lunes, 12 de febrero de 2024

15.3. ¿Reprimir el dolor tras salir de una secta o iglesia abusadora? & Controlando las mentiras que llegan a tus oídos

 


Venimos de aquí: Los efectos traumáticos tras salir de una iglesia malsana o secta, y las diversas actitudes que toman los afectados  (https://usatumenteparapensar.blogspot.com/2023/12/152-los-efectos-traumaticos-tras-salir.html).

¿Reprimir el dolor?
Como ya vimos cuando hablamos del gozo y la tristeza[1], ambos conceptos no están reñidos, a pesar de que hay creyentes que los confunden, pregonando que los hijos de Dios no pueden estar tristes, sino que deben proclamar victoria y alegría, sean cuales sean sus circunstancias. Para estas personas, mostrar tristeza es falta de fe. A ellos les diría que tomen un cuchillo y arranquen la mitad de la Biblia, como por ejemplo el capítulo doce de la carta a los romanos, donde dice que lloremos con los que lloran (vr. 15). Y, ya que están, que se deshagan de pasajes enteros de las Escrituras que hablan del dolor.
Estas ideas erradas llevan a algunos a tener miedo a la hora de mostrar su sufrimiento. Por esto reprimen sus emociones. Si ya están doloridos, lo que menos necesitan es que encima les señalen con el dedo o los miren por encima del hombro y con condescendencia.
Si eres de los que se guarda su dolor por el qué dirán, te recuerdo esto una vez más: Pablo expresó su tristeza en diversas ocasiones; Jesús experimentó angustia, sudó sangre y lloró ante la muerte de un amigo. El autor de Hebreos no dejó lugar a dudas: “Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente” (He. 5:7).
Así que desoye a aquellos que tratan de condenarte por tu dolor y abre tu corazón ante Dios y a aquellos que no te juzgarán. No te calles ni reprimas tus sentimientos. No finjas aparentar lo que no sientes. Si deseas llorar, llora, aunque sea en la soledad de tu habitación o en tu lugar más íntimo. Las lágrimas son una de las mejores válvulas de escape que Dios nos ha regalado. Cada persona expresa su sentir como quiere, algunos en privado y sin la compañía de nadie más, y otros ante buenos amigos. Lo importante es que seas tú mismo. Si deseas desahogarte, desahógate, tal y como hizo Ana, la madre del profeta Samuel (cf. 1 R.). Expresa lo que piensas y sientes: temores, dudas y angustias. Dios te acoge; Dios te acepta; Dios te escucha; Dios cuenta hasta la última de tus lágrimas (cf. Sal. 56:8). Si parte de su ministerio era sanar a los quebrantados de corazón, ¿por qué haría una excepción contigo?

El control sobre lo que llega a tus oídos
Sin duda alguna, parte de las heridas más profundas son provocadas por los comentarios de aquellos que dejaste atrás y que siguen llegando a tus oídos por terceras personas, que son las que mantienen el contacto contigo y te dicen lo que se está proclamando a tus espaldas. El comentario más disparatado suele ser cuando ese grupo divulga que ellos son los “7000 que no han doblado sus rodillas ante Baal” y que el resto son viles pecadores.
En estas situaciones, no tienen ningún tipo de miramiento en pensar cómo repercuten sus palabras sobre ti. Hablan de amor en el púlpito, pero, a la hora de la verdad, carecen de él. Actúan como los amigos de Job: “¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma, y me moleréis con palabras? Ya me habéis vituperado diez veces; ¿no os avergonzáis de injuriarme? Aun siendo verdad que yo haya errado, sobre mí recaería mi error” (Job 19:1-4). Nada de esto les importa lo más mínimo, puesto que piensan que te lo mereces. Creen que la obra de Dios no avanza por individuos como tú. La manera que conocen de defender su propio prestigio es atacando. Y el mejor método que existe es tratando de destruir tu reputación.
No seas ingenuo: no creas que los años sin arrepentimiento por parte de ellos les hará cambiar de opinión sobre ti. En su forma de pensar, siempre serás el que trató de dividir la iglesia, el murmurador, traidor y rebelde. Prefieren a un incrédulo que a alguien de tu clase. Un pastor, que padeció en sí mismo este tipo de situación, me contó que “menos homosexual, me llamaron de todo. Desde emisario del diablo hasta cómplice de la obra de las tinieblas”.
Puede darse el caso de que, aquellos que se lanzaron contra ti, quieran la reconciliación con el paso del tiempo. Es difícil que ocurra, puesto que actúan tal y como lo hacen porque están errados en diversas doctrinas, como todas las referentes al liderazgo. Para que el cambio fuera real, sería necesario que previamente reconocieran sus equivocaciones y se arrepintieran del modelo que tienen establecido y de sus herejías.
Por eso, es frecuente escuchar a hermanos que se reencontraron tras marcharse en épocas diferentes de la misma iglesia, decir: “Los líderes de la otra congregación me señalaron que la iglesia a la que asistes es buena, pero que tuviera cuidado en juntarme contigo, que eres un peligro y me vas a contaminar”.
Como veremos más adelante, todas estas palabras vertidas sobre tu nombre no pasarán eternamente por alto y un día tendrán que dar cuenta delante de Dios, a menos que se arrepienten de las mismas y pidan perdón.

Continuará en: ¿Qué actitud debes tomar ante los lobos eclesiales?


[1] Guerrero Corpas, Jesús. Mentiras que creemos. Logos. http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/06/mentiras-que-creemos.html

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