lunes, 9 de junio de 2025

Sinners. ¿El pecado te hace libre?

 

Quienes me conocen, sea en persona o de manera virtual a través de este blog, saben que el cine de terror que incluye espíritus, demonios y posesiones no me gusta; ni de lejos me acerco, puesto que me dejan mal cuerpo. Y para pasarlo mal, ya está la vida real. Pero dentro de este tipo de películas o series, hay dos subgéneros que siempre me han atraído y he disfrutado: el de zombies (por ejemplo: Estamos muertos: jóvenes que se sienten zombies a causa del bullying:  https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2022/02/estamos-muertos-jovenes-que-se-sienten.html) y el de vampiros.
Dentro de esta última categoría, entraba la reciente “Sinners” (pecadores, en español). Le tenía muchas ganas por lo que se mostraba en el tráiler: ambientación, época en la que transcurre, grandes actores y la posibilidad de poder ver de nuevo a Michael B. Jordan, el actor que hace de boxeador en la saga “Creed”, spin-off de la de “Rocky”. Pensaba que, a mis ojos, se convertiría en un clásico instantáneo.
¿Mi conclusión? A pesar de las excelentes críticas recibidas, tanto por la prensa especializada como por el público, y reconociendo una gran caracterización de personajes, una magnífica puesta en escena y algunas buenas actuaciones, no me ha gustado, por varias razones:

- lenguaje soez, junto a escenas explícitas y subidas de tono que me hicieron usar el mando a distancia en más de una ocasión para omitirlas.
- largos números de baile y música que me aburrían (el blues no es algo que me entusiasme).
- una mezcolanza de temas que, a mí parecer, no combinan bien.
- lo ridículo que me ha resultado ver a seres sobrenaturales bailando (¿en serio?)
- Y, por último, el tema “vampírico”, al que apenas se le dedica un tercio del metraje, transcurriendo toda la acción y tensión de forma acelerada.

Posiblemente, iba con otras expectativas y en mi mente imaginé una historia diferente; de ahí mi desilusión.
Ahora bien, una frase lapidaria de uno de los protagonistas, en una escena insertada en medio de los créditos, justo antes del final del largometraje, me ha motivado a escribir las siguientes líneas y a ver qué enseña la Biblia respecto a esas palabras, puesto que son las mismas que suelen señalar los inconversos y aquellos que viven en pecado.

De qué trata... con spoilers
Aunque en mis escritos dedicados a “películas para reflexionar” no suelo destripar los finales, en esta ocasión es necesario hacerlo, puesto que la base de este artículo se basa en él. Es un aviso a navegantes que tengan intención de verla –aunque no la recomiendo- para que dejen de leer aquí.
Transcurre el año 1932, y la historia gira en torno a los gemelos Smoke y Stack (ambos, como es lógico, interpretados por Michael B. Jordan), veteranos de la Primera Guerra Mundial. Tras haber trabajado en Chicago, y robar grandes sumas de dinero a diversos gánsteres, regresan a su ciudad de origen, Clarksdale, Misisipi, donde el racismo está a la orden del día y los Ku Klux Klan campan a sus anchas. Una vez allí, compran un viejo aserradero para reformarlo y montar un club de blues para las personas negras del lugar, que suelen trabajar en las plantaciones de algodón.
Pero aquí me centraré en el joven Sammie, primo de los gemelos. Su padre es pastor, y él confía en que su hijo seguirá sus pasos. Nada más lejos de la realidad: teniendo un talento portentoso para tocar la guitarra, es contratado, entre otros, para cantar en dicho club.
En la noche de la inauguración, con un lleno absoluto, con risas, música, bailes y alcohol, Sammie, tras dar todo un espectáculo musical y convertirse en el alma de la fiesta, termina teniendo relaciones sexuales con una mujer mayor que él y casada.
                                                     Sammie, el alma de la parranda

Tras toda esta algarabía, aparecen dos hombres y una mujer, blancos, “pidiendo permiso para entrar”. Para el que no lo sepa, en la mitología vampírica, estos seres no pueden entrar en una casa si no son invitados. Un tanto absurdo, pero así es. Al ser blancos, no se lo permiten, ya que los gemelos piensan que sería problemático. Más allá de su color de piel, no aparentan nada extraño. Incluso cantan música irlandesa, puesto que, el líder, Remmick, es un vampiro inmigrante de dicho país.
El error viene cuando Mary, la exnovia de Stack, sale a hablar con estos tres seres, sin sospechar qué son y cuáles son sus verdaderas intenciones. Tras una breve conversación, la muerden y la convierten en uno de ellos.
         La ingenua Mary, hablando con los vampiros cantarines sin saber lo que le espera

La nueva Mary, tras pedir permiso al portero para entrar –que se lo permite de forma natural al ignorar la realidad- muerde a su vez a Stack, el cual, tras morir a brazos de su hermano, renace convertido. A partir de ahí, la fiesta se da por concluida y se le pide a todo el mundo que se vaya a casa. Lo que no saben es que todos ellos serán el banquete de los vampiros que los esperan fuera. Como consecuencia, el local, con apenas un puñado de no-conversos, queda rodeado, provocando a los supervivientes para que alguno de ellos conceda el permiso necesario para entrar y acabar la faena. Para ello les hacen una oferta muy tentadora: si aceptan, serán inmortales, libres y dejarán de ser perseguidos por el Ku Klux Klan, ya que estos también serán transformados. A pesar de la suculenta propuesta, se niegan.
Pero más tarde se desata todo: una mujer china se llena de ira cuando le dicen que, si no le dejan pasar, atacarán a su hija pequeña en su casa, por lo que termina cediendo a sus deseos, ante la desesperación del resto del grupo, que se prepara para una batalla inminente.
            Momento en que las puertas se abren y la lucha contra el terror es inevitable

Tanto humanos como monstruos, mueren, excepto Sammie, que, a punto de ser convertido por el líder, es salvado por Smoke, al clavarle una estaca. El resto de vampiros sucumben quemados a la salida del sol –el gran tópico manido-, y el propio Smoke a la mañana siguiente al recibir un disparo del Ku Klux Klan, a los que aniquila antes de expirar.
Treinta años después, en 1992, Sammie, ya anciano, tras haberse convertido en un guitarrista de éxito y tener su propio club en Chicago, recibe una visita inesperada: las versiones vampíricas de Mary y Stack, ambos con la misma edad de siempre. Descubrimos que, en aquella noche trágica, la primera había huido, y el segundo fue perdonado por su hermano Smoke, a cambio de que nunca le hiciera nada a Sammie. Stack le ofrece pasarse a su bando, haciéndose así inmortal, algo que rechaza de plano.
Tras tocar para ellos, la última conversación transcurre así:

- “¿Sabéis qué? Una vez a la semana, me despierto aterrorizado al revivir esa noche. Pero hasta que anocheció, fue posiblemente el mejor día de mi vida. ¿El tuyo también?” (Sammie)
- “No te quepa duda. La última vez que vi a mi hermano. La última vez que vi el sol. Y, solo por unas horas, fuimos libres” (Smoke).

¿Los inconversos son libres o esclavos?
¿Qué hizo Sammie, antes de que todo saltara por los aires, para afirmar que fue el mejor día de su vida?

1) Rechazar los consejos de su padre respecto a Dios, para que buscara la salvación.

2) Beber alcohol en abundancia.

3) Tener relaciones sexuales sin haber contraído matrimonio y, para más inri, cometer adulterio, al acostarse con una mujer que era de otro hombre.

4) Usar su talento para alcanzar su propia gloria.

Entiendo el mensaje de la película: el dolor de un pueblo oprimido por una raza que los perseguía y cazaba como animales, que los consideraba inferiores y subhumanos, que los empleaba como mano de obra barata y los esclavizaba, acusándoles de todos los males de la humanidad. Y creían que, haciendo todo lo reseñado en los cuatro puntos, se liberaban, hermanándose como si fueran una única familia. ¿La verdad? Que no era el caso; eran más esclavos si cabe, porque cometían otras iniquidades, semejantes a la de los blancos[1]. Y la única hermandad que conseguían era la de unirse entre ellos al pecado. Lo mismo sucede entre millones de individuos en el mundo actual. Queriendo ser libres, aprietan más las cadenas que aprisionan sus almas, agarrados en el mismo vórtice que los va engullendo poco a poco.
Con pequeñas variaciones, las cuatro cuestiones citadas –y otras más-, son un calco de las prácticas habituales que llevan a cabo las personas inconversas o que se apartaron del Señor, que deciden hacer su propia voluntad, seguir su propio camino, dejando a Dios bien lejos. Lo llaman “libertad”, cuando realmente es esclavitud. La realidad es que dentro de la ley de Dios somos libres, y fuera de ella somos esclavos del pecado.
Así viven, poseídos por sus deseos carnales, sometidos a su naturaleza caída y bajo el yugo de las falsas promesas del diablo. Se reproduce, a otra escala, las palabras que el enemigo de nuestra alma susurró a Jesús: “Todo esto te daré, si postrado me adorares” (Mt. 4:9). Cuando el ser humano no sigue a Dios, sigue al diablo. Cuando el ser humano no hace la voluntad de Dios, hace la del padre de mentira. Cuando el ser humano no adora a Dios, adora todo lo que venera la serpiente de Edén.
En el momento en que Sammie echaba su vista atrás, se adoraba a sí mismo. Creía que su música era lo que le daba verdadera transcendencia y le hacía inmortal ante sí mismo y los demás. En su propia sabiduría, creía ser rico. Y así se sienten –o, al menos, así lo proclaman o tratan de venderlo- muchos que no han nacido de nuevo:

- libres, si rechazan o reniegan de Dios, viviendo según sus propios designios morales. 

- extraordinarios, si han sido agraciados con un determinado cuerpo o lo han logrado en un quirófano y un gimnasio.

- valiosos, si reciben el aplauso de las masas por sus dones.

- exitosos, si el otro sexo los desea y logran variedad de presas.

- triunfadores, si un buen trabajo, dinero, casas, coches, viajes y todo tipo de artilugios tecnológicos forman parte de sus vidas.

- felices, si forman parte de la fiesta de esta sociedad caída.

Algunos se dan cuenta de su vacío en algún momento de sus trayectorias vitales, y se llenan de tristeza y desesperación. Otros saben que algo no marcha bien, pero siguen adelante, porque no quieren dar su brazo a torcer. El orgullo les puede, ya que cambiar de opinión sería reconocer que se equivocaron. Y un último grupo está medianamente satisfecho con su paso por este mundo y ni se lo plantea.

La única solución, el único remedio
Sea como sea, a esta falsa riqueza externa e interna, encontramos respuesta en las palabras de Jesús: “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (Ap. 3:17). Sin Dios, cualquier cosa que tengamos o logremos, es basura efímera y perecedera: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mt. 16:26).
¿Qué hacer entonces? Abrir la puerta, que es Jesús mismo: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (Jn. 10:9). Esos pastos –crecimiento, sabiduría espiritual, fortaleza, confianza, descanso, propósito, ánimo, consuelo, verdadera libertad, gozo, paz, promesas fehacientes, inmortalidad-, no vienen como resultado de vivir en pecado y alejado de los designios de Dios, sino por estar pegados a Él.
Llamando una vez más a la reflexión personal, termino, cómo no, con Sus palabras: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 3:20-22).


[1] Para los que sean nuevos por estos lares, y puedan creer que estoy en contra de los sanos placeres, les remito a lo que ya dije en estos dos escritos: 8.1. ¡Vive! Disfrutando sanamente:  http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/01/81-vive-disfrutando-sanamente.html y 8.2. ¡Vive! La réplica a la sociedad: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/01/82-la-replica-la-sociedad.html

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