Al leer el título de este escrito, más de uno podrá
pensar que es una redundancia, al interpretar que la adición a la pornografía y la
adición al sexo virtual es lo mismo. Como vamos a comprobar, no es así. Es
más, pueden ser asuntos completamente diferentes. Dada su extensión, y como he
hecho en otras ocasiones en diversas cuestiones, he decidido dividirlo en
varios artículos.
En mi mente no estaba la idea de tratar este asunto, por
la sencilla razón de que pensé que, con todo lo analizado en buena parte del
capítulo sobre la sexualidad del soltero cristiano, sería más que suficiente.
Pero, tras leer en Protestante Digital el testimonio de un creyente que está luchando en su vida y en su alma ante
dicha lacra social y enfermiza, decidí investigar más sobre el asunto y
abordarlo en profundidad. Cuando lo hice, y sabiendo de antemano que no se
habla nunca de dicho asunto desde los púlpitos como parte central de un sermón,
descubrí que hay más cristianos de los que uno puede imaginar con este
problema, el cual sufren en silencio y no saben cómo afrontar. Además, por pura
vergüenza, no se atreven a contar. Piensan que, si lo hicieran, nadie les
comprendería, su problema sería dado a conocer públicamente o ante muchos,
algunos les odiarían, les tacharían de hipócritas, les estigmatizarían y serían
siempre vistos con recelo, incluso aunque solucionaran la adicción.
Este es un tema duro de tratar e incómodo. Por la
parte que me toca, leer sobre algunas cuestiones concretas no me ha resultado nada
agradable. Pero, como siempre, el propósito –y que hace que merezca la pena, a
pesar de todo-, es ayudar al que está perdido y quiere salir de tales
tinieblas, y por eso lo afronto. Si es tu caso –y como no sé quién puede estar
leyendo al otro lado de esta pantalla-, deseo de corazón que las siguientes
líneas te ayuden. Y si no lo es, pero por casualidad conoces a alguien
enfrascado en dicha batalla, aquí tienes un material para ofrecérselo o
ayudarle directamente y hablarlo.
Antes de comenzar,
una última aclaración: cuando hago mención a la pornografía no me refiero
únicamente a vídeos de desnudos explícitos con escenas sexuales, sino también a:
- Toda imagen sensual
–aunque no haya un desnudo explícito- en la que una persona se recrea para
sentir lujuria y estimularse sexualmente. He leído casos donde la persona
confesaba sentir asco hacia la pornografía, pero se embriagaba con la belleza
sensual.
- Los “servicios” a
través de webcam, donde se efectúa un pago para que alguien, sea del sexo que
sea, lleve a cabo las actividades que el consumidor le “ordena” desde la
pantalla.
- Las clásicas películas
y novelas eróticas o subidas de tono, y que son tan populares entre las
mujeres.
Lo fácil que resulta condenar & Mi método de trabajo
Sé que hay teólogos y creyentes que tienen serios
problemas para conciliar la idea de ser
cristiano nacido de nuevo con la práctica habitual del pecado. Les
resulta totalmente contradictorio. Señalan, y con buenos argumentos, que un
cristiano nacido de nuevo no puede ser adicto al pecado, sea a la pornografía o
cualquier otro. Respeto completamente a los que piensan así como a los que no.
No es que evite tal debate –ya que tengo mi opinión al respecto-, pero entrar
ahora mismo en él sería alejarme en demasía de la intención principal de estos
escritos, por lo que lo dejo a un lado, quizá para más adelante.
Dicho esto, haré una matización muy importante para
los que levantan su Biblia contra las personas consumidoras de pornografía: lo fácil es condenarlas;
lo fácil es burlarse de ellas; lo rematadamente sencillo es señalarlas como
falsos cristianos; lo fácil es pensar que Dios las odia y no quiere salvarlas. Es
muy fácil culpar a los demás de algunos pecados llamativos y olvidar los
propios, porque, aparentemente, son menos importantes, como si para Dios
hubiera diferencia. En el lado opuesto, lo difícil es
ponerse en la piel de alguien que siente que ha tocado el infierno de la
desesperación y hacer empatía con una situación que no se ha experimentado en
las mismas carnes.
Sabiendo esto, he
decidido optar por la vía difícil y lanzarme con todas las consecuencias,
independientemente de lo que piensen o dejen de pensar otros cristianos, a los
que igualmente aprecio. Y no lo hago –como no tiene que hacerlo nadie- porque
me considere mejor o superior, sino porque tengo presente las palabras de Pablo
y su llamamiento a restituir al caído: “Hermanos, si
alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti
mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gá. 6:1).
Como se comprobará a
continuación, aunque solo hago alusión a una historia en particular –para ser
lo más conciso posible-, he leído muchos testimonios (tanto de cristianos como
de los que no lo son), que me han servido para determinar diversos
denominadores en común entre ellos. Esto implica que hay diferencias y matices
que depende de cada persona, puesto que cada vida es diferente. Si estás
leyendo estas líneas, es por alguna de las tres razones que he señalado:
- Ves pornografía
esporádicamente.
- La contemplas de
forma habitual.
- No es tu caso, pero
quieres ayudar a alguien.
Si es alguno de los
dos primeros casos, habrá algunos aspectos donde te sentirás identificado, y en
otros con los cuales no. Las comas, los punto y aparte, los detalles, tendrán
que añadirlos tú, puesto que es tu propia vida y de nadie más.
Como he dicho en
multitud de ocasiones, el pecado se puede explicar, pero nunca justificar. Y
eso es lo voy a hacer: explicar, nunca justificar. Si logramos entender este
matiz, nos será más fácil entender qué se esconde detrás de todo.
Personalmente, me resulta más sencillo comprenderlo si lo enfoco de esa manera.
Sexo virtual
vs Pornografía
La pornografía y el sexo virtual se diferencian en que
la primera se basa en imágenes –sean fotos o vídeos- y el segundo en relaciones
virtuales donde dos personas comparten algún tipo de vínculo sexual a través de
Internet, y que más bien se conoce como “cibersexo” (sexo “escrito” y/o “hablado”
por un micrófono, se añada o no web-cam). En él, los participantes interpretan
desde el anonimato cualquier tipo de rol: un chico se puede hacer pasar por
chica y viceversa, tener una edad muy diferente a la real, y cualquier tipo de
inclinación sexual. Ahí plasman una serie de fantasías imaginarias donde interpretan
a un personaje ficticio, buscando evidentemente la propia y solitaria
satisfacción sexual.
En el cibersexo se busca más bien algún tipo de
conexión humana que acompañe al placer, aunque sea a través de un vicio común.
Las mujeres son más propensas a esta adicción, ya que ellas, al ser más
emocionales que el hombre (que destaca más por ser un género visual), se
sienten más atraídas hacia esta interconexión. Es lo general, pero no siempre es
así. Otros sencillamente quieren
compartir una perversión en común como el que comparte un hobby.
Por otro lado, muchos encuentran aprobación al
sentirse deseados, aunque esto sea una mera entelequia. Baste este ejemplo de
una chica: “Tenía menos de 15 años cuando
comencé con el ´sexo virtual`, entrando a páginas de chats ´para conocer gente`
y en el conversar con completos desconocidos salían siempre insinuaciones
sexuales a las que yo empecé a acceder porque me veía tentada. Mi curiosidad
aumentaba, la sensación de placer me gustaba. Empecé a entrar chats de sexo y
hasta llegué a desnudarme frente a una cámara para alguien que conocí por
internet. ¡Que terrible suena esto ahora que lo digo! ¡Que terrible ES! ¿Por
qué hice eso? ¿Por qué mostré mi cuerpo? Recibir
halagos me gustaba, yo me sentía súper bien, ¿a qué chica no le gusta que le
digan lo linda y bien que se ve? [...] En el fondo de todo esto lo que más
quería era ser amada, valorada, ser importante para alguien, pero aprendí,
erróneamente, que mi valor estaba en mi cuerpo, en el ser bonita o no, y
como yo nunca fui popular entre los chicos, concluía que no valía nada. [...] Lo
más triste es que cuando me dicen ´NO`, por respetarme, yo siento que me
rechazan, como si mi valor estuviera en ´cuán bien puedo hacer que un chico se
sienta`, o ´cuánta satisfacción puedo darle`. En esos casos, como es de
esperarse, me siento tan triste que nuevamente me voy a mi ´refugio, a ese
mundo ilusorio donde nadie me va a ´rechazar`: la pornografía”.
Para recibir las palabras de halago que tanto desean
–aunque en el fondo sean falsas y un sucedáneo del verdadero amor-, muchos
venden su dignidad. Las razones citadas explican el porqué del éxito de los
chats de sexo y cómo se dan de la mano con la pornografía.
¿Vicio o adicción?
Estoy seguro que algunos de los que me leen dirán que
ellos no tienen una adicción ni que son unos viciosos. Y lo sé porque es lo que
más de una persona –no cristiana- me ha dicho, argumentando que solo consumen
pornografía de manera esporádica. Este razonamiento es completamente incorrecto
y sesgado. Si, por ejemplo, un individuo afirma que no tiene una adición a las
drogas porque solo consume una vez a la semana, ¿qué pensaríamos? Que está
equivocado o se está engañando a sí mismo. Aquí sucede igual. Recordemos la
segunda acepción de la palabra vicio:
“mala costumbre, hábito de obrar mal”. La persona que ve pornografía, aunque
sea cuatro veces al mes durante quince minutos, tiene una mala costumbre y está
obrando mal.
Cuando leo a “expertos” y a “sexólogos” indicar que,
mientras que el tiempo dedicado al visionado de pornografía no afecte ni
trastoque la vida diaria (familia, ocio, relaciones humanas, trabajo, etc.), no
hay nada de malo, es evidente que no son cristianos y que tienen una ética
situada en el polo opuesto de la deseada por Dios.
Si esto no lo vemos así, tenemos un serio problema de
percepción por una sencilla razón: he leído a muchos terapeutas –incluso
cristianos- decir que la persona debe tocar fondo para que decida cambiar.
Nuevamente, no estoy de acuerdo. Es la manera de quitar hierro a lo que no está
bien, y esto se comprueba, por citar un ejemplo, en el consumo de alcohol:
mientras que los jóvenes solo se emborrachen o beban de más (lo que se llama
“tener el puntito”) algunos fines de semanas o de vez en cuando, no pasa nada y
apenas se le concede importancia, ya que socialmente está tolerado. Pero esa no
es la manera de pensar de Dios, y si uno piensa de manera opuesta está
desalineado con Sus pensamientos.
No es esto lo que se debe enseñar –ni siquiera
sugerir-, porque se estará dando a entender que se puede vivir en un nivel
intermedio –que es en el que habita la mayoría-, sin tocar fondo, donde se
visualiza pornografía sin llegar a ser un adicto compulsivo. El énfasis se debe
situar mucho antes de caer por el precipicio, donde la persona tiene un área
desordenada de su vida y debe tomar la determinación de transformarse, por el
simple hecho de que está viviendo en inmoralidad, en contra de la voluntad de
Dios y de lo que es moral y espiritualmente sano para sí mismo.
No podemos medir una mala acción en función de la
cantidad o del grado. Existirá una mayor o una menor adicción, pero, al fin y
al cabo, es un vicio que va en contra de
la ley moral de Dios, al igual que cualquier otro pecado, sea que tenga que
ver con la inmoralidad sexual o no. Según los mandamientos divinos, el que
comete adulterio, aunque sea únicamente
una vez a año, está adulterando. El que roba, aunque sea únicamente una vez al mes, está siendo un ladrón. El que mantiene relaciones sexuales con su
pareja sin estar casado, aunque sea únicamente una vez a la semana, está viviendo en
fornicación. El que miente, aunque sea únicamente una vez
al día, está siendo un mentiroso.
Por eso me quedé con
la mandíbula desencajada cuando leí a una persona exponer cómo podía reducir su consumo
de pornografía. No dijo “dejar de ver” sino “reducir”. Sería como si un
cocainómano preguntara cómo puede reducir su dosis diaria, en lugar de dejar de
consumir. ¿Sabes qué le contestó un terapeuta?: que tuviera más relaciones
sexuales, puesto que así reduciría el consumo de porno. Me pregunto dónde
“regalan” algunos títulos de “expertos”, porque son propios de la “universidad
del infierno”.
Argumentos diabólicos
En un intenso diálogo
con un sector de los judíos, Jesús les
dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el
diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde
el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque
no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso,
y padre de mentira” (Jn. 8:44). Hay
pensamientos humanos que no proceden de Dios pero son inocuos. Ahora bien,
cuando una persona enseña algo que es completamente contrario a los ideales y a
la voluntad del Altísimo, es porque tiene por padre al diablo, al padre de
mentira.
Es lo mismo que me he encontrado investigando:
individuos que presentan argumentos para defender el visionado de pornografía,
y cuyas ideas son repulsivas. Señalan que no es malo, que no le hace daño a
nadie, que los que la quieren prohibir o abolirla son fanáticos mojigatos, retrógrados,
puritanos o inquisidores, que hay que ser libres y estar al día, que es un
entretenimiento “sin víctimas”, que si se puede controlar sin caer en la
adicción no hay ningún problema, que no hay que espantarse sino disfrutar, que
no es negativo siempre y cuando no se convierta en un sustituto de las
relaciones, que puede servir para solucionar la rutina en la pareja, que puede
ayudar en una terapia sexual, etc.
Si he señalado que me resultan repulsivas dichos
intentos de defender la pornografía es por razones muy concretas: los actores con
contrato laboral que se dedican a ella –aunque lo hagan voluntariamente porque
dicen ser libres para hacer con su cuerpo lo que les plazca- incumplen directamente el mandamiento de
guardar las relaciones sexuales para el matrimonio y basarlas en el amor.
Esa es la base principal que se destruye. Pero hay mucho más:
1) La mujer es vista como un mero objeto y cuyo cuerpo
se usa en muchas ocasiones de forma violenta y humillante, aunque en la ficción
se presente como si ella deseara ser vejada. Esto debería remover las entrañas
de cualquier ser humano con valores.
2) Tanto
hombres como mujeres llevan a cabo todo tipo de prácticas enfermizas y
aberrantes, a unos niveles que no reproducen ni siquiera las criaturas del
reino animal.
3) En muchos casos, se cae en los actos contra natura.
4) Distorsiona la imagen del sexo opuesto, del respeto
que se le debe a esa persona, y se elimina de la ecuación la intimidad, la
ternura, la confidencialidad, la fidelidad y la exclusividad.
5) El acto más privado del ser humano se ha convertido
en algo público.
Otros dicen que sirve “para aprender”. No me reiría de
dichas palabras ni aunque
estuvieran sacadas de un chiste. Es como si alguien dijera que quiere aprender
defensa personal porque tiene miedo ya que una vez le atracaron y, en lugar de
apuntarse a clases en un gimnasio, se alistara en un grupo terrorista para
aprender sus técnicas de lucha.
El último razonamiento que exponen es que “muchos la
ven” y “tiene su utilidad”. Lorena Berdún, Licenciada
en psicología por la Universidad Autónoma de Madrid, sexóloga, presentadora de
radio y televisión, dice que “es un
género que puede ser estupendo como complemento en la sexualidad, pero en su
contexto y momentos
adecuados”. Y, sumado a esta idea, Anna Arrowsmith, directora de cine para “adultos” (¿es que ser
“adulto” es sinónimo de libertinaje?), apunta que si, la pornografía está
dirigida principalmente a los hombres y su placer, habrá que hacer que también haya material
para las mujeres. ¿Qué responder? Como diría un castizo: “¡Viva la Pepa”! ¡Si la mitad de los cerdos se tiran por
el barranco, que el resto haga lo mismo!
De forma llamativa, Anna es graduada de una de las más prestigiosas escuelas de arte
del mundo –Central Saint Martin´s School of Art and Design-, y tiene un master
del Birbeck College en Filosofía y otro de la Universidad de Sussex en Estudios
de Género. Por su parte, el doctor José Luis Rodríguez (sexólogo, médico
psicoterapeuta especialista en sexología clínica), señala que las mujeres no
tienen que sentirse culpables por sentir placer al ver pornografía. ¿Por qué señalo los títulos académicos
de estas personas? Para dejar bien claro que la “sabiduría” humana es pura
necedad ante Dios cuando se usa para el mal, por lo que me vuelvo a
repetir: todas estas y muchas más, son ideas completamente diabólicas y que
solo pueden salir de la boca de personas cuyas mentes están entenebrecidas en
grado sumo. Si viviéramos en una sociedad sana, los contenidos pornográficos,
al igual que el tabaco, serían eliminados por completo.
Conclusión
Este comité de “expertos” –en este caso, nuevamente
Lorena Berdún-, afirma que la pornografía “no es para ciertas edades, sino para
gente adulta”. ¡No salgo de mi asombro! Es querer defender el mal “según la
edad”. Si se tiene 17 años o menos –donde se supone que la persona es
inmadura-, este mal es malo y está mal, y si se tiene 18 años o más –donde la
persona se supone que es madura-, este mal es bueno y está bien. ¡¡El mal es
mal, se tenga la edad que se tenga!! Este es un claro ejemplo de cómo se hacen
realidad estas palabras conocidas por todos: “!!Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que
hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por
dulce, y lo dulce por amargo! !!Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son
prudentes delante de sí mismos!” (Is.
5:20-21).
Cuando la maldad se
quiere justificar, la inventiva no tiene límites. Es nauseabundo y tristísimo que haya individuos que
sean “pro-X”. Al final, una vez mas, incluso en este tema, se toma conciencia
de las palabras de Jesús: “Entrad por la
puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a
la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la
puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que la hallan”
(Mt. 7:13-14).
Ante todo lo que
hemos visto, no hagamos caso alguno ante tanta desvergüenza. Mejor sigamos los
designios de Dios: “No se amolden al mundo actual, sino sean
transformados mediante la renovación de su mente. Así
podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Ro. 12:2. NVI).
Si hasta ahora te has justificado usando estas ideas
para defender tus caídas (hacer
distinción entre vicio y adicción, o algunos de los argumentos diabólicos que hemos citado),
es hora de que comiences a ser sincero contigo mismo. Y, si ya lo eres, veas
poco o mucho, tengas una adicción en mayor o en menor grado, es el momento de
que des los pasos oportunos para solucionarlo.
Continuará en: Pornografía:
hombres, mujeres, adolescentes y niños que la consumen.
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