lunes, 8 de noviembre de 2021

Otra ronda (3ª parte): ¿Usar el alcohol para confrontar el dolor y reducir la ansiedad? & ¿Usar el alcohol para disfrutar de la vida?

 


Venimos de aquí: Otra ronda (2ª parte): ¿Usar el alcohol para socializar y “vencer” la timidez”? & ¿Usar el alcohol como parte de la diversión y de forma recreativa? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/10/otra-ronda-2-parte-usar-el-alcohol-para.html).

¿Usa el alcohol para confrontar el dolor y reducir la ansiedad?
No existe ser humano que no haya pasado en su vida por una circunstancia adversa y dolorosa. La Biblia abunda de casos así. Tenemos los ejemplos de Moisés y Elías, que tuiveron épocas muy oscuras y de depresión, tanto que le pidieron a Dios que les quitara la vida (cf. Nm. 10:15; 1 R. 19:4).
Por norma general, no se nos enseña a cómo afrontar esos sentimientos que surgen en nosotros en esas ocasiones. Como no son emociones agradables, sino todo lo contrario, se suele usar distintas maneras para “intentar” escapar de ellos, desde ansiolíticos a drogas ilegales o, en el caso que nos ocupa, con alcohol. A medio y largo plazo, esto no sirve absolutamente de nada. Al revés: lo empeora. Es como una tapadera, que esconde bajo la alfombra esa negatividad, que siempre estará rondando por la casa y se manifestará de una manera u otra: amargura, llanto espontaneo, depresión crónica, desinterés por el día a día, etc.
En este aspecto, y en otros muchos, los cristianos debemos sentirnos afortunados, ya que contamos con herramientas de sobra para manejar el dolor, aunque la realidad es que muchos creyentes no saben usarlas. Sí, las conocen, pero no las ponen en práctica, lo que viene a ser lo mismo que no saberlas, así que las destacaré brevemente:

a) La cosmovisión cristiana abarca la eternidad. Nuestra creencia es que la vida no acaba cuando expiramos en este mundo. Es más, afirmamos que la verdadera vida comienza entonces. Jesús nos dejó muy claro dicha lección en multitud de ocasiones: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Jn. 11:25); “Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos” (Mr. 12:27). Esto no significa que debamos despreciar o infravalorar el dolor –Jesús mismo lloró ante la tumba de Lázaro-, sino que nos debe llevar a situarlo en perspectiva y encajarlo dentro de su marco temporal finito.

b) El dolor hay que vivirlo, darle su lugar, dejar que se manifieste con palabras y lágrimas. Es sano hacerlo. Es prácticamente una obligación para lograr “exorcizar” la aflicción cuando nos embargan los sentimientos y así poder seguir adelante. Ahogarlos bajo el alcohol es provocar una cangrena que afectará a cuerpo, alma y espíritu.

c) Nuevamente, Jesús nos mostró qué hacer ante la ansiedad, que suele ser uno de los efectos secundarios ante el dolor: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mt. 11:28-30). Quizá estas sean las palabras que menos llevan a cabo los cristianos, y algo que deben cambiar por completo. Ni el alcohol, ni las pastillas, ni ninguna otra cosa, tienen utilidad alguna para las heridas del alma. Aprendamos a ir a Él, a descansar en cada momento de nuestra vida.

Dado que la tristeza y la depresión son temas que merecen un análisis más profundo, remito a los interesados a estos tres escritos ya publicados: “La mujer de la ventana: ¿Ves pasar tu vida mientras observas cómo viven los demás?” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/06/la-mujer-de-la-ventana-ves-pasar-tu.html); “Alma salvaje: Cuando el dolor puede convertirnos en la mejor o en la peor versión de nosotros mismos” (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/06/alma-salvaje-cuando-el-dolor-puede.html); “Viviendo en medio de un bosque llamado ´tristeza` y ´depresión`” (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2019/09/viviendo-en-medio-de-un-bosque-llamado.html).

¿Usar el alcohol para disfrutar de la vida?
Millones y millones de personas se sirven del alcohol para experimentar placer físico y mental, junto a una considerable dosis de euforia. Esto es algo que se observa claramente en fiestas de graduación, celebraciones deportivas, ferias, fiestas folclóricas, cumpleaños o reencuentros entre amigos, etc. Incluso hay personas que decían ser creyentes y se apartaron tras comenzar a ir de fiesta y beber. Por su parte, el abstemio o el que bebe poco es considerado “un tipo raro”.
Entre el cristiano nacido de nuevo, esto no debería ser así, por la sencilla razón que he expuesto en más de una ocasión: Dios nos creó con la capacidad de disfrutar y de gozarnos en infinidad de aspectos de la vida usando nuestro propio cuerpo de manera natural y saludable. Y esto, entre otras formas, se puede lograr por medio algo que la ciencia médica conoce como endorfinas[1]. Estas hormonas son unas sustancias químicas que el sistema nervioso produce de manera natural ante ciertos estímulos[2]. Son las encargadas de la comunicación entre las neuronas y sirven como analgésico ante el dolor, y a la vez como estimulante de los centros de placer del cerebro y del sistema nervioso central, actuando como antiestresante y antidepresivo. Y aquí viene lo interesante: esas hormonas se activan en determinadas circunstancias, y que no tienen nada que ver con el alcohol.
¿Y cuáles son las actividades saludables y placenteras que provocan la actividad de estas hormonas naturales que el Creador puso en nosotros? Repito las que he nombrado en más de una ocasión:

- El ejercicio: correr, nadar, montar en bicicleta, caminar por el campo o cualquier deporte donde no se ejerza la violencia contra el adversario (boxeo y artes marciales, principalmente).

- La risa, fuente principal para la fabricación de endorfinas. Esto explica que el dolor físico disminuya con el buen humor. Son conocidos los casos en que personas aquejadas de enfermedades terminales y dolorosas experimentan un efecto analgésico tras el visionado de películas de humor. Es una práctica habitual en ciertos hospitales. Repito: se les ofrece películas de humor, no alcohol.

- La música. En este caso no me refiero a esa clase de música vulgar y que despierta las pasiones más bajas, sino a melodías que tocan los sentimientos y las emociones. Por citar un ejemplo, la Sinfonía nº 7 (II Allegretto) de Ludwig van Beethoven, usada magistralmente en la escena cumbre de la película El discurso del Rey.

- Los cinco sentidos: la vista, el olfato, el tacto, el gusto y el oído, que son los medios externos por los cuales llegan las sensaciones físicas a nuestro interior:

a) El tacto: Podemos incluir los masajes corporales ofrecidos por profesionales, los abrazos, las caricias, un baño de agua caliente, un paseo descalzo por la playa o por la hierba húmeda, etc.

b) La vista: La contemplación de la naturaleza, como las estrellas, la luna, los montes y todo aquello que puedas imaginar. Proporciona un verdadero deleite.

c) El oído: El sonido del mar, un suave susurro, la música rítmica, los ASMR, etc.

d) El gusto: El paladar puede captar gran variedad de sabores mientras nos alimentamos, gracias a los receptores que hay en la lengua. Que Jesús pasara hambre en determinados momentos no significa que renunciara a comer los alimentos que Él mismo había creado. Y cuando se come se disfruta. Creer que el Señor no se deleitaba con esos manjares es totalmente absurdo, propio de los serios legalistas que le amargan a uno hasta un dulce.

e) El olfato: Las neuronas olfativas del receptor en la nariz, por lo que un buen perfume, colonia o incluso el olor a césped recién cortado resultan muy agradables.

Y todo esto, nuevamente sin alcohol de por medio.


Continuará en ¿Usar el alcohol para alcanzar todo tu potencial y el éxito social? & ¿Usar el alcohol para “estar” bien?


[1] Palabra que viene de endo-morfinas, por un lado endógeno, es decir, que se produce en el interior del cuerpo, y por otro de morfina, un opiáceo que se utiliza para calmar el dolor.

[2] No confundirla con la adrenalina. Cuando un animal o persona se siente amenazada (o practica algún deporte de riesgo), su cerebro envía un impulso nervioso para que esta hormona, llamada adrenalina, sea secretada e inyectada en el torrente sanguíneo, permitiéndole reaccionar instantáneamente ante el peligro. Nos prepara para luchar o huir. Bioquímicamente, el cuerpo se pone al máximo de sus posibilidades, proporcionando una fuerza y energía fuera de lo común.


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