lunes, 4 de agosto de 2025

A los padres cristianos: de vuestras palabras y acciones, y de los recuerdos que tenga vuestro hijo de vosotros, dependerá, en gran medida, que se convierta en “Superman”... o en todo lo contrario

 


Realmente, es difícil hacer un guion que sea interesante partiendo de la historia de un personaje, con apariencia humana, pero que realmente es un alienígena, prácticamente invencible y que posee una serie de poderes que lo lleva a estar muy por encima de nuestras capacidades. ¿Cómo hacerlo? Humanizándolo, convirtiéndolo en una persona con los mismos problemas, miedos, angustias, sueños y esperanzas que cualquiera de nosotros. Más allá de la acción, de las heroicidades y de todas las escenas épicas, eso es lo que vemos en la nueva versión del director James Gunn sobre Superman, estrenada hace escasos días y que ya pude disfrutar en persona. Sin compararla con otras anteriores, sí puedo decir que es el Superman que más se parece al visto en los cómics, y cuya esencia también pudimos ver cuando lo interpretó el difunto Christopher Reeve (1952-2004). Ni siquiera el actor David Corenswet posee un físico imponente, como si era el caso de Henry Cavill.
Sirviéndome de ella, y como ya he hecho en otras ocasiones con otras películas y series, la usaré para hablar de un tema recurrente en este blog: dirigirme a los padres, para que, una vez más y de forma insistente, comprendan la importancia suprema de sus palabras, de sus acciones y del tipo de educación que les imparten a sus hijos, y se pongan manos a la obra. Hacerlo de una manera u otra, marcará la diferencia... como veremos al ver el contraste entre Superman y un villano que, hasta casi el final del largometraje, no se descubre quién es...
También, por supuesto, le hablaré a los hijos, sean todavía adolescentes o ya adultos.

Claros y oscuros
Hace tres siglos, los primeros seres con superpoderes, conocidos como METAHUMANOS, aparecieron en la Tierra, marcando el comienzo de una nueva era de DIOSES Y MONSTRUOS.
Hace tres décadas, un bebé extraterrestre fue enviado en una nave espacial a la Tierra y adoptado por granjeros de Kansas.
Hace tres años, el bebé, ya adulto, se anunció como SUPERMAN, el metahumano más poderoso de todos.
Hace tres semanas, Superman impidió que el país de BORAVIA invadiera JARHANPUR, lo que desató la controversia mundial.
Hace tres horas, un metahumano llamado EL MARTILLO DE BORAVIA atacó a Superman en la ciudad de METRÓPOLIS.
Hace tres minutos, Superman perdió una batalla por primera vez.

Con esas impactantes palabras, a forma de introducción, comienza la película Superman, de 2025, donde no se detiene a explicar el origen del mismo por enésima vez, puesto que todo lo sabemos ya, al ser parte de la cultura popular.
Tras ellas, vemos a nuestro personaje cayendo en picado del cielo y estrellándose violentamente contra la Antártida, gravemente herido y sangrando. Alguien le ha derrotado. Sin poder moverse, comienza a silbar para que Krypto, un perro que pertenece a su prima Kara, le lleve “a casa”: la Fortaleza de la Soledad, una estructura gigantesca enterrada bajo la nieve.

Una vez allí, unos cíborgs a su servicio lo levantan en peso y lo tumban en una camilla, donde comprueban todos los huesos rotos que tiene y las lesiones internas. Puesto que recibe su fuerza de los rayos del sol, lo exponen al mismo. De una manera que nunca habíamos visto, su cuerpo comienza a regenerarse en medio de crujidos y un gran sufrimiento. Y aquí tenemos lo primero que nos llama la atención: durante el proceso, Kal-El le pide a los autómatas que le reproduzcan un holograma del mensaje que Jor-El y Lara, sus difuntos padres biológicos, le mandaron junto a su nave, el cual dice así: “Te amamos más que al cielo, hijo nuestro. Te amamos más que a la tierra. Nuestro amado hogar pronto desaparecerá para siempre, pero la esperanza llena nuestros corazones, y esa esperanza eres tú, Kal-El”.

Conocía esas palabras de memoria y las repetía a la vez que las escuchaba. Le animaban a seguir adelante y eran el combustible que alimentaba su corazón.
El problema residía en que la mitad del mensaje estaba dañado y no podía saber qué contenía... hasta que Lex Luthor, el villano de turno, sirviéndose de uno de sus esbirros, hackeó el sistema y su contenido salió a la luz. El mensaje, en su totalidad, decía así, y era estremecedor:

- Jor-El: “La gente de allí es simple y profundamente confundida; débiles de mente, espíritu y cuerpo. Señorea sobre el planeta como el Último Hijo de Krypton”.
- Lara Lor-Van: “Deshazte de cualquiera que no pueda o no quiera servirte, Kal-El. Toma tantas esposas como puedas para que tus genes y el poder y legado de Krypton vivan en esta nueva frontera”.
- Jor-El: “Enorgullécenos, nuestro amado hijo. Gobierna sin piedad”.

Este anuncio fue retransmitido a nivel mundial en cuestión de segundos por Lex, con la intención de desprestigiar a Superman. Cuando se supo, el héroe, que era admirado y querido sin parangón, pasó a ser criticado al instante. Todo el mundo le insultaba, le miraba con menosprecio, con odio y con miedo. ¡Incluso un señor se atrevió a lanzarle una lata a la cabeza, y vivió para contarlo! 
Esto lo cambiaba todo: Kal-El (Superman) había creído toda su vida que sus padres lo enviaron a la Tierra para hacer el bien, cuando en realidad tenían otro propósito para él: querían que la sometiera, que procreara a mansalva y que, así, en cierta manera, hiciera renacer “Krypton”. Tras intentar explicar que él no era un conquistador, se marchó apesadumbrado y estupefacto. Todo lo bueno había hecho con anterioridad, parecía haberse evaporado y olvidado.
¿A quién debía hacer caso? ¿Qué palabras debía seguir? ¿Debía “obedecer” a sus padres biológicos para no traicionarlos? ¿O, por el contrario, debía aferrarse a la educación que recibió de sus padres adoptivos y seguir viviendo para salvar vidas? Esta vuelta de tuerca en la historia es la parte más interesante de la película: el dilema del héroe que se enfrenta a la disyuntiva moral de tener que elegir entre dos caminos completamente opuestos. Y es aquí donde podemos empezar a ver la importancia que tiene la crianza de un hijo, la actitud de los padres y los valores que transmiten.

¿De qué depende que el niño, cuando crezca, sea Superman o Ultraman?
Hace unos años leí a un pastor señalar que usar con un hijo expresiones como “mi cielo”, “mi vida”, “mi amor” o “mi tesoro”, eran prácticamente malcriarlo. Ni mucho menos estoy de acuerdo. Un hijo es un regalo de Dios para cuidarlo, educarlo, valorarlo y ayudarle a madurar, y eso también implica expresarle palabras de afecto y cariño. Malcriar es algo muy distinto: es dejarlo a sus anchas en todo momento, no inculcarle valores, no corregirle cuando se equivoca, no establecer normas y límites. Lo que se ha observado entre las distintas generaciones de padres es una abismal diferencia:

1) en las más antiguas, quizá había un exceso de distancia entre padre e hijo, como si la autoridad del primero fuera lo más importancia, lo que conllevaba una severidad que un pequeño no podía entender, ni para la cual estaba preparado. Incluso el castigo físico era considerado como algo normal. Un cachete en el trasero, una torta en la cara o un buen tirón de orejas eran parte de esas rutinas. Todavía hay cristianos que se apoyan en Proverbios 23:13-14 para justificarse: “No rehúses corregir al muchacho; porque si lo castigas con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, y librarás su alma del Seol”.
Y aquí saldrá alguno que dirá: “Mis padres me dieron dos tortas bien dadas cuando tocaba, y aquí estoy, hecho y derecho”. Pues me parece muy bien. Pero también digo que un padre tiene mil herramientas para instruir y disciplinar a un hijo, sin necesidad de golpearlo, incluso aunque sea con poca fuerza. ¿Qué implica más esfuerzo que una bofetada y dos gritos? Pues sí. ¿Que hay adultos que consideran que el castigo físico les ayudó? Lo puedo aceptar, pero no me vale: nadie debería tener esa serie de recuerdos a lo largo de su vida, como tampoco que le griten como si fuera un demonio, o recibir expresiones como “es que eres tonto”, mientras le levantan del suelo tirándole de la oreja. Hablar al corazón y a la mente es infinitamente superior que hablarle al cuerpo con el uso de la violencia. ¿Qué se lo merece en ocasiones? Bueno, si Dios “nos diera lo que nos merecemos”, dentro de cinco minutos no habría vivo ni un solo ser humano sobre la faz de la tierra. ¿Que el niño hace tonterías? ¿Y nosotros, los adultos, es que no las cometemos de vez en cuando? ¿Te gustaría que Dios te dijera “¡qué tonto eres!”? Sería bueno que los padres recapacitaran sobre lo dicho e hicieran suyas estas palabras de Harry L. Reeder: “Justicia es cuando Dios nos da lo que merecemos. Misericordia es cuando no nos da lo que merecemos. Gracia es cuando nos da lo que no merecemos”.

2) en las más actuales, se ha pasado a una laxitud casi absoluta. O al niño se le trata como a una “mascota” –se le da de comer, se le viste, se le lleva al colegio, se le apunta a actividades extraescolares, se le dice cuándo acostarse y levantarse, y poco más-, o se le permiten todos sus caprichos y “estilo de vida”: se le compra casi todo lo que demanda y se le deja decenas de horas a la semana delante de algún artilugio electrónico, sea una consola de videojuegos, un ordenador, un móvil o una tableta, con tal de que no haga ruido y los padres puedan estar tranquilos. Lo dicho, una mascota. ¿Hay tiempo para un ocio sano? Sin duda, pero también debería haberlo para llevar a cabo lo dicho en Deuteronomio 6:7: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”. Y esto no significa meramente ir detrás del niño para que se aprenda de memoria los textos bíblicos, sino enseñarle en la vida cotidiana cómo aplicarlas.

En ambos casos, las dos actitudes mencionadas (“golpes” y “falta de educación”), ni fueron, ni son, las ideales, sino más bien un fracaso de los progenitores. ¿Que luego los niños se convirtieron en grandes adultos? Sucede en muchas ocasiones, pero fruto de su propia reeducación y transformación.  Es cierto que hay malos padres que sus hijos luego fueron excepcionales, y viceversa. Pero es innegable que la buena o mala educación recibida aumentará las probabilidades de que se haga realidad el consabido refrán “de tal palo, tal astilla”.
Y no, no me olvidaba: Ultraman, al que he mencionado en el encabezado, resultó ser la persona que se ocultaba tras la máscara y que logró derrotar a Superman al comienzo de la película. Era, ni más ni menos, que el clon de Superman, pero sin cerebro. En definitiva, una cáscara vacía, alguien sin moralidad, al que Lex Luthor solo le había inculcado el odio y la violencia. De ahí mi comparación entre uno y otro. Teniendo los dos el mismo ADN, fue la educación que recibieron lo que marcó la diferencia. Lo mismo con los hijos reales.

- Por eso unos acaban siendo “Superman”, con sanos valores, con una ética cristiana, con empatía, íntegros, honestos, fieles a sus cónyuges, que devuelven bien a pesar del mal, que no se dejan dominar por sus impulsos y pasiones, con profundos intereses intelectuales y espirituales, enfocando sus vidas a la práctica del bien y la bondad.

- Otros acaban convirtiéndose en “Ultraman”, con mentes huecas, superficiales, dedicando todo su tiempo libre a aficiones que no tienen repercusión eterna y a conversaciones banales, que se unen en matrimonio con personas que no les convienen, que devuelven mal por mal, que pierden el pudor, con lenguas llenas de palabras malsonantes o que las usan principalmente para criticar a sus seres cercanos o conocidos, que consideran normal la mentira, la promiscuidad y la infidelidad o cualquier tipo de relación sin importar si son hombres o mujeres, entre todo tipo de lindezas.
Superman vs Ultraman

El “todo” de Superman: los recuerdos con sus padres
Junto a algunos momentos espectaculares de esta nueva versión, ver “volar” a este personaje en pantalla siempre me ha emocionado desde crío, más que a un cerdo revolcarse en el barro. Pero, sin lugar a dudas, el alma del personaje lo vemos justo en la escena final, y que es el culmen de todo la historia: mientras está tumbado en la camilla, sonríe, con el alma llena, visualizando en imágenes todas esas vivencias, todos esos momentos, todos esos abrazos, todo ese amor, que compartió con sus padres adoptivos, Martha y Jonathan Ken, durante la niñez y la adolescencia, desde la más simple cotidianidad en la granja de Smallville, hasta el día en que descubrió sus dones y el apoyo que recibió de ellos.
He aquí su rostro, mirando a cámara y rompiendo la cuarta pared:
Un hijo, ya de adulto, debería poder mirar los momentos que vivió con sus padres y sonreír emocionado, como hizo Kal-El, en un final de película muy emotivo y lleno de significado

Todo padre debería aspirar a que sus hijos, cuando lo recuerden, lo hagan con esa expresión de pura felicidad. Esos recuerdos, esa educación que recibió, esos valores, y LA DECISIÓN PERSONAL de vivir según los mismos, eran su aliento, su fortaleza, su consuelo, su impulso. Todo ello le llevó a querer hacer el bien, a pesar de que, en muchos momentos, fuera incomprendido y sus acciones malinterpretadas. Es lo mismo que le sucede a muchos cristianos, cuyas vidas son severamente juzgadas por aquellos que no son creyentes o por aquellos que una vez lo fueron y abandonaron el camino –el único camino-, que incluso dudan de ellos o creen que tienen intenciones torticeras.
Debes tener presente que los recuerdos que tus hijos tengan de ti, en función de cómo hayan sido, serán su fortaleza o su debilidad. Hay millones de cosas que un padre puede hacer con su hijo para llenar esa mente de vivencias compartidas y que perdurarán para siempre: ir al campo, hacer una acampada, compartir la lectura de un mismo libro y comentarlo entre ambos para aprender y crecer, nadar, señalarle sus virtudes y aciertos en lugar de centrarse tan habitualmente en sus fallos, reconocer sus dones y ayudarle a que los desarrolle, ver una película con sanos valores y mostrárselos, ir por lugares antiguos, etc. La lista es tan larga como la imaginación de cada uno.

Si no has tenido unos padres así...
Puede que tus padres fueran más bien como los padres biológicos de Clark: malos consejeros o poco ejemplarizantes. Otros, un tanto despreocupados en la educación y poco esforzados en crear buenos recuerdos en común. No es necesario que fuera algo extremo, pero sí que no tuvieran, o tengan, a Jesús por Señor.
¿Cómo puedes enfrentar como persona una situación semejante? Aquí están las dos claves para ti:

1) Desobediencia a tus padres vs Obediencia a Dios: tu decisión te define
Cuando Kal-El supo del mensaje en su totalidad de sus padres biológicos, tuvo que elegir entre seguirlo o rechazarlo. Y lo rechazó. Es completamente cierto que se nos enseña a “obedecer a nuestros padres” (cf. Ef. 6:1; Col. 3:20), pero eso no implica hacerlo si sus enseñanzas van en contra de los mandamientos de Dios.
Si tus padres te enseñaron que están bien mentir, debes rechazar dicha enseñanza. Si tus padres te enseñaron que están bien pagar mal por mal, debes rechazar dicha enseñanza. Si tus padres te enseñaron que no pasa nada por usar palabras groseras, debes rechazar tal idea. Si tus padres te enseñaron que están bien creer en lo que te venga en gana, debes rechazar semejante deseo. Si tus padres te enseñaron que no importa cómo vistas y que muestres en público buena parte de tu desnudez, debes huir de plano de tal consejo. Si tus padres te enseñaron que están bien las relaciones entre personas del mismo sexo o las relaciones prematrimoniales, debes rechazar dicha enseñanza. En ocasiones, estas falsas enseñanzas vendrán por activa, por consejo directo, y en otras muchas por pasiva, por omisión, guardando silencio dichos padres ante la maldad.
En definitiva, y aunque en términos generales sean “buenas personas”, si ellos deciden vivir de espaldas a Dios, debes DESOBEDECERLOS en esas áreas que contradigan lo establecido en la “buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro. 12:2).
Y es aquí donde cobran plena vigencia las palabras –su legado- que Jonathan le regaló a su “hijo”: Tus decisiones, Clark. Tus acciones. Eso es lo que te define”. Y eso es lo que convirtió a Clark en un verdadero héroe, renaciendo como un verdadero Superman. Por eso esta historia es inspiradora para cualquiera de nosotros.
         Momento exacto en que Jonathan le dice esas palabras a Clark
 
Este Superman no es un semidiós o una especie de mesías –como nos lo presentaron en otras versiones- sino alguien que, como nosotros, sufre, llora, sangra, tiene momentos de vulnerabilidad, comete errores, tiene dudas y siente el rechazo de los que le rodea. Pero, a pesar de todo esto, no se rinde, se vuelve a levantar y decide a hacer el bien. Por eso le dice a Lex: “Soy de carne y hueso. Siento el miedo. Siento el amor. También sufro. Y sí, me equivoco todo el tiempo. Pero eso es ser humano. Y esa es mi mayor fortaleza. Y algún día espero, por el bien del mundo, que entiendas que la tuya también”.
En nuestro caso, como hijos, experimentamos circunstancias y emociones semejantes. Y, de igual manera que Clark, tenemos la capacidad de seguir adelante y, como cristianos, elegir el camino recto y seguir a Dios, pase lo que pase.
Que no lleves una capa roja (y ni se te ocurra llevar los calzoncillos por fuera, por favor), no significa que no puedas ser un superhéroe para Dios. Ya dijo el autor de hebreos que el mundo no era digno de aquellos que murieron haciendo la voluntad divina (cf. Heb. 11:38). Esta no es nuestra “casa” definitiva, puesto que aquí estamos de paso, a la espera de nuestra morada eterna. Mientras tanto, aunque no vayamos a salvar a una niña usando nuestro propio cuerpo, sabemos que Dios ha preparado obras de antemano para que andemos en ellas (cf. Ef. 2:10), y eso es lo que debemos hacer. Alinea tus dones con Su Obra y para Su gloria. Si los usas para tu propia voluntad y el aplauso de los que te rodean, estarás desperdiciando tu vida por completo.

Jonathan termina su alegato así: “Déjame decirte algo, hijo, no podría estar… más orgulloso de ti”. Si vives en la voluntad de Dios –aunque tus padres no lo hagan-, queriendo agradarle a Él, cuando estés en Su presencia, podrá decirte lo mismo, seguido de esta otra aseveración: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mt. 25:23).

2) Recuerdos del pasado/futuro
A menos que tus padres fueran unos monstruos –y deseo que no fuera así-, seguro que tienes algún buen recuerdo con ellos, sean muchos o pocos. Guarda esas perlas en tu corazón y rememóralas con gozo.
Incluso en la mayor de la oscuridad, “recuerda” lo que Dios hizo por ti: te creó de la nada, Sus ojos vieron tu embrión, se encarnó en Hombre, se enfrentó al mal con valentía, derrotó a la tentación, encaró su propia muerte por amor a ti y la derrotó resucitando al tercer día para redimirte, adoptándote como hijo. Con esa lista habitando en tu corazón, nadie podrá quitarte el gozo (cf. Jn. 16:22), y serás INDESTRUCTIBLE, puesto que no dependerás de los demás, ni de lo que digan o piensen de ti.
Él es tu fortaleza, tu guía, tu camino, tus huellas a seguir, por lo que puedes sonreír en lo que hizo y en lo que hará, porque lo ha prometido. Llena tu mente de todos esos recuerdos del pasado y futuro.

Espero que meditar sobre estas líneas te ayude en gran medida a tu crecimiento y madurez y que hayas disfrutado la lectura.

P.d: Para aquellos que quieran profundizar en otros aspectos del personaje, aquí le dejo el enlace a dos artículos que le dediqué hace unos años:

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