lunes, 2 de junio de 2025

15.8. Ante las amenazas de las iglesias abusadoras, descansa en Dios

 


Venimos de aquí: ¿Cuáles serán las amenazas que dirán contra tu persona tras salir de un grupo sectario? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2025/02/157-cuales-seran-las-amenazas-que-diran.html).

Ten siempre presente que los pecados que otros cometieron contra ti son culpa de ellos y no de Dios, ya que Él no tiene nada que ver con el pecado ajeno. Es fundamental que construyas una imagen correcta de tu Padre basada en Su Palabra, no en lo que otros te pudieron enseñar. De las ideas erróneas tienes que desintoxicarte.
Aunque tengas amigos y hermanos que estén a tu lado en los momentos de dolor, el descanso profundo y la paz verdadera vienen de la mano del Señor en diversas áreas: “Cuando fracasamos al tratar de hacer lo correcto, o vivir de la manera correcta, o decir las palabras correctas, o ser la persona correcta, o entrar en la comunión correcta, solemos querer desistir y decir: ´no puedo hacerlo. Volveré a la vida que conozco`. La familiaridad con una antigua manera de vivir, o antiguos amigos, o hábitos anteriores parece ser confortable cuando somos heridos o rechazados por la gente de Dios. El ´mundo` de Egipto parece ser más seguro que la ´iglesia` de la tienda de Abraham. Pero volver solo aumentará nuestra desdicha, ¿no es cierto? No podemos volver. No realmente. Porque podemos recordar lo que era estar en la presencia de Dios y ser parte de su familia con un objetivo de vida mayor que el mero vivir para nosotros mismos. Sin embargo, nos encontramos en un círculo vicioso. En realidad, no queremos volver a nuestro antiguo modo de vivir, pero sentimos que tampoco encajamos con la gente de Dios. Es por eso que el propio Dios tiene que aparecer”[1].

Veamos conceptos bíblicos para saber cómo hallar ese reposo:

Descansa en Su presencia
Es posible que llegues a convencer a tu propia mente de que Dios te ha abandonado. Hay creyentes sinceros que terminan creyéndose esa sensación de abandono. Asocian la deserción de algunos hermanos –o de muchos- con la renuncia de Dios respecto a ellos. La única manera de refutar estas ideas es yendo a las Escrituras y asentarnos en ellas: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia [...] ¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida [...] Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá” (Is. 41:10; 49:15-16; Sal. 27:10).
Jesús mismo dijo que Él estaría con nosotros hasta el fin del mundo (cf. Mt. 28:20). Erramos cuando le pedimos a Dios que esté con nosotros, cuando realmente siempre lo está. Lo que deberíamos pedir es ser conscientes de que está a nuestro lado en todo momento.
Que estos principios básicos te lleven a profundizar en tu intimidad con el Señor, por medio de la oración sencilla que nace desde el corazón y que elude todo ritualismo. Distingue y separa el desprecio que otros te mostraron con el verdadero amor de tu Padre, del cual nada ni nadie podrá separarte (cf. Ro. 8:38-39). Así limpiarás tu mente de todo aquello que dijeron sobre tu persona. Nada que los seres humanos hagan desacredita a Dios ni se contradice con la fe conceptual, puesto que Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos (cf. He. 13:8).
Aplica en tu vida las palabras escritas en la carta a los hebreos: “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (He. 12:2) y haz tuyas las dichas por el rey David: “Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Sal. 23:1-4).

Descansa en Su justicia
“Señor, yo no quiero venganza, quiero justicia”. Esa es una de las oraciones más repetidas por aquellos que han sufrido una persecución sistemática tras marcharse de una iglesia que estaba fuera del orden de Dios. Normalmente, pasa el tiempo y nada ocurre. Aquella congregación sigue su curso como si nada hubiera acontecido. O incluso aparentemente marcha mejor tras haberse desecho de las ovejas negras que incordiaban al resto. Leemos que los amigos de Job fueron reprendidos por Dios debido a la actitud que tuvieron con él (Job 42:7). Pero, en este caso, nada sucede, como si el Señor se hubiera desatendido por completo. Hay personas que no quieren saber del Altísimo hasta que haga justicia. Este es uno de los mayores disparates que se pueden cometer. Aquí es donde tenemos que ponernos nuevamente en concordancia con las Escrituras. Nuestra perspectiva variará completamente.
El apóstol Pablo declaró que “cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí [...] porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (Ro. 14:12; 2 Co. 5:10). La misma afirmación lleva a cabo el autor de hebreos: “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (He. 4:13). Dios es el Juez, el que juzgará a los vivos y a los muertos (cf. 2 Ti. 4:1) y es algo que queda entre ellos y el Todopoderoso. Al igual que nosotros, tendrán que rendir cuentas. En Su presencia, pondrá cada cosa en su sitio y hará justicia.
Si tiene que vindicarte, lo hará. Si tiene que hablar a tu favor, lo hará. Si aquellos que, errados en sus doctrinas heréticas y/o arrastrados por su carne, te trataron como a un enemigo y no se arrepintieron, ni te pidieron perdón en esta vida, tendrán que rendir cuentas ante el Tribunal de Cristo. Serán juzgados por sus palabras y acciones, por su doble rasero para medir a las personas, por sus injusticias, por no poner por obra lo que predicaron desde el púlpito, por las falsas enseñanzas que esparcieron y por el dolor que acarrearon a tantos y tantos cristianos de corazón.
¿Serán salvos? Depende: si no nacieron de nuevo, evidentemente no. En el caso de que sean hijos de Dios –algo que Él determinará-, sin duda alguna, puesto que Jesús pagó por todos nuestros pecados, tanto los suyos como los nuestros. En ese caso, tampoco hay condenación para ellos. Tampoco creo que nadie se la desee. Pero, en lo que respecta a tu persona, perderán la parte de recompensa que les correspondería, puesto que su obra será probada por el fuego y no pasará la prueba (cf. 1 Co. 3:13-15). Esa es la justicia de Dios en la cual debes reposar.
En la parte que te toca, si hay algo en tu cuenta en lo que debes pedir perdón, no lo dudes y hazlo, independientemente de que te lo hayan pedido a ti o no. Así estarás limpio, acepten o no tus disculpas. Aunque sigan culpándote, nadie podrá acusarte, puesto que Dios mismo ya te justificó (cf. Ro. 8:33). Quizá no puedas disculparte directamente por multitud de razones, pero sí podrás dejar tus faltas ante el trono de la gracia.
Nuestro deseo debería ser el mismo que manifestó Pablo cuando todos le abandonaron: oró pidiendo que no les fuera tomado en cuenta (cf. 2 Ti. 4:16). Tenemos que tomar conciencia de que Dios restaurará en la eternidad absolutamente todas las cosas, y eso incluye las relaciones personales. ¿Cómo lo hará exactamente? Nadie lo sabe. Es todo un misterio, por lo que lo dejamos en Sus manos. Para esto, sigamos el ejemplo de Cristo: “Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 P. 2:23).

Descansa en Sus promesas eternas
Es terrible oír de boca de aquellos que decían ser tus hermanos que nada de lo que has hecho durante los años anteriores tuvo valor. Son palabras dichas desde un corazón altivo, bajo la mayor de las ignorancias y posiblemente fruto del rencor. Para refutar tales mentiras, grábate a fuego estos dos textos:

“Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún” (He. 6:10).

“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gá. 6:9).

No pienses que todo lo que hiciste fue una pérdida de tiempo. Dios nunca olvidará todo el trabajo que has hecho para Él, sus hijos y sus criaturas. Todo ello traerá su recompensa cuando partas de este mundo: “Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios” (2 Co. 1:20).

Continuará en: Cómo encarar los recuerdos y las emociones negativas tras salir de una iglesia sectaria.


[1] Graham Lotz, Ann. Heridos por la gente de Dios. Casa Creación. P. 86.


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