Venimos de aquí: Ante las amenazas de las iglesias abusadoras, descansa
en Dios (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2025/06/158-ante-las-amenazas-de-las-iglesias.html).
Imágenes que se repiten continuamente como
un bucle cerrado. Recuerdos que asaltan la mente en el momento más inesperado.
Sueños y pesadillas que rememoran momentos del pasado una y otra vez. Todo ello
y más es parte de la lucha con la que se enfrenta el cristiano que ha vivido
una experiencia sumamente desagradable. Los recuerdos pueden volverse obsesivos
y llegar a convertirse en un auténtico calvario que terminan por robar la paz.
Afrontando la
memoria
¿Qué puedes hacer
ante esas imágenes, que son como clavos que atraviesan tu alma? La parte que te
toca es la de no quedarte rumiando eternamente en el trauma. Eso es enfermizo.
Como no puedes negar el pasado, la única manera de ir dejándolo atrás es
viviendo al día, creando un nuevo
presente y nuevas vivencias. El escritor francés Gustave Flaubert dijo que “el futuro nos tortura, el pasado nos
encadena y por eso se nos escapa el presente”. No permitas que esto te
acontezca. Despoja del poder que ejercían sobre ti a aquellos que te tenían
prisionero. Arrebata al pasado ese yugo que sigue tratando de rodearte con
nuevas cadenas: “Todo hombre tiene dos
enemigos: el pasado y el futuro. Y el mejor regalo que le ha dado Dios es el
presente” (Gilbert Cesbron).
Como ya vimos, hay un
tiempo para llorar y para hablar de lo que aconteció. Es parte del proceso de
cicatrización y la manera por la cual te vas a ir despojando progresivamente
del dolor tóxico que te trajeron esos hechos. Así resolverás el conflicto que
reside en tu interior, en lugar de dejar la herida infectada y enterrada para
siempre sin tratarla. Por eso, en lugar de afrontar esas imágenes que surgen en
ti como una catástrofe, no tienes que temer afrontarlas y dedicarle un tiempo a
reflexionar sobre ellas, aunque duelan. Aunque en un principio la carga
emocional estará en todo su apogeo, irá menguando paulatinamente, si das los
pasos correctos.
En el caso de que haya recuerdos agradables, es sano
que no los rechaces. Llegará el día en que encontrarán el lugar correcto para
ellos en tu corazón. Eso sí, no eches el ancla sobre ellos con melancolía.
También da gracias a Dios por lo que otras personas te pudieron aportar y por
las circunstancias positivas que alguna vez se dieron (si fue el caso), porque
con el tiempo te ayudarán a crecer.
De igual manera,
también debe llegar el momento, poquito a poco, pasito a pasito, donde los
pensamientos y las conversaciones dejen de girar sobre “aquello”: “Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y
extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:13-14). Cuando las aguas en
tu ser interior vayan volviendo a su cauce, todo ello pasará a un segundo plano
en tu memoria. Llegará el día que ya no te afectará ni será dueños de ti.
Disfruta de la
libertad gloriosa de los hijos de Dios (cf. Ro. 8:21). Busca Su voluntad. Deja
que tus pensamientos se llenen de Su Palabra. Se acabó la sujeción a
mandamientos humanos. No más presiones. Fuera legalismos. Se acabaron las
mentiras. No más hipocresías. Nunca más un cristianismo alejado de los
principios divinos. Sí a una nueva relación con el Señor. Sí a una forma sana
de entender la vida. Sí a un servicio basado en las Escrituras.
Las
emociones y su relación con nuestro cuerpo
A nivel emocional es más que probable que hayas
experimentado un considerable estrés. Hay personas para las cuales un
acontecimiento de este tipo se puede convertir en el más ansioso de su
existencia. Por eso hay hermanos que quedan heridos y estancados de por vida,
como un luto no superado. Perdieron la inocencia. Narran
su vivencia como un relato de terror, con todo tipo de detalles y pruebas
verificables, escenificando palpablemente el impacto devastador que causó la
tensión emocional sobre su lucidez mental, que los llevó a la desesperación y
al desaliento. De ahí que sea tan importante seguir progresivamente cada
uno de los pasos que hemos visto hasta ahora: “La angustia es una aflicción y ansiedad que
se apodera del sujeto. Esa ansiedad ejerce opresión sobre el estado emocional
del individuo, causándole malestar en todo su ser. El tsadiq (justo) presenta
su angustia a Yahweh para encontrar en Él no solo paliativo, sino calma y
sosiego. El orante angustiado es consciente de que Yahweh lo escucha y está
presto a venir en su socorro, por esa razón derrama delante de Dios su alma y
espera su acción divina”[1].
También es cierto que tu cuerpo puede sufrir los
efectos de la angustia que has acumulado. Estas consecuencias se pueden ver
reflejadas en crisis de ansiedad, continuo nerviosismo, taquicardias, dolores
musculares, problemas gastrointestinales, insomnio,
pesadillas repetitivas, cansancio constante y falta de apetito, entre otras. He
llegado a conocer personalmente a un pastor que pasó por semejante trance y experimentó en sus carnes
la hematohidrosis (sudar sangre), el mismo fenómeno que padeció Cristo.
Sabiendo la complejidad del proceso, te comentaré un
pequeño detalle que quizá te sea de gran ayuda: en la vida de Jesús observamos,
una y otra vez, que se retiraba a un lugar alejado para estar a solas con el
Padre y desconectar de todo lo demás. Puede que por trabajo, estudios o
responsabilidades familiares no puedas tomar mucho tiempo para apartarte del
mundo que te rodea. Aunque así sea, puedes buscar esos momentos de forma
concreta, como pasar unos días en medio de la naturaleza que te ayude a
descargar el corazón ante Dios y ante algunos amigos. Puedo asegurar que el
contacto con la naturaleza es revitalizante y refrescante para el cuerpo y el
ánimo.
En otros casos, la misma realización de actividades de
la vida cotidiana pueden servir de descanso para el alma. Dios sabe que
necesitas tiempo, así que no te preocupes por lo que otros te puedan decir
sobre las prisas en recuperarte.
También podríamos incluir unas actividades sencillas
que te relajen por completo, como la lectura, una película clásica, una
barbacoa con amigos, un paseo por la playa o la montaña, un baño en una piscina
o en el mar, un día fuera de tu ciudad, o el disfrute de alguna práctica
deportiva que te atraiga. Lo que tú mismo observes que mejor te hace. Esto
servirá para que te tomes un respiro, descanses y pongas tus ideas en orden. Recuerda:
¡ahora eres libre!
Todo esto te ayudará a descargar tensiones, a
experimentar nuevamente la calma en tu organismo y a ir tomando nuevas fuerzas
en el Señor. Vuélcate en todo lo vivo que hay a tu alrededor y que Él ha
dispuesto, en lugar de lo que ya murió y quedó atrás. En definitiva, ¡vive!
Continúa en: La
nueva vida que se abre ante ti tras salir de una iglesia abusadora. https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2025/06/1510-la-nueva-vida-que-se-abre-ante-ti.html
[1] Mosquera, Fernando. La oración: Teología y práctica. Clie.
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