lunes, 5 de diciembre de 2022

8.3. Cuando es el miedo lo que impide salir de una iglesia malsana

 


Venimos de aquí: Contradiciendo a los que dicen que no hay que salir de una iglesia abusadora (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2022/11/82-contradiciendo-los-que-dicen-que-no.html).


Los dos grupos que no salen por miedo
Existen dos colectivos que evitan salir por puro miedo:

1. Un grupo formado por aquellos que saben que, si salen, perderán casi todas sus amistades, ya que a éstas posiblemente les prohibirán mantener el contacto, bajo amenaza de expulsión.

2. Otro serían aquellos que sienten verdadero pánico al “qué pensarán” los demás. Este miedo viene motivado porque saben que pesa un testimonio extremadamente negativo sobre todos los que se han marchado con anterioridad, y que ellos no serán una excepción. Tienen tal dependencia de la institución, del sistema y de la aprobación de los que están al frente, que se sienten incapaces de vivir ajenos a esta realidad. La inseguridad los corroe.

Una pregunta y una reflexión
La pregunta para ambos grupos es muy clara: “¿A qué y a quién están convertidos? ¿A los amigos o a Cristo? Hay ocasiones en que hay que elegir entre agradar a Dios o agradar a los hombres. Puede ser una de las decisiones más difíciles de tomar porque incluye muchas facetas. No saben qué será de sus vidas si salen del nido sobre el que gira todo para ellos. Pero cuando la verdad de Dios contradice a la verdad del hombre no hay vuelta atrás. El hecho de que una persona “conociera” al Señor en una congregación determinada no cambia que su lealtad se la sigue debiendo a Cristo, no a ese grupo en particular.
El miedo, la incertidumbre y la inseguridad son humanamente lógicas. Esto provoca que muchos cristianos sientan incluso terror ante la simple idea de marcharse, lo cual incluye reconocer que han estado equivocados o que los han engañado durante muchos años. Para no afrontar la situación, vuelven a engañarse a sí mismos y a creer que, por amor, deben soportar ciertas cuestiones, como si fueran parte de la cruz de Cristo.
Sin duda alguna, son personas dependientes del sistema en el que han desarrollado su caminar diario. En casos determinados, sobre todo entre los más jóvenes (el sector más vulnerable), se convierte en una adición al grupo, sin el cual no saben cómo vivir. El simple hecho de pensar que podrían perder todo lo que tienen les crea ansiedad, así que desechan directamente esa clase de ideas, anteponiendo los sentimientos humanos a la razón, ya que ese lugar representa su vida.

¿Agradar a Dios o al hombre?
A pesar de todas las explicaciones que se pueden dar para permanecer, el Señor fue muy claro respecto a estas actitudes: “Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios” (Jn. 12:42-43).
A lo largo de todo el Nuevo Testamento queda bien claro que no se puede agradar a Dios y al hombre. Hay ocasiones en que ambas opciones son posibles, pero hay otras que son totalmente incompatibles. Sin embargo, hay creyentes que hacen juegos malabares para tratar de unificar lo que es de por sí antagónico, tratando de complacer a todos, cuando en realidad no lo hacen con nadie. Actúan como en la fábula de Esopo:

Un hombre y su hijo iban con su burro al mercado. En el camino alguien les dijo: “No sean tontos, ¿para qué es un burro sino para montarse?”. El hombre puso al niño sobre el burro y otra persona gritó: “Que niño tan flojo, haciendo caminar a su padre”. El padre bajó al niño y se monto él. Nuevamente, otro individuo dijo: “Debe darle pena a ese hombre estar montado en el burro y su pobre hijo caminando”. Entonces ambos se montaron en el burro hasta que alguien les preguntó: “¿No les da pena ponerle tanto peso al burro?”. Así que ambos se bajaron del burro y el padre cargó el animal sobre sus hombros. Mientras caminaban lentamente, y para rematar, alguien más les hizo un comentario: “Bueno, ésta es la cosa más tonta que haya visto jamás: un burro que es llevado a cuestas”.

En este relato, el padre se dejó llevar por las voces de terceras personas, intentando complacerlas a todas, algo totalmente imposible.

¿Vivir o morir? ¿Valiente o cobarde?
Un cristiano plenamente asentado en Cristo y en las Escrituras, que tiene bien claro el concepto de libertad de conciencia, no callará ni permitirá que se le manipule, ni se dejará arrastrar por las posibles incertidumbres que se puedan presentar en su vida presente y futura. Ni las amenazas que podrán usar en su contra como la posible expulsión o el fuego eterno que le esperan por no hacer lo que otros dicen le doblegarán. Todo aquel que conoce la Verdad y vive en ella, es libre e inmutable.
William Shakespeare dijo: “Los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte; los valientes prueban la muerte sólo una vez”. El que dude de estas palabras, le recomiendo encarecidamente que vea la sensacional película Sophie Scholl (2005), que cuenta la historia verídica de una joven alemana, miembro del movimiento “La Rosa Blanca”, que se levantó contra Hitler, el nazismo y la guerra, y fue acusada de traición a la patria. Verás que el precio a pagar no importa cuando la conciencia del bien está por encima de todo.
Con esto no estoy llamando cobarde a aquel que no es capaz de afrontar una situación en la cual su conciencia le señala claramente que debería marcharse de un grupo, pero sí digo que aquel que no cambia de dirección cuando Dios se lo está mostrando claramente está muriendo en su ser interior día tras día. Mejor soportar el dolor de una vez, junto a la liberación consecuente, antes que ser esclavo y vivir sin vivir.

Continuará en: ¿Cómo se confronta a una iglesia cegada?

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