos`[5]. En las congregaciones enfermas se actúa de la misma manera: puro adoctrinamiento.

3. Ha acallado su conciencia tras ignorarla durante mucho tiempo, tomando una actitud pasiva, renunciando con ello a ciertos valores éticos que deberían ser innegociables. Aquí pienso como Gerardo de Ávila: “Yo soy de la opinión que el que no está dispuesto a sacrificar aun su vida por sus convicciones no tiene derecho a tenerlas. Aunque en realidad no las tiene si no las defiende con su vida. Lo irónico es que al tratar de salvar la vida está comprometiendo sus convicciones no la está salvando sino, en realidad, la está perdiendo. El hombre sin convicciones está muerto”[6]. En definitiva, está siendo cómplice al no denunciar los errores que contempla. Y ya sabemos que “el que calla, otorga”. Como dijo Martín Lutero: “No oponerse al error es aprobarlo, no defender la verdad es negarla”.
Los que no abren sus bocas, sabiendo la verdad, no tienen ningún derecho a quejarse porque carecen de autoridad moral para hacerlo. Pueden tener la mente llena de conocimientos teológicos, pero no les sirve de nada. Son los que prefieren que los demás no tengan una imagen negativa de ellos si se deciden a actuar. Se limitan a seguir la corriente para no meterse en problemas. Muchos de ellos se convierten con el tiempo en ayudantes de los lobos (secretarios, ayudantes, “mano derecha” o como quiera llamárseles).

La crítica oculta y la “fidelidad” eterna
Aparte de estos tres tipos, hay otra clase de creyentes: aquellos que se limitan a la crítica oculta. Pero, como dijo Erica Jong: “El chisme es el opio del oprimido”. Son los que deciden permanecer en tales lugares, provocando una tensión en sus conciencias que les lleva a sentirse enfermos por la manifiesta incongruencia entre lo que piensan y lo que hacen. Hay algunos que se quedan esperando que la situación revierta, cuando lo único que logran es eternizar el sistema. Y están los que creen que deben mostrar fidelidad eterna al pastor aunque esté errado, puesto que Dios les compensará por esa lealtad.
Estas palabras de Terry Nance suponen un atentado en toda regla a las Escrituras: El escudero no le obedeció a Saúl, que quería que lo matase, así que Saúl tomó su vida al echarse sobre su espada. Y viendo su escudero a Saúl muerto, el también se echó sobre su espada, y murió con él. Cuando su amo cayó, el escudero no tenía más razón de vivir. Por respeto a su oficial, él también se tiró sobre su espada. El suicidio no fue idea suya. Como Saúl escogió poner fin a su vida, su fiel servidor hizo lo mismo”[7]. El título del libro es “El escudero”. Más bien deberían haberlo titulado “El suicida”. Ya dijo Jesús que tanto el ciego como el que le guía caerían en el hoyo (cf. Mt. 15:14).


Continuará en: Contradiciendo a los que dicen que no hay que salir de una iglesia abusadora.

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