lunes, 13 de mayo de 2024

15.5. ¿Por qué se alejan de ti los amigos tras salir de una iglesia enferma?

 


Venimos de aquí: ¿Qué actitud debes tomar ante los lobos eclesiales? (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/03/154-que-actitud-debes-tomar-ante-los.html).

¡Ay los amigos! Divinos tesoros... hasta que se pierden, ¿verdad? Y esto es muy usual tras la salida de un grupo abusador. Como vamos a ver, pueden darse diversas razones para dicha pérdida. En ocasiones, es una sola de las mostradas, y en otra la mezcla de varias.

No eran realmente tus amigos
El amor que decían profesarte era interesado o carente de sinceridad. La situación solo fue una purga entre lo real y lo falso. Estos son los que ni siquiera te llaman para preguntarte tu versión de los hechos ni te buscan para socorrerte y levantarte, a pesar de que en el pasado tú los auxiliaste en numerosas ocasiones. La reciprocidad brilló por su ausencia. Son los que estaban a tu lado en los momentos agradables y positivos de la vida, pero te dejaron de lado en la hora más amarga. Como bien señaló Paul Tournier: “Si vencemos, cada uno querrá ser amigo nuestro, pero si perdemos, podremos contar a nuestros amigos con los dedos de la mano”[1].
Un verdadero amigo es aquel que viene cuando todo el mundo se ha ido; aquel que te apoya cuando el resto te ha desechado; el que te acompaña en el dolor cuando los demás te abandonan a tu suerte; el que llora contigo las lágrimas que otros no quisieron recoger; el que se acerca a ti sabiendo que será mal visto por ello; el que te abraza cuando otros te consideran un leproso; el que te demuestra qué clase de persona es con hechos y no únicamente con palabras; el que extiende su mano y no su puño. En definitiva, un amigo es aquel que antepone el amor por encima de cualquier mandamiento humano, cumpliendo así toda la ley de Dios. Como dijo Salomón: “En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia” (Pr. 17:17).

Prohibido ser tu amigo
Puesto que se inició una “caza de brujas” contra tu persona y fueron a por aquellos que eran más cercanos a ti (por asociación ilícita), les prohibieron mantener cualquier tipo de contacto, bajo amenaza de expulsión. Al final, tras las quejas iniciales, terminaron por obedecer. O simplemente les invitaron a que se fueran contigo si sus pensamientos eran iguales que los tuyos. Puro chantaje y manipulación. Es la misma “táctica” que usó Diótrefes: “Y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia” (3 Jn. 1:10). Todo esto terminó por convencerlos de que lo mejor era apartarse de ti. La amistad no pasó la prueba.

El miedo a sufrir
Tuvieron miedo de sufrir tu misma experiencia y decidieron continuar en ese lugar, aunque ello supusiera agachar la cabeza ante lo que consideraban una injusticia.
En consecuencia, acallaron sus propias conciencias, aunque es cierto que muchos de ellos sufren por ello cargas en su corazón que no logran negar ante sí mismos, al igual que la que experimentaron los hermanos de José. Mientras que Jacob guardó luto por su hijo, ellos callaron durante veinte años: “Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos; por eso ha venido sobre nosotros esta angustia” (Gn. 42:21). En un comienzo puede que aparentaran valentía, pero esta desapareció por completo a la hora de la verdad. Ahí recordarás las palabras del Señor: Maldito el varón que confía en el hombre” (Jer. 17:5).
Para que no tomen medidas contra ellos, algunos, posiblemente, contarán detalles privados de tu vida que les habías narrado en confianza y por amistad, para así ganarse el favor de sus líderes, a los cuales terminarán apoyando. Incluso estirarán sus lenguas hasta el extremo para contar tus faltas pasadas, levantándose también contra ti, tal y como expresó el rey David: “Porque no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado; Ni se alzó contra mí el que me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él; Sino tú, hombre, al parecer íntimo mío, mi guía, y mi familiar; Que juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios” (Sal. 55:12-14).

Traidores y cobardes
De igual manera que muchos judíos creyeron en Jesús, pero callaban por miedo a que los expulsaran de la sinagoga, se da el caso de los que guardan silencio porque también son responsables de la situación creada y eluden su parte de responsabilidad, al querer salvar sus propios cuellos. Sin duda alguna, una traición en toda regla e impropia de aquellos que decían amarte. Esto provoca que te preguntes qué les hizo olvidar que el de espíritu fiel lo guarda todo (cf. Pr. 11:13), cuando Jesús mismo dijo que “nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Jn. 15:13).

Viviendo de rodillas
Por último, los que se quedaron esperando que, en el futuro, el funcionamiento eclesial cambiara, o que las herejías fueran removidas y prefirieron esperar. En algunos lugares así, se produce el cambio, pero en otros muchos no, por lo que permanecen esperando eternamente, viviendo así de rodillas ante los hombres y no ante Dios. Otros, sin embargo, salen con el tiempo.
Existe una posibilidad más: que un hermano o hermana no sepa si marcharse contigo por lealtad hacia tu persona o sencillamente por el trato que te han dado falto de amor, sabiendo que llevas razón. No es fácil irse con un grupo de personas cuando te dicen que estás siendo un instrumento en manos de las tinieblas. Sea como sea, nunca le pidas a nadie que se vaya, puesto que es una decisión personal exclusivamente suya y de nadie más. Y no le culpes si finalmente decide quedarse. Si con el tiempo (semanas, meses o años) termina por salir y se pone en contacto contigo, recíbelo con sosiego. Esto no significa que te sientas obligado a retomar la amistad en el mismo punto donde la dejasteis, pero sí puedes concederle la oportunidad de ganarse nuevamente tu confianza, si así lo deseas. Es lo que hizo José con sus hermanos. Dios dirá el resto.

Un corazón roto que se aísla
Fuera cual fuera la razón por la que los amigos se alejaron de ti, la persona abandonada siente cómo se desgarra su alma y se rompe en pedacitos. Un hermano adulto, que se fue de una congregación fuera del orden de Dios, me dijo que nadie le llamó, a pesar de la cantidad de amigos que creía tener. Sin duda alguna, la ruptura masiva de amistades es uno de los mayores sufrimientos que un ser humano puede experimentar. Esto conduce a la desconfianza generalizada de todo el mundo (incluso de los que se acercan con buenas intenciones), a cerrar el corazón, y a arrastrarse por la melancolía. Es una reacción natural ante la pérdida. Como dijo Oswald Sanders: “La ausencia de amistades es una de las privaciones más grandes de la vida. Aparte del gozo mutuo que obtenemos de la relación, los amigos son una de las barreras más eficaces contra la soledad”[2]. Aristóteles también señaló que, aunque poseyéramos todos los bienes del mundo, nadie se querría ver desprovisto de la amistad.
Ahí, el creyente, extremadamente herido, se aísla para evitar de nuevo el sufrimiento, haciendo reales las palabras de la canción “I am a rock” de Paul Simon y Art Garfunkel: “Soy una roca, soy una isla. Estoy solo, me escudo con mi armadura. No toco a nadie y nadie me toca. He construido muros, una fortaleza profunda y poderosa que nadie puede penetrar. No necesito amigos, la amistad causa dolor. Es la sonrisa y el amor lo que evito. Una roca no siente dolor, una isla nunca llora”.
Se vive en carne propia las palabras del salmista: “De todos mis enemigos soy objeto de oprobio, y de mis vecinos mucho más, y el horror de mis conocidos; Los que me ven fuera huyen de mí. He sido olvidado de su corazón como un muerto; He venido a ser como un vaso quebrado. Porque oigo la calumnia de muchos; El miedo me asalta por todas partes, mientras consultan juntos contra mí e idean quitarme la vida” (Sal. 31:11-13).
Seguro que sabes que no eres el primero, ni el último, que pasa por una situación igual o parecida, donde las amistades se han fracturado, de tal manera que han terminado por romperse. En la Biblia nos podemos encontrar multitud de casos similares: José, el hijo menor de Jacob y Raquel, fue traicionado por sus propios hermanos, que conspiraron para matarlo y al que finalmente vendieron, o Jesús, que fue vendido por Judas por treinta míseras monedas de plata y abandonado por sus más cercanos en la hora crítica, hasta el extremo de que fue negado repetidas veces por Pedro, el mismo que, poco antes, dijo estar dispuesto a dar su vida por Él.

¡Adelante!
Termino esta parte del capítulo con el párrafo más importante de todos: puesto que no eres responsable de las decisiones ajenas, y sea cual sea la razón por la que estas personas se alejaron de ti, no le guardes rencor a ninguno de ellos, ni les reproches nada. Sigue adelante en el Señor, y toma por lema de vida Sus palabras: Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Lc. 6:31). Si eres capaz de grabar a fuego en tu alma este dicho, independientemente de lo que hagan o dejen de hacer los demás, y aplicarlo en los pequeños detalles de la vida cotidiana, tendrás alegría y completa paz, sin preocuparte, ni tener que mirar a derecha o a izquierda.

Continuará en: ¿Cómo enfrentar la soledad tras salir de una iglesia sectaria?


[1] Tournier, Paul. De la soledad a la comunidad. Clie.

[2] Sanders, Oswald. Cómo enfrentar la soledad. Portavoz.

1 comentario:

  1. me veo muy identificado con las circunstancias descritas .. Triste ver que las reacciones habituales en estos casos . que se sobrepasen las amistades por mantener un status quo sin dificultades.

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