lunes, 12 de diciembre de 2022

11.2. Buscando el amor sentimental a la velocidad del rayo

 


Venimos de aquí: Cuando el problema está en el soltero: Introducción (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2022/11/111-cuando-el-problema-esta-en-el.html).

Lo repetiré a lo largo de todo el capítulo: las causas a la solteria que estamos exponiendo son adyacentes o secundarias. Las causas principales que suelen darse o ser la norma están descritas claramente en el segundo apartado del primer capítulo (Lo que le duele a los solteros: Haciendo malabares: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/03/12-lo-que-duele-los-solteros-haciendo.html). Lo aclaro para que no haya malos entendidos y nadie se cree falsos sentimientos de culpa.

En este grupo podemos encuadrar a aquellas personas que desean sentir un amor fulgurante desde el comienzo de la relación. Este deseo suele ser producto del mundo ficticio de las novelas y las películas románticas, donde dos personas se miran con pasión a los ojos sin conocerse, y ya saben en su interior que son el uno para el otro. Muchos creen que la vida real es igual, cayendo en un grave error que les lleva a una continua y profunda desilusión. Crean una idea equivocada de cómo deben ser las relaciones de pareja. Es más, se forman una imagen errada de la persona que pretenden. No se “enamoran” de su “yo” real, sino de cómo imaginan que es. Lo idealizan y lo magnifican, proyectando virtudes que el otro no posee, adjudicándole una personalidad que no se corresponde con la auténtica. Por eso las primeras impresiones no suelen ser objetivas, sino puramente emocionales. Y claro, a la hora de la verdad, cuando vea que el otro no es exactamente como creía, se sentirá estafado y desilusionado. Por su parte, el pretendido sentirá ser un fraude, hasta el extremo de sentirse indigno.
También incluimos a aquellos cuyo carácter impaciente e impulsivo les lleva a lanzarse inmediatamente a la conquista cuando sienten una pequeña atracción, dejándose llevar por la emoción, sin saber que esto puede agobiar a la otra persona. Todo quieren hacerlo a la velocidad del rayo.
En el caso de que todavía no estén saliendo como pareja, quieren experimentar de manera inmediata “fuegos artificiales” y “mariposas en el estómago” cada vez que están cerca del pretendiente. No dan tiempo a que los sentimientos se desarrollen. Así les resultará muy difícil llegar a amar realmente, porque el verdadero amor no es como el café, que lo introduces en la cafetera y en pocos segundos está listo para tomar. Están cometiendo un error al caer en la ensoñación hollywoodiense. Realmente no buscan una relación, sino un “Disney World”, como si la vida fuera un parque de atracciones.
Todo esto forma parte de una visión idílica, propia de los soñadores que viven fuera de la realidad: “Estoy segura de que todo aquel que en algún momento haya sido soltero puede identificarse con esa sensación que se experimenta al ver una pelicula romantica dulzona con un final feliz. Muchas veces lo que se siente no es felicidad, sino una soledad agudizada, autocompasión y una idolatria del ideal romantico. Al entrar al cine estábamos contentos; al salir nos preguntamos cómo hemos logrado sobrevivir a la inhumana y cruel injusticia de una vida sin novio”[1].

Hipercríticos
Muchas personas se precipitan en el juicio de valor que hacen sobre otros y esto los lleva a convertirse en expertos en encontrar facetas que no les gustan. Usan estas razones y argumentos para terminar rechazando en el plano sentimental a toda la humanidad. Realizan la “autopsia” desde el primer segundo.
Juegan mentalmente al “¿Quién es quién?”, aquel juego de mesa donde los dos jugadores disponían de un tablero idéntico con el rostro de 24 personas con sus respectivos nombres, y había que acertar la cara exacta que se encontraba en una carta que tenía nuestro oponente. La manera de hacerlo era haciendo preguntas: “¿Tiene gafas?; ¿Es gordo?; etc.”. Si el contrario respondía que “no”, íbamos bajando de nuestro tablero todos aquellos que no se correspondían a la definición, y así hasta que solo quedaba un candidato. Es el mismo “ejercicio” que llevan a cabo aquellos que buscan este tipo de “amores como rayos”: descartan a todo el mundo por decenas de razones (idea que ampliaré en el apartado sobre los “intransigentes”).
Unos juegan a partidas de cinco minutos y otros de un par de días, donde analizan con ojo hipercrítico al otro. Es cierto que es muy importante saber seleccionar lo que buscas. Ahora bien, una vez que has encontrado lo que más se ajusta a tus deseos, si comienzas a descartarlo porque no sientes desde el primer momento estrellitas a tu alrededor, estarás siendo injusto con los demás y cometiendo una falta de apreciación. Como dijo el filósofo Spinoza en su tratado de “Ética”: “La mejor manera de matar un sentimiento y dejarlo reducido a la nada es el hacer un frío y exhaustivo análisis del mismo”.

Las demandas
Dentro de este grupo de personas, habría que incluir a aquellas que demandan –aunque no lo expresen audiblemente- que el otro se comporte como si ya fueran pareja, cuando aun están en las primerísimas etapas del conocimiento mutuo. Una cosa es desear que alguien del sexo opuesto que comienzas a apreciar te ofrezca un beso en la mejilla, y otra muy distinta esperar que te ponga una alfombra roja cuando vayas a entrar en su coche por primera vez: Es muy dificil dar afecto a estos necesitados de amor. El mismo ardor afectivo en sí, es el que impide el reencuentro. Esperar esta comunión de corazón con tanta intensidad, con tanto miedo de ser desilusionados, que pierden la noción y la tranquilidad, en que florece la espontaneidad de los sentimientos. Desde el primer contacto desean tanta afectividad que no pueden menos que sentirse desilusionados. Y ante esa decepción se repliegan”[2].
Conocí a una mujer que le pidió a su enamorado que se casara con ella al mes de conocerlo. Llevada por la euforia, ya estaba pensando en los nombres de sus futuros hijos. Él pidió calma. Fue sabio, y más teniendo en cuenta que la relación no llegó a buen puerto. Hay demasiados casos donde dos individuos, movidos por las prisas, se comprometen, sin darse cuenta de que el tiempo les hará ver que no es el tipo de relación que buscaron y que no son adecuados el uno para el otro.

La búsqueda incesante del romanticismo eterno y continuo
Aquí también encontramos a los que ofrecen y buscan romanticismo desde prácticamente el comienzo de la relación. No es la mente la que actúa, ni siquiera el corazón, sino el propio deseo de experimentar el romance y sus beneficios. El problema surge cuando uno de ellos se da cuenta que sus acciones no están a la altura de los deseos románticos de la otra persona. Esta, como no recibe lo que espera, corta radicalmente sus muestras de afecto y ternura al que creía su príncipe azul, quien se siente totalmente despreciado.
Por todo esto, hay personas que saltan de flor en flor, porque consideran que lo mejor de una relación es el enamoramiento, no lo que viene después: el verdadero amor. Todavía no han aprendido la diferencia entre el enamoramiento y el amor auténtico, entre la locura de la obsesión y la paz del sentimiento sosegado pero profundo. Están totalmente influenciadas por las ensoñaciones que han alimentado por medio del cine y las novelas. La música suena de fondo, las palabras son dulces melodías pronunciadas por su amado, cuya melena ondea entre el viento, y la pasión mutua se palpa en el aire. Durante ese tiempo, en sus fructíferas imaginaciones, el hombre es fuerte pero sensible, tierno y a la vez con carácter, tranquilo pero decidido con su amor, manso pero apasionado con su dama. Y así con todo tipo de cualidades perfectas encarnadas en un ser humano que realmente no existe. Cuando lo descubre y abre los ojos, corta la relación.
Son los que creen en la fusión perfecta entre dos individuos donde se dará la comprensión total y la intimidad emocional insuperable en todo momento. La desilusión y el desengaño no tardarán en aparecer: “Las mujeres no pueden satisfacer a los hombres mejor de lo que los hombres pueden satisfacer a las mujeres. Sí, lo intentamos. Pero nos agotamos el uno al otro, y cada vez estamos más desilusionados con el modo en que el sexo opuesto nunca puede estar a la altura de nuestras expectativas de satisfacer todas nuestras necesidades emocionales y sexuales”[3].
Sí, el romanticismo es necesario en toda pareja. Es uno de los troncos que mantiene el fuego encendido y uno de los muchos beneficios de una relación, pero ni mucho menos es el único. Creer lo contrario es una clara muestra de inmadurez, independientemente de la edad que cada uno posea. Si es tu caso, debes cambiar esta forma de pensar cuanto antes.
Si eres el afectado, sé consciente de que no es la persona adecuada para ti o que no te quiere realmente, aunque te duela aceptarlo. Lo mejor que puedes hacer es alejarte en cuanto sepas qué sucede si no hay un cambio evidente. Ser cristianos no libra a nadie per se de caer en errores humanos.

Tiempo al tiempo
Nuestra personalidad es como un abanico, está formada por distintas partes. Para contemplarla desplegada en su totalidad, hay que conocer los pensamientos más profundos del otro, observarla en múltiples situaciones y circunstancias, ver cómo se relaciona con los que le rodean para así conocer sus puntos fuertes y débiles (tanto a nivel humano como espiritual), etc. Y eso lleva tiempo, a veces mucho tiempo. No se puede congeniar en un abrir y cerrar de ojos. De ahí que descartar de un plumazo seguir conociendo en profundidad a una persona a la cual has observado en muy pocas facetas de su ser, puede que sea precipitado; especialmente si efectivamente la has conocido y te gustado lo que viste en términos generales.
Construir una relación no es algo que se produzca de la noche a la mañana, ya que requiere motivación y actitud pro-activa (no quedarse de brazos cruzados), ya que no es fácil adaptarse al mundo del otro. No es algo que sé dé como por arte de magia, sino que se construye paso a paso.
Si tú no das ocasión a ello, es imposible que los sentimientos, el cariño y el amor se desarrollen. No tiene nada que ver el amor maduro –real- con la pasión novelesca que surge espontáneamente, y es irreal. Lleva bastante tiempo crear la complicidad emocional entre dos seres humanos, con todo lo que eso supone: concebir recuerdos compartidos, vivencias en común, etc. Y más a partir de ciertas edades donde se han  acumulado muchas otras experiencias en la vida, donde cada cual llega con su forma de pensar, de sentir, con sus hábitos y costumbres, miedos, sueños, ilusiones y proyectos. Unir dos vidas e integrarlas en una sola es el comienzo de un largo camino en común.
Es imposible intentar enamorarse. Es algo que no se puede forzar. No puedes decirle a tu corazón: “¡Ey, tienes que hacer que salte la chispa en mí por este chico en dos días!”. Todo eso vendrá (si viene) con el paso del tiempo. En un primer paso, surgirá el sentimiento primario. Pero el profundo llegará como consecuencia del trato diario durante un periodo más o menos largo.
Desechar de manera fulminante a alguien por quien previamente habías mostrado sumo interés, debe ser por causas muy claras. En esos casos, lo mejor no es ahondar en muchas explicaciones de las razones por las cuales no quieres seguir viéndolo; a menos que te las pida, lo cual sí demandaría una respuesta honrada por tu parte. Hay que entender cómo se va a sentir al ser rechazado de forma repentina: creerá que no está a la altura de las circunstancias. En definitiva: fracasado, inútil y miserable. No es fácil combatir en primera instancia esta clase de emociones negativas, ya que suelen afectar al amor propio de forma considerable; el afectado le da mil vueltas a todo aquello en lo que cree que pudo fallar o equivocarse. Tratar de consolarlo diciendo: “Tú eres un encanto, el problema no eres tú, soy yo” o “tienes muchas cualidades maravillosas y me siento muy bien a tu lado, pero...”, solo empeorará las cosas.

Aminora la marcha
Por todo esto, antes de decirle a alguien que ves en él todas las cualidades que buscabas en un compañero, piénsalo muy bien y sé consciente de lo que estás diciendo. Mide tus palabras. No le digas un día que es más de lo que habías soñado y al siguiente no mirarlo ni a los ojos.
Ve paso a paso y vive cada etapa sin prisas, disfrutándolas con paciencia y respetando los ritmos. No quieras acelerar y sentir aquello que es imposible en las etapas iniciales. De lo contrario, quemarás el intento de relación y ambos sufriréis. En tu caso, por la desilusión que te llevarás. Y, en el caso de él, porque pensará que ese cambio radical se ha debido a cosas graves o asuntos mayores (ya que los menores se hablan y se llegan a acuerdos intermedios), como rasgos de su personalidad que no toleras, que físicamente no te resulta nada atractivo cuando previamente parecía que sí, que no te gusta su forma de expresarse, etc. Aunque ninguna de estas sean las razones verdaderas, es lo que él pensará de sí mismo, y creerá que ha sido minuciosamente analizado, juzgado y sentenciado por todo aquello que no es apasionante en su ser.

La paciencia
Si hay cualidades importantes que te llaman la atención en grado sumo como para mostrar mucho interés por esa persona, pero a los pocos días de estar juntos notas que no termina de saltar la “chispa” en ti, sé paciente. Concédete tiempo; puede que surja más adelante. Lo opuesto es caer en actitudes infantiles. No quieras que tu corazón vaya a la misma velocidad que tus deseos. Dale a la otra persona la oportunidad de demostrar qué clase de ser humano es realmente en todos los aspectos, ya que, al principio, entre los nervios y lo novedoso de la situación (y en ciertos casos, timidez), puede que no se muestre tan natural como quisiera, y menos si ve que tú no das ningún paso de acercamiento hacia él, cuando antes le expresaste emotivamente que sí lo harías. Todos tenemos un manual de instrucciones, y conocer el del otro lleva mucho tiempo. Si lleva años especializarse en cualquier materia de estudio (y aun así nunca lo sabemos absolutamente todo), ¿cómo podemos esperar conocer el manual de otro ser humano, que es aun más complejo? Buscar en unos días el amor casi instantáneo, la mirada que te llevará al éxtasis emocional, es la búsqueda del cuento de hadas.
Se puede dar el caso de aquellos que, potencialmente, parecen ser grandes personas con magníficas cualidades pero, por las razones que hemos visto (nervios y novedad), comiencen la relación con mal pie o no de la manera que has soñado. Nuevamente, en ese caso, si ves que es un “diamante en bruto”, una persona que realmente merece la pena, deberías concederle el beneficio de la duda, en lugar de juzgarle por cada pequeña acción o detalle que no sea de tu agrado. De ahí la necesidad del tiempo. Sí, puedes observar en pocas semanas que esa relación no conduce a nada. Pero, por la misma “ley”, no deberías descartarla completamente y cerrar las puertas de par en par a los dos días, porque te podrías estar perdiendo un auténtico “diamante”, aun siendo diferente a la joya exacta que tenías en mente, y que finalmente podría ser la apropiada para ti.
Igual que la rosa más hermosa requiere un período para florecer, acontece igual en las personas, y más en una relación personal. Cualquiera que sepa mínimamente cómo se prepara una paella, sabrá que no basta con los ingredientes, sino que es necesario un tiempo para preparar el sofrito, dejarlo reposar, sazonarlo correctamente y mezclarlo, respetando cada etapa. Si nos pasamos o nos quedamos cortos, el arroz será un desastre e incomestible.
Recuerda este texto: “Con sabiduría se edificará la casa, y con prudencia se afirmará” (Pr. 24:3). Si los cimientos son buenos, deja que los pilares y el resto del edificio vayan construyendose progresivamente.

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* Prosigue en: ¿Soltero porque siempre estás buscando a alguien mejor?


[1] Tylee, Alex. Mi amig@ es homosexual. Andamio.

[2] Tournier, Paul. De la soledad a la comunidad, p. 127. Clie.

[3] Ethridge, Shannon. La falacia de Grey. Grupo Nelson.


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