Como haré a lo largo de toda la obra, aviso
que los capítulos de este libro hay que leerlos en el orden en el que están
escritos, sin saltarse ninguno. El lector queda prevenido.
La libertad de conciencia es aquella en la que:
- un musulmán puede pensar, sentir y decir que yo soy
un infiel a sus ojos.
- un católico puede pensar, sentir y decir que yo soy
un hereje.
- un ateo puede pensar, sentir y decir que me han
lavado el cerebro.
Mientras esa forma de pensar y sentir no atente contra
mi vida, mi integridad física o mis derechos como ciudadano, es completamente
libre de llevarse a cabo. A nivel personal, nada de lo que digan o dejen de
decir me afecta, ya que tengo mis creencias bien asentadas intelectualmente.
Siguiendo esta lógica y línea de conducta, el homosexual es libre de pensar lo que quiera, de igual
manera que yo estoy en el derecho de no pensar como los demás, sean
homosexuales, musulmanes, católicos o ateos, y eso hay que aceptarlo si todos
somos iguales y nos atenemos a las mismas normas. Lo contrario es una forma de
autoritarismo ideológico.
La libertad de expresión debe ser para todos, no solo
para unos en concreto o en un camino de único sentido. Deberían recordar otros
artículos de la Constitución española, en este caso el 16.1: “Se garantiza la
libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades
sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el
mantenimiento del orden público protegido por la ley” y el 20.1: “Se reconocen
y protegen los derechos: a expresar y difundir libremente los pensamientos,
ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de
reproducción”.
Lo que no puede ser
es que para unos sea de una manera y para otros, diferente. Muchos homosexuales
hablan del acoso que sufren, cuando ellos mismos exponen, vejan, insultan y
linchan en las redes sociales a todo el que disiente, sobre todo si son figuras
públicas y conocidas, a las que llevan al escarnio público.
Citando varios casos concretos
Eso a título
individual, pero también sucede en el plano colectivo: han llegado a
protagonizar escraches contra sedes de partidos políticos: “La ‘Plataforma de Encuentros Bolleros’, constituida
como tal desde octubre de 2018, organizó un 8 de marzo, coincidiendo con la
huelga feminista, un recorrido por las sedes de PP y Vox en Madrid que
denominó ‘Fachitour bollero’. El comunicado de aquella ´acción político
festiva` decía: ´Hoy 8 de marzo, la Plataforma de Encuentros Bolleros ha
lanzado una ruta de escrache y entretenimiento crítico por las zonas
más turísticas del facherío patrio, proponiendo un recorrido que cubre varias
manzanas del eje del mal, desde la sede de Vox, pasando por la del Partido
Popular, la plaza Margaret Thatcher y la Plaza de Colón`”[1].
Uno de esos partidos –Ciudadanos- presentó una denuncia ante la Fiscalía por
presuntos delitos de “amenazas, injurias y odio” por acoso a sus miembros que
fueron a la marcha del orgullo gay de 2019. Finalmente, fueron expulsados de
dicha manifestación, y tuvieron que ser escoltados por la Policía Local y
Nacional tras sufrir lanzamiento de objetos y conatos de agresiones. Es irónico
que sea así como quieren hacerse respetar. Aunque hay que señalar –y sería injusto por mi parte
no hacerlo-, que otros colectivos LGTBI mostraron su total desacuerdo ante las
acciones que algunos grupos llevaron a cabo contra los miembros de Ciudadanos,
la realidad es que, en términos generales, no les gusta la libertad de
conciencia y de acción que exhiben aquellos que les contradicen. Por eso, es
pura incongruencia que se llenen la boca con dicha expresión, cuando en la realidad
solo desean que se aplique a un colectivo en concreto: el suyo. Ellos pueden
expresar su ideología y consideran lícito cualquier manera de proclamarla, pero
no dejan expresarse a los que piensan de forma opuesta.
Un ejemplo más lo vemos cuando una plataforma, que
considera el aborto “salud sexual y reproductiva”[2], apoyados por las juventudes socialistas en España,
trataron de boicotear los libros del escritor y ex-homosexual Richard Cohen
tras su visita a nuestro país. Es más, en otra ocasión, tras lograr algo más de
cincuenta mil firmas a través de Change.org, lograron que Amazon, El Corte
Inglés y La Casa del Libro dejaran de vender durante un tiempo uno de sus
libros, titulado “Comprender y sanar la homosexualidad”, cuando el propio
director de la editorial dejó bien claro que “el libro en cuestión no habla propiamente de enfermedad, sino de sanar
las emociones heridas, que es algo común a todo ser humano. Asimismo, Cohen
dedica un capítulo a cómo curar la homofobia y cómo superar el miedo y el odio
a la homosexualidad”[3]. De igual manera es una dictadura moral contemplar cómo
denunciaron a los dueños de dos pastelerías (Jack Phillips, en Lakewood,
Colorado, Estados Unidos, y la familia MacArthur, de Irlanda del Norte), todos
ellos cristianos, porque se negaron a hacer tartas para bodas con mensajes a
favor de dicha unión entre homosexuales, queriendo así que fueran contra sus
propias creencias y libertad de conciencia. En el caso de los MacArthur, en el
juicio se les condenó por discriminación. En el de Jack, aunque ganó el caso ante la Corte
Suprema, él mismo señala en primera persona que “hemos visto mucho apoyo, pero no todo ha sido positivo. Durante
todo el tiempo, he recibido mucho asedio, llamadas telefónicas con palabras
obscenas e incluso algunas amenazas de muerte. Las amenazas nos
pusieron tan mal, que mi esposa tenía miedo de poner sus pies dentro de nuestra
propia tienda”[5]. Por citar un último ejemplo de los muchos que
podríamos mencionar, es el de la empresa chocolatera Läderach. Su fundador, el cristiano Jürg Läderach, preside a su vez el grupo “Cristianos para Hoy”,
una entidad sin ánimo de lucro que tiene por prioridades la familia, el
matrimonio, la defensa de las libertades de conciencia, expresión y religiosa;
y la protección de la vida del no nacido. Todos ellos valores cristianos.
Varias de sus sedes en Suiza fueron atacadas por grupos proaborto y LGTB: siete
ataques hasta el 7 de febrero de 2020 –desconozco si se han producido más-, y
eso que en su empresa trabajan homosexuales. ¿Más consecuencias? Por la presión
de estos grupos, la principal compañía aérea suiza, Swiss Airlines, que
ofrecía a sus pasajeros chocolatinas de dicha marca, ha roto el contrato con
ellos “para evitar críticas”[6].
Doble rasero
Por todo lo reseñado –que es solo la punta del
iceberg-, es injusto y de doble moral que vayan exigiendo respeto absoluto
cuando algunos –y repito, algunos, no todos, ni mucho menos-, nos insultan,
blasfeman de forma soez cada día, hacen chistes groseros en la televisión, se
burlan de los cristianos y de Jesús en los carnavales y cometen todo tipo de
obscenidades contra símbolos religiosos. Se quejan de que herimos sus
sensibilidades, pero a ellos no les importa lo más mínimo la nuestra. Incluso
la plataforma televisiva Neflix emitió hace un tiempo una comedia con un Jesús
homosexual, sin importarle lo que pensemos los cristianos[7]. Mucho denunciar “homofobia” mientras caen en la
“Cristofobia/cristianofobia”, “Teofobia” y “heterofobia”. Exigir sensibilidad
cuando no la demuestran es toda una incongruencia moral y que les arrebata todo
peso a sus argumentaciones.
¿Se imagina alguien a cien cristianos genuinos en
España yendo a una reunión de un grupo LGTBI a insultarlos? Serían detenidos,
expulsados de sus trabajos y marginados por la sociedad. Sin embargo, eso es lo
que hacen algunos LGTBI con nosotros, y no pasa absolutamente nada.
No hay
verdadera libertad & Nuevos ejemplos
Algunos pueden decir que este ataque sistemático
ocurre solo contra los cristianos. Pero no es así. Es contra toda persona de
cualquier ámbito y de distinto ambiente, y sucede desde el mismo momento en que
se disiente de las tesis de los grupos LGTBI y, entre otros aspectos, de la
ideología de género. Podemos verlo en el caso que ocurrió con Pablo de Lora,
profesor de Filosofía del Derecho de la universidad Autónoma de Madrid. Fue
boicoteado en un seminario académico sobre ideología de género en la
Universidad Pompeu Fabra de Barcelona: “Cuando el docente se disponía a empezar
a hablar, varias activistas interrumpieron en la sala y repartieron octavillas
en las que se leía: ´Pablo de Lora, fuera el machismo de la universidad` y
´Pablo de Lora: transfóbico y machista`, con la etiqueta feminista #MeToo y el
logo #Translivesmatter en defensa de los derechos transgénero”[8].
Ni siquiera le dejaron hablar para a posteriori debatir de forma razonada sus
argumentos, si es que los tenían. Ni eso. Sencillamente, le negaron la palabra
de forma hostil y tuvo que suspender la conferencia. Esto es una Inquisición
llevada al terreno de la docencia. ¿Y todo por qué? Porque el señor de Lara es
autor de un libro titulado “Lo sexual es político (y jurídico)” donde
critica el “feminismo hegemónico”, llegando a decir en una entrevista que duda
que la identidad de género sea “una cosa que uno simplemente proclama”[9]. Lo mismo sucede con el estadounidense Paul McHugh, uno
de los psiquiatras más reconocidos del mundo, doctor en Medicina y especialista en Neurología por la
Universidad de Harvard, con una cantidad de logros impresionantes. Él usa la
ciencia para desmontar las teorías de género. ¿Qué ha hecho uno de los principales
grupos del lobby LGTBI en los Estados Unidos, Human Rights Campaign? Declararle
la guerra e intentar desprestigiarlo
con todo tipo de calumnias, acusándolo a su vez de hacer “ciencia-basura” en
una página web dedicada a tergiversar sus investigaciones y declaraciones[10]. A este paso, lo siguiente que veremos será la
extensión de lo que sucedió en una feria del libro en México, donde unas 200
mujeres, con el rostro cubierto, robaron y quemaron el libro “Psico-Terapia
Pastoral: Técnicas, Mentoría Prematrimonial y
Homosexualidad”, de Juan Manuel Rodríguez
y Misael Ramírez. Como no concuerda con su manera de pensar, pues a la hoguera[11].
Continuará
en 1.7 Los grupos LGTBI denuncian la persecución que sufren, pero ¿por qué
omiten la que padecen los cristianos?
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