Antes de comenzar, dos avisos:
1) estos artículos hay que leerlos en su
conjunto, con perspectiva global, y sin saltarse el orden. Es algo que repetiré
al comienzo de cada uno de ellos.
2) como saben todos los que siguen este
blog, soy cristiano, pero estos escritos sirven tanto como para los que lo son
como para los que no, por esta razón: hay muchos puntos en común e infinidad de
denominadores en común en lo que concierne en las relaciones sentimentales
entre hombres y mujeres. Si creyentes y no creyentes coincidimos en muchas aseveraciones,
es porque, al igual que dos matemáticos distintos afirman que dos más dos son
cuatro, la mayoría hablamos desde la lógica más elemental, sin habernos dejado
influenciar por dogmatismos ni ideologías postmodernistas.
El hecho de que yo sea cristiano –con las
diferencias e implicaciones éticas y morales que eso conlleva en aspectos muy
concretos-, las deducciones a las que llegamos en este tipo de materia son tan
básicas que no se pueden negar desde un punto de vista empírico. La historia y
la literatura lo atestiguan.
Ahora bien, aunque no voy a incluir nada de
teología, irás viendo que incluiré diversos links a otros de mis escritos, para
aquellos que quieran profundizar en los mismos, pero ya desde una óptica
cristiana. Y en otra serie de artículos que estoy a punto de terminar, el año
que viene publicaré otros diez, pero ya completamente específicos para
cristianos sobre qué es ser un hombre y cómo serlo.
Sin más, comencemos.
En pleno año 2024,
las causas por las cuales hombres y mujeres se rechazan mutuamente para
establecer una relación formal y de por vida, son muy claras. Cuando se conocen
el uno al otro, ven todo tipo de características que les provocan repudio;
algunas se dan más en ellos y otras en ellas:
- Observan personas
inmaduras, díscolas o con desequilibrios emocionales muy acentuados, que un día
están por las nubes y otro por los suelos.
- Observan personas
que no quieren comprometerse y se mueven por impulsos. Prima el aquí y el
ahora. Hoy están, mañana puede que no.
- Observan personas
que desprecian la idea de formar una familia. Prefieren un animal de compañía
que tener un hijo.
- Observan personas
promiscuas que no les generan confianza.
- Observan personas
que se exhiben en las redes sociales: unas buscando beneficio económico, y
otras por vanidad y puro lucimiento, para así hallar validación, autoestima y
dopamina.
- Observan personas
que son consumidores de pornografía, que les lleva a considerar normal todo
tipo de perversiones enfermizas.
- Observan personas
que son pura hipergamia, siempre a la búsqueda de alguien mejor y con unos
estándares desmedidos, tanto a nivel físico, social y económico. Al resto no
los consideran válidos. Buscan el tipo de hombre y mujer que solo lo conforman
el 0,1% de la población mundial, cuando ni siquiera ellos son parte de ese
porcentaje, sino del 99,9% restante.
- Observan personas
superficiales, que no salen de los chismorreos, los deportes, la música vulgar
y los programas televisivos.
- Observan personas
iracundas, que a la mínima saltan verbalmente a la yugular.
- Observan personas
tóxicas: egocéntricas, controladoras, manipuladoras, narcisistas, mentirosas,
posesivas, histriónicas, traidoras y carentes de empatía.
- Observan personas
emocionalmente dependientes o codependientes.
- Observan personas
que no saben divertirse si no hay abundante alcohol de por medio.
- Observan personas
que solo les quieren para una noche.
- Observan personas
que compran servicios de
prostitución.
- Observan personas
que están a favor de las relaciones abiertas.
- Observan personas
ofuscadas con la ideología de género, donde ya no saben qué es un hombre y una
mujer, y van promulgando treinta y siete géneros.
- Observan personas
que solo piensan en trabajar y en ganar más dinero, sin interés por las
relaciones humanas.
- Observan personas
sin deseos de adquirir riqueza interna.
- Observan personas
interesadas, que no se preocupan por el otro como ser humano, sino que solo
quieren aprovecharse y vivir mejor a costa del otro.
- Observan personas
obsesionadas con el físico, o lo contrario: dejadez absoluta.
- Observan personas
sin valores, que le conceden más importancia a un animal que a un feto humano.
- Observan personas
que no tienen metas, ilusiones ni proyectos, y lo que les mueve es únicamente
el ocio en sus más diversas formas.
- Observan personas
emocionalmente frías, incapaces de demostrar amor.
- Observan personas
que no saben distinguir entre el enamoramiento inicial y el amor maduro que le
sigue.
- Observan personas
que han perdido la cuenta de cuántas relaciones han tenido.
- Observan personas
sin capacidad para resolver problemas.
- Observan personas
que solo saben hablar de sí mismas, pero no escuchar.
- Observan personas
que no cumplen esos votos que hicieron en el que consideraron el día más feliz
de sus vidas: “prometo serte fiel, en las alegrías y en las penas, en la salud y la
enfermedad, todos los días de mi vida”.
- Observan personas
que no dejan de elegir mal, al típico bad
boy o bad girl, y que no lo hacen
ni caso a los good.
- Observan personas
que vienen de vuelta de todo, tan quemadas,
a causa de malas experiencias, que hieren a los demás.
- Observan personas
que se pasan horas y horas semanales consumiendo vídeos de TikTok con puras
sandeces.
- Observan mujeres masculinizadas y hombres feminizados, tanto en sus maneras,
lenguaje y comportamiento.
- Observan personas
que consumen sustancias estupefacientes, sean consideradas legales o ilegales
en sus países de origen.
El porcentaje de
personas que podemos encuadrar en estas conductas, ha crecido exponencialmente
en los últimos años de manera desproporcionada. Aunque todo explotó tras la
revolución sexual de los años 60, la degeneración en esta década ha sido
dantesca.
Es la sociedad que
tenemos: infantiloide, neurótica, adicta a las nuevas tecnologías y con la
mente llena de basura. Con los atributos nombrados, es normal, lógico, y hasta
sabio, huir de esta clase de individuos.
Por todo esto, muchos
hombres y mujeres no quieren saber nada el uno del otro para una relación
seria.
Lo que esto ha provocado... y provocará
Además, para ambos es
jugársela:
- El hombre no tiene
presunción de inocencia, y basta una denuncia para ir al calabozo durante 48/72
horas. Si se divorcia, a menos que se tenga firmado una separación de bienes,
tendrá que repartirlos con su ex, tanto lo concerniente a la parte económica
como a la material. Y si tiene hijos, tendrá que pagar una manutención sin
apenas poder ver a su retoño.
- Por su parte, la
mujer se arriesga a ser abandonada tras haber sido usada como un trozo de carne
o tras el embarazo, donde deberá criar sola a su hijo y tendrá serias
dificultades para encontrar a un hombre que quiera estar con una madre soltera.
Por desgracia, es lo
que se contempla en este siglo. Y la cosa va a peor, donde los dos sexos, a
nivel individual y colectivo, tienen su parte de responsabilidad. En otras
ocasiones, es el sexo opuesto el que, mayormente, es el causante. Por ejemplo:
en el hecho de que haya mujeres endiosadas,
que se muestran medio desnudas en Internet y/o narrando sus vidas a cada
minuto, buena parte de la culpa hay que atribuírsela a todos esos hombres que
no dejan de adorarlas, con esa
atención que les ofrecen con comentarios y halagos. Este tipo de varones son
los que, en la jerga de Internet, se conocen como simp.
Con todo lo descrito,
ya no sorprenden que los matrimonios hayan descendido un 50%[1] y que, por ejemplo,
en España, el 60% de estos terminen en divorcio[2], lo
que supone cada año entre los ochenta y cien mil. Y así en todo Occidente.
Todo esto, a menos
que haya un cambio radical, va a acabar con la destrucción de la base de la
sociedad: la familia. Si sumamos a lo citado, las dificultades para
independizarse, el precio desmesurado de la vivienda y la inmigración
descontrolada, el resultado es obvio. Al final, en Occidente, seremos sustituidos por los
musulmanes, que, nos guste o no su religión, conservan dicho cimiento –la
familia-, y que tienen de media cuatro hijos por cada uno de los ciudadanos
autóctonos. Es solo una cuestión de números y estadísticas, a medio y largo
plazo.
Continuará en Cómo el feminismo radical está distorsionando
las relaciones entre hombres y mujeres.
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