Venimos de aquí: ¿Qué actitud debes tomar ante los
lobos eclesiales? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/03/154-que-actitud-debes-tomar-ante-los.html).
¡Ay los amigos! Divinos tesoros... hasta que se
pierden, ¿verdad? Y esto es muy usual tras la salida de un grupo abusador. Como
vamos a ver, pueden darse diversas razones para dicha pérdida. En ocasiones, es
una sola de las mostradas, y en otra la mezcla de varias.
No eran
realmente tus amigos
El amor que decían profesarte era interesado o carente
de sinceridad. La situación solo fue una purga entre lo real y lo falso. Estos
son los que ni siquiera te llaman para preguntarte tu versión de los hechos ni
te buscan para socorrerte y levantarte, a pesar de que en el pasado tú los
auxiliaste en numerosas ocasiones. La reciprocidad brilló por su ausencia. Son
los que estaban a tu lado en los momentos agradables y positivos de la vida,
pero te dejaron de lado en la hora más amarga. Como bien señaló Paul Tournier: “Si vencemos, cada
uno querrá ser amigo nuestro, pero si perdemos, podremos contar a nuestros
amigos con los dedos de la mano”[1].
Un verdadero amigo es aquel que viene cuando todo el
mundo se ha ido; aquel que te apoya cuando el resto te ha desechado; el que te
acompaña en el dolor cuando los demás te abandonan a tu suerte; el que llora
contigo las lágrimas que otros no quisieron recoger; el que se acerca a ti
sabiendo que será mal visto por ello; el que te abraza cuando otros te
consideran un leproso; el que te demuestra qué clase de persona es con hechos y
no únicamente con palabras; el que extiende su mano y no su puño. En
definitiva, un amigo es aquel que antepone el amor por encima de cualquier
mandamiento humano, cumpliendo así toda la ley de Dios. Como dijo Salomón: “En todo tiempo ama el amigo, y es como un
hermano en tiempo de angustia” (Pr. 17:17).
Prohibido
ser tu amigo
Puesto que se inició una “caza de brujas” contra tu
persona y fueron a por aquellos que eran más cercanos a ti (por asociación ilícita), les prohibieron mantener cualquier tipo de contacto, bajo
amenaza de expulsión. Al final, tras las quejas iniciales, terminaron por
obedecer. O simplemente les invitaron
a que se fueran contigo si sus pensamientos eran iguales que los tuyos. Puro
chantaje y manipulación. Es la misma “táctica” que usó Diótrefes: “Y no contento con estas cosas, no recibe a
los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la
iglesia” (3 Jn. 1:10). Todo
esto terminó por convencerlos de que lo mejor era apartarse de ti. La amistad
no pasó la prueba.
El miedo a sufrir
Tuvieron miedo de sufrir tu misma experiencia y
decidieron continuar en ese lugar, aunque ello supusiera agachar la cabeza ante
lo que consideraban una injusticia.
En consecuencia, acallaron sus propias conciencias,
aunque es cierto que muchos de ellos sufren por ello cargas en su corazón que
no logran negar ante sí mismos, al igual que la que experimentaron los hermanos
de José. Mientras que Jacob guardó luto por su hijo, ellos callaron durante veinte
años: “Y
decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues
vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por eso ha
venido sobre nosotros esta angustia” (Gn.
42:21). En un comienzo puede que
aparentaran valentía, pero esta desapareció por completo a la hora de la
verdad. Ahí recordarás las palabras del Señor: “Maldito
el varón que confía en el hombre” (Jer. 17:5).
Para que no tomen medidas contra ellos, algunos,
posiblemente, contarán detalles privados de tu vida que les habías narrado en
confianza y por amistad, para así ganarse el favor de sus líderes, a los cuales
terminarán apoyando. Incluso estirarán sus
lenguas hasta el extremo para contar tus faltas pasadas, levantándose también
contra ti, tal y como expresó el rey David: “Porque
no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado; Ni se alzó contra mí el que
me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él; Sino tú, hombre, al parecer
íntimo mío, mi guía, y mi familiar; Que
juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en amistad en la casa
de Dios” (Sal. 55:12-14).
Traidores y
cobardes
De igual manera que muchos judíos creyeron en Jesús,
pero callaban por miedo a que los expulsaran de la sinagoga, se da el caso de
los que guardan silencio porque también son responsables de la situación creada
y eluden su parte de responsabilidad, al querer salvar sus propios cuellos. Sin
duda alguna, una traición en toda regla e impropia de aquellos que decían
amarte. Esto provoca que te preguntes qué les hizo olvidar que el de espíritu fiel lo guarda todo (cf. Pr.
11:13), cuando Jesús mismo dijo que “nadie tiene mayor amor que
este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Jn. 15:13).
Viviendo
de rodillas
Por último, los que se quedaron esperando que, en el
futuro, el funcionamiento eclesial cambiara, o que las herejías fueran
removidas y prefirieron esperar. En algunos lugares así, se produce el cambio,
pero en otros muchos no, por lo que permanecen esperando eternamente, viviendo
así de rodillas ante los hombres y no ante Dios. Otros, sin embargo, salen con
el tiempo.
Existe una posibilidad más: que un hermano o hermana
no sepa si marcharse contigo por lealtad hacia tu persona o sencillamente por
el trato que te han dado falto de amor, sabiendo que llevas razón. No es fácil
irse con un grupo de personas cuando te dicen que estás siendo un instrumento
en manos de las tinieblas. Sea como sea, nunca le pidas a nadie que se vaya,
puesto que es una decisión personal exclusivamente suya y de nadie más. Y no le
culpes si finalmente decide quedarse. Si con el tiempo (semanas, meses o años)
termina por salir y se pone en contacto contigo, recíbelo con sosiego. Esto no
significa que te sientas obligado a retomar la amistad en el mismo punto donde
la dejasteis, pero sí puedes concederle la oportunidad de ganarse nuevamente tu
confianza, si así lo deseas. Es lo que hizo José con sus hermanos. Dios dirá el
resto.
Un corazón roto
que se aísla
Fuera cual fuera la razón por la que los amigos se
alejaron de ti, la persona abandonada siente cómo se desgarra su alma y se
rompe en pedacitos. Un hermano adulto, que se fue de
una congregación fuera del orden de Dios, me dijo que nadie le llamó, a pesar
de la cantidad de amigos que creía tener. Sin
duda alguna, la ruptura masiva de amistades es uno de los mayores sufrimientos
que un ser humano puede experimentar. Esto conduce a la desconfianza
generalizada de todo el mundo (incluso de los que se acercan con buenas
intenciones), a cerrar el corazón, y a arrastrarse por la melancolía. Es una
reacción natural ante la pérdida. Como dijo Oswald Sanders: “La ausencia de
amistades es una de las privaciones más grandes de la vida. Aparte del gozo
mutuo que obtenemos de la relación, los amigos son una de las barreras más
eficaces contra la soledad”[2]. Aristóteles también señaló que, aunque
poseyéramos todos los bienes del mundo, nadie se querría ver desprovisto de la
amistad.
Ahí, el creyente, extremadamente herido, se aísla para
evitar de nuevo el sufrimiento, haciendo reales las palabras de la canción “I am a rock” de Paul Simon y Art Garfunkel: “Soy una roca, soy una isla. Estoy solo, me
escudo con mi armadura. No toco a nadie y nadie me toca. He construido muros,
una fortaleza profunda y poderosa que nadie puede penetrar. No necesito amigos,
la amistad causa dolor. Es la sonrisa y el amor lo que evito. Una roca no
siente dolor, una isla nunca llora”.
Se vive en carne propia las palabras del salmista: “De todos mis enemigos soy objeto de
oprobio, y de mis vecinos mucho más, y el horror de mis conocidos; Los que me
ven fuera huyen de mí. He sido olvidado de su corazón como un muerto; He venido
a ser como un vaso quebrado. Porque oigo la calumnia de muchos; El miedo me
asalta por todas partes, mientras consultan juntos contra mí e idean quitarme
la vida” (Sal. 31:11-13).
Seguro que sabes que no eres el primero, ni el último,
que pasa por una situación igual o parecida, donde las amistades se han fracturado,
de tal manera que han terminado por romperse. En la Biblia nos podemos
encontrar multitud de casos similares: José, el hijo menor
de Jacob y Raquel, fue traicionado por sus propios hermanos, que conspiraron
para matarlo y al que finalmente vendieron, o Jesús, que fue vendido por Judas
por treinta míseras monedas de plata y abandonado por sus más cercanos en la
hora crítica, hasta el extremo de que fue negado repetidas veces por Pedro, el
mismo que, poco antes, dijo estar dispuesto a dar su vida por Él.
¡Adelante!
Termino esta
parte del capítulo con el párrafo más importante de todos: puesto que no eres
responsable de las decisiones ajenas, y sea cual sea la razón por la que estas
personas se alejaron de ti, no le guardes rencor a ninguno de ellos, ni les
reproches nada. Sigue adelante en el Señor, y toma por lema de vida Sus
palabras: “Y
como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con
ellos” (Lc. 6:31). Si eres capaz de
grabar a fuego en tu alma este dicho, independientemente de lo que hagan o
dejen de hacer los demás, y aplicarlo en los pequeños detalles de la vida
cotidiana, tendrás alegría y completa paz, sin preocuparte, ni tener que mirar a
derecha o a izquierda.
Continuará
en: ¿Cómo enfrentar la soledad tras
salir de una iglesia sectaria?
me veo muy identificado con las circunstancias descritas .. Triste ver que las reacciones habituales en estos casos . que se sobrepasen las amistades por mantener un status quo sin dificultades.
ResponderEliminar