Venimos de aquí: ¿Cuáles serán las amenazas que dirán
contra tu persona tras salir de un grupo sectario? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2025/02/157-cuales-seran-las-amenazas-que-diran.html).
Ten siempre presente que los pecados que otros cometieron
contra ti son culpa de ellos y no de Dios, ya que Él no tiene nada que ver con
el pecado ajeno. Es fundamental que construyas una imagen correcta de tu Padre
basada en Su Palabra, no en lo que otros te pudieron enseñar. De las ideas
erróneas tienes que desintoxicarte.
Aunque tengas amigos y hermanos que estén
a tu lado en los momentos de dolor, el descanso profundo y la paz verdadera
vienen de la mano del Señor en diversas áreas: “Cuando fracasamos al
tratar de hacer lo correcto, o vivir de la manera correcta, o decir las
palabras correctas, o ser la persona correcta, o entrar en la comunión
correcta, solemos querer desistir y decir: ´no puedo hacerlo. Volveré a la vida que conozco`. La familiaridad con una antigua manera de vivir, o antiguos amigos, o
hábitos anteriores parece ser confortable cuando somos heridos o rechazados por
la gente de Dios. El ´mundo` de Egipto parece ser más seguro que la ´iglesia`
de la tienda de Abraham. Pero volver solo aumentará nuestra desdicha, ¿no es
cierto? No podemos volver. No realmente. Porque podemos recordar lo que era
estar en la presencia de Dios y ser parte de su familia con un objetivo de vida
mayor que el mero vivir para nosotros mismos. Sin embargo, nos encontramos en
un círculo vicioso. En realidad, no queremos volver a nuestro antiguo modo de
vivir, pero sentimos que tampoco encajamos con la gente de Dios. Es por eso que
el propio Dios tiene que aparecer”[1].
Veamos conceptos bíblicos para saber cómo
hallar ese reposo:
Descansa en
Su presencia
Es posible que llegues a convencer a tu propia mente
de que Dios te ha abandonado. Hay creyentes sinceros que terminan creyéndose
esa sensación de abandono. Asocian la deserción de algunos hermanos –o de
muchos- con la renuncia de Dios respecto a ellos. La única manera de refutar
estas ideas es yendo a las Escrituras y asentarnos en ellas: “No temas, porque yo estoy contigo; no
desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te
sustentaré con la diestra de mi justicia [...] ¿Se
olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de
su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las
palmas de las manos te tengo esculpida [...] Aunque mi padre y mi madre me dejaran,
con todo, Jehová me recogerá” (Is.
41:10; 49:15-16; Sal. 27:10).
Jesús mismo dijo que Él estaría con
nosotros hasta el fin del mundo (cf. Mt. 28:20). Erramos cuando le pedimos a
Dios que esté con nosotros, cuando realmente siempre lo está. Lo que deberíamos
pedir es ser conscientes de que está
a nuestro lado en todo momento.
Que estos principios básicos te lleven a
profundizar en tu intimidad con el Señor, por medio de la oración sencilla que
nace desde el corazón y que elude todo ritualismo. Distingue y separa el
desprecio que otros te mostraron con el verdadero amor de tu Padre, del cual
nada ni nadie podrá separarte (cf. Ro. 8:38-39). Así limpiarás tu mente de todo
aquello que dijeron sobre tu persona. Nada que los seres humanos hagan
desacredita a Dios ni se contradice con la fe conceptual, puesto que Jesucristo
es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (cf. He. 13:8).
Aplica en tu vida las palabras escritas en la carta a
los hebreos: “Puestos los ojos en Jesús,
el autor y consumador de la fe” (He. 12:2) y haz tuyas
las dichas por el rey David: “Jehová es
mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar;
Junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; Me guiará por sendas
de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no
temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán
aliento” (Sal. 23:1-4).
Descansa en
Su justicia
“Señor, yo no quiero venganza, quiero
justicia”. Esa es una de las oraciones más repetidas por aquellos que han
sufrido una persecución sistemática tras marcharse de una iglesia que estaba
fuera del orden de Dios. Normalmente, pasa el tiempo y nada ocurre. Aquella congregación
sigue su curso como si nada hubiera acontecido. O incluso aparentemente marcha
mejor tras haberse desecho de las ovejas
negras que incordiaban al resto. Leemos que los amigos de Job fueron
reprendidos por Dios debido a la actitud que tuvieron con él (Job 42:7). Pero, en este caso, nada sucede, como si el
Señor se hubiera desatendido por completo. Hay
personas que no quieren saber del Altísimo hasta que haga justicia. Este es uno
de los mayores disparates que se pueden cometer. Aquí es donde tenemos que
ponernos nuevamente en concordancia con las Escrituras. Nuestra perspectiva
variará completamente.
El apóstol Pablo declaró que “cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de
sí [...] porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante
el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho
mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (Ro. 14:12; 2 Co. 5:10). La misma
afirmación lleva a cabo el autor de hebreos: “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien
todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos
que dar cuenta” (He. 4:13). Dios es el Juez, el que juzgará a los vivos y a
los muertos (cf. 2 Ti. 4:1) y es algo que queda entre ellos y el Todopoderoso.
Al igual que nosotros, tendrán que rendir cuentas. En Su presencia, pondrá cada
cosa en su sitio y hará justicia.
Si tiene que vindicarte, lo hará. Si tiene
que hablar a tu favor, lo hará. Si
aquellos que, errados en sus doctrinas heréticas y/o arrastrados por su carne,
te trataron como a un enemigo y no se arrepintieron, ni te pidieron perdón en
esta vida, tendrán que rendir cuentas ante el Tribunal de Cristo. Serán juzgados por sus palabras y
acciones, por su doble rasero para medir a las personas, por sus injusticias,
por no poner por obra lo que predicaron desde el púlpito, por las falsas
enseñanzas que esparcieron y por el dolor que acarrearon a tantos y tantos
cristianos de corazón.
¿Serán salvos? Depende: si no nacieron de nuevo,
evidentemente no. En el caso de que sean hijos de Dios –algo que Él
determinará-, sin duda alguna, puesto que Jesús pagó por todos nuestros
pecados, tanto los suyos como los nuestros. En ese caso, tampoco hay
condenación para ellos. Tampoco creo que nadie se la desee. Pero, en lo que
respecta a tu persona, perderán la parte de recompensa que les correspondería,
puesto que su obra será probada por el fuego y no pasará la prueba (cf. 1 Co.
3:13-15). Esa es la justicia de Dios en la cual debes reposar.
En la parte que te toca, si hay algo en tu cuenta en
lo que debes pedir perdón, no lo dudes y hazlo, independientemente de que te lo
hayan pedido a ti o no. Así estarás limpio, acepten o no tus disculpas. Aunque
sigan culpándote, nadie podrá acusarte, puesto que Dios mismo ya te justificó
(cf. Ro. 8:33). Quizá no puedas disculparte directamente por multitud de
razones, pero sí podrás dejar tus faltas ante el trono de la gracia.
Nuestro deseo debería ser el mismo que manifestó Pablo
cuando todos le abandonaron: oró pidiendo que no les fuera tomado en cuenta
(cf. 2 Ti. 4:16). Tenemos que tomar conciencia de que Dios restaurará en la
eternidad absolutamente todas las cosas, y eso incluye las relaciones
personales. ¿Cómo lo hará exactamente? Nadie lo sabe. Es todo un misterio, por
lo que lo dejamos en Sus manos. Para esto, sigamos el ejemplo de Cristo: “Quien cuando le maldecían, no respondía con
maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga
justamente” (1 P. 2:23).
Descansa en
Sus promesas eternas
Es terrible oír de boca de aquellos que
decían ser tus hermanos que nada de lo que has hecho durante los años
anteriores tuvo valor. Son palabras dichas desde un corazón altivo, bajo la
mayor de las ignorancias y posiblemente fruto del rencor. Para refutar tales
mentiras, grábate a fuego estos dos textos:
“Porque Dios
no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis
mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún” (He. 6:10).
“No nos
cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gá. 6:9).
No pienses que todo lo que hiciste fue una pérdida de
tiempo. Dios nunca olvidará todo el trabajo que has hecho para Él, sus hijos y
sus criaturas. Todo ello traerá su recompensa cuando partas de este mundo: “Porque todas las promesas de Dios son en él
Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios” (2 Co.
1:20).
Continuará en: Cómo encarar los recuerdos y las emociones negativas tras
salir de una iglesia sectaria.
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