lunes, 28 de octubre de 2019

La sana enseñanza de la sexualidad bíblica


Venimos de aquí: ¡Descontamínate de la perversa enseñanza sexual de la sociedad actual! (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2019/07/descontaminate-de-la-perversa-ensenanza.html).

En el artículo anterior expusimos claramente que nuestra sociedad está organizada según los valores del príncipe de este mundo, el diablo (cf. Jn 16:11). En Buscaste la plenitud y el sentido a la vida por medio de las relaciones románticas, de los placeres y del materialismo (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/08/3-buscaste-la-plenitud-y-el-sentido-la.html) vimos el patrón de conducta que se observa en muchas relaciones de pareja:

- Se conocen.
- Se gustan.
- Tienen relaciones sexuales.
- Se enamoran.
- Se van a vivir juntos.
- A veces se casan.
- Tienen hijos, y no siempre.

Y, por último, en la introducción a la sexualidad del soltero cristiano (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/07/7-la-sexualidad-del-soltero-cristiano.html) describimos lo que la periodista Teresa Viejo llama “monogamia sucesiva” -y que ella misma defiende como mujer divorciada que es- que consiste en que “un chico y una chica se hacen novios y, en algún momento (más temprano que tarde), mantienen relaciones sexuales. Cuando ese noviazgo acaba, se pasa al siguiente donde se actúa de la misma manera. Y así hasta que llegan al matrimonio, si es que llegan. Hombres y mujeres se casan tras haber tenido tres, cuatro, cinco o más parejas sexuales”.
Todo esto es completamente anormal. Pero como dijo John Wesley, “lo que una generación tolera, la siguiente lo abraza”. Lo que antes era considerado una aberracción pero que muchos toleraron, hoy se tiene como algo normal y es aceptado por el ser humano, tanto por jóvenes como por adultos.
Lo reseñado, y que es parte de la anormalidad imperante en nuestro mundo, tiene infinidad de consecuencias: promiscuidad, “sexo de una noche”, adulterio, infidelidad, “relaciones abiertas”, etc: “andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza” (Ef. 4:17-19). Todo fuera del orden de Dios y de la sana enseñanza sobre la sexualidad y la familia que observamos en la Biblia, que es el tema que trataremos a continuación, junto a los errores que se han esparcido a lo largo de la historia del cristianismo.

Errores de la religión que no representa al cristianismo genuino
Buena parte de la idea errada que tiene el humanismo sobre lo que enseña el verdadero cristianismo de la sexualidad se debe a las enseñanzas erradas que durante siglos ha expandido personas que decían representar el verdadero cristianismo –sean de sectores católicos o protestantes-, pero que poco o nada tienen que ver con la doctrina bíblica sobre este asunto.
Por mucho tiempo, de manera oficial, la religión prácticamente ha demonizado el placer del sexo, hasta el punto de que, en diversas etapas de la historia, llegó a afirmar que éste fue el pecado que cometieron Adán y Eva. De ahí que haya personas que consideren el celibato como un estado superior al matrimonio, ya que, según ellos, el primero representa la pureza absoluta y el segundo no alcanza tal nivel. Por eso se promulgó como ley oficial para todos los sacerdotes, monjes y monjas en el II Concilio de Letrán en el año 1139. Aunque tuvieran buenas intenciones y no el deseo de fastidiar a nadie, se equivocaron gravemente, y donde se cumplió literalmente la profecía de Pablo: “prohibirán casarse” (1 Ti. 4:3). Una doctrina que, según el mismo apóstol, proviene de los demonios y de espíritus engañadores (cf. 1 Ti. 4:1). Es más, a los obispos no se les pedía que no se casaran, sino que fueran marido de una sola mujer” (1 Ti. 3:2); es decir, monógamos. Si este concilio hubiera tenido la Biblia como la norma absoluta de fe y conducta, nada de esto se habría impuesto. Pero eso es lo que ocurre cuando el hombre se sienta en el trono de Dios y omite Sus palabras. 
Como cristiano me apena sobremanera este precepto por el perjuicio tan grande que ha provocado entre los mismos creyentes y por la imagen distorsionada que muestra al resto del mundo. Es un mandamiento humano que no procede de la ley de Dios y que no tiene ningún sustento bíblico. Hoy en día no llega a algunos de los extremos medievales del pasado, y reconocen que Dios introduce un componente físico de placer, aunque siguen considerando que el fin principal de las relaciones sexuales es la procreación, no el lugar donde los cónyuges se expresan su amor de forma física, entregándose el uno al otro. 
En consecuencia, estos grupos también prohíben los métodos anticonceptivos, algo que muy pocos cumplen. La solución práctica que ofrecen para evitar los embarazados no planeados es la abstinencia en los días en que la mujer es fértil. Una vez más, esta enseñanza es contraria al espíritu de la Escritura: “No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia” (1 Co. 7:5). Las condiciones para que haya abstinencia son claras:

a) De mutuo consentimiento para dedicarse a la oración.
b) De manera temporal.

¿Qué enseña el verdadero cristianismo sobre las relaciones sexuales?
Que responda un laico que es consciente del error de la enseñanza oficial: “El fin primero del matrimonio puede ser la unidad de la pareja, la armonía sexual necesaria y del mantenimiento de esta armonía”[1].
El fin de la sexualidad es “la unidad de la pareja”. Entendido de esta manera, el sexo no es un mero instrumento en que dos personas “usan” el cuerpo del otro para su propio disfrute egoísta, sino para entregarse el uno al otro por completo y expresar su amor. Los dos requisitos que deben darse para esta unidad son:

- “un hombre y una mujer”.
- “que han contraído matrimonio”.

Tan sencillo como eso, puesto que es el orden establecido por Dios, al contrario del caos en el que vive sumido la humanidad: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gn. 2:24). Como dice Virgilio Zaballos en su libro “Esperanza para la familia”: “Esta unidad familiar trae estabilidad a la sociedad, y los hijos tendrán un hogar donde madurar en un ambiente de orden, esfuerzo mutuo y fidelidad al pacto matrimonial”[2].
Aunque algún puritano quiera negar el placer físico en el matrimonio, este lo podemos encontrar abundantemente en el libro poético hebreo de amor-erótico por excelencia que contiene la Biblia, que es el conocido como “Cantares”. Aunque enrojecerían a más de uno, muchas expresiones que se dedican mutuamente hablan por sí mismas: “Como el manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado entre los jóvenes; bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fue dulce a mi paladar. Me llevó a la casa del banquete, y su bandera sobre mí fue amor [...] Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa; miel y leche hay debajo de tu lengua” (Cnt. 2:3-4; 4:11). Es ahí donde se “funden” cuerpo y alma: “Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo; porque fuerte es como la muerte el amor [...] Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos” (8:6-7).

La humanidad caída
Parte del desorden moral al que está sujeto este mundo se debe al hecho de ignorar voluntariamente estos principios sumamente claros y sencillos que Dios estableció desde el principio. Por eso existen agencias que promueven las infidelidad, se favorece el divorcio express y la pornografía inunda Internet, con todo tipo de ofertas de vicios y perversiones. El resto, los que no entramos en estos juegos, somos considerados mojigatos que nos estamos perdiendo lo bueno de la vida. De risa.
Esto excluye “hombre con hombre” o “mujer con mujer” (ambos casos antinaturales), “relaciones antes del matrimonio” (fornicación) y “relaciones fuera del matrimonio” (adulterio). Pablo explica de forma explícita el porqué surgen estas otras “prácticas”:

- Causa: “cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador [...] ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios” (Ro. 1:25, 28).
- Efecto: “deshonraron entre sí sus propios cuerpos [...] aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres” (Ro. 1:24, 26-27).
- Castigo: “Dios los entregó a pasiones vergonzosas [...] Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen” (Ro. 1:26, 28). Es como si dijera: “¿Queréis hacer lo que queráis? Adelante, es vuestra decisión”.

Incluso los que no actúan de tal manera, defienden la idea de poder escoger la conducta sexual y no ven nada malo en ello, hasta el punto de que “se complacen con los que las practican” (Ro. 1:32), y apoyan leyes que respaldan tales ideales. En personas que no creen en Dios o que no lo tienen en cuenta para nada, es normal que piensen así. Lo más sorprendente es que haya personas que se consideran cristianos y que retuercen la enseñanza global de la Escritura para defender sus postulados (tema que trataré ampliamente en el futuro). Un efecto más de querer amoldar a Dios a los propios pensamientos.

Las ideas finales
Con todo lo que hemos visto en estos dos escritos, quiero terminar con estas ideas:

- Para tod@s: Tomad conciencia de cómo la sociedad está cambiando nuestros valores para que no os dejéis influenciar, sin perder nunca de vista los mandamientos eternos e inmutables de Dios.

- Para los matrimonios, con las mismas palabras con las que concluí el artículo “Un llamamiento a la fidelidad” (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/01/un-llamamiento-la-fidelidad.html):

Como soltero que soy, animo a los que están casados a que améis a vuestros cónyuges de todo corazón porque es el compañero con el que camináis por este mundo. No os miréis el uno al otro a los ojos como algo rutinario, sino tomando consciencia de que el ser humano que tenéis a vuestro lado es el tesoro más grande que Dios os ha regalado, tras Cristo y su salvación. Cada día es una oportunidad para alimentar ese vínculo que os une, para daros cariño, para abrazaros, para consolaros en las tristezas, para sosteneros cuando uno se sienta sin fuerzas, para reíros juntos, para compartir lo más íntimo de vuestro ser en confianza, para empatizar y mostrar verdadero interés por los sentimientos del otro, para animaros en vuestros proyectos, para servir al Señor según vuestros dones, para que aprendáis juntos más y más de Dios, para que viváis según los principios de Su Palabra, para compartir vuestras pasiones y aficiones con el otro, para respetaros y para ser pacientes en vuestras imperfecciones. En definitiva, para amaros. Es un esfuerzo que merece la pena y que conllevará una sana estabilidad emocional. No dejéis pasar esas oportunidades y disfrutad el uno del otro.
Recuerda las palabras que un día pronunciaste:
“Te quiero a ti como esposa
y me entrego a ti,
y prometo serte fiel
en las alegrías y en las penas,
en la salud y la enfermedad,
todos los días de mi vida”.



[1] Grau, José. Catolicismo Romano. Orígenes y desarrollo. Pág. 994.
[2] Zaballos, Virgilio. Esperanza para la familia. Logos. 


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