miércoles, 10 de junio de 2015

5.1. Las amistades con el sexo opuesto: Diferencias entre amistad y amor





Este es un tema que no es nada fácil de abordar y del que se han escrito multitud de libros, y aquí quiero aportar mi granito de arena. Estoy convencido de que Dios desea que tengamos buenas amistades con personas del sexo opuesto aunque no sean nuestra pareja sentimental. Es cierto que resulta problemático porque hay ciertas fronteras que en ocasiones son difíciles de marcar y, sobre todo, de distinguir. Así que vamos a tratar punto por punto para tratar de llegar a algunas conclusiones que nos resulten satisfactorias para todos.  

Los primeros escarceos
Puesto que las amistades entre personas de distinto sexo varían según la edad, empezaremos hablando a partir de la etapa de la adolescencia.
Evidentemente puede surgir una complicidad entre dos jóvenes de distinto sexo que les lleve a ser amigos íntimos. Pero hay que tener muy claro que esa relación tiende a convertirse en el enamoramiento mutuo (o, al menos, de uno de los dos), aunque no tiene que ser siempre así, ni mucho menos. En esa edad comienza el despertar sexual y se busca de manera inconsciente y de manera natural a la persona del otro género. Nace el deseo de sentir ternura, aprecio y una complicidad más íntima. Las chicas comienzan a sentir atracción hacia los chicos alrededor de los 12 años, y sobre los 14 ocurre lo mismo de los chicos hacia ellas. La diferencia principal a esa edad entre los dos sexos es que ellas buscan más el cariño emotivo y, puesto que maduran antes en el campo emocional que ellos, es normal que se fijen en chicos mayores. Por el contrario, ellos se centran más en el terreno sexual; de ahí la atracción física que tanto les llama la atención.
Al comienzo, las relaciones entre chicos y chicas surgen de manera espontanea y hacen prácticamente lo mismo que todos los amigos: hablar, pasear, hacer deporte, salir al cine, etc[1]. Eso sí, casi siempre en grupo: las típicas pandillas. Y, un día, de repente, sienten que están enamorados de un amigo. La amistad surgió sola y el enamoramiento exactamente igual. Así comienza el tira y afloja con las frases de doble sentido, las miradas cruzadas y avergonzadas, el “sí pero no” y el “no pero sí”, hasta que llega el día en que uno de ellos suele tomar la iniciativa y se declara. Normalmente no lo hace a lo loco. Suele usar espías (o sea, las amistades en común) para asegurarse de que el sentimiento es recíproco. Esas semanas que transcurren entre el enamoramiento y la declaración suelen ser un torbellino interior que provoca que cueste la misma vida dormir, el apetito decrezca y el único deseo e interés en la vida sea estar con la persona amada. Sólo existe un pensamiento: Él/Ella. Si la respuesta del otro es , a partir de ahí pueden ocurrir distintas circunstancias:

- La pareja dura un breve periodo de tiempo que será recordado en el tiempo como el “primer amor”. Evidentemente, no es una edad sencilla, puesto que ambos son totalmente inmaduros y están en pleno proceso de formar su propia personalidad. Como alguien dijo: “Si ya es difícil cuidar de uno mismo, cuánto más de dos”. Esto puede causar muchos problemas ya que arrastran esa inmadurez durante el noviazgo. Pueden sentir que han dejado de crecer a nivel individual porque no han podido desarrollarse por libre y de repente tienen una relación entre manos cuando no saben ni cuidar de sí mismos. Se enamoran por causas superficiales, como la belleza física y lo divertido que resulta la otra persona, pero no saben realmente en qué basan el amor que creen sentir.
- O, por el contrario, la pareja se va estableciendo con la edad, maduran juntos y superan progresivamente todas las dificultades que surgen en el camino.

Así se suele establecer la diferencia entre amistad y amor en la adolescencia.
La pregunta que muchos se hacen es si a estas edades se deben tener relaciones de noviazgo. Hay opiniones para todos los gustos. En ningún lugar de la Biblia se cuestiona este asunto. En la cultura semita y en otras era costumbre que los padres acordaran el matrimonio, que se contraía a edades muy tempranas, aunque procuraban respetar los deseos de los hijos. Las tradiciones eran totalmente diferentes a las del presente y no nos podemos ceñir a ellas. Sí así fuera, también tendríamos que casarnos con nuestra cuñada si nuestro hermano falleciera y no tuviera hijos, como se indica en Deuteronomio 25:5. Y esto es algo que no creo que muchos estuvieran dispuestos a llevar a cabo.
Antes de proseguir, dejemos varias cosas claras: No entiendo a los que hablan de “noviazgos intermedios”, que hacen distinción entre un “noviazgo informal” y un “noviazgo formal”, como si fuera un juego de adolescentes, tal y como apoyan Michael y Amy Smalley en el libro “Vestidos para las citas amorosas”. ¿Acaso un noviazgo es un mero pasatiempo? ¿Por qué se banaliza algo tan importante? Existe la amistad profunda por un lado, y el noviazgo con propósito por otro; no hay caminos intermedios ni noviazgos informales. La razón principal para estar de novios es comprobar si la persona que tenemos delante es la adecuada para casarnos con ella y permanecer a su lado toda la vida, no meramente para pasarlo bien. ¿Está preparado un adolescente para tomar tal decisión? Evidentemente no. No posee ni la madurez ni la experiencia requerida para decidir en tal encrucijada, aunque se sienta locamente enamorado y crea que ese amor nunca pasará, y que en su caso no será como en el resto cuyas relaciones no llegaron a buen puerto. La realidad es que, a esta edad, apenas ha conocido a otras personas y, con el tiempo, casi con total seguridad, conocerá algunas que le gusten mucho más por razones más objetivas. De ahí la razón de que la inmensa mayoría de los noviazgos adolescentes fracasen.
Ahora bien: ¿Prohibe la Palabra de Dios un noviazgo entre personas jóvenes? No, sino que ella marca pautas generales para las relaciones humanas. Pablo dice que “por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20), y en ningún lugar se enseña que el noviazgo entre adolescentes sea pecado en sí. Así que no soy partidario de prohibir rotundamente algo que la Biblia no define como transgresión a la Ley ni de aumentar la lista de prohibiciones como hacían los fariseos.
Dicho esto, es cierto que el sentido común recomienda no involucrarse en estas relaciones prematuras: “Todo me es lícito, pero no todo conviene” (1 Corintios 10:23). Pero también lo es el hecho de que a veces se da el caso que hemos visto: las dos personas juntas van madurando sobre la marcha tanto a nivel personal como en su relación con Dios y terminan casándose muchos años después, aunque hay que reconocer que no es ni mucho menos la norma y que es muy difícil. El problema es que todo el mundo piensa que ellos serán la excepción. Como sé que a la gran mayoría de los adolescentes no les entusiasma este punto de vista, lo único que pueden hacer las personas adultas y maduras que estén a su alrededor (especialmente sus padres) es hablarles de los pros y contras, guiándoles en el camino, para que entiendan qué es realmente el noviazgo, el cual no es una sucesión continua de besos y romance sin fin.

Los límites que separan la amistad del amor en la vida adulta
En la edad adulta, la amistad íntima entre personas de sexo opuesto conlleva mayores dificultades. Hay muchos que niegan la posibilidad de esta clase de relación, como dice Jules Renard: Entre un hombre y una mujer la amistad es tan sólo una pasarela que conduce al amor”. Como yo lo entiendo, la realidad es distinta: Creo que sí se dan esta clase de amistades sin que haya amor romántico de por medio. Pero aunque sean reales, me vuelvo a repetir: no es sencillo por muchas y variadas razones que vamos a exponer. La más clara de todas: entre dos personas que comparten una amistad verdadera puede surgir el enamoramiento en cualquier momento, sin buscarlo y de manera inesperada. Fuimos creados así, para sentir atracción el uno por el otro, el hombre hacia la mujer y la mujer hacia el hombre. Esa atracción es natural. Y esa huella que nos caracteriza no puede ser borrada porque el amor (el verdadero amor) surge en varias etapas: Comienza con la amistad espontánea y genuina. El siguiente nivel es el sentimiento de cariño y ternura. Luego se produce la atracción física y el romanticismo. Y termina con la entrega mutua que lo desea todo del otro.
Por lo tanto, es relativamente fácil enamorarse en esta clase de amistad. Y, de igual manera, no es tan fácil que suceda. ¿Por qué? Porque se conocen tan bien el uno al otro y desde hace tantos años que el factor sorpresa casi no existe, y sabemos que este suele ser uno de los ingredientes que dan lugar a esa primera chispa del enamoramiento. Realmente no hay fórmulas matemáticas exactas para determinar sí ocurrirá o no. El corazón es un verdadero misterio.
En esta edad todo es diferente. Ya no se busca la superficialidad sino las relaciones que aporten crecimiento a la propia vida y a la de otra persona. Comenzamos a interesarnos de verdad por el otro: sus intereses, gustos, aficiones, sueños, miedos, fortalezas, debilidades, virtudes, defectos, etc. Y viceversa. Todo esto nos lleva a una verdadera amistad. Pero estas características se repiten también en el amor porque es prácticamente la labor de una pareja: escuchar a la otra persona, ofrecerle consuelo, consejo, ánimo, valorar lo positivo y reconducir lo negativo, contar los secretos más íntimos y compartir tanto las alegrías como las tristezas.
Como sabemos, el roce hace el cariño. Y ese roce continuo nos puede llevar al enamoramiento sin que en un principio fuera ese el propósito. Y nadie está preparado para negar ese sentimiento cuando surge. Se puede ocultar. Se puede reprimir. Pero no se puede negar ante uno mismo ya que no hay disfraz que pueda largo tiempo ocultar el amor donde lo hay.
¿Cuál es el límite entre los sentimientos de amistad y el amor? Esta definición es bien clara: “Entre una amistad profunda y sincera con un alto nivel de compenetración y el amor existe una frontera muy imprecisa; posiblemente la existencia o no de atracción sexual sea el factor que incline la balanza hacia un lado u otro. Y la sexualidad es algo que unas veces con claridad y otras de forma insinuada, consciente o inconscientemente, impregna toda relación y comunicación estrecha entre hombre y mujer[2]. Personalmente quiero añadir un matiz a esta definición: Puedes declarar que una amiga es guapa sin que esto implique necesariamente que sientas atracción física hacia ella. De igual manera que puedes abrazarla de manera especial sin que esto conlleve sentimientos románticos.
El amor y la amistad difieren de forma clara. El enamoramiento propio no asegura que la otra persona vaya a sentir lo mismo por nosotros, por mucho que lo deseemos. Y si es al revés, que ella esté enamorada de nosotros, no significa que vayamos a experimentar el mismo sentimiento. En ambos casos, aunque no nos correspondan/no correspondamos, esto no provocará que el amor que siente uno de los dos desaparezca instantáneamente. Sin embargo, en una amistad es diferente. Si la otra persona no desea ser nuestro amigo, más temprano que tarde desaparecerá nuestro deseo de ser parte de su vida. Y lo mismo de él respecto a nosotros si no queremos saber nada sobre su persona.
Aunque es uno mismo quien debe determinar el límite entre la amistad y el amor, nosotros mismos podemos descubrir cuál es a partir de ciertos detalles. Por ejemplo, la necesidad que tenemos de contacto físico con esa persona. Puede que otros te toquen o te abracen, pero ¿qué sientes cuando ese amigo lo hace? Aparte de esta señal, se puede percibir otras que se van acumulando, como el sentir celos al verlo con alguien de tu mismo sexo, el deseo creciente de pasar más y más tiempo a su lado, la necesidad de saberlo todo de la otra persona (el amigo no necesita tanto), lo que piensa y siente en todo momento, la forma de mirarl@, etc.
El dar muestras continuas de cariño a un amigo por el cual no hay sentimientos románticos suele ser fuente de conflictos, pues hace dudar al otro de las verdaderas intenciones. Se confunde amistad con algo más. Si no hay sentimientos románticos en ti, cuida ese detalle, como el hecho de hacer regalos muy personales con asiduidad, los continuos halagos, la exaltación de sus virtudes y valores, o los piropos sobre su atractivo físico.  
El sexólogo educador Felipe Hervé España Aguilar coincide en que la amistad puede darse entre hombres y mujeres, aunque para que esto ocurra debe haber una atracción distinta a la física. Por ejemplo, indica que puede tratarse de una atracción a nivel intelectual o afectiva, indispensables para llegar a una intimidad en lo que a amistad se refiere. No obstante, manifiesta que el respeto mutuo y el límite que se establece marca la pauta entre una sana amistad y una relación más allá de este sentimiento.
Hasta este punto todo en orden. Si una amistad lleva a una relación, bienvenida sea, ya que el hecho de que ambos sean íntimos amigos es una de las bases principales del noviazgo. Los lazos serán más fuertes y un gran tramo habrá ya sido recorrido para el idilio que comienza, dado el conocimiento mutuo que se ha forjado durante años.
Aquí un ejemplo copiado de uno de los cientos de foros en Internet que tratan este tema peliguado, narrado por una chica de 29 años: “Me encantaba estar con él, hablábamos siempre de todo, le tenía confianza absoluta. Incluso le presenté un par de amigas para que saliera porque lo veía muy solo. Recuerdo muy bien cuando lloré delante de él por un tipo que me encantaba y no me hacía caso. Él tenía la palabra precisa para consolarme”. Pero esta amistad profunda comenzó a provocarle sentimientos que sentía ajenos: “Me ponía celosa cuando lo veía cerca de otra mujer. Necesitaba verlo más seguido y buscaba excusas absurdas para llamarlo por teléfono. La gente que nos rodeaba se daba cuenta y me insistían en que yo estaba enamorada de él. Reconozco que estar cerca de él me agradaba, es más, lo buscaba. Le tomaba la mano, lo abrazaba, teníamos un vínculo muy cercano”. Finalmente el proceso se desencadenó: “En un asado realizado en mi casa le di un beso. Sentí que la química era muy fuerte. Desde entonces, hasta ahora, nunca nos volvimos a separar. Estamos casados hace más dos años y tenemos una hija. Sigue siendo mi mejor amigo, pero adoro que además viva conmigo”. Tan real como la vida misma.
Por el lado contrario, si no surgen estos sentimientos en ningún momento, la amistad seguirá adelante. Será igualmente enriquecedora puesto que la vida se contempla de manera diferente según nuestro género y podemos aprender los unos de los otros.

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5.2. Las amistades con el sexo opuesto: Complicaciones y posibilidades.
http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/06/52-complicaciones-y-posibilidades-en.html 


[1] Como siempre, me refiero a actividades que suelen realizar los solteros cristianos. Si estos van a discotecas y fiestas donde el consumo de alcohol es masivo, el problema es evidente. Hay incongruencia entre lo que dicen creer y lo que practican.
[2] J. A. Vallejo-Nágera. Guía práctica de Psicología.

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