¿Usa el alcohol para confrontar el dolor y reducir la ansiedad?
No existe ser humano que no haya pasado en su vida por
una circunstancia adversa y dolorosa. La Biblia abunda de casos así. Tenemos los ejemplos de Moisés y
Elías, que tuiveron épocas muy oscuras y de depresión, tanto que le pidieron
a Dios que les quitara la vida (cf. Nm. 10:15; 1 R. 19:4).
Por norma general, no se nos enseña a cómo afrontar
esos sentimientos que surgen en nosotros en esas ocasiones. Como no son
emociones agradables, sino todo lo contrario, se suele usar distintas maneras
para “intentar” escapar de ellos, desde ansiolíticos a drogas ilegales o, en el
caso que nos ocupa, con alcohol. A medio y largo plazo, esto no sirve
absolutamente de nada. Al revés: lo empeora. Es como una tapadera, que esconde
bajo la alfombra esa negatividad, que siempre estará rondando por la casa y se
manifestará de una manera u otra: amargura, llanto espontaneo, depresión
crónica, desinterés por el día a día, etc.
En este aspecto, y en
otros muchos, los cristianos debemos sentirnos afortunados, ya que contamos con
herramientas de sobra para manejar el dolor, aunque la realidad es que muchos
creyentes no saben usarlas. Sí, las conocen, pero no las ponen en práctica, lo
que viene a ser lo mismo que no saberlas, así que las destacaré brevemente:
a) La cosmovisión
cristiana abarca la eternidad. Nuestra creencia es que la vida no acaba cuando
expiramos en este mundo. Es más, afirmamos que la verdadera vida comienza
entonces. Jesús nos dejó muy claro dicha lección en multitud de ocasiones: “Yo soy la
resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Jn. 11:25);
“Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos” (Mr. 12:27). Esto no
significa que debamos despreciar o infravalorar el dolor –Jesús mismo lloró ante
la tumba de Lázaro-, sino que nos debe llevar a situarlo en perspectiva y
encajarlo dentro de su marco temporal finito.
b) El dolor hay que
vivirlo, darle su lugar, dejar que se manifieste con palabras y lágrimas. Es
sano hacerlo. Es prácticamente una obligación para lograr “exorcizar” la
aflicción cuando nos embargan los sentimientos y así poder seguir adelante.
Ahogarlos bajo el alcohol es provocar una cangrena que afectará a cuerpo, alma
y espíritu.
c) Nuevamente, Jesús nos mostró qué hacer ante la
ansiedad, que suele ser uno de los efectos secundarios ante el dolor: “Venid
a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad
mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y
hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi
carga” (Mt. 11:28-30). Quizá estas sean las palabras que menos llevan a
cabo los cristianos, y algo que deben cambiar por completo. Ni el alcohol, ni
las pastillas, ni ninguna otra cosa, tienen utilidad alguna para las heridas
del alma. Aprendamos a ir a Él, a descansar en cada momento de nuestra vida.
¿Usar el
alcohol para disfrutar de la vida?
Millones y millones
de personas se sirven del alcohol para experimentar placer físico y mental,
junto a una considerable dosis de euforia. Esto es algo que se observa claramente en fiestas de graduación,
celebraciones deportivas, ferias, fiestas folclóricas, cumpleaños o
reencuentros entre amigos, etc. Incluso hay personas que decían ser creyentes y
se apartaron tras comenzar a ir de fiesta y beber. Por su parte, el abstemio o
el que bebe poco es considerado “un tipo raro”.
Entre el cristiano
nacido de nuevo, esto no debería ser así, por la sencilla razón que he expuesto
en más de una ocasión: Dios nos creó con la capacidad de disfrutar y de
gozarnos en infinidad de aspectos de la vida usando nuestro propio cuerpo de
manera natural y saludable. Y esto, entre otras formas, se puede lograr por
medio algo que la ciencia médica conoce como endorfinas[1]. Estas hormonas son
unas sustancias químicas que el sistema nervioso produce de manera natural ante
ciertos estímulos[2]. Son las encargadas
de la comunicación entre las neuronas y sirven como analgésico ante el
dolor, y a la vez como estimulante de los centros de placer del cerebro y del
sistema nervioso central, actuando como antiestresante y antidepresivo. Y
aquí viene lo interesante: esas hormonas se activan en determinadas
circunstancias, y que no tienen nada que ver con el alcohol. ¿Y cuáles son las
actividades saludables y placenteras que provocan la actividad de estas
hormonas naturales que el Creador puso en nosotros? Repito las que he nombrado
en más de una ocasión:
- El ejercicio:
correr, nadar, montar en bicicleta, caminar por el campo o cualquier deporte
donde no se ejerza la violencia contra el adversario (boxeo y artes marciales,
principalmente).
- La risa, fuente
principal para la fabricación de endorfinas. Esto explica que el dolor
físico disminuya con el buen humor. Son conocidos los casos en que personas
aquejadas de enfermedades terminales y dolorosas experimentan un efecto
analgésico tras el visionado de películas de humor. Es una práctica habitual en
ciertos hospitales. Repito: se les ofrece películas de humor, no alcohol.
- La música. En este
caso no me refiero a esa clase de música vulgar y que despierta las pasiones
más bajas, sino a melodías que tocan los sentimientos y las emociones. Por
citar un ejemplo, la Sinfonía nº 7 (II Allegretto) de Ludwig van Beethoven,
usada magistralmente en la escena cumbre de la película El discurso del Rey.
- Los cinco sentidos:
la vista, el olfato, el tacto, el gusto y el oído, que son los medios externos
por los cuales llegan las sensaciones físicas a nuestro interior:
a) El tacto: Podemos
incluir los masajes corporales ofrecidos por profesionales, los abrazos, las
caricias, un baño de agua caliente, un paseo descalzo por la playa o por la
hierba húmeda, etc.
b) La vista: La
contemplación de la naturaleza, como las estrellas, la luna, los montes y todo
aquello que puedas imaginar. Proporciona un verdadero deleite.
c) El oído: El sonido
del mar, un suave susurro, la música rítmica, los ASMR, etc.
d) El gusto: El
paladar puede captar gran variedad de sabores mientras nos alimentamos, gracias
a los receptores que hay en la lengua. Que Jesús pasara hambre en determinados
momentos no significa que renunciara a comer los alimentos que Él mismo había
creado. Y cuando se come se disfruta. Creer que el Señor no se deleitaba con
esos manjares es totalmente absurdo, propio de los serios legalistas que le
amargan a uno hasta un dulce.
e) El olfato: Las
neuronas olfativas del receptor en la nariz, por lo que un buen perfume,
colonia o incluso el olor a césped recién cortado resultan muy agradables.
Y todo esto,
nuevamente sin alcohol de por medio.
Continuará
en ¿Usar el alcohol para alcanzar
todo tu potencial y el éxito social? & ¿Usar el alcohol para “estar” bien?
Palabra que viene de endo-morfinas,
por un lado endógeno, es decir, que
se produce en el interior del cuerpo, y por otro de morfina, un opiáceo que se utiliza para calmar el dolor.
No confundirla con la adrenalina.
Cuando un animal o persona se siente amenazada (o practica algún deporte de
riesgo), su cerebro envía un impulso nervioso para que esta hormona, llamada
adrenalina, sea secretada e inyectada en el torrente sanguíneo, permitiéndole
reaccionar instantáneamente ante el peligro. Nos prepara para luchar o huir.
Bioquímicamente, el cuerpo se pone al máximo de sus posibilidades,
proporcionando una fuerza y energía fuera de lo común.
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