Venimos de aquí: Tu hijo necesita que hables con él “de
todo” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/04/51-tu-hijo-necesita-que-hables-con-el.html).
Pues sí: los padres
tienen que hablar de sexo con sus hijos sí o sí, aunque no les guste o incluso
a algunos les pueda parecer grotesco.
El mayor error que
pueden cometer es callarse, esperar a que tenga novia o dejarlo para cuando sea
demasiado tarde, dejando que aprendan por sí solos por medio de Internet, la
televisión, las amistades y “la práctica”. Como apunta la psicóloga Alejandra Nágera: “Informar
a un hijo púber sobre sexo es difícil por dos motivos principalmente: los
padres creen que no está preparado todavía, y cuando deciden hacer la primer aproximación
al tema, se dan cuenta de que el hijo lleva mucho tiempo hablando de sexo en el
colegio. Llegan tarde. (Por otro lado)
la inquietud de los padres con respecto a la actividad sexual del adolescente
no coincide con lo que preocupa a éste. Los padres tienden a dar información
para prevenir unos peligros con los que el joven no se siente totalmente
identificado y, en cambio, no le tranquilizan en los aspectos que le afectan en
realidad. El hijo siempre les parece demasiado pequeño o inmaduro a los padres
para digerir vicisitudes sexuales. Se equivocan. [...] Cuando los padres, de buenas a primeras, intentan abordar el asunto
sexual con un adolescente, no sospechan que hace ya bastante tiempo que es el
tema favorito de conversación en el colegio. Los jóvenes hablan de sexo
entre ellos desde que tienen 9 o 10 años, o incluso antes. En todos los cursos
siempre aparece un compañero ducho en la materia. [...] Lo normal es que
semejante experto no lo sea en absoluto, y en lugar de haberlo entendido todo
bien, haya entendido todo al revés. [...] Por eso, con 10 años muchos ya han
oído hablar de violaciones, penetraciones, prostitutas y travestidos, entre
otras cosas. Lo han aprendido durante el recreo. Y cuando los padres convocan
un simpósium sexual para informar al púber, reciben un ´venga ya, si lo sé
todo` como respuesta. [...] (También
hay que decir que), aunque los padres no
actúen con la suficiente antelación, siempre es mejor hablar, aunque sea tarde,
que no hablar en absoluto”[1].
Además, ya hemos
visto cómo el Gobierno (al menos en mi país) quiere atribuirse la potestad de
la educación sexual a los menores, desposeyendo de tal derecho a los padres.
Hace apenas unos días, Sara
Hernández, la alcaldesa
socialista de Getafe (Madrid), defendía las “relaciones sexuales satisfactorias
entre niños”. Ante la polémica generada, matizó –no sé si por convencimiento o
por las críticas recibidas-, que no se refería a infantes de Primaria, sino a
chicos de ESO y Bachillerato. En definitiva: a jóvenes imberbes y a jovencitas en
plena inmadurez, que llamativamente tienen derecho al sexo libre y a abortar,
pero no a conducir ni a votar. El Ayuntamiento que ella preside, en sus guías
sobre sexo para adolescentes, anima a “descubrir el sexo a lo grande” y a
“vivirlo sin límites”. Y no se quedan solo ahí, sino que lemas como “La masturbación mola” o “¡Apaga la tele y enciende tu
clítoris!” están incluidos en su guía “Rebeldes de Género”[2]. Y mientras, los padres dejando a la suerte que sus hijos salgan responsables por sí solos.
En una ocasión, una
persona cercana a mí, tras mi conversión a los 23 años, me dijo: “Te has
perdido lo mejor de la adolescencia: comenzar a tener relaciones sexuales”.
Sentí rabia al comprobar la ética de alguien que, hasta entonces, yo tenía por
madura. ¿Cómo un adulto podía decirme eso? Fácil de comprender: no era cristiana,
y su moral era contraria a la fe.
Por todo lo apuntado,
en la educación sexual y en todos los demás aspectos, debe hacerse desde una óptica bíblica y bajo la guía de los padres.
Esto, en el mundo en el que vivimos, puede resultar sumamente complejo. La
sociedad que nos rodea grita a los cuatro vientos, tanto a chicos como a
chicas: “Hazlo ahora y cuando te plazca. Vive el momento. Si a ti te gusta,
date el gusto. Si lo amas, no esperes. Aprovecha cada oportunidad. Di sí a las
propuestas si lo deseas. Todo el mundo lo hace. Si no lo haces nadie te querrá.
Si quieres una pareja ya sabes que tendrás que entregarte físicamente. Cuando
llegue el momento hazlo o se irá con otro. Déjate llevar. Disfruta de tu
cuerpo. Es tu derecho. No seas mojigato. Basta con tener cuidado para no
provocar un embarazo/quedarte embarazada ni contraer ninguna enfermedad”.
Ante estas ideas
perniciosas, es “normal” saber de infinidad de adolescentes que tienen
relaciones sexuales. Y de ahí que no sea de extrañar que, cuando entran en la
Universidad, duerman con sus novios y novias en sus pisos de estudiantes. Para
ellos, es algo normal. Para el que se
guía por la fe de Cristo, todo esto está fuera de la voluntad de Dios. El cristianismo enseña: “Controla tus
impulsos. Ten una mente pura. Di no a las propuestas. Guárdate para una única
persona y disfruta cuando llegues al matrimonio”. Y es eso lo que tienen
que enseñar los padres creyentes a sus hijos. Si dimiten de tal labor o se
limitan a explicar “de dónde vienen los niños”, que luego no se quejen.
Paul
Washer lo expresaba así: “Sus hijos irán a la escuela pública y serán entrenados
por alrededor de 15.000 horas en pensamientos seculares impíos. ¡Y luego irán a
la escuela dominical a colorear una imagen del Arca de Noé! ¿Creen que eso será
suficiente para que ellos estén firmes contra las mentiras que les dicen?”. No
se puede ser más claro y contundente.
Continuará en: Tu hijo necesita que sus padres le
prediquen el evangelio y que no sean unos “ogros” en casa (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/04/53-tu-hijo-necesita-que-sus-padres-le.html).
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