lunes, 29 de noviembre de 2021

Otra ronda (6ª parte): El alcohol vs Dios

 


Venimos de aquí: Otra ronda (5ª parte): El alcohol vs La conciencia vs El ejemplo ante los inconversos & Una familia mutilada por el alcohol (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/11/otra-ronda-5-parte-el-alcohol-vs-la.html).

Una vez puestas todas las cartas boca arriba, vayamos terminando y sacando las últimas conclusiones. Y para esto seré claro: necesitar o usar el alcohol, incluso en pequeñas dosis, para alcanzar cualquier fin de los que hemos descrito en los artículos anteriores:

- Es un menosprecio a la grandeza de Dios.
- Es tenerlo en poca estima.
- Es considerarlo “insuficiente” para las propias necesidades personales.
- Es creer que no lo necesitas para llegar a ser la clase de persona que puedes ser.
- Es decir que las palabras que Jesús le dijo a la mujer samaritana (“mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás”, Jn. 4:14)) no son ciertas.
- Es señalar que el gozo que Él produce no alcanza el nivel deseado.
- Es negar las bienaventuranzas descritas en el capítulo 5 de Mateo.
- Es proclamar a los cuatro vientos que no sirve de nada echar nuestra ansiedad sobre Él.
- Es olvidar que Jesús prometió de sí mismo, y cuyo origen era su propia Persona, que había venido para que tuviéramos vida, y en abundancia (cf. Jn. 10:10).

Algunos se escudan bajo el paraguas de que ellos “controlan”. En la película llegan a afirmar que ellos deciden cuándo beben, al contrario que el alcohólico que no puede contenerse. Esto se puede convertir en un autoengaño muy sutil, puesto que, aunque realmente haya muchas ocasiones en que hagan todo lo citado a lo largo de estos escritos sin consumir alcohol, también es cierto que en otros momentos sí lo usan. Por eso me vuelvo a repetir: la persona que bebe poco, aunque controle la cantidad que ingiere, el lugar y el momento, y su tasa de alcohol en sangre sea baja, si depende de él (“si” condicional), como de cualquier otro factor externo y en cualquiera de las facetas que hemos descrito, no controla; es más: es dependiente del mismo. Se puede ser esclavo del alcohol, incluso si se toma en pequeñas cantidades, cuando se bebe por los motivos ya mencionados. 
En mi caso, ¿por qué no bebo alcohol? Con todo lo dicho, creo que ha tenido que quedar bastante claro, pero recalcaré ciertos puntos a modo de conclusión. Eso sí, no lo hago para aparentar una supuesta superioridad moral ni nada semejante, puesto que no es esa mi intención, ni de lejos, sino para llevar a la reflexión personal del lector:

1) No lo necesito absolutamente para nada. No me hace falta la más mínima gota de alcohol para socializar, para “vencer” la timidez”, para confrontar el dolor y reducir la ansiedad, para disfrutar de la vida, para estar bien o alcanzar un supuesto potencial y, ni muchos menos, para usarlo recreativamente. Como hemos visto, las alternativas que Dios nos ofrece para lograr todo eso, convierte en completamente innecesario algo como la bebida.
Es muy llamativo que Pablo, con la infinidad de consejos que ofrece a los cristianos en sus cartas, nunca diga que beban para sentirse bien, relacionarse o “quitarse las penas”, solo a Timoteo por las razones medicinales que ya vimos.

2) Con todas las bebidas alternativas no alcohólicas que existen, no veo la necesidad de ingerir las que sí. Hasta hace un año, bebía esporádicamente refrescos; ahora, por salud, únicamente agua. Pero, el que no tenga problemas de salud, puede encontrar infinidad de bebidas no destiladas a su gusto y de buen sabor.

3) Me niego rotundamente a tomar un solo sorbo de algo que, cuando te excedes lo más mínimo, estimula el sistema nervioso de manera antinatural, disminuye el autocontrol, te idiotiza, te infantiliza, te animaliza, saca lo peor de ti, baja el umbral en el cual uno se enoja ante los demás, despierta las pasiones más bajas y acaba con las líneas morales de forma muy sencilla, convirtiéndote en una mala caricatura de ti mismo.

4) Cuando se llega al punto de estar “contento” o “pillar el punto”, la mayoría de las conversaciones se convierten en puras sandeces y banalidades, que suelen consistir en chistes subidos de tono, burlas sobre los demás, bromas de dudoso gusto a costa de otros, enseñamiento y señalización de los defectos ajenos y en revelación de secretos de terceros que fueron contados en confianza. En resumen, hablar sin pensar previamente y sin pasar las ideas mentalmente por el filtro de la Palabra de Dios. Proverbios ya nos avisa de los contrastes que suelen darse al hablar por hablar: “En las muchas palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente” (Pr. 10:19). De ahí este consejo práctico: “el corazón del justo piensa para responder” (Pr. 15:28).

5) Saber de todas las desgracias que ha provocado, y que provoca, tanto en el propio afectado como en su círculo, destruyendo multitud de familias y provocando la caída en incontables inmoralidades, me hace sentir nauseas a nivel moral y repulsa hacia la bebida. En un mundo tan afectado y seriamente golpeado por el alcohol, considero difícil beberlo de una forma que “glorifique a Dios”. Observar los efectos de las “botellonas” entre millones de jóvenes cada fin de semana, me produce tristeza, asombro e incomprensión, e incluso a veces me siento como Pablo en Atenas, cuyo espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría” (Hch. 17:16). De ahí que me parezca un completo sinsentido que algunos cristianos participen de estos “eventos”.

6) Una vez que se comienza a beber en grupo, especialmente entre jóvenes, ¿quién pone el límite? Por norma general, nadie. El ambiente y el “compañerismo” suelen animar a tomar siempre más: una cervecita más, un Ron Bacardí más, un gin tonic más, un “lo que sea” más. Por eso es tan fácil pasar de la moderación al exceso. Es más, se nos avisa del peligro y las consecuencias de andar con “amigos” que convierten el consumo de alcohol en una práctica habitual de sus reuniones: “No estés con los bebedores de vino, ni con los comedores de carne; porque el bebedor y el comilón empobrecerán, y el sueño hará vestir vestidos rotos” (Pr. 23:20-21). Más sobre este tipo de “compañías”, aquí: “Si es necesario, aléjate, ya, de esas amistades” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/08/15-si-es-necesario-alejate-ya-de-esas.html).

7) Nunca puedes saber a ciencia cierta cómo se siente en lo profundo de su corazón una persona. Quizá, para ti, tomarte algo no suponga ningún problema, pero ¿quién te asegura que el que está sentado contigo compartiendo una bebida alcohólica no está pasando por problemas y está usándolo como escapatoria mental o anestesiante del dolor? ¿Y si se deprime con facilidad y le cuesta mantener el equilibrio emocional, agudizándolo el alcohol? ¿O cómo sabes si es una debilidad que mantiene oculta a ojos ajenos? ¿Y si fue adicto en el pasado y no lo sabes? ¿Y si, a partir de entonces, esa primera copa que le ofreces, le conduce a que consuma habitualmente?
Puede que, sin ninguna intención y sin mala intención, estés iniciándolo en algo que no sabes cómo va a evolucionar en el tiempo o, en el caso de que ya sea real y una concupiscencia para el afectado, ahondes en su dificultad. Ofrecer a un invitado una bebida alcohólica como señal de hospitalidad es un riesgo del que tienes que tomar conciencia, puesto que no tienes ningún control sobre las posibles consecuencias, pudiéndote hacer cómplice de la caída de otros.
Por eso, siguiendo la máxima del amor, el cual no busca lo suyo (1 Co. 13:5), considero muy importante ser cuidadoso y prudente de cara al prójimo inconverso y ante los hermanos en la fe: “Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite” (Ro 14:21).

8) De todos los argumentos que he leído de los cristianos pro, el más peligroso ha sido sin duda es el que dice que “se recomienda para los ´de amargado ánimo`”, basándose en Proverbios 31:6.
Me parece una temeridad absoluta que alguien recomiende el alcohol para las personas deprimidas partiendo de dicho proverbio, como si la Biblia no fuera un todo que avisa de sus peligros. Si ya de por sí, una persona con buen ánimo, suele pasarse en su consumo, exponer a tal riesgo a un desanimado no tiene ni pies ni cabeza. Es lanzarlo a un pozo oscuro y sin fondo. Deberíamos recordar que muchos deprimidos caen también en el alcoholismo, y viceversa. Por eso, siempre es mejor actuar como Pablo nos exhorta ante cualquier situación de desaliento: “alentaos los unos a los otros [...] animaos unos a otros y edificaos unos a otros” (1 Ts. 4:18; 5:11).

9) En el primer escrito mostré los dos tipos de estudios médicos que existen y que chocan frontalmente: por un lado, los que dicen que es bueno para la salud y, por otro, los que dicen que no es cierto[1]. Pero, incluso si fueran ciertos los supuestos beneficios del alcohol en pequeñas dosis, la realidad es que, en muchas ocasiones, son una mera excusa para justificar su consumo social; ni el propio interesado se toma en serio dicha argumentación respecto a la salud.
Una alimentación sana, el ejercicio físico y algunos productos naturales de herboristería, son más que suficientes para una buena salud. Por lo tanto, como señala el doctor Borja Bandera: el que no ha bebido nunca, no tiene realmente ninguna razón para comenzar ahora.

10) No creo que este sea un asunto para bromear o mantenerse neutral. El cristiano no está llamado a tontear con el viejo hombre. Los principios divinos son claros: apuntan una y otra vez a no alimentar la naturaleza caída. No enseñan a imitar las costumbres de este mundo. No enseñan a comportarse como el resto para quedar bien ante la sociedad. Nos llama a la madurez. Nos llama a trabajar nuestros puntos débiles. Nos llama a confrontar con el poder del Espíritu que mora en nosotros cualquier situación. Nos llama a tener comunión con Él. Nos llama a guiarnos en la vida por la enseñanza bíblica y no por las filosofías y modas imperantes. Y todo ello sin subterfugios para lograrlo.
En definitiva, nos llama a despojarnos del viejo hombre –en todas las esferas-, y a revestirnos del nuevo: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Ef. 4:22-24).

11) Debemos ser sal y luz, y creo que el consumo de alcohol no edifica ni es el mejor ejemplo de parte de un cristiano, y menos con todo lo que representa, significa, simboliza y provoca este producto endiosado, plaga mundial y causante de tanto dolor. Pienso que aquí también podríamos encajar las palabras de Pablo: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica” (1 Co.10:23). Como dice Gerardo de Ávila: “Todo lo que puedo hacer compatible con la fe cristiana, lo hago. Y viceversa. Y no hay luchas, ni reprender demonios, ni ayunos u oraciones. Todo lo que hagáis, hacedlo en el nombre del Señor. ¿Puedo disfrutar y participar de este placer? ¿Si o no? Hay cosas que me gustan, pero no son compatibles. Esto no significa que quiera hacerlas, sino que me gustan”.

Conclusión
Aunque eso ya queda fuera de mi ámbito y cae expresamente en manos ajenas, puede ser que, algunos –muchos o pocos-, tras el enfoque que he ofrecido, sienta que las “utilidades” sociales, físicas, emocionales y sentimentales que le han dado hasta ahora al alcohol, incluso de forma “moderada”, carecen de total sentido para un cristiano.
Si estás convencido de que, bíblicamente, el vino es una bendición de Dios, que eres libre en conciencia para beberlo y que la Escritura no lo prohíbe, y sin condenarte por mi parte sin piensas así, te animo a que reflexiones seriamente sobre todo lo que hemos visto en esta serie de seis artículos. Así podrás verlo desde una óptica mucho más amplia de la habitual, que suele limitarse al “sí” o al “no”, y decidir si tienes que reajustar ciertos aspectos de tu ser, de tu actuar y sentir. No porque lo veas como una especie de “mandamiento o imposición legalista”, sino como una elección personal y voluntaria, que puede ser la mejor para ti y los que te rodean. Ahí lo dejo.


[1] Dr. Borja Bandera. Esto es lo que ocurre en tu cuerpo cuando bebes alcohol a diario (https://www.youtube.com/watch?v=SIClDy1SlEQ).

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