Venimos de aquí: ¿Reprimir el dolor tras salir de una
secta o iglesia abusadora? & Controlando las mentiras que llegan a tus
oídos (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2024/02/153-reprimir-el-dolor-tras-salir-de-una.html).
Ignora
los aullidos de los lobos y aléjate de ellos
No hagas caso alguno a lo que ya pueda
haber llegado a tus oídos. Sus palabras no te reflejan a ti, sino a ellos
mismos, ya que expresan lo que hay en sus corazones: maldad. Recuerda que, en
el fondo, es un grupo muy reducido el que piensa realmente mal de ti. El resto
de los hermanos, únicamente ha recibido un lavado de cerebro para que piensen
de manera negativa sobre tu persona. No conocen la
versión de los que salieron, su dolor, su tragedia y sus sentimientos. Los lobos les han hecho creer que los que se
marchan son personas resentidas y amargadas, con corazones que se han
corrompido. Como les han hecho
cambiar la manera en que piensan de ti, ahora creen que tu esencia ha cambiado
por completo: “Cuando admiramos a
alguien, describimos su firmeza como valentía y fidelidad ejemplar. Sin
embargo, si este no nos agrada, solo vemos estúpida terquedad y orgullo pecador
en la misma firmeza”[1]. La imagen que tienen está completamente distorsionada: hagas lo que
hagas, o digas o lo que digas, pensarán mal de ti. Incluso opinarán, plenamente
convencidos, de que tus buenas acciones tienen un motivo oculto y oscuro.
El problema muchas veces reside en que el creyente
afectado pregunta una y otra vez a sus compañeros más cercanos qué están
diciendo de él en su antiguo grupo. Sigue con un ojo puesto sobre su anterior
congregación. Tomar esa actitud es como lanzarse, a uno mismo, dardos
envenenados.
¿Qué debes hacer? ¿Qué hacen los soldados
cuando les disparan? ¿Se quedan de frente ante los hostiles esperando que las
balas les reboten en el pecho? ¿O, por el contrario, se agachan y buscan
refugio? Tomando este símil, esa debería ser tu reacción. No es cobardía, sino
sabiduría. Ya no les debes nada y, por lo tanto, tu presencia entre, cerca y alrededor de ellos está de más:
- David se alejó lo más posible cuando era
perseguido por Saúl.
- Jesús mismo se quitó de en medio cuando
iban a apedrearle.
- Los discípulos descolgaron a Pablo de un
muro dentro de una cesta cuando se supo que los judíos iban a matarlo.
Es la determinación que todos tomaron
sabiendo lo que se les venía encima. Sin más, tomaron el rumbo opuesto.
Esto no significa que tengas que trasladarte
de ciudad o de país. En el caso de que vivas en un lugar con leyes
democráticas, si se da una persecución sectaria, puedes presentar una demanda
ante los tribunales. Pablo enseñó en su
primera carta a los corintios que resolvieran los problemas entre ellos y no
llevaran a juicio a los hermanos ante el mundo. Por eso he matizado
“persecución sectaria”, donde:
1. Es difícil creer que los que te hieren sean
hermanos en Cristo por la actitud que toman.
2. Si tu integridad psicológica y/o física está en
peligro, es que son delincuentes, por mucho fanatismo religioso que profesen y
muchas alabanzas que canten al Altísimo. En esos casos, la justicia y la ley
deben tomar su lugar[2].
A lo que aquí hago alusión directa, es al
hecho de salir de la vida de este tipo de personas y de su círculo cercano,
dejando de estar al tanto de lo que hacen o dejan de hacer, sea en persona o en
las redes sociales. No quieras ser un mártir, porque serás apaleado emocional y
espiritualmente. Es más, tienes como responsabilidad personal rogarle a los
demás hermanos con los que mantienes el contacto que dejen de anunciarte los
“piropos” que, desde aquel lugar, se
proclaman en tu contra. Cuando te recuperes, con el tiempo, puede que te tomes
con humor las barbaridades que habrán dicho de ti. Pero, especialmente en las
primeras etapas del duelo, lo mejor es evitarlas por completo.
El
encuentro cara a cara
¿Y si te encuentras a personas de esa
congregación de la cual has salido? Normalmente, serán ellos los que te eviten
si te ven. En una ocasión, una persona, que hasta entonces había sido siempre
extremadamente cariñosa conmigo, al verme de frente, literalmente, se chocó contra
una valla, y todo porque quiso evitarme. Cuando le ofrecí la mano, no fue capaz
de mirarme a los ojos, siendo su voz robótica y fría, donde se notaba su
terrible incomodidad, queriendo irse con la mayor premura posible, vaya que lo
fuera a contaminar. Si son los que
están en guerra contra ti, lo mejor
es alejarse directamente. Ten presente que ya no tienes ni que responder a sus
preguntas. Apártate por completo de los
que te han hecho daño y no aportan absolutamente nada a tu vida. ¿Para qué
buscar a estos individuos? Jesús mismo no iba buscando a los fariseos, sino que
eran ellos quienes merodeaban a su alrededor.
Pablo dijo: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos
los hombres” (Ro. 12:18). Siguiendo la lógica de pensamiento del pasaje, y
puesto que no puedes estar en paz con ellos –ya que no depende de ti-, lo sano
es no acercarte, puesto que siempre tendrán la escopeta cargada y apuntándote.
Incluso Pablo le dijo a Timoteo que se guardase de Alejandro el calderero (cf.
2 Ti. 4:14-15).
Si son otros hermanos los que se te
acercan y que no tienen nada que ver con el conflicto, sé tú mismo, valorando
cada persona y cada situación. Si entre ellos hay alguno que busca saludarte
amistosamente, sé cortés y educado. Habrá otros, sumamente influenciados por
las opiniones de sus líderes y que desconocen por completo tu versión, que se
harán los despistados: mirarán para otro lado para pasar de largo, e incluso se
cambiarán de acera en plena calle para rehuir “al que está en tinieblas”; o
sea, tú (según ellos, claro). ¡Penoso! Y si no les queda más remedio que hablar
contigo, te proclamarán todas las alabanzas posibles sobre lo maravillosa que
es su iglesia (siendo una forma velada de acusarte), pero sin decir nada
directo sobre ti, solo preguntas generales respecto a la familia y el trabajo.
En el caso de que seas tú quien se acerca
a este grupo neutral de hermanos, lo
más seguro es que no saquen a colación el tema. Habrá de todo: simpáticos,
agradables, ingenuos, interesados en tu vida actual, etc. Posiblemente, se
mostrarán nerviosos, temiendo que alguien de su grupo los vea hablando contigo
y que luego les toque ser sermoneados.
¿Contar
lo que te sucedió?
¿Y si te preguntan de la trama en cuestión? Haz como bien veas,
pero te expreso mi opinión: si lo deseas, puedes guardar silencio absoluto y no
entrar en explicaciones, y más si ya ha pasado un tiempo considerable. Es lo
más recomendable. Ahora bien, si quieres exponer tu caso, con sencillez,
claridad, paz de espíritu y, por supuesto, sin muestras de rencor, eres
totalmente libre para hacerlo. En esos casos, pídele al Señor sabiduría sobre
si hablar o no. Y ten en cuenta un par de consideraciones:
1. Sé consciente de que cualquier cosa que
narres podrán emplearlas en tu contra, ya que posiblemente se lo transmitirán a
sus líderes. Usarán tus palabras para tergiversarlas nuevamente y pensar que
sigues criticándolos.
2. Difícilmente cambiarán de opinión sobre
ti. Ni siquiera Pablo logró que el rey Agripa cambiara de parecer, a pesar de
que este dijo estar “casi convencido”.
En mi caso, salvo
excepciones muy concretas, tengo por norma general no responder a nada que
tenga que ver con el pasado, y no me acerco a ninguno de mis “acusadores”, ni a
nadie que sé que me ha visto y se hace el
sueco.
Las falsas acusaciones y tu respuesta
No te preocupes si te cruzas con alguno
que tiene el atrevimiento de decirte que, mientras no vuelvas a congregarte en
alguna iglesia no eres parte del cuerpo de Cristo. Tómate dichas palabras con
ironía. Como veremos más adelante, salir de una congregación no implica ni
mucho menos perder la salvación. En este caso, exactamente igual: digan lo que
digan, eres hijo del Altísimo, linaje escogido, real sacerdocio, parte de la
nación santa y del pueblo adquirido por Dios (cf. 1 P. 2:9). Recuerda que ningún
ser humano te puede expulsar del cuerpo de Cristo, ya que Dios mismo te hizo
miembro de “la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos”
(He. 12:23).
Citando nuevamente a J.C. Ryle: “¿Hay alguien que quiere decirnos que asistir a la Iglesia parroquial
es absolutamente esencial para la salvación de un inglés? Si hay alguien así,
que hable en voz alta y nos diga su nombre”[3].
¿La mejor manera de descansar sobre lo que digan o no
digan de ti? ¡Que crean lo que quieran! Hacerle caso a lo que piensan es darle
poder para que controlen tu vida. No lo permitas. Ya no. Ese poder sobre ti ya
no lo tienen. Ese tiempo pasó para siempre. Guarda en tu corazón lo que pudiste aprender y cierra ese
ciclo de tu vida. Es normal que durante un tiempo te sientas dolido por
todo lo que dijeron. Pero, si la Palabra explica claramente que eres un hijo de
Dios, que pasaste de las tinieblas a su luz admirable, que por ello hubo fiesta
en el cielo, que vas a pasar la eternidad junto al Creador del Universo y que
Él mismo te está preparando una morada, ¡qué más da lo que digan!: “Podemos decir confiadamente: El Señor es mi
ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre” (He. 13:6).
Que nada ni nadie te robe el reposo en el
que entraste desde el día que creíste.
Continuará en: ¿Por qué se alejan de ti los amigos tras
salir de una iglesia enferma?
[1] Tournier, Paul. El sentido de la vida. Clie. Pág. 78.
[2] Puedes recibir información al respecto en http://www.ais-info.org/sectas.html
[3] Ryle, J.C. Advertencias a las iglesias. Peregrino.
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