lunes, 6 de diciembre de 2021

8.5. La “edad del pavo” de los adolescentes y, sí, también, de los adultos

 


Venimos de aquí: La única solución al gran problema de los jóvenes y adolescentes (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/09/84-la-unica-solucion-al-gran-problema.html).

Cada adolescente, como cada persona de este planeta, es un mundo diferente, por lo que hacer generalizaciones es arriesgado. Ahora bien, aunque los matices varíen, hay etapas de la vida en que suelen ser muy parecidas, y una de ellas es la llamada “edad del pavo”. Suele durar desde los once a los dieciocho años, pero, como vamos a ver, puede durar toda la vida.

La primera edad del pavo
¿Cómo son los adolescentes en la edad del pavo? A menos que sean extremadamente sinceros consigo mismos, ellos no se describirían de la siguiente manera, así que usemos un poco de humor para reflejar un trasfondo completamente real:

- Emocionalmente manipuladores: “¡¡¡Papáaaaa, tú no paras de comprarte cosas y a mí no me compras naaaaadaaaa nuuuuncaaaaa!!!”. De niños lloraban como posesos como táctica para alcanzar sus deseos. Ahora se encierran en el cuarto y le retiran la palabras a los padres durante unos días, al mismo tiempo que se muestran sumamente serios, como si estuvieran en un funeral.

- Buscan salirse con la suya y creen que siempre tienen la razón, ya que sus puntos de vistas son los correctos.: “Pues noooooo, eso no es asiiiií. ¡¡¡O lo hacemos como yo digo o te juro que no hago nada!!!”.

- Mienten si la oportunidad lo requiere para escabullirse de algo: “Si me llaman por teléfono dile a Mari que estoy durmiendo que tengo que descansar para el examen de mañana de astrofísica, que la muy pesada quería que la ayudara a pintar su habitación”, dice mientras está tirado en el sofá jugando a la videoconsola.

- Arrogantes: “Papá, mamá, no tenéis ni idea. En el insti todo el mundo dice que os habéis quedado anticuados y sois unos lelos ignorantes”.

- Tienen la rebeldía por bandera. Dicen lo contrario a los padres. Si éstos dicen “sí”, “bueno”, “no vayas”, “no hagas”, ellos dirán “no”, “malo”, “sí voy”, “sí hago”.

- Se muestran a la defensiva cuando se les indica lo que han hecho mal: “No digas tonterías mamá, no es para tanto. Juan, Antonio, Paco, Laura y Antonia lo hicieron y sus padres no les regañaron”, señala tras llegar medio borrachos a casa.  

- Todo lo ponen en tela de juicio y les parece injusto: “¡¡¡Siempre me toca a mí poner la mesa y quitarla, afuuuu!!!”.

- Ven todo error propio y ajeno, junto a las circunstancias negativas de la vida, como una catástrofe de dimensiones apocalípticas: ese mechón de pelo que no queda en su sitio, la ropa no lavada ni planchada que iban a usar precisamente ese día, ese grano que aparece en la barbilla, ese chico que no le hace caso, que la madre no le compre el paté y el zumo de la marca que toma habitualmente, etc.

- Son egoístas. Piden mucho y dan muy poco desinteresadamente, y cuando lo dan suele ser una estrategia disimulada para obtener algún beneficio: “Quiero las zapatillas deportivas Nike rojas con cordones azules. Quiero el libro de Harry Potter con sobrecubiertas doradas y firmado por la autora. Quiero la caja roja de Nestle que sale en Navidad y trae 128 bombones. Quiero... (así una hora sin parar). Tras su lista infinita de peticiones, le dice la madre: “Acompáñame al supermercado para hacer la compra y ayudarme a subir los recados”. A lo que contesta: ¡¡¡Ve tú, yo no tengo ganas, estoy cansado!!! Además, tengo que terminar la carta de quince folios a los Reyes Magos de las cosas que quiero. ¡¡¡Y no me regañes ni me grites que me duele la muela y el lóbulo temporal!!!”.

- Al creerse el centro del universo, siempre quieren más y más: más ropa, más zapatos, más dinero, más videojuegos y más artilugios tecnológicos, y nunca están satisfechos. Sus palabras favoritas son “dame”, “quiero” y “cómprame”: “La sanguijuela tiene dos hijas que dicen: !!Dame! !!dame!” (Pr. 30:15).

- Son quisquillosos hasta el frenesí: “Mamá, tienes que llevarme al Mcdonals a las 14:30 exactamente (puesto que si llega antes no habrán llegado sus amigos y se sentirá solo, y si llega dos minutos después se reirán de él). Y tienes que venir a por mí a las 16:00 exactamente (ya que si llega antes le “cortará el rollo”, y si llega después sus “compis” pensarán que sus padres pasan de él).

- Rechazan todo contacto físico con sus padres: los “ainssss” y los “que te quieroooo” que les dedicaban sus progenitores con abrazos y les encantaban, ahora les causan repelús: “La alergia a los padres se debe a una batalla interna de sentimientos contradictorios en el joven. Quiere a sus progenitores, desea estar con ellos, sentirse amado e importante en el hogar, pero a la vez esta imagen de amor, candidez y dependencia le fastidia muchísimo. Ignora que amar a los padres no tiene nada que ver con ser infantil. Para el adolescente cualquier gesto de cariño o ternura le recuerda que es dependiente, vulnerable y pueril. Y no es extraño escuchar: ´mama déjame, no me vuelvas a dar un beso. Odio los besos`”[1].

- Se sienten intocables, y se muestran irascibles e irritables cuando se les contradice, que es cuando explotan. Saltan a la mínima y cuando algo no se hace como ellos quieren tienen la escopeta cargada para lanzarse al ataque con todo tipo de reproches, argumentos manidos y un amplísimo repertorio verbal: “Las chicas despliegan con habilidad malabarista el arte de la verborrea. Todo, absolutamente todo, es objeto de disección y combate linguistico. La niña adorable que daba muchos besos y sonreía con frecuencia se convierte en un dragón que echa fuego por la boca cuando se le lleva la contraria. Pone mucho empeño en demostrar que ya no es dócil, ni mona, ni manejable. Cuando más ácido es el comentario, más eficaz. No importa el daño que cause el destinatario. En el fondo, sabe que no siente lo que dice y como es muy egoísta, eso le parece más que suficiente”[2].

- Si pudieran establecer una ley por decreto, sería sin duda la que dice “hago lo que me da la gana”. Así quieren demostrar que ya no son dependientes ni dóciles, y que son dueños de su propia vida sin que nadie les diga qué hacer con ella: “Durante la pubertad el joven se muestra irritable con los padres y los hermanos. Critica y forcejea con las reglas y las normas de convivencia. Comienza a dar signos de autonomía con deseos de separarse de los padres, aunque el distanciamiento es más piscológico que físico. Todo ello sirve para que el joven descubra su identidad, en qué aspectos de la vida es fuerte y en cuáles débil, [...] el chico y la chica luchan por su independencia, por tener criterio propio, por no acatar ordenes de los demás. La vida en casa transcurre entre discusiones, desacuerdos y discrepancias. Aun el joven mas dócil se vuelve polémico. El ritmo cotidiano es objeto de litigio debido a que el adolecente intenta cambiar a su gusto todo lo que concierne a la vida en casa: las normas familiares, los trabajos, los habitos personales, el uso del telefono y la televisión, el dinero o los hermanos. [...] de pronto, padres e hijos parecen hablar idiomas distintos. Uno dice algo e inmediatamente el otro dice lo contrario. Adolescencia es sinónimo de separación, autonomía. El problema es que son los hijos quienes, sin previo aviso, desean alejarse de los padres. Solo ellos marcan la distancia. Los límites, las reglas, las normas de convivencia son los mismos de siempre, pero ahora el joven decide hacerlos añicos, amoldarlos a su gusto o convenciencia. Deja de estar de acuerdo con ellos. Antes no protestaba. Ahora lo hace con frecuencia”[3].

- Son irracionales ya que no suelen razonar lo que dicen. Sueltan lo primero que se les pasa por la mente.

- Son caprichosos y cambian continuamente de opinión. Lo que un día les encanta (ese pantalón, esa chica, ese look, esa música) al siguiente les repele.

- Se vuelven ateos: “Venga ya papá, que en el colegio nos han demostrado que la teoría de Darwin es la verdad y que Dios no existe”. Como nos les gusta la ética cristiana –la cual, según ellos, reprime sus deseos de fiesta y libertad sexual-, la rechazan, poniendo en tela de juicio las creencias familiares y sus valores morales basados en la Biblia.

- Se quejan por todo: “Esta comida no me gusta”; “La comida está muy fría”; “La comida está muy caliente”; “Me has echado demasiada comida, ¿qué quieres que me ponga como una foca?”; “Me has echado muy poca comida, ¿qué quieres que me muera de hambre?”.

- Actúan inconscientemente de manera hipócrita: “Papa, eres un flojo, ve tú a por tus zapatillas y no me mandes a mí. ¡¡¡Mamáaaaaa, llevo diez minutos esperando a que me traigas el yogur de la nevera!!!!”.

- Cuando no les gusta el trato que les dispensan sus padres, los comparan con los de sus compañeros y amigos: “Pues que sepas que los padres de Manuela la dejaron ir a la fiesta. Ellos sí que son enrollaos, no como vosotros”. La realidad, que se ignora en el pavo, es que los padres de sus amigos –que ellos desde fuera consideran perfectos, también son criticados por sus propios hijos: “Toda esta combinacion de increíbles virtudes en el padre o la madre de fulanito colma de celos a los progenitores, porque el elegido no suele dar para tanto beato. En realidad, el padre o la madre de fulanito tambien es un sufridor, igual que cualquer padre de adolescentes: no es liberal ni tranquilo, no está al corriente de todo lo que concierne a su hijo, se halla al borde la deseperación, tambien es víctima de críticas, mofas o insultos, e incluso ostenta el título de el padre y la madre más horrible de toda España, aunque por lo visto, algún amigo de sus hijos se empeña en no darse cuenta”[4].

- Suelen tener una empatía máxima con sus amigos y, por el contrario, mínima hacia sus padres y profesores: “Pobrecitos los padres de Laura. Su perrito se les ha puesto enfermo... ¡Papá, no sé de qué te quejas tanto ni el porqué esa cara que pones de dolor, que solo te han extirpado el ligamento de la rodilla! ¡Ni que te hubieran cortado la pierna!”.

- Hacen todo lo posible para no ir al colegio: 8 de la mañana, la madre entra en la habitación: “Reyes, levántate que es la hora”. Frase repetida 10 veces durante 10 minutos. A lo que Reyes responde: “Tengo frío, no me encuentro bien”. Tras unos lloriqueos para hacer su actuación más convincente, la madre desiste, se va a trabajar y deja a su hija “durmiendo”, diciéndole que luego irán al médico. En cuanto la madre sale por la puerta, Reyes enciende el móvil, llama por teléfono a sus amiguitos que también han hecho pellas y se pone a escuchar música.

Ante todo esto, los padres describen así a su hijo adolescente: “Solo entiende la palabra ´no` cuando la dice él. Detesta cualquier gesto de ternura. Explota a la menor sugerencia. Miente como un bellecaco. Pasa de todo. Solo hace caso a los demás. Usa una jerga que no hay quien la entienda. Es hipocrita. Cree que siempre le estoy criticando. Solo él tiene razon. El resto de la humanidad se equivoca. Es muy egoísta”[5].

Un pequeño stop
Educar a un jovencito en plena edad del pavo... ¡madre mía, qué locura! No me extraña que ante semejante panorama la paciencia de los padres sea puesta a prueba una y otra vez.
Evidentemente hay diversos grados de pavo, algunos light y otros muy intensos, que también dependerá en buena parte de la educación en valores que hayan recibido por parte de sus padres durante la infancia y la preadolescencia. Si durante la etapa infantil y juvenil se ha educado correctamente al hijo y con determinados valores, las situaciones descritas, aunque suelan ser esporádicas, no deberían ser habituales. Además, “el ocaso de la adolescencia llega de forma tan inesperada como empezó. Un bien día, de pronto, asoma un atisbo de civilizada humanidad en la compostura del joven. Quiere cooperar. Deja de criticar. Conversa con sus padres. [...] Incluso se ofrece para sacar la basura. Algo insolito para esos sufridos padres resignados a padecer el síndrome de la adolescencia el resto de sus vidas”[6].
El pavo de por sí no los convierte en diablillos maliciosos. En general, los adolescentes, cuyo pavo es nivel medio, son muy emotivos, y también hay nobleza en sus corazones. De forma inesperada, realizan buenas acciones que sorprenden al más curtido. Tienen una imaginación desbordante, son idealistas y muy observadores aunque parezcan despistados e ingenuos, le encuentran el sentido del humor a casi todo –por muy absurdo que resulte-, y suelen profesar un grado de amor que suele sorprender a muchos adultos. 
También están aquellos que, a nivel humano, destacan sobre la media, que forma parte de “la juventud responsable, alegre y entusiasta, que no necesita de procacidades, desmadres y actos vandálicos, sensible, respetuosa, entrañable, dialogante y entregada con tesón a la preciosa tareas de hacer de este un mundo mejor. Me estoy refiriendo a chicos de todas las edades y condiciones que visitan a ancianos, pobres y enfermos en sus ratos libres, que sacrifican sus vacaciones para pasarlas trabajando con la gente del tercer y cuarto mundo, que dedican sus ratos libres a la alfabetización de las personas más ignorantes, que reúnen sus ahorros para adquirir en la época de rebajas prendas de abrigo para los niños que tiemblan de frío en sus chabolas de madera y cartón, que se llevan a casa bolsas de comida para sus mendigos. Estos son los otros jóvenes, los que no necesitan hacer tanto ruido para estar presentes en nuestra sociedad, son los que se solidarizan con el oprimido, con el desesperado, con el que siente hambre de afecto...”[7].

La segunda edad del pavo
Cumplir años no quita de por sí este pavo. Muchos se quedan ahí anclados y les dura toda la vida. La edad por sí misma no logra la madurez, solo afianza la personalidad primaria, a menos que esta haya sido formada. Por eso este planeta está lleno de veinteañeros, treinteañeros, cuarentones y más que siguen en dicha edad.
La cuestión es que hay otra edad del pavo. Casi todo el mundo cree que dura únicamente el periodo de la adolescencia y que se supera:

- Cuando se deja atrás todas las características citadas.
- Cuando se tienen claras las ideas.
- Cuando la histeria propia de esa edad desaparece.
- Cuando se empiezan los estudios universitarios.
- Cuando la vida ya está más o menos asentada.

Tras esto, el primer pavo se queda atrás. En términos humanos, puede ser, pero como dice Bernabé Tierno: “Quienes permanecen anclados en la intransigencia, la incomprensión y las actitudes egoístas como normas de su obrar, jamás serán adultos psicológicamente”. Y así hay millones de personas”[8].
Aparte de este, hay un segundo pavo, que es el que se tiene ante los ojos de Dios. ¿Cuándo ocurre eso? Cuando los valores son contrarios a Su voluntad o se vive de espaldas a Él. En ese caso, el “hombre” sigue siendo “niño”. No ha crecido. Ante su Creador sigue perdido y en pañales. Pablo lo entendió perfectamente: “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño” (1 Co. 13:11).
Cuando el individuo sigue depositando sus sueños y deseos completamente en este mundo, ignorando al Altísimo, está estancado en la segunda edad del pavo con todas las de la ley, aunque sea un buen estudiante universitario, alcance el éxito profesional, obtenga el reconocimiento de la sociedad, tenga valores loables, use un lenguaje exquisito, sea fiel a su novia o esposa, sea colaborador de alguna manera en una ONG y esté en la lista como donante de órganos, y mil cosas más. Se consideran justos y buenos, pero la Escritura dice de ellos: “Hay generación limpia en su propia opinión, si bien no se ha limpiado de su inmundicia” (Pr. 30:12). Siguen muertos en sus delitos y pecados y delitos (cf. Ef. 2:1). Ante Dios no son sabios, sino necios.

Conclusiones
Como vimos en los capítulos previos, las dificultades para afrontar ambos tipos de pavo son evidentes:

- Una sociedad que enseña unos valores enfermizos.
- La presión de grupo que contagia a cualquiera.
- La propia naturaleza caída. No olvidemos nunca uno de los grandes principios bíblicos y que ya hemos analizado ampliamente con anterioridad: todos los seres humanos nacemos con una naturaleza caída e inclinada al mal, y donde única y exclusivamente una genuina conversión puede remediar sus efectos y darle la vuelta a la situación.


Continuará en: ¿Qué valores están enseñando los padres cristianos a sus hijos adolescentes?


[1] Nágera, Alejandra. La edad del pavo. Temas de hoy. Pág. 46.

[2] Ibid. Pág. 48.

[3] Ibid. Pág. 30, 41, 44.

[4] Ibid. Pág. 54.

[5] Ibid. Pág. 43.

[6] Ibid. Pág. 287.

[7] Tierno, Bernabé. Adolescentes, las 100 preguntas clave. Temas de hoy. Pág. 64.

[8] Ibid. Pág. 30.

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