lunes, 4 de abril de 2016

Superman: un falso dios



Usando el reciente estreno de la película Batman v Superman: El amanecer de la justicia, quiero aprovechar la ocasión que se me presenta para tratar una vez más un tema que me apasiona, pero de una manera muy diferente a la habitual. Estos tres artículos gustarán especialmente a los cristianos que son aficionados al kryptoniano. Por otro lado, deseo que llegue también a aquellos que no son creyentes pero buscan respuestas de una manera un tanto diferente y original.
Antes de que nadie se pueda ofender –y si lo hace le animo de buen grado a que deje de leer con total libertad- quiero apuntar a que mi intención no es identificar ni igualar la imagen de este personaje ficticio de capa roja con Jesucristo, sino reflejar sus enormes diferencias. De esta manera, en la tercera parte podremos ver –una vez más- la imperiosa necesidad que tenemos de un Salvador (en mayúsculas) cada una de las personas que habitamos este planeta y que conformamos la especie humana. Ese es mi propósito principal. Pero si no te gusta mezclar cine y fe, o no te agrada que otros lo hagan, te recomiendo que no sigas leyendo.
Dejando mis gustos personales a un lado, he comprobado en los últimos años que algunos cristianos –incluso aquellos que no lo son- han tratado de buscarle semejanza a este personaje ficticio con Jesús.
Los defensores de tales posturas usan “una pequeña parte” de la mitología de Supeman para encontrar similitudes con la historia del verdadero Mesías. Llevan a cabo lo que en teología se llama eis-egesis: buscar en el texto las partes que les interesan para defender sus propias y previas conclusiones (lo cual es un prejuicio), en lugar de analizar lo que verdaderamente dice el escrito en su totalidad. Y eso es un grave error, porque sacar una tesis sobre Superman e igualarlo al Mesías descrito en la Biblia basándose en un número muy reducido de argumentos es irresponsable y, a la vez, muy poco serio, terminando por ver lo que quieren ver, no la realidad. Es como ofrecer la causa de la muerte sin  autopsia y sin hacer pruebas de los órganos más importantes. Tom Mankiewicz –asesor creativo de las dos primeras película de Superman- dijo: “la metáfora estaba clara ahí cuando Jor-El envía a Superman a la Tierra igual que Dios envió a Cristo”. Como vamos a ver en su conjunto, tal similitud no existe, por lo que la metáfora es completamente errónea. Si expusiera una clase de Cristología, usaría al superhéroe como ejemplo de “cómo no es” y “quién no es” Jesús.
Como buen aficionado al personaje y, sobre todo, como creyente, no me limitaré a esos breves apuntes que se estiran hasta límites insospechados para la propia conveniencia, sino que usaré “una extensa parte” de la mitología del superhéroe a la luz de las Escrituras para desmitificar tales postulados y demostrar justo lo contrario: que Jesús y Superman son opuestos y sus diferencias resultan abismales. Es más, antes de detallarlas, adelantaré la conclusión: por mucho que algunos se hayan esforzado en comparar a Superman con Jesús y en encontrar más analogías de las que realmente existen, como concepto bíblico y teológico, Superman es un falso Mesías, un “falso dios” (false god), como llegan a pintarle en una estatua suya en Batman v Superman: El amanecer de la justicia.
A partir de ahora, una vez que entramos en materia, y para no confundir al lector, los títulos de las películas irán citadas en color azul y los cómics en rojo. No hablaré de las distintas series de animación para no complicarlo.

Mi encuentro en la infancia
Mentiría si dijera que no llevo años queriendo escribir sobre esta cuestión y su relación con un personaje que entró en mi infancia para nunca jamás volverse a ir. El momento concreto se produjo cuando yo era un crío y contemplé al alter ego de Clark Kent rescatar a su damisela Lois Lane en plena caída al vacío desde un helicóptero en Superman (1978, Richard Donner):
- Yo la sujeto.
- ¡Qué va a sujetarme! ¿Y quién le sujeta a usted?

Aceptando con total naturalidad que los efectos especiales han quedado un tanto desfasados respecto a los que se pueden ver en el presente (aunque conservan el encanto de la época), he perdido la cuenta del número de veces que esa escena me ha emocionado y ha puesto a trabajar el conducto lagrimal. ¡Y qué decir de la clásica sinfonía compuesta por John Williams que medio mundo es capaz de tararear y que pone la piel de gallina hasta lograr que salten todos los resortes emocionales! (https://www.youtube.com/watch?v=CvFo5BijsHs).
La promoción de la época ya anunciaba lo que veríamos en las pantallas: “Creerás que un hombre puede volar”.

 Aunque nos resultara cómico el hecho de que nadie le reconociera por llevar unas gafas, por el ricito del pelo y por la raya del peinado, muchos jóvenes por aquella época usábamos la toalla de la piscina para lanzarnos con ella al agua imitando a este extraterrestre... sin que ninguno de nosotros fuera capaz de surcar el firmamento, sino que más bien obtener como resultado un planchazo en toda regla contra el agua, con el consecuente dolor y enrojecimiento en el pecho y el estómago. Nada de “S” de Superman, sino “D” de dolor. A pesar de ello, en nuestro interior, él representaba al héroe que a todos nos hubiera gustado ser: con un toque payasete y melancólico, patosamente romántico, con multitud de poderes extraordinarios, humilde, entregado, amado, etc. Si Superman fingía ser Clark o viceversa es un debate creo que irresoluble, como apunta Lois: “A veces, Clark Kent es ese tipo torpe y balbuceante que va con su enorme bigote de leche, sus enormes gafas y su traje malo... y un instante después, tiene más seguridad en sí mismo y es más intuitivo que cualquier hombre que haya... conocido. Eres una paradoja, Clark” (Superman: Secret Origin). Por eso nos gustaba tanto el personaje. Tan humano y tan sublime al mismo tiempo.
Aunque ha sido interpretado por diversos actores como Kirk Alyn, John Newton, Gerard Christopher, George Reeves, Brandon Routh, Tom Welling o el actual Henry Cavill –entre otros-, y a pesar de sus buenas actuaciones, ninguno ha alcanzado la simbiosis tan perfecta de “Clark/Superman” que logró el difunto Christopher Reeve (1952-2004).
Desde aquella primera vez que la vi, hace ya más de treinta años, he disfrutado muchas veces de esta fábula y de sus distintas representaciones, tanto en la pantalla grande como en la pequeña, y en algunos fantásticos cómics: Para el hombre que lo tiene todo, de Alan Moore y Dave Gibbons; Las cuatro estaciones, de Jeph Loeb y Tim Sale; Identidad secreta, de Kurt Busiek y Stuart Immonen; Orígenes: Superman, de Geoff Johns y Gary Frank; All-Star Superman, de Grant Morrison y Frank Quitely; Kingdom Come, de Mark Waid y Alex Ross; Legado de Mark Waid y Leinil Yu; Hijo Rojo, de Mark Millar y Dave Johnson; El último hijo de la Tierra, de Steve Gerber y Doug Wheatley; etc.  

Origen y evolución de Superman
Las historias de este superhéroe comenzaron a publicarse en la revista Action Comics en Junio de 1938. La “S” que lleva en el pecho no tiene su origen en la “S” de Satán –como apuntan algunos que ven demonios hasta debajo de la sopa-, sino en el apellido de sus creadores: Jerry Siegel (guionista) y Joe Shuster (dibujante), dos jovencitos judíos que estudiaron juntos en Nueva York tras conocerse en Cleveland en 1930 a los 16 años.
A grandes rasgos, ¿qué se nos ha contado desde entonces sobre el personaje en todas estas décadas, donde su mitología no ha dejado de crecer? Sus padres, Jor-El y Lara Lor-Van, enviaron a su hijo Kal-El a la Tierra minutos antes de la destrucción de su propio mundo, Krypton. Teóricamente fue el último superviviente de su especie, aunque el tiempo demostró lo contrario (una manera más de aprovechar “la gallina de los huevos de oro”): su prima Kara Zor-El (Supergirl), Krypto (el superperro), Beppo (el supermono), los villanos Zod, Ursa, Non, Mala, Kizo y U-Ban, la ciudad al completo de Kandor (capital de Krypton y habitada por 10.000 kryptnonianos) –reducida, “embotellada” y secuestrada por el supervillano Brainiac- son algunos más que se salvaron, entre otros.     
Al llegar a nuestro planeta, fue criado en un pequeño pueblo de Kansas llamado Smallville –ficticio y célebre por la serie de televisión que años después hicieron sobre la adolescencia del protagonista- por dos humildes granjeros que lo encontraron, Jonathan y Marta Ken, quiénes le llamaron Clark Kent (como confesó Shuster, tanto él como Siegel les encantaba el cine, por lo que el nombre lo tomaron mezclando el de dos actores famosos: Clark Gable y Kent Taylor).
Al llegar a su adolescencia descubrió que el efecto de los rayos solares en sus células le concedía una serie de poderes especiales como la capacidad de llevar a cabo saltos kilométricos, supervelocidad más allá de la luz, volar, visión calorífica, microscópica y telescópica, aliento congelador, fuerza casi ilimitada, superoído, etc.  Siendo prácticamente invulnerable, sus únicos puntos débiles eran la kryptonita (fragmentos radiactivos de su planeta) y la magia (tema que se desarrolla especialmente en los cómics), aparte de su incapacidad para ver a través del plomo (un poco absurdo).
En su vida adulta, Clark trabajó como reportero en el Daily Planet en la ciudad también imaginaria de Metrópolis (nombre tomado de la película del mismo nombre de 1927), combinando su tiempo con todas sus hazañas como Superman, luchando contra enemigos como Bizarro, Darkseid, Parásito, Metallo, Mongul, Imperiex y una extensísima lista. Su refugio y su casa era la llamada Fortaleza de la soledad –situada en el Ártico- un vestígio de su planeta natal (de ahí su arquitectura). Era también miembro de la llamada Liga de la Justicia, formada por otros superhéroes como Batman, Flash, Detective Marciano, Aquaman, Green Lantern, etc. Poco tiempo después de revelar su identidad a Lois Lane y pedirle matrimonio, fue asesinado por Doomsday aunque terminó “resucitando”. A pesar de sus escarceos amorosos con Lana Lang en el instituto, con la sirena atlante Lori Lemaris en la universidad, con la actriz kryptoniana Lyla Lerrol en un viaje al pasado, con la princesa Diana de Themyscira (Wonder Woman) en la vida adulta, y con alguna más como Sally Selwyn, Luma Lynai y Lyrica Lloyd, se casó con su compañera de trabajo Lois.
Esa es su historia, dejándome muchos detalles en el tintero, tanto del pasado como del presente –puesto que su historia continúa- mezclando aspectos y diversas narraciones de su amplia mitología.
¿Dudas absurdas? ¡Muchas! ¿Qué clase de poder encerraba el beso que le dio Clark Kent a Lois en Superman II para que logrará que ella olvidara su verdadera identidad? ¿Por qué antes llevaba los calzoncillos por fuera? ¿Qué piensan las personas que se encuentran la ropa de un adulto en las cabinas telefónicas, detrás de puertas giratorias o en la parte superior de un ascensor? Cuando vuela a toda velocidad y se detiene de golpe, ¿por qué la capa no se le enreda en la cabeza? Todo esto daría para una buena parodia, aunque en 1975 hicieron un musical desternillantemente cómico, interpretado por David Wilson, en la adaptación para la televisión que hizo la cadena ABC del musical de Broadway “It’s a Bird… It’s a Plane… It’s Superman” (https://www.youtube.com/watch?v=KZM-dSEnE1o; impagable el minuto 18, más propio de una película de Bud Spencer y Terence Hill).

¿Similitudes entre Jesús y Superman?
Aunque en los últimos años se ha querido asemejar este personaje de cómic con Jesús (por medio de reinvenciones/reinterpretaciones/actualizaciones, sobrecargándolo de supuestas analogías), en sus verdaderos orígenes poco o nada tenían que ver. Aunque se dedicara a “salvar” a los más débiles, no era una especie de Mesías que buscaba salvar al ser humano de la manera en que hizo Jesús, sino una mezcla de Hércules y Robin Hood –como el mismo Shuster afirmó sobre el personaje interpretado por Douglas Fairbanks Senior- que luchaba contra las injusticias de la década de los años treinta y cuarenta, usando sus poderes para enfrentarse a mafiosos, políticos y empresarios corruptos, entre otros males sociales. Lo vemos desde Action Comics #1, donde en su primera aparición demostró la inocencia de una condenada a la silla eléctrica instantes antes de la ejecución, deteniendo a la verdadera culpable.
Es lo mismo que podemos ver con el Capitán América (creado en 1941), que solía enfrentarse a los nazis. Por mencionar dos patrones en la vida del kryptoniano: vemos por un lado su lucha en 1946 contra el Ku Klux Klan en The Adventures of Superman (el serial de radio que desde 1940 hasta 1951 recreaba a los oyentes sus aventuras), y por otro involucrado en conflictos bélicos como la 2ª Guerra Mundial y la del Vietnam, o su preocupación por las armas nucleares en Superman IV: En busca de la paz, ambientada en los años 80, donde el miedo a una guerra atómica estaba muy presente.

Superman fue hijo de su época y lo ha seguido siendo hasta el día de hoy, haciendo mención a los problemas de cada período de tiempo, como todos los superhéroes de los universos ficticios de DC y Marvel, donde cuestiones como el racismo, las drogas, la inmigración, el desempleo, la prostitución y la explotación infantil han pasado por sus páginas. Y así seguirá siempre.
Para muchos inmigrantes judíos que llegaban a Norteamérica, el personaje representaba la capacidad de adaptarse a esa nueva sociedad y poder triunfar. Aunque los autores pudieran tener influencias religiosas por el hecho de ser descendientes de hebreos, no significa automáticamente que le adjudicaran a su creación el papel del Mesías descrito en el Antiguo Testamento. Las mayores influencias de Jerry Siegel y Joe Shuster fueron el cine, las tiras cómicas y la ciencia ficción del estilo John Carter. Esas son las verdaderas metáforas -que sí son claramente visibles e intencionadas en Las crónicas de Narnia: el león, la bruja y el armario- e ir más allá de algunos simbolismos resulta sumamente forzado. Por citar un último ejemplo de alguno de los disparates que han llegado a mi pila de lectura: algunos apuntan que los tres villanos de turno (Zod, Ursa y Non) son el dragón, la bestia y el falso profeta mencionados en Apocalipsis 16:13, ya que han sido condenados al igual que el diablo. ¡Eso es dejar que la imaginación y la invención propia tomen el control!
No olvidemos que las reminiscencias mesiánicas que nos encontramos son más bien fruto de la evolución del personaje a lo largo de setenta años –donde su mitología se ha extendido casi incontrolablemente- y una manera más de llamar la atención sobre su figura.
Personalmente, una de las pocas similitudes que observo es en una escena de la película de 1978: El general Zod –un rebelde de Krypton que trata de dar un golpe de Estado- le dice a Jor-El (el padre de Superman, interpretado por el también fallecido Marlon Brando): “Únete a nosotros [...] la tuya puede ser una voz importante en este orden nuevo. Solo yo te aventajaría en poder. Te ofrezco alcanzar la gloria Jor-El; cógela. Únete a nosotros. Tú te arrodillarás ante mí. Te lo juro. Doblarás la rodilla ante mí, aunque me lleve una eternidad. Y vosotros, y un día tus herederos”. Años después, cuando fue liberado accidentalmente de su prisión, Zod le dice a Superman que se arrodille ante él.
Todas sus palabras evocan en mi mente a una de las ofertas de gloria y poder que el diablo le hizo a Jesús: Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos” (Lc. 4:5-7).
Ahí sí podemos decir que “nos recuerda” a la tentación de Jesús. Pero una cosa es que una película en concreto –como otras muchas- nos pueda evocar en nuestra mente una historia bíblica, y otra muy distinta es que ese sea su propósito y finalidad. Sería tan absurdo como decir que el profeta Eliseo y Magneto se parecen porque el primero hizo flotar una hacha de hierro (cf. 2 R. 6:6), o que Felipe el evangelista y Rondador Nocturno tienen los mismos poderes puesto que se teletransportan (cf. Hch 8:38-39). Jesús caminó sobre las aguas y Flash podía correr sobre ellas. ¿Compararemos por eso a Cristo con el velocista escarlata? Si queremos ser serios, digamos que en Action Comics #1 –tal y como lo idearon por primera vez Jerry Siegel y Joe Shuster- se nos narra que el bebé Superman fue recogido de la nave espacial por un motorista que lo entregó a un orfanato. Con toda mi ironía: a menos que a los escritores de los Evangelios se les olvidara contarlo, Jesús no estuvo en un orfanato. Tampoco trabajó como camarero o pescador como Clark en El hombre de acero. Así que, por favor, ¡no seamos ridículos usando la lupa para buscar metáforas agarradas con pinzas!
No creas que me olvido del nombre kryptoniano de los protagonistas. Aunque es cierto que “El” (Jor-El y Kal-El) es la palabra en hebreo para “Dios”, comparar las características y la personalidad de la familia “El” con “Dios” puede resultar ofensivo y, sobre todo, blasfemo, puesto que son sumamente diferentes, como detallaremos en la segunda parte. Además, originariamente, el nombre del padre era Jor-L y el del hijo Kal-L, como se mostró por primera vez en la tira de prensa de Superman en Enero de 1939. Fue a finales de 1942 cuando George Lowther –locutor y guionista del programa de radio The Adventures of Superman- otorgó los nuevos nombres, que fueron adoptados a su vez por el cómic en el número especial del décimo aniversario en 1948. Así que no fueron Jerry Siegel y Joe Shuster quienes tenían en mente llamar “El” al padre de Superman y a él mismo, sino que fue una reinvención posterior.


Por todo esto digo que asemejar ambas historias es mezclar churras con merinas[1]. Si pensamos que alguien es “el Mesías” o “un Mesías” por el hecho de que viene a la Tierra desde fuera de ella enviado por su padre para liderar a los humanos, nuestro problema es que tenemos un concepto muy pequeño del término judeo-cristiano de Mesías. Igualmente, si creemos que Superman y Jesús comparten esencia por el hecho de que ambos fueron rechazados, estamos viendo lo que queremos ver más allá de la realidad.

Sigue en Las abismales diferencias entre Jesús y Superman”




[1] Significado de dicha expresión: Recomienda no colocar en el mismo plano temas o personas de naturaleza muy distinta. El referente elegido en el refranero procede del mundo ovino, en el que la lana de las ovejas merinas es más apreciada que la de las churras, porque la lana de estas últimas es más vasta. http://cvc.cervantes.es/lengua/refranero/ficha.aspx?Par=59214&Lng=0

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