lunes, 11 de abril de 2022

1. ¿Consumes pornografía o sexo virtual, aunque sea esporádicamente?


Al leer el título de este escrito, más de uno podrá pensar que es una redundancia, al interpretar que la adición a la pornografía y la adición al sexo virtual es lo mismo. Como vamos a comprobar, no es así. Es más, pueden ser asuntos completamente diferentes. Dada su extensión, y como he hecho en otras ocasiones en diversas cuestiones, he decidido dividirlo en varios artículos.
En mi mente no estaba la idea de tratar este asunto, por la sencilla razón de que pensé que, con todo lo analizado en buena parte del capítulo sobre la sexualidad del soltero cristiano, sería más que suficiente. Pero, tras leer en Protestante Digital el testimonio de un creyente que está luchando en su vida y en su alma ante dicha lacra social y enfermiza, decidí investigar más sobre el asunto y abordarlo en profundidad. Cuando lo hice, y sabiendo de antemano que no se habla nunca de dicho asunto desde los púlpitos como parte central de un sermón, descubrí que hay más cristianos de los que uno puede imaginar con este problema, el cual sufren en silencio y no saben cómo afrontar. Además, por pura vergüenza, no se atreven a contar. Piensan que, si lo hicieran, nadie les comprendería, su problema sería dado a conocer públicamente o ante muchos, algunos les odiarían, les tacharían de hipócritas, les estigmatizarían y serían siempre vistos con recelo, incluso aunque solucionaran la adicción.
Este es un tema duro de tratar e incómodo. Por la parte que me toca, leer sobre algunas cuestiones concretas no me ha resultado nada agradable. Pero, como siempre, el propósito –y que hace que merezca la pena, a pesar de todo-, es ayudar al que está perdido y quiere salir de tales tinieblas, y por eso lo afronto. Si es tu caso –y como no sé quién puede estar leyendo al otro lado de esta pantalla-, deseo de corazón que las siguientes líneas te ayuden. Y si no lo es, pero por casualidad conoces a alguien enfrascado en dicha batalla, aquí tienes un material para ofrecérselo o ayudarle directamente y hablarlo. 
Antes de comenzar, una última aclaración: cuando hago mención a la pornografía no me refiero únicamente a vídeos de desnudos explícitos con escenas sexuales, sino también a:

- Toda imagen sensual –aunque no haya un desnudo explícito- en la que una persona se recrea para sentir lujuria y estimularse sexualmente. He leído casos donde la persona confesaba sentir asco hacia la pornografía, pero se embriagaba con la belleza sensual. 
- Los “servicios” a través de webcam, donde se efectúa un pago para que alguien, sea del sexo que sea, lleve a cabo las actividades que el consumidor le “ordena” desde la pantalla.
- Las clásicas películas y novelas eróticas o subidas de tono, y que son tan populares entre las mujeres.

Lo fácil que resulta condenar & Mi método de trabajo
Sé que hay teólogos y creyentes que tienen serios problemas para conciliar la idea de ser cristiano nacido de nuevo con la práctica habitual del pecado. Les resulta totalmente contradictorio. Señalan, y con buenos argumentos, que un cristiano nacido de nuevo no puede ser adicto al pecado, sea a la pornografía o cualquier otro. Respeto completamente a los que piensan así como a los que no. No es que evite tal debate –ya que tengo mi opinión al respecto-, pero entrar ahora mismo en él sería alejarme en demasía de la intención principal de estos escritos, por lo que lo dejo a un lado, quizá para más adelante. 
Dicho esto, haré una matización muy importante para los que levantan su Biblia contra las personas consumidoras de pornografía: lo fácil es condenarlas; lo fácil es burlarse de ellas; lo rematadamente sencillo es señalarlas como falsos cristianos; lo fácil es pensar que Dios las odia y no quiere salvarlas. Es muy fácil culpar a los demás de algunos pecados llamativos y olvidar los propios, porque, aparentemente, son menos importantes, como si para Dios hubiera diferencia. En el lado opuesto, lo difícil es ponerse en la piel de alguien que siente que ha tocado el infierno de la desesperación y hacer empatía con una situación que no se ha experimentado en las mismas carnes.
Sabiendo esto, he decidido optar por la vía difícil y lanzarme con todas las consecuencias, independientemente de lo que piensen o dejen de pensar otros cristianos, a los que igualmente aprecio. Y no lo hago –como no tiene que hacerlo nadie- porque me considere mejor o superior, sino porque tengo presente las palabras de Pablo y su llamamiento a restituir al caído: Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gá. 6:1).
Como se comprobará a continuación, aunque solo hago alusión a una historia en particular –para ser lo más conciso posible-, he leído muchos testimonios (tanto de cristianos como de los que no lo son), que me han servido para determinar diversos denominadores en común entre ellos. Esto implica que hay diferencias y matices que depende de cada persona, puesto que cada vida es diferente. Si estás leyendo estas líneas, es por alguna de las tres razones que he señalado:

- Ves pornografía esporádicamente.
- La contemplas de forma habitual.
- No es tu caso, pero quieres ayudar a alguien.

Si es alguno de los dos primeros casos, habrá algunos aspectos donde te sentirás identificado, y en otros con los cuales no. Las comas, los punto y aparte, los detalles, tendrán que añadirlos tú, puesto que es tu propia vida y de nadie más.
Como he dicho en multitud de ocasiones, el pecado se puede explicar, pero nunca justificar. Y eso es lo voy a hacer: explicar, nunca justificar. Si logramos entender este matiz, nos será más fácil entender qué se esconde detrás de todo. Personalmente, me resulta más sencillo comprenderlo si lo enfoco de esa manera.

Sexo virtual vs Pornografía
La pornografía y el sexo virtual se diferencian en que la primera se basa en imágenes –sean fotos o vídeos- y el segundo en relaciones virtuales donde dos personas comparten algún tipo de vínculo sexual a través de Internet, y que más bien se conoce como “cibersexo” (sexo “escrito” y/o “hablado” por un micrófono, se añada o no web-cam). En él, los participantes interpretan desde el anonimato cualquier tipo de rol: un chico se puede hacer pasar por chica y viceversa, tener una edad muy diferente a la real, y cualquier tipo de inclinación sexual. Ahí plasman una serie de fantasías imaginarias donde interpretan a un personaje ficticio, buscando evidentemente la propia y solitaria satisfacción sexual.
En el cibersexo se busca más bien algún tipo de conexión humana que acompañe al placer, aunque sea a través de un vicio común. Las mujeres son más propensas a esta adicción, ya que ellas, al ser más emocionales que el hombre (que destaca más por ser un género visual), se sienten más atraídas hacia esta interconexión. Es lo general, pero no siempre es así. Otros sencillamente quieren compartir una perversión en común como el que comparte un hobby.
Por otro lado, muchos encuentran aprobación al sentirse deseados, aunque esto sea una mera entelequia. Baste este ejemplo de una chica: “Tenía menos de 15 años cuando comencé con el ´sexo virtual`, entrando a páginas de chats ´para conocer gente` y en el conversar con completos desconocidos salían siempre insinuaciones sexuales a las que yo empecé a acceder porque me veía tentada. Mi curiosidad aumentaba, la sensación de placer me gustaba. Empecé a entrar chats de sexo y hasta llegué a desnudarme frente a una cámara para alguien que conocí por internet. ¡Que terrible suena esto ahora que lo digo! ¡Que terrible ES! ¿Por qué hice eso? ¿Por qué mostré mi cuerpo? Recibir halagos me gustaba, yo me sentía súper bien, ¿a qué chica no le gusta que le digan lo linda y bien que se ve? [...] En el fondo de todo esto lo que más quería era ser amada, valorada, ser importante para alguien, pero aprendí, erróneamente, que mi valor estaba en mi cuerpo, en el ser bonita o no, y como yo nunca fui popular entre los chicos, concluía que no valía nada. [...] Lo más triste es que cuando me dicen ´NO`, por respetarme, yo siento que me rechazan, como si mi valor estuviera en ´cuán bien puedo hacer que un chico se sienta`, o ´cuánta satisfacción puedo darle`. En esos casos, como es de esperarse, me siento tan triste que nuevamente me voy a mi ´refugio, a ese mundo ilusorio donde nadie me va a ´rechazar`: la pornografía”.
Para recibir las palabras de halago que tanto desean –aunque en el fondo sean falsas y un sucedáneo del verdadero amor-, muchos venden su dignidad. Las razones citadas explican el porqué del éxito de los chats de sexo y cómo se dan de la mano con la pornografía.

¿Vicio o adicción?
Estoy seguro que algunos de los que me leen dirán que ellos no tienen una adicción ni que son unos viciosos. Y lo sé porque es lo que más de una persona –no cristiana- me ha dicho, argumentando que solo consumen pornografía de manera esporádica. Este razonamiento es completamente incorrecto y sesgado. Si, por ejemplo, un individuo afirma que no tiene una adición a las drogas porque solo consume una vez a la semana, ¿qué pensaríamos? Que está equivocado o se está engañando a sí mismo. Aquí sucede igual. Recordemos la segunda acepción de la palabra vicio: “mala costumbre, hábito de obrar mal”. La persona que ve pornografía, aunque sea cuatro veces al mes durante quince minutos, tiene una mala costumbre y está obrando mal.
Cuando leo a “expertos” y a “sexólogos” indicar que, mientras que el tiempo dedicado al visionado de pornografía no afecte ni trastoque la vida diaria (familia, ocio, relaciones humanas, trabajo, etc.), no hay nada de malo, es evidente que no son cristianos y que tienen una ética situada en el polo opuesto de la deseada por Dios.
Si esto no lo vemos así, tenemos un serio problema de percepción por una sencilla razón: he leído a muchos terapeutas –incluso cristianos- decir que la persona debe tocar fondo para que decida cambiar. Nuevamente, no estoy de acuerdo. Es la manera de quitar hierro a lo que no está bien, y esto se comprueba, por citar un ejemplo, en el consumo de alcohol: mientras que los jóvenes solo se emborrachen o beban de más (lo que se llama “tener el puntito”) algunos fines de semanas o de vez en cuando, no pasa nada y apenas se le concede importancia, ya que socialmente está tolerado. Pero esa no es la manera de pensar de Dios, y si uno piensa de manera opuesta está desalineado con Sus pensamientos.
No es esto lo que se debe enseñar –ni siquiera sugerir-, porque se estará dando a entender que se puede vivir en un nivel intermedio –que es en el que habita la mayoría-, sin tocar fondo, donde se visualiza pornografía sin llegar a ser un adicto compulsivo. El énfasis se debe situar mucho antes de caer por el precipicio, donde la persona tiene un área desordenada de su vida y debe tomar la determinación de transformarse, por el simple hecho de que está viviendo en inmoralidad, en contra de la voluntad de Dios y de lo que es moral y espiritualmente sano para sí mismo.
No podemos medir una mala acción en función de la cantidad o del grado. Existirá una mayor o una menor adicción, pero, al fin y al cabo, es un vicio que va en contra de la ley moral de Dios, al igual que cualquier otro pecado, sea que tenga que ver con la inmoralidad sexual o no. Según los mandamientos divinos, el que comete adulterio, aunque sea únicamente una vez a año, está adulterando. El que roba, aunque sea únicamente una vez al mes, está siendo un ladrón. El que mantiene relaciones sexuales con su pareja sin estar casado, aunque sea únicamente una vez a la semana, está viviendo en fornicación. El que miente, aunque sea únicamente una vez al día, está siendo un mentiroso.
Por eso me quedé con la mandíbula desencajada cuando leí a una persona exponer cómo podía reducir su consumo de pornografía. No dijo “dejar de ver” sino “reducir”. Sería como si un cocainómano preguntara cómo puede reducir su dosis diaria, en lugar de dejar de consumir. ¿Sabes qué le contestó un terapeuta?: que tuviera más relaciones sexuales, puesto que así reduciría el consumo de porno. Me pregunto dónde “regalan” algunos títulos de “expertos”, porque son propios de la “universidad del infierno”.

Argumentos diabólicos
En un intenso diálogo con un sector de los judíos, Jesús les dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Jn. 8:44). Hay pensamientos humanos que no proceden de Dios pero son inocuos. Ahora bien, cuando una persona enseña algo que es completamente contrario a los ideales y a la voluntad del Altísimo, es porque tiene por padre al diablo, al padre de mentira.
Es lo mismo que me he encontrado investigando: individuos que presentan argumentos para defender el visionado de pornografía, y cuyas ideas son repulsivas. Señalan que no es malo, que no le hace daño a nadie, que los que la quieren prohibir o abolirla son fanáticos mojigatos, retrógrados, puritanos o inquisidores, que hay que ser libres y estar al día, que es un entretenimiento “sin víctimas”, que si se puede controlar sin caer en la adicción no hay ningún problema, que no hay que espantarse sino disfrutar, que no es negativo siempre y cuando no se convierta en un sustituto de las relaciones, que puede servir para solucionar la rutina en la pareja, que puede ayudar en una terapia sexual, etc.
Si he señalado que me resultan repulsivas dichos intentos de defender la pornografía es por razones muy concretas: los actores con contrato laboral que se dedican a ella –aunque lo hagan voluntariamente porque dicen ser libres para hacer con su cuerpo lo que les plazca- incumplen directamente el mandamiento de guardar las relaciones sexuales para el matrimonio y basarlas en el amor. Esa es la base principal que se destruye. Pero hay mucho más:

1) La mujer es vista como un mero objeto y cuyo cuerpo se usa en muchas ocasiones de forma violenta y humillante, aunque en la ficción se presente como si ella deseara ser vejada. Esto debería remover las entrañas de cualquier ser humano con valores.
2)  Tanto hombres como mujeres llevan a cabo todo tipo de prácticas enfermizas y aberrantes, a unos niveles que no reproducen ni siquiera las criaturas del reino animal.
3) En muchos casos, se cae en los actos contra natura.
4) Distorsiona la imagen del sexo opuesto, del respeto que se le debe a esa persona, y se elimina de la ecuación la intimidad, la ternura, la confidencialidad, la fidelidad y la exclusividad.
5) El acto más privado del ser humano se ha convertido en algo público.

Otros dicen que sirve “para aprender”. No me reiría de dichas palabras ni aunque estuvieran sacadas de un chiste. Es como si alguien dijera que quiere aprender defensa personal porque tiene miedo ya que una vez le atracaron y, en lugar de apuntarse a clases en un gimnasio, se alistara en un grupo terrorista para aprender sus técnicas de lucha.
El último razonamiento que exponen es que “muchos la ven” y “tiene su utilidad”. Lorena Berdún, Licenciada en psicología por la Universidad Autónoma de Madrid, sexóloga, presentadora de radio y televisión, dice que “es un género que puede ser estupendo como complemento en la sexualidad, pero en su contexto y momentos adecuados”. Y, sumado a esta idea, Anna Arrowsmith, directora de cine para “adultos” (¿es que ser “adulto” es sinónimo de libertinaje?), apunta que si, la pornografía está dirigida principalmente a los hombres y su placer, habrá que hacer que también haya material para las mujeres. ¿Qué responder? Como diría un castizo: “¡Viva la Pepa”! ¡Si la mitad de los cerdos se tiran por el barranco, que el resto haga lo mismo!
De forma llamativa, Anna es graduada de una de las más prestigiosas escuelas de arte del mundo –Central Saint Martin´s School of Art and Design-, y tiene un master del Birbeck College en Filosofía y otro de la Universidad de Sussex en Estudios de Género. Por su parte, el doctor José Luis Rodríguez (sexólogo, médico psicoterapeuta especialista en sexología clínica), señala que las mujeres no tienen que sentirse culpables por sentir placer al ver pornografía. ¿Por qué señalo los títulos académicos de estas personas? Para dejar bien claro que la “sabiduría” humana es pura necedad ante Dios cuando se usa para el mal, por lo que me vuelvo a repetir: todas estas y muchas más, son ideas completamente diabólicas y que solo pueden salir de la boca de personas cuyas mentes están entenebrecidas en grado sumo. Si viviéramos en una sociedad sana, los contenidos pornográficos, al igual que el tabaco, serían eliminados por completo.

Conclusión
Este comité de “expertos” –en este caso, nuevamente Lorena Berdún-, afirma que la pornografía “no es para ciertas edades, sino para gente adulta”. ¡No salgo de mi asombro! Es querer defender el mal “según la edad”. Si se tiene 17 años o menos –donde se supone que la persona es inmadura-, este mal es malo y está mal, y si se tiene 18 años o más –donde la persona se supone que es madura-, este mal es bueno y está bien. ¡¡El mal es mal, se tenga la edad que se tenga!! Este es un claro ejemplo de cómo se hacen realidad estas palabras conocidas por todos: !!Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!  !!Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!(Is. 5:20-21).
Cuando la maldad se quiere justificar, la inventiva no tiene límites. Es nauseabundo y tristísimo que haya individuos que sean “pro-X”. Al final, una vez mas, incluso en este tema, se toma conciencia de las palabras de Jesús: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que la hallan” (Mt. 7:13-14).
Ante todo lo que hemos visto, no hagamos caso alguno ante tanta desvergüenza. Mejor sigamos los designios de Dios: “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Ro. 12:2. NVI).
Si hasta ahora te has justificado usando estas ideas para defender tus caídas (hacer distinción entre vicio y adicción, o algunos de los argumentos diabólicos que hemos citado), es hora de que comiences a ser sincero contigo mismo. Y, si ya lo eres, veas poco o mucho, tengas una adicción en mayor o en menor grado, es el momento de que des los pasos oportunos para solucionarlo.

Continuará en: Pornografía: hombres, mujeres, adolescentes y niños que la consumen.

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