lunes, 15 de noviembre de 2021

Otra ronda (4ª parte): ¿Usar el alcohol para alcanzar todo tu potencial y el éxito social? & ¿Usar el alcohol para “estar” bien?



Venimos de aquí: Otra ronda (3ª parte): ¿Usar el dolor para confrontar el dolor y reducir la ansiedad? & ¿Usar el alcohol para disfrutar de la vida? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2021/11/otra-ronda-3-parte-usar-el-alcohol-para.html).

He puesto, a conciencia y en concreto, esta imagen promocional de la película, puesto que incluye la frase de una crítica de cine, quien dice de la misma que “es una celebración de la vida y el amor”. Hoy veremos, una vez más, cuán falsas son dichas palabras.

¿Usar el alcohol para alcanzar todo tu potencial y el éxito social?
Una de las principales ideas plasmadas en la película es aquella que afirma que, con cierta dosis de alcohol en sangre, el “potencial” humano alcanza todo su esplendor. Y cita algunos ejemplos reales, entre otros[1]: Ernest Hemingway (1899-1961) y Winston Churchill (1874-1965), ambos bebedores reconocidos. Por el contrario, muestra a un abstemio como Adolf Hitler para dar a entender que el beber o no, no hace a una persona “mejor” o “peor”, ni en su personalidad ni en sus obras. Hacer esto, como si fuera una premisa aceptable, es llevar a cabo un sesgo errado y desafortunado de la realidad, sobre todo a la luz de la eternidad. Además, recordemos, que “no hay justo, ni aun uno” (Ro. 3:10). Que alguien haga algo bien, no significa que todo lo haga bien o que sea “bueno”, en el sentido bíblico del término. Que otro de los personajes que cita, Franklin D. Roosevelt, fuera una gran presidente de los Estados Unidos, no lo convierte en bueno ni borra lo malo. El mismo protagonista de la película, Martin, dice de Roosevelt: “Miente si le conviene y consulta a astrólogos sobre sus políticas. Engaña a su mujer, fuma sin parar y bebe demasiados martinis”.
Es cierto que, aparte de periodista, Hemingway fue uno de los grandes novelistas del siglo XX y que ganó premios como el Pulitzer y el Premio Nobel de Literatura, pero no olvidemos que se suicidó con una escopeta. Por su parte, Churchill logró el premio Nobel de Literatura, fue el Primer Ministro del Reino Unido y un gran líder que ayudó sobremanera a la victoria de los Aliados en la 2ª Guerra Mundial. Tanto uno como otro fueron personas “exitosas” de cara a la humanidad. Podríamos incluso decir que Winston fue un instrumento que Dios usó para librarnos de la tiranía del fascismo.
Ahora bien, debemos plantearnos dos preguntas y responderlas: ¿Merece la pena beber para alcanzar ciertos éxitos terrenales? ¿Qué es verdaderamente el éxito? Las respuestas son claras.
Toda obra humana, se haya logrado o no con la “ayuda” del alcohol, que no sirva a la gloria eterna de Dios, será quemada por el fuego. Nada quedará de los éxitos meramente humanos. Pedro fue bastante claro al respecto: “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, !!cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 P. 3:10-13).
Estoy completamente convencido que toda obra humana, sea la que sea, como por ejemplo infinidad de canciones, libros o bailes, llenos de inmoralidad, lujuria, vulgaridad y de otros principios que atentan contra la Santidad de Dios, no pasarán a formar parte de los cielos nuevos y la tierra nueva. No tendría sentido: “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Ap. 21:27). El término “cosa” también hace referencia a “ente, cuerpo, entidad, elemento y objeto[2]”. Por lo tanto, no se refiere únicamente a las personas, sino a todo elemento inmundo[3].
Es cierto que Pablo señala que Dios ha dado dones a los hombres (Ef. 4:8), pero por el contexto sabemos que se está refiriendo a la Iglesia, a los santos que han sido regenerados. Ahora bien, la observación del mundo en general nos lleva a la conclusión de que, cualquier persona, incluso inconversa, posee lo que podríamos denominar “dones naturales” o talentos, todo dentro de la “Gracia común” que Dios concede a todos los hombres. A pesar de estar muertos en sus pecados y delitos, parte de la naturaleza que Dios “imprimió” en el ser humano sigue vigente y se manifiesta de distintas maneras. La música, el arte, la literatura o los deportes son un claro reflejo.
Esto, para aquellos que amamos la lectura o el cine, podemos observarlo en ambos medios. Escritores no cristianos han llevado a cabo obras que son verdaderos clásicos. Por citar algunos que forman mi biblioteca y que releo cada cierto tiempo: Un mundo feliz (Aldous Huxley), Fahrenheit 451 (Ray Bradbury), 1984 (George Orwell), El retrato de Dorian Gray (Oscar Wilde), El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (Robert Louis Stevenson) o El fin de la eternidad (Isaac Asimov). Y de películas podría nombrar Rebeca (Alfred Hitchcock), Tiempos Modernos y El Gran Dictador (las dos interpretadas por Charlie Chaplin) y Qué bello es vivir (Frank Capra).
Todas ellas, sean obras literarias o cinematográficas, son extraordinarias, dignas de estudio, pero que nos muestran mundos decadentes que reflejan lo peor de la naturaleza humana, provocándonos emociones fuertes, muchas de ellas desagradables: dolor, violencia, sufrimiento, desesperación, llanto, amores frustrados o no correspondidos, desamor, muerte, tragedia. Sí, se entremezclan con otras emociones sanas, como el amor puro, la amistad inquebrantable, el sacrificio, la nobleza y el altruismo. Pero lo uno va intrínsicamente unido a lo otro: donde hay un héroe, hay un villano; donde hay vencedores, hay derrotados; donde algunos prosperan, otros lo pierden todo; donde algunos siguen llenos de esperanza, otros caen en el pozo de la desesperanza para siempre.
Sinceramente, en una eternidad donde reinará la paz absoluta, tanto interna como externa, no sería lógico que pasáramos una tarde leyendo este tipo de libros o viendo películas por el estilo. Cumplieron una labor en la Tierra, y nos enseñaron distintas lecciones de la humanidad, algunas de las cuales nos sirvieron para nuestra vida, pero ya está; no necesitaremos más de ellas. Si Dios usó en una ocasión una burra para hablar, ¡también puede hacerlo y pasearse entre bambalinas, entre las líneas salidas de la pluma de un hombre o en medio de los planos de un director! Pero es como la medicina: sabiendo que en esa otra vida gloriosa “ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Ap. 21:4), no serán necesarios los cirujanos, los psiquiatras ni los sepultureros.
¿Qué habrá obras que perdurarán, como la citada en el anterior artículo, la Sinfonía nº 7 (II Allegretto) de Ludwig van Beethoven? Solo Dios lo sabe.
Cantantes, actores, deportistas, escritores, pintores, dibujantes, científicos, millonarios, políticos, individuos con casas lujosas, “conquistadores sentimentales”, “gente guapa”, entre otros, son considerados por muchos como “semidioses” a los que admirar. Todos ellos olvidan que la fama del hombre no es algo que precisamente impresione a Dios. Muchos de sus logros son vanidad de vanidades, y más cuando estos no tienen peso alguno de cara a la eternidad. Y, como bien dijo el predicador Ray Comfort: “No importa cuán feliz sea un pecador. Sin la justicia de Cristo, perecerá en el día de la ira de Dios”[4].
Somos llamados a ocuparnos en las obras que Dios ha preparado de antemano (Ef. 2:10), a manifestar el fruto del Espíritu, a ser honrados, íntegros, serviciales, empáticos, a desempeñar nuestro trabajo de la mejor manera posible, y no a buscar la propia gloria personal de una manera u otra, con o sin alcohol. Dios nos llama a ser la mejor versión de nosotros mismos (Es insoportable. Mirar a través del portal y ver las personas que podrías haber sido, y que de todas las opciones, esta sea en la que te has convertido: https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2019/12/13-es-insoportable-mirar-traves-del.html), según Su voluntad y siguiendo Sus mandamientos, y no bajo la influencia de sustancias externas.

¿Usar el alcohol para “estar” bien?
Una de las lecciones más importantes que he aprendido como cristiano es a no depender de las “alegrías circunstanciales” ni a necesitar de nada externo para estar bien. El hecho de no entender estas palabras conduce a muchos creyentes a un continuo vaivén en sus vidas emocionales, donde caen en desequilibrios cada cierto tiempo; casi siempre cuando una mala racha se les presenta en la vida por cualquier devenir doloroso.
¿Acaso soy un estoico o un místico? ¿Dónde está el truco? Ni soy nada ni hay truco alguno: todo consiste en hacer carne en uno esa verdad bíblica que se basa en asimilar la diferencia entre “estar bien” y “sentirse bien”. Y cuando me refiero a “asimilar”, no lo hago en el sentido de “saber” o “entender” –que por sí solo no sirve de nada-, sino de “hacer propio”, “hacerlo vivo en tu ser interior”. Veamos brevemente en qué consiste para un cristiano “Ser” y “Estar”:

a) Ser. Es un estado que es para siempre: soy español; soy hombre; soy alto. Define nuestra posición y qué/quiénes somos. Aplicando esta definición al concepto bíblico, podríamos aplicarla directamente a nuestra posición como hijos de Dios. Esa posición no cambia puesto que es inalterable e inmutable. ¿Por qué? Porque no depende de nosotros, ni de las circunstancias, ni de nuestras emociones, ni de nuestro estado anímico, sino de la obra que Dios ya hizo y hará en la eternidad: Soy hijo de Dios y soy amado por Él. Mientras que “permanezcamos” en Él, todo lo demás se puede sobrellevar, aunque nos sintamos hundidos emocionalmente en determinados periodos de tiempo, sean breves o extensos.

b) Estar. Es un estado que no es permanente sino temporal. Por citar algunos ejemplos: Estoy jugando al fútbol; Estoy viendo la televisión; Estoy comiendo; Estoy acostado; Estoy triste; Estoy enfadado; Estoy alegre. En consecuencia, no siempre estoy jugando al fútbol, no siempre estoy viendo la televisión, no siempre estoy comiendo, no siempre estoy acostado, no siempre estoy triste, no siempre estoy enfadado y no siempre estoy alegre.

Por lo tanto, el cristiano debe sustentar su “Ser” en su posición y en quién es, no en sus emociones. Así, aunque no se “sienta” bien, no dependerá de las circunstancias para “estar” bien. La conciencia de su “estado” repercutirá en todas las esferas de su vida, proporcionándole estabilidad mental, emocional y espiritual sin necesidad de consumir alcohol o de depender de factores ajenos a su persona. Así lo enseña claramente, entre infinidad de textos bíblicos, Isaías 26:3: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”. No dice que guardará en paz a aquel cuyos sentimientos perseveran en Él, sino a aquel cuyo pensamiento, ya que ha confiado.
Si quieres ahondar más en este tema, puesto que aquí lo he resumido, te remito a La diferencia entre “estar” bien y “sentirte” bien (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/10/2-la-diferencia-entre-estar-bien-y.html).

Continuará en Otra ronda (5ª parte): El alcohol vs La conciencia vs El ejemplo ante los inconversos & Una familia mutilada por el alcohol.


[1] En una de las escenas, podemos ver a conocidos políticos recientes bebiendo o en estado de embriaguez como Boris Johnson, Angela Merkel, Borís Yeltsin o Nicolas Sarkozy, entre otros.

[3] Ninguna cosa inmunda. Es decir, nada profano, común (griego koinón), que es como se designaban, por ejemplo, los alimentos prohibidos en la Ley de Moisés” (cf. Hch. 10:14-15). Francisco LaCueva. Pág. 2134. Biblia de Estudio Matthew Henry.

[4] No importa cuán feliz sea un pecador. Sin la justicia de Cristo, perecerá en el día de la ira de Dios:

https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2020/01/no-importa-cuan-feliz-sea-un-pecador.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario