lunes, 11 de marzo de 2024

15.4. ¿Qué actitud debes tomar ante los lobos eclesiales?

 


Venimos de aquí: ¿Reprimir el dolor tras salir de una secta o iglesia abusadora? & Controlando las mentiras que llegan a tus oídos (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/02/153-reprimir-el-dolor-tras-salir-de-una.html).

Ignora los aullidos de los lobos y aléjate de ellos
No hagas caso alguno a lo que ya pueda haber llegado a tus oídos. Sus palabras no te reflejan a ti, sino a ellos mismos, ya que expresan lo que hay en sus corazones: maldad. Recuerda que, en el fondo, es un grupo muy reducido el que piensa realmente mal de ti. El resto de los hermanos, únicamente ha recibido un lavado de cerebro para que piensen de manera negativa sobre tu persona. No conocen la versión de los que salieron, su dolor, su tragedia y sus sentimientos. Los lobos les han hecho creer que los que se marchan son personas resentidas y amargadas, con corazones que se han corrompido. Como les han hecho cambiar la manera en que piensan de ti, ahora creen que tu esencia ha cambiado por completo: “Cuando admiramos a alguien, describimos su firmeza como valentía y fidelidad ejemplar. Sin embargo, si este no nos agrada, solo vemos estúpida terquedad y orgullo pecador en la misma firmeza”[1]. La imagen que tienen está completamente distorsionada: hagas lo que hagas, o digas o lo que digas, pensarán mal de ti. Incluso opinarán, plenamente convencidos, de que tus buenas acciones tienen un motivo oculto y oscuro.
El problema muchas veces reside en que el creyente afectado pregunta una y otra vez a sus compañeros más cercanos qué están diciendo de él en su antiguo grupo. Sigue con un ojo puesto sobre su anterior congregación. Tomar esa actitud es como lanzarse, a uno mismo, dardos envenenados.
¿Qué debes hacer? ¿Qué hacen los soldados cuando les disparan? ¿Se quedan de frente ante los hostiles esperando que las balas les reboten en el pecho? ¿O, por el contrario, se agachan y buscan refugio? Tomando este símil, esa debería ser tu reacción. No es cobardía, sino sabiduría. Ya no les debes nada y, por lo tanto, tu presencia entre, cerca y alrededor de ellos está de más:

- David se alejó lo más posible cuando era perseguido por Saúl.
- Jesús mismo se quitó de en medio cuando iban a apedrearle.
- Los discípulos descolgaron a Pablo de un muro dentro de una cesta cuando se supo que los judíos iban a matarlo.

Es la determinación que todos tomaron sabiendo lo que se les venía encima. Sin más, tomaron el rumbo opuesto.
Esto no significa que tengas que trasladarte de ciudad o de país. En el caso de que vivas en un lugar con leyes democráticas, si se da una persecución sectaria, puedes presentar una demanda ante los tribunales. Pablo enseñó en su primera carta a los corintios que resolvieran los problemas entre ellos y no llevaran a juicio a los hermanos ante el mundo. Por eso he matizado “persecución sectaria”, donde:

1. Es difícil creer que los que te hieren sean hermanos en Cristo por la actitud que toman.
2. Si tu integridad psicológica y/o física está en peligro, es que son delincuentes, por mucho fanatismo religioso que profesen y muchas alabanzas que canten al Altísimo. En esos casos, la justicia y la ley deben tomar su lugar[2].

A lo que aquí hago alusión directa, es al hecho de salir de la vida de este tipo de personas y de su círculo cercano, dejando de estar al tanto de lo que hacen o dejan de hacer, sea en persona o en las redes sociales. No quieras ser un mártir, porque serás apaleado emocional y espiritualmente. Es más, tienes como responsabilidad personal rogarle a los demás hermanos con los que mantienes el contacto que dejen de anunciarte los “piropos” que, desde aquel lugar, se proclaman en tu contra. Cuando te recuperes, con el tiempo, puede que te tomes con humor las barbaridades que habrán dicho de ti. Pero, especialmente en las primeras etapas del duelo, lo mejor es evitarlas por completo.

El encuentro cara a cara
¿Y si te encuentras a personas de esa congregación de la cual has salido? Normalmente, serán ellos los que te eviten si te ven. En una ocasión, una persona, que hasta entonces había sido siempre extremadamente cariñosa conmigo, al verme de frente, literalmente, se chocó contra una valla, y todo porque quiso evitarme. Cuando le ofrecí la mano, no fue capaz de mirarme a los ojos, siendo su voz robótica y fría, donde se notaba su terrible incomodidad, queriendo irse con la mayor premura posible, vaya que lo fuera a contaminar. Si son los que están en guerra contra ti, lo mejor es alejarse directamente. Ten presente que ya no tienes ni que responder a sus preguntas. Apártate por completo de los que te han hecho daño y no aportan absolutamente nada a tu vida. ¿Para qué buscar a estos individuos? Jesús mismo no iba buscando a los fariseos, sino que eran ellos quienes merodeaban a su alrededor.
Pablo dijo: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres” (Ro. 12:18). Siguiendo la lógica de pensamiento del pasaje, y puesto que no puedes estar en paz con ellos –ya que no depende de ti-, lo sano es no acercarte, puesto que siempre tendrán la escopeta cargada y apuntándote. Incluso Pablo le dijo a Timoteo que se guardase de Alejandro el calderero (cf. 2 Ti. 4:14-15).
Si son otros hermanos los que se te acercan y que no tienen nada que ver con el conflicto, sé tú mismo, valorando cada persona y cada situación. Si entre ellos hay alguno que busca saludarte amistosamente, sé cortés y educado. Habrá otros, sumamente influenciados por las opiniones de sus líderes y que desconocen por completo tu versión, que se harán los despistados: mirarán para otro lado para pasar de largo, e incluso se cambiarán de acera en plena calle para rehuir “al que está en tinieblas”; o sea, tú (según ellos, claro). ¡Penoso! Y si no les queda más remedio que hablar contigo, te proclamarán todas las alabanzas posibles sobre lo maravillosa que es su iglesia (siendo una forma velada de acusarte), pero sin decir nada directo sobre ti, solo preguntas generales respecto a la familia y el trabajo.
En el caso de que seas tú quien se acerca a este grupo neutral de hermanos, lo más seguro es que no saquen a colación el tema. Habrá de todo: simpáticos, agradables, ingenuos, interesados en tu vida actual, etc. Posiblemente, se mostrarán nerviosos, temiendo que alguien de su grupo los vea hablando contigo y que luego les toque ser sermoneados.

¿Contar lo que te sucedió?
¿Y si te preguntan de la trama en cuestión? Haz como bien veas, pero te expreso mi opinión: si lo deseas, puedes guardar silencio absoluto y no entrar en explicaciones, y más si ya ha pasado un tiempo considerable. Es lo más recomendable. Ahora bien, si quieres exponer tu caso, con sencillez, claridad, paz de espíritu y, por supuesto, sin muestras de rencor, eres totalmente libre para hacerlo. En esos casos, pídele al Señor sabiduría sobre si hablar o no. Y ten en cuenta un par de consideraciones:

1. Sé consciente de que cualquier cosa que narres podrán emplearlas en tu contra, ya que posiblemente se lo transmitirán a sus líderes. Usarán tus palabras para tergiversarlas nuevamente y pensar que sigues criticándolos. 

2. Difícilmente cambiarán de opinión sobre ti. Ni siquiera Pablo logró que el rey Agripa cambiara de parecer, a pesar de que este dijo estar “casi convencido”.

En mi caso, salvo excepciones muy concretas, tengo por norma general no responder a nada que tenga que ver con el pasado, y no me acerco a ninguno de mis “acusadores”, ni a nadie que sé que me ha visto y se hace el sueco.

Las falsas acusaciones y tu respuesta
No te preocupes si te cruzas con alguno que tiene el atrevimiento de decirte que, mientras no vuelvas a congregarte en alguna iglesia no eres parte del cuerpo de Cristo. Tómate dichas palabras con ironía. Como veremos más adelante, salir de una congregación no implica ni mucho menos perder la salvación. En este caso, exactamente igual: digan lo que digan, eres hijo del Altísimo, linaje escogido, real sacerdocio, parte de la nación santa y del pueblo adquirido por Dios (cf. 1 P. 2:9). Recuerda que ningún ser humano te puede expulsar del cuerpo de Cristo, ya que Dios mismo te hizo miembro de “la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos” (He. 12:23).
Citando nuevamente a J.C. Ryle: “¿Hay alguien que quiere decirnos que asistir a la Iglesia parroquial es absolutamente esencial para la salvación de un inglés? Si hay alguien así, que hable en voz alta y nos diga su nombre”[3].
¿La mejor manera de descansar sobre lo que digan o no digan de ti? ¡Que crean lo que quieran! Hacerle caso a lo que piensan es darle poder para que controlen tu vida. No lo permitas. Ya no. Ese poder sobre ti ya no lo tienen. Ese tiempo pasó para siempre. Guarda en tu corazón lo que pudiste aprender y cierra ese ciclo de tu vida. Es normal que durante un tiempo te sientas dolido por todo lo que dijeron. Pero, si la Palabra explica claramente que eres un hijo de Dios, que pasaste de las tinieblas a su luz admirable, que por ello hubo fiesta en el cielo, que vas a pasar la eternidad junto al Creador del Universo y que Él mismo te está preparando una morada, ¡qué más da lo que digan!: “Podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (He. 13:6).
Que nada ni nadie te robe el reposo en el que entraste desde el día que creíste.

Continuará en: ¿Por qué se alejan de ti los amigos tras salir de una iglesia enferma?


[1] Tournier, Paul. El sentido de la vida. Clie. Pág. 78.

[2] Puedes recibir información al respecto en http://www.ais-info.org/sectas.html

[3] Ryle, J.C. Advertencias a las iglesias. Peregrino.

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