martes, 30 de marzo de 2021

2. El aborto: Un drama y un genocidio al que disfrazan de libertad

 


“Abortion is healthcare” (“Aborto es salud pública”). Esto es lo que dijo hace unos meses sobre una imagen propia y ridícula en una tarta Miley Cyrus, una de las paladines progres que está a favor del aborto libre, junto a otras como Lady Gaga, Rihanna, Milla Jovovich, Michelle Williams, Olivia Wilde, Scarlett Johansson o Hillary Clinton, muchas de las cuales también han llevado a cabo todo tipo de anuncios defendiendo tales ideas. Esta campaña en concreto de Miley fue llevada a cabo porque se sintieron indignadas ante la propuesta en diversos lugares de Estados Unidos que querían prohibir el aborto cuando ya latiera el corazón del feto. Dantesco.
La aseveración de la antigua chica Disney Hannah Montana –y otras muchos lemas por el estilo como “abortar es sagrado” o “mi cuerpo, mis normas”, muestra hasta qué punto vivimos en una sociedad donde la “enfermedad moral” campa a sus anchas.
La idea de estas mujeres tiene como objetivo recaudar fondos para la organización “de salud” Planned Parenthood. Para el que no lo sepa, este grupo es la internacional abortista más grande del mundo, con más de 46.000 clínicas abortistas asociadas a su red. Para ver la dimensión, basta con compararlo con la multinacional McDonald´s, que tiene poco más de 33.000 establecimientos de hamburguesas a lo largo del planeta.
La Planned Parenthood llevó a cabo 345.672 abortos –su propio record- en Estados Unidos en el año fiscal 2018-19, recibiendo 616.8 millones de dólares en fondos públicos, aunque hace pocos meses el expresidente Donald Trump –nos caiga mejor o peor, tenga sus claros y oscuros-, les retiró, pero el nuevo mandatario de la Casa Blanca, Joe Biden, ha prometido devolverles la financiación en breve (a pesar de que presume de ser católico) para jolgorio de los proabortistas.
Esto es solo una parte del total de más de los 42 millones de abortos que hubo en todo el mundo en 2019[1], el Holocausto de nuestros tiempos. Y su ambición final es lograr que se pueda abortar hasta antes justo del parto y que puedan hacerlo las menores de edad sin consentimiento paterno. En España, según los datos oficiales del Ministerio de Sanidad, de 16.766 abortos en 1987, hemos pasado a 99.149 en 2019[2], siendo el año 2011 el record actual con 118.611. Este ascenso meteórico ha sucedido en todos los países del mundo desde que se aprobó el aborto, a pesar de que uno de los argumentos que se usaron para legalizarlo era que disminuirían los casos. Los resultados hablan por sí solos. Por citar algunos ejemplos más en territorio europeo: en 2019 se llevaron a cabo en Gran Bretaña 207.300 abortos, en Francia 232.200, y en Alemania en 2020 cifras muy parecidas a las españolas: 99.448. Es toda una barbarie.
Fue la feminista Margaret Sanger (1879-1966) la que fundó en 1916 la primera clínica de “control natal” en los Estados Unidos. Ella misma hizo lo propio con la American Birth Control League (Liga americana de control natal) en 1921. De ahí devino en la Planned Parenthood Federation of América (Planificación familiar de América, PPFA) en 1941, para finalmente convertirse en la International Parenthood Federation (Federación internacional de planificación familiar, IPPF). Las clínicas abortistas son financiadas por estados y países soberanos, ONGs, diversos asociaciones proabortistas y particulares millonarios[3].
En aquellos países donde el aborto es legal, acabar con el feto cuesta entre 350 euros y 1700 dólares, dependiendo de cada lugar. Cuando las proabortistas exigen “aborto libre, seguro y gratuito”, lo que demandan es que el Gobierno, con la recaudación de los impuestos de todos los ciudadanos –estén o no de acuerdo-, paguen sus abortos. Como a los proabortistas no les gusta que le lleven la contraria, cuando se las replica o se llevan a cabo movimientos que luchan contra su ideología, el resultado por lo general suele ser realmente “hermoso”: dedicatoria de todo tipo de gestos obscenos, insultos de puro odio, agresiones físicas, ataques personales, amenazas de muerte, pintadas y asaltos a templos religiosos, etc.
Llegan a desear que nuestras madres nos hubieran abortado con expresiones como “¡qué pedazo de abortazo se perdió tu madre!”, frase dicha por chicas argentinas en varias de sus manifestaciones donde tratan de ridiculizar a los provida, como se puede ver en incontables vídeos en las redes.
Incluso buscan la muerte social de las personas “anti”, sea señalándolas en las redes sociales o en su puesto laboral. Según ellas, nos merecemos todo eso y más. Aquí tienes el ejemplo de una carta que me escribió una abortista, junto a la respuesta que le ofrecí: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2013/10/respuesta-un-anonimo-favor-del-aborto.html
Lo curioso es que, a pesar de sus actitudes, los que defendemos los derechos del feto somos los de ultraderecha, los ultrafascistas, la ultrasectarios y los ultratodo. Surrealista.
En los siguientes artículos, que serán igualmente breves y concisos, expondré los argumentos de las proabortistas para defender sus falacias y, a continuación, pasaré a refutarlas desde la mera lógica y con todo tipo de datos, tanto médicos y científicos como de estadísticas y porcentajes.

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