Venimos de aquí: La
única solución al gran problema de los jóvenes y adolescentes (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/09/84-la-unica-solucion-al-gran-problema.html).
Cada adolescente,
como cada persona de este planeta, es un mundo diferente, por lo que hacer
generalizaciones es arriesgado. Ahora bien, aunque los matices varíen, hay
etapas de la vida en que suelen ser muy parecidas, y una de ellas es la llamada
“edad del pavo”. Suele durar desde los once a los dieciocho años, pero, como
vamos a ver, puede durar toda la vida.
La primera edad del pavo
¿Cómo son los
adolescentes en la edad del pavo? A
menos que sean extremadamente sinceros consigo mismos, ellos no se describirían
de la siguiente manera, así que usemos un poco de humor para reflejar un
trasfondo completamente real:
- Emocionalmente
manipuladores: “¡¡¡Papáaaaa, tú no paras
de comprarte cosas y a mí no me compras naaaaadaaaa nuuuuncaaaaa!!!”. De niños lloraban como posesos como táctica para
alcanzar sus deseos. Ahora se encierran en el cuarto y le retiran la palabras a
los padres durante unos días, al mismo tiempo que se muestran sumamente serios,
como si estuvieran en un funeral.
- Buscan salirse con
la suya y creen que siempre tienen la razón, ya que sus puntos de vistas son
los correctos.: “Pues noooooo, eso no es
asiiiií. ¡¡¡O lo hacemos como yo digo o te juro que no hago nada!!!”.
- Mienten si la
oportunidad lo requiere para escabullirse de algo: “Si me llaman por teléfono dile a Mari que estoy durmiendo que tengo
que descansar para el examen de mañana de astrofísica, que la muy pesada quería
que la ayudara a pintar su habitación”, dice mientras está tirado en el
sofá jugando a la videoconsola.
- Arrogantes: “Papá, mamá, no tenéis ni idea. En el insti
todo el mundo dice que os habéis quedado anticuados y sois unos lelos
ignorantes”.
- Tienen la rebeldía
por bandera. Dicen lo contrario a los padres. Si éstos dicen “sí”, “bueno”, “no vayas”, “no hagas”, ellos dirán “no”, “malo”, “sí voy”, “sí hago”.
- Se muestran a la
defensiva cuando se les indica lo que han hecho mal: “No digas tonterías mamá, no es para tanto. Juan, Antonio, Paco, Laura
y Antonia lo hicieron y sus padres no les regañaron”, señala tras llegar
medio borrachos a casa.
- Todo lo ponen en
tela de juicio y les parece injusto: “¡¡¡Siempre
me toca a mí poner la mesa y quitarla, afuuuu!!!”.
- Ven todo error
propio y ajeno, junto a las circunstancias negativas de la vida, como una catástrofe de dimensiones apocalípticas:
ese mechón de pelo que no queda en su sitio, la ropa no lavada ni planchada que
iban a usar precisamente ese día, ese grano que aparece en la barbilla, ese
chico que no le hace caso, que la madre no le compre el paté y el zumo de la
marca que toma habitualmente, etc.
- Son egoístas. Piden
mucho y dan muy poco desinteresadamente, y cuando lo dan suele ser una
estrategia disimulada para obtener algún beneficio: “Quiero las zapatillas deportivas Nike rojas con cordones azules. Quiero
el libro de Harry Potter con sobrecubiertas doradas y firmado por la autora.
Quiero la caja roja de Nestle que sale en Navidad y trae 128 bombones.
Quiero... (así una hora sin parar). Tras su lista infinita de peticiones,
le dice la madre: “Acompáñame al
supermercado para hacer la compra y ayudarme a subir los recados”. A lo que
contesta: ¡¡¡Ve tú, yo no tengo ganas,
estoy cansado!!! Además, tengo que terminar la carta de quince folios a los
Reyes Magos de las cosas que quiero. ¡¡¡Y no me regañes ni me grites que me duele la muela y
el lóbulo temporal!!!”.
- Al creerse el
centro del universo, siempre quieren más y más: más ropa, más zapatos, más
dinero, más videojuegos y más artilugios tecnológicos, y nunca están
satisfechos. Sus palabras favoritas son “dame”, “quiero” y “cómprame”: “La
sanguijuela tiene dos hijas que dicen: !!Dame! !!dame!” (Pr. 30:15).
- Son quisquillosos
hasta el frenesí: “Mamá, tienes que
llevarme al Mcdonals a las 14:30 exactamente (puesto que si llega antes no
habrán llegado sus amigos y se sentirá solo, y si llega dos minutos después se
reirán de él). Y tienes que venir a por
mí a las 16:00 exactamente (ya que si llega antes le “cortará el rollo”, y
si llega después sus “compis” pensarán que sus padres pasan de él)”.
- Rechazan todo
contacto físico con sus padres: los “ainssss” y los “que te quieroooo” que les
dedicaban sus progenitores con abrazos y les encantaban, ahora les causan
repelús: “La alergia a los padres se debe
a una batalla interna de sentimientos contradictorios en el joven. Quiere a sus
progenitores, desea estar con ellos, sentirse amado e importante en el hogar,
pero a la vez esta imagen de amor, candidez y dependencia le fastidia
muchísimo. Ignora que amar a los padres no tiene nada que ver con ser infantil.
Para el adolescente cualquier gesto de cariño o ternura le recuerda que es
dependiente, vulnerable y pueril. Y no es extraño escuchar: ´mama déjame, no me
vuelvas a dar un beso. Odio los besos`”[1].
- Se sienten
intocables, y se muestran irascibles e irritables cuando se les contradice, que
es cuando explotan. Saltan a la mínima y
cuando algo no se hace como ellos quieren tienen la escopeta cargada para
lanzarse al ataque con todo tipo de reproches, argumentos manidos y un amplísimo
repertorio verbal: “Las chicas despliegan con habilidad malabarista el arte
de la verborrea. Todo, absolutamente todo, es objeto de disección y combate
linguistico. La niña adorable que daba muchos besos y sonreía con frecuencia se
convierte en un dragón que echa fuego por la boca cuando se le lleva la
contraria. Pone mucho empeño en demostrar que ya no es dócil, ni mona, ni
manejable. Cuando más ácido es el comentario, más eficaz. No importa el daño
que cause el destinatario. En el fondo, sabe que no siente lo que dice y como
es muy egoísta, eso le parece más que suficiente”[2].
- Si pudieran
establecer una ley por decreto, sería sin duda la que dice “hago lo que me da
la gana”. Así quieren demostrar que ya no son dependientes ni dóciles, y que
son dueños de su propia vida sin que nadie les diga qué hacer con ella: “Durante la pubertad el joven se muestra
irritable con los padres y los hermanos. Critica y forcejea con las reglas y
las normas de convivencia. Comienza a dar signos de autonomía con deseos de
separarse de los padres, aunque el distanciamiento es más piscológico que
físico. Todo ello sirve para que el joven descubra su identidad, en qué
aspectos de la vida es fuerte y en cuáles débil, [...] el chico y la chica
luchan por su independencia, por tener criterio propio, por no acatar ordenes
de los demás. La vida en casa transcurre entre discusiones, desacuerdos y
discrepancias. Aun el joven mas dócil se vuelve polémico. El ritmo cotidiano es
objeto de litigio debido a que el adolecente intenta cambiar a su gusto todo lo
que concierne a la vida en casa: las normas familiares, los trabajos, los
habitos personales, el uso del telefono y la televisión, el dinero o los
hermanos. [...] de pronto, padres e hijos parecen hablar idiomas distintos. Uno
dice algo e inmediatamente el otro dice lo contrario. Adolescencia es sinónimo
de separación, autonomía. El problema es que son los hijos quienes, sin previo
aviso, desean alejarse de los padres. Solo ellos marcan la distancia. Los límites,
las reglas, las normas de convivencia son los mismos de siempre, pero ahora el
joven decide hacerlos añicos, amoldarlos a su gusto o convenciencia. Deja de
estar de acuerdo con ellos. Antes no protestaba. Ahora lo hace con frecuencia”[3].
- Son irracionales ya
que no suelen razonar lo que dicen. Sueltan lo primero que se les pasa por la
mente.
- Son caprichosos y
cambian continuamente de opinión. Lo que un día les encanta (ese pantalón, esa
chica, ese look, esa música) al siguiente les repele.
- Se vuelven ateos: “Venga ya papá, que en el colegio nos han
demostrado que la teoría de Darwin es la verdad y que Dios no existe”. Como
nos les gusta la ética cristiana –la cual, según ellos, reprime sus deseos de
fiesta y libertad sexual-, la rechazan, poniendo en tela de juicio las
creencias familiares y sus valores morales basados en la Biblia.
- Se quejan por todo:
“Esta comida no me gusta”; “La comida está muy fría”; “La comida está muy caliente”; “Me has echado demasiada comida, ¿qué
quieres que me ponga como una foca?”; “Me
has echado muy poca comida, ¿qué quieres que me muera de hambre?”.
- Actúan
inconscientemente de manera hipócrita: “Papa,
eres un flojo, ve tú a por tus zapatillas y no me mandes a mí. ¡¡¡Mamáaaaaa,
llevo diez minutos esperando a que me traigas el yogur de la nevera!!!!”.
- Cuando no les gusta
el trato que les dispensan sus padres, los comparan con los de sus compañeros y
amigos: “Pues que sepas que los padres de
Manuela la dejaron ir a la fiesta. Ellos sí que son enrollaos, no como
vosotros”. La realidad, que se ignora en el pavo, es que los padres de sus
amigos –que ellos desde fuera consideran perfectos, también son criticados por
sus propios hijos: “Toda esta combinacion
de increíbles virtudes en el padre o la madre de fulanito colma de celos a los
progenitores, porque el elegido no suele dar para tanto beato. En realidad, el
padre o la madre de fulanito tambien es un sufridor, igual que cualquer padre
de adolescentes: no es liberal ni tranquilo, no está al corriente de todo lo
que concierne a su hijo, se halla al borde la deseperación, tambien es víctima
de críticas, mofas o insultos, e incluso ostenta el título de el padre y la
madre más horrible de toda España, aunque por lo visto, algún amigo de sus
hijos se empeña en no darse cuenta”[4].
- Suelen tener una
empatía máxima con sus amigos y, por el contrario, mínima hacia sus padres y
profesores: “Pobrecitos los padres de
Laura. Su perrito se les ha puesto enfermo... ¡Papá, no sé de qué te quejas
tanto ni el porqué esa cara que pones de dolor, que solo te han extirpado el
ligamento de la rodilla! ¡Ni que te hubieran cortado la pierna!”.
- Hacen todo lo
posible para no ir al colegio: 8 de la mañana, la madre entra en la habitación:
“Reyes, levántate que es la hora”.
Frase repetida 10 veces durante 10 minutos. A lo que Reyes responde: “Tengo frío, no me encuentro bien”. Tras
unos lloriqueos para hacer su actuación más convincente, la madre desiste, se
va a trabajar y deja a su hija “durmiendo”, diciéndole que luego irán al
médico. En cuanto la madre sale por la puerta, Reyes enciende el móvil, llama
por teléfono a sus amiguitos que también han hecho pellas y se pone a escuchar
música.
Ante todo esto, los
padres describen así a su hijo adolescente: “Solo entiende la palabra ´no`
cuando la dice él. Detesta cualquier gesto de ternura. Explota a la menor
sugerencia. Miente como un bellecaco. Pasa de todo. Solo hace caso a los demás.
Usa una jerga que no hay quien la entienda. Es hipocrita. Cree que siempre le
estoy criticando. Solo él tiene razon. El resto de la humanidad se equivoca. Es
muy egoísta”[5].
Un pequeño stop
Educar a un jovencito
en plena edad del pavo... ¡madre mía, qué locura! No me extraña que ante
semejante panorama la paciencia de los padres sea puesta a prueba una y otra
vez.
Evidentemente hay diversos grados de pavo, algunos light y
otros muy intensos, que también dependerá en buena parte de la educación en valores que hayan
recibido por parte de sus padres durante la infancia y la preadolescencia. Si
durante la etapa infantil y juvenil se ha educado correctamente al hijo y con
determinados valores, las situaciones descritas, aunque suelan ser esporádicas,
no deberían ser habituales. Además, “el ocaso de la adolescencia llega de forma
tan inesperada como empezó. Un bien día, de pronto, asoma un atisbo de
civilizada humanidad en la compostura del joven. Quiere cooperar. Deja de
criticar. Conversa con sus padres. [...] Incluso se ofrece para sacar la
basura. Algo insolito para esos sufridos padres resignados a padecer el
síndrome de la adolescencia el resto de sus vidas”[6].
El pavo de por sí no
los convierte en diablillos maliciosos. En general, los adolescentes, cuyo pavo
es nivel medio, son muy emotivos, y
también hay nobleza en sus corazones. De forma inesperada, realizan buenas
acciones que sorprenden al más curtido. Tienen una imaginación desbordante, son
idealistas y muy observadores aunque parezcan despistados e ingenuos, le
encuentran el sentido del humor a casi todo –por muy absurdo que resulte-, y
suelen profesar un grado de amor que suele sorprender a muchos adultos.
También están
aquellos que, a nivel humano, destacan sobre la media, que forma parte de “la juventud responsable, alegre y
entusiasta, que no necesita de procacidades, desmadres y actos vandálicos,
sensible, respetuosa, entrañable, dialogante y entregada con tesón a la
preciosa tareas de hacer de este un mundo mejor. Me estoy refiriendo a chicos
de todas las edades y condiciones que visitan a ancianos, pobres y enfermos en
sus ratos libres, que sacrifican sus vacaciones para pasarlas trabajando con la
gente del tercer y cuarto mundo, que dedican sus ratos libres a la
alfabetización de las personas más ignorantes, que reúnen sus ahorros para
adquirir en la época de rebajas prendas de abrigo para los niños que tiemblan
de frío en sus chabolas de madera y cartón, que se llevan a casa bolsas de
comida para sus mendigos. Estos son los otros jóvenes, los que no necesitan
hacer tanto ruido para estar presentes en nuestra sociedad, son los que se
solidarizan con el oprimido, con el desesperado, con el que siente hambre de
afecto...”[7].
La segunda edad del pavo
Cumplir años no quita
de por sí este pavo. Muchos se quedan
ahí anclados y les dura toda la vida. La edad por sí misma no logra la madurez,
solo afianza la personalidad primaria, a menos que esta haya sido formada. Por
eso este planeta está lleno de veinteañeros, treinteañeros, cuarentones y más que
siguen en dicha edad.
La cuestión es que
hay otra edad del pavo. Casi todo el
mundo cree que dura únicamente el periodo de la adolescencia y que se
supera:
- Cuando se deja
atrás todas las características citadas.
- Cuando se tienen
claras las ideas.
- Cuando la histeria
propia de esa edad desaparece.
- Cuando se empiezan
los estudios universitarios.
- Cuando la vida ya
está más o menos asentada.
Tras esto, el primer pavo se queda atrás. En términos
humanos, puede ser, pero como dice Bernabé Tierno: “Quienes permanecen anclados en la intransigencia, la incomprensión y
las actitudes egoístas como normas de su obrar, jamás serán adultos
psicológicamente”. Y así hay millones de personas”[8].
Aparte de este, hay
un segundo pavo, que es el que se
tiene ante los ojos de Dios. ¿Cuándo ocurre eso? Cuando los valores son contrarios
a Su voluntad o se vive de espaldas a Él. En ese caso, el “hombre” sigue siendo
“niño”. No ha crecido. Ante su Creador sigue perdido y en pañales. Pablo lo
entendió perfectamente: “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como
niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño” (1 Co. 13:11).
Cuando el individuo
sigue depositando sus sueños y deseos completamente en este mundo, ignorando al
Altísimo, está estancado en la segunda
edad del pavo con todas las de la
ley, aunque sea un buen estudiante universitario, alcance el éxito profesional,
obtenga el reconocimiento de la sociedad, tenga valores loables, use un
lenguaje exquisito, sea fiel a su novia o esposa, sea colaborador de alguna
manera en una ONG y esté en la lista como donante de órganos, y mil cosas más. Se consideran justos y buenos, pero la Escritura dice
de ellos: “Hay generación limpia en su
propia opinión, si bien no se ha limpiado de su inmundicia” (Pr. 30:12). Siguen
muertos en sus delitos y pecados y delitos (cf. Ef. 2:1). Ante Dios no son
sabios, sino necios.
Conclusiones
Como vimos en los capítulos previos, las dificultades para
afrontar ambos tipos de pavo son
evidentes:
- Una sociedad que
enseña unos valores enfermizos.
- La presión de grupo
que contagia a cualquiera.
- La propia naturaleza
caída. No olvidemos nunca uno de los grandes principios bíblicos y que ya hemos
analizado ampliamente con anterioridad: todos los seres humanos nacemos con una
naturaleza caída e inclinada al mal, y donde única y exclusivamente una genuina
conversión puede remediar sus efectos y darle la vuelta a la situación.
Continuará en: ¿Qué
valores están enseñando los padres cristianos a sus hijos adolescentes?
No hay comentarios:
Publicar un comentario