lunes, 22 de mayo de 2023

Una iglesia evangélica que cae en actitudes sectarias

Supongo que, tras haber sido denunciados, y por orden judicial, el periódico “Libertad Digital” tuvo que retractarse hace unos días sobre un artículo anterior que había publicado respecto a los Testigos de Jehová (https://www.libertaddigital.com/espana/2023-05-09/rectificacion-7012231/). Aunque conozco sus falsas doctrinas y abismales diferencias con el cristianismo genuino (que algún día analizaré pormenorizadamente), ignoro los detalles de su funcionamiento interno y la forma en que se relacionan dentro de sus locales. Aun así, me llamó la atención sobremanera el señalamiento de ciertas actitudes muy similares al de aquellas iglesias evangélicas que, lamentablemente, han caído en comportamientos sectarios, y que, quiero creer, son una minoría.
Sirviéndome del artículo de rectificación de dicho medio de comunicación (letras en cursiva al principio de cada enunciado), voy a señalar esos comportamientos denigrantes que suceden en algunas congregaciones de corte protestante, con la intención de desenmascararlas por un lado, y prevenir a los que forman parte de ellas por otro, para que salgan lo antes posible y busquen una vida verdaderamente sana y ajustada a la voluntad de Dios.

¿Fomentan la libertad o coaccionan?
“Según un reciente estudio psicológico, ´las acusaciones contra la organización de los testigos de Jehová, según las cuales ejercerían formas de ´influencia indebida`, ´manipulación mental`, ´engaño` o ´coacción` sobre los individuos, se demuestran totalmente infundadas. La elección de dedicarse al estudio de la Biblia y al servicio de Jehová parece ser libre, personal y consciente”.

En una iglesia evangélica con actitudes sectarias –que, a nivel doctrinal, pueden estar en lo correcto, al creer en los fundamentos del cristianismo, como la Trinidad, la Encarnación del Hijo, Su resurrección corporal de entre los muertos y posterior ascensión a los cielos, la segunda venida para establecer su Reino por la eternidad, el pecado original y nuestra naturaleza caída, la muerte expiatoria en la cruz del Hijo y la salvación por gracia-, el servicio y la participación en diversas actividades “parecen” ser libres, pero no lo son.
Cuando continuamente te repiten que “tienes que hacer más”, “asistir a todas los cultos y reuniones programadas”, “participar de cualquier congreso, taller, conferencia, vigilia, retiro y estudio bíblico”, “obedecer en lo que te diga el pastor y tus líderes sin rechistar”, “consultar cada decisión de tu vida, sea el tema que sea”, “rendir cuentas”, estás siendo coaccionado. Todo esto acontece de manera sutil, en medio de predicaciones, de charlas aparentemente informales, de reuniones con los miembros, a veces con buenas palabras y medias sonrisas, y otras con malas caras y tono de voz elevado.
Lo que parecía ser “libre”, al final se convierte en una “imposición”. En el caso de que hagas lo que te piden, te considerarán un cristiano “entregado”, “espiritual” y “de bendición”. Por el contrario, si no te ajustas a la escala de valores extra bíblicos y legalistas que ellos añaden, es que “no estás entregado”, sino que “eres un rebelde”, “no te sujetas a tus autoridades”, “estás en tinieblas”, “Dios está lejos de ti” y “estás en pecado”, entre otras lindezas que calan en lo más profundo del corazón. Así funcionan, y el que conozca alguna de estas “iglesias” de corte sectario, sabe muy bien de qué estoy hablando.
Esto termina por crear la duda en el creyente, o directamente le hace sentir mal consigo mismo, coartando su libertad de conciencia. Como señala Gerardo de Ávila: “Desactivar los patrones mentales que produce el folclore religioso no es imposible, pero tampoco es fácil. Lamentablemente, algunos no logran redimirse de las cargas que los hombres les han impuesto. Piensan que perderán la salvación. Abandonar prácticas que han interiorizado a un nivel de profundidad es como quedar a la intemperie, en total desamparo espiritual”[1].
Mientras que ellos añaden más y más cargas, Jesús vino a “dar buenas nuevas a los pobres; [...] a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos” (Lc. 4:18-19).

¿Denuncian o tapan los abusos sexuales?
“Cuando se trata de denuncias de abusos a menores, los ancianos (pastores) cumplen con aquellas leyes que exijan la obligatoriedad de denunciar dichos abusos. Incluso donde no haya una ley que obligue a informar de tales abusos, los ancianos los denunciarán a las autoridades si un niño corriera el peligro de sufrir abusos de esa naturaleza. En España, se pueden presentar pruebas claras que demuestran que los testigos de Jehová denuncian con prontitud a la policía las acusaciones de abusos a menores, conforme a lo que exige la ley”.

Como muchos saben, ni mucho menos sucede así en algunas iglesias muy concretas. Dependiendo de quién sea la persona que comete el abuso, o que se sirve de su posición de autoridad para seducir y presionar con palabras libidinosas a otros miembros de la congregación –aunque no llegue al acto sexual-, se dirá ante toda la iglesia, trayendo con ello la disciplina y el ser apartado de su ministerio, o se ocultará para, según estas autoridades, no provocar un escándalo. Como he dicho, todo dependerá de quién cometa tales hechos. Incluso hay casos donde se culpa a la parte afectada, señalando que fue la que realmente incitó.
Cuando estas actitudes de provocación y de soez lujuria se lleva a cabo hacia menores, sucede exactamente igual, y se señala a la joven, afirmando su supuesta falta de credibilidad: que si la culpa fue de ella por “su forma de vestir”, “su actitud”, “sus miradas” o “sus antecedentes”.
Personas que deberían haber pasado por un tribunal penal y haber pagado por lo que hicieron, hoy en día siguen campando a sus anchas en otras iglesias que les han abierto las puertas, a pesar de que no se han arrepentido absolutamente de nada. Y únicamente abandonaron el lugar porque les sorprendieron. Todo ello debido a que ciertas instancias eclesiales lo han permitido, y callaron cuando debieron haberlo hecho público, dedicando el tiempo restante a restaurar a las víctimas, muchas de las cuales quedaron marcadas, tanto que llegaron a abandonar la fe cristiana.

¿Razones justas o injustas para la “expulsión”?
“Los ´comités judiciales` eclesiásticos nunca interfieren con la aplicación de la ley; su función es únicamente religiosa: determinar si la persona que ha incurrido en un comportamiento impropio puede permanecer o no en la congregación [...] Contrario a lo que afirma el artículo, los tribunales superiores de varios países, como Alemania, Canadá, Estados Unidos, Inglaterra, Italia, Japón, Polonia y Sudáfrica, han dictaminado sistemáticamente que la práctica de expulsión es perfectamente legal y no incita a la discriminación, la segregación, el odio o la violencia”.

La clave está en la expresión “que ha incurrido en un comportamiento impropio puede permanecer o no en la congregación”. ¿Quién determina qué es “impropio? ¿Dios o ellos? En estas iglesias, ellos. Hay razones bíblicas, muy claras y detalladas, que nos muestran cuándo cortar la comunión con otro creyente: “no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis” (1 Co. 5:11). ¡Ojo! Siempre y cuando la persona no se arrepienta. Si es lo que sucede tristemente, la relación debe cortarse. Y un ejemplo claro lo vemos en la Iglesia de Corinto, donde Pablo les reprochó que no hubieran expulsado a un creyente que estaba manteniendo relaciones sexuales con la mujer de su padre: “Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (1 Co. 5:13).
Ahora bien, en estos lugares donde el sectarismo ha tomado su lugar y se expulsa-, las razones suelen ser las suyas, no las determinadas por Dios. A veces por activa y otras por pasiva, donde la manera en que te empujan a irte es ignorándote en el día a día o despreciándote al dejarte a un lado. Entre sus frases predilectas, están aquellas como “no obedece al pastor cuando se le manda algo”, “no comparte la visión que el Altísimo me mostró, lo cual demuestra que no es hijo suyo”, “no es sumiso a la voluntad de sus líderes, por lo que es un rebelde”. Estar en desacuerdo con estos individuos, ya te hace candidato a que, de una manera u otra, te baneen.
Será legal bajo el prisma de sus enmarañadas mentes, pero son contrarios a los mandamientos de Dios, muchas veces fruto de la propia carnalidad que los domina o de una praxis bíblica que han deformado a su antojo. Por lo tanto, claro que sí incitan a la discriminación, la segregación, el odio o la violencia, ya que destierran a verdaderos cristianos, exponiéndolos al vituperio y la vergüenza.

¿Provocan el aislamiento social tras su salida o es un invento de los exmiembros?
“El concepto de ´aislamiento social total`, o ´muerte social`, acuñado por algunos ex miembros, también ha sido declarado completamente infundado por una reciente sentencia del Tribunal de apelación de Gante, en Bélgica (sentencia n° 2022/1962, de 7 de junio de 2022). También es falsa la afirmación de que un tribunal noruego habría demostrado que ´el ostracismo es una violación de los derechos humanos`”.

Como dije al principio, al no ser parte de los TJ, desconozco que sucede entre sus paredes, pero sí puedo afirmar, tanto en mi propia persona como en la de otros muchos, que esto sí sucede en las iglesias evangélicas de corte sectario.
Desde el mismo momento en que osas llevar la contraria en asuntos personales, comienzan a hacerte el vacío: dejan de hablarte o apenas lo hacen; pasan por tu lado y te vuelven la cara; solo se dirigen a ti cuando te necesitan para algo; se acercan a tu círculo más cercano para que dejen de tener relaciones de amistad. Todo esto se multiplica hasta el infinito en el momento en que decides marcharte de uno de estos páramos secos: obligan a todo el mundo a cortar su relación contigo; a veces con amenazas veladas de expulsión y otras con falsa amabilidad, diciéndoles que si “piensan como tú”, lo mejor es que tomes el mismo camino, y te marches.
Como muchos de los cristianos que huyen de estas sectas tenían casi la totalidad de sus vidas girando en torno a ellas, es lógico que su salida la vivan como una muerte social. De la noche a la mañana, se ven sin amigos, sin nada que hacer, sin nadie con quien practicar deporte, sin nadie con el que hablar, sin nadie con el que salir a cenar o dar un simple paseo. En definitiva: muertos en vida. Y, a una edad adulta, comenzar de cero es terriblemente difícil y complejo.
La cuestión es que no acaban aquí: como eres considerado prácticamente un demonio, alguien que está en unas tinieblas absolutas, no tienen reparo alguno en llamar a otras iglesias para prevenirlas y tratar de impedir que formes parte de ellas. No se conforman con dejarte sin vida, sino que quieren eliminarte de la misma cristiandad. Cristo tuvo que morir para salvarnos, pero ellos te patean con total facilidad. A menos que vuelvas a ellos, profundamente arrepentido y decidido a ponerte de nuevo bajo su yugo, eso es lo que le espera a los creyentes.
Le dicen a todo el mundo que se alejen de tu presencia, que te rehúyan como a la peste. Para que no se te acerquen, les señalan que es para “proteger” y “no ser contaminado”. Añaden que no escuches a los salientes ni les hagas caso. La realidad es otra: no quieren que las ovejas, a la que están esquilando, sepan la verdad y despierten del sueño en el que viven.
Ante esta situación, la persona se ve sola, desconsolada, desarraigada, sin saber qué hacer ni qué rumbo tomar. El trauma es tal que sus almas se rompen en un millón de pedazos. Meses, e incluso años, les lleva rehacerse y volver a disfrutar de una vida sana. Otros, por razones que sería extenso de exponer, lo logran a duras penas y, aun así, quedan profundamente marcados para el resto de sus días. Sea como sea, ante el tribunal de Cristo, tendrán la justicia y la retribución que se merecen: unos para bien y otros para mal.  
Que este tipo de situaciones no sean reconocidas ante los tribunales seculares, no significan que no sean amorales, puesto que son enfermizas para el que las padece, siendo condenables las actitudes de los que las provocan. Esta clase de individuos se creen siervos de Dios, cuando, aparte de lobos autoengañados, solo son almas que necesitan del Salvador.

Conclusión
Si la iglesia local no está dispuesta a tomar riendas en los asuntos mencionados y a voltear las tornas, y si estás en medio de una situación como la reflejada, u observas que es como se comportan con otros –sin necesidad de que, todavía, te haya afectado a ti-, sal de ese lugar inmediatamente. ¡Corre por tu vida!

p.d: Si ya saliste, y estás en el proceso de sanar, espero que el extensísimo capítulo quince que publicaré del libro “Sobrevivir al abuso espiritual” (vamos por el once), te sea de gran ayuda: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2018/04/1-sobrevivir-al-abuso-espiritual.html. 


[1] De Ávila, Gerardo. Volvamos a la Fuente. Vida.

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