lunes, 27 de mayo de 2024

La zona de interés. No, papa Francisco, el infierno no está vacío

 


¿Qué es lo que vemos a lo largo de “La zona de interés”, ganadora del Oscar a la mejor película extranjera de 2023, entre otros muchos premios en diversos festivales internacionales? A la familia Höss, formada por el matrimonio Rudolf y Hedwig, que se aman profundamente, junto a sus cinco hijos, cada uno de ellos de rostros angelicales. Uno de ellos tiene una curiosa particularidad: colecciona dientes de oro. Todos viven felices en una casa de ensueño: tienen un amplio jardín con flores hermosas, piscina e invernadero, donde hacen fiestas con amigos y multitud de invitados. Aparte, tienen criadas que les preparan las mejores comidas y llevan a cabo las labores del hogar. Hasta tienen un perro que entra y sale a la orden de sus amos. Mientras tanto, los retoños juegan felices, reman en canoa, nadan en un río con su padre, corren y saltan en su propio mundo de fantasía infantil. Al fin y al cabo, forman parte de la clase alta. Así que, en principio, nada que nos pueda sorprender o que no hayamos visto antes en la vida real. Pero entonces descubrimos la gran sorpresa, la cual ya intuíamos con anterioridad...

Algo no cuadra
Rudolf resulta ser el comandante de Auschwitz, el infame campo de concentración, donde los nazis asesinaron en cámaras de gas y hornos crematorios a un millón de judíos. Mientras que la felicidad es el denominador común en casa de los Höss, a escasos metros, y separado simplemente por un muro, y aunque nunca vemos lo que sucede en su interior, continuamente se escucha el horror encarnado: gritos de desesperación, llantos, amenazas de muerte, que son cumplidas, y disparos. De fondo, una chimenea, ardiendo, en pleno funcionamiento las veinticuatro horas, donde se exterminaban a cinco mil personas diarias.
Mientras tanto, lo único que le molestaba a esa familia eran los “malos olores” que procedían de la “caldera”, que les obligaba a cerrar las ventanas de casa. Pero, en general, se sentían tan dichosos, que la esposa se niega a dejar el lugar cuando trasladan al marido de ciudad. Es más, lo abronca ante la insinuación de que tendría que ir con él, diciéndole que “no podía hacerle eso”.
Al frente, una casa de ensueño. Al fondo, Auschwitz, un lugar de pesadilla

El contraste es tan brutal que los sentimientos que embargan al espectador –entre los que me encuentro-, resultan ser extremadamente desagradables: impotencia ante la situación, mezclado con ira, hacia esos millones de “individuos” que formaron parte del Tercer Reich. Junto con “La lista de Schindler”, “El pianista”, “El niño con el pijama de rayas”, “El hundimiento” y “La vida es bella”, es lo más duro que, en términos cinematográficos sobre el nazismo, he contemplado sobre esta temática. ¡Y eso que no muestra nada!
Aunque algunos enfermos mentales y sádicos morales niegan la evidencia del Holocausto –como los líderes pasados de Irán (Mahmud Ahmadineyad y Ebrahim Raisi, este último fallecido en un accidente de helicóptero justo cuando escribo estas líneas), algunos familiares y amigos que han ido de visita, me han narrado cuán estremecedor resulta el lugar en sí y cómo les ha afectado la experiencia, tanto a ellos como a sus acompañantes: desde desmayos hasta una amplia variedad de indisposiciones.
Ante estas emociones negativas que experimenté a cada segundo de su visualización, mi mente encontró un consuelo, basado en la Biblia: puesto que todos estos desalmados están muertos, están pagando eternamente por sus actos y se ha hecho justicia. Y, si queda alguno vivo en este mundo –dato que desconozco-, ya le llegará su momento, cuando se presente ante su Creador.

Las palabras del papa Francisco, y el problema de las mismas
En plena ebullición de pensamientos y sentimientos, vino a mi memoria unas palabras que pronunció hace unos meses el papa Francisco, máximo representante del catolicismo romano, al que muchos fieles de dicha religión siguen, admiran, veneran y llaman Santo Padre. En una entrevista en el programa Che tempo que fa, dijo: “Esto no es un dogma de fe –esto que diré- es una cosa mía personal que me gusta: me gusta pensar que el infierno está vacío. [...] Es un deseo que espero sea realidad, pero es un deseo”.
A mí también me gustaría creer que puedo volar, pero si subiera a la azotea de mi casa, extendiera los brazos y me lanzara al vacío, creyendo que eso me llevaría a alzar el vuelo... me llevaría una gran desilusión: acabaría muerto o, como mínimo, con el cuerpo completamente destrozado.
La verdad es que este señor dice cosas que se contradicen entre sí y, en otras ocasiones, completamente falsas, como que los ateos van al cielo (ver http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2018/05/los-ateos-van-al-cielo-segun-el-papa-si.html). Más clara no pueden ser las Escrituras: “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Jn. 3:18). 
Con todo, quiero concederle el beneficio de la duda y pensar que su deseo es “bienintencionado”, puesto que, en otras ocasiones, ha llamado al arrepentimiento a los mafiosos, a los corruptos, y a los que niegan a Dios o no quieren saber nada de Él[1].
Ahora bien, para que sus palabras se hicieran realidad, todos los seres humanos difuntos tendrían que haberse arrepentido, antes de morir, y haber creído en el sacrificio expiatorio de Cristo en la cruz por los pecados. Y, sabemos que, a lo largo de la historia, no ha sido así, ni lo será. No hace falta ser un erudito para saberlo. Basta con mirar la sociedad en general para ser consciente de tal realidad.
¿Acaso alguien piensa que todo malvado se ha arrepentido y creído en Jesús como Salvador? Sería extremadamente ingenuo pensar así. ¿De verdad podemos creer que Nerón, Calígula, Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot, Mussolini, Fidel Castro, Hugo Chavez, Kim Jong-il (padre), Ceausescu, Milosevic, y otros muchos dictadores, junto a los que obedecieron sus órdenes inmundas, no están en el infierno? Lo mismo podríamos decir de “líderes” sectarios como David Koresh y Shōkō Asahara, o de Abdelhamid Abaaoud, Mohamed Abrini, Foued Mohamed Aggad, Brahim Abdeslam, Omar Ismail Mostefai, Samy Amimour, Bilal Hadfi, yihadistas islámicos que mataron a decenas de personas en Francia (“Carta a los terroristas que se inmolaron y a los que se lo están pensando”: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2016/03/carta-los-terroristas-que-se-inmolaron.html).
¿De verdad hay una sola persona en este planeta que cree que los que perpetraron la masacre de Buchan (Ucrania) y Srebrenica (antigua Yugoslavia) no pagarán el precio de tanta maldad? ¿Y qué de los que hutu, que quemaron vivos y asesinaron a machetazos a casi un millón de tutsi en Ruanda, en apenas cuatro meses? ¿Acaso alguien cree que los genocidas, pederastas, violadores, asesinos, torturadores, adúlteros, ateos recalcitrantes, fornicarios (los que mantienen relaciones sexuales sin estar casados) y “médicos” abortistas, entre otros, que no se han arrepentido, no están en dicho lugar?
Antes de concluir esta porción del escrito, añado una aclaración: existe el debate teológico sobre si el infierno está ya habitado por humanos condenados o si esto no sucederá hasta después del Juicio Final. Ambas posturas son defendibles y respetables, en las cuales no voy a detenerme. Pero, más allá de eso, sea como sea, ahora o más adelante, la certeza del infierno es patente.

Las palabras de Jesús, que incluyen a todo el mundo
Muchos, al leer la lista citada en el último párrafo (genocidas, etc.), puede que se hayan sentido aliviados: “No soy parte de ella; así que yo no voy a ir al infierno, ya que no pertenezco a ese grupo de injustos”. Esa deducción, posiblemente llevada a cabo con buena fe, cae en la falacia, en un error de bulto, al carecer de todos los datos. Para llegar a una conclusión acertada, hay una información que necesita conocer sin falta, y es  esta: “No hay justo, ni aun uno [...] Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios [...] la paga del pecado es muerte” (Ro. 3:10, 23; 6:23a). Y esto te incluye a ti y a mí. Ya te puedes sentir feliz o infeliz, con una vida vacía o llena de propósito, o considerar que “no haces ningún mal a nadie”, la realidad es la que es, y no cambia según tus circunstancias personales ni de lo que pienses. 
Nacemos con una naturaleza caída que nos lleva a vivir de espaldas a Dios y a  desobedecer Sus mandamientos, queriendo en ocasiones y sin querer en otras, en mayor o en menor medida. Esto nos convierte en “injustos”, y solo creer en que Él pagó en la cruz por nuestra rebeldía nos convierte en “justos”. No hay otra manera, ni otro método. Ni tal o cual religión salva, ni hacer o dejar de hacer esto o aquello nos libra de nada.
Como ya vimos ampliamente en “¿El perdón es gratuito para quien no se arrepiente? (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/09/el-perdon-es-gratuito-para-quien-no-se.html y http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2014/09/el-perdon-es-gratuito-para-quien-no-se_18.html), Dios no perdona al que no se arrepiente. Es una condición ineludible. De ahí las palabras de Jesús: “Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lc. 13:3).
Contra la idea contraría –el perdón sin arrepentimiento- predicó el alemán Dietrich Bonhoeffer (opositor al régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial), llamándola “gracia barata”, la cual no procede de Dios.
Por eso, creer, o más bien, desear, como el papa Francisco, que el infierno esté vacío, es una necedad. Es decirle a Dios que cambie Su carácter, que sea todavía más “bueno”, que modifique sus propias normas y que establezca una misericordia infinita y sin límites, donde exista el perdón sin requisito alguno, eliminando la necesidad de reparar la injusticia, y que ya no sea Él el Único que pudo reparar nuestra injusticia.
Si así fuera, mañana mismo todos los cristianos del mundo dejaríamos de predicar el Evangelio y lo modificaríamos por uno muy distinto: “Vive la vida. Disfruta de cualquier placer que desees. Muéstrate egoísta, caprichoso, lisonjero, manipulador y blasfemo. Falta el respeto a tus padres y provoca a ira a tus hijos. Juzga con premura e injustamente. Sé hipócrita, altivo y prepotente. No olvides ser infiel a tu cónyuge. Emborráchate y acuéstate con quien te apetezca. Miente, roba y estafa. Mata a tu vecino si te cae mal. Asesina a tu niño nonato. Exhibe públicamente tu cuerpo todo lo que puedas. Déjate llevar por la furia de tu lengua. Insulta y usa un lenguaje malsonante. Participa en orgías y contrata servicios de prostitución. Consume todo tipo de drogas y de pornografía. Practica el esoterismo. Sé envidioso y maldice cuando lo desees. Chismorrea de los demás y siembra discordia a tu alrededor. Haz todo lo que se te ocurra y te pida el cuerpo. Total, si al final tus acciones no van a tener repercusiones en la eternidad, y Dios te espera en el cielo para abrazarte y regalarte la felicidad absoluta”.

Conclusión
Como no voy a empezar a promocionar herejías a estas alturas de mi vida, no tomaré ese rumbo, ni se lo recomiendo a nadie que no quiera caer en el libertinaje, ni perder la sabiduría que viene de lo alto. Prestemos mejor atención a lo que afirmó tajantemente Jesús en la parábola de la cizaña, en lugar de escuchar los deseos de los seres humanos: “Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga” (Mt. 13:41-43).

1 comentario:

  1. Cuantas veces hemos sentido envidia, celos, rencor,(pecadillos ), pero en poco tiempo se verbalizan injurias, insultos,.. amenazas... violencia, peleas , maltratos , .. Guerras. No hay que llegar a los extremos asesinando, violando..., basta con estar en el camino de la perdición.
    Dios es Santo-Santo-Santo y su sola presencia nos avergüenza, descubre nuestra desnudez y la maldad oculta que muchas veces olvidamos.
    Sólo cuando descubres su amor , dejas de pensar en ti mismo, compartes su vida y no caben pensamientos inicuos.
    El infierno quedó atrás para aquellos que lavaron sus ropas con arrepentimiento sincero buscando a Dios con todo su corazón. Pero no todos toman está decisión.

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