lunes, 1 de mayo de 2023

11. Cuando una iglesia dañina desprecia la verdad...

 


Venimos de aquí: ¿Señalar la cizaña de una iglesia enferma es murmurar? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2023/02/10-senalar-la-cizana-de-una-iglesia.html).

Como analizamos profundamente con anterioridad, somos llamados una y otra vez a confrontar el error. El problema surge cuando las estructuras eclesiales no permiten tales acciones, algo que suele darse en las iglesias enfermas y en los grupos sectarios. En estos lugares, llevar una situación grave para que se debata ante toda la congregación es prácticamente una utopía. Los líderes hacen todo lo posible para evitarlo. Por norma general, el método que emplean para ello es el llamado ataque ad hominem (a la persona), que consiste en desprestigiar con toda la virulencia posible a aquellos que levantan sus voces, para que así sus argumentos no sean escuchados.
Estas personas tienen lo que se conoce como “memoria selectiva”, ya que se limitan a citar lo malo de los que les confrontan y nunca se acuerdan de lo bueno. Incluso en el caso de que lleguen a reconocer lo que pudieron hacer bien, señalarán que obedecía puramente a los intereses propios de la persona. Y si tienen que inventarse historias, lo harán. Siempre señalarán que el problema no es de ellos, puesto que son los santos, sino del que se marcha, que es prácticamente la encarnación del mal.
Todo se lo toman como algo personal. De ahí que, cuando algún hermano se marcha de sus congregaciones, se sientan sumamente heridos en su orgullo. Viene a ser como un desprestigio para ellos. Aunque al principio traten de convencer al individuo con dulces palabras de que no se marche o de que regrese, terminarán por actuar carnalmente cuando comprueben que no han logrado su objetivo, y arremeterán con furia contra el que tuvo la osadía de apartarse de la compañía de ellos.En la mayoría de las ocasiones no sirve de nada la confrontación, sea en términos individuales o por parte de un pequeño grupo. Por eso, son pocos los que se lanzan a un sucedáneo de guerra cuando saben que van a ser destrozados y no van a lograr nada, y suele ser lo mejor. Aquellos que reúnen el valor para enfrentarse a una situación de tales características, suelen ser tachados de rebeldes, golpistas, ingratos, desleales y divisionistas. Es trágico que muchos que permanecen se queden con una sola versión de la historia y no escuchen a los que se marchan, porque previamente han sido aleccionados para que no lo hagan, “vayan a contaminarse”. La realidad es muy diferente: si oyeran, quizá sabrían que es el celo por la verdad de la Palabra de Dios lo que mueve a aquellos que se movilizaron contra la mentira que se estaba pregonando desde el púlpito y por determinada literatura compartida. 

¿Anteponer la unidad a la Verdad?
La VERDAD no divide, sino que separa lo que no es de Dios. Como decía Gerardo de Ávila sobre su propio libro “El Purgatorio protestante”: “El autor no teme que el libro pueda dividir a la iglesia, temor que algunos dicen tener. Una posición bíblica no puede dividir a la iglesia. Eso sería absurdo. La Biblia no divide a la iglesia, pero sí separa de la iglesia lo que no es iglesia”[1].
Como reitero por activa y por pasiva, el hecho de que una persona esté equivocada no significa automáticamente que no pertenezca a la iglesia de Cristo o que no haya “nacido de nuevo”. Hay verdaderos creyentes a los que hay que corregirles para que se aparten del error que están expandiendo por una enseñanza defectuosa. La problemática se manifiesta cuando no permite que le rectifiquen.
El mismo Pablo se refirió a ciertas divisiones en la iglesia de Corintio: “Pues en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo. Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados” (1 Co. 11:18-19). Esto no significa que él –y mucho menos Dios- diera saltos de alegría con este tipo de segmentaciones. Son dolorosas en un primer momento. Pero, finalmente, traen como resultado que la verdad sea expuesta, dejando en evidencia las diferencias entre los que andan según los caminos que el Señor marca en su Palabra y los que se guían por lo que ellos mismos creen o malinterpretan de ella.
Es lógico tener cierto miedo al pensar en las consecuencias que puede ocasionar una división en la iglesia local, como el dolor que experimentan los mismos creyentes o la mala imagen ante otras congregaciones y los incrédulos, pero la unidad no se puede mantener a cualquier precio. E insisto: el precio que nunca se debe pagar es la Verdad. Como dijo J.C Ryle: “Mantener la verdad de Cristo en su Iglesia es aun más importante que mantener la paz [...] Es bastante difícil luchar contra el diablo, el mundo y la carne sin tener diferencias en nuestro propio territorio. Pero existe algo aún peor que la controversia y es que se permita y tolere la falsa doctrina sin protestar ni importunarla [...] Las divisiones y separaciones religiosas son muy censurables. Debilitan la causa del verdadero cristianismo. Dan motivo a los enemigos de toda piedad para que blasfemen. Pero, antes de culpar a las personas por ellas, debemos cuidarnos de adjudicar la culpa a quien la tiene. La falsa doctrina y la herejía son aun peores que el cisma. Si las personas se apartan de una enseñanza que es claramente falsa y contraria a la Escritura, debemos felicitarlas más que reprenderlas. En esos casos la separación es una virtud y no un pecado. Es fácil hacer comentarios burlones con respecto al ´deseo de nuevas emociones` y a tener ´comezón de oír`; pero no es tan fácil convencer a un lector sincero de la Biblia de que su deber es escuchar falsa doctrina cada domingo cuando con un pequeño esfuerzo puede escuchar la Verdad. No se debe olvidar jamás un viejo dicho: Cismático es quien causa el cisma”[2].
Mantener la paz y la unidad en la medida de lo posible (cf. Ro. 12:16; Ef. 4:3) es muy diferente de permitir lo que no es permisible. Cuando la verdad está de tu lado, no debes ceder. Un ejemplo a seguir lo podríamos tomar de Aristóteles, quien dijo: “Soy amigo de Platón, pero soy más amigo de la verdad”.
Jesús oró por la unidad de su pueblo, pero no por una cualquiera. Si como cristianos no aceptamos falsas doctrinas como las proclamadas por los mormones y los Testigos de Jehová, ¿por qué habríamos de formar unidad con aquellos creyentes confundidos que no quieren cambiar sus actitudes sectarias y pregonan doctrinas incorrectas?: “Si lo que nos une es fingir que estamos de acuerdo, aun cuando no lo estemos, no tenemos otra cosa que paz y unidad fingidas, con resacas de tensión y murmuraciones. Esto está lejos de ´mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz`, lo cual debe ser el distintivo de las iglesias cristianas saludables. Esto quiere decir que cualquier tema debe estar abierto a discusión, y en ciertos puntos podemos estar de acuerdo en no estar de acuerdo y continuar el dialogo abierto sobre el tema, ambas partes dispuestas. O si aumenta la tensión, ambos podemos acordar suspender el debate durante un tiempo”[3]. Como señala Robert Banks: “No todas las diferencias de opinión dentro de la iglesia deben evitarse. Como Pablo dice, ´porque también debe haber divisiones (haireseis) entre vosotros, para que los aprobados se hagan manifiestos entre vosotros` (1 Co. 11:19 BTX)”[4].

¿División?
Con todo esto en mente, podemos entender perfectamente que no estoy señalando  que confrontemos a nadie o promovamos una división porque cambiemos de posición doctrinal en materias como la escatología: “Con el fin de evitar cismas innecesarios, Pablo no requiere que los miembros se adhieran a una confesión doctrinal detallada o a un código moral minucioso, sino que expresen su común aceptación de parte de Dios y busquen una unidad de propósito y amor”[5]. Ser de un mismo sentir se refiere a ser de una misma fe en Cristo, pero no significa ser iguales en todas y cada una de las cuestiones que no son fundamentales para la salvación.
Quiero dejar bien claro que aquí no me estoy refiriendo a quejarse o marcharse por nimiedades o sandeces, como que no estemos de acuerdo con la duración de la predicación, o por pedir que los demás se adapten a nosotros en todos nuestros gustos, y que por ello vayamos creando discordias entre el resto de los hermanos: Estoy cansado de escuchar de divisiones de iglesias a causa de asuntos triviales. En una iglesia, unos cuantos hombres querían que su pastor implementara un orden de vestuario y que dirigiera los cultos según sus preferencias. Él no se acomodó del todo a sus indicaciones y como consideraron que su autoridad había sido desatendida, los asuntos frívolos fueron ensanchados. En poco tiempo, todo lo que el pastor hiciera estaba mal. Sus detractores escudriñaban sus sermones para encontrar alusiones disimuladas dirigidas a ellos”[6].
Tampoco estoy incitando a una división por motivos absurdos o secundarios, ya que Pablo fue muy claro al hacer alusión a aquellos que provocan divisiones por sandeces: “Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio” (Tit. 3:10-11). A lo que hago alusión directa es a conceptos que están afectando directamente a nuestra vida y a la de nuestros hermanos en Cristo de manera muy seria. Tengamos en cuenta que todos somos pecadores y que todos pecamos de alguna manera u otra. Pablo no insta a irse de una congregación por el pecado de uno u otro, sino a confrontarlo. El problema reside cuando el pecado está establecido en el sistema y no se resuelve. Así lo indicó Charles H. Spurgeon: “Toda verdad conduce hacia a la santidad; todo error de doctrina, directa o indirectamente, conduce al pecado”.

Continuará en: Las consecuencias de que una iglesia enferma no haga autocrítica.


[1] De Ávila, Gerardo. El Purgatorio protestante. Luciano´s Books.

[2] Ryle, J.C. Advertencias a las iglesias. Peregrino.

[3] Johnson, David & Van Vonderen, Jeff. El sutil poder del abuso espiritual. Vida.

[4] Banks, Robert. La idea de la comunidad de Pablo. Clie.

[5] Ibid.

[6] Lutzer, Erwin. De pastor a pastor. Portavoz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario