Venimos de aquí: Otra ronda (3ª parte): ¿Usar el dolor
para confrontar el dolor y reducir la ansiedad? & ¿Usar el alcohol para
disfrutar de la vida? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/11/otra-ronda-3-parte-usar-el-alcohol-para.html).
He puesto, a conciencia y en concreto, esta
imagen promocional de la película, puesto que incluye la frase de una crítica
de cine, quien dice de la misma que “es una celebración de la vida y el amor”.
Hoy veremos, una vez más, cuán falsas son dichas palabras.
¿Usar el
alcohol para alcanzar todo tu potencial y el éxito social?
Una de las principales
ideas plasmadas en la película es aquella que afirma que, con cierta dosis de
alcohol en sangre, el “potencial” humano alcanza todo su esplendor. Y cita
algunos ejemplos reales, entre otros[1]: Ernest Hemingway
(1899-1961) y Winston Churchill (1874-1965), ambos bebedores reconocidos. Por
el contrario, muestra a un abstemio como Adolf Hitler para dar a entender que
el beber o no, no hace a una persona “mejor” o “peor”, ni en su
personalidad ni en sus obras. Hacer esto, como si fuera una premisa aceptable,
es llevar a cabo un sesgo errado y desafortunado de la realidad, sobre todo a
la luz de la eternidad. Además, recordemos, que “no hay justo, ni aun uno” (Ro. 3:10). Que alguien haga algo bien, no significa
que todo lo haga bien o que sea “bueno”, en el sentido bíblico del término. Que
otro de los personajes que cita, Franklin D. Roosevelt, fuera una gran
presidente de los Estados Unidos, no lo convierte en bueno ni borra lo malo. El
mismo protagonista de la película, Martin, dice de Roosevelt: “Miente si le
conviene y consulta a astrólogos sobre sus políticas. Engaña a su mujer, fuma
sin parar y bebe demasiados martinis”.
Es cierto que, aparte
de periodista, Hemingway fue uno de los grandes novelistas del siglo XX y que
ganó premios como el Pulitzer y el Premio Nobel de Literatura, pero
no olvidemos que se suicidó con una escopeta. Por su parte, Churchill logró el premio Nobel de Literatura, fue el
Primer Ministro del Reino Unido y un gran líder que ayudó sobremanera a la
victoria de los Aliados en la 2ª Guerra Mundial. Tanto uno como otro fueron
personas “exitosas” de cara a la humanidad. Podríamos incluso decir que Winston
fue un instrumento que Dios usó para librarnos de la tiranía del fascismo.
Ahora bien, debemos
plantearnos dos preguntas y responderlas: ¿Merece la pena beber para alcanzar
ciertos éxitos terrenales? ¿Qué es verdaderamente el éxito? Las respuestas son
claras.
Toda obra humana, se
haya logrado o no con la “ayuda” del alcohol, que no sirva a la gloria eterna
de Dios, será quemada por el fuego. Nada quedará de los éxitos meramente
humanos. Pedro fue bastante claro al respecto: “Pero el día del Señor vendrá como
ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y
los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay
serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, !!cómo no debéis
vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos
para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán
deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros
esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora
la justicia” (2 P. 3:10-13).
Estoy completamente convencido que toda obra humana,
sea la que sea, como por ejemplo infinidad de canciones, libros o bailes,
llenos de inmoralidad, lujuria, vulgaridad y de otros principios que atentan
contra la Santidad de Dios, no pasarán a formar parte de los cielos nuevos y la
tierra nueva. No tendría sentido: “No
entrará en ella ninguna cosa
inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están
inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Ap. 21:27). El término
“cosa” también hace referencia a “ente, cuerpo, entidad, elemento y objeto[2]”.
Por lo tanto, no se refiere únicamente a las personas, sino a todo elemento inmundo[3].
Es cierto que Pablo señala que Dios ha dado dones a
los hombres (Ef. 4:8), pero por el contexto sabemos que se está refiriendo a la
Iglesia, a los santos que han sido regenerados. Ahora bien, la observación del
mundo en general nos lleva a la conclusión de que, cualquier persona, incluso inconversa, posee lo que
podríamos denominar “dones naturales” o talentos, todo dentro de la “Gracia
común” que Dios concede a todos los hombres. A pesar de estar muertos en sus pecados y delitos, parte de la
naturaleza que Dios “imprimió” en el ser humano sigue vigente y se manifiesta
de distintas maneras. La música, el arte, la literatura o los deportes son un
claro reflejo.
Esto, para aquellos que amamos la lectura o el
cine, podemos observarlo en ambos medios. Escritores no cristianos han llevado
a cabo obras que son verdaderos clásicos. Por citar algunos que forman mi
biblioteca y que releo cada cierto tiempo: Un mundo feliz (Aldous Huxley), Fahrenheit 451 (Ray Bradbury), 1984 (George Orwell), El retrato de Dorian Gray (Oscar
Wilde), El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (Robert Louis
Stevenson) o El fin de la eternidad (Isaac Asimov). Y de películas podría
nombrar Rebeca (Alfred Hitchcock), Tiempos Modernos y El Gran Dictador (las dos
interpretadas por Charlie Chaplin) y Qué bello es vivir (Frank Capra).
Todas ellas, sean
obras literarias o cinematográficas, son extraordinarias, dignas de estudio,
pero que nos muestran mundos decadentes que reflejan lo peor de la naturaleza
humana, provocándonos emociones fuertes, muchas de ellas desagradables: dolor,
violencia, sufrimiento, desesperación, llanto, amores frustrados o no
correspondidos, desamor, muerte, tragedia. Sí, se entremezclan con otras
emociones sanas, como el amor puro, la amistad inquebrantable, el sacrificio,
la nobleza y el altruismo. Pero lo uno va intrínsicamente unido a lo otro:
donde hay un héroe, hay un villano; donde hay vencedores, hay derrotados; donde
algunos prosperan, otros lo pierden todo; donde algunos siguen llenos de
esperanza, otros caen en el pozo de la desesperanza para siempre.
Sinceramente, en una
eternidad donde reinará la paz absoluta, tanto interna como externa, no sería
lógico que pasáramos una tarde leyendo este tipo de libros o viendo películas
por el estilo. Cumplieron una labor en la Tierra, y nos enseñaron distintas
lecciones de la humanidad, algunas de las cuales nos sirvieron para nuestra
vida, pero ya está; no necesitaremos más de ellas. Si Dios usó en una ocasión
una burra para hablar, ¡también puede hacerlo y pasearse entre bambalinas,
entre las líneas salidas de la pluma de un hombre o en medio de los planos de
un director! Pero es como la medicina: sabiendo que en esa otra vida gloriosa “ya no habrá
muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas
pasaron” (Ap. 21:4), no serán
necesarios los cirujanos, los psiquiatras ni los sepultureros.
¿Qué habrá obras que
perdurarán, como la citada en el anterior artículo, la Sinfonía nº 7 (II
Allegretto) de Ludwig van Beethoven? Solo Dios lo sabe.
Cantantes, actores, deportistas, escritores, pintores,
dibujantes, científicos, millonarios, políticos, individuos con casas lujosas,
“conquistadores sentimentales”, “gente guapa”, entre otros, son considerados
por muchos como “semidioses” a los que admirar. Todos ellos olvidan que la fama del hombre no es algo que
precisamente impresione a Dios. Muchos de sus logros son vanidad de vanidades, y más cuando estos no tienen
peso alguno de cara a la eternidad. Y, como bien dijo el predicador Ray Comfort: “No importa
cuán feliz sea un pecador. Sin la justicia de Cristo, perecerá en el día de la
ira de Dios”[4].
Somos llamados a
ocuparnos en las obras que Dios ha preparado de antemano (Ef. 2:10), a
manifestar el fruto del Espíritu, a ser honrados, íntegros, serviciales,
empáticos, a desempeñar nuestro trabajo de la mejor manera posible, y no a
buscar la propia gloria personal de una manera u otra, con o sin alcohol. Dios nos llama a ser la mejor versión de nosotros
mismos (Es insoportable. Mirar a través del
portal y ver las personas que podrías haber sido, y que de todas las opciones,
esta sea en la que te has convertido: https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2019/12/13-es-insoportable-mirar-traves-del.html), según Su
voluntad y siguiendo Sus mandamientos, y no bajo la influencia de
sustancias externas.
¿Usar el
alcohol para “estar” bien?
Una de las lecciones más importantes que he aprendido
como cristiano es a no depender de las “alegrías circunstanciales” ni a
necesitar de nada externo para estar
bien. El hecho de no entender estas palabras conduce a muchos creyentes a
un continuo vaivén en sus vidas emocionales, donde caen en desequilibrios cada
cierto tiempo; casi siempre cuando una mala racha se les presenta en la vida
por cualquier devenir doloroso.
¿Acaso soy un estoico o un místico? ¿Dónde está el
truco? Ni soy nada ni hay truco alguno: todo consiste en hacer carne en uno esa
verdad bíblica que se basa en asimilar la diferencia entre “estar bien” y
“sentirse bien”. Y cuando me refiero a “asimilar”, no lo hago en el sentido de
“saber” o “entender” –que por sí solo no sirve de nada-, sino de “hacer
propio”, “hacerlo vivo en tu ser interior”. Veamos brevemente en qué consiste
para un cristiano “Ser” y “Estar”:
a) Ser. Es un estado que es para siempre: soy español;
soy hombre; soy alto. Define nuestra posición y qué/quiénes somos. Aplicando esta definición al concepto bíblico, podríamos aplicarla
directamente a nuestra posición como hijos de Dios. Esa posición no cambia
puesto que es inalterable e inmutable. ¿Por qué? Porque no depende de nosotros,
ni de las circunstancias, ni de nuestras emociones, ni de nuestro estado
anímico, sino de la obra que Dios ya hizo y hará en la eternidad: Soy hijo de Dios y soy amado por Él. Mientras que “permanezcamos” en Él, todo lo demás
se puede sobrellevar, aunque nos sintamos hundidos emocionalmente en
determinados periodos de tiempo, sean breves o extensos.
b) Estar. Es un estado que no es permanente sino
temporal. Por citar algunos ejemplos: Estoy jugando al fútbol; Estoy viendo la
televisión; Estoy comiendo; Estoy acostado; Estoy triste; Estoy enfadado; Estoy
alegre. En consecuencia, no siempre estoy jugando al fútbol, no siempre estoy
viendo la televisión, no siempre estoy comiendo, no siempre estoy acostado, no
siempre estoy triste, no siempre estoy enfadado y no siempre estoy alegre.
Por lo tanto, el cristiano debe sustentar su “Ser” en
su posición y en quién es, no en sus emociones. Así, aunque no se “sienta”
bien, no dependerá de las circunstancias para “estar” bien. La conciencia de su
“estado” repercutirá en todas las esferas de su vida, proporcionándole
estabilidad mental, emocional y espiritual sin necesidad de consumir alcohol o
de depender de factores ajenos a su persona. Así lo enseña claramente, entre
infinidad de textos bíblicos, Isaías 26:3: “Tú
guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en
ti ha confiado”. No dice que guardará en paz a aquel cuyos sentimientos
perseveran en Él, sino a aquel cuyo pensamiento, ya que ha confiado.
Si quieres ahondar más en este tema, puesto que aquí
lo he resumido, te remito a La diferencia entre “estar” bien y “sentirte” bien
(http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/10/2-la-diferencia-entre-estar-bien-y.html).
Continuará
en Otra ronda (5ª parte): El alcohol
vs La conciencia vs El ejemplo ante los inconversos & Una familia mutilada por el alcohol.
[1] En una de las escenas, podemos ver a conocidos políticos recientes bebiendo o en estado de embriaguez como Boris Johnson, Angela Merkel, Borís Yeltsin o Nicolas Sarkozy, entre otros.
[3] Ninguna cosa inmunda. Es decir, nada profano, común (griego koinón), que es como se designaban, por ejemplo, los alimentos prohibidos en la Ley de Moisés” (cf. Hch. 10:14-15). Francisco LaCueva. Pág. 2134. Biblia de Estudio Matthew Henry.
[4] No importa cuán feliz sea un pecador. Sin la justicia de Cristo, perecerá en el día de la ira de Dios:
https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/01/no-importa-cuan-feliz-sea-un-pecador.html
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