lunes, 29 de abril de 2024

Las devastadoras consecuencias de la revolución sexual de los años 60 en el mundo de hoy: exhibicionismo, pornografía, programas de televisión y “manga” (1ª parte)

 


Aunque siempre llamo a las cosas por su nombre, hoy lo voy a hacer con mayor énfasis. Si ofendo, ofendo; no me importa lo más mínimo. Si a alguno le pica, que se rasque. Si alguno siente esto como una bofetada, que despierte de la inopia en que se encuentra. Por mi parte, espero que sean mayoría los que se den cuenta de cómo es la realidad, y la rechacen, en lugar de apoyarla o de ser parte de ella.
Sin perderme en los detalles del origen mitológico de “la caja de Pandora” y su historia, cuando alguien dice, en términos genéricos, que “se ha abierto la caja de Pandora”, la idea que quiere transmitir es que muchos males vienen en camino y va a causar incontables daños a la humanidad.

Metafóricamente, una de las veces que se abrió dicha caja fue en la década de los 60, en el siglo pasado, con la llamada revolución sexual, a la que también se llamó “liberación”, donde se empezó a cambiar todo lo referente a la “moral sexual”, la “desnudez” y las “relaciones sexuales”. Ahí comenzó buena parte de la decadencia occidental. Desde entonces, los efectos maléficos campan a sus anchas, ya no solo en Europa, sino por todo el planeta Tierra, como si fueran verdaderos demonios que se han apoderado de la mente y el corazón de las personas, sin que estas lo sepan, alimentando sus pasiones más bajas. ¿Cómo vemos, hoy en día, las consecuencias de esa “revolución”?

Exhibicionismo
Las redes sociales están llenas de mujeres que se muestran prácticamente desnudas: en ropa interior, en ropa de calle que apenas cubren nada y en trajes de baño “minimalistas”, donde se ha pasado del bañador al bikini, luego al tanga y, en pocos años, se llegará al nada-tanga. ¿Y qué decir de OnlyFans, la nueva forma de prostitución online?
Y no me refiero únicamente a las “profesionales” que viven de lo que generan en Internet, sino a infinidad de amateurs y personas “normales”. Muchas de ellas se contonean (no lo llamo bailar, porque no lo es) al son de todo tipo de canciones, con letras deleznables. Aunque no sean conscientes en el presente, el ridículo que hacen es espantoso, y cuando maduren, o el tiempo y la vejez tomen su lugar, se darán cuenta; o no, quién sabe. Se quejan de que las cosifican, cuando son ellas mismas la que lo hacen.
El problema es que, mientras tanto, son aplaudidas por hombres babosos, que incluso pagan por verlas o tener por pareja a estas mujeres. El varón que está con una así es alguien que no tiene amor propio, que no se respeta, y que ha vendido su dignidad y su alma.
Esta forma de actuar de las mujeres ya abarca a las niñas, que imitan a las mayores, con el consentimiento de sus padres en algunos casos –que se aprovechan del rédito económico que logran-, o desde la ignorancia –sin saber a qué se dedican sus retoños-, que buscan seguidores y admiradores que las llenen de autoestima con atención. Y, para lograr sus fines, posan luciendo su escasa, pero incipiente feminidad, como si estuvieran en la portada del Playboy, y tan pintorreadas que parecen muñecas y gogós.
¿Por qué “el mundo de la moda” diseña ciertas vestimentas y modelitos para adolescentes y preadolescentes? El refrán “piensa mal y acertarás”, aquí es, literalmente, aplicable. Basta con que lo pienses mínimamente.
Con los hombres, tres cuartos de lo mismo. Unos van con los calzoncillos por fuera del pantalón, otros “luciéndose” con selfies de todo tipo, especialmente aquellos que van al gimnasio, para llamar la atención sobre sus montañas de músculos, a la vez que ponen cara de estreñimiento. El patetismo que alcanzan tampoco tiene límites. ¿Y qué decir de aquellos culturistas, que se muestran en tanga con los glúteos rajados y sus pezones con ginecomastia, fruto de la química mortal que se inyectan en sus cuerpos? A la persona de la calle, al normal, les da grima todo eso.  
Tanto hombres como mujeres han perdido por completo el pudor sano, y ya no hay vergüenza alguna. Además, todos ellos terminan por convertirse en yonquis de la dopamina, a cuya dosis habitúan a sus cerebros, volviéndolos químicamente adictos. Para esto necesitan “likes” y comentarios en forma de piropos; saben que, mientras más carne enseñen, más de esto recibirán.
Está claro que hay excepciones. ¿Qué tanto por ciento? No lo sé, pero, viendo las redes sociales y “el mundo real”, la verdad es que el número de “exhibicionistas” es demencial.
Algunos, de forma burlesca, dirán: “entonces qué, ¿volvemos a vestir como en la antigüedad? ¿O prefieres que vayamos como monjas, y las niñas tapaditas hasta el cuello?”. No mi alma. De la libertad al libertinaje actual hay un margen muy amplio, y basta con encontrar el equilibrio. La modestia, la belleza y la elegancia no tienen que ir de la mano con la desvergüenza, la desnudez pública y la vulgaridad. Y el que diga que no sabe entender la diferencia, es que se está haciendo el loco. 

Pornografía y programas de televisión 
El consumo de pornografía ya se considera normal desde hace tiempo. De ser algo tabú, que era casi inaccesible, a estar disponible para cualquiera en Internet. Los estudios al respecto son escalofriantes, al mostrarnos que, por ejemplo, en España la edad media donde se comienza a visualizar está entre los nueve y los once años, donde uno de cada tres niños entre diez y catorce años visita este tipo de páginas de manera regular. Los niños estadounidenses son aún más precoces: a los seis años.  
Tanto la mujer como el hombre, son vistos como mero objetos, cuyos cuerpos se usan de forma violenta y humillante. Llevan a cabo todo tipo de prácticas enfermizas, a unos niveles que no reproducen ni las criaturas del reino animal. El acto más privado del ser humano se ha convertido en un espectáculo público. Además, distorsiona la imagen del sexo opuesto, del respeto que se le debe a toda persona, y se elimina de la ecuación la intimidad, la ternura, la confidencialidad, la fidelidad y la exclusividad.
El destrozo mental y moral que provoca esto en una mente, y más en la de un niño o adolescente, es atroz. Si esto no remueve las entrañas de cualquier ser humano y le provoca náuseas en su alma, nada lo hará.
Temor, pánico más bien, debería darle a aquellos que promueven la corrupción de niños –sea por medio de la música, los vídeos, la ropa, los “consejos” o de las actitudes, en vista a las palabras de Jesús: “Imposible es que no vengan tropiezos; mas !!ay de aquel por quien vienen! Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos” (Lc. 17:1-2).
Por su parte, en los programas de televisión, especialmente en los de entrevistas, se narran todo tipo de asuntos personales. Si antes las intimidades se guardaban en secreto, por respecto y educación, en la actualidad es todo lo contrario: se presume de a cuántos se han llevado a la alcoba y lo que han hecho allí, mientras los espectadores, ávidos de morbo, aplauden, comentan y les ríen las gracias. Incluso, los que se mueven en el mundo de la farándula, narran lo privado de sus matrimonios o de sus exparejas. La realidad es que resulta nauseabundo, y es un ejemplo más de la degeneración moral a la que hemos llegado, donde a lo malo se le llama bueno, y a lo bueno malo.

Manga
Como saben los que han leído en mi blog la sección “cómics para reflexionar”, leo también “manga” (cómic japonés). Siendo muy selectivo, se encuentran verdaderas joyas y otras que, sin serlo, resultan muy divertidas. Pero, como en otros medios (cine o literatura), hay muchísima basura.
Dentro de todo ese estiércol, hay diversos subgéneros, que deberían catalogarse dentro de la categoría “patologías mentales”, pero que son muy populares. En ellos, se muestran, con todo lujo de detalles, a adolescentes llevando a cabo todo tipo de actos depravados o impropios de dicha edad. Y esto incluye a niños y niñas, con rostros y cuerpos infantiles. En ocasiones entre ellos, y en otras con adultos, sean universitarios o profesores. Si eso no es pedofilia, ¿entonces qué es?
En un mundo normal, la creación y publicación de este material estaría perseguido por la ley. Pero como estamos en el manicomio, y tras la revisión del Código Penal en 2015 en España, la Fiscalía General del Estado dijo que “los fiscales no acusarán por la posesión, producción y difusión de pornografía infantil en cómics o mangas”, puesto que no son considerados dibujos “realistas”. Bochornoso.
Se ha llegado a tal extremo, que se muestran a dichos niños en relaciones transexuales, de travestismo, de incesto y sadomasoquismo. Es más, las editoriales españolas ya ni se cortan un pelo a la hora de publicitarlas. ¿El nombre de una de esas editoriales? Lucifer. Y no es broma; así se llama. Se creerán graciosos, transversales, modernos, cuando, en realidad, forman parte de la corrupción sistémica que se está llevando a cabo en la mente de los jóvenes.
Esta mugre no es consumida únicamente por individuos mayores con gustos enfermizos, sino también por adolescentes. Y los padres, ignorantes en su mayoría. Otros, si son conscientes, se muestran pasivos, mirando para otro lado, como si no sucediera nada.

Continuará en Las devastadoras consecuencias de las revolución sexual de los años 60 en el mundo de hoy: ideología de género, promiscuidad, destrucción de la familia, divorcios y abortos & explicación bíblica (2ª parte)

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