lunes, 1 de marzo de 2021

12. La crisis del Coronavirus: ¿Aprenderemos de todo esto o lo olvidaremos cuando pase?


Venimos de aquí: ¿Qué puedes aprender de la crisis del coronavirus? Que no debes volver atrás una vez que has abierto los ojos (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/07/11-que-puedes-aprender-de-la-crisis-del.html).

Hace unos meses, al inicio de la pandemia y al poco de comenzar el confinamiento, mantuve una conversación con mi amigo Miguel sobre si creíamos que las personas cambiarían cuando todo pasara. Los dos llegamos a la misma conclusión: no. Se podrá pensar que ambos tenemos una versión pesimista de la humanidad, pero es simplemente un reflejo de la realidad que ya estamos observando claramente a nuestro alrededor. La inmensa mayoría vuelve a ser como los zombies que el cineasta George Romero mostró satíricamente en sus películas de los años 70 y hasta su fallecimiento para explicar la esencia y la naturaleza humana que se mueve por instintos y estímulos externos.
Como bien apunta mi otro amigo José Ángel: “La publicidad empieza a insistir en que tenemos que volver de inmediato a la misma vida de antes, a consumir igual, a beber igual, a contaminar igual... como si todo hubiera sido un mal sueño del que hay que despertar y olvidar. Todos a las prisas, al trabajo frenético, a por dinero, a los bares, al ruido, las pelis, las vacaciones lejanas, el turismo de masas, las compras innecesarias, la vanidad de las redes sociales, los créditos y las deudas, las comilonas insanas... que nadie se pare a pensar que hay otras formas de vivir, de encarar la realidad, de darle sentido a esta locura. Y los ancianos, a las residencias de nuevo, que molestan en casa, que no nos dejan hacer todo eso que hay que hacer. Y los niños también molestan (aunque es verdad que tienen la belleza del cachorro; no son como los viejos): al cole de inmediato o a las guarderías. Por lo visto no ha pasado nada: el mundo era perfecto hasta febrero. Repitamos la historia”.
Incluso el periódico “El Mundo” hizo un análisis sobre la situación “postpandemia”, y decía así: “Sexo, fiestas y despilfarro: así serán los años locos que llegarán tras la pandemia. En pleno récord de contagios, cada vez más expertos aventuran cómo se comportará la sociedad cuando termine la crisis. La Historia demuestra que, tras los grandes traumas, suele venir una resaca de gasto económico y desenfreno hedonista”[1].


Cambios globales vs Cambios personales
Hay filósofos y figuras religiosas que piensan lo contrario, que todo lo que está pasando va a sacar lo mejor del ser humano y vamos a “ascender” a una especie moralmente mejorada. La persona de la calle, que se aleja de las palabras vacías de estos humanistas que siguen confiando en la benevolencia del corazón humano, sabe que no será así. En una reciente entrevista, el célebre exjugador de Baloncesto y médico de profesión, Juan Antonio Corbalán, un ciudadano con los pies en la tierra, a la pregunta de si habremos aprendido la lección de todo esto, contestó así: “Yo creo que no. La humanidad tiene una inercia tan enorme... Nos durará durante un tiempo esta sensación de país, de compartir y de reconocer el trabajo de los otros. Creo que eso poco a poco irá disminuyendo y al final volveremos a los mismos vicios que hemos tenido siempre. Soy bastante escéptico porque muchos de los elementos que conforman nuestra sociedad son impuestos y tenemos una forma de capitalismo mal entendida. Eso nos hará volver otra vez a lo de que ´yo arreglo mi problema y el que venga por detrás que arree`. Ahora se impone la parte social, más redistributiva y más bonita y buena de las personas, que poco a poco se irá olvidando. Ojalá nos sirviera para hacer una sociedad nueva”[2]. Expresa un deseo (“ojalá sirviera”) pero muestra la realidad (“volveremos a los mismos vicios”).
¿Habrá individuos que a nivel personal serán diferentes “a mejor”? Seguro que sí. De entre los temas que hemos tratado en estas lecciones, estarán aquellos que se habrán dado cuenta de que no son el centro del mundo. Otros habrán aprendido a controlar física y mentalmente la ansiedad. También estarán los que habrán puesto su confianza en Dios en medio de la tormenta y esto les servirá para siempre aunque en el futuro vengan situaciones desagradables a sus vidas. Luego estarán los que, al ver que han sobrevivido a esta crisis médica mundial, se sentirán agradecidos cada día por todo lo que tienen, sea mucho o poco, en lugar de quejarse por lo que les falta. Otros habrán aprovechado este tiempo de encierro para buscar a Dios en Su Palabra y los que se alejaron para acercarse nuevamente a Él.
Habrá un poco de todo sin grandes variaciones: el carnal seguirá mostrando una actitud y una forma de pensar carnal. El cascarrabias seguirá siéndolo. El que se enoja a la mínima y por nimiedades seguirá haciéndolo. Los hinchas deportivos volverán a su pasión, llegando al extremo del “odio al del bando contrario”. Las feministas radicales volverán a reclamar el aborto libre y a defender la ida de que el género es una construcción social. El hereje se reafirmará en su herejía. El que cada vez que salía de fiesta bebía hasta ver las estrellas, ahora verá las constelaciones de la cogorza que llevará. El religioso volverá a su liturgia sin vida. Habrá espirituales que lo serán aun más y otros que habrán relajado su ética y moral. Los que estaban acostumbrados a depender de infinidad de cultos y actividades para alimentarse se habrán secado o habrán aprendido a comer por sí mismos. Los que comían por sí mismos, lo habrán seguido haciendo, incluso más, dándose buenos “banquetes”. Algunos habrán hecho caso a la exhortación de Pablo, de aprovechar bien el tiempo porque los días son malos (Ef. 5:16) y otros lo seguirán perdiendo en banalidades y en telebasura.
Ya dice esa famosa canción de Alaska: “¿A quién le importa lo que yo haga? ¿A quién le importa lo que yo diga? Yo soy así y así seguiré. Nunca cambiaré”. [...] Ya es demasiado tarde para cambiar ahora. Me mantendré firme en mis convicciones. Reforzaré mis posiciones”. Por eso, y en definitiva, las palabras de Apocalipsis se harán realidad: “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía” (Ap. 22:11).
Creer que el cambio positivo será generalizado y que, a grandes rasgos, los habitantes del planeta Tierra cambiarán, es sencillamente no conocer a nuestra especie ni su historia pasada. Jesús llegó a preguntar de forma retórica: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lc. 18:8). La respuesta –en términos globales- es claramente que no.

Conocer el error en el que muchos caerán para no caer en él
Como ya vimos en el primer escrito, cuando se implemente de nuevo la total “normalidad” a nivel relacional y la vida social se restablezca –sea en unos meses o en varios años- los que no hayan aprendido nada durante este periodo oscuro volverán a las mismas rutinas anteriores. Y el porqué es muy sencillo de entender: cuando pasamos por malas experiencias, encontramos que la mejor manera de pasar página es “dejar de mirar atrás” y “mirar hacia adelante”. Y es así como “olvidamos”. Los recuerdos quedan almacenados en la memoria pero pierden su influencia sobre nosotros y dejan de ser el pan de cada día. De forma equilibrada, es una actitud deseada y sana que se centra en el presente y en los vivos. Incluso es aconsejada vehemente también por Pablo: “una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:13-14). Pero si las malas malas vivencias no nos lleven a cambiar lo que haya que cambiar, a mejorar lo que haya que mejorar y, en definitiva, a crecer, no habrá servido como aprendizaje ni encontrado su lugar como oportunidad para pulirnos y madurar.
Si solo tiene una enseñanza temporal, si solo nos ha servido para darnos cuenta del valor de la amistad, para darnos cuenta de cuánto echábamos de menos a los amigos y a los familiares, los besos y los abrazos, y cómo anhelábamos la libertad para viajar, hacer deporte, salir a cenar, a pasear o practicar cualquier afición, y nos limitamos a volver a hacer lo mismo–aun siendo sano todo lo citado- poco partido le abremos sacado a este periodo de nuestra vida. El Covid-19 no nos habrá enseñado nada trascendental.

¿Dónde está la diferencia?
El matiz, el antes y el después, lo que diferencia lo temporal de lo atemporal, lo efímero de lo eterno, está incluido en la segunda mitad de las palabras citadas de Pablo. Sí, dejar atrás el pasado, pero con un propósito: proseguir a la meta, “al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:14). Aquí no hay término medio: o buscamos cruzar esa meta cuando lleguemos al final de nuestra vida o seguimos mirando únicamente esta vida presente y nada más.
Pablo fue muy claro sobre las malas épocas, y esta lo es: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Ef. 5:15-16). Así que, para terminar esta serie de escritos y como colofón –aunque quién sabe si los ampliaré en el futuro en función de las circunstancias- tienes que hacerte una serie de preguntas para ver si estás aprovechando este tiempo de forma sabia o lo estás tirando literalmente a la basura:

- Si estabas lejos de Dios, ¿te has acercado a Él?

- Si no le buscabas, ¿le has buscado?

- Si no le conocías, ¿ya le conoces?

- Si no habías aceptado su regalo de salvación, ¿lo has aceptado ya?

- ¿Tienes la certeza de que tu nombre está escrito en el Libro de la Vida?

- ¿Has profundizado en su conocimiento leyendo Su Palabra o te has limitado a hacer gimnasia, a matar las horas delante del ordenador, del móvil o de la tablet?

- ¿Has leído buenos libros cristianos o te has limitado a novelas seculares?

- ¿Tu mirada sigue puesta exclusivamente en este mundo sin tener en cuenta la eternidad?

- ¿Estás preparado para cuando la muerte llame a tu puerta, sea en la fecha que sea?

- ¿Tu único deseo es retomar la normalidad anterior o anhelas con mayor ahínco el regreso de Cristo?

- ¿Has aprendido a confrontar la ansiedad física y mental, y a descansar la de tu alma en Dios?

- ¿Sabes ya cómo hacer que tu alma halle reposo en Dios en lugar de depender de los vaivenes de la vida?

- ¿Has comprendido realmente y de forma práctica que no eres el centro del universo?

- ¿Eres más agradecido ahora que antes y has hallado el contentamiento en la sencillez y no en la búsqueda del reconocimiento social o las posesiones materiales?

Podría plantear infinidad de cuestiones más, pero las más básicas e importantes están aquí recogidas. Y recordemos que saber las respuestas adecuadas no significa haber aprendido si no se ponen por obra. Ya resaltó Platón tal verdad: “El que aprende y aprende y no practica lo que sabe, es como el que ara y ara y no siembra”.

Conclusión
Una reciente encuesta en Alemania señalaba que el 41% de la población piensa más en el significado de la vida desde el coronavirus[3]. Un porcentaje bajísimo dada la situación. C. S. Lewis dijo: “Dios nos grita en el dolor, es el altavoz que utiliza para despertar a un mundo sordo”. Ni el dolor del coronavirus sirve para que los sordos busquen dejar de serlo cuando podrían si quisieran. 
Hay otros que parece que sí están buscando en Internet a Dios durante el confinamiento: “Muchas entidades que trabajan compartiendo el Evangelio por Internet han visto un gran aumento en la solicitudes y preguntas de los usuarios. Así, por ejemplo, el ministerio enbuscadeJesus.net y pazconDios.net coordinado en España por Decisión, que cuenta en la actualidad con un equipo de 23 voluntarios como consejeros online, ha atendido miles de solicitudes desde que comenzó el estado de alarma. A nivel global, pazconDios aumentó un 42% en marzo sus visitas sobre el promedio de 2019. 190.000 personas han visitado las páginas especiales creadas sobre el Covid-19 desde que comenzó la pandemia, de las cuales 9000 oraron pidiendo la paz de Dios en sus vidas y 1700 dejaron sus datos para continuar en contacto. [...] Una voluntaria tuvo una conversación con una mujer con miedo a la muerte por el Covid-19. En medio de esa desesperación la usuaria mencionaba que no tenía paz, que se sentía sola y que no encontraba sentido a todo lo que estaba pasando. La voluntaria le guió a varios textos de la Biblia que prometen paz y le presentó el mensaje del amor de Dios. Después de un rato, la usuaria se calmó y decidió orar aceptando el perdón y amor de Dios. Luego escribía que estaba llorando por la paz que estaba sintiendo al haber hecho la oración reconociendo a Jesús como su Salvador y que estaba perdiendo ese miedo tan terrible al virus”[4].
La realidad es que, cuando pase el efecto y el shock provocado por el coronavirus, y cuando los confinamientos concluyan definitivamente, salvo excepciones, en la mayoría de los casos, se hará realidad ese refrán que dice “si te he visto, no me acuerdo”: todo irá quedando atrás y solo quedarán pequeños reductos de personas que habrán adquirido y asimilado lecciones que determinarán para bien su futuro y su eternidad. Es y será motivo de gran alegría.
El mundo va a seguir girando, y de igual manera las catástrofes naturales nos volverán a golpear cada cierto tiempo: sea en forma de terremotos, tsunamis, lluvias torrenciales, huracanes o nuevos virus. A esto habrá que sumarle la mano destructora del ser humano: guerras, atentados terroristas, injusticias sociales, enfrentamientos políticos y todo tipo de actividades destructoras que suelen ser la norma en nuestra historia. Así que nada depende de lo que suceda o deje de suceder, si no de tu decisión personal respecto a Dios: aceptar o no el sacrificio que Él llevó a cabo en la cruz por tus pecados y, una vez hecho, cambiar todo lo que haya que cambiar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario