Para escribir de temas actuales y a la vez
imperecederos, me gusta estar al corriente de las noticias leyendo la prensa
diariamente, siempre de distintas ideologías y con enfoques diferentes. Creo
que es fundamental para estar dentro de la realidad y llegar a las personas
usando su propio lenguaje. Es una manera más –aparte del trato personal- de
palpar de forma global la manera de pensar y de sentir que hay en el ambiente.
Al respecto, siempre me ha resultado sorprendente que
un mismo acontecimiento sea descrito e interpretado de manera completamente
opuesta. Yendo al extremo, basta comprobar cómo describe la prensa madrileña y
catalana un mismo partido de fútbol del equipo contrario. Mientras que para
unos ganó por méritos propios, para el otro lo hizo por los deméritos del
oponente y nunca porque jugó bien. Parece que viven en mundos diferentes. Es lo
mismo que nos encontramos en el resto de secciones: política, sociedad,
economía, salud, etc. Disienten de tal manera que resulta complejo llegar al
fondo del asunto sin caer en la subjetividad. Evidentemente, la propia
educación influye sobremanera en la manera de contar una realidad objetiva. Sin
embargo, en ciertos temas los medios de comunicación generalistas y que más
venden suelen coincidir, ya que su ética o,
más bien, la falta de ella, es la misma. Y esto sucede en la visión que ofrecen
de la sexualidad.
En muchas ocasiones no me queda más remedio que pasar
de largo cuando veo el titular del artículo y no entro a leerlo ante tanta
vulgaridad. En otras, según el interés que me ofrece el encabezamiento y el
lenguaje empleado, el escrito hace recomendable su lectura para opinar
positivamente sobre él o desmontarlo por completo. Esto es lo que voy a hacer
con un escrito que pude leer hace poco tiempo y que resulta tremebundo, para a
continuación ver las consecuencias que dichos ideales han traído a la sociedad, terminando con qué dice Dios
sobre los mismos.
A los habitantes de este planeta se les llena la boca
hablando de la corrupción de los políticos, pero se olvidan de su propia corrupción moral. Es muy fácil señalar
siempre los errores del prójimo –y más si son ciertos-, pero muy difícil que una
persona reconozca que sus acciones están erradas y son malas; es más, afirman
que su forma de actuar es buena y maravillosa.
Valores inmorales y aberrantes
En la sección “Bienestar” del periódico El País, la escritora Teresa Morales
García publicó el artículo “¿Sexo casual?
Por supuesto”, con el subtítulo “Distraen, alegran, relajan… Normas para el buen uso de los amantes de
una noche”[1], ofreciendo
todo tipo de consejos para llevarlo a cabo sin remordimientos y sin efectos
secundarios físicos o emocionales. Es la misma idea perversa que expuso la periodista española
Teresa Viejo en su libro Pareja ¿Fecha de Caducidad?, de la que ya hablé en “Un llamamiento a la fidelidad” (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/01/un-llamamiento-la-fidelidad.html).
Me resulta muy llamativo que este tipo de cuestiones
lleguen a formar parte de la llamada “prensa seria”. Es lamentable la manera en
que venden la opción de las relaciones sexuales “sin que haya de por
medio un vínculo ni compromiso afectivo”. Esta es la conclusión que se ampara en un estudio
realizado entre 371 universitarios, que dice que “no solo no puede ser mala, sino que funciona como inhibidor del estrés
y ayuda a sentirse de mejor humor con todo [...] y aumentar la autoestima”. ¡Qué
poco valor se conceden a sí mismos y a los demás las personas que actúan de dicha
manera!
Por eso no es de
extrañar que la misma prensa ofrezca “consejos” sobre los “ligues de verano”: “Recrearte en un encuentro puntual y
decorarlo con mil matices está muy bien y convertirá la aventura fugaz y
pasional en un momento imborrable en nuestra memoria, pero habrá que tener
claro que no puedes esperar demasiado de esa persona”[2].
Me hace gracia que Teresa llame “expertos” a
estos sexólogos que dicen que no es necesario estar enamorado para tener
relaciones sexuales, puesto que es “una
práctica más”[3]. ¿Alguien que enseña algo así es experto? Sin duda, pero en el mal. Una vez más, se hacen realidad
estas palabras: “!!Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno
malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo
amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (Is. 5:20).
Ante tanto este despropósito moral, nadie se puede
extrañar de que libros –entre otros muchos- como la trilogía 50 sombras de Grey haya vendido más de
125 millones de copias alrededor del mundo[4] y haya sido una de las películas más vistas. Esto habla con claridad de la bajeza moral imperante en la sociedad.
¿Qué los que la han leído o visto les interesa la trama y la historia
romántica? ¡Menos cuentos caperucitas y lobitos! ¿A quiénes quieren engañar?
Consumen ese tipo de basura enfermiza por el morbo, porque les encienden las
pasiones más bajas.
Baste este comentario
–de entre miles que hay por las redes sociales- para exponer la “filosofía” de
vida que muchos “predican”: “No cabe duda
que la situación ideal es una cónyuge, una amante poco exigente, y algunas
amiguitas que de vez en cuando les apetezca pasar un buen rato”. Vomitivo.
Igualmente terrible leer a la periodista
y escritora Sibila Freijo decir que “la consecuencia
natural de la monogamia es el engaño y eso hace que el concepto de amor cerrado
sea ya poco creíble”. Y para defender su idea señala que “la biología estima que solo un 5% de las
especies animales es monógama”. Es decir, ¡nos clasifica en la misma
categoría que los animales! No me extraña que esto lo diga alguien que hace
esta afirmación: “No quiero ver la misma
cara en mi almohada el resto de mi vida”[5]. Todas sus declaraciones son atroces.
Ya dijo el filósofo español Ortega y Gasset que “lo característico del momento es que el
alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad
y lo impone donde quiera... Quien no sea como todo el mundo, quien no piense
como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado”.
El lema de los humanos: “¡Somos inocentes! La culpa es de
nuestra química”
La sexóloga que realiza el análisis, ante la pregunta ¿por qué entonces aún sigue siendo un tabú
para muchos lo de la canita al aire?, contesta: “Porque nuestra sociedad occidental está muy influenciada por
cuestiones morales derivadas de ciertas ideologías religiosas, que condenaban cualquier
conducta erótica que no fuera en el marco de la pareja estable. Y ahí seguimos
anclados”.
¿En qué se basan, por
ejemplo, para explicar que es muy normal la infidelidad y el adulterio?: en
nuestra biología. Según ellos (los humanistas), somos animales, como afirma Paloma
Moreno Moreno, profesora de Ética y jefa del Departamento de Filosofía del
I.E.S. Gonzalo Torrente Ballester, de San Sebastián de los Reyes (Madrid): “Efectivamente, si
consideramos que el ser humano es un animal más, observamos que hay muy poca
monogamia en la naturaleza, apenas unas cuantas especies de pájaros y poco más,
lo que implica que aquellos que quieran defender la monogamia como ´lo natural`,
lo van a tener difícil”[6]. Al considerarnos también animales, usa el
ejemplo de los ratones para explicar la infidelidad humana: resulta que los roedores
de campo son monógamos convencidos y
profundamente fieles a su pareja, pero los de monte son promiscuos consumados. Y todo porque los primeros tienen
muchos más receptores de oxitona y vasopresina en las las áreas de recompensa
del cerebro.
Por su parte, la
antropóloga y bióloga Helen Fisher señala que “no podemos evitar el deseo de irnos con otro u otra que nos haga
tilín”, pues esta apetencia no es más que la consecuencia irremediable de
diversos procesos químicos cerebrales.
La lógica que sacan
es que todo lo que hacen los animales, y puesto que, según ellos, también lo
somos, es normal que lo hagamos igualmente. ¡Menuda lógica! Eso sí que es
seguir anclados. Hay científicos y estudiosos que han avanzado en gran medida
en el conocimiento biológico del ser humano, pero dejan mucho que desear en lo
que concierne al ser interior y al alma.
La cuestión es sacar
explicaciones por aquí y por allá para justificar la maldad: que si la química,
que si los genes, que si factores externos, que si las circunstancias de la
vida, que si la cultura, que si la educación, que si la religión represiva, que
si la curiosidad, que si la monotonía, que si el deseo de cumplir una fantasía,
que si probar nuevas emociones, que si el desgaste de la pasión y el amor
romántico, etc. Lo que sea para exculpar las actitudes de los seres humanos.
Personalmente no me extraña esta manera de pensar viniendo de personas que nos
clasifican como animales y nos llegan a comparar incluso con ratones.
¿Cuáles son las conclusiones
finales a las que llega la profesora Paloma?: “Ahora bien, a diferencia del resto de los animales, el ser humano
piensa, razona, se culturiza y generalmente sustenta sus relaciones sentimentales
en la fidelidad sexual. La prueba evidente de ello es que cuando una de las
partes pone los cuernos a la otra, se produce un enorme sufrimiento y en muchas
ocasiones, el desliz provoca la ruptura”. ¿Qué nos quiere decir?: que, al
ser “animales” (según ella), al menos somos “pensantes”, por lo que podemos
elegir no guiarnos por los impulsos. La verdad que ella omite –porque la
desconoce por completo- es la que la Biblia lo explica de forma muy clara y
sencilla: que aunque nuestra naturaleza está inclinada al pecado (sea en forma
de química o genes), la raíz del mal está en nuestro corazón: “Porque del
corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las
fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mt. 15:19). ¡No tenemos excusa “física” alguna ni argumento que nos pueda defender
ante lo que está mal! ¡Qué tristeza que haya toda una sociedad que se ampare en
los instintos para justificar sus fechorías!
La
propaganda del sexo, de la promiscuidad y del adulterio
Algunos podrán pensar que este tipo de planteamientos
y prácticas son extravagantes o que apenas tienen repercusión, pero cuando
miras a la propaganda de la sociedad –televisión, cine, anuncios, redes
sociales- y la manera de pensar de aquellos que te rodean en el trabajo o en la
universidad, llegas a la clara conclusión de que están sumamente generalizadas.
Es todo un entramado tan bien organizado que, a menos
que seas consciente de él, te puede envolver y atrapar, como suele suceder. Por
eso, una de las expresiones más usadas y que he escuchado repetidamente en los
últimos años es “hay que probar” (el sexo) antes de iniciar una relación
sentimental formal o de casarse (el que tenga pensado hacerlo), vaya que la
pareja no esté a la altura de las expectativas. Es como un lema. ¡Qué triste que haya personas que crean
que la masculinidad y la feminidad dependen del desempeño sexual inicial!
El cine también se esfuerza por mostrarnos actitudes
contranatura. Citemos una sola muestra con la película El Plan B, de Jennifer López. Bajo la apariencia de una comedia
romántica, muestra un comportamiento contrario al orden natural establecido por
Dios. En este orden, la señorita Jennifer primero recurre a la inseminación
artificial. Luego mantiene relaciones sexuales. Y por último, se casa. ¡Todo al
revés de como debería ser!
Nos sorprendemos y
ponemos el grito en el cielo ante las conductas sexuales de los jóvenes y
muchos adultos, y la ausencia total de pudor que muestran muchos jovencitos y
no tan jovencitos en las redes sociales y en la vida real, pero nadie dice nada
sobre la sobrestimulación brutal que reciben desde todos los ángulos, donde se
les apremia a entrar en esa senda y se le concede una importancia sublime al físico.
Basta con mirar periódicos deportivos como Marca
y As para comprobar cómo ha aumentado
exponencialmente en los últimos años el espacio que le dedican a exhibir a
mujeres medios desnudas. Justo al lado de la noticia Los 11 jugadores deseados por el Real Madrid para el próximo verano,
viene otra que es Las 10 chicas de As más
sexys de noviembre. Este es el periodismo de hoy en día, donde para llamar
la atención se usa a mujeres cuyo único “mérito” (ironía on) es vivir del cuento y
mostrar los resultados de sus diversos implantes después de todo tipo de
cirugías.
Esta incitación
sucede desde la misma preadolescencia: basta con ver los modelos de conducta
que ven las niñas en adultas como
Miley Cyrus, Ariana Grande o en las vestimentas vulgares de Cristina Pedroché
dando las campanadas de nochevieja. Puesto que ellas tienen éxito y causan admiración –lo mismo que cualquier niño y niña anhela- por el hecho
de ser sexys o vestir con una faldita
corta o llevar el escote bien pronunciado, pues tratan de imitarlas.
Por citar un ejemplo
más: basta con hablar del llamado “hentai”, que es un tipo de cómic japonés,
con una infinita cantidad de subgéneros. Ahí encuentran su lugar, entre otros:
el incesto, la hipersexualización de la infancia, los atributos físicos
desmesurados en las mujeres, las relaciones lésbicas entre niñas pequeñas, los
jovencitos menores de edad travestidos, el sadomasoquismo y la pedofilia (que
se camufla bajo el consentimiento del menor, que al principio dice “no” pero
luego cambia de opinión). Todo lo citado es presentado de una manera que parece
natural, hermosa, divertida y romántica. Lo lamentable es que es legal al no ser imágenes reales. Tras ser
revisado el Código Penal en el 2015, la Fiscalía General del Estado (hablo de
España), se llegó a la conclusión de que “los
fiscales no acusarán por la posesión, producción y difusión de pornografía
infantil en cómics o mangas”[7], puesto que éstos no
son considerados dibujos realistas. Me quedo sin palabras.
De todo esto pasamos
a las series de televisión que muestran escenas sexuales, donde se salta de una
pareja a otra de un capitulo a otro. Incluso en una serie inocente como Supergirl (en el sentido de que se
podría calificar “para todos los públicos”), la protagonista mantiene
relaciones la misma noche que se declara a su enamorado. La televisión ha
pasado del primer beso romántico a ir directamente a la cama. Tan “moderna” es
esta serie de superhéroes que incluso han metido con calzador una relación
lesbica. Nuevamente el lobby gay ha
vuelto a hacer de las suyas, introduciendo el descubrimiento de la
homosexualidad por parte de uno de los personajes, en este caso, por parte de la
“hermanastra” de la protagonista[8]. Y ten cuidado de
decir algo contrario que te llaman homófobo (¿Cristianos homófobos o con derecho a disentir?: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/11/cristianos-homofobos-o-con-derecho_28.html).
Con todo esto, no es
de extrañar que Francia haya autorizado por decreto que incluso los menores de
18 años puedan ver películas de alto contenido sexual, bajo el argumento de que
“las escenas de sexo explícito tan solo persiguen relatar una parte más de la
historia”[9]. Luego se continúa con la pornografía pura y
dura con todo tipo de aberraciones innombrables. Y, por último –por ahora-, la
nueva moda: los anuncios de páginas
web que promueven el adulterio.
Razones y consecuencias
Las normas de Dios
fueron establecidas con total claridad para el bien del ser humano, puesto que
su voluntad es buena, agradable y perfecta (Ro. 12:2). No lo hizo para fastidiar
ni para reprimir. Es simple y llanamente por el bien del hombre y de la mujer,
y de la sociedad en su conjunto.
Cuando estas leyes se
ignoran y se desprecian, sucede lo que la evidencia muestra como un puñetazo en
el estómago: promiscuidad,
relaciones prematrimoniales, infidelidades, prostitución, abusos sexuales,
violaciones, divorcios sin fin, familias disfuncionales y desestructuradas
(hijos que viven sin uno de sus padres; hijos viviendo con los sucesivos novi@s
del padre o de la madre; que cambian de pareja cada cierto tiempo, como en el
famoso caso del hijo de Cristiano Ronaldo, etc.), millones de embarazos en
adolescentes (de los cuales un porcentaje altísimo acaban en aborto), millones
de personas afectadas con enfermedades de transmisión sexual, millones de
personas adictas a la pornografía, etc. ¿Corazones rotos? ¿Cuerpos que han
pasado por tantas manos que cuando el individuo tenga pareja estable ya no
habrá nada de novedoso en dicha relación? ¡Ambas cuestiones incontestables por
incalculables!
Por todo lo que he
reseñado, no me sorprende nada que absoluto cuando cuando los datos señalan que
el “39% de los españoles (y el 26% de
mujeres[10]) ha engañado alguna vez a su pareja. Y que,
además, el 64% de ellos no se arrepiente del acto”. Sus pensamientos llegan
a ser tan retorcidos que “el 30% de los
encuestados afirmaron que una aventura extraconyugal podría resultar
beneficiosa para la pareja”[11]. Sinceramente, no sé cómo pueden mirar a los ojos a
sus parejas tras haber estado con otra persona. Y aquí añado también la infidelidad emocional –de la cual no hay
estadísticas ni forma de medir-, y la infidelidad
virtual. Aunque ambas tratan de suavizarse, son pura traición.
Llevamos siglos cosechando lo que se ha sembrado con
tanto esmero, y en estas últimas décadas la siega está siendo más abundante que
nunca: “El que sembrare
iniquidad, iniquidad segará” (Pr. 22:8).
Y los efectos de cara a la eternidad son contundentes: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare,
eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne
segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará
vida eterna” (Gá. 6:7-8). Muchos, al leer este texto, se burlan señalando
que es falso, afirmando que sus actos no les están trayendo consecuencias malas
en esta vida, incluso que son felices, pero a la hora final, en el instante en
que se presenten ante Dios, si no se han arrepentido previamente, el desenlace
y el precio que tendrán que pagar será contundente y sin vuelta atrás: la
eternidad en pura desgracia y desdicha. Solo imaginarlo debería hacer
estremecer.
A los que están
dormidos ante tanta propaganda: despertad y tomad conciencia de cómo la
sociedad ha cambiando los valores para que no os dejéis influenciar ni perdáis
nunca de vista los mandamientos eternos e inmutables de Dios. A los que ya
habéis sido influenciados, VOLVED A LA SENDA DE LOS JUSTOS que es “como la luz
de un nuevo día: va en aumento hasta brillar en todo su esplendor” (Pr. 4:18; DHH).
Continuará en La sana enseñanza de la sexualidad bíblica.
[8] Lo
que sí me sorprende es que una actriz casada y con tres hijos como es Chyler
Leigh se preste a esto, aunque el porqué es evidente: el dinero está por encima
de todo, y lo que hagan o dejen de hacer en sus papeles es lo de menos para
much@s de estos intérpretes, que incluso no tienen problemas en escenificar
escenas amorosas con personas del mismo sexo. Pero vamos, que pienso igual de
personas heterosexuales que hacen lo mismo ante una cámara.
[11] Las
cifras se extraen del estudio realizado por el Instituto IFOP en 2014 (http://elpais.com/elpais/2015/09/14/buenavida/1442209109_786004.html).
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