lunes, 5 de febrero de 2024

11.8. ¿Eres soltero porque solo esperas recibir amor y no darlo?

 


Venimos de aquí: ¿Eres soltero porque hay heridas en ti sin sanar? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2023/11/117-eres-soltero-porque-hay-heridas-en.html).

Lo repetiré a lo largo de todo el capítulo: las causas a la soltería que estamos exponiendo son adyacentes o secundarias. Las causas principales que suelen darse o ser la norma están descritas claramente en el segundo apartado del primer capítulo (Lo que le duele a los solteros: Haciendo malabares: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/03/12-lo-que-duele-los-solteros-haciendo.html). Lo aclaro para que no haya malos entendidos y nadie se cree falsos sentimientos de culpa.

Todo lo descrito hasta ahora puede llevar a la persona a quedarse de brazos cruzados, esperando que vengan a ella y que le den todo. Casi nunca suele iniciar la conquista, sino que desea ser conquistado. Aunque es cierto que, por norma general, a los hombres les gusta “conquistar” y a las mujeres ser “conquistadas”, no creo en este tipo de roles preestablecidos ni los considero inamovibles. Si una mujer se siente atraída por un hombre, no debe esperar a que él comience el acercamiento y tome la iniciativa. Si no lo hace, será una manera de dejar pasar una oportunidad, donde se quedará sin saber qué hubiera pasado. No vivimos en un mundo en que uno de los dos sexos tiene que hacerlo todo por el otro, y menos aún en el amor.
Este tipo de individuo tiene una “falla”: desea y necesita ser adulado y agasajado sin dar nada a cambio, o muy poco. La razón es que su corazón está carente de vida y necesita que otros lo impulsen. Puede que, en alguna ocasión, tomen la iniciativa, fruto de su impulsividad, pero luego se sientan en sus amplios sillones de la comodidad sin hacer nada, y no cumplen lo que prometieron durante el cortejo. Quizá no sean plenamente conscientes de ello, pero poseen una faceta inmadura de su personalidad, al exigir que los demás le hagan feliz y no aportar prácticamente nada a la felicidad ajena.
Sienten que en el pasado cometieron muchos errores o le provocaron heridas que le dejaron profundas cicatrices en el alma, y ahora no están dispuestas a abrir su corazón, a menos que el pretendiente sea excelente, impecable, maravilloso, inmejorable e insuperable. Como esa persona no existe, no habrá reciprocidad en su actitud, y se mostrará fría y distante. Como no lograron en el pasado lo que buscaban, su listón en el presente se vuelve inalcanzable.
En el caso de surgir un candidato, lo probará hasta el extremo, para ver si da la talla, y se asegurará, más allá de los límites razonables, si será la persona perfecta. Se limitará a comprobar hasta qué punto el otro es merecedor de su amor. Mientras tanto, no aportará prácticamente nada. Y no me refiero a que no invitará a una hamburguesa o a un helado, sino que no ofrecerá nada como persona a nivel emocional, sentimental y espiritual.

El cansancio que esto provoca
Este tipo de actitudes apaga al más entusiasta, que se bate en retirada al poco tiempo. Esta pasividad descoloca a cualquiera y hace que algunos se vuelvan locos sin saber cómo actuar, volcándose todavía más, pero recibiendo solo migajas. Insisten, pero terminan por desistir. Curiosamente, en estos casos concretos, la ruptura será más dura para el que ha recibido mucho y ha dado poco, que para aquel que se entregó y no sacó nada de provecho. El primero se dará cuenta de que no apreció lo que tuvo y volverá a sentir el vacío en su interior de no verse deseado, y para el segundo será más bien un alivio salir de una relación abusiva.
Una pareja (o proyecto de pareja) la conforman dos personas, y cuando uno de ellos solo está por lo que pueden ofrecerle sin aportar nada a cambio, esa relación morirá de congelación. Aunque crea que está poniendo a prueba de forma sana al sujeto de su interés para ver si es el ideal, él se desinteresará antes de lo que cree. Puede incluso que aguante un tiempo, esperando que cambie su actitud, pero no mucho. Si no aporta emocionalmente, el otro se dará cuenta rápidamente y se cansará de hacerlo, más temprano que tarde, y desistirá.
Cualquier pretendiente disfruta dándose al otro, ofreciendo su tiempo, atención y cariño, pero odia sentirse usado, y más verse en la tesitura de dar por obligación cuando no está siendo correspondido. Si una persona no es valorada, pierde automáticamente el deseo de seguir dándose al otro. Literalmente, los sentimientos que experimentaba hacia el sujeto de su interés se evaporarán.

No rebajarse
Este cuento define perfectamente la idea que quiero transmitir:

Cuentan que una bella princesa estaba buscando consorte. Aristócratas y adinerados señores habían llegado de todas partes para ofrecer sus maravillosos regalos; joyas, tierras, ejércitos y tronos conformaban los obsequios para conquistar a tan especial criatura. Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo, que no tenía más riquezas que amor y perseverancia. Cuando le llegó el momento de hablar, le dijo: ´Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor: estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas. Ese es mi dote`. La princesa, conmovida por semejante gesto de amor, decidió aceptar y le dijo al joven plebeyo: ´Tendrás tu oportunidad: si pasas la prueba, me desposarás`.
Así pasaron las horas y los días. El pretendiente estuvo sentado, soportando los vientos, la nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento.
De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual, con un noble gesto y una sonrisa, aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravillas. Incluso algunos optimistas habían comenzado a planear los festejos.
Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de la zona habían salido a animar al próximo monarca. Todo era alegría y jolgorio, hasta que de pronto, cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la infanta, el joven se levantó y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar.
Unas semanas después, mientras deambulaba por un solitario camino, un niño de la comarca alcanzó al joven plebeyo y le preguntó: ´¿Qué fue lo que te ocurrió?, estabas a un paso de lograr la meta. ¿Por qué perdiste esa oportunidad? ¿Por qué te retiraste?`. Con profunda consternación y algunas lágrimas mal disimuladas, el joven plebeyo contestó en voz baja: ´No me ahorró ni un día de sufrimiento, ni siquiera una hora. No merecía mi amor`.

La primera parte del relato puede parecer romántica. Pero si el joven hubiera aceptado tal trato, se hubiera denigrado a sí mismo. Una cosa es ser generoso y otra muy distinta soportarlo todo. Algunos cometen el error de llegar más allá de lo saludable para demostrar que son las personas adecuadas para el otro. Y, en lugar de renunciar cuando sus deseos no son correspondidos, repiten una y otra vez las muestras de entrega incondicional. Sin saberlo, se están rebajando a la mínima expresión.
Si alguna vez has ofrecido mucho y apenas has recibido nada a cambio, te diré que no te resignes a soportar tal situación por una persona que está demostrando con creces que no te merece, o que sencillamente no quiere estar contigo. Puede que estés amando a la persona equivocada.
Por el contrario, quien mantiene una falta de reciprocidad crónica, mostrando puro egocentrismo, deberá remodelar por completo ese aspecto de su carácter y recordar que “más bienaventurado es dar que recibir” (Hch. 20:35). Hasta entonces, no podrá brindar nada a potenciales parejas.

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