“Otra ronda” (en danés, Druk), ha sido la ganadora al
Oscar a mejor película extranjera de este 2021, interpretada por el excelente
actor Mads Mikkelsen, del que ya hablamos en su obra magna, “La caza” (Cristianos que salen a cazar a otros
cristianos: https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2018/11/cristianos-que-salen-cazar-otros.html). La visualicé hace unos días y me dejo profundamente
impactado, ya que toca uno de los temas que suele removerme el alma: el consumo
de alcohol como parte de la cultura del ocio y la diversión, especialmente
entre la juventud. Aquí se nos cuenta la vida de cuatro amigos y
profesores de Instituto: uno de psicología, un entrenador de fútbol infantil,
otro de música y, por último, Martin, nuestro protagonista principal, que se
encarga de la clase de Historia. Todos ellos tienen alrededor de cuarenta años, con vidas bastantes monótonas y aburridas, donde dar clase ante chicos sin
interés alguno les resulta insufrible, lo que los lleva a parecer autómatas
dando la lección. Una noche, cenando juntos, el psicólogo cuenta la teoría del
psiquiatra noruego Finn Skårderud: “Él piensa que beber es sensato. Siempre.
Afirma que los humanos nacemos con un déficit de contenido de alcohol en sangre
del 0,05%. Afirma que, cuando tienes una tasa de alcohol en sangre del 0,05%,
estás más relajado, sereno, musical y abierto. Más valiente, en general”.
Aunque dicha teoría fue desmentida por completo por el psiquiatra, la película
se sirve de dicha fake news para
desarrollar la trama[1]. Minutos después les sirven vodka, y Martín, animado
por el resto, comienza a hacerlo. A continuación, pasan al vino, ante el cual
ya no se detiene, ante la sorpresa y preocupación del resto, ya que nunca bebe.
Y así hasta que comienza a llorar. Sus amigos le preguntan qué le sucede, ante
lo que responde: “No mucho. No hago gran cosa. No veo a mucha gente. Trabaja
muchas noches (refiriéndose a Anika, su esposa), así que tampoco la veo mucho.
No sé cómo he acabado así. Ella es la madre de mis hijos y cuidó de mi padre siempre. El plan era tomarnos de las manos cuando fuéramos
viejos”.
El profesor de música le dice: “Martin, hace 12 años,
cuando llegué a la escuela, eras un gran tío, ibas para investigador. Estabas
en boca de todos nosotros. ¡Tenías una beca y un doctorado esperándote, maldita
sea!”. Ante esto, el entrenador añade:
“Cuando lo conocí era un mierdecilla. Vagaba por las calles haciendose
el duro. Y recibió clases de baile. Danza jazz. Era una maravilla. Completamente
profesional”.
Tras pasar toda la noche hasta el amanecer haciendo
payasadas, borrachos y sin parar, deciden probar la hipótesis de Finn
Skårderud, y así dejan constancia: “La prueba será consumición diaria de
alcohol con la aspiración de mantener un nivel de 0,05% y con el objetivo de
recopilar pruebas de los efectos psicológicos, verbales, motores y de psico
retórica, y estudiar el aumento del rendimiento social y profesional. Se beberá
solo en horas de trabajo, y no después de las 8 de la tarde ni en fines de
semana”.
A partir de entonces, sus vidas comienzan a cambiar y,
teóricamente, a “mejorar”. Para no extenderme y poder llegar a las lecciones
que quiero exponer, describiré en pocas líneas la vida de Martin, algo que ya
hizo él: deprimido con su día a día y con su matrimonio en crisis perpetua y
silenciada, tras iniciar el experimento, modifica su ser y su conducta. Pasa de
estar apocado a alegre, de tímido a extrovertido, de desconfiado en su trabajo
a seguro, de pasivo a activo, de aburrido a divertido. Y todo esto se refleja en
su relación tanto con sus alumnos como con su esposa e hijos. De repente,
alguien atrofiado se muestra como mejor persona, mejor marido, mejor padre,
sensible, despierto, inteligente, seguro de sí mismo y amoroso hacia los demás.
Parece que, de nuevo, la vida le sonríe y le apasiona. Este cambio brutal se
produce igualmente en todos sus amigos. Él, como el resto de ellos, usa el
alcohol para:
- Socializar y “vencer” la timidez”.
- Divertirse.
- Confrontar el dolor y reducir la ansiedad.
- Disfrutar de la vida.
- Estar
bien.
- Alcanzar todo su potencial y el éxito.
He leído opiniones
afirmando que la película no hace juicios morales, que eso lo deja en manos de
espectador. No pienso igual: aunque muestra algunos de los efectos devastadores
del alcohol, lo mezcla con la “celebración de la vida”, como si ambas ideas
(consumo de alcohol y “vivir”) fueran elementos prácticamente inseparables, o
como, si al menos, este producto fuera un potenciador
de lo bueno. Y esto se observa claramente en la escena final, donde todos
los jóvenes del Instituto y los protagonistas principales saltan y bailan
borrachos al son del alcohol, mientras suena de fondo la canción “What a Life”, que se
ha convertido en una especie de himno de la bebida para los daneses, como
señala el bajista del grupo[2], con estrofas como “Qué vida. Qué noche. Qué
hermoso. Qué hermoso viaje. No sé dónde estaré en cinco años. Pero soy joven y
estoy vivo”.
El debate del alcohol dentro del cristianismo
Dentro de los
círculos cristianos existen dos posturas claras y contrapuestas:
1) Aquellos que están
a favor. Según ellos:
- El consumo, siempre
que sea moderado, responsable y con dominio propio, no es pecado, y no tiene
porqué convertirse en adictivo.
- Aunque muchos
versículos advierten de los peligros del alcohol, condenan la embriaguez y
hablan en contra del consumo excesivo (cf. Is. 5:11,22; 24:9, 28:7; 29:9,
56:12, Pr. 20:1; 23:29-35, 31:4,6, Lv. 10:9, Nm. 6:3, Dt. 14:26; 29:6, Jue.
13:4, 7, 14; 1 S. 1:15; Ef. 5:18), las Escrituras no lo prohíben.
- La Biblia no dice
que los que beben alcohol de forma moderada y sin emborracharse no heredarán el
reino de Dios, sino los borrachos (1 Co. 6:10).
- Hay pasajes que
consideran su consumo de bendición y su sabor un placer regalado por Dios: “Anda, y
come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus obras ya
son agradables a Dios” (Ec. 9:7); “El hace producir el heno para las bestias, y la
hierba para el servicio del hombre, sacando el pan de la tierra, y el vino que
alegra el corazón del hombre, el aceite que hace brillar el rostro, y el pan
que sustenta la vida del hombre” (Sal.
104:14-15); “Y traeré del cautiverio a mi
pueblo Israel, y edificarán ellos las ciudades asoladas, y las habitarán;
plantarán viñas, y beberán el vino de ellas, y harán huertos, y comerán el
fruto de ellos” (Am. 9:14); “A todos los sedientos: Venid a las
aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad
sin dinero y sin precio, vino y leche” (Is. 55:1); “Así
ha dicho Jehová: Como si alguno hallase mosto en un racimo, y dijese: No lo
desperdicies, porque bendición hay en él” (Is. 65:8).
- En la Biblia,
innumerables siervos de Dios bebieron vino, como Isaac: “Dijo
también: Acércamela, y comeré de la caza de mi hijo, para que yo te bendiga; y
Jacob se la acercó, e Isaac comió; le trajo también vino, y bebió. Y le dijo
Isaac su padre: Acércate ahora, y bésame, hijo mío. Y Jacob se acercó, y le
besó; y olió Isaac el olor de sus vestidos, y le bendijo, diciendo: Mira, el
olor de mi hijo, como el olor del campo que Jehová ha bendecido” (Gn. 27:25).
- Jesucristo mismo
bebió vino (Mt. 26:29).
- Su primer milagro
fue precisamente convertir el agua en vino (Jn. 2:1-11), ya que se servía en
momentos festivos, como en las bodas de Caná.
- Se tomaba en
algunas celebraciones: “y darás el dinero por todo lo que deseas, por vacas,
por ovejas, por vino, por sidra, o por cualquier cosa que tú deseares; y
comerás allí delante de Jehová tu Dios, y te alegrarás tú y tu familia” (Dt. 14:26).
- Se usaba con fines
medicinales, como Pablo le recomendó a Timoteo y como se observa en la parábola
del buen samaritano, donde las heridas del afectado fueron tratadas con aceite
de oliva y vino. (1 Tim. 5:23, Lc. 10:34).
- La cena del Señor
fue instituida con vino y así la practicó la iglesia primitiva.
- El hecho de que
Pablo reprendiera a los creyentes que se embriagaban en la Santa Cena (1. Co.
11:3), muestra que se realizaba con vino y no solo con jugo de uva.
- El mismo Pablo le
indicó a Timoteo que los diáconos no debían ser “dados a mucho vino” (1 Tim.
3:8). La palabra “mucho” indica que no estaba prohibiendo su consumo, sino el
exceso.
- Según muchos
estudios, una pequeña dosis de vino tinto es beneficioso para la salud:
“Sabemos que el vino contiene alcoholes como los polifenoles y que tiene
capacidad antioxidante. Mejora el sistema cardiovascular y la circulación
sanguínea. Retrasa el envejecimiento de la piel al neutralizar los radicales
libres”[3].
- El consumo de
alcohol no fue motivo de discusión hasta la Reforma Protestante, siendo los
puritanos los que trajeron el tema a colación.
2) Por otra parte,
están los que piensan que el creyente debe abstenerse de todo tipo de alcohol.
Según ellos:
- Provoca con suma
facilidad que el individuo se desinhiba, su moral se diluya y el juicio
racional sea nublado: “Fornicación, vino y mosto quitan el juicio”
(Os. 4:11).
- Conduce fácilmente
a que se pierda el control sobre los propios pensamientos y las conversaciones
que se tienen, aparte que trae discusiones, peleas y pleitos: “¿Para quién
será el ay? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas? ¿Para quién las
quejas? ¿Para quién las heridas en balde? ¿Para quién lo amoratado de los ojos?
Para los que se detienen mucho en el vino, para los que van buscando la
mistura. No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa.
Se entra suavemente; mas al fin como serpiente morderá, y como áspid dará
dolor. Tus ojos mirarán cosas extrañas, y tu corazón hablará perversidades” (Pr. 23:29-33).
- En la Biblia
encontramos ejemplos de cuán fácil es “cruzar el límite” y dejarse llevar,
incluso entre los siervos de Dios, como Noé (Gn. 9:20-27).
- El vino de la
Biblia, y el que convirtió Jesús en las bodas de Caná, no era vino fermentado,
sino jugo de uva[4].
- En dichas bodas, el
vino ya se había acabado (Jn. 2:3). Es decir, ya habían bebido mucho (vr. 10).
Por lo tanto, si Jesús hizo más vino fermentado, habría estado promoviendo que
bebieran más, lo cual habría provocado irremediablemente la borrachera de
muchos de sus compatriotas. En consecuencia, si podemos beber alcohol, también
podemos beber mucho, puesto que Jesús mismo ofreció más alcohol. Nada de lo
descrito tiene sentido. Es más, esta forma de
interpretar dicho pasaje por parte de los cristianos pro-alcohol, es usado por
los ateos para atacar el cristianismo y la figura de Cristo. La realidad es que
dicha porción de la Escritura solo tiene la intención de mostrar la capacidad de Jesús para hacer milagros
–lo cual respaldaba Su identidad y promueve la fe-, no incitar al consumo de
alcohol en términos sociales.
- Incluso aceptando
que no era jugo de uva sino fermentado, no tenía el grado de alcohol que poseen
las bebidas actuales, por lo que ni siquiera su consumo moderado es
recomendable: “Se calcula que los vinos en
los tiempos bíblicos tenían una graduación alcohólica del 7 al 10 por ciento[5]. Por el contrario,
las empresas cerveceras y destilerías modernas producen vinos de mesa, vinos
fortificados y licores que suelen tener el 14 por ciento de alcohol, del 18 al
24 por ciento, y del 40 al 50 por ciento respectivamente. La destilación, que
ahora produce bebidas alcohólicas con un contenido de alcohol del 40 por ciento
o más, no se inventó hasta la Edad Media. Por lo tanto, las bebidas alcohólicas
fuertes como se conocen y se consumen hoy en día no era lo que se conocía en
los tiempos bíblicos. [...] Es imprescindible notar que el vino o el licor más
suave a disposición hoy en día tiene más contenido alcohólico que una ´bebida
fuerte` de los tiempos bíblicos”[6].
-
No se solía beber vino “puro”, sino diluido. Aunque no todos lo hacían, era una
práctica común. Lo vemos reflejado, por ejemplo, en los escritos de Justino
Mártir (100/114-162/168), uno de los padres de la Iglesia, que explicó cómo se
celebraba el culto en sus inicios: “... Luego
se lleva al que preside a los hermanos pan y una copa de agua y de vino
mezclados” (Apología 1, 65).
- Estudios recientes
se muestran en contra de la creencia
popular de que ciertos tipos de bebidas alcohólicas resulten beneficiosas:
“Iñaki Galán, primer firmante de la investigación y miembro del Centro Nacional
de Epidemiología (CNE) del ISCII, señala que en ocasiones se suele citar que
los polifenoles del vino aportan beneficios, dentro de los ya comprobados
efectos negativos globales que posee el alcohol. El estudio confirma, por el
contrario, que no hay consumo positivo de alcohol para la salud. Tomar vino o
cerveza tiene las mismas consecuencias: ninguna afecta de manera positiva la
salud. [...] El doctor Max Griswold
(autor líder del estudio ´Global Burden of Disease`, la mayor y más detallada investigación
sobre las causas de enfermedad y muerte en el mundo) y de la Universidad de
Washington, en Seattle, manifestó que si bien los riesgos asociados al alcohol
cuando se consume una bebida al día son muy bajos, no le quedaban dudas que
aumentan al beber más. Los riesgos para la salud aumentan con cualquier
cantidad de alcohol que se consuma”[7].
- Defender su consumo
social basándose en las palabras de Pablo a Timoteo (“Ya no bebas agua, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago
y de tus frecuentes enfermedades”, 1 Tim. 5:23) no tiene sentido en pleno siglo XXI. En aquella época,
donde no existía la maquinaria para depurar el agua como hoy en día, la que se
bebía podía contener todo tipo de bacterias, y que llevaba a enfermar en muchas
ocasiones. Esa era la razón de los problemas estomacales de Timoteo y de ahí el
consejo personal medicinal de Pablo. En ese contexto, podía ser más saludable
un poco de vino, de la misma forma que en la parábola del buen samaritano su
uso era como desinfectante (Lc. 10:34).
En el presente, en
todos los países occidentales o medio desarrollados, el agua potable es
accesible a todo el mundo. Así que, en lugar de recomendar “vino” en lugares
donde anida la pobreza, los creyentes deberían esforzarse en ir a esos lugares
y ayudarlos a instalar todo lo necesario para que puedan consumir agua limpia.
Mi postura va más allá de este debate
Uno de los problemas
principales con los que se encuentran los defensores del “sí” es cómo
determinar “qué es moderación”, “dónde está el límite” y “qué es demasiado”, y
más sabiendo que la tolerancia al alcohol aumenta con el tiempo: al principio,
una simple cerveza o un licor puede llevar a muchos a marearse o a sentirse
mal. Pero, más adelante, ya acostumbrado, necesitará beber mucho más para
experimentar dichos síntomas.
Así que las preguntas
son claras: ¿Depende de cada uno, de su tolerancia y de cómo reaccione?
¿Depende de la experiencia personal enseñar una postura u otra? Por ejemplo, ¿si un pastor tuvo un padre borracho y sufrió las consecuencias, debería
enseñar a la congregación a no consumir en absoluto, y si tuvo un padre
abstemio debería enseñar a hacerlo con moderación y en función de su
conciencia? ¿Dependerá de si entre los fieles hay creyentes que fueron
alcohólicos en el pasado o de que no los haya? ¿Lo que es poco para unos es
mucho para otros? ¿Existen diversos límites? ¿Depende de la tasa de alcohol en
sangre que permita la legislación vigente de cada país? ¿Un 0,05% es poco? ¿Hay
factores concretos que lo determinan o algunos de ellos son subjetivos, como la
risa floja y abundante? ¿Solo se
considera que una persona está ebria o que ha bebido de más cuando disminuye
algo su atención y concentración al manejar un vehículo, cuando pierde el
control de sus funciones motoras o el conocimiento, o cuando no articula bien las
palabras y no puede caminar en línea recta?
Como los cristianos están
completamente divididos (entre los que niegan en rotundo la opción de consumir
alcohol y los que lo consideran plausible dentro de ciertas pautas), dejaré el
debate para ellos, aunque en el último artículo –el sexto- ofreceré mis propias
conclusiones y sugerencias, independientemente de los argumentos que señalan
ambos grupos.
Aquí me he limitado a mostrar
ambas posturas, no a analizarlas, ya que, a pesar de que son muy interesantes de
estudiar[8], pienso que se quedan un tanto cojas, y mi intención es ir mucho más allá de
dicho debate. Así que voy a indagar sobre las razones que suelen llevar a las
personas a consumir este producto y que se muestran en la película: “socializar y vencer la timidez”, “divertirse”,
“confrontar el dolor y reducir la ansiedad”, “disfrutar de la vida”, “estar bien”, “alcanzar todo el potencial
y el éxito”. De esta manera, todos podrán reflexionar sobre sí mismos, ver si
tienen un enfoque errado en algunos aspectos o si están tomando decisiones
equivocadas, amparándose en su comprensión de la Biblia y en su libertad de
conciencia.
Continuará en: Otra
ronda (2ª parte): ¿Usar el alcohol para socializar y “vencer” la timidez”?
& ¿Usar el alcohol como parte de la diversión y de forma recreativa?
Cruz, Antonio. Introducción a la apologética. Clie. Pág. 182.
El mosto es el zumo de la uva, compuesto por la piel,
semillas y pulpa de la vid, en definitiva, el resultado de la uva una vez
tratada, mientras que el vino es
la bebida que se obtiene de la fermentación alcohólica del mosto.
Citado por R. Laird Harris, ed., Theological Wordbook of the Old
Testament [Libro de trabajo teológico del Antiguo Testament, TWOT,
por sus siglas en inglés] (2 vols.), (Chicago: Moody Press, 1980), <1:376
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